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Hola chicas, bueno la guerra se acaba y yo no pude seguir publicando ya que tuve problemas con mi linea de telefono y fue hasta hoy que quedo arreglada, pero antes de que esto termine quiero dejar un capitulo más de mi fanfic, no se sabe aun si autorizaran extender la guerra unos días, de ser asi andare publicando por aqui y si no pues tambien publicare en wattpad para quien quiera seguir leyendo la historia de Terry Mayordomo jejejeje, les mando un mega abrazo fuerte y cuidense mucho en estos días.
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[/img]PARTE 14
La primera nevada de la temporada había ciado este día, el mismo en que Andrew Billard se había marchado de la isla. Después de la plática que había tenido aquella noche con Candy, las cosas se habían enfriado entre nosotros, de hecho, fui yo quien se alejó de ella, por su bien… por mi bien, no era bueno que la servidumbre pensara que Candy tenía un romance con Andrew y que pasara más tiempo conmigo, así que tome la decisión de romper vínculos. Los días que sucedieron a esa noche, Candy la paso con Annie y Andrew, y yo los miraba de lejos, pensado que era lo mejor para ambos, aunque en el fondo yo no lo soportaba, ese chico la hacía reír, aunque en veces la escuche llorar en su cuarto, supongo que era porque pronto se separarían, y bueno, el día llego, esta mañana el ferry se acercó al embarcadero y se llevó al nuevo amor de Candy. Me hubiese gustado irme también pero aun nos faltaba un tiempo de estancia en la soledad de esta isla, bajo el cielo invernal.
- ¿Sufriendo? – la voz de Bellamy interrumpió mis pensamientos, voltee a verla, ella… siempre tan pulcra e imponente – la merienda de la señorita esta lista – dijo autoritaria, yo clave una mirada inquisitiva, porque tiene que mirarme así, como si yo no supiera mis obligaciones, refunfuñe internamente.
- Enseguida voy – respondí con la misma frialdad que nos invadía esa noche.
- Lleve la merienda a la biblioteca – agrego – y hágame el favor de quitar esa cara de amargura – la mire serio, con los dedos índices de mis manos jale la comisura de mis labios para dibujar una sonrisa forzada. Bellamy entorno los ojos, no dijo nada más y se marchó.
- ¿La biblioteca? – me quede pensativo mientras la sonrisa se iba de mis labios, volví mis ojos a la ventana y mire, como seguía cayendo nieve del cielo para luego jalar la cortina con la mano y cerrarla. Me parecía un poco extraño que precisamente hoy quisiera tomar la merienda en la biblioteca, antes de eso se me hizo buena idea encender la chimenea que había ahí ya que se sentía bastante frío, mire los techos altos, las luces tenues y el calor de los leños ardiendo – ¡Ah! – lance un suspiro prolongado y profundo, ese ambiente me recordó tanto a aquella tarde - … ¡escocia! – musite.
- ¿Escocia? – la voz de Candy me tomo de improviso, deje caer el trinche de la chimenea, ella se sobresaltó con el sonido del golpe, creo que su sentido el oído se volvió más sensible.
- Lo siento – me levanté y recogí el utensilio con el que movía los leños.
- No tenga cuidado – ella sonrió con ternura, camino y comenzó a palpar el lugar, ahora que lo recuerdo casi nunca entramos a la biblioteca, entonces ella no sabe dónde están las cosas, camine deprisa para ayudarle antes de que tropezara con algún objeto – venga la llevare hasta el sillón – tome su mano, la descarga eléctrica me invade de nuevo, no puedo evitar sentirla casa que toco su piel,
- Gracias – ella sostuvo mis con los suyos y se dejó guiar, la mire de reojo y note que sus mejillas estaban sonrosadas, ¡será por el frío!, pensé para mis adentros.
- Aquí es – le ayude a sentarse en el sillón tapizado en terciopelo azul con el respaldo capitoneado, la madera de palo de rosa cubierta con esmalte francés.
- Es usted muy amable – ella volteo hacia mí siguiendo el sonido de mi voz y me sonrió.
- Voy por su merienda – me aleje de ella, sabía que no estaba bien desearla como lo hago, en el camino recrimine a mis emociones, “autocontrol Terry” – me repetía una y otra vez, entre a la cocina con un poco de desesperación, la cual no pude ocultar mientras ponían el juego de té sobre la charola, “juego de té”, pero si hoy es chocolate – pensé mientras reía un poco por mis pensamientos tan simplones.
- Listo, ya puedes llevarla – me dijo la cocinera al tiempo que me regalaba una enorme sonrisa – puse una taza y un pastelillo extra para ti – susurro y me guiño el ojo.
- Es usted un amor – le devolví el guiño
- Pero será mejor que te vayas antes de que Bellamy se dé cuanta – dijo apresurada casi corriéndome de la cocina. Yo obedecí y me aleje, no porque tuviera miedo de la reprimenda del ama de llaves, si no, porque deseaba estar junto a Candy, compartiendo este momento, aunque su corazón pertenezca a Andrew, aunque ahora tenga solo que conformarme con solo eso. En cuanto llegue a la biblioteca entre, por mi mente paso una idea un poco loca, no quería que nos interrumpieran así que decidí ponerle seguro a la chapa, lo hice de manera que ella no se diera cuenta - ¡aquí está su merienda! – dije mientras caminaba hacia donde ella, deje la charola en la mesa de servicio. Acomode los platos con sus respectivas tazas y los platos con los pastelillos, luego lleve la jarra y comencé a servir el chocolate caliente, de inmediato el delicioso aroma inundo el lugar.
- ¡Qué bien huele! – expreso Candy, con gran euforia.
- Le caerá bien para este frío – asegure, y bueno también me caería bien a mí.
- Espero que me acompañe – dijo mientras se guiaba por el olfato para tomar su taza, yo tenía un poco de miedo a que se le cayera ya que esta mesa es un poco más baja que donde habitualmente toma sus alimentos, pero me sorprendió su habilidad.
- Claro sí – dije y sostuve mi taza de chocolate entre mis manos, ambos le dimos un sorbo al mismo tiempo, ¡Ah! – expresamos al mismo tiempo, nos reímos un poco por el hecho.
- Hace frío – deje mi taza y me levante a mover los leños que ya estaban hechos carbón, coloque otros, el chirrido que hizo la madera al quemarse fue lo único que se escuchó.
- Sabe Clark – hablo Candy en un tono cargado de nostalgia - esto me recuerda mucho a Escocia, mis ojos se abrieron como platos al oírla – hace algunos años – suspiro – en un verano y en una tarde como cualquier otra – me puse de pie y volví a mi lugar, yo guarde silencio, me era tan exquisito escucharla hablar, pero sobre todo recordar, creo que tenía la ligera esperanza de que yo formara parte de una memorable memoria de antaño, clave mis ojos aguamarina en ella fijamente, no quería ni parpadear, deseaba encontrar alguna reacción que me diera una luz de esperanza… algo pequeño que me dijera que aún me amaba, pero se quedó callada.
- ¿Fue algún paseo familiar? – cuestione después de varios segundos de silencio.
- No – aseguro y dio otro sorbo a la taza – fue en mi época de estudiante, solo eso – se encogió de hombros – cuando entre a la biblioteca usted menciono Escocia – sentí que algo se me revolvía en el pecho, mi falta de discreción me estaba haciendo una mala pasada por ahora - ¿acaso usted ha estado ahí? – preguntó, pude ver que sus dedos apretaron la oreja de la taza.
- No le voy a mentir – trate de fingir la voz lo más que podía, los recuerdos que tengo de ese lugar son los mejores que puedo resguardar en lo más profundo de mi mente… de mi memoria… de mi corazón – hace algún tiempo estuve en Escocia, pero fue hace mucho tiempo, tanto que ya no lo recuerdo – tuve que mentirle, no quería ser descubierto esta noche, ¡no!, aun no es el momento indicado para contarle la verdad, pensé para mis adentros.
- ¡Vaya! – dijo con un aire de decepción, bueno al menos eso me pareció, quizás lo imagine, los minutos que se precedieron a nuestra conversación se hicieron tediosos, ninguno de los dos sabía que decir o como romper el hielo, ¿Cómo actuar ante la mujer que ya no me ama?, esa pregunta fue muy difícil para mí, pero me tenía que hacer a la idea de que ella se había enamorado de otro, mire uno de los libreros de madera rojiza que estaban incrustados en las gruesas paredes, me puse de pie.
- ¿Se va? – me cuestiono con cierta preocupación.
- ¡No! – afirme con dulzura, para que se tranquilizara – le gustaría que le leyera algo – dije al tiempo que buscaba en la gran colección de libros que había ahí.
- ¡Claro! – Candy sonrió, eso me llego de gozo… de felicidad.
- ¿Qué le gustaría que le leyera? – pregunte mientras mis ojos se clavaban en un libro.
- ¿Habrá alguna novela romántica?, o solo libro de leyes, contabilidad y administración – pregunto mientras hacía un puchero, quise reírme, pero eso me delataría así que me aguante las ganas de hacerlo, creo que Candy conoce bien la biblioteca de Albert.
- ¡Sí!, hay varias – asegure.
- Elija la que usted guste – respondió antes de que yo pudiera decirle los títulos de las noveles, Candy subió los pies al sofá y se acomodó a esperar mi lectura, yo tome el libro que había llamado desde un principio mi atención, Candy dio unas palmaditas sobre el asiento del sofá haciendo referencia a que me sentara junto a ella, yo obedecí a su petición aun a sabiendas que no debía de hacerlo – y bien ¿Qué libro me leerá? – cuestiono cuando sintió que me sentaba junto a ella.
- Se llama, Jane Eyre, de Charlotte Brontë – dije mientras miraba la portada del libro. Ese libro yo lo había leído hace algún tiempo, narra la historia de una chica con una infancia dura en un internado con unas difíciles condiciones de vida, aunque lo soporta gracias a la amistad que tiene con una de las institutrices. Cuando llega el tiempo de marchare, es contratada como institutriz para hacerse cargo de la hija del señor Rochester, un hombre severo y rudo, que guarda un oscuro secreto y de quien Jane terminará enamorándose. Cuando el señor Rochester le pide a Jane que se case con él, sale a la luz el terrible secreto que había guardado durante años y que supone uno de los giros más espectaculares que se han escrito en las novelas románticas – es una historia muy buena – le afirme, me recordó mucho a su historia… mi pecosa cuanto has sufrido, y ahora tener que soportar el no poder volver a ver.
- Estoy esperando – me reclamo el haberme quedado callado y dejarla con la intriga.
- Es usted muy desesperada – le recrimine con ternura. Acto seguido abrí el libro, el cual tenía las paginas amarillentas por el paso del tiempo, mis ojos se abrieron al darme cuenta de que se trataba de una de las primeras ediciones, hay todo un tesoro en este lugar, invaluable e incalculable. Volteé a ver a Candy, ¡Sí!, ella es lo más valioso que existe en cualquier parte del mundo – Capitulo uno – dije con mi mejor voz, no es que sea presuntuoso, pero soy buen narrador - *Aquel día no fue posible salir de paseo. Por la mañana jugábamos durante una hora entre los matorrales, pero después de comer (Mrs, Redd comía temprano cuando no había visitas), el frío viento invernal había traído unas nubes tan oscuras y una lluvia tan penetrante que volver a salir de la casa era impensable. Yo me alegre: nunca me gustaron los paseos largos, sobre todo en las tardes frías, me horrorizaba volver a casa a la caída de la tarde con los dedos helados y el corazón entristecido por las reprimendas de Bessie, la niñera, y humillada por saberme físicamente inferior Eliza, John y Georgiana Reed – al leer el nombre de Eliza inevitablemente se me vino a la mente el rostro de esa chica de apellido Legan, esa que con intrigas logro separarme de Candy en los días del colegio.
- ¡Eliza! – Candy casi grito el nombre, estaba sorprendida – parece que todas las malvadas de las historias se llaman Eliza – dijo con ironía y a la vez gracias, yo reí con suavidad ante su comentario.
- ¿Por qué lo dice? – le cuestione antes de que me preguntara el motivo de mi risa.
- Bueno… – se rasco la mejilla con su dedo índice – no me haga caso – ya no quiso hablar de la fastidiosa de Elisa y yo se lo agradecí infinitamente.
- *Las tales Eliza, John y Georgiana – preferí proseguir con la lectura – se encontraban reunidos en torno a su madre en el salón: esta estaba echada con aspecto totalmente feliz en un sofá junto a la chimenea, rodeada de sus retoños, que, en aquel momento, ni reían ni lloraban. A mí me había dispensado de reunirme con el grupo con el pretexto de que “lamentaba verse obligada a mantenerme a distancia”, pero que, hasta que Bessie no le confirmara y ella no observara por sí misma que intentaba de todo corazón adquirir un temperamento más sociable y propio de mi condición de niña, y unos modales más atractivos y alegres, “algo, por así decirlo, más ligero, franco y natural”, realmente debía de excluirme de los privilegios otorgados solamente a los niños contentos y felices – proseguí con la lectura al tiempo que el sonido de un piano se dejaba escuchar, creo que era Annie tocando en la estancia, ese hecho había ocasionado que toda la atmosfera que nos rodeaba a Candy y a mí en ese momento, nos envolviera como en un pasaje de ensoñación, bueno al menos para mí lo era, al tiempo que leía el libro Candy fue recargando su cabeza en mi hombro, la mire por el rabillo del ojo – ¡dios, no me despiertes de este sueño! – suplique para mis adentros. Con forme avanzaba con la narración, podía apreciar los gestos de Candy, en verdad estaba tan adentrada en la historia, creo que incluso se identificó con la protagonista, y bueno, que puedo decir de mí, todo el entorno dio un giro de trecientos sesenta grados, era como si pudiera mirar desde lo alto, desde el cielo, a ambos, sentados en ese cálido sofá azul, con nuestra taza de chocolate y el pastel a medio terminar, nos habíamos concentrado tanto en la lectura que todo se nos olvidó, incluso, me olvide de poner más leños en la chimenea y esta termino por apagarse. Cuando me di cuenta de ello, también me percaté de que mi pecosa se había quedado dormida, junto a mí, como tantas veces los añoré, cerré el libro y lo dejé en la mesa que se encontraba aún costado del sofá, extendí mi brazo y rodea el cuerpo de Candy, apretándolo junto a mí, bese su pelo como en veces solía hacerlo, en secreto - ¡Te amo! – susurre en tono bajo, para que entrara a sus oídos de manera tan sutil que si ella lo recordara, pensara que todo había sido producto de su subconsciente, pero… pero lo que ocurrió no me lo esperaba.
- Yo también… ¡Te amo! – musito Candy y su mano se aferró a mi saco negro, la mire de reojo, con temor de que ella estuviera despierta, por fortuna o por desgracia para mí, no fue así, sus palabras hicieron que el mí corazón se acelerara de manera estrepitosa, estaba frenético y emocionado, tanto, que me dieron ganas de llorar, pero recordé lo más probable era que estuviera soñando con Andrew. En ese momento escuché que quitaban el seguro de la puerta, Annie hacia acto de presencia, no supe si agradecerle o reclamarle por romper la burbuja en la que me encontraba.
- ¡Se ha quedado dormida! – dijo sin sorprenderse y sonrío – me ayudas a llevarla a su habitación – me pidió, yo obedecí y tome a Candy entre mis brazos, su cuerpo me parecía tan liviano, tan ligero, en aquella ocasión en el colegio también la cargue en brazos, quien diría que hoy lo hago en estas condiciones, en secreto, ocultando mi identidad para no ser descubierto y poder estar a su lado, aunque sea como Clark Eversong, el mayordomo y no como Terry Grandchester, el actor que no supo defender el amor que le profesaba a Candy White, la enfermera.
CONTINUARÁ…
*Jane Eyre, Charlotte Brontë.
qué capitulo tan emocionante... Candy candy Te volviste a enamorar del mismo hombre 
quiero seguir leyendo Astareth 
🥰 espero sigas actualizando. Yo te sigo donde quieras 
espero te encuentres bien. Saludos y gracias totales
y se enamoró de él mismo 
Ains!!! A ver si lo perdona. Va a estar carbón 
espero los siguientes capítulos Astareth. Dónde sea jjeee. Saludos cuidate🥰
