—Me importa un carajo que sea fantasía –aun en contra de su caballerosidad, Terry casi grito aquello a la amazona del veneno.
—Mio cuore, per favore —la pequeña morena se acercó a él para darle un beso en la mejilla
—Ni creas que con tus coqueteos y voz dulce me convencerás
—Adiamo, mio amore. Milo se murió de risa con este escrito
—Que a tu novio bicho no le importe que escriban yaoi sobre él me importa tres... A mí sí me importa
—Y si prometemos escribir un yuri con tus personajes favoritos cuore
El guapo inglés se quedó meditando un rato
—Y si mejor me hacen un art –cuestiono levantando una ceja
—¡Liath!
—A ustedes les gusta leer, a mí ver – el hermoso inglés sonrió de lado creyendo ganada la batalla, sin embargo, detrás de él escuchó.
—Es un hecho mon amour – la capitana Letellier llegó con su acostumbrado desenfado tomando a Terry por un brazo –Yo te dibujo lo que quieras, ahora déjanos recrearnos un rato con esta fantasía.
—Soy el protagonista.
—También Milo —habló sonriendo Maia.
—Luego me desquitaré con él por darle risa sus ocurrencias. Y con ustedes –al final termino riendo, como fuera sabía que no podía detener a sus amazonas y esto sólo era fantasía.
Sip, belle combattenti, un poco de Yaoi Hasta a Terry le dio risa, así que si se animen a leerlo disfrútenlo, si no les gusta el género, déjenlo pasar
ADVERTENCIA: OneShot de contenido YAOI de alto calibre. Leerlo a discreción y con muchas ganas de disfrutar.
Lenguaje sumamente erótico y deliciosamente explícito.
SI NO ESTÁS CÓMODA CON ESTE TIPO DE LECTURA FAVOR DE NO LEER.
Este delicioso relato no fue escrito por mí, sin embargo me fue dado como obsequio (he estado recibiendo muchos regalos este año gracias Andreia y Marcela, las quiero ) por mi queridísima amiga la capitana Letellier, el crédito es completamente de ella; yo le pedí compartirlo aquí en la GF para que, quienes disfrutan del yaoi, pudiesen deleitarse con este excelente trabajo, así como yo lo disfrute.
Gracias por dejarme compartirlo hermosa, TQMuchochísimo.
Este relato se desarrolla en París, un abrazo para los parisinos y para las artes, por la pérdida de un monumento arquitectónico del gótico de invaluable y irreemplazable valor histórico.
Godersela della tua lettura (Goza la lectura)
By Ayame Du Verseau
La ciudad de las luces, la bella París, lo había recibido con los brazos abiertos hacía poco más de un año y el bello griego sentía que no terminaba de acostumbrarse.
Venido de las húmedas y calientes tierras de su natal Milos, Grecia; el clima más bien fresco de la capital francesa lo incomodaba por momentos.
Claro, todo ello se compensaba con las hermosas vistas que la preciosa urbe ofrecía, eso sin mencionar la cantidad de sitios para visitar; o eso le había dicho Camus cuando recibió la noticia de que había ganado una beca para estudiar su maestría en la ciudad de la torre Eiffel.
Al final del día, había sido una gran oportunidad y por supuesto no la había desaprovechado; por lo que ahí estaba ahora, sin muchas opciones para divertirse como él acostumbraba. Es decir, París era una ciudad cosmopolita, toda historia y arte, refinamiento y moda ¿Qué podía hacer ahí un sencillo griego, que gustaba de ir de vez en cuando a los bares de la playa a pasar un buen y divertido rato con algunos de sus amigos? Y con sencillo no nos referimos a que no tuviese recursos, la realidad es que provenía de una de las familias más acaudaladas de Grecia, eso y que tenía el orgullo de ser el octavo guardián de la orden dorada de la diosa Athena, pues era nada menos que Milo de Escorpio.
Ahora él, paseaba por las calles del centro de París; esa noche no parecía prometer nada interesante, excepto irse a su departamento a ver alguna película. De pronto le entraban ganas de volver al Santuario, pero en tiempos de paz Saori les había permitido retomar sus estudios universitarios a todos aquéllos caballeros que así lo desearan; y los doce dorados habían sido los primeros en tomar la oportunidad.
Pensando en ello, y en que era curioso que Camus de Acuario hubiese preferido hacer su doctorado en Austria y no en Francia o en Rusia; y él estuviese becado precisamente en el país galo, continuó su andar sin rumbo fijo.
De pronto (e increíblemente), en su distraído caminar chocó con una amplia espalda que pertenecía a una persona de su misma estatura, aunque ligeramente menos corpulento.
—Shit! Faites attention! (¡Mierda! ¡Presta atención!) – masculló una voz profunda, aterciopelada y muy molesta.
Milo parpadeó perplejo un par de veces cuando el enfadado joven con quien tropezó, se viró y le clavó el par de zafiros más intensos que hubiese visto en su vida. El hombre frente a él arqueó ligeramente la ceja izquierda y negó una vez antes de lanzar algo parecido a una risa molesta.
Sin detenerse a esperar respuesta o nada más, el arrogante caballero volvió a dar media vuelta y se alejó a grandes zancadas, hablando algo en inglés con fuerte acento británico.
—Vaya, qué genio; ni que él no se hubiese tropezado nunca. – Milo se encogió de hombros y continuó su camino.
Un par de cuadras más delante se encontraba el majestuoso teatro Opera Garnier, con su fachada magnífica al estilo imperio y sus elegantes columnas, ese espacio donde se presentaban solamente los mejores espectáculos ya fuese musicales o teatrales. Ese lugar era digno de muchas alabanzas por parte de sus conocidos que lo habían visitado, pero a él para ser honesto, no le llamaba demasiado la atención; hasta ese instante en que sus hermosos ojos turquesa se toparon con los gigantescos pendones anunciando las funciones de una obra teatral.
A Milo, pese a ser de familia adinerada y de fina educación, no le encantaba el teatro, aunque por supuesto tenía conocimientos al respecto; por lo cual debería haber detenido la vista solamente un par de segundos en el anuncio y luego seguir en lo suyo; pero claro, aquéllos ojos furiosos que viese unos minutos atrás, en el chico con el cual tropezó, ahora lo veían desde el enorme pendón.
“Le fantôme de l’opéra” se presentaba en su exitosa gira por las más reconocidas capitales europeas; estelarizada por el aclamado actor británico Terrence Graham.
El griego se quedó observando la imagen… el alabastrino rostro con la mitad cubierta por la icónica máscara blanca, tenía una mirada penetrante y los labios en un gesto enigmático. Caracterizado como el elegante Erik, a excepción del cabello pues no lo llevaba peinado hacia atrás, si no en una coleta con algunos mechones sueltos, lucía tan atractivo que al griego le costó trabajo despegar los ojos de la fotografía.
—Con razón… - fue lo único que dijo sacudiendo la cabeza y sus pensamientos, antes de retirarse con rumbo a su casa.
…
Para el afamado y multi-premiado Terrence Graham, ese par de días habían sido… peculiares, por decir lo menos. Desde el apresurado arribo a la ciudad para quedarse ahí por tres noches, el que enviaron su vestuario para la obra al hotel en vez de hacerlo llegar al teatro, entre otra serie de incidentes que lograron hacer que su poca paciencia se agotara rápidamente; y para rematar al salir de la última presentación del segundo día y, literalmente escaparse de su agente y representante, al intentar decidir qué camino tomaría casi se va de bruces cuando el sujeto aquél chocó con él.
Exhaló de alivio al guardar las manos en los bolsillos de su chaqueta italiana; en teoría no debería vagar por las solitarias calles parisinas a esas horas de la noche sin compañía; digamos que al ser tan reconocido e increíblemente guapo e irresistible, era blanco fácil ya fuera de fans, como de amantes de lo ajeno y hasta secuestradores.
Para ser honesto, poco le importaba; siempre fue bueno defendiéndose y no se iba a quedar recluido en su suite nada más porque sus acompañantes eran unos gallinas.
Sus pasos lo llevaron a la orilla del Sena, levantó los ojos y no dejó de maravillarse con la vista de la espléndida Notre Dame, que orgullosa se erigía como protectora de la bellísima ciudad. Si la torre Eiffel era la guardiana de la misma, la antigua y gótica catedral no se quedaría atrás, jamais (Jamás)…
El actor se inclinó hacia adelante y recargó los antebrazos en la baranda; admirando el reflejo de la luna y la maravillosa edificación en las tranquilas aguas del río. Sacó su fina cigarrera y encendedor del bolsillo interno de la chamarra, y cuando se disponía a prender el cigarrillo escuchó la voz de un hombre a su lado, salido de quién sabe dónde, que lo sobresaltó.
¿No sabes que fumar daña los pulmones y la voz? - preguntó el joven, sin mirarlo a él y en la misma posición sobre el barandal.
Graham no dijo nada, simplemente encendió su tabaco y dio una profunda calada, para luego exhalar el humo al frente. Después de ello fue cuando se dignó mirar al sujeto a su lado; pero siguió sin emitir palabra alguna.
El joven recién llegado resultó ser el mismo que lo había empujado un rato antes; y ahora se tomó algo más de tiempo para observarlo mejor, mientras seguía fumando y lanzándole el humo al rostro, bello por cierto; al otro sujeto.
Largo y ondulado cabello azul, ojos claros que en medio de las sombras de la noche no le decían el color exacto, pero sí podía ver que eran brillantes, con una astuta mirada que parecía analizarlo profundamente.
—¿Qué hace un actor famoso paseando solo a esta hora? – se animó a preguntar nuevamente Milo, quién acababa de decidir que el inglés era un espécimen lo suficientemente interesante y presuntuoso, como para intentar molestarlo un poco más.
—¿Acaso te importa? –
El griego profundizó su escrutinio del actor, esa voz profunda y el acento tan perfectamente marcado, la rudeza de la que hacía gala… ¡era toda una tentación incordiarlo! No contaba con que el mordaz ingenio de Graham no fuese sencillo de abatir…
Así dio comienzo a una particular amistad, en donde luego de discutir un rato terminaron yendo a un discreto bar a seguir molestándose uno al otro. Resultó que sus temperamentos eran similares, aunque Terry era bastante más reservado y discreto, pues odiaba que su vida privada se viese expuesta; al final ambos se sentían un tanto extraños en la hermosa París. Graham buscaba algo de privacidad y en ese sitio era casi imposible encontrarla, y Milo, bien, no era su ambiente natural en lo más mínimo.
Después de unas horas de interesantes e ingeniosos intercambios verbales, terminaron aceptando que un conocido con conflictos compatibles no les hacía daño. Así que, de manera por demás increíble, Milo proporcionó su número de celular a Terry, quien le dijo que estarían en contacto.
El heleno no le creyó, es decir, ¿quién pudiera pensar que un actor tan famoso quisiese charlar con un casi desconocido? Pero resultó que, al cabo de un par de semanas, el británico le envió un mensaje para burlarse de su “cabello de caricatura japonesa”, y a partir de entonces estrecharon su amistad; la cual consistía en quejarse uno con el otro de sus peripecias de su diario ir y venir, y por supuesto, embromarse a más no poder.
Finalmente, en una de esas noches bohemias y solitarias de las que tanto gustaban ambos, en una llamada entre tabaco y whisky para Terrence, y cervezas para Milo, este último confesó quién era en realidad; y Terry se carcajeó, y comprendió entonces a su amigo, sin juzgarlo y creyendo cada una de sus palabras, claro, después de que el Escorpión tuviese que enviarle un vídeo de sí mismo encendiendo su cosmo y sacando su larga uña escarlata en modo de ataque, porque el muy ladino de Graham lo tildó de loco de entrada…
En la siguiente ocasión, fue el actor quién abrió sus secretos y le dijo a su amigo, que era en realidad Terrence Graham Grandchester, y le contó su historia resumida. Milo también se burló del “duquecito”; pero de igual modo, entendió mucho del reacio y misterioso Terry.
Al año siguiente, en la nueva gira de la más reciente obra de Terrence, llegó a la ciudad luz; donde se encontraría nuevamente con su amigo Milo, el caballero dorado de Escorpio.
El actor le había enviado una entrada al griego, para la función estelar del último día de presentaciones en París, porque luego de ellos pretendía poner de pretexto que debía atender a su amigo, para evitar la consabida (y odiada por él), reunión de final de presentaciones en la ciudad.
Claro, no se lo dijo así al heleno, pero él lo sospechó; y no le molestó en absoluto ser la excusa perfecta; al final era mejor irse por su cuenta, que asistir a la dichosa fiesta. Y así lo hicieron; luego de que el telón bajase por última vez, uno de los asistentes de Terrence se encargó de acompañar al heleno al camerino del protagonista, pero el escorpión prefirió esperar a fuera a que terminara de cambiarse. Después de ello, se dirigieron a pasear por ahí un rato, disfrutando de los escondidos callejones que Milo había aprendido a conocer en sus dos años viviendo ahí.
¿Cerveza? – el ateniense le preguntó a Grandchester – Lo olvidaba, su Excelencia prefiere el whisky escocés – se mofó divertido.
El británico se volvió a mirarlo con cara de circunstancias.
No seas… si lo que quise evitar era el alboroto de un montón de histéricas en la reunión, ¿y tú quieres que vayamos a un bar? -
Milo sonrió burlón y un destello de malicia cruzó fugaz por sus turquesas; se encogió de hombros mientras metía las manos en los bolsillos.
Pensé que algo de compañía femenina te gustaría – habló como con descuido; pero concentrado en la energía que Terry emitía.
El actor arqueó una ceja… no le había pasado desapercibido que su amigo lo miraba con interés, y que prácticamente ignoraba la mirada extasiada de las chicas que se cruzaban en su camino… ¿Acaso quería saber?
Prefiero algo menos… emocional – contestó sin mostrar particular interés. – No me agradan las multitudes, ya sabes – completó con su gesto más engreído.
Eres un bastardo arrogante – espetó con diversión el peliazul, antes de invitarlo. – mi departamento no queda lejos, tengo buena cerveza y algunos gyros. Ofrecimiento que luego de una mirada escrutadora por parte del actor, fue aceptado.
Avanzaron unas cuantas cuadras hasta llegar a un elegante y discreto barrio; el edificio donde el escorpión vivía era de fachada muy clásica y sofisticada; típico estilo francés. Se adentraron y llegaron al último piso. Terry no se impresionó, pero tampoco despreció la masculina y moderna decoración del lugar; el cual tenía una magnífica vista de la Torre Eiffel desde el gran ventanal de la sala.
Bienvenido a mi humilde morada, su Gracia – Milo hizo una reverencia bastante torpe y graciosa, adoraba mofarse de la sangre noble de Terrence, sólo que a este último no le hacía mucha gracia que digamos.
Idiota – contestó el marqués riendo – vives bien, pensé que tu casa sería un desastre –
Escorpio no se ofendió con el comentario en absoluto.
—En el Santuario no sólo aprendemos a pelear, también algo de ser civilizados – soltó una breve risa mientras se echaba el fleco hacia atrás con un masculino movimiento de su mano. – Además Camus es un maniático del orden, supongo que me contagió algo –
—¿Camus? – la curiosidad del castaño hizo su aparición, mientras el gallardo joven se acercaba a la ventana.
De Acuario, mi mejor amigo – lo pensó dos segundos - en el Santuario – se apresuró el griego a aclarar.
Grandchester no dijo nada, únicamente asintió; y continuó de pie con la mirada perdida en el paisaje frente a sus maravillosos ojos… luego se giró hacia adentro, aunque se mantuvo en el mismo sitio, de pie… Terry estaba quieto, observando fijamente al chico bajo la luz de la luna y las farolas de la calle que se colaba por la ventana del balcón; de su misma estatura, con ese ondulado y tentadoramente alborotado cabello azul, largo, sus ojos brillaban como despidiendo destellos dorados, y su sonrisa de rockstar que lo estaba tentando de forma inusitada…
El griego, por su parte, no pudo evitar caer bajo el hechizo de zafiro con destellos de jade de Terrence; de su perfecto y bellísimo rostro de líneas firmes y varoniles, el asomo de sonrisa apenas insinuada, la picardía de su mirada y la elegancia de sus movimientos, su voz…
—Rayos Grandchester, por Hades que eres jodidamente hermoso… -
Milo, con su firme voz había expresado aquello, para diversión del británico, que sonrió de lado al tiempo que entrecerraba los ojos.
Eres un tipo raro – afirmó el inglés, dando algunos pasos al interior del apartamento, buscando con total confianza en el refrigerador algo de beber.
—¿Acaso tienes algo en contra de la honestidad? – quiso decir preferencias diferentes, pero decidió no hacerlo, al fin y al cabo, Terry entendería las palabras implícitas.
—No lo decía por eso – respondió recargando la cadera en la barra de la cocina para dar un trago a la cerveza que tomara y entregándole otra a su anfitrión.
El peliazul la tomó e imitó al ojiazul, dándole un sorbo que acabó con media botella, sin dejar de mirarlo.
El actor era un verdadero adonis, con el cabello castaño hasta los hombros y ojos enormes, tan azules, intensos y profundos como el mar, con destellos verdes que les daban un color y expresión única; tenía ese porte aristocrático que le hacía ver como un príncipe, y era condenadamente arrogante… Una verdadera tentación a olvidarse del mundo y perderse en su misteriosa media sonrisa.
Milo medio encogió los hombros ladeando la cabeza, en señal de duda e invitación a explicarse mejor; pero Terrence Grandchester no acostumbraba hablar demasiado fuera del escenario, y menos para dar explicaciones.
Terry nunca había sentido atracción por otro hombre; y no por falta de “invitaciones” pues siendo quién era él, nunca le faltaban las mismas, ni insinuaciones de todo tipo; entonces ¿qué lo tenía en el elegante apartamento del griego en ese instante si podían haber ido a algún bar a charlar, justo como sugirió el peliazul? El heleno le llamaba la atención, no era solamente que era un sujeto tremendamente apuesto; su seguridad y orgullo eran bastante atrayentes, y vaya que él conocía de personajes interesantes; pero ninguno como este tipo de ojos turquesas, que además era un “caballero de Athena”.
Tal vez por esta ocasión podría hacer una excepción, en ambas cuestiones…
—Dices “por Hades” en lugar de “por el infierno” –
Dejó la botella vacía tras él y volvió a meter las manos a los bolsillos de sus jeans, y nuevamente cerró los ojos; a Milo, que era un caballero directo y vibrante, no le hacía tanta gracia que su bello amigo cerrara tanto los párpados, él quería ahogarse en esos océanos maravillosos; así que en un instante estaba a diez centímetros de él, y con los pulgares en las presillas de sus jeans, se inclinó ligeramente para dejar sus labios en el oído del inglés y susurrarle: “mírame Grandchester”; y su cálido aliento generó un leve y delicioso escalofrío en el cuello del británico.
Despacio, Terry dejó ver sus impresionantes zafiros y sostuvo un duelo de miradas con el caballero dorado; ambos hombres de acciones, se quedaron quietos, respirando lentamente, acompasadamente. Fue el actor quien sacó las manos de sus prisiones de mezclilla y tomó el cuello de la camisa de Milo; lo atrajo sin miramientos, antes de arrepentirse, y atrapó los labios helenos en los suyos…
La boca con sabor a cerveza del griego fue como heroína para Terrence, se volvió adicto con una sola vez que la probó, llevando el beso a un nivel de seducción que nunca creyó posible; el de ojos turquesa sonrió complacido sobre los delgados labios del castaño, entreabriendo los propios permitiendo que la sedosa y húmeda lengua del inglés saborease la suya, con deliciosa sinuosidad. Las fuertes manos del artista se enredaron entonces con posesión entre el cabello de la nuca de su compañero de aventura, profundizando más el contacto entre ambos, mientras Milo pasó sus manos desde los hombros del castaño, trazando con firmeza los músculos de la espalda para atraerlo todavía más hacia sí mismo; pegando las caderas…
Este contacto casi hizo respingar a Terry, quien dejó el ardiente beso por dos segundos y después volvió al ataque en una segunda oleada de calor y caricias cada vez más demandantes.
Poison… your mouth, so hot…
I want to love you but I better not touch
I want to hold you but my senses tell me to stop
I want to kiss you but I want it too much
I want to taste you but your lips are venomous poison
Grandchester de pronto recordó aquélla canción, se detuvo un poco sobresaltado, pero no aflojó su agarre del cuello del peliazul, quién lo observó, sintió las dudas del noble joven frente a él, eran las mismas que repentinamente lo asaltaron a él
Milo pensó en poner algo de música para relajarse, sin embargo, el brillo atrevido en los azules de Terrence lo detuvo, Terry se deshizo de su chaqueta y tiró su bufanda por ahí, con descuido, rápidamente…
Los brazos de Milo entonces lo aprisionaron mientras dejaba un húmedo rastro de besos ardientes por el cuello de Terry, quién jadeó ligeramente cuando sintió que una de las manos que subía y bajaba por su espalda, fue más atrevida y apretó su duro trasero con firmeza.
Entre besos y manoseos llegaron al borde de la cama, perdiendo el equilibrio y cayendo el británico de espaldas al colchón, con el griego encima suyo; Milo subió las manos dejando que sus dedos fuertes pasearan por el pecho y garganta de Terrence, sin dejar de mimar con montones de besos y succiones la sensible piel entre la quijada y el oído; en un arrebato de pasión ajustó el agarre de sus poderosas manos y aferró las alborotadas y sedosas hebras castañas, mientras Terry luchaba por sacar la camisa del pantalón del heleno e intentaba meter las manos para desabrocharlo.
El octavo guardián le quitó las manos de ahí y las pasó por encima de su cabeza, besando nuevamente los labios apetecibles y levemente amargos por la cerveza, entonces empujó un poco las caderas para frotarse sinuosamente en las del aristócrata, quien se retorcía de placer y mostraba un seductor y leve sonrojo en las mejillas. Entreabrió los ojos y sonrió, zafándose del agarre para sujetar la cintura del griego y copiar el desquiciante roce de sus intimidades.
Metió la mano por debajo de la camisa de Milo y se deleitó con la dureza de su abdomen, y la tensión que su tacto nada tímido provocaba en los trabajados músculos del de ojos turquesa. Sonreía de lado, y por un instante casi soltaba una carcajada de imaginar la cara del duque, su padre, si supiera lo que estaba haciendo.
El heleno notó la picardía en su acompañante y le resultó altamente incitante, no tenía idea de lo que pasaba por su mente, pero la casi perversa expresión del divino castaño lo encendió más todavía.
Mi armadura por tus pensamientos Grandchester – su voz enronquecida tocó una sensible fibra dentro del aludido, que soltó una febril risa.
Eres un idiota entrometido, Escorpio -
Y de improviso lo sujetó por los brazos y se giró con él, quedando ahora él encima, otorgándole la misma lenta tortura de probar sin pausa la bronceada piel expuesta del peliazul; esa que iba desde su boca carnosa hasta el pecho, donde uno a uno de los botones de la camisa blanca fueron abriéndose para dar paso a la caliente lengua del castaño.
Milo se dejó hacer, era un delirio sentirlo encima suyo, despertando por completo su virilidad; no perdió tanto tiempo y abrió de un tirón la camisa de Terry para acariciar todo su torso sin pudor alguno.
Se probaban uno al otro, dejando huellas de sus dedos, labios y dientes por cada palmo de piel contraria disponible; hasta que fue demasiada ropa entre ellos. Se levantaron, e hincados frente a frente se volvieron a besar mientras se sacaban sus prendas superiores.
Milo giró a Terry y lo aprisionó bajo su peso, colocando las piernas del británico entre las suyas; con un insinuante movimiento hizo el cabello a un lado para besar la nuca con posesión, y luego recorrió la columna con su ardiente lengua, provocando pequeñas descargas eléctricas en todo el cuerpo bajo él. El griego no se cortó en ningún momento, y al descender en su exploración de la nívea piel en la ancha espalda de Terry, puso ambas manos en su trasero, estrujándolo con deseo antes de dar un tirón para sacarle las prendas que aún llevaba puestas.
El viento que se colaba por la ventana no era suficiente para aliviar el ardor de ambos, pues el peliazul continuó su degustación hasta llegar a los muslos firmes de Terrence, quien no cesaba de estremecerse con cada caricia y toque indecente que recibía, Escorpio no dejaba nada sin probar…
Cuando Milo se detuvo un momento, el británico se giró y se levantó para empujar al escorpión y dejarlo a su merced; con su lengua trazó rutas por su pecho, hasta llegar a la línea de vello que se asomaba por la orilla del bóxer, que lograba verse por el cierre abierto de su pantalón; Terry siguió lamiendo el abdomen del caballero sin timidez alguna, se deslizó hacia abajo permitiendo que todo su cuerpo serpentease por la piel bronceada del peliazul, y entonces le sacó también la ropa que le estorbaba para la obtención de su objetivo.
Milo cerró los ojos con fuerza y arqueó la espada al momento en que las fuertes manos de Terry atraparon su miembro y lo delineó despacio con aquéllos elegantes y largos dedos. Cuando lo acarició con su lengua, el griego aferró las sábanas bajo él y soltó un gemido ronco, ardiente.
Terry nunca había hecho algo así, pero sabía lo que a él mismo le gustaba, e intentó emular el ritmo y los toques, llevando al borde del delirio al heleno, quién tuvo que detenerlo antes de que la diversión terminara.
—Detente, o no quedará nada para ti – alcanzó a jadear, provocando la diversión del castaño.
Terrence se pasó el dorso de la mano por la boca, mientras estaba a horcajadas sobre las piernas del octavo arconte, que se enderezó y lo volvió a besar con posesión y lujuria al tiempo que sus manos libidinosas recorrían descaradas los muslos del actor, y se posaban desvergonzadas en el derrière del inglés; un dedo impertinente recorrió el camino deseado y se deslizó entre la blanca carne.
Terry abrió los ojos de sopetón con el insolente toque, pero Milo le sonrió con descaro y continuó en lo suyo… la intimidad del castaño rozaba con la del peliazul y sus humedades se mezclaban, era una deliciosa tortura que los estaba llevando al límite; y entre besos y caricias, jalones de cabello y jadeos roncos, el griego alcanzó un punto extremadamente sensible del británico, que empezó a sentir poderosos choques hacer presa de todo su ser… de pronto la desquiciante sensación se detuvo y Terry casi protestó por la abrupta interrupción, sólo para darse cuenta de que el precioso griego lo tumbaba nuevamente boca abajo y se abría paso entre sus piernas… se adentró lentamente pero firme y sin pausa, sosteniéndolo de la cadera y provocando un gruñido que Terrence intentó tragarse.
—Fuck! –
El improperio lanzado por el castaño debido a la invasión no detuvo el avance de Milo, que luego empezó el vaivén de sus caderas y al mismo tiempo levantaba las de su amigo para atender su endurecida virilidad.
El ritmo acelerado de los movimientos del caballero, hacía juego con la respiración agitada de los dos; Milo se inclinó y apartó el cabello de los hombros de Terry para desperdigar ligeras mordidas y succiones, que, en conjunto con la presión dentro de él, y en su miembro, amenazaban con desquiciarlo por completo.
Los ondulantes movimientos del heleno pronto atraparon al británico en una espiral de candente necesidad; aferraba las sábanas y no sabía si era de deseo o frustración, pues cuando estaba a punto de explotar, el desgraciado se detenía, y luego empezaba de nuevo.
Terry se retorcía bajo el desquiciante vaivén de la pelvis del peliazul, y sentía que su propia humedad mojaba las sábanas bajo él; era como lava ardiente que nacía en su bajo vientre y fluía en lenta tortura.
Eres un cabrón – siseó esa voz profunda e increíblemente seductora;
El sonido que escapó de los labios del escorpión podía interpretarse como risa, o gemido, o un poco de ambos…
Cada jadeo y gruñido que en aquélla habitación resonaba, era absorbido por el ulular del viento allá afuera; en donde las sombras de la noche protegían a los aventureros que, en el departamento del último piso, se entregaban a la pasión.
La mano morena del griego subió por el camino que la columna de Terry mostraba, de forma cremosa y sensual, mientras el apuesto actor gemía entre dientes y soltaba un par de maldiciones… quería pedirle que lo dejase terminar de una vez; pero su orgullo, legendario, le atenazó la garganta y decidió dejarse llevar; ya se las cobraría cuando fuese su turno.
Las estocadas incrementaron entonces fuerza y velocidad, y Milo apretó con fiereza los ojos cuando no pudo contener más su placer, soltando un poderoso gruñido al liberarse en medio de espasmos que hicieron temblar su recio cuerpo como si padeciera fiebre mortal…
El sudor de la espalda de Terry se mezcló con el del amplio pecho del moreno, cuando se dejó caer aplastando al inglés un poco. Luego rodó sobre sí mismo y se tumbó, regulando su respiración, pues todo el oxígeno escapó de sus pulmones en algún momento entre su última embestida y el estallido de su orgasmo.
—Mierda… no me dejabas respirar – Terry habló, girándose también para quedar mirando al techo, con el antebrazo en su húmeda frente.
El escorpión lo miró de reojo, tan agitado, sudando y con los labios sonrojados por la fricción; era una visión sublime. Se fijó bien, y pensó que Grandchester tenía manos de artista… y sonrió en burla de sí mismo, eso era justamente, y no solamente por ser actor; el británico de pronto, con movimientos felinos alcanzó la mano del de ojos aguamarina, guiándola hasta su endurecido miembro y exigiéndole que lo atendiera; era su turno de divertirse y por Dios que lo haría.
Para el ateniense tocar la piel sedosa y delgada fue tan placentero que fue como si pequeñas descargas eléctricas ascendieran desde las yemas de sus dedos hasta la base de su cuello, y lo frotó con lujuria, antes de descender y pasar su lengua a lo largo de la dureza completa de Terrence; quién sintió que el húmedo órgano del griego sembraba el caos en todo su sistema nervioso, alborotando todas y cada una de sus células nuevamente… la habilidad de ese bichejo lo impresionó; se preguntó por un momento si todos los santos de Athena se darían este tipo de atenciones entre sí, pero al segundo siguiente el de Escorpio hizo algo con sus dientes que anuló absolutamente todo pensamiento coherente de su cabeza, que dejó caer hacia atrás, al tiempo que aferraba la cabellera azulada, marcándole el ritmo que necesitaba.
Milo no se cortó y lo complació hasta que se corrió… dejándolo un tanto aturdido y sonriendo satisfecho. Se levantó de donde estaba y se perdió en la contemplación del perfecto rostro de Graham, que luchaba por acompasar su respiración. Las aguamarinas brillaron con salvaje deseo, la visión frente a él era absolutamente magnífica, podría jurar que este tipo era la encarnación de Adonis… se pasó la lengua por los labios.
El cabello castaño de Terry caía en húmedos mechones sobre el colchón, y tenía un par pegados a su frente sudorosa, estaba casi relajado y con los ojos entrecerrados…
—Carajo Grandchester, te quemarás en los infiernos por ser tan malditamente caliente y sexy. –
La carcajada ronca que soltó el aludido fue refrescante, tan potente y divertida que Milo no pudo si no contagiarse, echándose nuevamente sin delicadeza al lado del bellísimo castaño.
Cuando dejaron de reír, quedó solo el silencio entre ellos, y el ambiente sofocante; a pesar de que el otoño helaba allá afuera, consiguiendo que las ventanas se empañaran…
—No eres nuevo en esto – habló el actor, no era pregunta por supuesto.
—Pensé que era obvio, duquecito – fue la respuesta.
El griego se incorporó para quedar apoyado sobre su mano izquierda; una idea perversa cruzó en su mente, y se hizo visible en el destello de las bellas joyas que eran sus ojos azul-verde. Dejó que la uña escarlata de su índice derecho apareciera en toda su longitud.
Quería ver la reacción de Terrence, que arqueó la ceja y contuvo la respiración cuando ese aguijón comenzó a trazar figuras en su torso, y luego descendía despacio por su marcado abdomen hasta llegar a la oscura mata de vello.
Terry adivinó las intenciones del heleno, y en un santiamén sostuvo la mano deteniendo el avance.
—Ni lo pienses bicharraco – apretó su agarre en la muñeca, y con esa desquiciante media sonrisa suya, que podría enloquecer hasta al más ecuánime de los seres humanos y divinos conocidos; se incorporó y en un dos por tres, estuvo entre los morenos muslos de Escorpio.
Milo bajó la vista y se dio cuenta que el inglés estaba listo para un siguiente asalto, posicionado entre sus piernas y presto para embestirle…
—Es mi turno –
Terrence miró con lascivia al moreno, quien estaba a la expectativa, jadeante; la sola visión del dios griego que era el actor, era suficiente para volver a estimularlo.
Sonriendo con malicia, Grandchester acarició sin mucha delicadeza la parte interna de los muslos del griego; y, acercándose, empujó con firmeza para recorrer el camino que le marcaba su deseo. Escorpio mostró los dientes apretados y clavó las uñas en los brazos del británico, reprimiendo estoico la escandalosa maldición que surgió del fondo de sus entrañas, y que por poco soltaba; Terry, luego de unos momentos que se tomó para acostumbrar a su cuerpo a ser recibido por el del caballero dorado, empezó un vaivén enérgico y lento… Milo levantó las rodillas y ese movimiento arrancó un gemido de labios del inglés, que cerrando los ojos se deslizó hasta colocar su rostro pegado de la bella faz del heleno, con los brazos apoyados en el colchón y empujando una y otra vez… Toda la potencia del gallardo Marqués de Grandchester entraba y salía en rítmico deslizarse, y el peliazul se aferró de las sábanas con una mano, para con la otra darse placer a sí mismo.
Terrence se percató de eso último, y con una sonrisa burlona le apartó la mano y la sostuvo con fuerza sobre la cabeza del de ojos turquesa…
—Ah no… tendrás que esperar – susurró con ronca voz el castaño, sin dejar de moverse.
La danza continuó lentamente, luego más veloz; por instantes se detenía, llevando al borde de la histeria a un acalorado y anhelante Milo, que no cesaba en sus jadeos y gemidos. Supo entonces que haber torturado de ese modo a Terry, tendría su castigo; y le encantó.
La lengua ardiente de Terrence se paseó por la garganta del moreno hasta llegar a su oreja, la cual succionó y lamió sin consideración… atrapó los labios del moreno y hundió su lengua en la suave cavidad, saboreando cada resquicio de esa boca que exigía cada vez más. La pasión los incineraba a ambos y amenazaba con consumirlos sin demora, Terry incrementó la rapidez y fuerza de su embate, y solo hasta que estuvo a punto de explotar, liberó la mano prisionera del escorpión, quién se aferró de sus costados sin reprimir ni un jadeo, ni un gruñido… cuando el británico alcanzó el punto culminante, estrujó con fiereza el cabello azul de su amigo y arqueó el cuerpo hacia atrás, brotando de su garganta un potente gemido, al tiempo que bajo él, Milo se convulsionaba de placer…
—¡Carajo… Terry! – alcanzó a gritar antes de dejarse ir… y casi al mismo tiempo alcanzaron a tocar las ardientes estrellas del firmamento.
Los espasmos que apresaron ambos cuerpos al liberarse fueron feroces, e iban cediendo para dar paso a la deliciosa calma y somnolencia que alcanzan los amantes satisfechos.
Quedaron uno al lado del otro, Milo no se movió más que para estirar las piernas; y Terrence cayó de bruces sin cuidado, a su costado… giró la cabeza y le dedicó una soñolienta pero burlona mirada, de sus ojos entrecerrados.
El griego soltó una risita y abrió grandes sus preciosos ojos.
—¿Qué? – Terry no comprendía el motivo de tal expresión
—Nunca lo había hecho antes – soltó el caballero dorado, sin filtros.
—Hace un momento dijiste lo contrario – el actor entornó los ojos; además no le parecía que fuese un novato.
—Quiero decir, que nunca había sido a mí que… tú sabes – se encogió de hombros.
Terry se enderezó hasta quedar apoyado en sus manos, mirándolo atentamente; estaba sorprendido por supuesto, pero no quería demostrarlo. Luego de estudiar las facciones de Milo, sonrió endiablado y se acostó nuevamente, esta vez en la misma posición boca arriba que su par, y soltó un silbido burlón.
—El poderoso Milo de Escorpio era virgen ¡ja, ja, ja! – soltó la carcajada ahora sí, sin contenerse.
—Idiota… - el mencionado metió la mano entre las piernas de Grandchester y sin aviso alguno le dio un breve apretón a su “paquete”, provocando un leve gemido en el inglés – tú también lo eras así que estamos a mano –
—Pues qué suerte la tuya que haya sido yo, nadie es tan guapo e inteligente; ni bueno en la cama, como esta maravilla que acaba de hacerte suyo – Graham luego de decir esto con absoluta convicción y su clásico destello malicioso en la mirada, se acomodó mejor; estaba exhausto.
—Pendejo presumido –
Milo nunca admitiría en voz alta que lo que Terry acababa de decir era absolutamente cierto… primero prefería ir a servir de aperitivo para Cerbero.
…
Unas horas después, el de ojos aguamarina despertó de un muy reparador sueño después de tan agitada noche; cuando se terminó de espabilar, Terry había desaparecido.
“Soy un ave nocturna”, alguna vez le había dicho al preguntarle si no era agotador estar de gira, y sin dormir bien tantas noches seguidas.
Escorpio se desperezó, y al levantarse para ir a tomar una necesaria ducha encontró una nota escrita en firme y elegante caligrafía, en la mesa de al lado de la cama:
“No hay muchos como tú, Milo de Escorpio… hasta que volvamos a encontrarnos. T.G.”.
El griego sonrió; Terrence Graham, Marqués de Grandchester; era sencillamente único y magnífico…
—Mio cuore, per favore —la pequeña morena se acercó a él para darle un beso en la mejilla
—Ni creas que con tus coqueteos y voz dulce me convencerás
—Adiamo, mio amore. Milo se murió de risa con este escrito
—Que a tu novio bicho no le importe que escriban yaoi sobre él me importa tres... A mí sí me importa
—Y si prometemos escribir un yuri con tus personajes favoritos cuore
El guapo inglés se quedó meditando un rato
—Y si mejor me hacen un art –cuestiono levantando una ceja
—¡Liath!
—A ustedes les gusta leer, a mí ver – el hermoso inglés sonrió de lado creyendo ganada la batalla, sin embargo, detrás de él escuchó.
—Es un hecho mon amour – la capitana Letellier llegó con su acostumbrado desenfado tomando a Terry por un brazo –Yo te dibujo lo que quieras, ahora déjanos recrearnos un rato con esta fantasía.
—Soy el protagonista.
—También Milo —habló sonriendo Maia.
—Luego me desquitaré con él por darle risa sus ocurrencias. Y con ustedes –al final termino riendo, como fuera sabía que no podía detener a sus amazonas y esto sólo era fantasía.
Sip, belle combattenti, un poco de Yaoi Hasta a Terry le dio risa, así que si se animen a leerlo disfrútenlo, si no les gusta el género, déjenlo pasar
ADVERTENCIA: OneShot de contenido YAOI de alto calibre. Leerlo a discreción y con muchas ganas de disfrutar.
Lenguaje sumamente erótico y deliciosamente explícito.
SI NO ESTÁS CÓMODA CON ESTE TIPO DE LECTURA FAVOR DE NO LEER.
Este delicioso relato no fue escrito por mí, sin embargo me fue dado como obsequio (he estado recibiendo muchos regalos este año gracias Andreia y Marcela, las quiero ) por mi queridísima amiga la capitana Letellier, el crédito es completamente de ella; yo le pedí compartirlo aquí en la GF para que, quienes disfrutan del yaoi, pudiesen deleitarse con este excelente trabajo, así como yo lo disfrute.
Gracias por dejarme compartirlo hermosa, TQMuchochísimo.
Este relato se desarrolla en París, un abrazo para los parisinos y para las artes, por la pérdida de un monumento arquitectónico del gótico de invaluable y irreemplazable valor histórico.
Godersela della tua lettura (Goza la lectura)
Blue Poison
By Ayame Du Verseau
La ciudad de las luces, la bella París, lo había recibido con los brazos abiertos hacía poco más de un año y el bello griego sentía que no terminaba de acostumbrarse.
Venido de las húmedas y calientes tierras de su natal Milos, Grecia; el clima más bien fresco de la capital francesa lo incomodaba por momentos.
Claro, todo ello se compensaba con las hermosas vistas que la preciosa urbe ofrecía, eso sin mencionar la cantidad de sitios para visitar; o eso le había dicho Camus cuando recibió la noticia de que había ganado una beca para estudiar su maestría en la ciudad de la torre Eiffel.
Al final del día, había sido una gran oportunidad y por supuesto no la había desaprovechado; por lo que ahí estaba ahora, sin muchas opciones para divertirse como él acostumbraba. Es decir, París era una ciudad cosmopolita, toda historia y arte, refinamiento y moda ¿Qué podía hacer ahí un sencillo griego, que gustaba de ir de vez en cuando a los bares de la playa a pasar un buen y divertido rato con algunos de sus amigos? Y con sencillo no nos referimos a que no tuviese recursos, la realidad es que provenía de una de las familias más acaudaladas de Grecia, eso y que tenía el orgullo de ser el octavo guardián de la orden dorada de la diosa Athena, pues era nada menos que Milo de Escorpio.
Ahora él, paseaba por las calles del centro de París; esa noche no parecía prometer nada interesante, excepto irse a su departamento a ver alguna película. De pronto le entraban ganas de volver al Santuario, pero en tiempos de paz Saori les había permitido retomar sus estudios universitarios a todos aquéllos caballeros que así lo desearan; y los doce dorados habían sido los primeros en tomar la oportunidad.
Pensando en ello, y en que era curioso que Camus de Acuario hubiese preferido hacer su doctorado en Austria y no en Francia o en Rusia; y él estuviese becado precisamente en el país galo, continuó su andar sin rumbo fijo.
De pronto (e increíblemente), en su distraído caminar chocó con una amplia espalda que pertenecía a una persona de su misma estatura, aunque ligeramente menos corpulento.
—Shit! Faites attention! (¡Mierda! ¡Presta atención!) – masculló una voz profunda, aterciopelada y muy molesta.
Milo parpadeó perplejo un par de veces cuando el enfadado joven con quien tropezó, se viró y le clavó el par de zafiros más intensos que hubiese visto en su vida. El hombre frente a él arqueó ligeramente la ceja izquierda y negó una vez antes de lanzar algo parecido a una risa molesta.
Sin detenerse a esperar respuesta o nada más, el arrogante caballero volvió a dar media vuelta y se alejó a grandes zancadas, hablando algo en inglés con fuerte acento británico.
—Vaya, qué genio; ni que él no se hubiese tropezado nunca. – Milo se encogió de hombros y continuó su camino.
Un par de cuadras más delante se encontraba el majestuoso teatro Opera Garnier, con su fachada magnífica al estilo imperio y sus elegantes columnas, ese espacio donde se presentaban solamente los mejores espectáculos ya fuese musicales o teatrales. Ese lugar era digno de muchas alabanzas por parte de sus conocidos que lo habían visitado, pero a él para ser honesto, no le llamaba demasiado la atención; hasta ese instante en que sus hermosos ojos turquesa se toparon con los gigantescos pendones anunciando las funciones de una obra teatral.
A Milo, pese a ser de familia adinerada y de fina educación, no le encantaba el teatro, aunque por supuesto tenía conocimientos al respecto; por lo cual debería haber detenido la vista solamente un par de segundos en el anuncio y luego seguir en lo suyo; pero claro, aquéllos ojos furiosos que viese unos minutos atrás, en el chico con el cual tropezó, ahora lo veían desde el enorme pendón.
“Le fantôme de l’opéra” se presentaba en su exitosa gira por las más reconocidas capitales europeas; estelarizada por el aclamado actor británico Terrence Graham.
El griego se quedó observando la imagen… el alabastrino rostro con la mitad cubierta por la icónica máscara blanca, tenía una mirada penetrante y los labios en un gesto enigmático. Caracterizado como el elegante Erik, a excepción del cabello pues no lo llevaba peinado hacia atrás, si no en una coleta con algunos mechones sueltos, lucía tan atractivo que al griego le costó trabajo despegar los ojos de la fotografía.
—Con razón… - fue lo único que dijo sacudiendo la cabeza y sus pensamientos, antes de retirarse con rumbo a su casa.
…
Para el afamado y multi-premiado Terrence Graham, ese par de días habían sido… peculiares, por decir lo menos. Desde el apresurado arribo a la ciudad para quedarse ahí por tres noches, el que enviaron su vestuario para la obra al hotel en vez de hacerlo llegar al teatro, entre otra serie de incidentes que lograron hacer que su poca paciencia se agotara rápidamente; y para rematar al salir de la última presentación del segundo día y, literalmente escaparse de su agente y representante, al intentar decidir qué camino tomaría casi se va de bruces cuando el sujeto aquél chocó con él.
Exhaló de alivio al guardar las manos en los bolsillos de su chaqueta italiana; en teoría no debería vagar por las solitarias calles parisinas a esas horas de la noche sin compañía; digamos que al ser tan reconocido e increíblemente guapo e irresistible, era blanco fácil ya fuera de fans, como de amantes de lo ajeno y hasta secuestradores.
Para ser honesto, poco le importaba; siempre fue bueno defendiéndose y no se iba a quedar recluido en su suite nada más porque sus acompañantes eran unos gallinas.
Sus pasos lo llevaron a la orilla del Sena, levantó los ojos y no dejó de maravillarse con la vista de la espléndida Notre Dame, que orgullosa se erigía como protectora de la bellísima ciudad. Si la torre Eiffel era la guardiana de la misma, la antigua y gótica catedral no se quedaría atrás, jamais (Jamás)…
El actor se inclinó hacia adelante y recargó los antebrazos en la baranda; admirando el reflejo de la luna y la maravillosa edificación en las tranquilas aguas del río. Sacó su fina cigarrera y encendedor del bolsillo interno de la chamarra, y cuando se disponía a prender el cigarrillo escuchó la voz de un hombre a su lado, salido de quién sabe dónde, que lo sobresaltó.
¿No sabes que fumar daña los pulmones y la voz? - preguntó el joven, sin mirarlo a él y en la misma posición sobre el barandal.
Graham no dijo nada, simplemente encendió su tabaco y dio una profunda calada, para luego exhalar el humo al frente. Después de ello fue cuando se dignó mirar al sujeto a su lado; pero siguió sin emitir palabra alguna.
El joven recién llegado resultó ser el mismo que lo había empujado un rato antes; y ahora se tomó algo más de tiempo para observarlo mejor, mientras seguía fumando y lanzándole el humo al rostro, bello por cierto; al otro sujeto.
Largo y ondulado cabello azul, ojos claros que en medio de las sombras de la noche no le decían el color exacto, pero sí podía ver que eran brillantes, con una astuta mirada que parecía analizarlo profundamente.
—¿Qué hace un actor famoso paseando solo a esta hora? – se animó a preguntar nuevamente Milo, quién acababa de decidir que el inglés era un espécimen lo suficientemente interesante y presuntuoso, como para intentar molestarlo un poco más.
—¿Acaso te importa? –
El griego profundizó su escrutinio del actor, esa voz profunda y el acento tan perfectamente marcado, la rudeza de la que hacía gala… ¡era toda una tentación incordiarlo! No contaba con que el mordaz ingenio de Graham no fuese sencillo de abatir…
Así dio comienzo a una particular amistad, en donde luego de discutir un rato terminaron yendo a un discreto bar a seguir molestándose uno al otro. Resultó que sus temperamentos eran similares, aunque Terry era bastante más reservado y discreto, pues odiaba que su vida privada se viese expuesta; al final ambos se sentían un tanto extraños en la hermosa París. Graham buscaba algo de privacidad y en ese sitio era casi imposible encontrarla, y Milo, bien, no era su ambiente natural en lo más mínimo.
Después de unas horas de interesantes e ingeniosos intercambios verbales, terminaron aceptando que un conocido con conflictos compatibles no les hacía daño. Así que, de manera por demás increíble, Milo proporcionó su número de celular a Terry, quien le dijo que estarían en contacto.
El heleno no le creyó, es decir, ¿quién pudiera pensar que un actor tan famoso quisiese charlar con un casi desconocido? Pero resultó que, al cabo de un par de semanas, el británico le envió un mensaje para burlarse de su “cabello de caricatura japonesa”, y a partir de entonces estrecharon su amistad; la cual consistía en quejarse uno con el otro de sus peripecias de su diario ir y venir, y por supuesto, embromarse a más no poder.
Finalmente, en una de esas noches bohemias y solitarias de las que tanto gustaban ambos, en una llamada entre tabaco y whisky para Terrence, y cervezas para Milo, este último confesó quién era en realidad; y Terry se carcajeó, y comprendió entonces a su amigo, sin juzgarlo y creyendo cada una de sus palabras, claro, después de que el Escorpión tuviese que enviarle un vídeo de sí mismo encendiendo su cosmo y sacando su larga uña escarlata en modo de ataque, porque el muy ladino de Graham lo tildó de loco de entrada…
En la siguiente ocasión, fue el actor quién abrió sus secretos y le dijo a su amigo, que era en realidad Terrence Graham Grandchester, y le contó su historia resumida. Milo también se burló del “duquecito”; pero de igual modo, entendió mucho del reacio y misterioso Terry.
Al año siguiente, en la nueva gira de la más reciente obra de Terrence, llegó a la ciudad luz; donde se encontraría nuevamente con su amigo Milo, el caballero dorado de Escorpio.
El actor le había enviado una entrada al griego, para la función estelar del último día de presentaciones en París, porque luego de ellos pretendía poner de pretexto que debía atender a su amigo, para evitar la consabida (y odiada por él), reunión de final de presentaciones en la ciudad.
Claro, no se lo dijo así al heleno, pero él lo sospechó; y no le molestó en absoluto ser la excusa perfecta; al final era mejor irse por su cuenta, que asistir a la dichosa fiesta. Y así lo hicieron; luego de que el telón bajase por última vez, uno de los asistentes de Terrence se encargó de acompañar al heleno al camerino del protagonista, pero el escorpión prefirió esperar a fuera a que terminara de cambiarse. Después de ello, se dirigieron a pasear por ahí un rato, disfrutando de los escondidos callejones que Milo había aprendido a conocer en sus dos años viviendo ahí.
¿Cerveza? – el ateniense le preguntó a Grandchester – Lo olvidaba, su Excelencia prefiere el whisky escocés – se mofó divertido.
El británico se volvió a mirarlo con cara de circunstancias.
No seas… si lo que quise evitar era el alboroto de un montón de histéricas en la reunión, ¿y tú quieres que vayamos a un bar? -
Milo sonrió burlón y un destello de malicia cruzó fugaz por sus turquesas; se encogió de hombros mientras metía las manos en los bolsillos.
Pensé que algo de compañía femenina te gustaría – habló como con descuido; pero concentrado en la energía que Terry emitía.
El actor arqueó una ceja… no le había pasado desapercibido que su amigo lo miraba con interés, y que prácticamente ignoraba la mirada extasiada de las chicas que se cruzaban en su camino… ¿Acaso quería saber?
Prefiero algo menos… emocional – contestó sin mostrar particular interés. – No me agradan las multitudes, ya sabes – completó con su gesto más engreído.
Eres un bastardo arrogante – espetó con diversión el peliazul, antes de invitarlo. – mi departamento no queda lejos, tengo buena cerveza y algunos gyros. Ofrecimiento que luego de una mirada escrutadora por parte del actor, fue aceptado.
Avanzaron unas cuantas cuadras hasta llegar a un elegante y discreto barrio; el edificio donde el escorpión vivía era de fachada muy clásica y sofisticada; típico estilo francés. Se adentraron y llegaron al último piso. Terry no se impresionó, pero tampoco despreció la masculina y moderna decoración del lugar; el cual tenía una magnífica vista de la Torre Eiffel desde el gran ventanal de la sala.
Bienvenido a mi humilde morada, su Gracia – Milo hizo una reverencia bastante torpe y graciosa, adoraba mofarse de la sangre noble de Terrence, sólo que a este último no le hacía mucha gracia que digamos.
Idiota – contestó el marqués riendo – vives bien, pensé que tu casa sería un desastre –
Escorpio no se ofendió con el comentario en absoluto.
—En el Santuario no sólo aprendemos a pelear, también algo de ser civilizados – soltó una breve risa mientras se echaba el fleco hacia atrás con un masculino movimiento de su mano. – Además Camus es un maniático del orden, supongo que me contagió algo –
—¿Camus? – la curiosidad del castaño hizo su aparición, mientras el gallardo joven se acercaba a la ventana.
De Acuario, mi mejor amigo – lo pensó dos segundos - en el Santuario – se apresuró el griego a aclarar.
Grandchester no dijo nada, únicamente asintió; y continuó de pie con la mirada perdida en el paisaje frente a sus maravillosos ojos… luego se giró hacia adentro, aunque se mantuvo en el mismo sitio, de pie… Terry estaba quieto, observando fijamente al chico bajo la luz de la luna y las farolas de la calle que se colaba por la ventana del balcón; de su misma estatura, con ese ondulado y tentadoramente alborotado cabello azul, largo, sus ojos brillaban como despidiendo destellos dorados, y su sonrisa de rockstar que lo estaba tentando de forma inusitada…
El griego, por su parte, no pudo evitar caer bajo el hechizo de zafiro con destellos de jade de Terrence; de su perfecto y bellísimo rostro de líneas firmes y varoniles, el asomo de sonrisa apenas insinuada, la picardía de su mirada y la elegancia de sus movimientos, su voz…
—Rayos Grandchester, por Hades que eres jodidamente hermoso… -
Milo, con su firme voz había expresado aquello, para diversión del británico, que sonrió de lado al tiempo que entrecerraba los ojos.
Eres un tipo raro – afirmó el inglés, dando algunos pasos al interior del apartamento, buscando con total confianza en el refrigerador algo de beber.
—¿Acaso tienes algo en contra de la honestidad? – quiso decir preferencias diferentes, pero decidió no hacerlo, al fin y al cabo, Terry entendería las palabras implícitas.
—No lo decía por eso – respondió recargando la cadera en la barra de la cocina para dar un trago a la cerveza que tomara y entregándole otra a su anfitrión.
El peliazul la tomó e imitó al ojiazul, dándole un sorbo que acabó con media botella, sin dejar de mirarlo.
El actor era un verdadero adonis, con el cabello castaño hasta los hombros y ojos enormes, tan azules, intensos y profundos como el mar, con destellos verdes que les daban un color y expresión única; tenía ese porte aristocrático que le hacía ver como un príncipe, y era condenadamente arrogante… Una verdadera tentación a olvidarse del mundo y perderse en su misteriosa media sonrisa.
Milo medio encogió los hombros ladeando la cabeza, en señal de duda e invitación a explicarse mejor; pero Terrence Grandchester no acostumbraba hablar demasiado fuera del escenario, y menos para dar explicaciones.
Terry nunca había sentido atracción por otro hombre; y no por falta de “invitaciones” pues siendo quién era él, nunca le faltaban las mismas, ni insinuaciones de todo tipo; entonces ¿qué lo tenía en el elegante apartamento del griego en ese instante si podían haber ido a algún bar a charlar, justo como sugirió el peliazul? El heleno le llamaba la atención, no era solamente que era un sujeto tremendamente apuesto; su seguridad y orgullo eran bastante atrayentes, y vaya que él conocía de personajes interesantes; pero ninguno como este tipo de ojos turquesas, que además era un “caballero de Athena”.
Tal vez por esta ocasión podría hacer una excepción, en ambas cuestiones…
—Dices “por Hades” en lugar de “por el infierno” –
Dejó la botella vacía tras él y volvió a meter las manos a los bolsillos de sus jeans, y nuevamente cerró los ojos; a Milo, que era un caballero directo y vibrante, no le hacía tanta gracia que su bello amigo cerrara tanto los párpados, él quería ahogarse en esos océanos maravillosos; así que en un instante estaba a diez centímetros de él, y con los pulgares en las presillas de sus jeans, se inclinó ligeramente para dejar sus labios en el oído del inglés y susurrarle: “mírame Grandchester”; y su cálido aliento generó un leve y delicioso escalofrío en el cuello del británico.
Despacio, Terry dejó ver sus impresionantes zafiros y sostuvo un duelo de miradas con el caballero dorado; ambos hombres de acciones, se quedaron quietos, respirando lentamente, acompasadamente. Fue el actor quien sacó las manos de sus prisiones de mezclilla y tomó el cuello de la camisa de Milo; lo atrajo sin miramientos, antes de arrepentirse, y atrapó los labios helenos en los suyos…
La boca con sabor a cerveza del griego fue como heroína para Terrence, se volvió adicto con una sola vez que la probó, llevando el beso a un nivel de seducción que nunca creyó posible; el de ojos turquesa sonrió complacido sobre los delgados labios del castaño, entreabriendo los propios permitiendo que la sedosa y húmeda lengua del inglés saborease la suya, con deliciosa sinuosidad. Las fuertes manos del artista se enredaron entonces con posesión entre el cabello de la nuca de su compañero de aventura, profundizando más el contacto entre ambos, mientras Milo pasó sus manos desde los hombros del castaño, trazando con firmeza los músculos de la espalda para atraerlo todavía más hacia sí mismo; pegando las caderas…
Este contacto casi hizo respingar a Terry, quien dejó el ardiente beso por dos segundos y después volvió al ataque en una segunda oleada de calor y caricias cada vez más demandantes.
Poison… your mouth, so hot…
I want to love you but I better not touch
I want to hold you but my senses tell me to stop
I want to kiss you but I want it too much
I want to taste you but your lips are venomous poison
Grandchester de pronto recordó aquélla canción, se detuvo un poco sobresaltado, pero no aflojó su agarre del cuello del peliazul, quién lo observó, sintió las dudas del noble joven frente a él, eran las mismas que repentinamente lo asaltaron a él
Milo pensó en poner algo de música para relajarse, sin embargo, el brillo atrevido en los azules de Terrence lo detuvo, Terry se deshizo de su chaqueta y tiró su bufanda por ahí, con descuido, rápidamente…
Los brazos de Milo entonces lo aprisionaron mientras dejaba un húmedo rastro de besos ardientes por el cuello de Terry, quién jadeó ligeramente cuando sintió que una de las manos que subía y bajaba por su espalda, fue más atrevida y apretó su duro trasero con firmeza.
Entre besos y manoseos llegaron al borde de la cama, perdiendo el equilibrio y cayendo el británico de espaldas al colchón, con el griego encima suyo; Milo subió las manos dejando que sus dedos fuertes pasearan por el pecho y garganta de Terrence, sin dejar de mimar con montones de besos y succiones la sensible piel entre la quijada y el oído; en un arrebato de pasión ajustó el agarre de sus poderosas manos y aferró las alborotadas y sedosas hebras castañas, mientras Terry luchaba por sacar la camisa del pantalón del heleno e intentaba meter las manos para desabrocharlo.
El octavo guardián le quitó las manos de ahí y las pasó por encima de su cabeza, besando nuevamente los labios apetecibles y levemente amargos por la cerveza, entonces empujó un poco las caderas para frotarse sinuosamente en las del aristócrata, quien se retorcía de placer y mostraba un seductor y leve sonrojo en las mejillas. Entreabrió los ojos y sonrió, zafándose del agarre para sujetar la cintura del griego y copiar el desquiciante roce de sus intimidades.
Metió la mano por debajo de la camisa de Milo y se deleitó con la dureza de su abdomen, y la tensión que su tacto nada tímido provocaba en los trabajados músculos del de ojos turquesa. Sonreía de lado, y por un instante casi soltaba una carcajada de imaginar la cara del duque, su padre, si supiera lo que estaba haciendo.
El heleno notó la picardía en su acompañante y le resultó altamente incitante, no tenía idea de lo que pasaba por su mente, pero la casi perversa expresión del divino castaño lo encendió más todavía.
Mi armadura por tus pensamientos Grandchester – su voz enronquecida tocó una sensible fibra dentro del aludido, que soltó una febril risa.
Eres un idiota entrometido, Escorpio -
Y de improviso lo sujetó por los brazos y se giró con él, quedando ahora él encima, otorgándole la misma lenta tortura de probar sin pausa la bronceada piel expuesta del peliazul; esa que iba desde su boca carnosa hasta el pecho, donde uno a uno de los botones de la camisa blanca fueron abriéndose para dar paso a la caliente lengua del castaño.
Milo se dejó hacer, era un delirio sentirlo encima suyo, despertando por completo su virilidad; no perdió tanto tiempo y abrió de un tirón la camisa de Terry para acariciar todo su torso sin pudor alguno.
Se probaban uno al otro, dejando huellas de sus dedos, labios y dientes por cada palmo de piel contraria disponible; hasta que fue demasiada ropa entre ellos. Se levantaron, e hincados frente a frente se volvieron a besar mientras se sacaban sus prendas superiores.
Milo giró a Terry y lo aprisionó bajo su peso, colocando las piernas del británico entre las suyas; con un insinuante movimiento hizo el cabello a un lado para besar la nuca con posesión, y luego recorrió la columna con su ardiente lengua, provocando pequeñas descargas eléctricas en todo el cuerpo bajo él. El griego no se cortó en ningún momento, y al descender en su exploración de la nívea piel en la ancha espalda de Terry, puso ambas manos en su trasero, estrujándolo con deseo antes de dar un tirón para sacarle las prendas que aún llevaba puestas.
El viento que se colaba por la ventana no era suficiente para aliviar el ardor de ambos, pues el peliazul continuó su degustación hasta llegar a los muslos firmes de Terrence, quien no cesaba de estremecerse con cada caricia y toque indecente que recibía, Escorpio no dejaba nada sin probar…
Cuando Milo se detuvo un momento, el británico se giró y se levantó para empujar al escorpión y dejarlo a su merced; con su lengua trazó rutas por su pecho, hasta llegar a la línea de vello que se asomaba por la orilla del bóxer, que lograba verse por el cierre abierto de su pantalón; Terry siguió lamiendo el abdomen del caballero sin timidez alguna, se deslizó hacia abajo permitiendo que todo su cuerpo serpentease por la piel bronceada del peliazul, y entonces le sacó también la ropa que le estorbaba para la obtención de su objetivo.
Milo cerró los ojos con fuerza y arqueó la espada al momento en que las fuertes manos de Terry atraparon su miembro y lo delineó despacio con aquéllos elegantes y largos dedos. Cuando lo acarició con su lengua, el griego aferró las sábanas bajo él y soltó un gemido ronco, ardiente.
Terry nunca había hecho algo así, pero sabía lo que a él mismo le gustaba, e intentó emular el ritmo y los toques, llevando al borde del delirio al heleno, quién tuvo que detenerlo antes de que la diversión terminara.
—Detente, o no quedará nada para ti – alcanzó a jadear, provocando la diversión del castaño.
Terrence se pasó el dorso de la mano por la boca, mientras estaba a horcajadas sobre las piernas del octavo arconte, que se enderezó y lo volvió a besar con posesión y lujuria al tiempo que sus manos libidinosas recorrían descaradas los muslos del actor, y se posaban desvergonzadas en el derrière del inglés; un dedo impertinente recorrió el camino deseado y se deslizó entre la blanca carne.
Terry abrió los ojos de sopetón con el insolente toque, pero Milo le sonrió con descaro y continuó en lo suyo… la intimidad del castaño rozaba con la del peliazul y sus humedades se mezclaban, era una deliciosa tortura que los estaba llevando al límite; y entre besos y caricias, jalones de cabello y jadeos roncos, el griego alcanzó un punto extremadamente sensible del británico, que empezó a sentir poderosos choques hacer presa de todo su ser… de pronto la desquiciante sensación se detuvo y Terry casi protestó por la abrupta interrupción, sólo para darse cuenta de que el precioso griego lo tumbaba nuevamente boca abajo y se abría paso entre sus piernas… se adentró lentamente pero firme y sin pausa, sosteniéndolo de la cadera y provocando un gruñido que Terrence intentó tragarse.
—Fuck! –
El improperio lanzado por el castaño debido a la invasión no detuvo el avance de Milo, que luego empezó el vaivén de sus caderas y al mismo tiempo levantaba las de su amigo para atender su endurecida virilidad.
El ritmo acelerado de los movimientos del caballero, hacía juego con la respiración agitada de los dos; Milo se inclinó y apartó el cabello de los hombros de Terry para desperdigar ligeras mordidas y succiones, que, en conjunto con la presión dentro de él, y en su miembro, amenazaban con desquiciarlo por completo.
Los ondulantes movimientos del heleno pronto atraparon al británico en una espiral de candente necesidad; aferraba las sábanas y no sabía si era de deseo o frustración, pues cuando estaba a punto de explotar, el desgraciado se detenía, y luego empezaba de nuevo.
Terry se retorcía bajo el desquiciante vaivén de la pelvis del peliazul, y sentía que su propia humedad mojaba las sábanas bajo él; era como lava ardiente que nacía en su bajo vientre y fluía en lenta tortura.
Eres un cabrón – siseó esa voz profunda e increíblemente seductora;
El sonido que escapó de los labios del escorpión podía interpretarse como risa, o gemido, o un poco de ambos…
Cada jadeo y gruñido que en aquélla habitación resonaba, era absorbido por el ulular del viento allá afuera; en donde las sombras de la noche protegían a los aventureros que, en el departamento del último piso, se entregaban a la pasión.
La mano morena del griego subió por el camino que la columna de Terry mostraba, de forma cremosa y sensual, mientras el apuesto actor gemía entre dientes y soltaba un par de maldiciones… quería pedirle que lo dejase terminar de una vez; pero su orgullo, legendario, le atenazó la garganta y decidió dejarse llevar; ya se las cobraría cuando fuese su turno.
Las estocadas incrementaron entonces fuerza y velocidad, y Milo apretó con fiereza los ojos cuando no pudo contener más su placer, soltando un poderoso gruñido al liberarse en medio de espasmos que hicieron temblar su recio cuerpo como si padeciera fiebre mortal…
El sudor de la espalda de Terry se mezcló con el del amplio pecho del moreno, cuando se dejó caer aplastando al inglés un poco. Luego rodó sobre sí mismo y se tumbó, regulando su respiración, pues todo el oxígeno escapó de sus pulmones en algún momento entre su última embestida y el estallido de su orgasmo.
—Mierda… no me dejabas respirar – Terry habló, girándose también para quedar mirando al techo, con el antebrazo en su húmeda frente.
El escorpión lo miró de reojo, tan agitado, sudando y con los labios sonrojados por la fricción; era una visión sublime. Se fijó bien, y pensó que Grandchester tenía manos de artista… y sonrió en burla de sí mismo, eso era justamente, y no solamente por ser actor; el británico de pronto, con movimientos felinos alcanzó la mano del de ojos aguamarina, guiándola hasta su endurecido miembro y exigiéndole que lo atendiera; era su turno de divertirse y por Dios que lo haría.
Para el ateniense tocar la piel sedosa y delgada fue tan placentero que fue como si pequeñas descargas eléctricas ascendieran desde las yemas de sus dedos hasta la base de su cuello, y lo frotó con lujuria, antes de descender y pasar su lengua a lo largo de la dureza completa de Terrence; quién sintió que el húmedo órgano del griego sembraba el caos en todo su sistema nervioso, alborotando todas y cada una de sus células nuevamente… la habilidad de ese bichejo lo impresionó; se preguntó por un momento si todos los santos de Athena se darían este tipo de atenciones entre sí, pero al segundo siguiente el de Escorpio hizo algo con sus dientes que anuló absolutamente todo pensamiento coherente de su cabeza, que dejó caer hacia atrás, al tiempo que aferraba la cabellera azulada, marcándole el ritmo que necesitaba.
Milo no se cortó y lo complació hasta que se corrió… dejándolo un tanto aturdido y sonriendo satisfecho. Se levantó de donde estaba y se perdió en la contemplación del perfecto rostro de Graham, que luchaba por acompasar su respiración. Las aguamarinas brillaron con salvaje deseo, la visión frente a él era absolutamente magnífica, podría jurar que este tipo era la encarnación de Adonis… se pasó la lengua por los labios.
El cabello castaño de Terry caía en húmedos mechones sobre el colchón, y tenía un par pegados a su frente sudorosa, estaba casi relajado y con los ojos entrecerrados…
—Carajo Grandchester, te quemarás en los infiernos por ser tan malditamente caliente y sexy. –
La carcajada ronca que soltó el aludido fue refrescante, tan potente y divertida que Milo no pudo si no contagiarse, echándose nuevamente sin delicadeza al lado del bellísimo castaño.
Cuando dejaron de reír, quedó solo el silencio entre ellos, y el ambiente sofocante; a pesar de que el otoño helaba allá afuera, consiguiendo que las ventanas se empañaran…
—No eres nuevo en esto – habló el actor, no era pregunta por supuesto.
—Pensé que era obvio, duquecito – fue la respuesta.
El griego se incorporó para quedar apoyado sobre su mano izquierda; una idea perversa cruzó en su mente, y se hizo visible en el destello de las bellas joyas que eran sus ojos azul-verde. Dejó que la uña escarlata de su índice derecho apareciera en toda su longitud.
Quería ver la reacción de Terrence, que arqueó la ceja y contuvo la respiración cuando ese aguijón comenzó a trazar figuras en su torso, y luego descendía despacio por su marcado abdomen hasta llegar a la oscura mata de vello.
Terry adivinó las intenciones del heleno, y en un santiamén sostuvo la mano deteniendo el avance.
—Ni lo pienses bicharraco – apretó su agarre en la muñeca, y con esa desquiciante media sonrisa suya, que podría enloquecer hasta al más ecuánime de los seres humanos y divinos conocidos; se incorporó y en un dos por tres, estuvo entre los morenos muslos de Escorpio.
Milo bajó la vista y se dio cuenta que el inglés estaba listo para un siguiente asalto, posicionado entre sus piernas y presto para embestirle…
—Es mi turno –
Terrence miró con lascivia al moreno, quien estaba a la expectativa, jadeante; la sola visión del dios griego que era el actor, era suficiente para volver a estimularlo.
Sonriendo con malicia, Grandchester acarició sin mucha delicadeza la parte interna de los muslos del griego; y, acercándose, empujó con firmeza para recorrer el camino que le marcaba su deseo. Escorpio mostró los dientes apretados y clavó las uñas en los brazos del británico, reprimiendo estoico la escandalosa maldición que surgió del fondo de sus entrañas, y que por poco soltaba; Terry, luego de unos momentos que se tomó para acostumbrar a su cuerpo a ser recibido por el del caballero dorado, empezó un vaivén enérgico y lento… Milo levantó las rodillas y ese movimiento arrancó un gemido de labios del inglés, que cerrando los ojos se deslizó hasta colocar su rostro pegado de la bella faz del heleno, con los brazos apoyados en el colchón y empujando una y otra vez… Toda la potencia del gallardo Marqués de Grandchester entraba y salía en rítmico deslizarse, y el peliazul se aferró de las sábanas con una mano, para con la otra darse placer a sí mismo.
Terrence se percató de eso último, y con una sonrisa burlona le apartó la mano y la sostuvo con fuerza sobre la cabeza del de ojos turquesa…
—Ah no… tendrás que esperar – susurró con ronca voz el castaño, sin dejar de moverse.
La danza continuó lentamente, luego más veloz; por instantes se detenía, llevando al borde de la histeria a un acalorado y anhelante Milo, que no cesaba en sus jadeos y gemidos. Supo entonces que haber torturado de ese modo a Terry, tendría su castigo; y le encantó.
La lengua ardiente de Terrence se paseó por la garganta del moreno hasta llegar a su oreja, la cual succionó y lamió sin consideración… atrapó los labios del moreno y hundió su lengua en la suave cavidad, saboreando cada resquicio de esa boca que exigía cada vez más. La pasión los incineraba a ambos y amenazaba con consumirlos sin demora, Terry incrementó la rapidez y fuerza de su embate, y solo hasta que estuvo a punto de explotar, liberó la mano prisionera del escorpión, quién se aferró de sus costados sin reprimir ni un jadeo, ni un gruñido… cuando el británico alcanzó el punto culminante, estrujó con fiereza el cabello azul de su amigo y arqueó el cuerpo hacia atrás, brotando de su garganta un potente gemido, al tiempo que bajo él, Milo se convulsionaba de placer…
—¡Carajo… Terry! – alcanzó a gritar antes de dejarse ir… y casi al mismo tiempo alcanzaron a tocar las ardientes estrellas del firmamento.
Los espasmos que apresaron ambos cuerpos al liberarse fueron feroces, e iban cediendo para dar paso a la deliciosa calma y somnolencia que alcanzan los amantes satisfechos.
Quedaron uno al lado del otro, Milo no se movió más que para estirar las piernas; y Terrence cayó de bruces sin cuidado, a su costado… giró la cabeza y le dedicó una soñolienta pero burlona mirada, de sus ojos entrecerrados.
El griego soltó una risita y abrió grandes sus preciosos ojos.
—¿Qué? – Terry no comprendía el motivo de tal expresión
—Nunca lo había hecho antes – soltó el caballero dorado, sin filtros.
—Hace un momento dijiste lo contrario – el actor entornó los ojos; además no le parecía que fuese un novato.
—Quiero decir, que nunca había sido a mí que… tú sabes – se encogió de hombros.
Terry se enderezó hasta quedar apoyado en sus manos, mirándolo atentamente; estaba sorprendido por supuesto, pero no quería demostrarlo. Luego de estudiar las facciones de Milo, sonrió endiablado y se acostó nuevamente, esta vez en la misma posición boca arriba que su par, y soltó un silbido burlón.
—El poderoso Milo de Escorpio era virgen ¡ja, ja, ja! – soltó la carcajada ahora sí, sin contenerse.
—Idiota… - el mencionado metió la mano entre las piernas de Grandchester y sin aviso alguno le dio un breve apretón a su “paquete”, provocando un leve gemido en el inglés – tú también lo eras así que estamos a mano –
—Pues qué suerte la tuya que haya sido yo, nadie es tan guapo e inteligente; ni bueno en la cama, como esta maravilla que acaba de hacerte suyo – Graham luego de decir esto con absoluta convicción y su clásico destello malicioso en la mirada, se acomodó mejor; estaba exhausto.
—Pendejo presumido –
Milo nunca admitiría en voz alta que lo que Terry acababa de decir era absolutamente cierto… primero prefería ir a servir de aperitivo para Cerbero.
…
Unas horas después, el de ojos aguamarina despertó de un muy reparador sueño después de tan agitada noche; cuando se terminó de espabilar, Terry había desaparecido.
“Soy un ave nocturna”, alguna vez le había dicho al preguntarle si no era agotador estar de gira, y sin dormir bien tantas noches seguidas.
Escorpio se desperezó, y al levantarse para ir a tomar una necesaria ducha encontró una nota escrita en firme y elegante caligrafía, en la mesa de al lado de la cama:
“No hay muchos como tú, Milo de Escorpio… hasta que volvamos a encontrarnos. T.G.”.
El griego sonrió; Terrence Graham, Marqués de Grandchester; era sencillamente único y magnífico…