Claro de Luna
¨Terry sabe tocar el piano, no lo puedo creer!¨
Susana estaba de pie junto al pasillo que daba a la parte posterior del escenario del teatro donde se realizaban los ensayos para King Lear donde empezarían a preparar la puesta en escena. Ya había tenido el gusto de conocer al joven actor que interpretaría al rey de Francia. Cuando los presentaron formalmente el día que se realizó la lectura del guión, a ella le pareció fascinantemente atractivo y estando ella acostumbrada a recibir la atención y el interés de sus coprotagonistas varones, se sintió segura de que este guapo ingles no sería la excepción a la regla. El problema es que pasados los días, Terrence o Terry como le llamaban sus compañeros no parecía muy interesado en ella ni en las sonrisas seductoras y miradas sugerentes con las que le bombardeó en un intento de pescar su atención. Conforme a su ego de mujer que se sabe hermosa y merecedora de ser admirada y asediada, Susana decidió olvidarse del petulante engreído que la ignoraba. Hasta esa tarde.
Terry se creía sólo en el teatro, había llegado relativamente temprano y ya tenía días mirando de reojo el piano vertical que estaba arrumbado en la parte trasera del escenario, así que en esa ocasión lo descubrió del forro que lo protegía del polvo y sintiéndose libre de ser observado por alguien de la compañía, empezó a tocar diferentes piezas musicales que recordaba de su niñez en Londres cuando era un apasionado estudiante de música, hasta que las decisiones de su padre lo hicieron desistir de ese sueño. Era algo que le dolía mucho y lo ponía en un estado de vulnerabilidad emocional que no le gustaba exponer a la vista de nadie, así que se abstuvo de comentar nada acerca del instrumento la primera vez que lo vio. Ese día le dijo al vigilante del teatro que estaría antes que el resto del elenco por que deseaba practicar sus lineas, pero en cuanto se quedó sólo tocó con gran emoción después de años sin siquiera acercarse a un piano.
Detrás de una cortina, Susana lo escucho interpretar algunas piezas inconclusas. Ella también había ¨madrugado¨ para el ensayo por que deseaba revisar algunas cosas que tenía guardadas en su camerino pero cuando él tocó ¨Claro de Luna¨de Debussy, se sintió maravillada y prendada de la imagen de ese joven que parecía un ángel tocando con una belleza sobrenatural la delicada melodía. Una lagrima de admiración y deseo se deslizó por la sonrosada mejilla. Y un sentimiento de codicia le llenó el pecho, quería ser la dueña de ese ser perfecto, quería ser la feliz mujer que estuviera en los pensamientos de Terrence Grandchester cada vez que él interpretara música tan perfecta como esa, cada vez que se parará ante las audiencias y les arrancara ovaciones por la magistralía de su actuación, quería saber como un artista así besaba y que había debajo de esa ropa, que portento de pasión y lujuria podía expresar Terry en un lecho, si así desarmaba y hacía vibrar un objeto inerte como ese piano viejo y desvencijado. Las ultimas notas fueron interpretadas, ella se fue acercando con sigilo para darle una sorpresa, lo besaría y lo seduciría con su mirada felina, esa que ya había seducido a tantos otros y que estaba segura esta vez sería igual. Cuando el terminó la pieza, ella colocó sus manos en los fuertes hombros de Terry y le dio un beso en la mejilla peligrosamente cerca de la boca. Terry reaccionó de la manera menos esperada, levantándose de golpe del banco y apartándose de ella mientras se limpiaba con el dorso de la mano donde ella le había besado. mirándola con una frialdad apabullante y que a ella la hizo enrojecer de vergüenza.
-Que te pasa? Eres un afeminado o algo? Dijo ella casi al borde del llanto.
Terry no le dijo nada, se acomodó la corbata y se pasó la mano por el cabello recobrando la compostura, y recomponiendo su expresión petulante de aristócrata ingles, le respondió con su inconfundible voz varonil de barítono.
-No tengo nada en contra de los caballeros, pero a mi me gusta robarle los besos a las damas, no que me los roben señoritas que no saben darse su lugar. Ahora, si me disculpas, Susana.
Ella lo vio retirarse hacia su camerino que cerró de un portazo, dejándola sola, y al fondo escuchó las voces de los demás compañeros que ya llegaban para comenzar el ensayo y ella para no ser sorprendida con llanto en los ojos, corrió hacia el techo del edificio para gritar, para desahogar su rabia y frustración por la forma tan grosera como había sido rechazada. Una vez desahogada su emoción, miró hacia el cielo y la hipnotizante luz de la luna de abril le regresó su propia imagen cual espejo que la hizo darse cuenta de lo mucho que deseaba a Terry, de lo obsesionada y herida que se sentía por no haberlo podido conquistar en ese momento.
-Caerás, Terry, yo se que te conquistaré y que un día no muy lejano tú serás sólo mío. Así me parta un rayo en dos!