Corriendo, es que ese Chronos sí que esta canijo,
Nos ha hecho sudar la gota gorda, pero no ha podido contra las amazonas.
Así que guerreras de todos confines de este maravilloso Foro Rosa, aquí la cuarta entrega de..
“ESTÚPIDA VENGANZA”
Fic en conjunto por Candy Pecosa-Amazona H. Fantasía y Elby8a-Amazona Marcela Luna
Advertencia: Al diablo con esto lenguaje explícito, y wachuwi wachuwa, si has llegado hasta aquí disfrutarás lo que sigue….
CH.4
Por Elby8a
Después de la escena que Susana había protagonizado en el teatro, se le había negado la entrada a este. Robert había requerido hacer acopio de toda su paciencia, para no llamar a la policía. El consagrado actor reflexionaba sobre lo sucedido.
Susana siempre había sido voluntariosa, pero obviamente había demostrado ser mejor actriz de lo que había pensado, ya que por varios años había creído su acto de “chica inocente” aunque un poco caprichosa. Pero lo que había presenciado ese día, le había helado la sangre. El rostro transformado de la antes bella protagonista, se había desfigurado ante el demonio de los celos.
¿Cómo era posible que ella habiendo sido actriz cotizada, no entendiera a Terrence? Tenía un mal presentimiento al respecto, y fue por consideración a él, más que cualquier otro motivo, que decidió prohibirle la entrada a su esposa. Retomar Romeo y Julieta ya había sido suficientemente complicado para el joven como para agregarle más tensión al asunto. No terminaba de entender, que era lo que había orillado a Terrence a tomar la decisión de casarse con Susana sí a leguas se notaba que no la amaba. Ella se había obsesionado con él, al punto que en un principio, llegó a sospechar que tal vez algo había tenido que ver en su accidente. Había descartado sus sospechas, -culpando a su creativa mente artística-, de estarle jugando una mala pasada. Pero ahora habiendo sido testigo de lo desquiciado del comportamiento de la ex actriz, tal vez sería prudente retomar sus sospechas.
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Susana Marlowe pasaba por un infierno desde la noche de bodas. Desde que había descubierto que su esposo le había sido infiel quien sabe con quién. Ella, jamás pensaría que habría sido la enfermera. Había hecho muy bien su labor esa noche en el hospital. Se sentía orgullosa de aquella magistral actuación digna de un galardón. ¡Qué va! Se merecía un reconocimiento mayor, ¡Un duque!, pertenecer a la realeza era un excelente premio de consolación por haber perdido su pierna, pero para eso debía de confirmar un legado, un heredero y estaba el pequeño detalle de convencer a Terry, pero ya lo lograría con el tiempo. Por lo pronto debía admitir que no era solo por la cuestión del heredero que quería, deseaba, añoraba estar con su esposo en la intimidad.
De todos los hombres con los que había compartido su lecho, jamás se había topado con un amante tan excepcional como lo era Terrence Grandchester *Grand en el Grandchester (grande). El haberlo tenido había sido como una devastadora droga, que la había vuelto completamente adicta con esa única dosis.
Moría cada noche de solo imaginarlo entregando esas caricias a alguien más.
“Ya se tardó porque no ha llegado, seguramente la resbalosa de Karen estará colgándose de su cuello, arañándole la espalda como la grandísima puta que es. Él ya le estará mordiendo los pezones, estrujándola, restregándose contra ella.” Pensaba mientras imágenes de los múltiples encuentros sexuales entre los dos protagonistas invadían su mente.
Regina Marlowe Observaba a su hija, con la mirada perdida y semblante encolerizado. Recordaba el momento cuando todo había cambiado. El día en que se anunció que sería su hija quien encarnaría a Julieta.
-Esta es mi oportunidad mamá para que se fije en mí, para conquistarlo. Tienes que ayudarme-
Ya ella se lo había advertido, que había llegado demasiado lejos con su fijación por su coprotagonista.
Le había dicho que a los hombres había que saber tenerlos comiendo de la palma de su mano y no al revés. Pero Regina Marlowe nunca le negaba nada a su hija, jamás le había puesto límites y aunque parecería ante todos que era ella quien azuzaba a su única hija para hacer su voluntad, la realidad era que Susana era una tirana con su madre. Ya tenía varios años que los papeles se habían invertido. Desde que dependiera de su hija para su supervivencia ya que su reputación con los hombres se había regado como polvorín después que hubiera roto el matrimonio de un inminente político en Nueva York.
Susana había fraguado un plan para que Terry se fijara en ella, para que la viera con ojos de admiración y así poder ser su dueña. Regina, obviamente no había estado de acuerdo, era un plan muy riesgoso, sin tomar en cuenta que no podrían asegurar que los resultados fueran los deseados.
Con manos temblorosas era que había subido a lo alto del teatro la noche anterior al terminar el último ensayo del día. Aunque había cortado solo un poco la cuerda que sostenía los reflectores, no había tomado en cuenta el tiempo transcurrido, junto con el peso de estos ocasionando que no solo quedaran colgando de un solo lado como pretendían que sucediera, sino que colapsaran por completo y para su horror cayeron justo sobre su preciosa hija cortando de tajo sus sueños, y el futuro de ambas.
Había sido una tragedia, la peor de sus pesadillas materializada ante sus ojos, provocada nada menos que por ella misma. No, el dolor era demasiado como para vivir consigo misma. Le costaba admitir que ella había sido la causante de tan terrible giro de acontecimientos. Por eso era que volcaba toda su saña y resentimiento con el que en su mente, era el verdadero causante de los hechos. El joven Terrence Grandchester. Al principio había pensado que al fin se les haría justicia elevándolas a ella y a su hija por encima del nivel social al que correspondían. Entonces de alguna extraña manera, el fin justificaría los terribles medios. Pero después, con el paso del tiempo se había dado cuenta que no sería así.
En realidad sus constantes reclamos para con el joven Grandchester, solo eran un reflejo de lo que se decía a sí misma frente al espejo. Se odiaba por no haber sido capaz de educar a su hija, por el ejemplo que le había dado de tomar de los hombres lo que quisiera. Pero sobre todo se odiaba porque la veía sufrir a causa de su error garrafal y de una causa que sabía por demás perdida.
No sabía a ciencia cierta lo que había pasado durante la noche de bodas de su hija, pero sí sabía que lo ocurrido en su alcoba había desencadenado en Susana una desenfrenada histeria irracional. Ese comportamiento había ido incrementando en intensidad y violencia hasta el punto en que su hija le infundía miedo. En su corazón de madre sabía que bien merecido se tenía el proceder de su hija para con ella, la manera en la que la trataba y ya se había resignado a su destino. Estar por siempre al lado de su hija y tatar de ayudarla dentro de sus posibilidades para que no terminara igual o peor que ella. Aunque mucho se temía que ya era demasiado tarde.
-Me vale como se debe comportar una dama. Es demasiado tarde para que me vengas ahora con eso ¿No lo crees madre? Apúrate ya, que quiero verme divina. No todos los días enfrento a la amante de MÍ marido-
-Susi escúchame eso de ir al teatro, para armarle un zafarrancho a tu esposo te traerá graves consecuencias.- Le decía mientras le enjabonaba su lustrosa cabellera en la tina – Su hija la había volteado a ver con una mirada que le heló la sangre a su progenitora.
-Ya deja de tratar de decidir por mí. Lo que haga o no en mi matrimonio es cosa mía.-
-Pues no te lo permitiré, no dejaré que te pongas en ridículo ante los que fueran tus compañeros. Hija alomejor no soy la más indicada, pero debes tener algo de dignidad- Ni siquiera era capaz de derramar lágrimas por lo sucedido. Sabía que se lo merecía.
El ruido en la llave de la puerta de entrada la regreso al presente.
Susana ya estaba en la estancia justo a un lado de la puerta, mientras que su madre la observaba desde lo más alto de las escaleras. Ese se había vuelto su lugar favorito. Manteniendo una distancia prudente.
-Ni se te ocurra intervenir- Le advirtió a Regina congelándola con la mirada. Una escalofriante garra le recorrió la espina dorsal. “Cría cuervos y te sacarán los ojos” le susurraba el dueño de la pavorosa garra cerca de su oído.
-Hueles al lecho de otra mujer. ¡Dímelo ya, Confiesa de una vez!-
-¿Por qué no me extraña que estés aquí?- Fue el saludo de Terrence, mientras soltaba una exhalación cargada de hastío.
Terrence la recorrió de pies a cabeza, si en algún momento le había parecido que su esposa era una mujer guapa, eso se le había olvidado, ya que cada vez la veía de peor semblante. No solo en lo referente a su físico, que ahora era desaliñado, el cabello rubio se veía sucio como enredadera. Bajo los ojos se veían profundas ojeras y el tono de su piel se veía amarillenta, sin mencionar el olor.
-¿Qué pasó con la Dama de compañía que te había contratado?-
-¿Pretendes hacer pasar a tus putas como parte de la servidumbre? No lo permitiré, la eché a la calle por supuesto-
Aquella vez, regresando del teatro habían tenido una terrible discusión. Terry había decidido que había sido suficientemente indulgente con su esposa así que desde hacía más de seis meses, él había terminado por mudarse indefinidamente al que se había vuelto su refugio, la biblioteca, abandonando su lecho matrimonial que nunca debió haber sido utilizado como tal. Ya no subía las escaleras. Le había otorgado la planta alta a su esposa con la esperanza que le costara trabajo desplazarse dándole a él una falsa sensación de privacidad.
Lo que más le molestaba de todo el asunto era la manera tan vulgar en la que se expresaba Susana, como si encima de todas sus estúpidas acusaciones, se regocijara en utilizar palabras soeces para describir sus supuestas corridas nocturnas. Ese tipo de léxico no lo asustaba, ni le era desconocido, para nada. Simplemente no lo había considerado como parte del repertorio de la mujer con la que había atado su destino.
-Hueles, hueles a ella, a otra, a ramera cualquiera todas las noches, yo lo sé, hueles a su sexo seguramente es sucio y desenfrenado y nunca conmigo, jamás conmigo.- El tono que utilizaba, ya no era a base de gritos, no vociferaba ni manoteaba. Sus reclamos, o más bien dicho aseveraciones habían tomado una connotación más fría, casi maquiavélica.
-Confiésalo de una buena vez ¡ah! pero te advierto que yo seguiré aquí, jamás te dejaré libre.-
-Susana, hace tiempo que dejé de asustarme con tu comportamiento. Haz lo que tu real gana se te pegue. Vete a dormir de una maldita vez y deja ya de fastidiarme.- Pasó frente a ella como si de un mueble se tratara. Entró en su refugio y cerró la puerta tras de sí echando el cerrojo. Se recargó en la puerta, cerrando los ojos. Sentía que se asfixiaba, esa mujer terminaría por devorar su alma.
-Eso haré Terry, justamente eso haré- Dijo metiendo su mano entre sus piernas, para tocarse a sí misma gimiendo ruidosamente afuera de la ahora recámara de su esposo.
Su madre la veía incrédula de las acciones y las palabras que habían salido de su boca, y por primera vez en mucho tiempo compadeció al hombre que compartía su destino, al estar encadenado a ese ser tan repudiable en el que se había convertido su Susi.
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La puesta en escena de Romeo y Julieta estaba resultando todo un éxito, así que se estaba preparando una gira para las ciudades más importantes del país. Terry contaba los días, para poder poner tierra de por medio entre él y Susana. Sabía que debía tomar una resolución con respecto a su matrimonio. No estaba dispuesto a seguir con esa farsa, pero primero quería descansar. Se sentía exhausto.
Había requerido hacer acopio de todas sus fuerzas para mantenerse en pie, relativamente cuerdo, logrando desarrollar una rugosa costra en la herida de su corazón tan solo para poder funcionar.
Quería pensar bien las cosas para que su decisión fuera un paso firme y no una huida de sus responsabilidades para con la mujer que le había salvado la vida. Se aseguraría de seguir proveyendo para ella, pero estaba harto de la mujer. Jamás había detestado así a alguien en su vida. Susana había resultado ser peor que la duquesa. Estaba pagando muy cara su estúpida revancha, ya que sabía que al haber estado con ella solo había incrementado la malsana obsesión que tenía hacia él.
Al principio se había preocupado por ella. Ese comportamiento se había incrementado desde que pasara lo del teatro, pero sabía perfectamente lo manipuladora que podía ser Susana. Aun así la había llevado a regañadientes a ver a un doctor, pero ella había actuado de manera “normal” dejándolo desarmado, tan solo para armar un pandemónium al momento de cruzar la puerta de regreso a casa. Alegando que se quería deshacer de ella recluyéndola en alguna institución para revolcarse a su antojo.
Al fin había llegado el día de la última representación que se llevaría a cabo ahí en Nueva York. Situación que había procurado por todos los medios ocultarle a Susana para evitar una confrontación antes de tiempo.
Estaba como siempre practicando los últimos diálogos de su personaje, cuando una muy guapa Susana se había aparecido en el escenario.
Se había aprovechado de un joven nuevo en el puesto de seguridad para que le permitiera el ingreso. Llevaba puesta su prótesis. Desde hacía tiempo que había empezado a utilizarla cada vez con mayor frecuencia, ya que le daba mayor libertad de movimientos.
-¿Qué haces aquí Susana?- Había sido la voz de Hathaway que retumbara con fastidio en el recinto.
-Hola Robert, también para mí es un gusto verte- respondió con una sonrisa sarcástica.
-No puedes estar aquí, ya bien lo sabes.- dijo Terry.
-Tan solo he venido a desearles suerte en la gira, porque ¿Hoy es la última función cierto?- dijo en tono peligrosamente dulce.
-¿A caso creíste que podrías ocultarlo de mí? ¿Ya se te olvidó que también pertenecí al teatro? O ¿Es que solo pensabas abandonarme sin más? ¿Ya tenías tu plan para encontrarte con ella verdad?-
Karen se resguardaba nerviosa detrás de Terry, después de lo acontecido la vez pasada, no dejaría a la suerte lo que a la loca de Susana se le pudiera ocurrir.
-Así que me tienes miedo, Está bien, estas en lo correcto deberías tenerme mucho miedo, aunque en este momento, no eres precisamente por quien he venido- sacó una carta del bolsillo de su vestido. Terry alcanzó a ver que el remitente de ésta era proveniente de Chicago.
-¿Pensaste que me podrías engañar toda la vida no duque? Pues ahora verás, te quedará claro que nadie juega con Susana Marlowe, ni tú, ni mi madre, ni la pendeja ramera de tu enfermera.-
-¿De qué diablos estás hablando?-
-De que es ella, siempre ha sido ella quien te marcara como puta barata. ¡RESULTA SER QUE ME HAN ESTADO VIENDO LA CARA DE IDIOTA TODO ESTE TIEMPO!- Al fin estalló con toda la furia contenida de meses atrás. Sus palabras soeces atestaron un fuerte golpe en el corazón de Terry a quien se le veía que estaba a punto de estrangular a la mujer frente a él.
-Escúchame bien ya que no pienso repetirlo, en primera no te permitiré que hables así de ella. La mujer que siempre has sabido que amo.- Su respiración agitada, sus ojos dos mares siendo azotados por la tormenta de la cólera.
- Segundo esto para ahora mismo. No soporto compartir ni el aire que respiras.- Le dijo desahogando el odio, sí era odio acumulado mezclado con asco, el único sentimiento que le despertaba esa mujer. Dio unos pasos hacia la ex actriz acercándose alto, poderoso y amenazante. No iba a tolerar más mierda por parte de ella.
Las miradas de todos se centraban en la aparentemente frágil rubia a quien se le había desencajado el rostro por completo. Más de veinte pares de cejas se elevaron en asombro.
-Óyelo bien, si no eres mío no serás de nadie- Dijo al tiempo que sacaba un arma apuntándole directamente a Terrence.
-Entérate, que jamás he sido tuyo. Siempre fue y siempre será Candy, aquí y aquí, to-do el- tiem-po- dijo sonriendo altanero y retador con enérgicos movimientos, apuntando con su índice primero a su cabeza y luego a su corazón. Le parecía hasta cierto punto algo poético que fuera Susana precisamente quien le quitaría la vida, esa ridícula vida de porquería que había llevado desde que lo “salvo”.
Antes de que la rubia pudiera reaccionar, Él se le fue encima en un acto reflejo, cayendo al piso por el impulso. Forcejearon y la pistola se detonó con un estruendoso disparo que dejo helados a todos los presentes. Un charco de sangre empezó a emanar de entre los dos cuerpos que habían quedado inmóviles en el piso y fue Susana quien se incorporó tomando su vientre con su mano, la elevó hasta su rostro horrorizada al verla cubierta en sangre. Su propia sangre. Se desvaneció en el escenario y entonces pudo ver claramente el rostro de su madre bañado en lágrimas antes de que la oscuridad absoluta se apoderara de su alma.
Terry seguía tirado en el piso, inmóvil, de repente una oleada de convulsiones empezaron a recorrer su cuerpo. Un profundo ruido proveniente de su garganta se empezó a escuchar. Era presa de un estrepitoso ataque de risa. Las carcajadas salían sin control alguno desde lo profundo de su alma. Era un reflejo catártico.
Le daba risa lo inútil del sacrificio. Al haber sucumbido al agradecimiento impuesto, había volteado por completo su existencia. No podía creer su imbécil proceder al pretender desquitarse de su Pecosa por haberlo abandonado. Él era quien debía haber salido tras de ella ante su muestra de amor incondicional, ante su valentía de haberse entregado a quien amaba.
Así que yacía en el piso del escenario y sus carcajadas un tanto dantescas retumbaban en el recinto sin poderse controlar. Reía para no llorar como un desesperado su pena, el tiempo perdido, la condena que él mismo se había impuesto finalmente había terminado.
-¡Grandísimo imbécil! Terry me mataste del susto qué ¿Acaso te crees a prueba de balas?- Fueron las palabras de Hathaway quien había corrido al escenario para auxiliar al joven y lo observaba incrédulo, mientras le extendía la mano, para ayudarlo a levantarse en el justo momento en el que la policía hacía acto de presencia en el teatro.
-Definitivamente no me vuelvas a pedir que la haga de Romeo jamás- Le advirtió limpiando con el dorso de su mano, el rastro de lágrimas que habían escapado de sus ojos durante su hilarante y liberador ataque.
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La policía fue en busca de la señora Marlowe para interrogarla a la dirección en New Jersey proporcionada por Terry.
Al no encontrarla, iniciaron una búsqueda que finalizó en la planta alta de la casa que Terry compartía con Susana.
La encontraron en el baño de la recámara de su hija. No pudo darles declaración alguna. Los detectives casi se desmayan por la peste al descubrir el caldo de humanidad en el que encontraron el cuerpo.
Al parecer había sido electrocutada completamente vestida en la tina de baño, tenía más de seis meses de muerta.
Continuará…