Dicen de ti:
Es un ser humano.
Dicen de mí:
Es un animal.
Y no se han dado cuenta
Que nuestras diferencias
Están en algo muy simple:
Tú, piensas que me quieres
Y yo, te quiero sin pensar.
P.D Tu perro
Es un ser humano.
Dicen de mí:
Es un animal.
Y no se han dado cuenta
Que nuestras diferencias
Están en algo muy simple:
Tú, piensas que me quieres
Y yo, te quiero sin pensar.
P.D Tu perro
Para mi Amiga Miena
Por: An Le Mon
Quinta parte
- ¡Candy! este es la central de las enfermeras y es tu zona de trabajo – la pecosa demasiado apenada, se soltó del brazo del doctor – ¡ah! por cierto, teníamos una entrevista, pero ya necesaria – Lewis con amabilidad, llamo a otra enfermera – Lesly, ella es Candy, tomara el puesto bacante. Por favor apóyale – giro hacia la pecosa - Bienvenida señorita white
Con una educada reverencia, el doctor se despido. Candy, parecía camaleón, su piel cambiaba de color, de lo paliado a rojo. [pero que cabezota, es doctor del hospital y yo contando mis penas] la rubia se retaba internamente, mientras miraba como el doctor Dunne, giraba hacia otro pasillo
- ¡Hola! me llamo Lesly y te apoyare en todo lo que necesites ¿está de acuerdo? - la rubia asintió y siguió a la chica. Caminaban por los pasillos, Lesly le mostraba el hospital. Llegando asi a el área de los vestidores.
- Bueno, esta es nuestra área privada, donde nos cambiamos el uniforme – le entrego unos pares de estos – te los llevas a casa y lo traes en una maleta ¡no puedes andar con él en la calle!
- ¿Por qué? – cuestiono algo extrañada la rubia
- Normas del hospital - al decir esta escueta explicación, la pelirroja, miro hacia otro lado
- ¡Lesly! Disculpa no me he presentado, soy Candy White A… - la rubia, paro antes de decir su apellido adoptivo, no queria ser relegada, así que decidió omitirlo. Rápidamente cambio la conversación – Lesly, el doctor Dunnes ¿trabaja aquí?
- ¡Si! – la joven la miraba confundida – Candy, yo imagine que le conocías ¡como entraron juntos! – la rubia negó con la cabeza – El doctor Lewis Dunnes, es el director del hospital – [ Ahora entiendo] pensó la pecosa. Lesly, con burla en la voz dijo – ¡y guapo querida! lástima que yo ya tengo dueño
Salieron las chicas de los vestidores, y volvieron a los pasillos; que las conducían a los pabellones de los enfermos.
- ¡Candy! tu pabellón es de los ancianos – Lesly, lo dijo con una mueca de disgusto - ¿No hay problema verdad?
– con una enorme sonriza la rubia asintió - tu horario es corto, solo trabajaras tres días a la semana.
- ¿Cómo? – respondió bruscamente la rubia
- ¡Asi es querida! este es el único lugar vacío ¿sucede algo? – pregunto Lesly, algo molesta – talvez necesitabas menos días
- ¡No, Lesly! yo pensé que trabajaría toda la semana y cubriría diferentes turnos – Lesly, elevo sus cejas, era grande su asombro.
- Siempre eh pensado, que la apariencia de las personas, dicen mucho de ellas – la pelirroja, con la mirada, lentamente recorrió el atuendo que la rubia llevaba
Portaba un hermoso vestido de suave seda, color metálico, de un tono rosado suave. La sedosa tela daba una caída espectacular, sobre las bien formadas curvas de la pecosa; Lesly bien sabía que ese tipo de vestimenta no era de una niña pobre. Además, esos broches, que adornaban sus largos rizos dorados, eran de diseñador.
- ¡Me ha sorprendido señorita White! – Lesly, asiéndole un amistoso cariño, le pellizco su mejilla – vamos cámbiate y ve con tus viejitos, llénalos de vida – la pelirroja salió y riendo tras la puerta le grito – eres rara señorita pecas White
[ señorita pecas ¿que llego ese inglés? Nuestro apellido pudo haber sido señora de …] Candy, apretó el uniforme con rabia, esta vez no se dejaría intimidar, por aquel entrometido y mezquino; que había invadido sus pensamientos. como si tuviera vida propia, le hacía ver y sentir cosas opuestas a lo que ella era.
- ¡No! yo seré feliz ¡a mi manera! – entre susurros Candy, se decia convencida – yo no soy tu. Tú no eres parte de mi pensamiento
Candy, caminaba cabizbaja hacia el pabellón indicado. [bueno, Albert, a echo un gran esfuerzo al búscame este trabajo, así sea un día, debo dar lo mejor de mi] En su rostro se ilumino una linda sonrisa
- ¡Hola jóvenes! – saludo la rubia a un grupo de ansíanos. Al escuchar como los llamaban, soltaron tremendas carcajadas. La rubia frunció su naricita y les guiño un ojo
Las semanas pasaban, algunas lentas y aburridas. Candy salía en su auto, todas las tardes acompañada de Miena. Amaba manejar su hermoso Rolls-Royce Ltd. Paseaban por diferentes parques, pero al parecer a Miena, le agradaba más ir a ese bosque que se encontraba a las afueras de la ciudad. Si decia tomar camino otro rumbo, Miena se inquietaba.
Candy pensaba, que tal vez sería porque era más grande y Miena, podía correr sin desenfreno. Así que decidió solo frecuentar ese parque.
Haciendo sus salidas un ritual. Ella llevaba un libro, se sentaba en alguna banca y miraba como Miena se aleja. Después de una hora o un poco más, Miena regresaba alegre y tranquila. Candy comenzaba a notar un cambio extra en Miena, se le veía más protectora y menos juguetona.
Este comportamiento de Miena, la tenía un tanto intrigada, no sabía cuál era el afán de la perrita; por ir a aquél lugar. Algunas veces trato de seguirla, pero Miena siempre astuta, lograba perderse internados en el bosque.
Candy, le había contado a Lesly de comportamiento de Miena, la cual también algo metida, decidió algunas tardes acompañas a la chica y así ambas, encontrar lo que Miena hacía. Sin éxito alguno siempre se les escapaba.
Noviembre 1920
Candy se encontraba apresurada en su arreglo, tenía una cena esa noche con Albert y Alexia, en la nota que le habían enviado; decía que sería una cena muy importante. Por lo que la chica dedujo, que tal vez estarían los del clan Andrew [esta noche Albert se comprometerá, me alegra tanto que uno de los dos sea feliz, te lo meres mi buen bert] pensaba la chica mientras acomodaba sus hermosos rizos en un peinado de alto.
- ¿Que pasa Miena? – la perrita daba vuelta impaciente y ladraba con desenfreno – ¡no Miena! hoy será imposible salir.
Ya lista Candy para salir a la cena, abrió la puerta y Miena salió corriendo. Bajando rápidamente por las escaleras de emergencia
- ¡Miena alto! - gritaba Candy desesperada sin tener éxito, Miena más rápida, se perdió en la oscuridad de la noche
La rubia abordo el auto que la esperaba, para llevarla al restaurante y pidió al chofer, que avanzara lo más pronto que pudiera. Llego al restaurante, de inmediato busco la mesa de sus anfitriones. Al enfocarlas, corrió hacia el espacio. Entre lágrimas, se abalanzo sobre los brazos de Albert, el cual al ver que la chica corría hacia ellos, se había puesto en pie
- ¿Que pasa pequeña? – cuestionaba sumamente preocupado el rubio
- ¡Albert ayúdame! Miena, se fue – tenía un llanto incontrolable – ¡tiene algún tiempo extraña! solo quiere ir a ese parque, es como si algo la esperara.
- ¡Tranquila linda! – Alexia la condujo a la mesa y le ofreció agua – tal vez este en ese bosque de las afuera
- Pero es lejano y es noche Alexia – entre un llanto incontrolable decía la rubia. Miro hacia donde estaba Albert – ahí que búscala ¡por favor! Ella no sabe estar sola
- ¡Bien! creo que la cena, puede esperar – Candy miro hacia la persona que hablo. Sorprendida intento decir algo
– ¡tranquila hermosa! - esos hermosos ojos, que llenaban la mirada serena del caballero. le transmitían confianza
- ¡Buen vamos! – dijo Albert con la vos cargada de desespero, sabía lo que Miena significaba para su pequeña.
El grupo de chicos, llegaron al bosque. Por ser de noche, se encontraba solitario y frió, la neblina que comenzaba a ponderarse del ambiente; negaba ver bien los caminos. Las dos parejas, gritaban en el nombre de Miena.
Candy bajo por aquella alborada y visualizo a una masa de pelos regordeta; echada a un costado de una banquilla.
- ¡Miena! ¡Miena! – Candy se acercó sigilosamente, no sabía a bien si era ella. Al estar lo bastante cerca, miro como los lagrimales de la perrita, estaban más húmedos de lo normal. La pecosa se sentó a su lado y la tomo en brazos – Miena ¿a quién esperas? ¡si pudieras hablar! y decirme porque sufres.
Los tres jóvenes, encontraron a las chicas sentadas sobre el pasto húmedo. Miena, estaba sobre el regazo de Candy y la rubia, tenía su cara encajada en el lomo peludo de esta. Al sentir la proximidad de los chicos Candy miro hacia arriba
- ¡Albert! no sé qué pasa con ella, no se a quien busca – el llanto de la chica era de suma tristeza – ¡no sé cómo ayudarla Albert!
Albert, tomo por el pelaje a Miena y Lewis, ayudo a la rubia a ponerse en pie. Caminaron rumbo al auto y se dirigieron al apartamento de Candy.
Con la ayuda de Alexia, la rubia se colocarse el camisón y cansada, se metió a su cama. En pocos minutos se quedó dormida. Miena, subida en su sillón favorito, tenía el semblante triste. Su mirada estaba como la de aquellos tiernos peritos, que esperan a su amo al pie del portón.
- ¡Albert! creo que tenemos que hablar, sobre de esta situación – el rubio asintió con la cabeza e hizo pasar a Lewis al despacho – Mira Albert, al parecer esto no es nuevo, la perrita lleva un tiempo en esta actitud, lo sé porque Lesly; compañera de tu pequeña me lo ha contado.
Albert, no sabía cómo reaccionar ante tal confesión
- ¡Albert! creo que te tendrás que llevar a Miena. Podría arriesgar a Candy y llevarla a algún peligro – decía Alexia, la cual entraba a la biblioteca. Con un tono de voz sumamente preocupado
Albert, sabía que Candy era testaruda y no sería nada fácil convencerla. Así que tomo su propia decisión. A la mañana siguiente, el par de rubios fraguaron un plan, debían de saber que sucedía con Miena, antes de tomar una decisión.
Continuara…
Nota: los personajes perteneces a Kyoko Mizuki y Yumiko Igarashi. Fueron tomados con todo respeto. Para realizar esta historia sin fines de lucro.
Por: An Le Mon
Quinta parte
- ¡Candy! este es la central de las enfermeras y es tu zona de trabajo – la pecosa demasiado apenada, se soltó del brazo del doctor – ¡ah! por cierto, teníamos una entrevista, pero ya necesaria – Lewis con amabilidad, llamo a otra enfermera – Lesly, ella es Candy, tomara el puesto bacante. Por favor apóyale – giro hacia la pecosa - Bienvenida señorita white
Con una educada reverencia, el doctor se despido. Candy, parecía camaleón, su piel cambiaba de color, de lo paliado a rojo. [pero que cabezota, es doctor del hospital y yo contando mis penas] la rubia se retaba internamente, mientras miraba como el doctor Dunne, giraba hacia otro pasillo
- ¡Hola! me llamo Lesly y te apoyare en todo lo que necesites ¿está de acuerdo? - la rubia asintió y siguió a la chica. Caminaban por los pasillos, Lesly le mostraba el hospital. Llegando asi a el área de los vestidores.
- Bueno, esta es nuestra área privada, donde nos cambiamos el uniforme – le entrego unos pares de estos – te los llevas a casa y lo traes en una maleta ¡no puedes andar con él en la calle!
- ¿Por qué? – cuestiono algo extrañada la rubia
- Normas del hospital - al decir esta escueta explicación, la pelirroja, miro hacia otro lado
- ¡Lesly! Disculpa no me he presentado, soy Candy White A… - la rubia, paro antes de decir su apellido adoptivo, no queria ser relegada, así que decidió omitirlo. Rápidamente cambio la conversación – Lesly, el doctor Dunnes ¿trabaja aquí?
- ¡Si! – la joven la miraba confundida – Candy, yo imagine que le conocías ¡como entraron juntos! – la rubia negó con la cabeza – El doctor Lewis Dunnes, es el director del hospital – [ Ahora entiendo] pensó la pecosa. Lesly, con burla en la voz dijo – ¡y guapo querida! lástima que yo ya tengo dueño
Salieron las chicas de los vestidores, y volvieron a los pasillos; que las conducían a los pabellones de los enfermos.
- ¡Candy! tu pabellón es de los ancianos – Lesly, lo dijo con una mueca de disgusto - ¿No hay problema verdad?
– con una enorme sonriza la rubia asintió - tu horario es corto, solo trabajaras tres días a la semana.
- ¿Cómo? – respondió bruscamente la rubia
- ¡Asi es querida! este es el único lugar vacío ¿sucede algo? – pregunto Lesly, algo molesta – talvez necesitabas menos días
- ¡No, Lesly! yo pensé que trabajaría toda la semana y cubriría diferentes turnos – Lesly, elevo sus cejas, era grande su asombro.
- Siempre eh pensado, que la apariencia de las personas, dicen mucho de ellas – la pelirroja, con la mirada, lentamente recorrió el atuendo que la rubia llevaba
Portaba un hermoso vestido de suave seda, color metálico, de un tono rosado suave. La sedosa tela daba una caída espectacular, sobre las bien formadas curvas de la pecosa; Lesly bien sabía que ese tipo de vestimenta no era de una niña pobre. Además, esos broches, que adornaban sus largos rizos dorados, eran de diseñador.
- ¡Me ha sorprendido señorita White! – Lesly, asiéndole un amistoso cariño, le pellizco su mejilla – vamos cámbiate y ve con tus viejitos, llénalos de vida – la pelirroja salió y riendo tras la puerta le grito – eres rara señorita pecas White
[ señorita pecas ¿que llego ese inglés? Nuestro apellido pudo haber sido señora de …] Candy, apretó el uniforme con rabia, esta vez no se dejaría intimidar, por aquel entrometido y mezquino; que había invadido sus pensamientos. como si tuviera vida propia, le hacía ver y sentir cosas opuestas a lo que ella era.
- ¡No! yo seré feliz ¡a mi manera! – entre susurros Candy, se decia convencida – yo no soy tu. Tú no eres parte de mi pensamiento
Candy, caminaba cabizbaja hacia el pabellón indicado. [bueno, Albert, a echo un gran esfuerzo al búscame este trabajo, así sea un día, debo dar lo mejor de mi] En su rostro se ilumino una linda sonrisa
- ¡Hola jóvenes! – saludo la rubia a un grupo de ansíanos. Al escuchar como los llamaban, soltaron tremendas carcajadas. La rubia frunció su naricita y les guiño un ojo
Las semanas pasaban, algunas lentas y aburridas. Candy salía en su auto, todas las tardes acompañada de Miena. Amaba manejar su hermoso Rolls-Royce Ltd. Paseaban por diferentes parques, pero al parecer a Miena, le agradaba más ir a ese bosque que se encontraba a las afueras de la ciudad. Si decia tomar camino otro rumbo, Miena se inquietaba.
Candy pensaba, que tal vez sería porque era más grande y Miena, podía correr sin desenfreno. Así que decidió solo frecuentar ese parque.
Haciendo sus salidas un ritual. Ella llevaba un libro, se sentaba en alguna banca y miraba como Miena se aleja. Después de una hora o un poco más, Miena regresaba alegre y tranquila. Candy comenzaba a notar un cambio extra en Miena, se le veía más protectora y menos juguetona.
Este comportamiento de Miena, la tenía un tanto intrigada, no sabía cuál era el afán de la perrita; por ir a aquél lugar. Algunas veces trato de seguirla, pero Miena siempre astuta, lograba perderse internados en el bosque.
Candy, le había contado a Lesly de comportamiento de Miena, la cual también algo metida, decidió algunas tardes acompañas a la chica y así ambas, encontrar lo que Miena hacía. Sin éxito alguno siempre se les escapaba.
Noviembre 1920
Candy se encontraba apresurada en su arreglo, tenía una cena esa noche con Albert y Alexia, en la nota que le habían enviado; decía que sería una cena muy importante. Por lo que la chica dedujo, que tal vez estarían los del clan Andrew [esta noche Albert se comprometerá, me alegra tanto que uno de los dos sea feliz, te lo meres mi buen bert] pensaba la chica mientras acomodaba sus hermosos rizos en un peinado de alto.
- ¿Que pasa Miena? – la perrita daba vuelta impaciente y ladraba con desenfreno – ¡no Miena! hoy será imposible salir.
Ya lista Candy para salir a la cena, abrió la puerta y Miena salió corriendo. Bajando rápidamente por las escaleras de emergencia
- ¡Miena alto! - gritaba Candy desesperada sin tener éxito, Miena más rápida, se perdió en la oscuridad de la noche
La rubia abordo el auto que la esperaba, para llevarla al restaurante y pidió al chofer, que avanzara lo más pronto que pudiera. Llego al restaurante, de inmediato busco la mesa de sus anfitriones. Al enfocarlas, corrió hacia el espacio. Entre lágrimas, se abalanzo sobre los brazos de Albert, el cual al ver que la chica corría hacia ellos, se había puesto en pie
- ¿Que pasa pequeña? – cuestionaba sumamente preocupado el rubio
- ¡Albert ayúdame! Miena, se fue – tenía un llanto incontrolable – ¡tiene algún tiempo extraña! solo quiere ir a ese parque, es como si algo la esperara.
- ¡Tranquila linda! – Alexia la condujo a la mesa y le ofreció agua – tal vez este en ese bosque de las afuera
- Pero es lejano y es noche Alexia – entre un llanto incontrolable decía la rubia. Miro hacia donde estaba Albert – ahí que búscala ¡por favor! Ella no sabe estar sola
- ¡Bien! creo que la cena, puede esperar – Candy miro hacia la persona que hablo. Sorprendida intento decir algo
– ¡tranquila hermosa! - esos hermosos ojos, que llenaban la mirada serena del caballero. le transmitían confianza
- ¡Buen vamos! – dijo Albert con la vos cargada de desespero, sabía lo que Miena significaba para su pequeña.
El grupo de chicos, llegaron al bosque. Por ser de noche, se encontraba solitario y frió, la neblina que comenzaba a ponderarse del ambiente; negaba ver bien los caminos. Las dos parejas, gritaban en el nombre de Miena.
Candy bajo por aquella alborada y visualizo a una masa de pelos regordeta; echada a un costado de una banquilla.
- ¡Miena! ¡Miena! – Candy se acercó sigilosamente, no sabía a bien si era ella. Al estar lo bastante cerca, miro como los lagrimales de la perrita, estaban más húmedos de lo normal. La pecosa se sentó a su lado y la tomo en brazos – Miena ¿a quién esperas? ¡si pudieras hablar! y decirme porque sufres.
Los tres jóvenes, encontraron a las chicas sentadas sobre el pasto húmedo. Miena, estaba sobre el regazo de Candy y la rubia, tenía su cara encajada en el lomo peludo de esta. Al sentir la proximidad de los chicos Candy miro hacia arriba
- ¡Albert! no sé qué pasa con ella, no se a quien busca – el llanto de la chica era de suma tristeza – ¡no sé cómo ayudarla Albert!
Albert, tomo por el pelaje a Miena y Lewis, ayudo a la rubia a ponerse en pie. Caminaron rumbo al auto y se dirigieron al apartamento de Candy.
Con la ayuda de Alexia, la rubia se colocarse el camisón y cansada, se metió a su cama. En pocos minutos se quedó dormida. Miena, subida en su sillón favorito, tenía el semblante triste. Su mirada estaba como la de aquellos tiernos peritos, que esperan a su amo al pie del portón.
- ¡Albert! creo que tenemos que hablar, sobre de esta situación – el rubio asintió con la cabeza e hizo pasar a Lewis al despacho – Mira Albert, al parecer esto no es nuevo, la perrita lleva un tiempo en esta actitud, lo sé porque Lesly; compañera de tu pequeña me lo ha contado.
Albert, no sabía cómo reaccionar ante tal confesión
- ¡Albert! creo que te tendrás que llevar a Miena. Podría arriesgar a Candy y llevarla a algún peligro – decía Alexia, la cual entraba a la biblioteca. Con un tono de voz sumamente preocupado
Albert, sabía que Candy era testaruda y no sería nada fácil convencerla. Así que tomo su propia decisión. A la mañana siguiente, el par de rubios fraguaron un plan, debían de saber que sucedía con Miena, antes de tomar una decisión.
Continuara…
Nota: los personajes perteneces a Kyoko Mizuki y Yumiko Igarashi. Fueron tomados con todo respeto. Para realizar esta historia sin fines de lucro.