LLUVIA
(#1)
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La lluvia es como tus lágrimas que no se dejan consolar...
la lluvia, es como ese sueño mío, que cae a tierra sin poderlo acariciar,
sin poderlo tener entre mis manos, perdiéndose en círculos,
sin dejarse hacer realidad...
la lluvia, es como ese sueño mío, que cae a tierra sin poderlo acariciar,
sin poderlo tener entre mis manos, perdiéndose en círculos,
sin dejarse hacer realidad...
Desde que tuviera memoria, la lluvia siempre había sido algo especial para él.
Nunca sintió que fuera algo para temerle, aunque sí le tenía cierto respeto en ciertas épocas del año.
Inteligente como era, sabía que eran peligrosas las primeras lluvias de primavera, por ejemplo, que aún venían muy frías.
O cuando los veranos son muy calientes y de pronto, cae un chaparrón; ese no sirve para bañarse. El cambio de temperatura podría ser contraproducente.
Pero salvo estos dos casos, la lluvia siempre había sido como un bálsamo, como una caricia; y en sus momentos de tribulación, lo mejor que podía pasarle era que lloviera.
El sonido del agua cayendo era como un arrullo a sus oídos; incluso los truenos que a cualquiera ensordecen, para él eran como una voz superior que le decía “¡Mira, espabila muchacho imberbe!” y las ideas se aclaraban.
Dejarla fluir sobre su cuerpo, sobre su rostro, tenía un efecto purificador como pocas cosas en la vida.
Ahora mismo estaba así, recostado en un banco de campamento, de cara a la lluvia.
Estaba contento ¡feliz! aunque, sabía que se le venía un problema. Le esperaban reclamos, regaños, quizá llantos también… estaba listo para lidiar con todo, porque estaba contento y eso no iba a cambiar con nada.
Estaba contento de volver.
Solamente estaba esperando que la repentina tormenta cesara, para ir a cumplir con lo último que le habían encomendado.
Se tocó el bolsillo de la chamarra; sí, ahí seguía, segura y seca.
Se había cumplido ya un año... Después de un tiempo, podía volver si en verdad eso quería; pero por el momento su tiempo se había terminado, y debía regresar.
Así como había comenzado, de la misma manera repentina la lluvia cesó.
Sonrió y se levantó de un salto. Se colocó los goggles, el casco y corrió hacia su avión.
Solo una misión más: entregar aquella carta en una base cercana. Eso sería todo; se cumpliría su último día como voluntario y podría volver a casa.
Todavía sonriendo, fresco y renovado por la lluvia, que todo lo limpia y lo esclarece; encendió su avión y emprendió el vuelo, mientras en el horizonte, la luz anaranjada de la tarde comenzaba a despuntar, y las nubes negras terminaban de disiparse, como abriéndole un camino hacia el cielo...
Nunca sintió que fuera algo para temerle, aunque sí le tenía cierto respeto en ciertas épocas del año.
Inteligente como era, sabía que eran peligrosas las primeras lluvias de primavera, por ejemplo, que aún venían muy frías.
O cuando los veranos son muy calientes y de pronto, cae un chaparrón; ese no sirve para bañarse. El cambio de temperatura podría ser contraproducente.
Pero salvo estos dos casos, la lluvia siempre había sido como un bálsamo, como una caricia; y en sus momentos de tribulación, lo mejor que podía pasarle era que lloviera.
El sonido del agua cayendo era como un arrullo a sus oídos; incluso los truenos que a cualquiera ensordecen, para él eran como una voz superior que le decía “¡Mira, espabila muchacho imberbe!” y las ideas se aclaraban.
Dejarla fluir sobre su cuerpo, sobre su rostro, tenía un efecto purificador como pocas cosas en la vida.
Ahora mismo estaba así, recostado en un banco de campamento, de cara a la lluvia.
Estaba contento ¡feliz! aunque, sabía que se le venía un problema. Le esperaban reclamos, regaños, quizá llantos también… estaba listo para lidiar con todo, porque estaba contento y eso no iba a cambiar con nada.
Estaba contento de volver.
Solamente estaba esperando que la repentina tormenta cesara, para ir a cumplir con lo último que le habían encomendado.
Se tocó el bolsillo de la chamarra; sí, ahí seguía, segura y seca.
Se había cumplido ya un año... Después de un tiempo, podía volver si en verdad eso quería; pero por el momento su tiempo se había terminado, y debía regresar.
Así como había comenzado, de la misma manera repentina la lluvia cesó.
Sonrió y se levantó de un salto. Se colocó los goggles, el casco y corrió hacia su avión.
Solo una misión más: entregar aquella carta en una base cercana. Eso sería todo; se cumpliría su último día como voluntario y podría volver a casa.
Todavía sonriendo, fresco y renovado por la lluvia, que todo lo limpia y lo esclarece; encendió su avión y emprendió el vuelo, mientras en el horizonte, la luz anaranjada de la tarde comenzaba a despuntar, y las nubes negras terminaban de disiparse, como abriéndole un camino hacia el cielo...
La lluvia ¡La lluvia!... ¿Qué es la lluvia?
Quizá sea el llanto tuyo, tus penas que se desahogan...
Quizá el llanto mío, por mi opresión que llora.
Quizá sea todo lo que un día fuimos... lo que perdimos,
al querer ser hoy ahora, lo que no pudimos.
(Bernabé Ramírez)
Quizá sea el llanto tuyo, tus penas que se desahogan...
Quizá el llanto mío, por mi opresión que llora.
Quizá sea todo lo que un día fuimos... lo que perdimos,
al querer ser hoy ahora, lo que no pudimos.
(Bernabé Ramírez)
Gracias por leer...
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SIDERAL (desde El Imaginario de Stear)
LA MEJOR LEECIÓN DE PIANO (Monasterryo Terrylover)
EL RELOJ DE BOLSILLO (Reto Terrytano)