MIL AÑOS CONTIGO
CAPÍTULO I
POR YURIKO YOKINAWA
CAPÍTULO I
POR YURIKO YOKINAWA
Él no tuvo el valor de decirle lo que sucedía. Él ahorró cada centavo para que su amada fuera a verlo en su primer protagónico: “Romeo y Julieta” de William Shakespeare, siempre se quedaba después de los ensayos a perfeccionar su actuación, era agotador, pero valía la pena, cada diálogo, cada escena, era dedicado a esa rubia de ojos verdes que desde que la vio se enamoró, lo supo en el instante en que su coprotagonista le declaró su amor y al querer responder rememoró ese momento. No había duda, Candy estaba tatuada en su piel. Creyó que con ese beso robado saciaría todos esos deseos que le quemaba por dentro pero no fue así, si sentía que le gustaba, con la convivencia permanente que tuvieron en Escocia y de haberle ayudado a reconciliarse con su madre hizo que se enamorara aún más. Rechazó irse con su progenitora, dejó a un lado sus deseos de ser actor para estar más tiempo con ella. Fue el mejor verano de su vida, su amor de juventud, aquellos momentos que jamás volvería. Si ambos hubieran sido mayores se habrían ido del instituto…
Desde que recibió en manos de su amigo Albert la invitación de Terry para ver la premier de Romeo y Julieta creyó que su corazón se saldría de su pecho. Tener el afiche de su amado con Susana con vestuario de la época que bien su amiga Patty le había obsequiado para que lo tuviera cerca le provocaba celos, los diarios hablaban de un romance, pero nadie más que ella lo conocía, sabía que él era fiel a sus sentimientos, no en vano dejó el colegio para salvarla de ser repudiada por los Andrew, la esperó toda la noche en las afueras del hospital de Chicago cuando representó la obra del Rey Lear… Una triste separación, siempre buscarlo sin encontrarse en varias ocasiones y una breve mirada fue suficiente para darse cuenta de que entre ellos había un lazo indestructible y así empezar un romance epistolar.
No podía confiar en la señorita Marlowe, le había mentido al decir que Terry se encontraba descansando en su cuarto de hotel y que había pedido no ser molestado, ella estaba cerca de él en cada momento y había escenas en donde el beso entre ellos era inevitable. ¿Hasta dónde podría ella ser capaz en interferir en su relación? Candy no podía permitirse tener ese tipo de pensamientos, pasase lo que pasase Terry jamás la engañaría ni mucho menos le mentiría. El amor de ambos era fuerte, sólido, entre ellos no había secretos, quizás algunas omisiones que solamente se hablaría de frente incluso aquellas del amor que no había necesidad de pronunciar ni de escribir: “Querida tarzán pecosa” “Mi querido arrogante”, incluso hasta sus pensamientos posesivos. “Mi novia viviendo con nuestro amigo”, “Me hubiera puesto celosa si Susana Marlowe fuera tu pareja en la obra”.
Susana Marlowe, una buena actriz nobel, con un futuro por delante, víctima de un amor a primera vista, no dudaba de su belleza, de la ingenuidad e inocencia que proyectaba ante los demás, sabía que esa era una llave para los protagónicos. Ya no le interesaba ser deseada por la mayoría de sus compañeros, hubiera cambiado todo eso para que Terence Granchester no fuera tan “malvado” con ella, se sentía ignorada completamente hasta que supo la verdadera razón en Chicago, se disculpaba ella misma por haberla hecho marchar cuando fue a buscarlo, pero entre la guerra y el amor todo se valía, sentía que a pesar de la distancia ella le tenía mucha ventaja, necesitaba saber más, necesitaba hacerla a un lado. Robar su correspondencia no le ayudó en mucho, él le seguía escribiendo a pesar de no recibir respuesta, seguía ahorrando, se encerraba en su propia burbuja evitando socializar con los demás. Creyó que al obtener ambos el protagónico y el acercamiento físico le haría fijarse en su persona, ¡NO! Ni siquiera la declaración de amor fue la causante para obtener una esperanza. Estaba dicho, Candy iría a Broadway, solo era cuestión de días, el tiempo se le agotaba…
La fortuna estaba de su lado, el accidente, el chantaje, el intento de suicidio, la pérdida de su pierna, ella lo cuidaría y amaría por las dos, eso fue lo que Susana le escribió a Candy tiempo después. Había ganado, ella se quedaría con él, tal cual, como un trofeo, mas, sin embargo, Candy y Terry seguirían unidos por ese lazo indestructible hasta por mil años más, hasta que el destino le hiciera justicia a su amor. La promesa de ser felices no pudo ser cumplida, ese último abrazo, sentir el calor de su pecho y espalda les quemaba la piel, las lágrimas les atravesó el alma, querían que el tiempo se detuviera y aunque no soportarían vivir el uno del otro era inevitable su separación. Él insistió nuevamente en acompañarla a la estación, era difícil, no quería hacer más larga su agonía ni sufrimiento. Solo un momento, se decía Candy internamente, volteó a verlo, él lo entendió, ambos se dirigieron al hotel. Susana tendría que esperar, ya les había hecho mucho daño.
Ambos se abrazaron y soltaron nuevamente el llanto en cuanto cerraron la puerta de la habitación, ellos merecían ese instante, jamás volverían a verse. Candy flaqueó, su llanto era inconsolable, Terry la abrazó con más fuerza, deseando poder meterla en su ser, ella no opuso resistencia. Cuánto deseó sentir sus brazos cuando llegó a la estación de trenes, incluso un beso… no importaba pensar en las señoritas damas estiradas y sus buenas costumbres en ese momento. Ella levantó el rostro, sus miradas se encontraron con amor y deseo, azul y verde con una tormenta en su interior, ella tomó la iniciativa y simplemente, lo besó. Fue un beso deseado, anhelado, de despedida, dejaron de abrazarse, él le tomó el rostro y besó sus lágrimas, ella hizo lo mismo, querían borrar sus tristezas. ¿Acaso no se habían prometido que serían felices? Sus manos se encontraron en cuanto se dieron el siguiente beso y las entrelazaron. Sus besos se hacían cada vez más profundos, con pasión irreverente, las caricias se hicieron presente hasta que la ropa les estorbó y se hicieron uno solo, la entrega fue en cuerpo y alma y mientras se amaban se juraron que si no podían estar juntos en esa vida lo harían en otra, no importaba esperar mil años más, ellos serían felices un día, no habría más Elisa ni Susanas, mucho menos separaciones. La noche fue corta, ya no hubo despedidas, simplemente la esperanza de saber que estando vivos volverían a encontrarse.
Los dos continuarían con sus vidas, siguiendo los caminos que el destino les asignó. Dos infelices víctimas de las circunstancias, intentando de uno y de otro modo sobrellevar el peso de una promesa impuesta. ¡Por Dios!, ¿Quién puede vivir así? El acoso de Susana y su madre para que Terry formalizara un compromiso, luego, la imposición de la familia adoptiva de casar a Candy con Neal. Los diarios habían dado la exclusiva a nivel nacional de ambos acontecimientos. Ellos han caído nuevamente en la trampa, ambos se preguntan si tan pronto se les acabó el amor, en el caso de Terry, era de esperarse, pero en Candy no, y menos con esa sabandija, ese era el pensamiento de Terry mientras leía la nota periodística. Algo tenía qué hacer, debía saber por sus mismos labios si eso era lo que deseaba. Al diablo el honor y las promesas, si ella estaba dispuesta le pediría escapar con él. Abandonaría a Susana, sus sueños de ser un reconocido y gran actor, era tiempo de pensar en ellos dos, no se dejaría llevar por otro chantaje de suicidio, era ahora o nunca, ya eran mayores, podrían empezar de cero en cualquier rincón del mundo.
Terry tomó una maleta pequeña, guardó en ella lo más básico, ya compraría ropa más adelante para los dos, puso todas sus ilusiones y en su corazón guardaba la esperanza de que podrían ser felices. A Susana no le haría falta nada, dejaba con su abogado un fideicomiso económico que le permitiría vivir el tiempo en lo que él se estableciera nuevamente en el mundo del teatro. Dio un nuevo vistazo a su departamento, se dirigió a la vivienda de la arrendataria y dejó pagado dos meses más, tenía que asegurar el lugar en caso de que sus planes no se concretaran. Él debía ser positivo, todo iba a estar bien. Al menos eso era lo que él creía.
Susana esperaría su regreso, Terry le dijo que saldría y que no sabía cuándo volvería, pero que él estaría al pendiente de su rehabilitación. Ella no dijo nada, debía confiar y creer en su palabra. No necesitó explicaciones para comprender que sería el final, aun así, con la esperanza de que Candy cumpliera su promesa y que tomara en cuenta la carta que ya le había enviado con mucho tiempo de antelación, con una sonrisa tímida le pidió que no tardara en volver, que ahí estaría para fijar la fecha del enlace matrimonial. Terry contuvo su molestia, se sentía peor que una marioneta de circo. –“Susi”- le dijo en un susurro. –“Tú conoces mis sentimientos”- -“Recuerda que te amo Terry, te daré el tiempo que necesites para volver a mí, que tengas buen viaje querido”- En cuanto Terry abandonó la casa de las Marlowe Susana soltó el llanto hasta que se quedó dormida postrada en su silla de ruedas.
Candy no la estaba pasando nada bien, ella estaba comprometida con Neal Leagan en contra de su voluntad, esa era la orden del Tío abuelo William, ella no podía permitirlo, ¿Para eso la adoptaron? Ella no era un cheque al portador, ella no dependía de ellos, solo tenía su prestigioso apellido. Tenía que salir de todo esto, tenía que hablar con el tío abuelo y su intermediario sería George. Cómo pensaba en Terry, si Susana no hubiera tenido el accidente estaría en esos momentos con él, esperándolo en su departamento, compartiendo su día a día, sintiendo su cuerpo y calor por las noches. Jamás olvidaría esa noche en donde juraron un día encontrase nuevamente así pasaran mil años. Si pudiera escapar y encontrar a George, le pediría que le diera la ubicación de su tutor o en su caso, renunciar definitivamente al apellido.
Apostó por la bondad de las mucamas, empezó con saludarlas para ganar su confianza, ellas tenían prohibido dirigirle la palabra, hacerlo les costaría el trabajo y no estaban para darse ese lujo. Ella decidió no llorar más, volvería a sonreír como le había dicho su príncipe de la colina y Antony. Estaba encerrada en su recámara y solo salía cuando era requerida por la tía abuela para los arreglos que la modista debía realizar para su vestido de la fiesta de compromiso. Sus lágrimas volvían a salir, se sentía como un cordero listo para el matadero, la cuenta regresiva cada día se acortaba. Ella no quería casarse y menos con él. Sus pensamientos eran dirigidos a Terry, creía que él aparecería en cualquier momento y la rescataría como un caballero medieval en su corcel en medio de la noche.
Una sonrisa soñadora le hace recordar la primera vez que estuvo en Chicago, su representación en la obra de El Rey Lear y el intento de ver a Candy. Ahora no sería así. Se dirige a un modesto hotel, debe cuidar cada centavo si quiere que todo salga conforme lo planeado. No descansará, toma un baño y se dirige al hospital Santa Juana a buscar a su pecosa. La recepcionista no puede darle información, así lo indica el reglamento. Él hace uso de su galantería y le promete una salida a comer, tiempo suficiente para que la enfermera recabe la información necesaria de su ubicación ya que solo le pudo decir que la habían despedido sin razón aparente.
Su preocupación se acrecienta, no es lo mismo ser despedida que renunciar cuando amas tu trabajo y puedes ayudar al prójimo, algo no está bien, su corazón se lo dice, ese compromiso debe ser una completa farsa, ahora más que nunca debe saber en dónde y en qué condiciones está. Le pide a la enfermera encarecidamente que le dé una dirección, que él se encargaría de lo demás, ella le da el del edificio Magnolia según su expediente laboral. Terry agradece el favor asegurando que cumpliría con la promesa de llevar a la enfermera a cenar.
El ojiazul pregunta con la portera por la rubia, tenía rato de haber llegado a su departamento y por el tiempo de espera, le hace pensar que ella ya no vive ahí, Candy no tiende a estar a altas horas de la noche en la calle, la respuesta recibida no fue de su agrado, por ser una mujer Terry no la insultó, pero sí le dijo la diferencia de ser una dama a una chismosa. –“ja, cómo se atreve a insinuar que vive con un hombre de dudosa reputación, usted juzga sin conocer ni saber, solo se guía por las apariencias…”-
Camina cabizbajo, no le dieron razón alguna, él la seguirá buscando, no importa el tiempo que le lleve hacerlo, con las manos en los bolsillos del pantalón, se dirige hacia el hotel planificando las actividades del día siguiente, el primer lugar que visitará será las oficinas de la corporación Andrew, ahí le darán información por su pecosa, e incluso, podría conseguir la dirección de la mansión, así, podría comunicarse con Archie o Stear, quizás ellos sepan sobre el compromiso de Candy con Neal, ese sería su último recurso, pediría que le ayudaran a reencontrarse con Candy y si era posible la convencería de dejarlo todo como él lo había hecho por amor, ella tenía que decidir, si por él fuera, se la robaría y la llevaría en un país lejano en donde el odio, los prejuicios y las mentiras no los alcanzara jamás. Esto era la vida real.
-“Candy, mi amor, no me dejes, juramos encontrarnos nuevamente, deseo que sea en esta vida, porque esperar mil años más para ser felices es mucho tiempo”- Ese fue su último pensamiento antes de dormir.
Desde que recibió en manos de su amigo Albert la invitación de Terry para ver la premier de Romeo y Julieta creyó que su corazón se saldría de su pecho. Tener el afiche de su amado con Susana con vestuario de la época que bien su amiga Patty le había obsequiado para que lo tuviera cerca le provocaba celos, los diarios hablaban de un romance, pero nadie más que ella lo conocía, sabía que él era fiel a sus sentimientos, no en vano dejó el colegio para salvarla de ser repudiada por los Andrew, la esperó toda la noche en las afueras del hospital de Chicago cuando representó la obra del Rey Lear… Una triste separación, siempre buscarlo sin encontrarse en varias ocasiones y una breve mirada fue suficiente para darse cuenta de que entre ellos había un lazo indestructible y así empezar un romance epistolar.
No podía confiar en la señorita Marlowe, le había mentido al decir que Terry se encontraba descansando en su cuarto de hotel y que había pedido no ser molestado, ella estaba cerca de él en cada momento y había escenas en donde el beso entre ellos era inevitable. ¿Hasta dónde podría ella ser capaz en interferir en su relación? Candy no podía permitirse tener ese tipo de pensamientos, pasase lo que pasase Terry jamás la engañaría ni mucho menos le mentiría. El amor de ambos era fuerte, sólido, entre ellos no había secretos, quizás algunas omisiones que solamente se hablaría de frente incluso aquellas del amor que no había necesidad de pronunciar ni de escribir: “Querida tarzán pecosa” “Mi querido arrogante”, incluso hasta sus pensamientos posesivos. “Mi novia viviendo con nuestro amigo”, “Me hubiera puesto celosa si Susana Marlowe fuera tu pareja en la obra”.
Susana Marlowe, una buena actriz nobel, con un futuro por delante, víctima de un amor a primera vista, no dudaba de su belleza, de la ingenuidad e inocencia que proyectaba ante los demás, sabía que esa era una llave para los protagónicos. Ya no le interesaba ser deseada por la mayoría de sus compañeros, hubiera cambiado todo eso para que Terence Granchester no fuera tan “malvado” con ella, se sentía ignorada completamente hasta que supo la verdadera razón en Chicago, se disculpaba ella misma por haberla hecho marchar cuando fue a buscarlo, pero entre la guerra y el amor todo se valía, sentía que a pesar de la distancia ella le tenía mucha ventaja, necesitaba saber más, necesitaba hacerla a un lado. Robar su correspondencia no le ayudó en mucho, él le seguía escribiendo a pesar de no recibir respuesta, seguía ahorrando, se encerraba en su propia burbuja evitando socializar con los demás. Creyó que al obtener ambos el protagónico y el acercamiento físico le haría fijarse en su persona, ¡NO! Ni siquiera la declaración de amor fue la causante para obtener una esperanza. Estaba dicho, Candy iría a Broadway, solo era cuestión de días, el tiempo se le agotaba…
La fortuna estaba de su lado, el accidente, el chantaje, el intento de suicidio, la pérdida de su pierna, ella lo cuidaría y amaría por las dos, eso fue lo que Susana le escribió a Candy tiempo después. Había ganado, ella se quedaría con él, tal cual, como un trofeo, mas, sin embargo, Candy y Terry seguirían unidos por ese lazo indestructible hasta por mil años más, hasta que el destino le hiciera justicia a su amor. La promesa de ser felices no pudo ser cumplida, ese último abrazo, sentir el calor de su pecho y espalda les quemaba la piel, las lágrimas les atravesó el alma, querían que el tiempo se detuviera y aunque no soportarían vivir el uno del otro era inevitable su separación. Él insistió nuevamente en acompañarla a la estación, era difícil, no quería hacer más larga su agonía ni sufrimiento. Solo un momento, se decía Candy internamente, volteó a verlo, él lo entendió, ambos se dirigieron al hotel. Susana tendría que esperar, ya les había hecho mucho daño.
Ambos se abrazaron y soltaron nuevamente el llanto en cuanto cerraron la puerta de la habitación, ellos merecían ese instante, jamás volverían a verse. Candy flaqueó, su llanto era inconsolable, Terry la abrazó con más fuerza, deseando poder meterla en su ser, ella no opuso resistencia. Cuánto deseó sentir sus brazos cuando llegó a la estación de trenes, incluso un beso… no importaba pensar en las señoritas damas estiradas y sus buenas costumbres en ese momento. Ella levantó el rostro, sus miradas se encontraron con amor y deseo, azul y verde con una tormenta en su interior, ella tomó la iniciativa y simplemente, lo besó. Fue un beso deseado, anhelado, de despedida, dejaron de abrazarse, él le tomó el rostro y besó sus lágrimas, ella hizo lo mismo, querían borrar sus tristezas. ¿Acaso no se habían prometido que serían felices? Sus manos se encontraron en cuanto se dieron el siguiente beso y las entrelazaron. Sus besos se hacían cada vez más profundos, con pasión irreverente, las caricias se hicieron presente hasta que la ropa les estorbó y se hicieron uno solo, la entrega fue en cuerpo y alma y mientras se amaban se juraron que si no podían estar juntos en esa vida lo harían en otra, no importaba esperar mil años más, ellos serían felices un día, no habría más Elisa ni Susanas, mucho menos separaciones. La noche fue corta, ya no hubo despedidas, simplemente la esperanza de saber que estando vivos volverían a encontrarse.
Los dos continuarían con sus vidas, siguiendo los caminos que el destino les asignó. Dos infelices víctimas de las circunstancias, intentando de uno y de otro modo sobrellevar el peso de una promesa impuesta. ¡Por Dios!, ¿Quién puede vivir así? El acoso de Susana y su madre para que Terry formalizara un compromiso, luego, la imposición de la familia adoptiva de casar a Candy con Neal. Los diarios habían dado la exclusiva a nivel nacional de ambos acontecimientos. Ellos han caído nuevamente en la trampa, ambos se preguntan si tan pronto se les acabó el amor, en el caso de Terry, era de esperarse, pero en Candy no, y menos con esa sabandija, ese era el pensamiento de Terry mientras leía la nota periodística. Algo tenía qué hacer, debía saber por sus mismos labios si eso era lo que deseaba. Al diablo el honor y las promesas, si ella estaba dispuesta le pediría escapar con él. Abandonaría a Susana, sus sueños de ser un reconocido y gran actor, era tiempo de pensar en ellos dos, no se dejaría llevar por otro chantaje de suicidio, era ahora o nunca, ya eran mayores, podrían empezar de cero en cualquier rincón del mundo.
Terry tomó una maleta pequeña, guardó en ella lo más básico, ya compraría ropa más adelante para los dos, puso todas sus ilusiones y en su corazón guardaba la esperanza de que podrían ser felices. A Susana no le haría falta nada, dejaba con su abogado un fideicomiso económico que le permitiría vivir el tiempo en lo que él se estableciera nuevamente en el mundo del teatro. Dio un nuevo vistazo a su departamento, se dirigió a la vivienda de la arrendataria y dejó pagado dos meses más, tenía que asegurar el lugar en caso de que sus planes no se concretaran. Él debía ser positivo, todo iba a estar bien. Al menos eso era lo que él creía.
Susana esperaría su regreso, Terry le dijo que saldría y que no sabía cuándo volvería, pero que él estaría al pendiente de su rehabilitación. Ella no dijo nada, debía confiar y creer en su palabra. No necesitó explicaciones para comprender que sería el final, aun así, con la esperanza de que Candy cumpliera su promesa y que tomara en cuenta la carta que ya le había enviado con mucho tiempo de antelación, con una sonrisa tímida le pidió que no tardara en volver, que ahí estaría para fijar la fecha del enlace matrimonial. Terry contuvo su molestia, se sentía peor que una marioneta de circo. –“Susi”- le dijo en un susurro. –“Tú conoces mis sentimientos”- -“Recuerda que te amo Terry, te daré el tiempo que necesites para volver a mí, que tengas buen viaje querido”- En cuanto Terry abandonó la casa de las Marlowe Susana soltó el llanto hasta que se quedó dormida postrada en su silla de ruedas.
Candy no la estaba pasando nada bien, ella estaba comprometida con Neal Leagan en contra de su voluntad, esa era la orden del Tío abuelo William, ella no podía permitirlo, ¿Para eso la adoptaron? Ella no era un cheque al portador, ella no dependía de ellos, solo tenía su prestigioso apellido. Tenía que salir de todo esto, tenía que hablar con el tío abuelo y su intermediario sería George. Cómo pensaba en Terry, si Susana no hubiera tenido el accidente estaría en esos momentos con él, esperándolo en su departamento, compartiendo su día a día, sintiendo su cuerpo y calor por las noches. Jamás olvidaría esa noche en donde juraron un día encontrase nuevamente así pasaran mil años. Si pudiera escapar y encontrar a George, le pediría que le diera la ubicación de su tutor o en su caso, renunciar definitivamente al apellido.
Apostó por la bondad de las mucamas, empezó con saludarlas para ganar su confianza, ellas tenían prohibido dirigirle la palabra, hacerlo les costaría el trabajo y no estaban para darse ese lujo. Ella decidió no llorar más, volvería a sonreír como le había dicho su príncipe de la colina y Antony. Estaba encerrada en su recámara y solo salía cuando era requerida por la tía abuela para los arreglos que la modista debía realizar para su vestido de la fiesta de compromiso. Sus lágrimas volvían a salir, se sentía como un cordero listo para el matadero, la cuenta regresiva cada día se acortaba. Ella no quería casarse y menos con él. Sus pensamientos eran dirigidos a Terry, creía que él aparecería en cualquier momento y la rescataría como un caballero medieval en su corcel en medio de la noche.
Una sonrisa soñadora le hace recordar la primera vez que estuvo en Chicago, su representación en la obra de El Rey Lear y el intento de ver a Candy. Ahora no sería así. Se dirige a un modesto hotel, debe cuidar cada centavo si quiere que todo salga conforme lo planeado. No descansará, toma un baño y se dirige al hospital Santa Juana a buscar a su pecosa. La recepcionista no puede darle información, así lo indica el reglamento. Él hace uso de su galantería y le promete una salida a comer, tiempo suficiente para que la enfermera recabe la información necesaria de su ubicación ya que solo le pudo decir que la habían despedido sin razón aparente.
Su preocupación se acrecienta, no es lo mismo ser despedida que renunciar cuando amas tu trabajo y puedes ayudar al prójimo, algo no está bien, su corazón se lo dice, ese compromiso debe ser una completa farsa, ahora más que nunca debe saber en dónde y en qué condiciones está. Le pide a la enfermera encarecidamente que le dé una dirección, que él se encargaría de lo demás, ella le da el del edificio Magnolia según su expediente laboral. Terry agradece el favor asegurando que cumpliría con la promesa de llevar a la enfermera a cenar.
El ojiazul pregunta con la portera por la rubia, tenía rato de haber llegado a su departamento y por el tiempo de espera, le hace pensar que ella ya no vive ahí, Candy no tiende a estar a altas horas de la noche en la calle, la respuesta recibida no fue de su agrado, por ser una mujer Terry no la insultó, pero sí le dijo la diferencia de ser una dama a una chismosa. –“ja, cómo se atreve a insinuar que vive con un hombre de dudosa reputación, usted juzga sin conocer ni saber, solo se guía por las apariencias…”-
Camina cabizbajo, no le dieron razón alguna, él la seguirá buscando, no importa el tiempo que le lleve hacerlo, con las manos en los bolsillos del pantalón, se dirige hacia el hotel planificando las actividades del día siguiente, el primer lugar que visitará será las oficinas de la corporación Andrew, ahí le darán información por su pecosa, e incluso, podría conseguir la dirección de la mansión, así, podría comunicarse con Archie o Stear, quizás ellos sepan sobre el compromiso de Candy con Neal, ese sería su último recurso, pediría que le ayudaran a reencontrarse con Candy y si era posible la convencería de dejarlo todo como él lo había hecho por amor, ella tenía que decidir, si por él fuera, se la robaría y la llevaría en un país lejano en donde el odio, los prejuicios y las mentiras no los alcanzara jamás. Esto era la vida real.
-“Candy, mi amor, no me dejes, juramos encontrarnos nuevamente, deseo que sea en esta vida, porque esperar mil años más para ser felices es mucho tiempo”- Ese fue su último pensamiento antes de dormir.
CONTINUARÁ
Mi agradecimiento a Laura Balderas por tan bella portada.
[/center]Mi agradecimiento a Laura Balderas por tan bella portada.
Última edición por Yuriko Yokinawa el Lun Mayo 18, 2020 10:18 pm, editado 14 veces