"Hacemos arder nuestro cosmos por... Terry"
Desde la fundación K-G Ataque de Amazonas
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Estúpida Revancha Final
Ya no sabía que número de cigarrillos llevaba esta mañana y muchos menos sentía como las tenues llamas del mismo morían entre sus largos dedos dejándole llagas y cicatrices.
Se encontraba sentado en aquel elegante sofa de color escarlata que por segundos le recordaba aquella sangre que bañó su ropa apenas días atrás; el problema no radicaba en que ella hubiese muerto, el problema era peor. Se sentía libre, como hacia mucho no sentía, no existía dolor ante la perdida de ella, sí de su vida, pero no de la ausencia de la que fuese su esposa.
Fijamente se encontraba mirando a un punto inexistente en aquella sala que conocía tan bien como la palma de su mano. Buscaba respuestas a aquellas preguntas que se encontraban aún sin contestar. Y que a su pesar jamás le serian reveladas. Saber que la ingenua y dulce Susana hubo sido la causante de la muerte de su propia madre, era algo que demostraba el grabado estado mental en que dicha mujer se encontraba.
A pesar de la insistencia de su madre de que saliera de aquella casa materna que, aunque no quisiera aceptar, le hacia sentir seguro, amado y por que no decir, libre. Ella su carcelera no estaba más, ella quien un día diera todo por él, para luego exigir lo único que no podia darle; amor. Un amor marchitado por la envidia, los malos sentimientos y sobre todo la obsesión de ella, su difunta esposa. Sonrió de medio lado al recordar que lo había perdido todo; no su trabajo, no el dinero, ni el estatus social que había logrado, sino que había perdido a la única mujer que amaba.
No dudaba de que Susana sentía algo hacia él, pero no amor. Amar es darlo todo por el otro sin pedir nada a cambio, amar era ella, Candy, su mujer, la única dueña de su ser. Pero, como buscarla si había destruido lo único bueno que había tenido en la vida. Por su tonto orgullo entró en una estúpida revancha.
Había bebido de otra piel, había besado otros labios sólo para hacerle pagar a ella su abandono, había estado con otra para olvidar el dolor que llenaba su alma, pero ahora sabía que la jugada le había salido mal. La había perdido, su pecosa, su Tarzan con pecas ya no era suya. Su estupidez logró hacer lo que ni siquiera Eliza, la distancia y menos la misma Susana lograron, tuvo un éxito rotundo en alejarla con su alma hecha pedazos, moría por abrigarse en aquella piel. Aunque en realidad la había vivido cada noche desde que la tuvo entre sus brazos. La tenía tatuada en cada poro de su piel, en lo más profundo de su corazón y peor aún en todas aquellas ilusiones que un día había forjado junto a ella.
Un dolor ardiente le hizo salir de aquellos pensamientos que cada segundo le llevaban a un abismo negro sin poder ver la posibilidad de una salida. Miró su dedo mientras dejaba caer al suelo la colilla de cigarrillo que había quemado. – Otra nueva cicatriz –se dijo mientras miraba y acariciaba suavemente la recién adquirida marca. Pero sentía por fin el ardor, de nueva cuenta sentía algo. Durante varios segundos miró sus dedos y se dio cuenta de varias cicatrices que ya habían sanado y que al igual que esta, en algún momento fueron nuevas, dolieron, pero sanaron. Miró hacia la ventana “Aún era de mañana temprano” pensó y sin entender el porque se levantó de aquel mueble, tomó su chaqueta y salió con grandes zancadas. Por fin tenía el coraje, por fin entendía lo que debió hacer desde un principio y esta vez no haría ninguna estupidez. No. ¡Ahora no!
– Terrence –fue la suave voz que le hizo detenerse al momento de abrir la puerta principal y colocar sus pies hacia su destino. – ¿A dónde vas? –él se detuvo por completo y giró hacia su madre esperanzado en que no le hiciera más preguntas, ahora tenía el valor de hacer lo que era correcto para su corazón y lo haría.
– Voy a buscarla –le respondió tajante
– No es correcto aún hijo. –le expresó su madre – No debes, no es lo correcto para la sociedad –
–Madre y cuando me ha importado eso a mí? , según recuerdo cuando intenté hacer lo correcto fue que me metí en este embrollo
– Terrence, hijo. Por lo menos espera un año, hace a penas días que murió tu… –la rubia no pudo terminar por que los ojos del joven le revelaban que cualquier cosa que dijese sería inútil.
– Debo verla –dijo volteando nuevamente a la puerta – Si espero no tendré el valor de buscarla – Fueron las últimas palabras que salieron de sus labios mientras dejaba a una atónita Eleonor mirando la ya cerrada puerta.–estaba feliz que su hijo buscara a Candy y que por fin le diera cabida al amor y a la felicidad que sólo con ella encontraba.
Caminó por frías calles de NuevaYork hasta llegar a la estación de tren, se sentó lo más alejado de la poca multitud que se encontraba en el mismo y vio cómo poco a poco su vista iba cambiando mientras aquel magnánimo vehículo comenzaba su recorrido. Mil y una duda cruzó por su cabeza, mil y una nueva forma de saludarla y de pedirle perdón, perdón por quererla olvidar, por haber profanado su cuerpo al haber estado con otra mientras pensaba en ella. Las horas pasan lentamente, sin embargo no llegaba a una resolución de cómo enfrentar todo lo que había hecho.
Han sido muchas noches frías, muchos días sin ella, sin rumbo, sin encontrar paz en aquella alma sosegada por su ausencia. No supo en que momento quedó rendido por la falta de sueño, por tantos días sin paz, por todo lo vivido y lo que había perdido. Despertó en el momento en que gritaban para que todos abordos del tren bajasen.
Estaba descansado, mas sin embargo increíblemente angustiado; se dirigió a aquel lugar sabia la encontraría; ya estaba cerca, ahora y muy a pesar de sus dudas, debía continuar. El viaje en auto fue, a su parecer, mucho más largo que el del tren. A lo lejos vio aquella casa que hubo visitado mucho tiempo atrás y una agradable sensación le llenó. Al verlo las maduras mujeres no preguntaron mucho, sabían quién era y más aun el por que de aquella visita. Las mujeres le señalaron el lugar donde cada tarde a la puerta del sol, la joven rubia visitaba como forma de alejarse y envolverse en aquellos pensamientos que compartía única y exclusivamente con aquel árbol que llamaba padre.
El joven actor miró hacia la alta colina y desde lejos vio su silueta y sin pensarlo dos veces se encamino hacia ella. Caminó sin hacer ruidos hasta llegar y colocarse detrás suyo; pudo oler aquel perfume que aun recordaba fielmente de aquella vez en que no solo la hizo suya de cuerpo, sino también de alma. Dio un paso más y entonces ella sintió su presencia haciendo que cada bello de su piel tomase vida propia. Respiro profundamente y se dijo así misma que debía ser un sueño, más el sentir sus manos en su hombro le hizo entender que realmente él estaba junto a ella.
– Candy –le susurró el joven … – Perdóname –le rogó el joven a ver que ella ni siquiera se movía – Perdóname, amor, soy un tonto cuando se trata de ti. –ella no hablaba, ni se movía y para él una brisa fría ahora era parte de aquel momento.
– Terry –salió como susurro de sus labios, aún sin poder dar vuelta para verlo
– Candy, perdóname. En mi afán de olvidarte por el abandono que sentía me quise vengar de ti y termine muriendo en vida. –le dijo acercándose cada vez mas a la joven pecosa – Perdóname, no puedo vivir sin ti. –Terry colocó su cabeza entre los rizos de la joven cerrando fuertemente sus ojos a espera de una respuesta negativa de la joven.
–Terry, ahhh –gritó ella mientras colocaba sus manos en su vientre bajo. El joven actor no entendía lo que sucedía sólo miraba cómo Candy encorvaba su espalda ante aquel grito de dolor. –Aghhh –volvió a gritar la rubia y entonces él se colocó frente a ella para descubrir que le sucedía. Ante sus ojos no sólo vio cómo por las piernas de la mujer que tanto amaba caía agua, sino que también aquel abultado vientre.
– ¿Candy…? –quizo preguntar, pero al ver la cara de dolor de la joven no hizo mas que colgarla en su regazo y dirigirse a aquella casa en búsqueda de ayuda. Al llegar a la casa fue dirigido a una habitación al final de pasillo, por instinto sabia que era la habitación de Candy y aunque esta se encontraba en sus brazos gritando por las fuertes contracciones, él la depositó en la cama, besando su frente y acomodándose junto a ella.
– Hermana Maria traiga agua caliente, unas tijeras y paños limpios. Se ha adelantado el parto –gritó la Señorita Pony mientras salía de baño adyacente a la habitación con las manos recién lavadas. Entonces miró al joven que sostenía la mano de su hija y que le limpiaba la frente mientras le decía suaves palabras buscando tranquilizarla. – Señor Granchester este no es lugar para un caballero. –le dijo la mujer en búsqueda de la salida del mismo de aquella habitación
– Lo siento de aquí no me muevo –respondió sin dejar de limpiar la frente de Candy mientras apretaba fuertemente sus dientes ante aquel dolor.
– Pero, no es…
– No me retiraré de su lado –le dijo en un tono seco y denotando que no habría nada en el mundo que lo alejase de ella
– Terry, va a nacer –le grito Candy mientras a apretaba fuertemente la mano del joven.
– Estoy aquí amor, vamos a hacer esto juntos –le susurró mientras besaba su sudorosa frente La señorita Poni se colocó frente a la joven y al ver el bebé coronar le pidió que pujara fuertemente, cosa que la rubia hizo logrando con un segundo empuje escuchar el fuerte grito del bebé. Terry la besó suavemente en los labios y entonces dirigió su miraba a aquel pequeño milagro que ahora llenaba su vida. Veía como ambas madres de Candy le limpiaban y envolvían en ropa que de seguro había sido confeccionada por ellas misma y entonces vio como la mayor se dirigía a él con el bebe en los brazos.
– Señor Granchester, su hijo –le dijo colocando el bebé en sus brazos, las mujeres incluyendo Candy miraban aquella escena de un Terry mirando fijamente al bebé mientras gruesas lagrimas bajaban por sus mejillas. La sensación era tan grata, tan diferente, tan plena que su corazón quería desbordarse ante el amor que sentía en este momento. Dirigió su miraba a la pecosa y una suave sonrisa se dibujo en su rostro, caminó unos pasos hasta estar frente a ella y colocar el nuevo miembro de la familia en brazos de su madre. Candy al verlo sonrió y miró nuevamente a aquel que era el dueño de su corazón.
– Es idéntico a ti Terry –le dijo ella sonriente
– Es hermoso, gracias – Terry grabó en su memoria aquella escena, era la mejor de había preciado en toda su vida – Perdóname por favor –le pidió colocándose de rodillas junta a la cama y tomando la mano libre de ella.
– No hay nada que perdonarte Terry, los dos actuamos mal por nuestra falta de experiencia, yo te amo.
– Yo también te amo mi pecosa –ella sonrió; le extrañaba demasiado
– ¿Y qué nombre le pondremos? – Alexander, ese es su nombre –le respondió Terry
– Entonces Alexander será –
– Gracias por darme la dicha de ser padre y de tenerte nuevamente… Te amo pecosa – Y yo mas a ti.
¡Fin!
¿Qué les pareció?
Gracias Elby bella
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Estúpida Revancha Final
Capítulo Final Por CandyPecosa
Ya no sabía que número de cigarrillos llevaba esta mañana y muchos menos sentía como las tenues llamas del mismo morían entre sus largos dedos dejándole llagas y cicatrices.
Se encontraba sentado en aquel elegante sofa de color escarlata que por segundos le recordaba aquella sangre que bañó su ropa apenas días atrás; el problema no radicaba en que ella hubiese muerto, el problema era peor. Se sentía libre, como hacia mucho no sentía, no existía dolor ante la perdida de ella, sí de su vida, pero no de la ausencia de la que fuese su esposa.
Fijamente se encontraba mirando a un punto inexistente en aquella sala que conocía tan bien como la palma de su mano. Buscaba respuestas a aquellas preguntas que se encontraban aún sin contestar. Y que a su pesar jamás le serian reveladas. Saber que la ingenua y dulce Susana hubo sido la causante de la muerte de su propia madre, era algo que demostraba el grabado estado mental en que dicha mujer se encontraba.
A pesar de la insistencia de su madre de que saliera de aquella casa materna que, aunque no quisiera aceptar, le hacia sentir seguro, amado y por que no decir, libre. Ella su carcelera no estaba más, ella quien un día diera todo por él, para luego exigir lo único que no podia darle; amor. Un amor marchitado por la envidia, los malos sentimientos y sobre todo la obsesión de ella, su difunta esposa. Sonrió de medio lado al recordar que lo había perdido todo; no su trabajo, no el dinero, ni el estatus social que había logrado, sino que había perdido a la única mujer que amaba.
No dudaba de que Susana sentía algo hacia él, pero no amor. Amar es darlo todo por el otro sin pedir nada a cambio, amar era ella, Candy, su mujer, la única dueña de su ser. Pero, como buscarla si había destruido lo único bueno que había tenido en la vida. Por su tonto orgullo entró en una estúpida revancha.
Había bebido de otra piel, había besado otros labios sólo para hacerle pagar a ella su abandono, había estado con otra para olvidar el dolor que llenaba su alma, pero ahora sabía que la jugada le había salido mal. La había perdido, su pecosa, su Tarzan con pecas ya no era suya. Su estupidez logró hacer lo que ni siquiera Eliza, la distancia y menos la misma Susana lograron, tuvo un éxito rotundo en alejarla con su alma hecha pedazos, moría por abrigarse en aquella piel. Aunque en realidad la había vivido cada noche desde que la tuvo entre sus brazos. La tenía tatuada en cada poro de su piel, en lo más profundo de su corazón y peor aún en todas aquellas ilusiones que un día había forjado junto a ella.
Un dolor ardiente le hizo salir de aquellos pensamientos que cada segundo le llevaban a un abismo negro sin poder ver la posibilidad de una salida. Miró su dedo mientras dejaba caer al suelo la colilla de cigarrillo que había quemado. – Otra nueva cicatriz –se dijo mientras miraba y acariciaba suavemente la recién adquirida marca. Pero sentía por fin el ardor, de nueva cuenta sentía algo. Durante varios segundos miró sus dedos y se dio cuenta de varias cicatrices que ya habían sanado y que al igual que esta, en algún momento fueron nuevas, dolieron, pero sanaron. Miró hacia la ventana “Aún era de mañana temprano” pensó y sin entender el porque se levantó de aquel mueble, tomó su chaqueta y salió con grandes zancadas. Por fin tenía el coraje, por fin entendía lo que debió hacer desde un principio y esta vez no haría ninguna estupidez. No. ¡Ahora no!
– Terrence –fue la suave voz que le hizo detenerse al momento de abrir la puerta principal y colocar sus pies hacia su destino. – ¿A dónde vas? –él se detuvo por completo y giró hacia su madre esperanzado en que no le hiciera más preguntas, ahora tenía el valor de hacer lo que era correcto para su corazón y lo haría.
– Voy a buscarla –le respondió tajante
– No es correcto aún hijo. –le expresó su madre – No debes, no es lo correcto para la sociedad –
–Madre y cuando me ha importado eso a mí? , según recuerdo cuando intenté hacer lo correcto fue que me metí en este embrollo
– Terrence, hijo. Por lo menos espera un año, hace a penas días que murió tu… –la rubia no pudo terminar por que los ojos del joven le revelaban que cualquier cosa que dijese sería inútil.
– Debo verla –dijo volteando nuevamente a la puerta – Si espero no tendré el valor de buscarla – Fueron las últimas palabras que salieron de sus labios mientras dejaba a una atónita Eleonor mirando la ya cerrada puerta.–estaba feliz que su hijo buscara a Candy y que por fin le diera cabida al amor y a la felicidad que sólo con ella encontraba.
Caminó por frías calles de NuevaYork hasta llegar a la estación de tren, se sentó lo más alejado de la poca multitud que se encontraba en el mismo y vio cómo poco a poco su vista iba cambiando mientras aquel magnánimo vehículo comenzaba su recorrido. Mil y una duda cruzó por su cabeza, mil y una nueva forma de saludarla y de pedirle perdón, perdón por quererla olvidar, por haber profanado su cuerpo al haber estado con otra mientras pensaba en ella. Las horas pasan lentamente, sin embargo no llegaba a una resolución de cómo enfrentar todo lo que había hecho.
Han sido muchas noches frías, muchos días sin ella, sin rumbo, sin encontrar paz en aquella alma sosegada por su ausencia. No supo en que momento quedó rendido por la falta de sueño, por tantos días sin paz, por todo lo vivido y lo que había perdido. Despertó en el momento en que gritaban para que todos abordos del tren bajasen.
Estaba descansado, mas sin embargo increíblemente angustiado; se dirigió a aquel lugar sabia la encontraría; ya estaba cerca, ahora y muy a pesar de sus dudas, debía continuar. El viaje en auto fue, a su parecer, mucho más largo que el del tren. A lo lejos vio aquella casa que hubo visitado mucho tiempo atrás y una agradable sensación le llenó. Al verlo las maduras mujeres no preguntaron mucho, sabían quién era y más aun el por que de aquella visita. Las mujeres le señalaron el lugar donde cada tarde a la puerta del sol, la joven rubia visitaba como forma de alejarse y envolverse en aquellos pensamientos que compartía única y exclusivamente con aquel árbol que llamaba padre.
El joven actor miró hacia la alta colina y desde lejos vio su silueta y sin pensarlo dos veces se encamino hacia ella. Caminó sin hacer ruidos hasta llegar y colocarse detrás suyo; pudo oler aquel perfume que aun recordaba fielmente de aquella vez en que no solo la hizo suya de cuerpo, sino también de alma. Dio un paso más y entonces ella sintió su presencia haciendo que cada bello de su piel tomase vida propia. Respiro profundamente y se dijo así misma que debía ser un sueño, más el sentir sus manos en su hombro le hizo entender que realmente él estaba junto a ella.
– Candy –le susurró el joven … – Perdóname –le rogó el joven a ver que ella ni siquiera se movía – Perdóname, amor, soy un tonto cuando se trata de ti. –ella no hablaba, ni se movía y para él una brisa fría ahora era parte de aquel momento.
– Terry –salió como susurro de sus labios, aún sin poder dar vuelta para verlo
– Candy, perdóname. En mi afán de olvidarte por el abandono que sentía me quise vengar de ti y termine muriendo en vida. –le dijo acercándose cada vez mas a la joven pecosa – Perdóname, no puedo vivir sin ti. –Terry colocó su cabeza entre los rizos de la joven cerrando fuertemente sus ojos a espera de una respuesta negativa de la joven.
–Terry, ahhh –gritó ella mientras colocaba sus manos en su vientre bajo. El joven actor no entendía lo que sucedía sólo miraba cómo Candy encorvaba su espalda ante aquel grito de dolor. –Aghhh –volvió a gritar la rubia y entonces él se colocó frente a ella para descubrir que le sucedía. Ante sus ojos no sólo vio cómo por las piernas de la mujer que tanto amaba caía agua, sino que también aquel abultado vientre.
– ¿Candy…? –quizo preguntar, pero al ver la cara de dolor de la joven no hizo mas que colgarla en su regazo y dirigirse a aquella casa en búsqueda de ayuda. Al llegar a la casa fue dirigido a una habitación al final de pasillo, por instinto sabia que era la habitación de Candy y aunque esta se encontraba en sus brazos gritando por las fuertes contracciones, él la depositó en la cama, besando su frente y acomodándose junto a ella.
– Hermana Maria traiga agua caliente, unas tijeras y paños limpios. Se ha adelantado el parto –gritó la Señorita Pony mientras salía de baño adyacente a la habitación con las manos recién lavadas. Entonces miró al joven que sostenía la mano de su hija y que le limpiaba la frente mientras le decía suaves palabras buscando tranquilizarla. – Señor Granchester este no es lugar para un caballero. –le dijo la mujer en búsqueda de la salida del mismo de aquella habitación
– Lo siento de aquí no me muevo –respondió sin dejar de limpiar la frente de Candy mientras apretaba fuertemente sus dientes ante aquel dolor.
– Pero, no es…
– No me retiraré de su lado –le dijo en un tono seco y denotando que no habría nada en el mundo que lo alejase de ella
– Terry, va a nacer –le grito Candy mientras a apretaba fuertemente la mano del joven.
– Estoy aquí amor, vamos a hacer esto juntos –le susurró mientras besaba su sudorosa frente La señorita Poni se colocó frente a la joven y al ver el bebé coronar le pidió que pujara fuertemente, cosa que la rubia hizo logrando con un segundo empuje escuchar el fuerte grito del bebé. Terry la besó suavemente en los labios y entonces dirigió su miraba a aquel pequeño milagro que ahora llenaba su vida. Veía como ambas madres de Candy le limpiaban y envolvían en ropa que de seguro había sido confeccionada por ellas misma y entonces vio como la mayor se dirigía a él con el bebe en los brazos.
– Señor Granchester, su hijo –le dijo colocando el bebé en sus brazos, las mujeres incluyendo Candy miraban aquella escena de un Terry mirando fijamente al bebé mientras gruesas lagrimas bajaban por sus mejillas. La sensación era tan grata, tan diferente, tan plena que su corazón quería desbordarse ante el amor que sentía en este momento. Dirigió su miraba a la pecosa y una suave sonrisa se dibujo en su rostro, caminó unos pasos hasta estar frente a ella y colocar el nuevo miembro de la familia en brazos de su madre. Candy al verlo sonrió y miró nuevamente a aquel que era el dueño de su corazón.
– Es idéntico a ti Terry –le dijo ella sonriente
– Es hermoso, gracias – Terry grabó en su memoria aquella escena, era la mejor de había preciado en toda su vida – Perdóname por favor –le pidió colocándose de rodillas junta a la cama y tomando la mano libre de ella.
– No hay nada que perdonarte Terry, los dos actuamos mal por nuestra falta de experiencia, yo te amo.
– Yo también te amo mi pecosa –ella sonrió; le extrañaba demasiado
– ¿Y qué nombre le pondremos? – Alexander, ese es su nombre –le respondió Terry
– Entonces Alexander será –
– Gracias por darme la dicha de ser padre y de tenerte nuevamente… Te amo pecosa – Y yo mas a ti.
¡Fin!
¿Qué les pareció?
Gracias Elby bella