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¡Advertencia de combustión espontánea!
"Hacemos arder nuestro cosmos por... Terry"
Fic conjunto Amazona Honoraria - Candy Pecosa y Amazona Marcela Luna – Elby 8a
Los espíritus de Marcela se burlaban de ella.
Bueno, unas se reían y otras casi querían que se les uniera en el plano astral por lo que estaba a punto de hacer.
]size=24]Advertecia: Sigue siendo no apto para corazones sensibles.
Capítulo súper HOT escenas con alto contenido erótico. Si no te agrada este tipo de lectura abstente por favor.
Estúpida Revancha Ch. 2
Por Elby8a / Marcela Luna
Desconsolado en su despacho, Tratando de resumir su vida tan solo en el último par de días, Terry recordaba cómo era que había acabado así.
Como un Autómata cargaba a la rubia entre sus brazos. Ella no dejaba de sonreír, había ganado. Al fin la haría suya.
La deposito suavemente en la cama y se dirigió a la entrada, llegó en dos zancadas, con movimiento pesado apagó la luz recargando su frente brevemente en la pared. Cerrando los ojos pensando en lo que estaba a punto de hacer. La rabia lo invadió de nueva cuenta.
Había firmado, ya no había vuelta atrás, había endosado su existencia más no su corazón, ese jamás.
Dándose la media vuelta comenzó a aflojar la corbata de su cuello la cual había sentido asfixiante como toda esa situación.
Tener sexo era algo que había disfrutado a lo largo de su adolescencia hasta antes de conocerla, pero haber estado con ella..
Eso había sido una experiencia sublime que lo había llevado al cielo y al infierno por partes iguales. Ella lo había echado a perder. Jamás nada volvería a ser igual.
Regresó a la cama, acarició la rubia y lustrosa cabellera. Cerro sus ojos imaginando los rizos enredarse entre sus dedos, pero estos tan solo se deslizaron sin mayor resistencia.
Así como sus personalidades tan diferentes. Una simple, se le ofrecía aparentemente sencilla pero el costo del sacrificio era tal que le hacía querer echar el tiempo atrás para no tener deudas con Susana sin importar las consecuencias. Aunque en realidad habría pagado con sangre con tal de poderse quedar con la verdadera dueña de su corazón. Esa cuya personalidad estaba llena de sustancia hasta en el último ensortijado rubio cabello, hasta la última traviesa y adorada peca las cuales había venerado tan solo la noche anterior.
Con un movimiento brusco se separó de la cama. Se cubrió el rostro con las manos.
No podía, no podía, no quería, las imágenes lo inundaban. Él había tenido ya su luna de miel con su amada. Se pasaba las manos por el cabello en un intento desesperado por cambiar la escena ante sus ojos.
La mujer semidesnuda lo observaba desde el lecho, no se atrevía a pronunciar palabra alguna con tal de que no se arrepintiera de la promesa hecha. Por dentro ella se deshacía en celos y amargura, sabía perfectamente quien ocupaba la mente y el corazón de su esposo. Había resuelto que no le importaría, al fin y al cabo ella había ganado.
Se desnudó el torso y regreso decidido junto a su esposa. Su cuerpo era tibio, él buscaba una llama de fuego puro, su mente compadeciéndose de él lo ayudó.
Flashback
Era la última noche que pasaba en su departamento de soltero.
Abrió la puerta un tanto exasperado de que no le contestaran cuando había preguntado de quién se trataba.
La rubia entro intempestivamente, con los ojos rojos inundados en lágrimas cubriendo su rostro con sus pequeñas manos.
—Candy que haces aquí— le dijo acercándose hacia ella, estirando la mano sin saber si tenía siquiera el derecho de dirigirle la palabra, queriéndola abrazar.
—No puedo, Terry, no puedo dejarte ir sin siquiera haber probado lo que es amanecer entre tus brazos— Apenas podía creer lo que le decía. Era un sueño hecho realidad que su Pecosa estuviera ahí, pero ¿Que le estuviera pidiendo eso? ¿Acaso tenía él, el derecho a llevarlo a cabo?
Candy veía la lucha interna en los ojos de su rebelde y se enterneció reafirmando aún más su decisión.
—No quiero hablar del pasado y no me importa el futuro, he venido aquí para entregarme a ti por propia convicción — Le dijo al tiempo que se le lanzaba a los brazos — Terry hazme tuya — le dijo poniéndose de puntitas y viéndolo a los ojos, los cuales se oscurecieron resaltando más sus vetas verdes, al ser encendidos por sus palabras. Sin pensarlo más la abrazó cubriendo su pequeño cuerpo con el suyo imponente y poderoso. Los labios se unían en ardoroso intercambio que amenazaba con consumirlos.
Tanto desearse, tanto añorarse y ese beso era la gloria.
Era el manantial en medio del desierto de sus corazones adoloridos.
La llevó en vilo hasta la cama mientras las prendas eran arrancadas, una a una. Cuerpos semidesnudos de la cintura para arriba. Terry se detuvo, observaba los senos con los pezones erguidos. Candy hiperventilaba bajo el escrutinio de la llama azul intenso.
El joven actor la observo dudando merecer ese regalo que se le ofrecía, pero vio de nueva cuenta la determinación en las prístinas esmeraldas acuosas.
— Bésame— le ordenó. Con eso fue suficiente, acarició ambos pechos pasando sus pulgares por los caramelos botones, y después se los bebió, primero uno, luego el otro, pero a medida que paladeaba su dulce sabor se fue llenando de mayor ansiedad.
La pecosa desfallecía ante la incandescente lengua de su amado que la derretía haciendo que su interior se volviera completamente líquido. Se recostó en la cama con él cerniéndose sobre ella sin despegar sus labios del manjar que le resultaban sus virginales pechos, los cuales eran despertados por primera vez ante sus caricias.
Ella estrujaba sus cabellos queriendo guardar en la memoria la sensación de él al devorarla sin piedad como si quisiera alimentarse de ella. Él quería llenarse de su sabor, de su alma para que le durara toda una vida.
Un golpe de realidad lo invadió. Se le acurrucó en el pecho rodeándole la espalda con sus brazos, y unas lágrimas escaparon de sus hermosos cobaltos humedeciendo la pecosa piel.
“Terry está llorando, mi amor, está llorando, el sufre al igual que yo” Eso no podía soportarlo. Se sentó en la cama, le levantó el rostro y bebió sus lágrimas con sus besos para quitarle su dolor.
Terry cerró los ojos, era una caricia dulcísima, estaba muriendo lento.
Candy bajó por su cuello, recorriéndolo lentamente y entonces le regresó la caricia probando los masculinos pezones, probando su piel. El joven la veía alimentarse de él y sentía la voluptuosidad de los femeninos pechos rosar con su bajo vientre.
Ella lo encendía y lo enternecía como nunca nadie. Su inocencia, su vulnerabilidad hacían aflorar la suya.
La tomó por los hombros para levantarla y viéndola a los ojos húmedos como los suyos, la besó profundo, saboreando su lengua, su paladar, mordiéndole los temblorosos labios con ternura y desesperación.
Casi sin aliento la recostó y el siguió besándola dirigiéndose al sur, arrastrando consigo las prendas restantes dejándola completamente desnuda. Se llenó los ojos de ella, de la lozanía de su nívea piel que tantas veces había imaginado recorrer en la soledad de su departamento.
Sin dejar de verla se puso de pie y se despojó también de su pantalón. Candy no dejaba de observarlo, un furioso rubor cubría su rostro, mas no le importó, al igual que él, también se quería grabar su imagen, llevársela tatuada en su mente.
Terry se bajó su prenda íntima revelando la parte de su anatomía que lo distinguía como hombre. Sintió cierto orgullo al ver como las esmeraldas se oscurecían al contemplarlo en su desnudez. Se acomodó entre las piernas de su amada.
Reanudó su camino de besos justo donde se había quedado, por debajo del ombligo, hacia el manantial que brotaba entre sus piernas. Con los dedos le separo los labios que se interponían entre ese abrevadero y sus ansias de saciar su sed. Volteó a verla y sin romper contacto visual la probó con su lengua.
La pecosa soltó un grito ante la caricia, se sintió desfallecer, no entendía lo que le pasaba. No le importaba, solo quería que él no se detuviera nunca. Cerró los ojos y encorvando su espalda elevo sus caderas impúdicas, desinhibidas hacia la boca de Terry, hacia su deliciosa e implacable lengua de fuego.
Él bebió incesante, deleitándose en el especiado y dulce sabor que brotaba de su amada. Ella se calcinaba tras cada lengüetazo. Cada vez más cerca del precipicio hasta que ya no pudo soportarlo más y se rindió ante las exigencias de su cuerpo. Las oleadas de placer la recorrían mientras él se deleitaba observando como había desatado la pasión en ella.
Con su media sonrisa se relamió los labios y se hincó abriéndole el compás las piernas. Bajó su mano para introducir un elegante dedo en el interior de su pecosa. La sintió apretada, se mordió su labio inferior cerrando los ojos, al abrirlos de nueva cuenta el deseo casi incontrolable se reflejaba en sus cobaltos. Se inclinó para besarle el cuello y teniéndola cerca hizo la silenciosa pregunta. Ella asintió. Terry tomó su miembro con su mano y acaricio la entrada con la cabeza antes de introducir solo la punta.
Candy soltó un gemido al tiempo que levantó las caderas para que no se detuviera. La embestida fue rápida y profunda, Candy apretó los ojos mientras un rictus de dolor se reflejaba en su rostro al tiempo que intentaba recuperar la respiración. Terry le acariciaba el cabello y la frente con infinita dulzura mientras salía de su interior.
— Te amo Candy, Eres mi vida — depositaba una corona de suaves besos en la frente.
Sintió como la dama que pasaba de doncella a mujer se relajaba y la invadió de nueva cuenta, suave, despacio, deliciosamente lento. Ella se fue acompasando a sus movimientos disfrutando el hecho de ser suya.
Ella se abrazó a su espalda, le rodeó la cintura con las piernas instintivamente buscando mayor profundidad, deleitándose de tenerlo dentro de ella. El sintió como se le entrecortaba la respiración.
Se debatía entre ser más tierno o dar rienda suelta a su pasión, pero era mucha su necesidad de ella. Como siempre, sincronizados en mente y alma, y ahora incluso con el cuerpo, ella le contestó apretando más su abrazo y clavándole las uñas en la espalda haciéndole saber que la necesidad de consumar su amor era mutua.
Terry intensificó sus embestidas jadeando, dejando fluir su rio de emociones queriéndole ofrendar todo su ser en esa sublime consumación de su amor. Tocaron el cielo juntos, con una última embestida, en un acto de total entrega se liberó dándose por completo a ella.
Se proporcionaron incontables caricias toda la noche, rehusándose a que el amanecer los agarrara dormidos. Sin pensar en el mañana, sin pensar en el futuro. Simplemente eran, estaban, tocaban, sentían y amaban.
*
*
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“Hazla felíz Terry, sé felíz con ella” le había dejado escrito y mil veces se maldijo por haber sucumbido al cansancio, por haberse permitido la osadía de dormir con su pecosa entre sus brazos.
— ¡Teerry oh sí! — Gritó su esposa llena de júbilo estremeciéndose bajo su cuerpo, haciéndolo regresar de golpe a su realidad. Él cerró los ojos haciendo acopio de toda su fortaleza para no dejar escapar las lágrimas que se acumulaban.
Se alejó de ella lo más rápido que pudo sentándose en la orilla de la cama. La cabeza entre sus manos queriendo borrar lo que acababa de suceder mientras apretaba los dientes de rabia. ¡Había sido un completo imbécil!.
Se había querido desquitar de Candy por haberlo abandonado, por no haberle dado una señal para mandar todo a la mierda y quedarse con ella.
Ella de nueva cuenta se había marchado sin darle un motivo al que aferrarse. Tan solo había querido que desapareciera el tiempo para quedarse con ella con su felicidad.
¿Y ahora? Estaba hecho, le había fallado a su pecosa en todas las formas en las que se le podía fallar al ser amado.
Susana se enrojeció de ira a sus espaldas y notar las marcas de las uñas que daban fe del apasionado encuentro que su esposo había tenido la noche anterior.
Continuará ...
Última edición por Elby8a el Sáb Abr 06, 2019 12:31 am, editado 2 veces