Armando al Albert armable
Minific de presentación por CFRío (Alter-ego de la doctora CFRíostein).
La noche es tan fría, tan oscura, porque hasta la luna ha tenido miedo de salir. En lo alto de un risco se adivina, envuelta en la bruma, la siniestra silueta del ruinoso edificio que hace temblar a los habitantes de Lakewood tan solo verlo.
Es el viejo castillo donde, se rumora, la doctora CFRíostein, como despectivamente la apodan, ha instalado su laboratorio. Está mujer trastornada recorre las calles de Lakewood, comenzando por la Avenida del Delirio. Un harapiento saco a su espalda, sube y baja camino del cementerio.
Todos le huyen, todos le temen, pues afirman que en él carga los mejores trozos de carne fresca, recién muere algún desafortunado y apuesto joven habitante del pueblo.
Cuentan los más viejos que un joven rubio y de ojos azules se fue para no volver, con una hechicera rubia y pecosa, que lo convirtió en dibujo sobre papel. Así se aseguró, la malvada bruja de los ojos verdes, que el joven nunca volvería dejando a CFRíostein en la más absoluta desolación.
Así, trastornada por el aquel fallido amor, CFRìostein busca por todos los medios volver a verlo y desde tiempo atrás lleva recolectando piezas, junto con su asistente Steagor, hasta el ansiado momento en que pueda reconstruirlo. Numerosas ocasiones lo ha intentado, las mismas que ha fallado, ya sea porque el pelo se le incendia al echar a andar la maquinaria o alguna pieza no está a la altura del modelo original.
Nadie puede afirmarlo, pero todos lo sospechan, con las fulgurantes luces que salen por las polvosas ventanas del castillo, que hoy, noche sin luna, la doctora CFRiostein ha cuidado cada detalle y probará de nueva cuenta su experimento.
Hoy por fin está lista, ha recolectado pieza por pieza, con la paciencia de los más célebres anticuarios y podrá abrazar de nueva cuenta al hombre de sus sueños.
- Ojos azules, cabello rubio y ondulado, sonrisa angelical y encantadora, nariz de perfección insultante, brazos fuertes… - recita la doctora, mientras Steagor verifica las cosas que ha acumulado en el saco - … zapatos graaaandes… ¡Todo listo, Steagor!
- …
- ¿Steagor?
- …
- ¡Steagor!
- Si, señora. Todo listo – contesta el adormilado joven de anteojos.
El intenso trabajo a que la doctora lo ha sometido le ha impedido dormir y por eso está aletargado, camina arrastrando los pies y encorvando la espalda.
- ¿Qué es exactamente lo que haremos? – preguntó el joven, cuya promesa de un Nobel, mínimo, lo hace obedecer pacientemente.
- ¡Steagor! ¿Qué pregunta es esa? Haremos que esto – y la doctora CFRíostein muestra una ilustración a tamaño natural – cobre vida. Cante, baile, corra, ría, cocine, abrace, bese y… por supuesto, también…
La doctora se queda callada, pone cara ensoñadora y se frota las manitas.
[center]Armando al Albert armable, minific presentaciòn (no esperen algo serio) Albert07
- ¿También qué? – el joven la saca de su mundo imaginario, dónde CFRíostein ya se veía sentada frente a una chimenea encendida, sin nada más encima que un tartán escocés sobre los hombros.
Por toda respuesta, la doctora lanza la más punzante de sus miradas y con ademanes lo apura a preparar todos los detalles del procedimiento.
¿Lograran reconstruir al Albert de carne y hueso? ¿Tendrà por fin èxito el experimento?
Hola! ESte pequeña gran locura surgiò del comentario de PCR cuando me instò a mostrarles "mi frankestein". Tu tambièn nos inspiras, PCR.
Armando al Albert Armable
(Parte 2)
- Steagor, ¡Bisturí!
Enfundada en su bata blanca, con guantes y mascarilla quirúrgica, (no por la influenza, sino para trabajar) la doctora CFRiostein se dispuso a rebajar cuidadosamente cada pieza que su ayudante iba a pasarle. Pero con la emoción un temblor, como ataque parkinsoniano, le hizo imposible controlar sus manos y decidió dejar todo en manos del fiel Steagor.
No podía pensar con claridad, ni trabajar con serenidad tan sólo de pensar en la calidad del “material”, sobre todo uno de los últimos: torso de modelo de ropa interior de Prada.
Tenía los nervios de punta y decidió salir del laboratorio, servirse un whisky en las rocas y buscar un atuendo apropiado para coronar el éxito del experimento con un modesto festejo.
- ¿Armónica?... No, armónica no – se decía CFRíostein mientras pasaba los discos. Había que preparar la música de ambientación…- ¡Gaitas! Si, gaitas… - y la doctora abrazó el acetato y se fue bailando hasta el tocadiscos haciendo los coros de una melodía imaginaria… - tururururú-tururururú- turururu –turururu-tururururú…
Apenas iba a colocar la aguja sobre el acetato cuando se escuchó un fuerte zumbido, como un trueno, chispas, humo y luego oscuridad total.
- ¡Ahhhhhhhhhhh! – CFRíostein llegó tan rápido como pudo hasta el laboratorio donde Steagor sostenía entre las manos la palanca que debía accionar para que “la criatura” cobrara vida - ¿qué ha pasado?
- La palanca se ha desprendido, debí atornillarla mejor… - y el ayudante mostró toda su dentadura en una enorme sonrisa fingida.
- ¡Steagor! ¡Eres un…! – CFRíostein no pudo terminar la frase, la electricidad volvió justo para que ambos alcanzaran a ver que el bulto bajo la sábana blanca se movía.
- ¡It´s alive, it´s alive! – gritaba jubilosa CFRíostein, abrazando por el cuello al pobre Steagor que ya estaba cianótico y con los ojos en blanco…
- …
- ¿Steagor?
- ….
- Deberías esperar afuera… yo corroboraré el estado de “la criatura”… - y sonrió con inocencia.
- …
- ¡Steagor! – CFRíostein aflojó el abrazo de golpe y el chico cayó al piso.
- … ahhhhhh… No es nada…- logró decir entre jadeos.
- Bueno, pues entonces ve a… a… ¡A tomar agua!… que te ves muy mal…
Casi a gatas Steagor pudo salir y CFRíostein cerró la puerta detrás, le echó llave a las tres cerraduras, cerró el candado de cinco cerrojos y para mayor seguridad atravesó frente a la puerta un enorme sofá y luego arrojó las llaves por la ventana. En seguida, se pasó la punta de lengua por los labios y se frotó las manos.
Despacio se acercó a la mesa, estiró lentamente la mano para apartar la sábana y un leve ronroneo la hizo detenerse. Se rió de su propia tontería y decidió no apartar la sábana y explorar antes un poco.
Deslizó la mano bajo la sábana, dejó escapar una risilla cuando algo le hizo cosquillitas en los dedos. Finalmente palpó con más confianza, algo así como un mentón, pero cubierto de bello suave.
- Mmmm que extraño – se dijo CFRíostein – no recuerdo haber recolectado una barba… ¿Será que Steagor quiso darme una sorpresa con un Albert-oso?
La doctora sonrió pícaramente ante la posibilidad. Esta faceta de su amor no era definitivamente su favorita, peeeero… hay a quienes si les gusta y mucho…
- Por algo ha de ser – pensó CFRíostein – por algo ha de ser…
Levantó un poco la esquina de la tela blanca y el corazón le dio un vuelco al ver un ojo, un ojo enorme y azul que la veía fijamente. Volvió la tela a su lugar, con el corazón en la garganta y empezando a hiperventilar.
Una vez repuesta lo intentó de nuevo, ahora vio no uno, sino dos ojos. Azules, grandes, ¡Hermosos! ¿Hermosos? No, hermosos no, más bien extraños… hipnotizantes… intimidantes…
- Pero ¿qué demonios…? – CFRíostein quitó la sábana en un movimiento, descubriendo toda la cara.
No terminó la frase.
- ¡AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! ¡AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH! ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! – el grito de horror se escuchó en todo Lakewood y otro ronroneo dio paso a otro grito más escalofriante cuanod destapò a la criatura completa.
- ¡SSSSSSSSSSSSSSSSSSSTTTTTTTTTTTTTTTTTEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEAAAAAAAAAAAAAAAAAGOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOR!
- ¿Qué PASA, QUE? – El ayudante en vano intentaba abrir la puerta…
- ¡MIAU! – fue la respuesta.
Steagor había unido las piezas equivocadas…affraid
- ¿Qué hago ahora? – las lágrimas corrían por las mejillas húmedas de CFRíostein. Esto era obra de la bruja pecosa, no había duda.
- Pues dele un beso, - habló el ayudante al otro lado de la puerta - puede que sea le versión gatuna del “Príncipe rana”…
CFRíostein soltó un sollozo, no tenía ánimos para ponerlo en su lugar. Ni tampoco modo, pues no podía salir. Pero la bruja pecosa no se saldría con la suya, volvería a intentarlo. Y entonces, entonces no se fiaría de nadie, lo haría ella misma para garantizar el éxito… Pero tendría que ser otra noche.
El sol estaba por aparecer y no le era nada favorable al trabajar, sin embargo, la luz de la mañana serviría para mandar a Steagor a buscar las llaves... aunque tardara hasta un año...
Minific de presentación por CFRío (Alter-ego de la doctora CFRíostein).
La noche es tan fría, tan oscura, porque hasta la luna ha tenido miedo de salir. En lo alto de un risco se adivina, envuelta en la bruma, la siniestra silueta del ruinoso edificio que hace temblar a los habitantes de Lakewood tan solo verlo.
Es el viejo castillo donde, se rumora, la doctora CFRíostein, como despectivamente la apodan, ha instalado su laboratorio. Está mujer trastornada recorre las calles de Lakewood, comenzando por la Avenida del Delirio. Un harapiento saco a su espalda, sube y baja camino del cementerio.
Todos le huyen, todos le temen, pues afirman que en él carga los mejores trozos de carne fresca, recién muere algún desafortunado y apuesto joven habitante del pueblo.
Cuentan los más viejos que un joven rubio y de ojos azules se fue para no volver, con una hechicera rubia y pecosa, que lo convirtió en dibujo sobre papel. Así se aseguró, la malvada bruja de los ojos verdes, que el joven nunca volvería dejando a CFRíostein en la más absoluta desolación.
Así, trastornada por el aquel fallido amor, CFRìostein busca por todos los medios volver a verlo y desde tiempo atrás lleva recolectando piezas, junto con su asistente Steagor, hasta el ansiado momento en que pueda reconstruirlo. Numerosas ocasiones lo ha intentado, las mismas que ha fallado, ya sea porque el pelo se le incendia al echar a andar la maquinaria o alguna pieza no está a la altura del modelo original.
Nadie puede afirmarlo, pero todos lo sospechan, con las fulgurantes luces que salen por las polvosas ventanas del castillo, que hoy, noche sin luna, la doctora CFRiostein ha cuidado cada detalle y probará de nueva cuenta su experimento.
Hoy por fin está lista, ha recolectado pieza por pieza, con la paciencia de los más célebres anticuarios y podrá abrazar de nueva cuenta al hombre de sus sueños.
- Ojos azules, cabello rubio y ondulado, sonrisa angelical y encantadora, nariz de perfección insultante, brazos fuertes… - recita la doctora, mientras Steagor verifica las cosas que ha acumulado en el saco - … zapatos graaaandes… ¡Todo listo, Steagor!
- …
- ¿Steagor?
- …
- ¡Steagor!
- Si, señora. Todo listo – contesta el adormilado joven de anteojos.
El intenso trabajo a que la doctora lo ha sometido le ha impedido dormir y por eso está aletargado, camina arrastrando los pies y encorvando la espalda.
- ¿Qué es exactamente lo que haremos? – preguntó el joven, cuya promesa de un Nobel, mínimo, lo hace obedecer pacientemente.
- ¡Steagor! ¿Qué pregunta es esa? Haremos que esto – y la doctora CFRíostein muestra una ilustración a tamaño natural – cobre vida. Cante, baile, corra, ría, cocine, abrace, bese y… por supuesto, también…
La doctora se queda callada, pone cara ensoñadora y se frota las manitas.
[center]Armando al Albert armable, minific presentaciòn (no esperen algo serio) Albert07
- ¿También qué? – el joven la saca de su mundo imaginario, dónde CFRíostein ya se veía sentada frente a una chimenea encendida, sin nada más encima que un tartán escocés sobre los hombros.
Por toda respuesta, la doctora lanza la más punzante de sus miradas y con ademanes lo apura a preparar todos los detalles del procedimiento.
¿Lograran reconstruir al Albert de carne y hueso? ¿Tendrà por fin èxito el experimento?
Hola! ESte pequeña gran locura surgiò del comentario de PCR cuando me instò a mostrarles "mi frankestein". Tu tambièn nos inspiras, PCR.
Armando al Albert Armable
(Parte 2)
- Steagor, ¡Bisturí!
Enfundada en su bata blanca, con guantes y mascarilla quirúrgica, (no por la influenza, sino para trabajar) la doctora CFRiostein se dispuso a rebajar cuidadosamente cada pieza que su ayudante iba a pasarle. Pero con la emoción un temblor, como ataque parkinsoniano, le hizo imposible controlar sus manos y decidió dejar todo en manos del fiel Steagor.
No podía pensar con claridad, ni trabajar con serenidad tan sólo de pensar en la calidad del “material”, sobre todo uno de los últimos: torso de modelo de ropa interior de Prada.
Tenía los nervios de punta y decidió salir del laboratorio, servirse un whisky en las rocas y buscar un atuendo apropiado para coronar el éxito del experimento con un modesto festejo.
- ¿Armónica?... No, armónica no – se decía CFRíostein mientras pasaba los discos. Había que preparar la música de ambientación…- ¡Gaitas! Si, gaitas… - y la doctora abrazó el acetato y se fue bailando hasta el tocadiscos haciendo los coros de una melodía imaginaria… - tururururú-tururururú- turururu –turururu-tururururú…
Apenas iba a colocar la aguja sobre el acetato cuando se escuchó un fuerte zumbido, como un trueno, chispas, humo y luego oscuridad total.
- ¡Ahhhhhhhhhhh! – CFRíostein llegó tan rápido como pudo hasta el laboratorio donde Steagor sostenía entre las manos la palanca que debía accionar para que “la criatura” cobrara vida - ¿qué ha pasado?
- La palanca se ha desprendido, debí atornillarla mejor… - y el ayudante mostró toda su dentadura en una enorme sonrisa fingida.
- ¡Steagor! ¡Eres un…! – CFRíostein no pudo terminar la frase, la electricidad volvió justo para que ambos alcanzaran a ver que el bulto bajo la sábana blanca se movía.
- ¡It´s alive, it´s alive! – gritaba jubilosa CFRíostein, abrazando por el cuello al pobre Steagor que ya estaba cianótico y con los ojos en blanco…
- …
- ¿Steagor?
- ….
- Deberías esperar afuera… yo corroboraré el estado de “la criatura”… - y sonrió con inocencia.
- …
- ¡Steagor! – CFRíostein aflojó el abrazo de golpe y el chico cayó al piso.
- … ahhhhhh… No es nada…- logró decir entre jadeos.
- Bueno, pues entonces ve a… a… ¡A tomar agua!… que te ves muy mal…
Casi a gatas Steagor pudo salir y CFRíostein cerró la puerta detrás, le echó llave a las tres cerraduras, cerró el candado de cinco cerrojos y para mayor seguridad atravesó frente a la puerta un enorme sofá y luego arrojó las llaves por la ventana. En seguida, se pasó la punta de lengua por los labios y se frotó las manos.
Despacio se acercó a la mesa, estiró lentamente la mano para apartar la sábana y un leve ronroneo la hizo detenerse. Se rió de su propia tontería y decidió no apartar la sábana y explorar antes un poco.
Deslizó la mano bajo la sábana, dejó escapar una risilla cuando algo le hizo cosquillitas en los dedos. Finalmente palpó con más confianza, algo así como un mentón, pero cubierto de bello suave.
- Mmmm que extraño – se dijo CFRíostein – no recuerdo haber recolectado una barba… ¿Será que Steagor quiso darme una sorpresa con un Albert-oso?
La doctora sonrió pícaramente ante la posibilidad. Esta faceta de su amor no era definitivamente su favorita, peeeero… hay a quienes si les gusta y mucho…
- Por algo ha de ser – pensó CFRíostein – por algo ha de ser…
Levantó un poco la esquina de la tela blanca y el corazón le dio un vuelco al ver un ojo, un ojo enorme y azul que la veía fijamente. Volvió la tela a su lugar, con el corazón en la garganta y empezando a hiperventilar.
Una vez repuesta lo intentó de nuevo, ahora vio no uno, sino dos ojos. Azules, grandes, ¡Hermosos! ¿Hermosos? No, hermosos no, más bien extraños… hipnotizantes… intimidantes…
- Pero ¿qué demonios…? – CFRíostein quitó la sábana en un movimiento, descubriendo toda la cara.
No terminó la frase.
- ¡AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! ¡AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH! ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! – el grito de horror se escuchó en todo Lakewood y otro ronroneo dio paso a otro grito más escalofriante cuanod destapò a la criatura completa.
- ¡SSSSSSSSSSSSSSSSSSSTTTTTTTTTTTTTTTTTEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEAAAAAAAAAAAAAAAAAGOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOR!
- ¿Qué PASA, QUE? – El ayudante en vano intentaba abrir la puerta…
- ¡MIAU! – fue la respuesta.
Steagor había unido las piezas equivocadas…affraid
- ¿Qué hago ahora? – las lágrimas corrían por las mejillas húmedas de CFRíostein. Esto era obra de la bruja pecosa, no había duda.
- Pues dele un beso, - habló el ayudante al otro lado de la puerta - puede que sea le versión gatuna del “Príncipe rana”…
CFRíostein soltó un sollozo, no tenía ánimos para ponerlo en su lugar. Ni tampoco modo, pues no podía salir. Pero la bruja pecosa no se saldría con la suya, volvería a intentarlo. Y entonces, entonces no se fiaría de nadie, lo haría ella misma para garantizar el éxito… Pero tendría que ser otra noche.
El sol estaba por aparecer y no le era nada favorable al trabajar, sin embargo, la luz de la mañana serviría para mandar a Steagor a buscar las llaves... aunque tardara hasta un año...