Candy Lovers. Capítulo I
Candy Lovers. Capítulo II
Terry Fics. Capítulo I
Terry Fics. Capítulo II
Un agradecimiento a las páginas de Candylovers de A Buen Puerto y Terry Fics por darme la oportunidad de publicar los dos primeros capítulos de "Entre cardos y narcisos" Nuevamente, mil gracias!!!
ENTRE CARDOS Y NARCISOS
CAPÍTULO III:
EL DESPERTAR
POR YURIKO YOKINAWA
CAPÍTULO III:
EL DESPERTAR
POR YURIKO YOKINAWA
Ahora, nada podía salir más mal, Candy y Terry estaban incomunicados, sin saber nada sobre el otro solo les restaba esperar, ella, en que el señor William la diera de baja del plantel y él en la oportunidad de poder escapar del castillo Granchester. Solo les llevaban de comer, estaban vigilados. Candy trataba de ser fuerte. Terry enfrentó a su padre en cuanto fue a verlo, la golpiza que recibió no fue nada en comparación al no apoyarlo en su decisión de casarse, ¿En dónde estaba el honor que corría en la sangre de su realeza? La humillación, huir como todo un cobarde y todo porque ella no era una noble o de abolengo empresarial de nacimiento, a Richard no le importaba más que las apariencias y lo que dictara el protocolo de la Corona, debía asegurar la continuidad del ducado.
Candy fue llevada a la oficina de la rectora con su mejor vestido, una noche antes le habían notificado que empacara sus pertenencias, en cuanto entró buscó con la vista a su benefactor, pero solo vio a George y a los hermanos Cornwell, una alegría interna desbordaba su corazón, no estaría sola. Candy hizo una venia en calidad de saludo para los presentes. El rostro de la hermana Grey reflejaba furia, Candy se sintió intimidada. –“Candy, el señor Jhonson en solicitud del señor William Andrew ha venido por ti después del desagradable acontecimiento en el bosque y del vergonzoso encuentro que tú y Granchester tuvieron hace unos días. Su representante ya está enterado.”- La rectora desvía la atención hacia George y le extiende una copia de la investigación realizada, lavándose las manos sobre las consecuencias que fuese a generar más adelante por ese desliz y de las decisiones que la familia Granchester pudiera tener acerca de reparar el daño. Candy no entendía muy bien esas palabras, pero el resto de los presentes sí, Archie se estaba conteniendo en decirle unas cuantas frescas. La hermana mentía y lo sabía muy bien, no le convenía perder las donaciones mensuales de su principal benefactor.
Las donaciones del duque de Granchester no logró impedir que la rectora fuera cesada ni que parte del estudiantado fuera retirado de ese prestigioso plantel, entre ellos Annie y Patty, el cual, regresarían a América, se oían tambores de guerra. Mientras, Elisa y Neal celebraban inicialmente la expulsión de la huérfana, sus planes resultaron mejor de lo que esperaban, Neal había escuchado la conversación de Terry con los hermanos Cornwell y Elisa se encargó de hacerle llegar anónimamente el mensaje al padre de Terry. No contaban con que el castaño se lo llevaran del Colegio ni que sus primos también fueran dados de baja sin que los consideraran dejándolos a su suerte. Maldita fuera la suerte de aquélla huérfana que a pesar de sus desgracias la vida aún le sonreía.
George Jhonson instaló a los chicos en la suite del hotel Savoy, saldrían a primera hora al puerto de Southampton hacia Nueva York, el administrador no les dio tiempo para que descansaran. Por orden del señor Williams debía llevarlos a comer, de compras y, por último, al hipódromo. Los chicos no tenían ánimo ni humor para pasear y menos para comprar, pero ¿Qué podía saber el viejo si solo se preocupaba por hacer crecer el negocio familiar? Stear, que era el más sensato y maduro para su edad comprendió que esa distracción era más que nada para que Candy no pensara en cosas tristes, así que con la alegría que lo caracterizaba persuadió a los chicos para que fueran con toda la actitud a gritar con una buena apuesta. No insistió demasiado, bajaron al restaurant a comer en completo silencio.
Después de comer se dirigieron a las tiendas de prestigio a comprar todo un guardarropa para Candy, se le hacía increíble a George que Candy no hubiera dispuesto de un solo centavo de la mesada que mes con mes le hacían llegar, pero ya tendría tiempo de averiguar las razones por las cuales no le era dado en propia mano lo que con derecho le correspondía. Ni ella se quejaba de la falta de ropa, desde la última vez que la había visto, ella había crecido y desarrollado considerablemente. Cargados con paquetes de vestidos, calzado, guantes, sombreros, perfumes, accesorios, ropa interior, sombrillas y bolsos se dirigieron al auto rumbo al hipódromo. Candy salió de la tienda cambiada en su persona, le dieron una nueva imagen, ella se despidió de la niña para darle la bienvenida a la mujer que se estaba convirtiendo… tenía que darle vuelta a la página y superar sus miedos para que no la atormentaran el resto de su vida.
Adquirieron sus entradas, George los dirigió a las caballerizas para que conocieran a los caballos que competirían en la carrera y así pudieran hacer libremente sus apuestas. En lo que los chicos observaban a los equinos él iría a hacer una diligencia encomendada por el señor Andrew. Miraban uno a uno a tan magníficos ejemplares hasta que se toparon con un joven rubio barbado con gafas oscuras acicalando a uno de los corceles. –“¿Albert?”- preguntaba Candy dudosa. El rubio dejó de asear al animal y con una sonrisa sincera caminó hacia la rubia y extendió sus brazos, ella, sin dudarlo corrió a su encuentro.
-“¡Albert, Albert!”- Candy lloraba. –“No sabes cuanta falta me has hecho… Terry… su padre… yooo…”- Su llanto incontenible no le permita expresar una oración coherente, era muy doloroso, todavía dolía y mucho. Archie y Stear decidieron dejarlos solos para que platicaran, se despidieron y acordaron verse una hora después. Albert la dejó llorar hasta que se calmó, él aflojó su abrazo, y puso su mano izquierda en su hombro y con la otra, levantó su barbilla para que lo pudiera mirar, con su voz dulce le preguntó qué le había pasado, por qué había tanta tristeza en su alma… Ella le contó todo… Albert no pudo evitar derramar lágrimas de impotencia, él sabía los hechos por palabras de la rectora, y una verdad a medias por parte de Terry. Terry jamás revelaría ese secreto. Él la consoló y aconsejó.
Los hermanos Cornwell fueron por su prima, el semblante de ella se veía serena. Se despidieron, al igual que siempre, en ellos jamás existían las despedidas, así que él le prometió que muy pronto se verían. Les pidió a los chicos que cuidaran de ella y que fuera cual fuera su decisión, la dejaran tomar su camino, ella necesitaba sanar y qué mejor lugar que el hogar de Pony. Ellos asintieron y se despidieron con un saludo de mano. Se dirigieron a los palcos preferenciales, gritaron, saltaron y perdieron en sus apuestas. –“Terry, te prometo que también seguiré mi camino, hablaré con el tío abuelo William, espero que él pueda comprenderme.”- Con ese pensamiento, regresó al hotel Savoy con sus primos y George. Al día siguiente, partirían para América.
Dos años había pasado, muchas cosas habían sucedido por la vida de Candy y Terry, ella se refugió en el hogar de Pony, mantenía correspondencia con él y su amigo Albert, ya no era un secreto su identidad, al poco tiempo de regresar a América se presentó ante la familia, los Leagan no daban crédito, intentaron arremeter contra Candy pero él no se los permitió, ni siquiera a su Tía Elroy, no le perdonaba el hecho de retener las mesadas de la rubia ni que mandara por ella un quinto domingo o dejarla enclaustrada después de su “accidente”, no tenía corazón. Cuando George le envió un telegrama urgente pidiendo su regreso porque la señorita Candy lo necesitaba, no dudó en volver, tomó su pequeño bolso de viaje y dejó África, intuía que estaba próximo su aparición ante la familia y la sociedad. Ella jamás estaría sola otra vez.
Cuando fue enterado de los hechos, se presentó ante el duque de Granchester como un representante de la familia Andrew, deseaba que viera con buenos ojos una alianza matrimonial en caso de que ellos decidieran casarse, pero no fue así, pero el padre de Terry nunca estuvo de acuerdo por su dudosa procedencia. Comprobar por sí mismo lo poco que Terry le había contado acerca de su vida le causaba mucha más decepción, con mayor razón lo comprendía, su rebeldía, aislamiento y su rechazo hacia la aristocracia. Albert solicitó hablar con el muchacho, pero el duque argumentó que estaba camino a Francia, si para zorros en los negocios y en el arte del camuflagearse con otra identidad Albert era bueno… Mandó a investigar el paradero de Terry, él no podía dejar que fuera infeliz por imposición, mejor era darle una ayuda a su destino y que él mismo lo empezara a labrar una vez estando en libertad.
Terry fue a otro internado, ahí mismo en Londres, bajo la custodia de sus guardias personal, solo esperaba el mínimo descuido para poder escapar, de mientras, se portaría bien para generar confianza, muy pocas veces asistía a clases, tenía los mismos privilegios que en el Colegio San Pablo, así que solía cabalgar en la noche, trepar un árbol en las tardes y tocar su armónica en el ocaso mientras recordaba a su amada, diariamente le escribía una carta, en cuanto pudiera lo enviaría a la dirección que le proporcionó George, le pedía que lo esperara, le recordaba que la amaba… -“Candy, en donde quiera que estés deseo que seas feliz. TG.”-
No le costó trabajo a Albert encontrar a Terry y mucho menos entablar conversación. Le dieron trabajo como caballerango… por la naturaleza de Albert, logró hacer amistad con el personal del Colegio y con los mismos custodios de Terry. El plan estaba en marcha, solo era cuestión de tiempo. Una taza de té con pan fue suficiente para calmar el frío que les calaba hasta los huesos, cuidar al hijo mimado del duque era mucho trabajo, siempre estaba activo y era poco predecible con sus acciones. En cuanto recibió la señal bajó de la ventana y sigilosamente se dirigió al patio trasero para poder saltar la barda, un vehículo negro lo esperaba con el motor encendido, rápidamente ingresó y el chofer arrancó con destino al Puerto de Southampton. Albert tenía todo arreglado, sin ningún problema abordó al navío. Terry empezaba una nueva vida y se convertiría en actor.
Terry ya no aceptó más ayuda de Albert, se haría cargo de él mismo, sus ahorros le permitirían sobrevivir un tiempo sin problema alguno. Solo que las cosas no serían tan fáciles, encontró un departamento en renta cerca de la zona de teatros, compró lo indispensable para poder ser autosuficiente y atenderse así mismo, evitaría mal gastar en lo posible, cada centavo trabajado sería para ahorrar lo más que se pudiera, mientras más pronto se estableciera y lograra el éxito, más rápido podría contraer nupcias con Candy, ella era su vida, su todo. En cuanto acondicionó con lo básico su departamento, tomó una pequeña maleta y se dirigió a Chicago. George había arreglado lo necesario para concertar una visita entre el castaño y la rubia.
Candy estaba en el hogar de Pony cuando el señor Jhonson fue en su busca, por órdenes del señor William se le solicitaba su presencia en Lakewood, ella se preguntaba si al fin conocería a quien siempre la había protegido desde la distancia gracias al buen corazón del que ahora son sus primos. Vestida de manera sencilla pero elegante acompañó a su caballero de armadura blanca, tenía suerte que él también le tuviera cariño, siempre la acompañaba a donde el tío abuelo William la mandara, con seguridad él era el portavoz de lo que ella hacía en Londres, sí, eso debía ser, además, ella le escribía cada semana al abuelo contando sus actividades escolares, claro, solo lo que le tenía que contar, el beso, era solo de Terry y ella, al igual de la agresión que tuvo en el Colegio San Pablo, aunque no dudaba que él ya tuviera conocimiento, por algo la sacó del Instituto y la dejó regresar al hogar de Pony, ella le estaba muy agradecida, él comprendió y respetó sus deseos.
George Jhonson la sacó de sus pensamientos, habían llegado. Él bajó su pequeña maleta, entraron y le encargó a la mucama que subiera las pertenecías de la señorita Candy a su recámara. Le pidió que la acompañara al solárium. Ella se encontraba ansiosa, el momento había llegado, conocería a su tutor… George la dejó frente a la puerta, brindándole confianza le dijo que todo estaba bien, no era lo que ella pensaba. Con manos temblorosas tocó la puerta, y la abrió, no esperaba verlo, al menos no tan pronto, con rosas en mano y una radiante sonrisa abrió sus brazos y caminó hacia Candy, ella hizo lo mismo, se dieron un abrazo, el que necesitaban desde hace mucho tiempo, el que les reconfortara en sus momentos de tristeza y soledad, ambos lo habían pasado muy mal, se estrecharon fuertemente y entre sollozos se decían lo mucho que se habían echado de menos.
Cuando se tranquilizaron aflojaron su abrazo, él colocó sus manos en los hombros de ella y le dio un beso en la coronilla, se sonrieron con amor y nostalgia, tenían mucho de qué hablar, estos meses que en apariencia era poco, para ellos había sido una eternidad. Terry tomó las rosas que había colocado en la mesita de centro, -Como símbolo de mi amor Candy, mi alma y mi vida te pertenece- un beso en el dorso de la mano de la chica selló sus palabras. Sus miradas se encontraron nuevamente, una tímida sonrisa se asomó en los labios de ellos, la esperanza volvía a renacer. La mucama hizo acto de presencia para anunciarles que la comida se encontraba servida. Ambos degustaron el almuerzo, en cuanto terminaron Candy llevó a Terry a los portales donde conoció a sus primos. Él era feliz al igual que ella en ese momento, le encantaba saber y conocer más de la vida de su pecosa.
En un cerrar y abrir de ojos el tiempo había transcurrido sin tregua alguna, debían de despedirse, era doloroso… -“Terry, ve al hogar de Pony, les dará un gusto a mis madres conocerte”- -“Candy, será un placer conocer el lugar que te vio crecer, creí que no me invitarías”- -“Le pediré a George que nos lleve después de desayunar, te estaré esperando”.- Y así lo hicieron a la mañana siguiente. Los niños corrieron para darle la bienvenida a la rubia, Terry notó que el brillo perdido de su mirada lo recuperaba en ese lugar, él lo entendió perfectamente, en cuanto llegara el momento y la oportunidad platicaría sobre el futuro de ella, no podía estar enclaustrada toda la vida ahí, necesitaba volar, ser libre nuevamente, él le ayudaría a curar sus heridas con amor y paciencia, no importaba el tiempo que transcurriera, él la esperaría porque la amaba.
La señorita Pony y la hermana María vieron con buenos ojos al muchacho, él era un libro abierto al igual que Candy. Un chico educado que cualquier observador con experiencia se daría cuenta que él también había sufrido, sus ojos no podían mentir, aunque él intentara demostrar lo contrario. Ambas mujeres los vieron dirigirse a la colina en donde el padre árbol los esperaba con su frondosa copa, corrían divertidos hacia la cima, en un impulso Terry le dio alcance estando en movimiento y la abrazó por la cintura… ella gritó, su rostro se transfiguró por el miedo, cerrando sus ojos empezó a llorar y a golpearlo en su pecho suplicando que no le hiciera daño, él trataba de tranquilizarla, pero fue inútil. Ella perdió el conocimiento. Él también revivió el momento y lloró, quien le hubiera hecho daño a Candy lo pagaría, así se le fuera la vida en averiguarlo y en hacer justicia. Él la tomó en brazos como la primera vez y la llevó al hogar.
En cuanto Terry acomodó a Candy en su cama la señorita Pony le solicitó que la acompañara a su oficina. El tema, Candice White. Con el corazón en la mano el joven le habló sobre los sentimientos que le guardaba a la rubia, de sus deseos de una vida y futuro juntos y que sabía que ese no era el momento, ambos tenían que esperar el tiempo que fuera necesario, no ahondó ni dio más información. Él aprovechó la oportunidad para pedirle su mano, la señorita Pony solo sonrió.
Cuando Candy despertó, vio a Terry dormido en un pequeño sofá apoyando su cabeza en el brazo, ella hizo el intento de recordar qué había sucedido. Los sollozos de ella lo despertaron, inmediatamente se acercó y con cautela secó sus lágrimas con el pulgar, la abrazó, ella no lo rechazó y nuevamente soltó el llanto ocultando su rostro en su cálido pecho, con él se sentía protegida, pero sabía que ella no le podía dar más que su simple compañía… esos temores empezaron a rondarle a su mente y se lo hizo saber:
-“Perdóname Terry, no podemos seguir juntos, no soy lo que mereces ni te puedo dar lo que esperas, me siento una mujer incompleta, al que le robaron sus sueños, deseos, anhelos, sus esperanzas y el deseo de vivir, quisiera que me entendieras, las pesadillas no me dejan dormir, las sombras de la noche juegan con mi miedo, revivo ese momento… ¿Sabes qué es lo mejor de todo esto?- Él se quedó callado, con la mirada perturbada la invitó a continuar. -Que mi agresor me durmió, pudo dejarme inconsciente, pudo ser peor; ¿no lo crees? En el colegio solía esconderme en el armario, sentía que vendría por mí… Las hermanas fueron injustas conmigo, ni siquiera me preguntaron cómo me sentía, es más, ni siquiera me dirigieron la palabra. Terry; ¿por qué te echaste la culpa? Tienes un gran futuro por delante, no tienes que cargar con mis traumas, problemas e inseguridades. No se me olvida la promesa que nos hicimos poco antes que la gente de tu padre nos encontrara en la segunda colina de Pony, pero créeme, considero que no podremos con esto, mereces a alguien libre en todos los aspectos, te devuelvo la promesa que nos hicimos- Toda llorosa, lentamente se quitó el anillo que le había obsequiado el último día fatídico que se vieron.
El castaño percibía su dolor, él también lo sentía, ella era parte de él, parecía que ella tampoco entendía su dolor interno, quizá porque él no se lo demostraba ni se lo había dicho, con lágrimas en los ojos lo aceptó, no porque deseara dejarla o porque haya dejado de amarla, solo quería darle su espacio, empezar de cero, ganarse su confianza, convencerla que el amor hacia con ella era sincero, honesto, sin tintes de intereses físicos, la amaba por ser quien era, por lo que representa, porque le daba luz a su vida, por ser ella misma, un espíritu libre, bondadosa y noble por naturaleza, amaba el alma de esa rubia de ojos verdes desde que se vieron a las afueras de la fiesta de año nuevo del trasatlántico del Mauritania. En cuanto ella puso el anillo en la palma de su mano, él inmediatamente capturo la de ella, le dio un beso en su dorso y le dio una breve caricia. Con palabras entrecortadas le pidió que le permitiera ser su amigo, eso era lo menos que ella podía darle, que no lo alejara de su lado…
Candy despertó ya muy entrada la mañana, se sintió como una niña mimada por levantarse tan tarde, ella tenía deberes, no quería causar lástima ni preocupaciones a sus dos madres, sonrió, era un nuevo día, debía demostrar la actitud y optimismo que solía representar para poder ocultar su malestar emocional, entró a la cocina esperando ver a Terry, ahí no lo encontró, fue al salón donde impartía clases la hermana María, con un movimiento leve de su cabeza le dijo que ahí no estaba, se dirigió a la oficina de la señorita Pony, entró sin tocar, ella se encontraba en su escritorio redactando algún escrito, se acomodó los lentes y levantó la mirada, de manera maternal le pidió que se sentara un momento, era importante que tuvieran una conversación acerca de su futuro.
-“Hija, sé a qué has venido, tu rostro refleja incertidumbre y ansiedad porque no lo has encontrado, él se fue temprano, no sin antes despedirse de la hermana María y de mí, vimos que se dirigió a la colina, dijo que quería conocer al padre árbol, ayer ya no pudo apreciarlo por la crisis que tuviste… espera, ya no lo encontrarás, como te dije, se fue muy temprano, nos dijo que ya habían platicado y que habían llegado a un mutuo acuerdo, no necesitó explicar más para entender, nosotras respetamos tu decisión, él dejó una carta para ti, quiero pensar que no tuvo el valor de despedirse, amar duele Candy al igual que una separación. No sabemos de su vida, solo lo poco que nos has contado y sé que la relación que tienen es estrecha, las constantes cartas que han intercambiado en estos meses lo demuestran, su visita lo ha constatado.”-
-“Señorita Pony…”- Candy quería decirle lo que guardaba sus sentimientos, pero la bondadosa dama le sonrió de manera maternal y le solicitó que la dejara continuar. –“Él nos platicó de sus anhelos de ser actor, de sus sentimientos hacia contigo y de un futuro juntos, parece que su vida ya la tiene organizada y planificada, me dio la impresión de que es un caballero de palabra y honor y que al igual que tú, ha sufrido. No me mires así, él no nos ha contado más allá de lo que para él es permitido, sus ojos reflejan su melancolía…”
La señorita Pony guarda silencio por un momento, como meditando las siguientes palabras que debía emplear para que Candy no mal interpretara lo que le iba a decir. –“Candy, hija mía, sabemos lo que te pasó, quita esa cara, él no nos dijo nada, tus pesadillas nos lo han revelado, la reacción que tuviste con el joven Granchester en cuanto te abrazó lo confirmó, es necesario que saques tu dolor, que te desahogues, no puedes vivir así toda tu vida cuando tienes un futuro por delante, no puedes ser presa de tus miedos ni temores, la vida continúa y el tiempo curará tus heridas, pero si no pones de tu parte jamás saldrás del orfanato ni dejarás que los que te amamos nos acerquemos. Candy, tengo el deber de recordarte que tienes una familia que al igual que nosotras te ama, un joven que espera por ti si se lo permites”-
Como la madre que ella representaba, le tomó la mano, ella lloraba en silencio. –“Puedes quedarte el tiempo que consideres necesario y cuando te sientas lista puedes seguir con tu camino, ya sea sola o acompañada pero con el libre albedrío, que la toma de decisiones que hagas sea con madurez , sin miedo ni límites, porque tú eres dueña de tu destino, de tu vida, no de lo que te quieran imponer, no por lo que te hicieron ni por lo que te harán, que eso no te detenga, que la felicidad no radica en los bienes materiales ni de lo que puedas recibir, sino de lo que tú puedas dar, en lo que tú te desempeñes, en lo que hagas, en la huella que dejes en donde vayas. Levántate, sacúdete el polvo y anda nuevamente, que renazca una nueva Candy renovada, libre…”-
-“¡Señorita Ponyyy!”- Candy se soltó a llorar desgarradoramente, le platicó su vida escolar en el colegio, la relación sentimental que tenía con Terry, la amistad con sus primos Stear y Archie, Albert, Annie y Patty, la enemistad con los hermanos Leagan, la fiesta de mayo, la cita sorpresa con Terry en la segunda colina de Pony para celebrar su cumpleaños, el retraso, el sometimiento, oscuridad, el despertar, el enclaustramiento como si fuera un delincuente sin derecho a las visitas, sus miedos, la falta de apetito, la visita de sus primos, la cita con Terry, la promesa, la separación, el momento en que el abuelo William envió a George por ella para darle de baja en el colegio, el regreso a América, la identidad de Albert, las investigaciones que se hicieron sin resultado alguno, el intercambio de cartas con Terry, la nueva separación porque ella así lo decidió. Conforme ella le iba contando sentía como poco a poco se iba liberando de esa gran carga emocional que la consumía por completo. Cuando se sintió más tranquila se liberó del abrazo de la buena mujer y secó sus últimas palabras, le agradeció el haberla escuchado, sonrió y antes de despedirse tomó la carta de Terry que la señorita Pony le entregaba.
Eran muchas emociones en un solo día, sentía que la misiva le quemaba las manos, tenía deseos de correr hacia con Terry, pero ¿qué le diría? Corrió hacia la colina para trepar al padre árbol, en cuanto se sentó en la rama donde podía ver la distancia sacó la carta y con manos temblorosas la abrió de manera cuidadosa.
Querida Candy:
Me disculpo por no despedirme de ti, estabas dormida todavía cuando decidí partir, agradezco tu hospitalidad hacia conmigo, así como la familiaridad con la que tus madres me trataron, jamás me había sentido como en casa, realmente te envidio, tienes una amplia familia que te ama.
Estos dos días contigo fue maravilloso, todo este tiempo que no estuvimos juntos te extrañé como no tienes idea, tus ojos y sonrisas me alimentaban el alma y la esperanza de que algún día nos volveríamos a ver y que en un futuro no lejano podíamos cumplir con nuestra promesa de estar juntos y ser felices. Sé que las circunstancias no nos han permitido que todo sea de color rosa ni fáciles, he aprendido que para gozar hay que sufrir, que para merecer hay que trabajar y que no es lo mismo amar y querer y yo, Candy, te amo y eso, no puede estar en duda, así como los sentimientos que tienes hacia mí, pero tienes miedo…
La conversación que tuvimos anoche me hizo sentir como si fueras el sol y yo la luna, que por más que lo intentan no pueden estar juntos y lo más cerca que han estado es en unos gloriosos segundos de eclipse para poderse amar, ¿Así va a ser siempre? No importa, te esperaré el tiempo que consideres necesario, déjame curarte tus heridas, déjame ser tu amigo, anoche prometiste que así sería, pero temo que cambies de opinión y me quites ese privilegio de estar, aunque sea de ese modo cerca de ti.
Regreso a Nueva York, deséame suerte por favor, me va a hacer falta. Cada personaje que interprete por muy significativo que sea será dedicado a ti, eres mi musa para esta nueva etapa de mi vida independiente, mi meta a seguir. Siempre estarás en mi mente.
Por siempre tuyo: TG
Candy dobló la carta, la guardó en su sobre y con sus dos manos lo colocó en su corazón. La tarde había caído. Sentada sobre la rama del padre árbol reflexionaba las palabras de la señorita Pony y la de su amado Terry.
Candy fue llevada a la oficina de la rectora con su mejor vestido, una noche antes le habían notificado que empacara sus pertenencias, en cuanto entró buscó con la vista a su benefactor, pero solo vio a George y a los hermanos Cornwell, una alegría interna desbordaba su corazón, no estaría sola. Candy hizo una venia en calidad de saludo para los presentes. El rostro de la hermana Grey reflejaba furia, Candy se sintió intimidada. –“Candy, el señor Jhonson en solicitud del señor William Andrew ha venido por ti después del desagradable acontecimiento en el bosque y del vergonzoso encuentro que tú y Granchester tuvieron hace unos días. Su representante ya está enterado.”- La rectora desvía la atención hacia George y le extiende una copia de la investigación realizada, lavándose las manos sobre las consecuencias que fuese a generar más adelante por ese desliz y de las decisiones que la familia Granchester pudiera tener acerca de reparar el daño. Candy no entendía muy bien esas palabras, pero el resto de los presentes sí, Archie se estaba conteniendo en decirle unas cuantas frescas. La hermana mentía y lo sabía muy bien, no le convenía perder las donaciones mensuales de su principal benefactor.
Las donaciones del duque de Granchester no logró impedir que la rectora fuera cesada ni que parte del estudiantado fuera retirado de ese prestigioso plantel, entre ellos Annie y Patty, el cual, regresarían a América, se oían tambores de guerra. Mientras, Elisa y Neal celebraban inicialmente la expulsión de la huérfana, sus planes resultaron mejor de lo que esperaban, Neal había escuchado la conversación de Terry con los hermanos Cornwell y Elisa se encargó de hacerle llegar anónimamente el mensaje al padre de Terry. No contaban con que el castaño se lo llevaran del Colegio ni que sus primos también fueran dados de baja sin que los consideraran dejándolos a su suerte. Maldita fuera la suerte de aquélla huérfana que a pesar de sus desgracias la vida aún le sonreía.
George Jhonson instaló a los chicos en la suite del hotel Savoy, saldrían a primera hora al puerto de Southampton hacia Nueva York, el administrador no les dio tiempo para que descansaran. Por orden del señor Williams debía llevarlos a comer, de compras y, por último, al hipódromo. Los chicos no tenían ánimo ni humor para pasear y menos para comprar, pero ¿Qué podía saber el viejo si solo se preocupaba por hacer crecer el negocio familiar? Stear, que era el más sensato y maduro para su edad comprendió que esa distracción era más que nada para que Candy no pensara en cosas tristes, así que con la alegría que lo caracterizaba persuadió a los chicos para que fueran con toda la actitud a gritar con una buena apuesta. No insistió demasiado, bajaron al restaurant a comer en completo silencio.
Después de comer se dirigieron a las tiendas de prestigio a comprar todo un guardarropa para Candy, se le hacía increíble a George que Candy no hubiera dispuesto de un solo centavo de la mesada que mes con mes le hacían llegar, pero ya tendría tiempo de averiguar las razones por las cuales no le era dado en propia mano lo que con derecho le correspondía. Ni ella se quejaba de la falta de ropa, desde la última vez que la había visto, ella había crecido y desarrollado considerablemente. Cargados con paquetes de vestidos, calzado, guantes, sombreros, perfumes, accesorios, ropa interior, sombrillas y bolsos se dirigieron al auto rumbo al hipódromo. Candy salió de la tienda cambiada en su persona, le dieron una nueva imagen, ella se despidió de la niña para darle la bienvenida a la mujer que se estaba convirtiendo… tenía que darle vuelta a la página y superar sus miedos para que no la atormentaran el resto de su vida.
Adquirieron sus entradas, George los dirigió a las caballerizas para que conocieran a los caballos que competirían en la carrera y así pudieran hacer libremente sus apuestas. En lo que los chicos observaban a los equinos él iría a hacer una diligencia encomendada por el señor Andrew. Miraban uno a uno a tan magníficos ejemplares hasta que se toparon con un joven rubio barbado con gafas oscuras acicalando a uno de los corceles. –“¿Albert?”- preguntaba Candy dudosa. El rubio dejó de asear al animal y con una sonrisa sincera caminó hacia la rubia y extendió sus brazos, ella, sin dudarlo corrió a su encuentro.
-“¡Albert, Albert!”- Candy lloraba. –“No sabes cuanta falta me has hecho… Terry… su padre… yooo…”- Su llanto incontenible no le permita expresar una oración coherente, era muy doloroso, todavía dolía y mucho. Archie y Stear decidieron dejarlos solos para que platicaran, se despidieron y acordaron verse una hora después. Albert la dejó llorar hasta que se calmó, él aflojó su abrazo, y puso su mano izquierda en su hombro y con la otra, levantó su barbilla para que lo pudiera mirar, con su voz dulce le preguntó qué le había pasado, por qué había tanta tristeza en su alma… Ella le contó todo… Albert no pudo evitar derramar lágrimas de impotencia, él sabía los hechos por palabras de la rectora, y una verdad a medias por parte de Terry. Terry jamás revelaría ese secreto. Él la consoló y aconsejó.
Los hermanos Cornwell fueron por su prima, el semblante de ella se veía serena. Se despidieron, al igual que siempre, en ellos jamás existían las despedidas, así que él le prometió que muy pronto se verían. Les pidió a los chicos que cuidaran de ella y que fuera cual fuera su decisión, la dejaran tomar su camino, ella necesitaba sanar y qué mejor lugar que el hogar de Pony. Ellos asintieron y se despidieron con un saludo de mano. Se dirigieron a los palcos preferenciales, gritaron, saltaron y perdieron en sus apuestas. –“Terry, te prometo que también seguiré mi camino, hablaré con el tío abuelo William, espero que él pueda comprenderme.”- Con ese pensamiento, regresó al hotel Savoy con sus primos y George. Al día siguiente, partirían para América.
Dos años había pasado, muchas cosas habían sucedido por la vida de Candy y Terry, ella se refugió en el hogar de Pony, mantenía correspondencia con él y su amigo Albert, ya no era un secreto su identidad, al poco tiempo de regresar a América se presentó ante la familia, los Leagan no daban crédito, intentaron arremeter contra Candy pero él no se los permitió, ni siquiera a su Tía Elroy, no le perdonaba el hecho de retener las mesadas de la rubia ni que mandara por ella un quinto domingo o dejarla enclaustrada después de su “accidente”, no tenía corazón. Cuando George le envió un telegrama urgente pidiendo su regreso porque la señorita Candy lo necesitaba, no dudó en volver, tomó su pequeño bolso de viaje y dejó África, intuía que estaba próximo su aparición ante la familia y la sociedad. Ella jamás estaría sola otra vez.
Cuando fue enterado de los hechos, se presentó ante el duque de Granchester como un representante de la familia Andrew, deseaba que viera con buenos ojos una alianza matrimonial en caso de que ellos decidieran casarse, pero no fue así, pero el padre de Terry nunca estuvo de acuerdo por su dudosa procedencia. Comprobar por sí mismo lo poco que Terry le había contado acerca de su vida le causaba mucha más decepción, con mayor razón lo comprendía, su rebeldía, aislamiento y su rechazo hacia la aristocracia. Albert solicitó hablar con el muchacho, pero el duque argumentó que estaba camino a Francia, si para zorros en los negocios y en el arte del camuflagearse con otra identidad Albert era bueno… Mandó a investigar el paradero de Terry, él no podía dejar que fuera infeliz por imposición, mejor era darle una ayuda a su destino y que él mismo lo empezara a labrar una vez estando en libertad.
Terry fue a otro internado, ahí mismo en Londres, bajo la custodia de sus guardias personal, solo esperaba el mínimo descuido para poder escapar, de mientras, se portaría bien para generar confianza, muy pocas veces asistía a clases, tenía los mismos privilegios que en el Colegio San Pablo, así que solía cabalgar en la noche, trepar un árbol en las tardes y tocar su armónica en el ocaso mientras recordaba a su amada, diariamente le escribía una carta, en cuanto pudiera lo enviaría a la dirección que le proporcionó George, le pedía que lo esperara, le recordaba que la amaba… -“Candy, en donde quiera que estés deseo que seas feliz. TG.”-
No le costó trabajo a Albert encontrar a Terry y mucho menos entablar conversación. Le dieron trabajo como caballerango… por la naturaleza de Albert, logró hacer amistad con el personal del Colegio y con los mismos custodios de Terry. El plan estaba en marcha, solo era cuestión de tiempo. Una taza de té con pan fue suficiente para calmar el frío que les calaba hasta los huesos, cuidar al hijo mimado del duque era mucho trabajo, siempre estaba activo y era poco predecible con sus acciones. En cuanto recibió la señal bajó de la ventana y sigilosamente se dirigió al patio trasero para poder saltar la barda, un vehículo negro lo esperaba con el motor encendido, rápidamente ingresó y el chofer arrancó con destino al Puerto de Southampton. Albert tenía todo arreglado, sin ningún problema abordó al navío. Terry empezaba una nueva vida y se convertiría en actor.
Terry ya no aceptó más ayuda de Albert, se haría cargo de él mismo, sus ahorros le permitirían sobrevivir un tiempo sin problema alguno. Solo que las cosas no serían tan fáciles, encontró un departamento en renta cerca de la zona de teatros, compró lo indispensable para poder ser autosuficiente y atenderse así mismo, evitaría mal gastar en lo posible, cada centavo trabajado sería para ahorrar lo más que se pudiera, mientras más pronto se estableciera y lograra el éxito, más rápido podría contraer nupcias con Candy, ella era su vida, su todo. En cuanto acondicionó con lo básico su departamento, tomó una pequeña maleta y se dirigió a Chicago. George había arreglado lo necesario para concertar una visita entre el castaño y la rubia.
Candy estaba en el hogar de Pony cuando el señor Jhonson fue en su busca, por órdenes del señor William se le solicitaba su presencia en Lakewood, ella se preguntaba si al fin conocería a quien siempre la había protegido desde la distancia gracias al buen corazón del que ahora son sus primos. Vestida de manera sencilla pero elegante acompañó a su caballero de armadura blanca, tenía suerte que él también le tuviera cariño, siempre la acompañaba a donde el tío abuelo William la mandara, con seguridad él era el portavoz de lo que ella hacía en Londres, sí, eso debía ser, además, ella le escribía cada semana al abuelo contando sus actividades escolares, claro, solo lo que le tenía que contar, el beso, era solo de Terry y ella, al igual de la agresión que tuvo en el Colegio San Pablo, aunque no dudaba que él ya tuviera conocimiento, por algo la sacó del Instituto y la dejó regresar al hogar de Pony, ella le estaba muy agradecida, él comprendió y respetó sus deseos.
George Jhonson la sacó de sus pensamientos, habían llegado. Él bajó su pequeña maleta, entraron y le encargó a la mucama que subiera las pertenecías de la señorita Candy a su recámara. Le pidió que la acompañara al solárium. Ella se encontraba ansiosa, el momento había llegado, conocería a su tutor… George la dejó frente a la puerta, brindándole confianza le dijo que todo estaba bien, no era lo que ella pensaba. Con manos temblorosas tocó la puerta, y la abrió, no esperaba verlo, al menos no tan pronto, con rosas en mano y una radiante sonrisa abrió sus brazos y caminó hacia Candy, ella hizo lo mismo, se dieron un abrazo, el que necesitaban desde hace mucho tiempo, el que les reconfortara en sus momentos de tristeza y soledad, ambos lo habían pasado muy mal, se estrecharon fuertemente y entre sollozos se decían lo mucho que se habían echado de menos.
Cuando se tranquilizaron aflojaron su abrazo, él colocó sus manos en los hombros de ella y le dio un beso en la coronilla, se sonrieron con amor y nostalgia, tenían mucho de qué hablar, estos meses que en apariencia era poco, para ellos había sido una eternidad. Terry tomó las rosas que había colocado en la mesita de centro, -Como símbolo de mi amor Candy, mi alma y mi vida te pertenece- un beso en el dorso de la mano de la chica selló sus palabras. Sus miradas se encontraron nuevamente, una tímida sonrisa se asomó en los labios de ellos, la esperanza volvía a renacer. La mucama hizo acto de presencia para anunciarles que la comida se encontraba servida. Ambos degustaron el almuerzo, en cuanto terminaron Candy llevó a Terry a los portales donde conoció a sus primos. Él era feliz al igual que ella en ese momento, le encantaba saber y conocer más de la vida de su pecosa.
En un cerrar y abrir de ojos el tiempo había transcurrido sin tregua alguna, debían de despedirse, era doloroso… -“Terry, ve al hogar de Pony, les dará un gusto a mis madres conocerte”- -“Candy, será un placer conocer el lugar que te vio crecer, creí que no me invitarías”- -“Le pediré a George que nos lleve después de desayunar, te estaré esperando”.- Y así lo hicieron a la mañana siguiente. Los niños corrieron para darle la bienvenida a la rubia, Terry notó que el brillo perdido de su mirada lo recuperaba en ese lugar, él lo entendió perfectamente, en cuanto llegara el momento y la oportunidad platicaría sobre el futuro de ella, no podía estar enclaustrada toda la vida ahí, necesitaba volar, ser libre nuevamente, él le ayudaría a curar sus heridas con amor y paciencia, no importaba el tiempo que transcurriera, él la esperaría porque la amaba.
La señorita Pony y la hermana María vieron con buenos ojos al muchacho, él era un libro abierto al igual que Candy. Un chico educado que cualquier observador con experiencia se daría cuenta que él también había sufrido, sus ojos no podían mentir, aunque él intentara demostrar lo contrario. Ambas mujeres los vieron dirigirse a la colina en donde el padre árbol los esperaba con su frondosa copa, corrían divertidos hacia la cima, en un impulso Terry le dio alcance estando en movimiento y la abrazó por la cintura… ella gritó, su rostro se transfiguró por el miedo, cerrando sus ojos empezó a llorar y a golpearlo en su pecho suplicando que no le hiciera daño, él trataba de tranquilizarla, pero fue inútil. Ella perdió el conocimiento. Él también revivió el momento y lloró, quien le hubiera hecho daño a Candy lo pagaría, así se le fuera la vida en averiguarlo y en hacer justicia. Él la tomó en brazos como la primera vez y la llevó al hogar.
En cuanto Terry acomodó a Candy en su cama la señorita Pony le solicitó que la acompañara a su oficina. El tema, Candice White. Con el corazón en la mano el joven le habló sobre los sentimientos que le guardaba a la rubia, de sus deseos de una vida y futuro juntos y que sabía que ese no era el momento, ambos tenían que esperar el tiempo que fuera necesario, no ahondó ni dio más información. Él aprovechó la oportunidad para pedirle su mano, la señorita Pony solo sonrió.
Cuando Candy despertó, vio a Terry dormido en un pequeño sofá apoyando su cabeza en el brazo, ella hizo el intento de recordar qué había sucedido. Los sollozos de ella lo despertaron, inmediatamente se acercó y con cautela secó sus lágrimas con el pulgar, la abrazó, ella no lo rechazó y nuevamente soltó el llanto ocultando su rostro en su cálido pecho, con él se sentía protegida, pero sabía que ella no le podía dar más que su simple compañía… esos temores empezaron a rondarle a su mente y se lo hizo saber:
-“Perdóname Terry, no podemos seguir juntos, no soy lo que mereces ni te puedo dar lo que esperas, me siento una mujer incompleta, al que le robaron sus sueños, deseos, anhelos, sus esperanzas y el deseo de vivir, quisiera que me entendieras, las pesadillas no me dejan dormir, las sombras de la noche juegan con mi miedo, revivo ese momento… ¿Sabes qué es lo mejor de todo esto?- Él se quedó callado, con la mirada perturbada la invitó a continuar. -Que mi agresor me durmió, pudo dejarme inconsciente, pudo ser peor; ¿no lo crees? En el colegio solía esconderme en el armario, sentía que vendría por mí… Las hermanas fueron injustas conmigo, ni siquiera me preguntaron cómo me sentía, es más, ni siquiera me dirigieron la palabra. Terry; ¿por qué te echaste la culpa? Tienes un gran futuro por delante, no tienes que cargar con mis traumas, problemas e inseguridades. No se me olvida la promesa que nos hicimos poco antes que la gente de tu padre nos encontrara en la segunda colina de Pony, pero créeme, considero que no podremos con esto, mereces a alguien libre en todos los aspectos, te devuelvo la promesa que nos hicimos- Toda llorosa, lentamente se quitó el anillo que le había obsequiado el último día fatídico que se vieron.
El castaño percibía su dolor, él también lo sentía, ella era parte de él, parecía que ella tampoco entendía su dolor interno, quizá porque él no se lo demostraba ni se lo había dicho, con lágrimas en los ojos lo aceptó, no porque deseara dejarla o porque haya dejado de amarla, solo quería darle su espacio, empezar de cero, ganarse su confianza, convencerla que el amor hacia con ella era sincero, honesto, sin tintes de intereses físicos, la amaba por ser quien era, por lo que representa, porque le daba luz a su vida, por ser ella misma, un espíritu libre, bondadosa y noble por naturaleza, amaba el alma de esa rubia de ojos verdes desde que se vieron a las afueras de la fiesta de año nuevo del trasatlántico del Mauritania. En cuanto ella puso el anillo en la palma de su mano, él inmediatamente capturo la de ella, le dio un beso en su dorso y le dio una breve caricia. Con palabras entrecortadas le pidió que le permitiera ser su amigo, eso era lo menos que ella podía darle, que no lo alejara de su lado…
Candy despertó ya muy entrada la mañana, se sintió como una niña mimada por levantarse tan tarde, ella tenía deberes, no quería causar lástima ni preocupaciones a sus dos madres, sonrió, era un nuevo día, debía demostrar la actitud y optimismo que solía representar para poder ocultar su malestar emocional, entró a la cocina esperando ver a Terry, ahí no lo encontró, fue al salón donde impartía clases la hermana María, con un movimiento leve de su cabeza le dijo que ahí no estaba, se dirigió a la oficina de la señorita Pony, entró sin tocar, ella se encontraba en su escritorio redactando algún escrito, se acomodó los lentes y levantó la mirada, de manera maternal le pidió que se sentara un momento, era importante que tuvieran una conversación acerca de su futuro.
-“Hija, sé a qué has venido, tu rostro refleja incertidumbre y ansiedad porque no lo has encontrado, él se fue temprano, no sin antes despedirse de la hermana María y de mí, vimos que se dirigió a la colina, dijo que quería conocer al padre árbol, ayer ya no pudo apreciarlo por la crisis que tuviste… espera, ya no lo encontrarás, como te dije, se fue muy temprano, nos dijo que ya habían platicado y que habían llegado a un mutuo acuerdo, no necesitó explicar más para entender, nosotras respetamos tu decisión, él dejó una carta para ti, quiero pensar que no tuvo el valor de despedirse, amar duele Candy al igual que una separación. No sabemos de su vida, solo lo poco que nos has contado y sé que la relación que tienen es estrecha, las constantes cartas que han intercambiado en estos meses lo demuestran, su visita lo ha constatado.”-
-“Señorita Pony…”- Candy quería decirle lo que guardaba sus sentimientos, pero la bondadosa dama le sonrió de manera maternal y le solicitó que la dejara continuar. –“Él nos platicó de sus anhelos de ser actor, de sus sentimientos hacia contigo y de un futuro juntos, parece que su vida ya la tiene organizada y planificada, me dio la impresión de que es un caballero de palabra y honor y que al igual que tú, ha sufrido. No me mires así, él no nos ha contado más allá de lo que para él es permitido, sus ojos reflejan su melancolía…”
La señorita Pony guarda silencio por un momento, como meditando las siguientes palabras que debía emplear para que Candy no mal interpretara lo que le iba a decir. –“Candy, hija mía, sabemos lo que te pasó, quita esa cara, él no nos dijo nada, tus pesadillas nos lo han revelado, la reacción que tuviste con el joven Granchester en cuanto te abrazó lo confirmó, es necesario que saques tu dolor, que te desahogues, no puedes vivir así toda tu vida cuando tienes un futuro por delante, no puedes ser presa de tus miedos ni temores, la vida continúa y el tiempo curará tus heridas, pero si no pones de tu parte jamás saldrás del orfanato ni dejarás que los que te amamos nos acerquemos. Candy, tengo el deber de recordarte que tienes una familia que al igual que nosotras te ama, un joven que espera por ti si se lo permites”-
Como la madre que ella representaba, le tomó la mano, ella lloraba en silencio. –“Puedes quedarte el tiempo que consideres necesario y cuando te sientas lista puedes seguir con tu camino, ya sea sola o acompañada pero con el libre albedrío, que la toma de decisiones que hagas sea con madurez , sin miedo ni límites, porque tú eres dueña de tu destino, de tu vida, no de lo que te quieran imponer, no por lo que te hicieron ni por lo que te harán, que eso no te detenga, que la felicidad no radica en los bienes materiales ni de lo que puedas recibir, sino de lo que tú puedas dar, en lo que tú te desempeñes, en lo que hagas, en la huella que dejes en donde vayas. Levántate, sacúdete el polvo y anda nuevamente, que renazca una nueva Candy renovada, libre…”-
-“¡Señorita Ponyyy!”- Candy se soltó a llorar desgarradoramente, le platicó su vida escolar en el colegio, la relación sentimental que tenía con Terry, la amistad con sus primos Stear y Archie, Albert, Annie y Patty, la enemistad con los hermanos Leagan, la fiesta de mayo, la cita sorpresa con Terry en la segunda colina de Pony para celebrar su cumpleaños, el retraso, el sometimiento, oscuridad, el despertar, el enclaustramiento como si fuera un delincuente sin derecho a las visitas, sus miedos, la falta de apetito, la visita de sus primos, la cita con Terry, la promesa, la separación, el momento en que el abuelo William envió a George por ella para darle de baja en el colegio, el regreso a América, la identidad de Albert, las investigaciones que se hicieron sin resultado alguno, el intercambio de cartas con Terry, la nueva separación porque ella así lo decidió. Conforme ella le iba contando sentía como poco a poco se iba liberando de esa gran carga emocional que la consumía por completo. Cuando se sintió más tranquila se liberó del abrazo de la buena mujer y secó sus últimas palabras, le agradeció el haberla escuchado, sonrió y antes de despedirse tomó la carta de Terry que la señorita Pony le entregaba.
Eran muchas emociones en un solo día, sentía que la misiva le quemaba las manos, tenía deseos de correr hacia con Terry, pero ¿qué le diría? Corrió hacia la colina para trepar al padre árbol, en cuanto se sentó en la rama donde podía ver la distancia sacó la carta y con manos temblorosas la abrió de manera cuidadosa.
Querida Candy:
Me disculpo por no despedirme de ti, estabas dormida todavía cuando decidí partir, agradezco tu hospitalidad hacia conmigo, así como la familiaridad con la que tus madres me trataron, jamás me había sentido como en casa, realmente te envidio, tienes una amplia familia que te ama.
Estos dos días contigo fue maravilloso, todo este tiempo que no estuvimos juntos te extrañé como no tienes idea, tus ojos y sonrisas me alimentaban el alma y la esperanza de que algún día nos volveríamos a ver y que en un futuro no lejano podíamos cumplir con nuestra promesa de estar juntos y ser felices. Sé que las circunstancias no nos han permitido que todo sea de color rosa ni fáciles, he aprendido que para gozar hay que sufrir, que para merecer hay que trabajar y que no es lo mismo amar y querer y yo, Candy, te amo y eso, no puede estar en duda, así como los sentimientos que tienes hacia mí, pero tienes miedo…
La conversación que tuvimos anoche me hizo sentir como si fueras el sol y yo la luna, que por más que lo intentan no pueden estar juntos y lo más cerca que han estado es en unos gloriosos segundos de eclipse para poderse amar, ¿Así va a ser siempre? No importa, te esperaré el tiempo que consideres necesario, déjame curarte tus heridas, déjame ser tu amigo, anoche prometiste que así sería, pero temo que cambies de opinión y me quites ese privilegio de estar, aunque sea de ese modo cerca de ti.
Regreso a Nueva York, deséame suerte por favor, me va a hacer falta. Cada personaje que interprete por muy significativo que sea será dedicado a ti, eres mi musa para esta nueva etapa de mi vida independiente, mi meta a seguir. Siempre estarás en mi mente.
Por siempre tuyo: TG
Candy dobló la carta, la guardó en su sobre y con sus dos manos lo colocó en su corazón. La tarde había caído. Sentada sobre la rama del padre árbol reflexionaba las palabras de la señorita Pony y la de su amado Terry.
CONTINUARÁ
PORTADA: LAURA BALDERAS
PORTADA: LAURA BALDERAS
Última edición por Yuriko Yokinawa el Miér Jun 03, 2020 7:56 am, editado 11 veces