Y él le pregunto al oído: “mi amor ¿Dónde estabas?
durante todo el tiempo, que yo tanto te busqué”
Ella le contesto: “lo siento es que estuve ocupada”
aunque para serte sincera, ahora no entiendo en qué.
La noche se hizo día, pero no se fue la luna,
se quedó a verlos apoyada en el hombro del sol.
Alumbrarles con fuerza brilla todo el día.
y cuando llegue la noche yo, sellare su pasión.
Dos extraños bailando bajo la luna,
se convierten en amantes al compás,
de esa extraña melodía, que algunos llaman destino;
y otros prefieren llamar casualidad.
Melendit ft Ha*Ash
durante todo el tiempo, que yo tanto te busqué”
Ella le contesto: “lo siento es que estuve ocupada”
aunque para serte sincera, ahora no entiendo en qué.
La noche se hizo día, pero no se fue la luna,
se quedó a verlos apoyada en el hombro del sol.
Alumbrarles con fuerza brilla todo el día.
y cuando llegue la noche yo, sellare su pasión.
Dos extraños bailando bajo la luna,
se convierten en amantes al compás,
de esa extraña melodía, que algunos llaman destino;
y otros prefieren llamar casualidad.
Melendit ft Ha*Ash
Para mi Amiga Miena
Por: An Le Mon
Novena parte
Un silencio se pronunció en la alcoba, sus rostros se acercaron más y el chico tomo posesión; de los dulces labios de la rubia. El calor que sus cuerpos sentían era reconfortable. Terry se levantó con Candy en brazos y salieron de la alcoba.
Sus miradas delataban el gran amor, que aun existía en sus corazón y las ansias; que tenían ambos por juntar sus cuerpos y entregarse sus almas en la cima del cielo. El castaño, no dejaba de besar a la rubia. Ella se dejó perder, asiendo a un lado todo pudor y su razón, esta vez solo escucho su corazón
Entraron a la habitación contigua, sus cuerpos se entregaron suave y delicadamente. Si se pudiera describir metafóricamente esa noche, seria como si como dos almas chocaran entre sí; sacando chispas y creando fuego ardiente. Ella sintió alcanzar la gloria. Para él, fue como tener la blanca luna entre sus manos.
A la mañana siguiente. Terry se despertó algo tarde, casi al medio día. Por la fuerte nevada, se había suspendido todo tipo de labores. Sentía un aroma delicioso, emanaba de sus manos, de su cuerpo, se había impregnado de ella; de su rubia tarzán pecosa.
Se levantó de la cama aun adormilado, al salir de la habitación, sintió el olor a hogar. Se condujo a donde una tierna vocecita cantaba acompañando a la de su pecosa: “Tortitas, tortitas, tortitas de maíz. Con mucha azúcar blanca y granitos de anís”
Terry miraba ese tierno momento; Candy tomaba de las manos a Devén y al ritmo de la melodía que cantaban, él bebe daba sus primeros pasos. Terry con la mirada empañada por sus lágrimas, miraba lo que el jamás pensó posible. Su hijo al parecer, podría llevar una vida normal a su manera.
- ¿Que hacen pecosa? – pregunto Terry, en cuanto su sentimiento se había reajustado
- ¡Mira, Terry! él bebe camina y habla – contesto Candy muy entusiasmada – ¡bueno, camina con ayuda! Y sus palabritas son cortadas. Pero te aseguro, que en un par de semana lo hará solo y mejor.
Terry camino así Candy. La chica sentaba a Devén, sobre la alfombra a lado de Miena. El castaño la tomo entre sus brazos y le susurró al oído: “¡gracias hermosa! Te prometo que en cuanto pase esta nevada, iremos al primer juzgado y te haré mi esposa, por todas las leyes”.
la rubia sonrió y lo miro llena de amor.
- ¡Te amo Terry! – recargo su cabeza sobre el pecho del joven – pero bueno, también agradécele a Miena. Ella comenzó, a sentar a Devén.
Terry la miro incrédulo y algo renuente. Soltó a la rubia y se condujo a la cocina. Ahí comenzó a servir los platos
- ¿Que pasa Terry? – pregunto la rubia algo confundida
- Nada. ¡Solo que me rehusó agradecerle a Miena! – Candy lo miro molesta – ¿Qué te parece si esta noche, te agradezco a ti? ¡por mí, por Devén, por Miena y por toda la humanidad!
Eso sí que fue fuego en los ojos del chico, haciendo que la rubia se sonrojara, hasta la raíz del cabello.
Tres meses habían pasado. Candy y Terry se habían casado. Así, a su manera, sin avisar y por amor. La rubia no se sentía bien. Le dolía su cuerpo, ella decía que tal vez era algún resfriado, nada de importancia. Devén tenia fiebre alta y Terry estaba grabando las últimas escenas de su película.
Candy sintió un fuerte mareo y cayó al piso desmayada. Miena inteligente como era, logro abrir la puerta de apartamento. Bajo y a punta de ladridos, hizo que el portero subiera. El señor se acercó a la joven, al no ver reacción se condujo al cuarto, donde se sabía está el pequeño Devén, al verle delirante, salió rumbo al teléfono y pidiendo una ambulancia.
Cuando eran sacados del apartamento, Miena trepo a la ambulancia y no la pudieron bajar, llevándola así también con ellos. Devén entro a una cámara de aire, pues sus pulmones no trabajaban normales. Candy solo paso por aun checo de laboratorio y Miena se encontraba a las afueras del hospital.
El doctor Dunnes, de inmediato llamo a Albert, para informarle de su hija. El rubio al estar cercano a la cuidad, llego tan pronto como pudo. Pero en la sala de espera, ya se encontraba Terry.
- ¡Terry! amigo – Albert lo saludo con gran cariño al castaño. dándole un fuerte abrazo.
- ¡Albert! ¿cómo estás? ¿quién te aviso? – el castaño se encontraba nervioso, sabía bien que lo que habían echo estaba mal, sin rodeos se acercó a rubio – Albert amigo ¡tengo que hablar contigo! Hay algunas cosas importantes, que debes saber. Una de ellas…
Terry sentía las manos húmedas y de su frente emanaba algo de sudor. Respiro hondo y soltó lo que diría, junto con el aire: “¡Candy y yo, nos casamos hace tres meses! Y hay más”.
El rubio abrió grandes sus ojos, pues el relato de todos los acontecimientos, que Terry le narraba lo tenía estupefacto. Literalmente no daba crédito a todo lo que Terry le contaba.
- Terry, bueno es mucha información, para una sola charlar amigo. Pero te felicito, eres el mejor ser humano que jamás…- Terry elevo su mano, gesto que hizo que Albert parar su hablar.
- ¡Albert! este gran ser humano ¡embarazo a tu pequeña! – Terry dio dos pasos hacia atrás. No sabía si recibiría un abrazo por la noticia. O un puñetazo por alevoso.
- ¿Seré abuelo? – dijo Albert, algo serio - bueno ya soy abuelo, porque esta Devén y ahora ¿me darán otro nieto?
– El castaño asintió con la cabeza
Albert se reacomodo sobre el sillón de la salita de espera. Después de un gran suspiro dijo: “Bueno amigo, ahora es mi turno. Cuando traje a esta ciudad a Candy, fue porque supe tu historia y sabía que se encontrarían, lo que si nunca me imagen; que Miena fuera la intermediaria. Con lo de su matrimonio exprés, me demuestran que nunca van a cambiar, mis rebeldes”
El rubio se puso en pie y extendió la mano al castaño. De un jalo lo atrajo hacia él y le regalo un fuerte abrazo. [El pensar en ella, fue lo que unió sus caminos. Esta vez sí que la supiste retener amigo] pensaba Albert, con la felicidad enmarcada en su rostro por su pequeña.
Para satisfacción de los dos hombres, el doctor Dunnes le informaba que Candy, ya estaba en la habitación de Devén. Y el pequeño iniciaba a respirar, sin la ayuda artificial. Sería cuestión de un par de días para que el su hijo volviera a casa. Días en los que Candy, se mantuvo al cuidado de su hijo, dentro del hospital.
Octubre 1921
Candy y Terry, llegaron del hospital. Con dos hermosos angelitos.
Yeray, un guapo varoncito de cabellos castaño y rizados, ojos vivaces de color verde esmeralda, y su linda y perfecta nariz recta.
Leila, una hermosa rubia de cabello lacio, con los ojos color azul zafiro, tan enigmáticos como los de su padre. Sus mejillas rosadas y regordetas, hacían ver más pequeña su naricita respingada.
Alexia, corrió tropezándose con Miena. ambas querían mirar a los nuevos integrantes de la familia
Mientras Miena los olfateaba, Alexia emocionada decía: “¡son hermosos! ¡Candy, te felicito! creo que no nos daremos abasto, debo comprar más ropa”
Candy, tomo de la manita a su pequeño Devén. Y se recostaron en el sillón. El niño la miro y con sus expresivos ojos azules, idénticos a los de su madre Susana. Miraba y tocaba el vientre de Candy. Al sentirlo sin el bultito, pregunto: “¡mama! ¿Y los bebe?”
La rubia señalo a los dos bebes que cargaban, Alexia y Albert. Besando sus mejillas del pequeño Devén, le dijo con toda la ternura de madre: “ahí ¡tus hermanos! Yeray y Leila. Ahora tu serás el hermano mayor y los cuidara ¡ok!”.
- ¡Miena! aquí sentada. Cuidare a los bebes – Devén muy ceñudo reprendía a la perrita. Los presentes ocultaron una sonrisa, al mirar la actitud severa que portaba Devén. Se está tomando enserio su papel de hermano mayor.
Alexia con mucho cuidado, coloco a Yeray en el regazo de Devén. El niño lo miraba impactado. Pero le comenzó a hacer caritas y sonido onomatopeya. Yeray se entendió con su hermano, pues aun de días, extrañamente se le pinto una sonrisa, en su pequeña carita.
Albert miraba a Leila, cada vez se le iba frunciendo más el ceño. Terry al mirar el gesto de Albert, intrigado se acercó y del mismo modo observo a su pequeña. El rubio con el ceño aun, más fruncido, dijo: “¡Esta muy linda mi nieta! tal vez después de la guerra, se habrá el colegio de las monjas”
Terry lo miro y palideció. Al tiempo que respingo: “¡no! ¿y que se encuentre uno como yo? ¡no! Estoy pensando en algún convento”
- ¡Terry! – grito la rubia enfurecida
Alexia le entrego al niño a Eleonor y se apresuró a quitarles a la niña. Al girar espeto con una risita maliciosa: “vente beba ¡tú tendrás veinte novios! ¡y! ¡tres docenas de admiradores!”
Terry y Albert. Seguían considerando lo del convento. Pero ya no decían nada, pues Eleonor los miraba con ojos de pistolero.
Febrero 1923
Candy le había pedido a Terry, comprar una casa a las afueras de la ciudad. Un lugar cercano a la naturaleza. Con campo para correr y árboles que trepar. Que no habría que su princesa pidiera y el no concediera. Terry consigue una hermosa casa, con enormes colinas a su alrededor.
Al ser tan grande el espacio, Terry decidió asociarse con Albert y comenzar un criadero, de caballos pura sangre. El desarrollo de Devén eran mayor, gracias a la equitación que practicaba con su padre. Las recaídas de Devén disminuyeron, pero aún estaba delicado. Así que Candy, lo obligaba a descansar. Eran peles y llantos, pero al final Candy había aprendido, a imponer su autoridad.
Miena, sus pasos eran más lentos. Ya no era la pequeña perrita berrinchuda. Que imponía su fuerza. Ahora dócilmente se echaba en el pórtico de la casa. Pero siempre vigilando a sus pequeños, en especial a Leila. Terry decía que era su pequeña monita, siempre estaba arriba de lo que fuera, más alto a un metro.
FEBRERO 1924
Los films de las películas eran mayores. El auge de la cinematografía, había crecido en gran magnitud. Las películas a color y con audio, eran de gran atracción para la sociedad. Dejando un poco de lado los espectáculos teatrales.
Y ahora Terry, que era uno de los actores mas afamados, se daba el lujo de elegir los papeles, que se le antojaba representar. Esa tarde llego el castaño, de las oficinas de los estudios MGM (Metro-Goldwyn-Mayer Pictures Studios, Inc.) donde se le habían entregado algunos guiones. Al bajar del auto miro a Miena, el sol del atardecer iluminaba su ya escaso pelaje.
- ¡Hey guapa! - Terry se sentó a un lado de ella – ¿no quieres salir con un inglés engreído? No tengo buena fama, pero soy divertido – elevando las manos a la altura de sus hombros, en señal de inocencia le dijo – ¡además soy casados! con una rubia que ¡wow! Me trae de cabeza. ¡Anda vamos, caminemos!
Le dio una palmadita en el trasero. Miena se levantó y con paso lento comenzó a caminar, a un lado de Terry.
Llegando a su colina favorita, se dejaron caer en la apenas húmeda pradera.
- Miena ¡ya estas cansada! ¿verdad? - comenzó a acicalarle su cabeza – sabes, la gente que tú has cuidado, te estamos muy agradecidos, pero creo que debemos soltar. Cerrar siclos y…
Miena lo miraba, y sus lagrimales se humedecieron. Si, lo sabía. Debía de finalizar este siclo. Y soltar A Devén. Su niño estaría bien. Después de haber sido una revoltosa perrita inquieta, se había vuelto en una buena terapeuta, de niños con “Indocia Calmuca” (capacidades deferentes, síndrome de Down)
- ¡Oh ¡¿ya nos ponemos sentimentales? – Terry limpio sus lágrimas y de paso las de Miena – Amiga ¡Mi amiga Miena! te voy a esta agradecido, toda una vida. Me has cuidado a mi Devén. Me juntaste con mi mona pecas y has visto por mi engreído y una monita. Desde que te vi, para mí fue como si el sol se abriera.
Así en silencio se quedaron un rato más, mientras Terry; se fumaba unos cuantos cigarrillos. Un secreto más, que le guardaba su amiga Miena. A lo lejos miro como su pecosa salió al pórtico.
- ¡Bien mi querida damisela! la acompaño a sus aposentos. Y yo me voy con muy guapa dama, que ya me espera para la cena – a paso lento bajaron la colina. Terry antes de entrar a su hogar, le dio la acostumbrada nalgadita a la coqueta perrita. Pero esta vez solo lo miro, su cansado cuerpo ya no le permitía mover la colita.
El sueño que tuvo Miena esa noche fue tan satisfactorio, que decidió no despertar más. El llamado del cielo vino a ella. Se le había otorgado el descanso de sus pasos.
A la mañana siguiente, Devén, miraba las lágrimas de su madre, que abraza a su amiga y se despedía de ella. Aun sin entender le pregunto qué era lo que le sucedía a Miena, por que no habría los ojos. Molesto Devén la comenzó a reprender: “Miena, despierta, vamos floja, al caballo. No llores mama, en un rato despierta”.
Candy, con el pensamiento más maduro. Comprendió que esta ves tendría que explicarle, a su niño mayor lo que sucedía y tendría que hablarle, sobre los fine de ciclos; que todo ser con vida tenemos.
- Devén cariño, Miena. No despertara... ella esta… - no podía su corazón se le estrujaba, ante el simple hecho de decir la palabra. Terry se sentó a su lado, miraba que su pecosa, no podría sola esta ves
El castaño con un carraspeo se aclaró la garganta, quería deshacer el tremendo nudo, que se le formado en su garganta y oprimía sus palabras. Debía ser fuerte para su hijo y su pecosa. Después de un suspiro comenzó a decir: “Devén hijo. Miena, nuestra amiga murió. Ella esta en… Mira te contare una historia te gustaría escucharla”
“cuenta la leyenda del puente del Arcoíris que cuando los ángeles de cuatro patas (y cualquier otra criatura que hayamos amado) se despiden de nosotros y con un suspiro dejan escapar su último adiós, atraviesan este puente. Al otro lado de este, se encuentran prados y colinas en los que pueden correr, jugar y disfrutar de su inocencia…
Dicen que ahí, al otro lado del puente del Arcoíris, hay suficiente espacio, comida, agua y sol para que todos ellos se sientan bien. Además, según esta leyenda, todos los que han estado enfermos, han sido mutilados o cruelmente lastimados, ven su salud restaurada y rebosan alegría.
Según esta hermosa leyenda de puente de arcoíris, nuestros amigos se encuentran contentos y satisfechos, excepto porque ellos extrañan a alguien especial que dejaron al otro lado del puente del arcoíris. Por eso, de pronto, mientras todos corretean y juegan, alguno se detiene y clava su brillante mirada en el horizonte.
Su cuerpo se estremece y con gran emoción se separa de su grupo corriendo. Ellos nos ven en la mitad del puente y van corriendo velozmente a recibirnos. Cuenta la leyenda del puente del arcoíris que entonces, humanos y animales, amigos del alma, nos reunimos y nunca jamás nos separamos
Sus lengüetazos húmedos bañan nuestro rostro y nuestras manos no pueden más que acariciar a nuestro ángel de cuatro patas. Entonces según la leyenda, permanecemos unidos a través de una mutua mirada sabia llena de amor y de nobleza.
Esa tarde Miena fue llevada a su colina favorita y ahí guardaron su cuerpo. Se tomaron un momento Candy y Terry, para honrar la memoria de su amiga. Que había formado parte de su familia, haciendo un magnífico trabajo con Devén, desinteresadamente, solo por el amor que su corazón tenía por su pequeño.
Continuara…
Nuevamente mil gracias por leer otro capitulo mas. Les quiere An Le Mon.
Por: An Le Mon
Novena parte
Un silencio se pronunció en la alcoba, sus rostros se acercaron más y el chico tomo posesión; de los dulces labios de la rubia. El calor que sus cuerpos sentían era reconfortable. Terry se levantó con Candy en brazos y salieron de la alcoba.
Sus miradas delataban el gran amor, que aun existía en sus corazón y las ansias; que tenían ambos por juntar sus cuerpos y entregarse sus almas en la cima del cielo. El castaño, no dejaba de besar a la rubia. Ella se dejó perder, asiendo a un lado todo pudor y su razón, esta vez solo escucho su corazón
Entraron a la habitación contigua, sus cuerpos se entregaron suave y delicadamente. Si se pudiera describir metafóricamente esa noche, seria como si como dos almas chocaran entre sí; sacando chispas y creando fuego ardiente. Ella sintió alcanzar la gloria. Para él, fue como tener la blanca luna entre sus manos.
A la mañana siguiente. Terry se despertó algo tarde, casi al medio día. Por la fuerte nevada, se había suspendido todo tipo de labores. Sentía un aroma delicioso, emanaba de sus manos, de su cuerpo, se había impregnado de ella; de su rubia tarzán pecosa.
Se levantó de la cama aun adormilado, al salir de la habitación, sintió el olor a hogar. Se condujo a donde una tierna vocecita cantaba acompañando a la de su pecosa: “Tortitas, tortitas, tortitas de maíz. Con mucha azúcar blanca y granitos de anís”
Terry miraba ese tierno momento; Candy tomaba de las manos a Devén y al ritmo de la melodía que cantaban, él bebe daba sus primeros pasos. Terry con la mirada empañada por sus lágrimas, miraba lo que el jamás pensó posible. Su hijo al parecer, podría llevar una vida normal a su manera.
- ¿Que hacen pecosa? – pregunto Terry, en cuanto su sentimiento se había reajustado
- ¡Mira, Terry! él bebe camina y habla – contesto Candy muy entusiasmada – ¡bueno, camina con ayuda! Y sus palabritas son cortadas. Pero te aseguro, que en un par de semana lo hará solo y mejor.
Terry camino así Candy. La chica sentaba a Devén, sobre la alfombra a lado de Miena. El castaño la tomo entre sus brazos y le susurró al oído: “¡gracias hermosa! Te prometo que en cuanto pase esta nevada, iremos al primer juzgado y te haré mi esposa, por todas las leyes”.
la rubia sonrió y lo miro llena de amor.
- ¡Te amo Terry! – recargo su cabeza sobre el pecho del joven – pero bueno, también agradécele a Miena. Ella comenzó, a sentar a Devén.
Terry la miro incrédulo y algo renuente. Soltó a la rubia y se condujo a la cocina. Ahí comenzó a servir los platos
- ¿Que pasa Terry? – pregunto la rubia algo confundida
- Nada. ¡Solo que me rehusó agradecerle a Miena! – Candy lo miro molesta – ¿Qué te parece si esta noche, te agradezco a ti? ¡por mí, por Devén, por Miena y por toda la humanidad!
Eso sí que fue fuego en los ojos del chico, haciendo que la rubia se sonrojara, hasta la raíz del cabello.
Tres meses habían pasado. Candy y Terry se habían casado. Así, a su manera, sin avisar y por amor. La rubia no se sentía bien. Le dolía su cuerpo, ella decía que tal vez era algún resfriado, nada de importancia. Devén tenia fiebre alta y Terry estaba grabando las últimas escenas de su película.
Candy sintió un fuerte mareo y cayó al piso desmayada. Miena inteligente como era, logro abrir la puerta de apartamento. Bajo y a punta de ladridos, hizo que el portero subiera. El señor se acercó a la joven, al no ver reacción se condujo al cuarto, donde se sabía está el pequeño Devén, al verle delirante, salió rumbo al teléfono y pidiendo una ambulancia.
Cuando eran sacados del apartamento, Miena trepo a la ambulancia y no la pudieron bajar, llevándola así también con ellos. Devén entro a una cámara de aire, pues sus pulmones no trabajaban normales. Candy solo paso por aun checo de laboratorio y Miena se encontraba a las afueras del hospital.
El doctor Dunnes, de inmediato llamo a Albert, para informarle de su hija. El rubio al estar cercano a la cuidad, llego tan pronto como pudo. Pero en la sala de espera, ya se encontraba Terry.
- ¡Terry! amigo – Albert lo saludo con gran cariño al castaño. dándole un fuerte abrazo.
- ¡Albert! ¿cómo estás? ¿quién te aviso? – el castaño se encontraba nervioso, sabía bien que lo que habían echo estaba mal, sin rodeos se acercó a rubio – Albert amigo ¡tengo que hablar contigo! Hay algunas cosas importantes, que debes saber. Una de ellas…
Terry sentía las manos húmedas y de su frente emanaba algo de sudor. Respiro hondo y soltó lo que diría, junto con el aire: “¡Candy y yo, nos casamos hace tres meses! Y hay más”.
El rubio abrió grandes sus ojos, pues el relato de todos los acontecimientos, que Terry le narraba lo tenía estupefacto. Literalmente no daba crédito a todo lo que Terry le contaba.
- Terry, bueno es mucha información, para una sola charlar amigo. Pero te felicito, eres el mejor ser humano que jamás…- Terry elevo su mano, gesto que hizo que Albert parar su hablar.
- ¡Albert! este gran ser humano ¡embarazo a tu pequeña! – Terry dio dos pasos hacia atrás. No sabía si recibiría un abrazo por la noticia. O un puñetazo por alevoso.
- ¿Seré abuelo? – dijo Albert, algo serio - bueno ya soy abuelo, porque esta Devén y ahora ¿me darán otro nieto?
– El castaño asintió con la cabeza
Albert se reacomodo sobre el sillón de la salita de espera. Después de un gran suspiro dijo: “Bueno amigo, ahora es mi turno. Cuando traje a esta ciudad a Candy, fue porque supe tu historia y sabía que se encontrarían, lo que si nunca me imagen; que Miena fuera la intermediaria. Con lo de su matrimonio exprés, me demuestran que nunca van a cambiar, mis rebeldes”
El rubio se puso en pie y extendió la mano al castaño. De un jalo lo atrajo hacia él y le regalo un fuerte abrazo. [El pensar en ella, fue lo que unió sus caminos. Esta vez sí que la supiste retener amigo] pensaba Albert, con la felicidad enmarcada en su rostro por su pequeña.
Para satisfacción de los dos hombres, el doctor Dunnes le informaba que Candy, ya estaba en la habitación de Devén. Y el pequeño iniciaba a respirar, sin la ayuda artificial. Sería cuestión de un par de días para que el su hijo volviera a casa. Días en los que Candy, se mantuvo al cuidado de su hijo, dentro del hospital.
Octubre 1921
Candy y Terry, llegaron del hospital. Con dos hermosos angelitos.
Yeray, un guapo varoncito de cabellos castaño y rizados, ojos vivaces de color verde esmeralda, y su linda y perfecta nariz recta.
Leila, una hermosa rubia de cabello lacio, con los ojos color azul zafiro, tan enigmáticos como los de su padre. Sus mejillas rosadas y regordetas, hacían ver más pequeña su naricita respingada.
Alexia, corrió tropezándose con Miena. ambas querían mirar a los nuevos integrantes de la familia
Mientras Miena los olfateaba, Alexia emocionada decía: “¡son hermosos! ¡Candy, te felicito! creo que no nos daremos abasto, debo comprar más ropa”
Candy, tomo de la manita a su pequeño Devén. Y se recostaron en el sillón. El niño la miro y con sus expresivos ojos azules, idénticos a los de su madre Susana. Miraba y tocaba el vientre de Candy. Al sentirlo sin el bultito, pregunto: “¡mama! ¿Y los bebe?”
La rubia señalo a los dos bebes que cargaban, Alexia y Albert. Besando sus mejillas del pequeño Devén, le dijo con toda la ternura de madre: “ahí ¡tus hermanos! Yeray y Leila. Ahora tu serás el hermano mayor y los cuidara ¡ok!”.
- ¡Miena! aquí sentada. Cuidare a los bebes – Devén muy ceñudo reprendía a la perrita. Los presentes ocultaron una sonrisa, al mirar la actitud severa que portaba Devén. Se está tomando enserio su papel de hermano mayor.
Alexia con mucho cuidado, coloco a Yeray en el regazo de Devén. El niño lo miraba impactado. Pero le comenzó a hacer caritas y sonido onomatopeya. Yeray se entendió con su hermano, pues aun de días, extrañamente se le pinto una sonrisa, en su pequeña carita.
Albert miraba a Leila, cada vez se le iba frunciendo más el ceño. Terry al mirar el gesto de Albert, intrigado se acercó y del mismo modo observo a su pequeña. El rubio con el ceño aun, más fruncido, dijo: “¡Esta muy linda mi nieta! tal vez después de la guerra, se habrá el colegio de las monjas”
Terry lo miro y palideció. Al tiempo que respingo: “¡no! ¿y que se encuentre uno como yo? ¡no! Estoy pensando en algún convento”
- ¡Terry! – grito la rubia enfurecida
Alexia le entrego al niño a Eleonor y se apresuró a quitarles a la niña. Al girar espeto con una risita maliciosa: “vente beba ¡tú tendrás veinte novios! ¡y! ¡tres docenas de admiradores!”
Terry y Albert. Seguían considerando lo del convento. Pero ya no decían nada, pues Eleonor los miraba con ojos de pistolero.
Febrero 1923
Candy le había pedido a Terry, comprar una casa a las afueras de la ciudad. Un lugar cercano a la naturaleza. Con campo para correr y árboles que trepar. Que no habría que su princesa pidiera y el no concediera. Terry consigue una hermosa casa, con enormes colinas a su alrededor.
Al ser tan grande el espacio, Terry decidió asociarse con Albert y comenzar un criadero, de caballos pura sangre. El desarrollo de Devén eran mayor, gracias a la equitación que practicaba con su padre. Las recaídas de Devén disminuyeron, pero aún estaba delicado. Así que Candy, lo obligaba a descansar. Eran peles y llantos, pero al final Candy había aprendido, a imponer su autoridad.
Miena, sus pasos eran más lentos. Ya no era la pequeña perrita berrinchuda. Que imponía su fuerza. Ahora dócilmente se echaba en el pórtico de la casa. Pero siempre vigilando a sus pequeños, en especial a Leila. Terry decía que era su pequeña monita, siempre estaba arriba de lo que fuera, más alto a un metro.
FEBRERO 1924
Los films de las películas eran mayores. El auge de la cinematografía, había crecido en gran magnitud. Las películas a color y con audio, eran de gran atracción para la sociedad. Dejando un poco de lado los espectáculos teatrales.
Y ahora Terry, que era uno de los actores mas afamados, se daba el lujo de elegir los papeles, que se le antojaba representar. Esa tarde llego el castaño, de las oficinas de los estudios MGM (Metro-Goldwyn-Mayer Pictures Studios, Inc.) donde se le habían entregado algunos guiones. Al bajar del auto miro a Miena, el sol del atardecer iluminaba su ya escaso pelaje.
- ¡Hey guapa! - Terry se sentó a un lado de ella – ¿no quieres salir con un inglés engreído? No tengo buena fama, pero soy divertido – elevando las manos a la altura de sus hombros, en señal de inocencia le dijo – ¡además soy casados! con una rubia que ¡wow! Me trae de cabeza. ¡Anda vamos, caminemos!
Le dio una palmadita en el trasero. Miena se levantó y con paso lento comenzó a caminar, a un lado de Terry.
Llegando a su colina favorita, se dejaron caer en la apenas húmeda pradera.
- Miena ¡ya estas cansada! ¿verdad? - comenzó a acicalarle su cabeza – sabes, la gente que tú has cuidado, te estamos muy agradecidos, pero creo que debemos soltar. Cerrar siclos y…
Miena lo miraba, y sus lagrimales se humedecieron. Si, lo sabía. Debía de finalizar este siclo. Y soltar A Devén. Su niño estaría bien. Después de haber sido una revoltosa perrita inquieta, se había vuelto en una buena terapeuta, de niños con “Indocia Calmuca” (capacidades deferentes, síndrome de Down)
- ¡Oh ¡¿ya nos ponemos sentimentales? – Terry limpio sus lágrimas y de paso las de Miena – Amiga ¡Mi amiga Miena! te voy a esta agradecido, toda una vida. Me has cuidado a mi Devén. Me juntaste con mi mona pecas y has visto por mi engreído y una monita. Desde que te vi, para mí fue como si el sol se abriera.
Así en silencio se quedaron un rato más, mientras Terry; se fumaba unos cuantos cigarrillos. Un secreto más, que le guardaba su amiga Miena. A lo lejos miro como su pecosa salió al pórtico.
- ¡Bien mi querida damisela! la acompaño a sus aposentos. Y yo me voy con muy guapa dama, que ya me espera para la cena – a paso lento bajaron la colina. Terry antes de entrar a su hogar, le dio la acostumbrada nalgadita a la coqueta perrita. Pero esta vez solo lo miro, su cansado cuerpo ya no le permitía mover la colita.
El sueño que tuvo Miena esa noche fue tan satisfactorio, que decidió no despertar más. El llamado del cielo vino a ella. Se le había otorgado el descanso de sus pasos.
A la mañana siguiente, Devén, miraba las lágrimas de su madre, que abraza a su amiga y se despedía de ella. Aun sin entender le pregunto qué era lo que le sucedía a Miena, por que no habría los ojos. Molesto Devén la comenzó a reprender: “Miena, despierta, vamos floja, al caballo. No llores mama, en un rato despierta”.
Candy, con el pensamiento más maduro. Comprendió que esta ves tendría que explicarle, a su niño mayor lo que sucedía y tendría que hablarle, sobre los fine de ciclos; que todo ser con vida tenemos.
- Devén cariño, Miena. No despertara... ella esta… - no podía su corazón se le estrujaba, ante el simple hecho de decir la palabra. Terry se sentó a su lado, miraba que su pecosa, no podría sola esta ves
El castaño con un carraspeo se aclaró la garganta, quería deshacer el tremendo nudo, que se le formado en su garganta y oprimía sus palabras. Debía ser fuerte para su hijo y su pecosa. Después de un suspiro comenzó a decir: “Devén hijo. Miena, nuestra amiga murió. Ella esta en… Mira te contare una historia te gustaría escucharla”
“cuenta la leyenda del puente del Arcoíris que cuando los ángeles de cuatro patas (y cualquier otra criatura que hayamos amado) se despiden de nosotros y con un suspiro dejan escapar su último adiós, atraviesan este puente. Al otro lado de este, se encuentran prados y colinas en los que pueden correr, jugar y disfrutar de su inocencia…
Dicen que ahí, al otro lado del puente del Arcoíris, hay suficiente espacio, comida, agua y sol para que todos ellos se sientan bien. Además, según esta leyenda, todos los que han estado enfermos, han sido mutilados o cruelmente lastimados, ven su salud restaurada y rebosan alegría.
Según esta hermosa leyenda de puente de arcoíris, nuestros amigos se encuentran contentos y satisfechos, excepto porque ellos extrañan a alguien especial que dejaron al otro lado del puente del arcoíris. Por eso, de pronto, mientras todos corretean y juegan, alguno se detiene y clava su brillante mirada en el horizonte.
Su cuerpo se estremece y con gran emoción se separa de su grupo corriendo. Ellos nos ven en la mitad del puente y van corriendo velozmente a recibirnos. Cuenta la leyenda del puente del arcoíris que entonces, humanos y animales, amigos del alma, nos reunimos y nunca jamás nos separamos
Sus lengüetazos húmedos bañan nuestro rostro y nuestras manos no pueden más que acariciar a nuestro ángel de cuatro patas. Entonces según la leyenda, permanecemos unidos a través de una mutua mirada sabia llena de amor y de nobleza.
Esa tarde Miena fue llevada a su colina favorita y ahí guardaron su cuerpo. Se tomaron un momento Candy y Terry, para honrar la memoria de su amiga. Que había formado parte de su familia, haciendo un magnífico trabajo con Devén, desinteresadamente, solo por el amor que su corazón tenía por su pequeño.
Continuara…
Nuevamente mil gracias por leer otro capitulo mas. Les quiere An Le Mon.