Historias de Mucamas: Mimicat, La Cocinera
Su espíritu de superación la llevó a dejar su patria, su hogar. Se embarco hacia las Europas con un único afán. Ella sería la mejor Chef de América. La tarea no fue fácil, atravesó duras pruebas, sufrió de hambre y soledad. Pero más fuerte era su tenacidad. Fue así que, después de mucho deambular, consiguió trabajo lavando tratos en un hotel prominente en Viena. Con el paso de los años aprendió el idioma, tomando nota de todo lo que en esa cocina sucedía. Eduard, dueño del hotel, tomo nota, no sólo de su presencia, sino que además de su sagacidad y porfía. Instruyó al Chef del hotel, apostando por ella, volverla su pupila.
Francia, su siguiente destino. Eugénie Brazier abría el camino formando parte de la primera promoción de chefs en obtener tres estrellas en la guía Michelin. Eduard, siendo el hombre que generoso que con ella siempre fue, la recomendó para trabajar bajo la tutela de esta chef. ¿Su carta de presentación? Una torta Sacher. La misma que la llevaría de vuelta a las Américas. Un joven norteamericano, que frecuentaba el restaurante, solía pedirla una y otra vez, llamando su atención. El hombre era adinerado y habilidoso. Bien parecido, le pareció un tipo sombrío, un saludo escueto para luego ir al grano “Quiero que trabajes para mi” Sorprendida vio como su jefa se desprendía de ella “¡Es una gran oportunidad! ¡La cocina de un hotel! ¡Tu propia cocina!”
La mansión del cual era dueño era un caos, no uno a simple vista. Tantas mujeres como secretos transitaban por esas enormes paredes. Todo su personal era femenino, más de la mitad le miraban con ojos de ensueño. A eso se sumaban sus amantes, su hermana, su padre y su madre. A la primera semana Mimi ya quería marcharse, no era por esto que había dejado Francia. “No puedes hacerlo” le dijo el hombre sin inmutarse, dándole la espalda para retirarse de la cocina. Llena de ira levanto la mano que empuñaba la sartén, más no alcanzó hacer nada, Raelana le suplicaba con la mirada. “El joven amo esta nervioso” comenzó a excusarle mientras disparaba información hablando rápidamente “Gente muy importante viene a cenar esta noche. Hombres de negocios, hoteleros, magnates… No puedes abandonarle, cuenta contigo, con tu talento” tomo las manos de la chef suplicante. Pobre mujer ¿puede ser más obvia? Pensó. “Esta noche es trascendental” se volvió solemne, retomando su papel de ama de llaves. “¡Tengo a todas las mucamas de la mansión limpiando cada rincón!” No pudo evitar sonreír al ver como la mujer se esforzaba por parecer profesional. “Esto no es lo que me prometió…” vio como el rostro de la muchacha se desmoronaba. “Tranquila, no he terminado” dijo apretándole manos “Por ti, ¿vale?” La ama de llaves saltó sobre ella sorprendiéndola con ese acto. Volvió a sonreír mientras respondía a su cálido abrazo.
Confidente, con el paso del tiempo se transformó en un paño de lágrimas. Todas sobrellevaban su tristeza comiendo una rebanada de su tarta y calentaban sus entumecidos corazones bebiendo de una taza de té. Las escuchó atentamente, aprendiendo a querer a cada una. Sintiendo que tenía que ser ella quien las cuidara.
Desde la noche anterior que en su mente rondaba la idea hornear algo que no fuera solamente pan. Algo dulce. Decidió levantarse más temprano, para que su antojo no retrasara el cronograma diario. Iba de camino a la cocina cuando fuertes ruidos le hicieron sobresaltarse por instante. Se dirigió rápidamente hacía la cocina, tomo su cuchillo carnicero y fue al encuentro de lo que creía era un ladrón.
“¡LEVANTÁME!” se detuvo al oír el grito de su jefe. ¿A quien le habla de ese modo? Avanzó sigilosamente, apoyándose contra la pared. “¡AYÚDAME CARAJO! ¿¡No ves que no puedo contigo!?” ¡¿Raelana?! Apresuró el paso preocupada por la muchacha. Al llegar a la esquina se asomó tratando de no ser descubierta. Vio como el ama de llaves caía estrepitosamente sobre el cuerpo de Neal Leagan. Retrocedió rápidamente tapando su boca tratando de contener la carcajada. ¡Vaya forma de partir la mañana! Sopesó por un momento la situación, dada las circunstancias no creyó que se molestaran al hacer evidente su presencia, sonriendo por última vez, guardando el cuchillo en uno de los bolsillos de su delantal disponiéndose a ayudar. Decidida, salió con paso firme deteniéndose casi al instante, lo siguiente que presenció no era lo que esperaba. Raelana besaba con avidez la boca Neal mientras este levantaba de su falda, los sofocados sonidos de satisfacción que brotaban de ambos llenaban el ambiente. Mimi sabía que tenía que salir de ahí pero su estupor no se lo permitía, los pies estaban clavados al suelo, los ojos fijos en los presurosos amantes y la sien palpitándole. Siempre pensó que el amor del ama de llaves era uno no correspondido, es más, estaba segura que era así. Su mente funcionaba a mil por hora ¿Qué va a pasar de ahora en adelante? ¿Es que algún cambio se obraría? Un tímido rayo de luz se puso a danzar ante sí molestando su visión. Miró asustada hacía los ventanales, la mañana asomaba, pronto las mucamas estarían revoloteando por la mansión. Podía ver sus caras, imaginar los comentarios y el infierno que vendría después. Volvió a su escondite, camino como gato enjaulado, con pies de plomo. Pudo escuchar el gritito sobresaltado de la muchacha y las maldiciones de su jefe mientras era arrastrado fuera de allí.
¿Será que nadie más escuchó el estruendo? Si ella lo oyó cualquiera pudo hacerlo. Se apresuro hacia la cocina, rogando a todos los cielos que su presentimiento no fuera correcto…
CONTINUARA.
Última edición por cilenita79 el Jue Abr 16, 2020 9:53 pm, editado 1 vez