Recuerdos con Aroma a Tí
Terminé la secundaría y decidí que estudiaría en una universidad fuera de la ciudad. Mi padre era muy estricto. Sus modos, “chapeado a la antigua” bordeaban el despotismo. Salir de la casa a estudiar lejos representaba mi libertad, no dude en tomar esa salida. Tenía buenos grados en la escuela y como mi familia era de bajos recursos obtuve ayuda financiera extra para poder ingresar a una universidad privada en Buffalo, Nueva York.
Fui aceptada al programa para familias de bajo recursos HEOP (programa de oportunidad para educación superior) de la universidad Canisius. Como requisito para continuar mis estudios universitarios con ayuda de este programa, debía tomar clases de verano. Era un currículo intensivo de diez semanas donde nos instruirían y guiarían sobre las expectativas de comportamiento y rendimiento de los candidatos que recibían fondos adicionales por ser parte de ese grupo selectivo de estudiantes y que ademas, iniciábamos el primer año de estudios.
Me gradué de la secundaria Martin Luther King, jr. en Junio del año mil novecientos noventa y tres. No me hacia gracia terminar el bachillerato y una semana después estar devuelta en un salon de clases. Pero eso era un millón de veces mejor que pasarme otra temporada calurosa en la casa, bajo la dictadura de mi padre.
Tenia mucha ilusión y expectativas de lo que el futuro prometía. Además, me sentía feliz porque mi hermana hacia un año atrás se había ido a estudiar a la misma institución. ¡Maravilloso! -pensaba- Estaría lejos con mi hermana y finalmente habría escapado del yugo de mi papá. ¿Qué más podía pedir? En ese aspecto todo era como un sueño hecho realidad. Al fin podría extender mis alas y volar. Me sentía extasiada, eufórica, potente, y muy triste a la misma vez.
No todo era color de rosa. Mi decisión venia acompañada de un gran sacrificio. Yo tenia diecisiete años en aquel momento y estaba profundamente enamorada de él. Irme lejos para ser libre y luchar por mis metas, significaba dejar atrás a mí familia, amigos, todo lo qué hasta el momento era mí mundo y también alearme del dueño de todos mis sueños amorosos y pasión. Era el amor de mi vida y mi corazón sangraba por tener que apartarme del chico que amaba.
Terry apoyaba mi resolución y me consolaba repitiéndome que todo estaría bien.
- Cariño, no te angusties. -me decía.
- Todo saldrá como lo hemos planeado. Además esto es algo temporal -repetía.
- Pero tengo miedo. Estaré lejos de ti tanto tiempo, mi amor - le dije.
- ¡Candy! Ni el tiempo, ni la distancia podrán separarnos. Nuestro amor es fuerte y nada, ni nadie logrará derrumbarlo.
El día de partir llegó y mi hermana Annie vino a recogerme para llevarme a lo que sería mi nuevo hogar por los próximos cuatro años. Buffalo quedaba a ocho horas manejando desde la ciudad de Nueva York. No tuvimos grandes inconvenientes con mi mudanza (Ahora lo pienso y me da risa - ¡mi mundanza!) Solo necesite una pequeña maleta donde empaque todos mis recuerdos y pertenencias.
Después de un largo viaje llegamos a la universidad. No era un lugar muy grande pero consistía de varios edificios entre los que se encontraban los dormitorios para los estudiantes que vivían dentro del campus. Eran dos edificios de ladrillos color marrón claro y de ocho pisos cada uno. Los llamaban Bosch y Frisch Hall en honor a benefactores de la institución. Los edificios eran míxtos, solo el area de los elevadores separaba a los hombres de las mujeres. Las chicas tenían asignado la ala Oeste y los chicos la Este de ambos dormitorios. Cada piso contaba con 10 cuartos, dos suites, un baño comunal, y una area para recreación y estudio. El dormitorio que nos asignaron a mi y a mi compañera tenia una ventana doble con vista a una zona de recreación. El Cuad, como le llamaban, era una area con muchos arboles hermosos, una fuente en el centro, y una pequeña iglesia.
Los primeros días en el campus fueron de introducción y orientación. La diversión había llegado a su fin y las clases comenzaron. La primera asignatura del día se llamaba seminario de primer año. Llegué al salón llena de ansiedad y muerta de miedo. En ese momento era esclava de la anticipación.
Parada en el umbral del aula, decidí ocupar un asiento en la segunda fila, en el centro del salón. Me senté y observaba cómo uno a uno ingresaban los asignados a esa materia. A mi lado se sentó un chico de piel blanca, pelo cortó y de un metro siete mas o menos de estatura. Tan pronto como se acomodó a mi lado su perfume invadió mi nariz. La notas superiores a romero, lavanda, y albahaca, complementadas con notas de fondo a musgo de roble, y cedro, penetraron mis sentidos. Por los mil demonios, ¡olía a él!
Era un aroma tan conocido y añorado que no resistí el impulso de hablarle.
- Hola -le dije.
- Hola ¿Que tal? - me contestó.
- ¿Cómo te llamas? Mi nombre es Candy.
- Un placer, Candy. Me llamo Omar.
- Ah ¡mucho gusto! Disculpa mi atrevimiento -le dije- Pero... ¿puedo hacerte una pregunta?
Me miro con ojos inquisitivos y dudosos, como si no estuviera seguro de que responder. Levantó una ceja y respondió...
- ¡Claro! ¿Dime?
- ¿Qué perfume usas?
- Me miro con ojos picaros, Drakkar -contestó.
- ¡Lo sabia! -murmuré.
Drakkar es una fragancia para hombres introducida en el mercado a principio de los años ochenta por la marca Guy Laroche. Yo conocí a Terry a finales de los ochenta a la edad de trece años. No puedo olvidar el día que me vino a visitar y estaba usando ese perfume. El aroma emitía un sentido de masculinidad, sensualidad, decadencia, oscuridad y lujuria que me costo mucho controlar mis instintos de echarme en sus brazos.
En ese momento no sabía como explicar lo que estaba experimentando. Yo era tan solo una adolescente inexperta , avergonzada por los impulsos y emociones que se estaban despertando en mí Terry tenía diecisiete años en ese entonces. Era alto, esbelto, de cabellera castaña y corta, ojos pícaros, con una sonrisa amplia y deslumbrante que me derretía al sonreír. Él era uno de los chicos mas guapos y populares en el barrio.
Cuando Terry usaba ese perfume exhumaba un aire de poder, sensualidad y gallardía que provocaba en mí, sensaciones que no sabía se pudieran experimentar solo con su esencia personal.
El resto de la clase me la pasé inhalando profundamente, llenando mis sentidos con esa fragancia que de un sopetón, me transportaba al baúl de mis recuerdos con mí amor.
FIN