Compañera, usted sabe puede contar conmigo.
No hasta dos o hasta diez, sino contar conmigo
si alguna vez advierte que la miro a los ojos
y una veta de amor, reconoce en los míos.
No alerte sus fusiles, ni piense qué delirio
a pesar de la veta. O tal vez porque existe
usted, puede contar conmigo
Si otras veces me encuentra huraño, sin motivo, no piense qué flojera,
igual puede contar conmigo
pero hagamos un trato, yo quisiera contar
con usted. Es tan lindo saber que usted existe, uno se siente vivo.
y cuando digo esto, quiero decir contar.
Aunque sea hasta dos, aunque sea hasta cinco.
No ya para que acuda presurosa, en mi auxilio.
Sino para saber a ciencia cierta, que usted sabe que puede contar conmigo.
No hasta dos o hasta diez, sino contar conmigo
si alguna vez advierte que la miro a los ojos
y una veta de amor, reconoce en los míos.
No alerte sus fusiles, ni piense qué delirio
a pesar de la veta. O tal vez porque existe
usted, puede contar conmigo
Si otras veces me encuentra huraño, sin motivo, no piense qué flojera,
igual puede contar conmigo
pero hagamos un trato, yo quisiera contar
con usted. Es tan lindo saber que usted existe, uno se siente vivo.
y cuando digo esto, quiero decir contar.
Aunque sea hasta dos, aunque sea hasta cinco.
No ya para que acuda presurosa, en mi auxilio.
Sino para saber a ciencia cierta, que usted sabe que puede contar conmigo.
Para mi Amiga Miena
Por: An Le Mon
Cuarta Parte
Candy, con un rápido movimiento lo tomo del brazo. Le dio un pequeño apretón, para llamar la atención del rubio
- ¡Bert! – con coquetería dijo su nombre [¿qué haces? ¿estás loca?] sus pensamientos hicieron mulla rápidamente en su cabeza. Apena musito, con un tono de voz más discreto – me podrías servir un poco más de vino
El frió del vino, traspaso por la copa de cristal. La chica llevo a su cien la copa y ahí le dejo, por unos instantes. Sentía vergüenza, por su tonta actuad.
- ¿Te duele la cabeza? – pregunto Alexia, al mirar la acción que realizaba la pecosa - ¡Candy! note sentirás solo. Yo vivo algo cerca a tu domicilio
Alexia, quería llenaba de confianza a la pequeña rubia. La cual se sentía peor que un gusano. Escuchar su triste conciencia llena de amargura, la flagelaba internamente. Ahora entendía a Eliza, pero no deseaba ser como ella
- Te agradezco tanto Alexia – la rubia se levantó y tomo su copa – ¡Quiero hacer un brindis! – miro hacia el rubio – ¡por ti Albert! por haber encontrado en tu camino a este hermoso ángel – se volvió hacia la chica – ¡por ti Alexia! gracias por amar a Albert y ofrecerme tu compañía
("Salud") chocaron sus copas y entre rizas y bromas continuaron su buena cena.
Al día siguiente, Candy acomoda su ropa en el armario. Miena miraba insistente un par de zapatillas. Sigilosamente comenzó a arrastrarse, para llegar al lugar donde se encontraba, su nueva presa. A unos centímetros de tirar el tarascazo, Candy se volvió rápidamente y mostró a Miena un hermoso listón rojo
- ¿Así que se te antojo mi zapatilla? ¡Miena! – la rubia tenía una sonrisa maliciosa y saco una linda caja llena de listones. Miena la miraba retadora, tomo uno de color dorado y lo olfateo, imitaba burlona a la perrita – entonces yo quiero ¿qué tal este?
Miena salió de la habitación. No sin antes da una última mirada al par de zapatillas.
- ¡Miena! – grito Candy. Miena dio un salto y se volvió a verla , la pecosa ya estaba con las zapatillas en la mano – ¡ni se te ocurra! recuerda que no se cocinar, pero te are un buen caldo
La perrita Miena, salió como rayo de la recama y se metió tras el sofá del estudio. La rubio dio un suspiro, miraba con preocupación sus zapatillas [usted se van a la parte más alta ] trepo a un banquillo y las coloco en la parte alta del armario.
Septiembre 1920
El tiempo había volado, entre las salidas con Albert y Alexia. Candy no había sentido tan duro el cambio de ciudad, tenía plena confianza en que esto era bueno. Hasta se había animado a salir con Miena a la Plaza Brasil.
Sus salidas con Alexia eran largas, a la chica le encantaba andar de tienda en tienda. Para Candy esto le resultaba agitador. Ella al estar acostumbrada a los pequeños lugares, sentía algo de desesperación, con las apretadas multitudes que se reunían en el mercado central.
Alexia, se había dado a la tarea de mostrarle a la pecosa. Donde compraría sus víveres, enseres y otras cosas.
- ¡Bueno linda! ¡esta fue una travesía! – decía Alexia, dejándose caer en el sofá del apartamento de la rubia – pero no creas que esto es peculiar para mí
Candy, que venía de la cocina con una jarra de limonada y unos vasos, la miro confundida. El recorrido de esas dos semanas podría decir lo contrario
- ¡No me mires así querida! esto fue nuevo para mí también – Alexia dio un trago a su limonada – Yo trabajo en el banco de mi padre y estas dos semanas, las tome como vacaciones. Y ahora que ya te veo más segura, retomo mi trabajo. No te angusties, yo te daré unas visitas y tu puedes ir a la casa de mis padres.
El semblante de la pecosa se entristeció, ante lo dicho
- ¡Candy! – inclinándose hacia la rubia, Alexia le tomo de las manos – me gustaría que fueras mi dama de honor ¡Di que sí por favor! Serias la dama, más hermosa que jamás se ha visto
- ¡Claro que sí! – la rubia poso una tierna sonrisa.
- ¡Gracias ¡- Alexia, se levantó y tomo en un fuerte abrazo, a la rubia. Daba vueltas con ella y gritaba eufórica – ¡Me casare con un hombre maravilloso! que tiene una hija linda, e ¡igual de maravillosa que el!
Después de un rato, Alexia se despidió de la pecosa, dejándola sola con sus pensamientos. Eso era lo que más le aterraba. Su negros y negativos pensamientos. Tomo deprisa la correa de Miena, las llaves de su auto y salió como si la persiguieran
( "si fueras más lista, te aseguro que la novia fueses tu") mientras bajaba por el elevador, su conciencia poseída por la maldad de Eliza, la turbaba ("mañana, cuando Albert…")
- ¡Ya! – grito la rubia. Haciendo que Miena pegara un salto, de inmediato la perrita se puso en alerta. Pensaba que la rubia era atacada por alguien y la rodeo. Salió despavorida del elevador, no podía creer que su conciencia, estuviera tan contaminada
Se subieron a su auto. Y sin rumbo fijo, tomo camino llegando a un lindo bosque. Era hermoso, olía a yerba fresca. El aire que corría apaciguaba sus trémulos y despiadados pensamiento. Comenzó a caminar con Miena y a lo lejos miro una frondoso y enorme árbol.
Atraída por los recuerdos, que ese árbol le pintaba en su memora, se encamino a él. Ahí iba ella, como luciérnaga llamada por la luz. Detuvo su andar, al mirar a un caballero, el cual tenía a su lado un lindo carrito de bebe.
No quería ser impertinente y mucho menos, que se intimidara con Miena. Volvió su camino, para dirigió al otro lado del bosque. Pero el crujir de una hoja de papel, hizo que volviera su mirada hacia el caballero.
Miro como el hombre flexionando su cuerpo, recargando su cabeza en las rodillas. Se le veía abatido. [al parecer no soy la única que carga un costal. Tal vez sea el momento que escuche la razón] pensaba con tristeza la rubia ("reír será un lujo que olvidaremos ¿lo sabes? ¡Qué cómodo no! nos engañamos y le echamos la culpa a la razón")
La rubia se dirigió a su automóvil, acompañada de Miena, su recriminadora conciencia y unas lágrimas, que se desbordaban por sus ojos [mi alma, quisiera verte. Mi engreído inglés, aun, aun...] echo en marcha el auto y condujo a su apartamento
Días después…
El momento de presentarse en su nuevo trabajo, había llegado. La rubia. se encontraba a las afueras de hospital céntrico. Estaba muy nerviosa, caminaba de un lado a otro. La manera en que pensaba no eran nada positiva, aun no superaba la manera en que había perdido, su antiguo trabajo
- ¡Buenos días, bella dama! – el saludo llamo la atención de la rubia. Volvió su mirada y se encontró, con el guapo caballero maduro que había conocido en el tren
- Buenas tardes ¡em! – la rubia despistada, había olvidado el nombre del caballero
- ¡Lewis Dunnes! – una hermosa y sensual sonrisa se posaba en el rostro de cabalero – ¡se te olvido mi nombre! ¿a que sí? Dime ¿tienes algún familiar enfermo?
Lewis, con toda soltura y sin inmutarse, cuestionaba a la rubia
- ¡no! – las mejillas de la pecosa, se encontraban muy sonrojada. Nerviosa se alejó uno pasos del caballero. No podía emitir ninguna palabra
Sin pedir permiso, Lewis le tomo de brazo y la condujo al parque. El cual se encontraba frente al hospital. La rubia al sentir el toque de ese fuerte y varonil brazo, se erizo de pies a cabeza. Sin objetar, Candy, se dejó guiar por el caballero.
tomaron asiento y Lewis, con una postura relajada, comenzó la conversación:
¡Sé que no me conoces! y nos es fácil hablar con desconocido ¿pero si te puedo ayudar? – la mida limpia y franca que Candy, encontró en Lewis, hizo que confiara en el
- Bueno ¿Lewis? – el caballero sonrió, al escuchar su nombre en una pregunta. Esa mueca sarcástica del caballero hizo enfurecer a la rubia – ¡espere caballero! ¡no pongas esa sonrisa! ¡no es lo que te imaginas ¡
- ¿Y qué me imagino? ¿Candy? – Lewis le seguía embromando
- ¡No lo sé! pero déjeme decirle, que siempre recuerdo rostros y nombres – algo ya más relajada y con superioridad, la rubia hacía gala de sus capacidades
- ¡Ah! eso es un buen atributo, que complementa su belleza – la rubia se volvió a sonrojas. Las palabras del caballero, eran galantes y con su toque de seriedad, hacían que no fuese vulgar el elogio – Bien ¿ya me contaras lo que haces por aquí? ¡ha! ¿y cómo esta Miena?
Candy, comenzó por contarle sobre su profesión y los motivos, por los que se encontraba ahí. Le platico sobre su terrible despido, en el hospital de Chicago. Su temor a ser rechazada y finalizo contando de su a Miena. La historian que las unía y lo bien que se encontraba.
Lewis, se colocó de pie y ofreció su brazo a la chica. Ella lo miro incrédula, pero aun así acepto tomarle del brazo; comenzaron a caminar hacia el hospital. Se adentraron a en el recinto. La rubia, estaba demasiado angustiada, apenada y preocupada. La actitud de Lewis, la tenia sorprendida
- ¡Buenos días, doctor Dunne! – una linda enfermera pelirroja, de ojos azules, saludo cordialmente al caballero.
Candy, lo miro más confundida
Continuara
Nota: los personajes perteneces a Kyoko Mizuki y Yumiko Igarashi. Fueron tomados con todo respeto. Para realizar esta historia sin fines de lucro.
Por: An Le Mon
Cuarta Parte
Candy, con un rápido movimiento lo tomo del brazo. Le dio un pequeño apretón, para llamar la atención del rubio
- ¡Bert! – con coquetería dijo su nombre [¿qué haces? ¿estás loca?] sus pensamientos hicieron mulla rápidamente en su cabeza. Apena musito, con un tono de voz más discreto – me podrías servir un poco más de vino
El frió del vino, traspaso por la copa de cristal. La chica llevo a su cien la copa y ahí le dejo, por unos instantes. Sentía vergüenza, por su tonta actuad.
- ¿Te duele la cabeza? – pregunto Alexia, al mirar la acción que realizaba la pecosa - ¡Candy! note sentirás solo. Yo vivo algo cerca a tu domicilio
Alexia, quería llenaba de confianza a la pequeña rubia. La cual se sentía peor que un gusano. Escuchar su triste conciencia llena de amargura, la flagelaba internamente. Ahora entendía a Eliza, pero no deseaba ser como ella
- Te agradezco tanto Alexia – la rubia se levantó y tomo su copa – ¡Quiero hacer un brindis! – miro hacia el rubio – ¡por ti Albert! por haber encontrado en tu camino a este hermoso ángel – se volvió hacia la chica – ¡por ti Alexia! gracias por amar a Albert y ofrecerme tu compañía
("Salud") chocaron sus copas y entre rizas y bromas continuaron su buena cena.
Al día siguiente, Candy acomoda su ropa en el armario. Miena miraba insistente un par de zapatillas. Sigilosamente comenzó a arrastrarse, para llegar al lugar donde se encontraba, su nueva presa. A unos centímetros de tirar el tarascazo, Candy se volvió rápidamente y mostró a Miena un hermoso listón rojo
- ¿Así que se te antojo mi zapatilla? ¡Miena! – la rubia tenía una sonrisa maliciosa y saco una linda caja llena de listones. Miena la miraba retadora, tomo uno de color dorado y lo olfateo, imitaba burlona a la perrita – entonces yo quiero ¿qué tal este?
Miena salió de la habitación. No sin antes da una última mirada al par de zapatillas.
- ¡Miena! – grito Candy. Miena dio un salto y se volvió a verla , la pecosa ya estaba con las zapatillas en la mano – ¡ni se te ocurra! recuerda que no se cocinar, pero te are un buen caldo
La perrita Miena, salió como rayo de la recama y se metió tras el sofá del estudio. La rubio dio un suspiro, miraba con preocupación sus zapatillas [usted se van a la parte más alta ] trepo a un banquillo y las coloco en la parte alta del armario.
Septiembre 1920
El tiempo había volado, entre las salidas con Albert y Alexia. Candy no había sentido tan duro el cambio de ciudad, tenía plena confianza en que esto era bueno. Hasta se había animado a salir con Miena a la Plaza Brasil.
Sus salidas con Alexia eran largas, a la chica le encantaba andar de tienda en tienda. Para Candy esto le resultaba agitador. Ella al estar acostumbrada a los pequeños lugares, sentía algo de desesperación, con las apretadas multitudes que se reunían en el mercado central.
Alexia, se había dado a la tarea de mostrarle a la pecosa. Donde compraría sus víveres, enseres y otras cosas.
- ¡Bueno linda! ¡esta fue una travesía! – decía Alexia, dejándose caer en el sofá del apartamento de la rubia – pero no creas que esto es peculiar para mí
Candy, que venía de la cocina con una jarra de limonada y unos vasos, la miro confundida. El recorrido de esas dos semanas podría decir lo contrario
- ¡No me mires así querida! esto fue nuevo para mí también – Alexia dio un trago a su limonada – Yo trabajo en el banco de mi padre y estas dos semanas, las tome como vacaciones. Y ahora que ya te veo más segura, retomo mi trabajo. No te angusties, yo te daré unas visitas y tu puedes ir a la casa de mis padres.
El semblante de la pecosa se entristeció, ante lo dicho
- ¡Candy! – inclinándose hacia la rubia, Alexia le tomo de las manos – me gustaría que fueras mi dama de honor ¡Di que sí por favor! Serias la dama, más hermosa que jamás se ha visto
- ¡Claro que sí! – la rubia poso una tierna sonrisa.
- ¡Gracias ¡- Alexia, se levantó y tomo en un fuerte abrazo, a la rubia. Daba vueltas con ella y gritaba eufórica – ¡Me casare con un hombre maravilloso! que tiene una hija linda, e ¡igual de maravillosa que el!
Después de un rato, Alexia se despidió de la pecosa, dejándola sola con sus pensamientos. Eso era lo que más le aterraba. Su negros y negativos pensamientos. Tomo deprisa la correa de Miena, las llaves de su auto y salió como si la persiguieran
( "si fueras más lista, te aseguro que la novia fueses tu") mientras bajaba por el elevador, su conciencia poseída por la maldad de Eliza, la turbaba ("mañana, cuando Albert…")
- ¡Ya! – grito la rubia. Haciendo que Miena pegara un salto, de inmediato la perrita se puso en alerta. Pensaba que la rubia era atacada por alguien y la rodeo. Salió despavorida del elevador, no podía creer que su conciencia, estuviera tan contaminada
Se subieron a su auto. Y sin rumbo fijo, tomo camino llegando a un lindo bosque. Era hermoso, olía a yerba fresca. El aire que corría apaciguaba sus trémulos y despiadados pensamiento. Comenzó a caminar con Miena y a lo lejos miro una frondoso y enorme árbol.
Atraída por los recuerdos, que ese árbol le pintaba en su memora, se encamino a él. Ahí iba ella, como luciérnaga llamada por la luz. Detuvo su andar, al mirar a un caballero, el cual tenía a su lado un lindo carrito de bebe.
No quería ser impertinente y mucho menos, que se intimidara con Miena. Volvió su camino, para dirigió al otro lado del bosque. Pero el crujir de una hoja de papel, hizo que volviera su mirada hacia el caballero.
Miro como el hombre flexionando su cuerpo, recargando su cabeza en las rodillas. Se le veía abatido. [al parecer no soy la única que carga un costal. Tal vez sea el momento que escuche la razón] pensaba con tristeza la rubia ("reír será un lujo que olvidaremos ¿lo sabes? ¡Qué cómodo no! nos engañamos y le echamos la culpa a la razón")
La rubia se dirigió a su automóvil, acompañada de Miena, su recriminadora conciencia y unas lágrimas, que se desbordaban por sus ojos [mi alma, quisiera verte. Mi engreído inglés, aun, aun...] echo en marcha el auto y condujo a su apartamento
Días después…
El momento de presentarse en su nuevo trabajo, había llegado. La rubia. se encontraba a las afueras de hospital céntrico. Estaba muy nerviosa, caminaba de un lado a otro. La manera en que pensaba no eran nada positiva, aun no superaba la manera en que había perdido, su antiguo trabajo
- ¡Buenos días, bella dama! – el saludo llamo la atención de la rubia. Volvió su mirada y se encontró, con el guapo caballero maduro que había conocido en el tren
- Buenas tardes ¡em! – la rubia despistada, había olvidado el nombre del caballero
- ¡Lewis Dunnes! – una hermosa y sensual sonrisa se posaba en el rostro de cabalero – ¡se te olvido mi nombre! ¿a que sí? Dime ¿tienes algún familiar enfermo?
Lewis, con toda soltura y sin inmutarse, cuestionaba a la rubia
- ¡no! – las mejillas de la pecosa, se encontraban muy sonrojada. Nerviosa se alejó uno pasos del caballero. No podía emitir ninguna palabra
Sin pedir permiso, Lewis le tomo de brazo y la condujo al parque. El cual se encontraba frente al hospital. La rubia al sentir el toque de ese fuerte y varonil brazo, se erizo de pies a cabeza. Sin objetar, Candy, se dejó guiar por el caballero.
tomaron asiento y Lewis, con una postura relajada, comenzó la conversación:
¡Sé que no me conoces! y nos es fácil hablar con desconocido ¿pero si te puedo ayudar? – la mida limpia y franca que Candy, encontró en Lewis, hizo que confiara en el
- Bueno ¿Lewis? – el caballero sonrió, al escuchar su nombre en una pregunta. Esa mueca sarcástica del caballero hizo enfurecer a la rubia – ¡espere caballero! ¡no pongas esa sonrisa! ¡no es lo que te imaginas ¡
- ¿Y qué me imagino? ¿Candy? – Lewis le seguía embromando
- ¡No lo sé! pero déjeme decirle, que siempre recuerdo rostros y nombres – algo ya más relajada y con superioridad, la rubia hacía gala de sus capacidades
- ¡Ah! eso es un buen atributo, que complementa su belleza – la rubia se volvió a sonrojas. Las palabras del caballero, eran galantes y con su toque de seriedad, hacían que no fuese vulgar el elogio – Bien ¿ya me contaras lo que haces por aquí? ¡ha! ¿y cómo esta Miena?
Candy, comenzó por contarle sobre su profesión y los motivos, por los que se encontraba ahí. Le platico sobre su terrible despido, en el hospital de Chicago. Su temor a ser rechazada y finalizo contando de su a Miena. La historian que las unía y lo bien que se encontraba.
Lewis, se colocó de pie y ofreció su brazo a la chica. Ella lo miro incrédula, pero aun así acepto tomarle del brazo; comenzaron a caminar hacia el hospital. Se adentraron a en el recinto. La rubia, estaba demasiado angustiada, apenada y preocupada. La actitud de Lewis, la tenia sorprendida
- ¡Buenos días, doctor Dunne! – una linda enfermera pelirroja, de ojos azules, saludo cordialmente al caballero.
Candy, lo miro más confundida
Continuara
Nota: los personajes perteneces a Kyoko Mizuki y Yumiko Igarashi. Fueron tomados con todo respeto. Para realizar esta historia sin fines de lucro.
Última edición por an le mon el Dom Jul 14, 2019 7:21 pm, editado 1 vez