Alguien para conocer la
vida
Alguien para conservar el
calor
Alguien para creer en
todo
Alguien para disfrutar
del amor
Después más que
nada
estar feliz contigo
mi buen amigo…
ROXETTE
vida
Alguien para conservar el
calor
Alguien para creer en
todo
Alguien para disfrutar
del amor
Después más que
nada
estar feliz contigo
mi buen amigo…
ROXETTE
Para mi Amiga Miena
Por: An Le Mon
Tercera Parte
El elevador paro, Albert encamino a la rubia a su departamento. Estaba maravillada, estaba enorme. Los muebles que lo decoraban, eran muy finos. El rubio abrió las cortinas y estas mostraron la hermosa vista, que tendría desde su nuevo hogar.
Candy corrió al ventanal , sus ojos se desorbitaron al ver la gran altura en la que se encontraban.
- ¡Albert esto es muy alto! ¿estás seguro que estaremos a salvo? - Candy estaba realmente impactada. Su voz tintineaba de lo temerosa que ya se encontraba.
- ¡Candy! no entiendo, subes arboles muy altos y ¿ahora esto te asusta? – en el rostro de Albert, se reflejaba la decepción – ¿no te gusto pequeña? yo pensé que, al estar en una ciudad grande, sería bueno que tuvieras esta vista, así no extrañaras tu libertad cuando…
- ¡Albert! – grito la pecosa, al sentir el golpe de aire. El rubio, había abierto la ventana, con la finalidad de refrescar los pensamientos de la chica - ¡cierra! ¡cierra! saldremos volando – Candy, exageraba la situación abrazándose a Miena. La chica cruzada de brazo experto – ¡Miena! toma tus moños que volvemos a casa.
Se encaminaron las dos, con paso decidido hacia la puerta. Albert corrió, se recargo en la puerta y abrió los brazos tan largos como eran, obstruyendo el paso.
- ¡Albert! – gruño Candy, la cual posaba muecas de enfado en su rostro – ¡a un lado Bert! o no respondo ¡esto es demasiado! – apuntaba con un dedo su sombrero, donde se había estacionado un pájaro – ¡no! ¡no! ¡y no! Nosotras nos vamos, no pienso dejar que mi cabeza pase a ser parte de la vivienda de los pájaros.
Albert tamboreaba la puesta con la punta de sus dedos, mirando al techo dio un largo suspiro. Estaba a tres grados, de perder la paciencia con la rubia pecosa.
- Candy. Linda. ¡Tienes miedo y es normal! – tomo el rostro de la chica entre sus manos, le dijo - pero tú me has demostrado que no eres cobarde ¡esta vez no será diferente! – soltó el rostro de la pecosa y se hizo a un lado de la puerta – ¡necesito! ¡que vuelva esa pequeña decida! y apasionada – el rubio aposto todo a su suerte
y abrió la puerta – ¡sí esto es demasiado para ti! entonces vayámonos
La rubia solo agacho su cabeza, sabía que esto era un reto y ella, tenía que demostrar valentía. No quería defraudar a su benefactor y mucho menos, a su hermano y amigo
- ¡Albert! disculpa mi infantil comportamiento – Candy, se colocó en cuclillas, para quedar al nivel Miena.
Rascando la cabeza de Miena, miro a rubio con rostro angelical – ¡Bert! veras que seremos las mejores chicas, de la ciudad de nuestra señora de los Ángeles y no te defraudaremos.
Albert ayudo a la joven a incorporarse, con un brazo la atrajo hacia él y con el otro acariciaba la cabeza de Miena. La perrita le daba lengüetadas, en su mano para congraciarse con el rubio
- ¡Pequeña! vendré a verte seguido ¡esta vez no te encontraras sola! – tomándola del mentón, levanto su rostro. Sus miradas se encontraron, suavemente Albert se inclinó y coloco un tierno y cálido beso en la mejilla de la chica.
- ¡Vamos princesa! debes desempacar – dijo el rubio tomándola de la mano y guiándola a su habitación.
Después de instalarse, Albert invito a Candy a cenar. La rubia demasiado entusiasmada, corrió a cambiarse. Era agosto y la lluvia inesperada, hacían que las personas cambiaran de planes, pero no en esta ocasión.
Salieron corriendo del edificio y montaron en el auto, donde irían a recorrer la ciudad, terminaron el recorrido y llegaron al restaurante, Albert inesperadamente cambio su semblante, se le vea intranquilo
- ¡Bert! ¿Todo está bien? – la rubia cuestiono a su amigo, al notarlo inquieto. El joven jalaba aire, trataba de apaciguar su nerviosismo. Candy ya lo había notado y esto no le era bueno – ¡se te ve algo ¿preocupado? o ¿estas nervioso Bert?
- ¡Pequeña! –Albert se giró hacia la rubia y tomo sus manos, las comenzó a acariciar con sus pulgares – bien sabes lo importante que eres para mí ¿verdad? – la rubia asintió con la cabeza. Sí que era rara la situación - eres una joven hermosa e inteligente – junto sus frentes, el rubio cerró los ojos – te quiero pequeña y esto nunca cambiara.
La rubia, se separó del chico. Estaba muy confundida, ese no era el comportamiento normal de su amigo. Su cabeza comenzó a divagar, llenados de miles de pensamiento, que en si ni ella sabía fueran acertados [¡Albert! no quiero que esto cambie] pensaba la rubia.
- ¡Vamos pequeña! – La voz de Albert, iba cargada de emoción. Bajaron del auto y la rubia llevaba unos bien locos pensamiento, en algún segundo pensó en salir corriendo, y no para hasta llegar a el hogar de pony.
- ¡Buenas noches señor Andrew! su mesa esta lista – el capitán, de meseros indicaba el camino a seguir. Albert muy cortes, entrelazo su brazo con el de la rubia. Candy sentía el anillo en el dedo, escuchaba la marcha nupcial y su corazón, ese quera saltar y ser pinchado por algún tenedor
- Esperamos que sea de su agrado nuestro servicio; todo lo que ordeno está listo ¡incluyendo el anillo! – Candy detuvo su andar, sus piernas no respondían
- ¿Qué sucede pequeña? – Albert miraba a la pecosa demasiado pálida - ¡Candy! ¿no me digas que te vas a desmayar?
- ¡Claro que no Bert! ¿o debería? – la pecosa trataba de esconder su nerviosismo, pero su voz tintineaste la delataba. Sus piernas le temblaban, haciendo que su caminar, fuera más torpe de lo acostumbrado
Candy, se sorprendió al llegar a su mesa y mirar, que entre hemos ramos de orquídeas y tulipanes, se encontraba sentada una hermosa mujer. La cual era alumbrada, por los grandes candelabros de velas.
- ¡Cariño! disculpa la demora – Albert con toda soltura, tomo del brazo a la joven y le ayudo a ponerse en pie. Si más le dio un beso en la mejilla y juguetonamente, llevo sus labios algo cercanos a los de la chica. La joven se sonrojo y apenada solo le sonrió
- ¡Albert! ¡espera! – susurraba la chica por lo bajo, mordiendo su labio inferior. coloco una mano en el pecho del rubio y antes de separarlo le susurro – ¡Eres hermoso!
- ¡Pequeña! ven aquí – Albert, tomo de la mano a la pecosa y la atrajo hacia ellos – Candy ¡esta hermosa chica! es Alexia ¿le podrías pedir, que me devuelva mi corazón?
Los tres chicos, soltaron unas tremendas carcajadas. Los comensales les miraban y susurraban, reprochando su actitud. Estaban rompiendo las normas de etiqueta, al reír de esa manera. Pero a Candy, poco le importo. Su serenidad había vuelto, junto con la razón que por poco y pierde.
Alexia era una mujer alta, sólo media cabeza más bajita que Albert. El pelo era de un rubio pálido y lo llevaba peinado liso hacia atrás, desde la frente, formando un bucle en la nuca. Tenía los ojos azul claro. Sus rasgos eran regulares y pequeños, sus labios eran rosados y carnosos. Haciendo que su rostro fuese más exuberante.
Portaba un hermoso vestido color perla, talle imperial. Al ser una mujer adulta, de veintinueve años. Su estilo de moda, no se adaptaba aun a los alocados años veinte.
- ¡Hola Candy! – Alexia, tomo a la pecosa entre sus brazos, estrujándola muy fuerte - ¡Siento que ya te conozco! Albert habla tanto de su pequeña que…- La chica hablaba y hablaba, mientras Albert se perdía en su mirada.
Candy, observaba con gracia la escena. Solo quería ve a Albert, para no perderse el justo momento, en que los corazones salieran volando y Albert flotara por el restaurante
El tono de voz de Alexia era melodioso, y su refinado acento inglés; creaban en la chica el destello de toda una dama de sociedad
La cena se prolongó por varias horas. Las conversaciones de los tres chicos, llenaban la mesa y entre platillo y platillo, se iban conociendo más el par de señoritas. Albert estaba más que en candado. Sabía que su pequeña, entraría en el corazón de Alexia.
- ¡Candy! ¡linda! – Alexia miro hacia el rubio, el cual asintió con la cabeza – Albert, me comento que estabas algo intranquila, por venir a esta ciudad – con sutileza, coloco su mano sobre la de ella - quiero que sepas, que yo estaré para ti en todo momento ¿te parece si esta semana, salimos juntas? y te muestro la ciudad, así sentirás más confianza
- ¡Hey hermosa! Eso quiere decir ¿qué me abandonas una semana? – su tono de Albert, llevaba un chispa de picardia
- ¡Cariño! – Alexia rosaba su mano, sobre el mentón de Albert - solo será hasta la tarde, después estaré contigo. Sabes que no puedo dejarte de ver
Candy miraba como Alexia, con ternura acariciaba el rostro de Albert. Y sintiendo alegría pensó [bueno, al menos él ya es feliz] – ¡porque tú lo dejas! – la rubia apretó los ojos y suspiro, estaba cansada de su chantajista y recriminadora conciencia
- ¡Vamos tonta! ¡haz algo, antes de que sea tarde! – su voz interna la llenaba de veneno – ¡ahora! mira tu mano, esta tan cerca a la de ¡tú! ¡tú! Bert, es fácil ¡tómala!
Candy con un rápido movimiento lo tomo...
Continuara
Nota: los personajes perteneces a Kyoko Mizuki y Yumiko Igarashi. Fueron tomados con todo respeto. Para realizar esta historia sin fines de lucro.
Por: An Le Mon
Tercera Parte
El elevador paro, Albert encamino a la rubia a su departamento. Estaba maravillada, estaba enorme. Los muebles que lo decoraban, eran muy finos. El rubio abrió las cortinas y estas mostraron la hermosa vista, que tendría desde su nuevo hogar.
Candy corrió al ventanal , sus ojos se desorbitaron al ver la gran altura en la que se encontraban.
- ¡Albert esto es muy alto! ¿estás seguro que estaremos a salvo? - Candy estaba realmente impactada. Su voz tintineaba de lo temerosa que ya se encontraba.
- ¡Candy! no entiendo, subes arboles muy altos y ¿ahora esto te asusta? – en el rostro de Albert, se reflejaba la decepción – ¿no te gusto pequeña? yo pensé que, al estar en una ciudad grande, sería bueno que tuvieras esta vista, así no extrañaras tu libertad cuando…
- ¡Albert! – grito la pecosa, al sentir el golpe de aire. El rubio, había abierto la ventana, con la finalidad de refrescar los pensamientos de la chica - ¡cierra! ¡cierra! saldremos volando – Candy, exageraba la situación abrazándose a Miena. La chica cruzada de brazo experto – ¡Miena! toma tus moños que volvemos a casa.
Se encaminaron las dos, con paso decidido hacia la puerta. Albert corrió, se recargo en la puerta y abrió los brazos tan largos como eran, obstruyendo el paso.
- ¡Albert! – gruño Candy, la cual posaba muecas de enfado en su rostro – ¡a un lado Bert! o no respondo ¡esto es demasiado! – apuntaba con un dedo su sombrero, donde se había estacionado un pájaro – ¡no! ¡no! ¡y no! Nosotras nos vamos, no pienso dejar que mi cabeza pase a ser parte de la vivienda de los pájaros.
Albert tamboreaba la puesta con la punta de sus dedos, mirando al techo dio un largo suspiro. Estaba a tres grados, de perder la paciencia con la rubia pecosa.
- Candy. Linda. ¡Tienes miedo y es normal! – tomo el rostro de la chica entre sus manos, le dijo - pero tú me has demostrado que no eres cobarde ¡esta vez no será diferente! – soltó el rostro de la pecosa y se hizo a un lado de la puerta – ¡necesito! ¡que vuelva esa pequeña decida! y apasionada – el rubio aposto todo a su suerte
y abrió la puerta – ¡sí esto es demasiado para ti! entonces vayámonos
La rubia solo agacho su cabeza, sabía que esto era un reto y ella, tenía que demostrar valentía. No quería defraudar a su benefactor y mucho menos, a su hermano y amigo
- ¡Albert! disculpa mi infantil comportamiento – Candy, se colocó en cuclillas, para quedar al nivel Miena.
Rascando la cabeza de Miena, miro a rubio con rostro angelical – ¡Bert! veras que seremos las mejores chicas, de la ciudad de nuestra señora de los Ángeles y no te defraudaremos.
Albert ayudo a la joven a incorporarse, con un brazo la atrajo hacia él y con el otro acariciaba la cabeza de Miena. La perrita le daba lengüetadas, en su mano para congraciarse con el rubio
- ¡Pequeña! vendré a verte seguido ¡esta vez no te encontraras sola! – tomándola del mentón, levanto su rostro. Sus miradas se encontraron, suavemente Albert se inclinó y coloco un tierno y cálido beso en la mejilla de la chica.
- ¡Vamos princesa! debes desempacar – dijo el rubio tomándola de la mano y guiándola a su habitación.
Después de instalarse, Albert invito a Candy a cenar. La rubia demasiado entusiasmada, corrió a cambiarse. Era agosto y la lluvia inesperada, hacían que las personas cambiaran de planes, pero no en esta ocasión.
Salieron corriendo del edificio y montaron en el auto, donde irían a recorrer la ciudad, terminaron el recorrido y llegaron al restaurante, Albert inesperadamente cambio su semblante, se le vea intranquilo
- ¡Bert! ¿Todo está bien? – la rubia cuestiono a su amigo, al notarlo inquieto. El joven jalaba aire, trataba de apaciguar su nerviosismo. Candy ya lo había notado y esto no le era bueno – ¡se te ve algo ¿preocupado? o ¿estas nervioso Bert?
- ¡Pequeña! –Albert se giró hacia la rubia y tomo sus manos, las comenzó a acariciar con sus pulgares – bien sabes lo importante que eres para mí ¿verdad? – la rubia asintió con la cabeza. Sí que era rara la situación - eres una joven hermosa e inteligente – junto sus frentes, el rubio cerró los ojos – te quiero pequeña y esto nunca cambiara.
La rubia, se separó del chico. Estaba muy confundida, ese no era el comportamiento normal de su amigo. Su cabeza comenzó a divagar, llenados de miles de pensamiento, que en si ni ella sabía fueran acertados [¡Albert! no quiero que esto cambie] pensaba la rubia.
- ¡Vamos pequeña! – La voz de Albert, iba cargada de emoción. Bajaron del auto y la rubia llevaba unos bien locos pensamiento, en algún segundo pensó en salir corriendo, y no para hasta llegar a el hogar de pony.
- ¡Buenas noches señor Andrew! su mesa esta lista – el capitán, de meseros indicaba el camino a seguir. Albert muy cortes, entrelazo su brazo con el de la rubia. Candy sentía el anillo en el dedo, escuchaba la marcha nupcial y su corazón, ese quera saltar y ser pinchado por algún tenedor
- Esperamos que sea de su agrado nuestro servicio; todo lo que ordeno está listo ¡incluyendo el anillo! – Candy detuvo su andar, sus piernas no respondían
- ¿Qué sucede pequeña? – Albert miraba a la pecosa demasiado pálida - ¡Candy! ¿no me digas que te vas a desmayar?
- ¡Claro que no Bert! ¿o debería? – la pecosa trataba de esconder su nerviosismo, pero su voz tintineaste la delataba. Sus piernas le temblaban, haciendo que su caminar, fuera más torpe de lo acostumbrado
Candy, se sorprendió al llegar a su mesa y mirar, que entre hemos ramos de orquídeas y tulipanes, se encontraba sentada una hermosa mujer. La cual era alumbrada, por los grandes candelabros de velas.
- ¡Cariño! disculpa la demora – Albert con toda soltura, tomo del brazo a la joven y le ayudo a ponerse en pie. Si más le dio un beso en la mejilla y juguetonamente, llevo sus labios algo cercanos a los de la chica. La joven se sonrojo y apenada solo le sonrió
- ¡Albert! ¡espera! – susurraba la chica por lo bajo, mordiendo su labio inferior. coloco una mano en el pecho del rubio y antes de separarlo le susurro – ¡Eres hermoso!
- ¡Pequeña! ven aquí – Albert, tomo de la mano a la pecosa y la atrajo hacia ellos – Candy ¡esta hermosa chica! es Alexia ¿le podrías pedir, que me devuelva mi corazón?
Los tres chicos, soltaron unas tremendas carcajadas. Los comensales les miraban y susurraban, reprochando su actitud. Estaban rompiendo las normas de etiqueta, al reír de esa manera. Pero a Candy, poco le importo. Su serenidad había vuelto, junto con la razón que por poco y pierde.
Alexia era una mujer alta, sólo media cabeza más bajita que Albert. El pelo era de un rubio pálido y lo llevaba peinado liso hacia atrás, desde la frente, formando un bucle en la nuca. Tenía los ojos azul claro. Sus rasgos eran regulares y pequeños, sus labios eran rosados y carnosos. Haciendo que su rostro fuese más exuberante.
Portaba un hermoso vestido color perla, talle imperial. Al ser una mujer adulta, de veintinueve años. Su estilo de moda, no se adaptaba aun a los alocados años veinte.
- ¡Hola Candy! – Alexia, tomo a la pecosa entre sus brazos, estrujándola muy fuerte - ¡Siento que ya te conozco! Albert habla tanto de su pequeña que…- La chica hablaba y hablaba, mientras Albert se perdía en su mirada.
Candy, observaba con gracia la escena. Solo quería ve a Albert, para no perderse el justo momento, en que los corazones salieran volando y Albert flotara por el restaurante
El tono de voz de Alexia era melodioso, y su refinado acento inglés; creaban en la chica el destello de toda una dama de sociedad
La cena se prolongó por varias horas. Las conversaciones de los tres chicos, llenaban la mesa y entre platillo y platillo, se iban conociendo más el par de señoritas. Albert estaba más que en candado. Sabía que su pequeña, entraría en el corazón de Alexia.
- ¡Candy! ¡linda! – Alexia miro hacia el rubio, el cual asintió con la cabeza – Albert, me comento que estabas algo intranquila, por venir a esta ciudad – con sutileza, coloco su mano sobre la de ella - quiero que sepas, que yo estaré para ti en todo momento ¿te parece si esta semana, salimos juntas? y te muestro la ciudad, así sentirás más confianza
- ¡Hey hermosa! Eso quiere decir ¿qué me abandonas una semana? – su tono de Albert, llevaba un chispa de picardia
- ¡Cariño! – Alexia rosaba su mano, sobre el mentón de Albert - solo será hasta la tarde, después estaré contigo. Sabes que no puedo dejarte de ver
Candy miraba como Alexia, con ternura acariciaba el rostro de Albert. Y sintiendo alegría pensó [bueno, al menos él ya es feliz] – ¡porque tú lo dejas! – la rubia apretó los ojos y suspiro, estaba cansada de su chantajista y recriminadora conciencia
- ¡Vamos tonta! ¡haz algo, antes de que sea tarde! – su voz interna la llenaba de veneno – ¡ahora! mira tu mano, esta tan cerca a la de ¡tú! ¡tú! Bert, es fácil ¡tómala!
Candy con un rápido movimiento lo tomo...
Continuara
Gracias hermosa por tomarse el tiempo de leer mis escrito las espero para el próximo capitulo
Nota: los personajes perteneces a Kyoko Mizuki y Yumiko Igarashi. Fueron tomados con todo respeto. Para realizar esta historia sin fines de lucro.