Bendito el lugar y el motivo de estar ahí
bendita la coincidencia.
Bendito el reloj que nos puso puntual
ahí bendita sea tu presencia.
Bendito dios por encontrarnos en el camino
y de quitarme esta soledad de mi destino.
Mana
bendita la coincidencia.
Bendito el reloj que nos puso puntual
ahí bendita sea tu presencia.
Bendito dios por encontrarnos en el camino
y de quitarme esta soledad de mi destino.
Mana
Para mi Amiga Miena
Por: An Le Mon
Octava parte
La manera tan efusiva, con la que el Terry la había saludo. Mantenía a Candy más roja que un jitomate. Ella no puso objeción ante el abrazo apretado, que el castaño le daba. Ni hizo el menor intento por alejarse.
- ¿Cómo se portó Devén? – Terry, muy cercano al oído de la rubia, la cuestionaba. Tal pareciera que no le interesaba, que el invitado fuera participe de su conversación.
Candy con un gesto de la mano lo invito a pasar. Terry tomo asiento en uno de los sofás. Y como todo buen padre, jugueteaba con su pequeño. Diciéndole lindas palabras de saludo: “¡hola diablillo! espero que te hayas portado a la altura ¡eh!”
Terry, envolvió en una cobija a su pequeño. Se puso de pie y tomo la maleta de Devén
- Candy te agradezco enormemente. No sé cómo pagarte este favor – la rubia solo ladeo su cabeza y le regalo una tierna mirada – disculpa la tardanza es que…
Las palabras de Terry, fueron calladas por Candy; que con voz algo nerviosa dijo: “Terry los llevare a casa, no traes auto y es noche”. El castaño, por un segundo no comprendió, pero como buen actor, retomo el camino de lo que la rubia quería decir.
- ¡Gracias! ahora te deberé dos favores. ¡Te vienes con Miena! – Terry volvió su mirada, hacia el hombre que se encontraba sentado, en uno de los sofás y enfatizo más sus palabras - ¡para que no te regrese sola! y te cuide
Candy, asintió con su cabeza y de inmediato le puso la correa a Miena. Lewis solo miraba la manera tan familiar, en la que Terry trataba a la rubia.
– ¡oh! que distraída – con un gracioso gesto miro hacia el rubio - Terry, te presento al doctor Dunnes, director del hospital y primo de Alexia – ambos caballeros se dieron la mano. Pero su mirada era de una expresión salvaje.
- Bien, chico ¡vayámonos! – llegando la salida del edificio, Candy con mucha cortesía, se despidió de Lewis. Este tenía la intención, de acompañar a la pecosa. La rubia rápidamente respondió – ¡No! En serio, no hace falta Lewis. Terry vive a unas cuadras de estos suburbios
Al poner el carro en marcha, Candy tomo la calle principal. Terry con el niño en brazos, trataba de ocultar una risita burlona.
- ¡Pecas! si sigues manejando derecho, nos alejaremos más de mi casa – el tono de voz del castaño iba cargado de burla. Terry, encontraba divertido las penurias, por las que pasaba la pecosa – gira en la esquina y retorna a la lateral. Y después me explicaras ¿qué está pasando?
La rubia, todo el camino condujo en silencio. Algo extraño en ella, al ser tan parlanchina. Llegando al apartamento de Terry, este la invito a pasa; Ella se negándose rotundamente. Argumentando que mañana tendría que hacer cosas. Terry la miraba cuestionarte, no le creía ni una pisca.
- Pecas, en esta vida hay una palabra que se llama ¡honestidad! si no te gusta y no hay química, se lo tienes que decir – el castaño respiro – pero si te gusta y hay magia entre ustedes, debes de ser feliz. Eres joven inteligente y ¡espectacular mente hermosa!
- Mañana te espero con Devén – esto lo dijo con voz áspera y a la defensiva. Pues se encontraba totalmente roja. Sentía que las orejas le ardían. A una distancia considerable, la pecosa gritoneo a los cuatro vientos – ¡metido! y tu Miena, no me veas. Que aún no te perdono.
Enero 1921
Los días pasaban rápido, Candy se había ya acostumbrado al pequeño Devén, Terry había ganado el papel para la película francesa.
El guapo inglés, llegaba siempre con la cena a la casa de Candy, pues ella seguí siendo un desastre en la cocina.
Esa tarde comenzó una fuerte nevada. Candy, prendió la calefacción, pero el departamento seguía frió. Decido llevarse a Devén a su habitación y cerrar la puerta. Al volver su mirada a su cama, donde había colocado al niño espeto: “¡Miena! ¡no! ¡baja! No cabemos todos”. Jalaba con fuerza a la perrita, para bajarla de la cama.
Después de un rato. Candy sentada en su sillón, contemplaba el sueño de Miena y Devén. [perrita tramposa]pensaba la rubia, mientras se envolvía más en su cobija
Tocaron a la puerta y Candy entumida por el frió, se condujo a ella con desgano. Al abrirla encontró a su amado inglés. Pálido y titiritando, se encontraba más helado, que un copo de nieve. El al verla enredada en esa cobija; se la arranco de un tirón y se la echo enzima él.
La mirada de la rubia no era serena, quería darle un puntapié. El aun temblando dijo: “¡No te enojes! ¡Pecas está helando!”
- Terry, me gustaría saber ¿Por qué tocas si traes llaves? – con el ceño fruncido cuestionaba la rubia mientras sacaba la cena de las bolsas.
- ¡Bueno pecas! que tal y se encuentra el curandero – Terry soltó unas buenas carcajadas, que al instante fueron calladas por la rubia. Con señas le dijo la pecosa que Devén se encontraba durmiendo. Terry miro al sofá al no mirar a su pequeño cuestiono a Candy – y mi hijo ¿Dónde lo tiene?
- Decidí meter a Devén en la cama ¿te parece? – Candy lo miro aun molesta – Y ya te dije, que es el doctor Dunnes y no el curandero. ¡Y ya hablé con él! Fue una plática muy cordial. ¡Ah! y siempre fuimos amigos
Terry enarco una ceja, no le gustaba ese curandero. El día de la dichosa platica, Candy había estado extraña, a su parecer asustada. Se condujo a la habitación a mirar a su pequeño. Candy mientras calentaba la cena, recordó la plática tan intensa y nada amena, que mantuvo con Lewis.
Flashback
El día que Candy llevo a Terry y a su pequeño, a su departamento. A su regreso encontró a Lewis. Aun la esperaba en el portal del edificio.
- ¡Lewis! ¿Qué haces aun aquí? – las palabras de la rubia iban cargadas de sorpresa
- Te esperaba Candy – Lewis con semblante aparentemente tranquilo, pero con un tono de voz molesto – Podemos entrar a tu apartamento
- ¡No! – tajante nego la rubia – ¡es noche! ¡y no es correcto!
- ¡Bien! ¡entonces hablaremos aquí! – Lewis había subido tres octavas más su voz. Como si quisiera que los vecinos, se enteraran de lo que diría. Miena se colocó frente a la rubia. Estaba lista para atacar.
- Doctor Dunnes, con todo respeto, podría bajar la voz – dijo el portero que le había tomado aprecio a la rubia y la quería ayudar
Lewis respiro profundo y asintió con la cabeza. Se dirigió a la rubia, a una distancia considerable. Pues Miena, no le permitía que diera un paso más cerca a la chica: “Candy, seré honesto. Me gusta y siento algo especial por ti. Cuando Albert llegue, me gustaría que formalizáramos esta relación.
- Lewis ¡no hay ninguna relación! – Candy continuaba serena – Siento mucho que te hayan confundido, por los paseos, las charlas y las visitas.
- Pequeña ¿sabes en lo que te metes? – Candy lo miro confundida – ¡si, ese joven! y sus genes. En la conferencia se dijo que podían ser heredados. Te imaginas, el repudio de la sociedad hacia ti. Cuando tengas un par de hijos iguales.
Algo interno exploto dentro de la rubia, pero solo espeto: “¡no sabes nada Lewis! Qué pena me dan, tus prejuicios sociales”. Tomo la correa de Miena y jalo de ella, con todas sus fuerzas. La perrita no quería moverse.
- ¡Candy! – la furia de Lewis se desato y comenzó a gritar – ¡una cosa es cuidar a su hijo! ¡y otra! ¡es que sean… tus… hijos…! Reacciona, yo te ofrezco una buena vida. ¡Sin hijos! Pero preferible no tenerlos a...
- ¡Cállate, Lewis! – grito la Candy con una rabia interna. Veía como su dios de barro, se desmoronaba.
Miena, echa una furia se abalanzo sobre el hombre; mostrándole sus grueso colmillos. Candy y el portero, sostenían la correa. Lewis seguía gritando un sin fin de idioteces. La pecosa le suplicaba que se fuera. No sabía cuánto tiempo más, podría sujetar a Miena.
- ¡Fuera de aquí! – grito una voz grabe y masculina. Este, que decencia por las escaleras, a toda prisa.
- ¡Albert! – la rubia con lágrimas en los ojos y las manos lastimadas, por la correa de Miena. miraba a su protector con desespero.
Albert con fuerza, tomo la correa de Miena y a su pequeña la metió entre sus brazos. Candy, sintiendo la protección de su padre. Entre sollozos dijo: “¡vete Lewis! vete y no vuelvas ¡Ah! pero escucha, si me tocan en esta vida mil hijos como Devén, tenlo por seguro que los amare”.
Alexia, con lastima miro a su primo, abrió la puerta del edificio y con mucho sentimiento le dijo: “vete Lewis y limpia tus prejuicios”.
Subieron a su apartamento, los tres chicos y una Miena, aun enfurecida. Por la mañana un mensajero del hospital llego. Con dos natas. Una donde no se le permitía a Candy renunciar y otra con una extensa disculpa, por parte de Lewis.
Candy se siguió presentado a su hospital, por las mañanas. Cunado Terry tenia llamado, por las mañanas; se llevaba a Devén al hospital. El niño, se había ganado el corazón de los ancianos, que Candy asistía. Su trato con el doctor Dunnes, ahora solo era laboral.
Terry, jamás se enteró que la dichosa charla. No fue nada amena.
Fin del Flashback
Terry volvió de la habitación, donde estaba dormido su hijo. Con una mueca de angustia miro como Candy. La chica estaba lidiando, para sacar la sopa congelada del bote. Él se aproximó y le quito el bote de las manos
- ¡Lo siento pecas! todo estaba cerrado - la rubia, lo miro y le regalo una bella sonrisa. Entre charlas y bromas, que hacían que explotaran en rizas ahogadas, los jóvenes cenaron
Candy regreso del fregadero y tomo de la mano, de guapo castaño. Mansito como cordero se dejó guiar. Se adentraron en la habitación, donde se encontraba dormido el pequeño. El, miro a su hijo como dormía plácidamente y a un costado estaba Miena, la cual le transmitía su calor.
- ¡Bueno! estamos a mano. Dos calientes y dos fríos – dijo la rubia, con algo de gracia y los brazos en jarra; pero sin dejar de mirar la escena tan tierna.
Terry le tomo de la mano y se condujo hacia el sillón; que estaba dentro de la recamara. sentó a la pecosa en su regazo y la tomo entre sus brazos
- ¿Quieres saber, cómo conocí a Miena? – Candy, asintió emocionada – bueno fue una tarde, en la que Devén lloraba incontrolable. Me encontraba cansado y frustrado, había peleado con una mujer que cuidaría del niño; la muy bruja al verlo dijo que era hijo del mal. la corrí y de pasada le insulta.
- Terry “peleas”. Genio y figura – decía la pecosa, colocando su fría nariz en el cuello del chico.
- Bueno, unos tipos se acercaron y querían dinero, yo pensé si peleo y otro se lleva a mi hijo, no era racional. De la nada una masa de pelos bajo por la pendiente, se interpuso entre los hombres y nosotros, su gruñir fue feroz. En verdad Miena, me dio miedo – las manos del Terry, acariciaban la espalda y brazos de su pecosa.
- Miena siempre ha sido muy territorial. Enojada ¡tiene mucha fuerza! – decía la rubia, mirando hacia donde estaba la perrita. Al volver el rostro, se encontró con los ojos azules más hermosos, que jamás habían vuelto a ver los suyos. Pero con el ceño fruncido. Acciono rápidamente – ¡Bueno… ¡a veces en los paseos… ¡no la controlaba! y su fuerza… y pues ya sabes pues…
Terry la miro incrédulo, y dijo:” Esta bien señorita pecas” [ya me enterare] pensó el castaño; mientras metía su rostro entre la rizada cabellera de la chica, le encantaba su olor. Terry continuo con su relato.
- Los tipos se fuero y Miena se acercó a Devén, él bebe dejo de llorar – Terry tomo el mentón de la pecosa, e hizo que sus rostros se encontraran. Mirando los ojos verde esmeralda que tanto amaba y dijo: “desde ahí Miena, todas las tardes iba a ver al bebe, una tarde no llego y Devén no durmió. Lloraba sin consuelo, al parecer la necesitaba.
Continuara…
Mil gracias por seguir la lectura. Se le quiere mucho
Por: An Le Mon
Octava parte
La manera tan efusiva, con la que el Terry la había saludo. Mantenía a Candy más roja que un jitomate. Ella no puso objeción ante el abrazo apretado, que el castaño le daba. Ni hizo el menor intento por alejarse.
- ¿Cómo se portó Devén? – Terry, muy cercano al oído de la rubia, la cuestionaba. Tal pareciera que no le interesaba, que el invitado fuera participe de su conversación.
Candy con un gesto de la mano lo invito a pasar. Terry tomo asiento en uno de los sofás. Y como todo buen padre, jugueteaba con su pequeño. Diciéndole lindas palabras de saludo: “¡hola diablillo! espero que te hayas portado a la altura ¡eh!”
Terry, envolvió en una cobija a su pequeño. Se puso de pie y tomo la maleta de Devén
- Candy te agradezco enormemente. No sé cómo pagarte este favor – la rubia solo ladeo su cabeza y le regalo una tierna mirada – disculpa la tardanza es que…
Las palabras de Terry, fueron calladas por Candy; que con voz algo nerviosa dijo: “Terry los llevare a casa, no traes auto y es noche”. El castaño, por un segundo no comprendió, pero como buen actor, retomo el camino de lo que la rubia quería decir.
- ¡Gracias! ahora te deberé dos favores. ¡Te vienes con Miena! – Terry volvió su mirada, hacia el hombre que se encontraba sentado, en uno de los sofás y enfatizo más sus palabras - ¡para que no te regrese sola! y te cuide
Candy, asintió con su cabeza y de inmediato le puso la correa a Miena. Lewis solo miraba la manera tan familiar, en la que Terry trataba a la rubia.
– ¡oh! que distraída – con un gracioso gesto miro hacia el rubio - Terry, te presento al doctor Dunnes, director del hospital y primo de Alexia – ambos caballeros se dieron la mano. Pero su mirada era de una expresión salvaje.
- Bien, chico ¡vayámonos! – llegando la salida del edificio, Candy con mucha cortesía, se despidió de Lewis. Este tenía la intención, de acompañar a la pecosa. La rubia rápidamente respondió – ¡No! En serio, no hace falta Lewis. Terry vive a unas cuadras de estos suburbios
Al poner el carro en marcha, Candy tomo la calle principal. Terry con el niño en brazos, trataba de ocultar una risita burlona.
- ¡Pecas! si sigues manejando derecho, nos alejaremos más de mi casa – el tono de voz del castaño iba cargado de burla. Terry, encontraba divertido las penurias, por las que pasaba la pecosa – gira en la esquina y retorna a la lateral. Y después me explicaras ¿qué está pasando?
La rubia, todo el camino condujo en silencio. Algo extraño en ella, al ser tan parlanchina. Llegando al apartamento de Terry, este la invito a pasa; Ella se negándose rotundamente. Argumentando que mañana tendría que hacer cosas. Terry la miraba cuestionarte, no le creía ni una pisca.
- Pecas, en esta vida hay una palabra que se llama ¡honestidad! si no te gusta y no hay química, se lo tienes que decir – el castaño respiro – pero si te gusta y hay magia entre ustedes, debes de ser feliz. Eres joven inteligente y ¡espectacular mente hermosa!
- Mañana te espero con Devén – esto lo dijo con voz áspera y a la defensiva. Pues se encontraba totalmente roja. Sentía que las orejas le ardían. A una distancia considerable, la pecosa gritoneo a los cuatro vientos – ¡metido! y tu Miena, no me veas. Que aún no te perdono.
Enero 1921
Los días pasaban rápido, Candy se había ya acostumbrado al pequeño Devén, Terry había ganado el papel para la película francesa.
El guapo inglés, llegaba siempre con la cena a la casa de Candy, pues ella seguí siendo un desastre en la cocina.
Esa tarde comenzó una fuerte nevada. Candy, prendió la calefacción, pero el departamento seguía frió. Decido llevarse a Devén a su habitación y cerrar la puerta. Al volver su mirada a su cama, donde había colocado al niño espeto: “¡Miena! ¡no! ¡baja! No cabemos todos”. Jalaba con fuerza a la perrita, para bajarla de la cama.
Después de un rato. Candy sentada en su sillón, contemplaba el sueño de Miena y Devén. [perrita tramposa]pensaba la rubia, mientras se envolvía más en su cobija
Tocaron a la puerta y Candy entumida por el frió, se condujo a ella con desgano. Al abrirla encontró a su amado inglés. Pálido y titiritando, se encontraba más helado, que un copo de nieve. El al verla enredada en esa cobija; se la arranco de un tirón y se la echo enzima él.
La mirada de la rubia no era serena, quería darle un puntapié. El aun temblando dijo: “¡No te enojes! ¡Pecas está helando!”
- Terry, me gustaría saber ¿Por qué tocas si traes llaves? – con el ceño fruncido cuestionaba la rubia mientras sacaba la cena de las bolsas.
- ¡Bueno pecas! que tal y se encuentra el curandero – Terry soltó unas buenas carcajadas, que al instante fueron calladas por la rubia. Con señas le dijo la pecosa que Devén se encontraba durmiendo. Terry miro al sofá al no mirar a su pequeño cuestiono a Candy – y mi hijo ¿Dónde lo tiene?
- Decidí meter a Devén en la cama ¿te parece? – Candy lo miro aun molesta – Y ya te dije, que es el doctor Dunnes y no el curandero. ¡Y ya hablé con él! Fue una plática muy cordial. ¡Ah! y siempre fuimos amigos
Terry enarco una ceja, no le gustaba ese curandero. El día de la dichosa platica, Candy había estado extraña, a su parecer asustada. Se condujo a la habitación a mirar a su pequeño. Candy mientras calentaba la cena, recordó la plática tan intensa y nada amena, que mantuvo con Lewis.
Flashback
El día que Candy llevo a Terry y a su pequeño, a su departamento. A su regreso encontró a Lewis. Aun la esperaba en el portal del edificio.
- ¡Lewis! ¿Qué haces aun aquí? – las palabras de la rubia iban cargadas de sorpresa
- Te esperaba Candy – Lewis con semblante aparentemente tranquilo, pero con un tono de voz molesto – Podemos entrar a tu apartamento
- ¡No! – tajante nego la rubia – ¡es noche! ¡y no es correcto!
- ¡Bien! ¡entonces hablaremos aquí! – Lewis había subido tres octavas más su voz. Como si quisiera que los vecinos, se enteraran de lo que diría. Miena se colocó frente a la rubia. Estaba lista para atacar.
- Doctor Dunnes, con todo respeto, podría bajar la voz – dijo el portero que le había tomado aprecio a la rubia y la quería ayudar
Lewis respiro profundo y asintió con la cabeza. Se dirigió a la rubia, a una distancia considerable. Pues Miena, no le permitía que diera un paso más cerca a la chica: “Candy, seré honesto. Me gusta y siento algo especial por ti. Cuando Albert llegue, me gustaría que formalizáramos esta relación.
- Lewis ¡no hay ninguna relación! – Candy continuaba serena – Siento mucho que te hayan confundido, por los paseos, las charlas y las visitas.
- Pequeña ¿sabes en lo que te metes? – Candy lo miro confundida – ¡si, ese joven! y sus genes. En la conferencia se dijo que podían ser heredados. Te imaginas, el repudio de la sociedad hacia ti. Cuando tengas un par de hijos iguales.
Algo interno exploto dentro de la rubia, pero solo espeto: “¡no sabes nada Lewis! Qué pena me dan, tus prejuicios sociales”. Tomo la correa de Miena y jalo de ella, con todas sus fuerzas. La perrita no quería moverse.
- ¡Candy! – la furia de Lewis se desato y comenzó a gritar – ¡una cosa es cuidar a su hijo! ¡y otra! ¡es que sean… tus… hijos…! Reacciona, yo te ofrezco una buena vida. ¡Sin hijos! Pero preferible no tenerlos a...
- ¡Cállate, Lewis! – grito la Candy con una rabia interna. Veía como su dios de barro, se desmoronaba.
Miena, echa una furia se abalanzo sobre el hombre; mostrándole sus grueso colmillos. Candy y el portero, sostenían la correa. Lewis seguía gritando un sin fin de idioteces. La pecosa le suplicaba que se fuera. No sabía cuánto tiempo más, podría sujetar a Miena.
- ¡Fuera de aquí! – grito una voz grabe y masculina. Este, que decencia por las escaleras, a toda prisa.
- ¡Albert! – la rubia con lágrimas en los ojos y las manos lastimadas, por la correa de Miena. miraba a su protector con desespero.
Albert con fuerza, tomo la correa de Miena y a su pequeña la metió entre sus brazos. Candy, sintiendo la protección de su padre. Entre sollozos dijo: “¡vete Lewis! vete y no vuelvas ¡Ah! pero escucha, si me tocan en esta vida mil hijos como Devén, tenlo por seguro que los amare”.
Alexia, con lastima miro a su primo, abrió la puerta del edificio y con mucho sentimiento le dijo: “vete Lewis y limpia tus prejuicios”.
Subieron a su apartamento, los tres chicos y una Miena, aun enfurecida. Por la mañana un mensajero del hospital llego. Con dos natas. Una donde no se le permitía a Candy renunciar y otra con una extensa disculpa, por parte de Lewis.
Candy se siguió presentado a su hospital, por las mañanas. Cunado Terry tenia llamado, por las mañanas; se llevaba a Devén al hospital. El niño, se había ganado el corazón de los ancianos, que Candy asistía. Su trato con el doctor Dunnes, ahora solo era laboral.
Terry, jamás se enteró que la dichosa charla. No fue nada amena.
Fin del Flashback
Terry volvió de la habitación, donde estaba dormido su hijo. Con una mueca de angustia miro como Candy. La chica estaba lidiando, para sacar la sopa congelada del bote. Él se aproximó y le quito el bote de las manos
- ¡Lo siento pecas! todo estaba cerrado - la rubia, lo miro y le regalo una bella sonrisa. Entre charlas y bromas, que hacían que explotaran en rizas ahogadas, los jóvenes cenaron
Candy regreso del fregadero y tomo de la mano, de guapo castaño. Mansito como cordero se dejó guiar. Se adentraron en la habitación, donde se encontraba dormido el pequeño. El, miro a su hijo como dormía plácidamente y a un costado estaba Miena, la cual le transmitía su calor.
- ¡Bueno! estamos a mano. Dos calientes y dos fríos – dijo la rubia, con algo de gracia y los brazos en jarra; pero sin dejar de mirar la escena tan tierna.
Terry le tomo de la mano y se condujo hacia el sillón; que estaba dentro de la recamara. sentó a la pecosa en su regazo y la tomo entre sus brazos
- ¿Quieres saber, cómo conocí a Miena? – Candy, asintió emocionada – bueno fue una tarde, en la que Devén lloraba incontrolable. Me encontraba cansado y frustrado, había peleado con una mujer que cuidaría del niño; la muy bruja al verlo dijo que era hijo del mal. la corrí y de pasada le insulta.
- Terry “peleas”. Genio y figura – decía la pecosa, colocando su fría nariz en el cuello del chico.
- Bueno, unos tipos se acercaron y querían dinero, yo pensé si peleo y otro se lleva a mi hijo, no era racional. De la nada una masa de pelos bajo por la pendiente, se interpuso entre los hombres y nosotros, su gruñir fue feroz. En verdad Miena, me dio miedo – las manos del Terry, acariciaban la espalda y brazos de su pecosa.
- Miena siempre ha sido muy territorial. Enojada ¡tiene mucha fuerza! – decía la rubia, mirando hacia donde estaba la perrita. Al volver el rostro, se encontró con los ojos azules más hermosos, que jamás habían vuelto a ver los suyos. Pero con el ceño fruncido. Acciono rápidamente – ¡Bueno… ¡a veces en los paseos… ¡no la controlaba! y su fuerza… y pues ya sabes pues…
Terry la miro incrédulo, y dijo:” Esta bien señorita pecas” [ya me enterare] pensó el castaño; mientras metía su rostro entre la rizada cabellera de la chica, le encantaba su olor. Terry continuo con su relato.
- Los tipos se fuero y Miena se acercó a Devén, él bebe dejo de llorar – Terry tomo el mentón de la pecosa, e hizo que sus rostros se encontraran. Mirando los ojos verde esmeralda que tanto amaba y dijo: “desde ahí Miena, todas las tardes iba a ver al bebe, una tarde no llego y Devén no durmió. Lloraba sin consuelo, al parecer la necesitaba.
Continuara…
Mil gracias por seguir la lectura. Se le quiere mucho