Portada: Laura Balderas
MIL AÑOS CONTIGO
CAPÍTULO VII
POR YURIKO YOKINAWA.
INSPIRADA EN LA CANCIÓN DE PIMPINELA “YO QUE SOY”
CAPÍTULO VII
POR YURIKO YOKINAWA.
INSPIRADA EN LA CANCIÓN DE PIMPINELA “YO QUE SOY”
Una pareja de amantes platicaba después de hacer el amor , la mujer cuestionaba el lugar que ocupaba en la vida de él, tenían tres años y meses con esa relación fortuita y discreta, dentro de la empresa eran jefe y secretaria, pero saliendo de ahí demostraban su amor a puerta cerrada. Se sentían con cierta libertad cada vez que salían en los viajes de negocio que le encargaba el dueño del corporativo Ardlay-Conrwell. Él empezaba a sentirse presionado por aquella mujer que lo desbordaba de pasión.
-“¿Yo qué soy para ti? ¿Qué lugar ocupo en tu vida? ¿Soy tu amante, una amiga o desconocida? Si está ella, ¿Qué haces conmigo? Me has hecho muchas promesas, pero no el de dejarla. Te estoy dando lo mejor de mí, ¿cuándo me darás mi lugar amor?”- Elisa le decía con cierto reproche a Neal, las mismas preguntas de siempre. Extrañamente ellos se simpatizaron desde el momento en que se conocieron en un bar de la ciudad de Chicago, luego, la acomodó en la empresa de su suegro para convertirla más adelante en su asistente personal. Elisa era muy eficiente, lista, interesada, tenaz. Con el mayor deseo de ser reconocida socialmente como profesionista, esposa y madre, sí, ambos tenían un bebé de seis meses, fue algo no planeado, pero sí aceptado, sobre todo, por la pelirroja.
-“Esto no es un juego Elisa, aún no es el momento de dejarla, por favor, dame un poco de confianza. Si me apuras, las cosas no saldrán como lo deseamos, incluso, podríamos perder todo por nada y ya no habría presente ni futuro para nosotros tres. Te pido un poco más de tiempo. No puedo llegar y decirle que me da lo mismo si está o no conmigo, que me ahoga, que ya no disfruto de su sonrisa, que me desespera, que ya no la quiero ni deseo. Me remuerde la conciencia cuando la escucho llorando en nuestra cama, cuando me pide estar en casa, ya no soporto estarla engañando porque no lo merece y ella se ha dado cuenta de mis cambios… ¡Ganas no me falta de pedirle el divorcio!... Pero necesito juntar más para el patrimonio de nuestro hijo, compréndelo.”- Neal ya no sabía cómo darle largas a su amante, no era tan tonto como para dejar a su esposa, aunque los sentimientos que guardaba hacia Candy, era cierto. Es por ello por lo que trataba de estar lo menos posible en casa y de las veces que coincidían, ella era la que generaba la conversación sobre el vacío que había en el matrimonio. Él, solo se excusaba diciendo que estaba cansado. Inicialmente, la amaba, pero luego, todo cambió cuando conoció a Elisa.
Neal se levantó de la cama, se sirvió un vaso con agua, miró el reloj, estaba con el tiempo medido para la última reunión de negocios, pasaría lo que restaba del día con Elisa, irían a cenar y bailar como en la primera cita que tuvieron. La llenaría de rosas, la amaría con pasión y volvería a la rutina con su esposa la doctora hija de un magnate. Vio el calendario, casi dos semanas sin saber de ella, la había olvidado por completo, no tenía mensajes de voz, ni de texto. Abrió su correo electrónico personal , había mensajes de la primera semana contando su día a día a excepción del domingo en adelante, ¿le habría pasado algo? Redactó un email rápidamente mencionándole lo ocupado que estaba que terminaba muy cansado y olvidaba escribirle al ganarle el sueño. “Te amo, no olvides que te extraño, aunque no te lo diga” “Nos vemos pronto”
Rápidamente cambió su correo por los mensajes móviles cuando sintió la cercanía de su amante para abrazarlo por la espalda. Un beso por el cuello hasta el hombro. Lo tomó de la mano para llevarlo a la regadera. –“Disculpa mis arrebatos querido, pero es que te amo tanto que me pone celosa que compartas la cama con ella, que la lleves de la mano a donde quiera que vayan, solo quiero que seas para mí en cuerpo y alma, quiero ser el primer y último pensamiento del día. ¡Eres mío Neal!”- -“Todo tuyo Elisa. Olvida a la señora, nuestro momento es ahora, no lo empañemos, mejor ámame como mejor lo sabes hacer.”
Candy entregó su guardia a las ocho de la mañana, al no dejar pendientes se dirigió a su hotel para desayunar, asearse e ir al corporativo Granchester. Tenía hora y media esperando al señor Graham que saliera de una junta administrativa. De mientras, ojeaba una revista, luego otra, así como las incontables tazas de café que había tomado, miró su reloj de pulso, necesitaba hablar con él… por eso nunca le gustó el trabajo de oficina, era muy estresante y monótono. Decidió mirar el techo, un cielo blanco con lámparas de nueva generación, nada interesante que ver. Las paredes, diversos cuadros e imágenes decoraban la estancia, torres de telefonía, radio y televisión… paneles solares para el ahorro de energía y de aquellas comunidades que no tenía el privilegio de contar con el servicio de luz. “Al menos, Terry era amante de la energía renovable.” Ahora resultaba que era Terry, como si lo conociera de toda la vida. Mejor se levantó del asiento para dirigirse al ventanal, la vista panorámica le regalaba toda una imagen de la ciudad. ¿Y si era él el amor de su vida? No lo conocía, mas, sin embargo, lo deseaba. Se sentía entre la espada y la pared, sentía que le era infiel a un esposo que no tenía tiempo para ella.
Terry daba por concluida la reunión, salió con su administrador con dirección a su oficina, no hubo necesidad que su secretaria le dijera que la doctora del hospital San Jacob deseaba hablar con él. Terry levantó la mano para que no se hablara y le dijo a su mano derecha que luego le llamaría. Se tomó el tiempo para observarla. Tenía buen gusto para vestir, le asentaba muy bien en ese cuerpo perfecto. Ella se sintió observada y volteó. Sus miradas volvieron a encontrarse, las almas nuevamente se reconocían, un deseo inexplicable de correr, abrazarse y besarse. ¿Cuánto tiempo estuvieron así? Recuerdos de una vida pasada se hacía presente y la promesa estar juntos, aunque sea, mil años después. Sus miradas ahora reflejaban tristeza, era evidente, compartían un pasado en común.
El teléfono de la recepción sonó y los regresó a su realidad. Los dos hablaron al mismo tiempo, después de intentarlo tres veces comenzaron a reír. Terry pidió no ser interrumpido. –“Tome asiento por favor doctora…?”- -“Doctora White señor Graham o Granchester”- “Nos presentamos y evitamos formalidades, ¿Qué le parece?- Terry quería saber quién era ella. -“Me parece bien. Candice White Ardlay, doctora especialista en oncología, me encuentro en la ciudad en un encuentro anual… y a eso he venido a verlo entre otras cosas que no tiene nada que ver con lo profesional”- -“Ya veo, creí que venía por un autógrafo o ¿eso es aparte de entre otras cosas?”- Las pupilas de Candy se oscureció, frunció el ceño, iba a responder tal afirmación… -“Terrence Graham Granchester, ingeniero en telecomunicaciones, dirijo la empresa familiar, aunque mi gusto real es el teatro. Yo también deseo platicar con usted algo que no tiene nada que ver con la realidad pero que me tiene intrigado. ¿Podríamos empezar por ahí? Luego, seguimos con sus entre otras cosas y su visita profesional.
-“¿Sabe?, tengo la impresión qué le he conocido de hace tiempo, solo que no recuerdo en dónde nos hemos visto, quizá de niños… aunque… su apellido me suena familiar… ¿Es pariente de la familia Ardlay Cornwell de Chicago?”- Terry quería saber si era parte de esa familia, él tenía conocimiento de la historia negra que envolvía el pasado de ambos apellidos, pero desconocía si la mujer que estaba sentado frente a él sabía algo al respecto.
Candy empezaba a sentirse nerviosa, ya no sabía a donde les llevaría esa conversación, aunque parecía que tenía el mismo lineamiento a excepción de lo familiar, posiblemente porque ambas familias son empresarios y entre ellos se conocen. Entonces, comenzó a hacer memoria para ver si encontraba algo en sus recuerdos. –“A mí me dio la misma impresión la primera vez que lo vi, como si ya lo conociera de antes, pero no, mis padres me llevaban a la fiestas infantiles al que nos invitaban y algunas veces en Nueva York… fiestas de mis primos Archibald y Alistear Conrwell pero no estaban ustedes en la lista, al menos que yo recuerde, mis primos nos hubieran presentado, conozco a sus amigos. Creo que ahí respondo su pregunta, soy hija de William Ardlay, usted ya debe saber a qué se dedican. Bueno, ya sabemos que no nos conocemos y que no nos habíamos visto antes fuera del teatro. Creo que eso sería todo, este tema es lo que, entre otras cosas le quería decir.”- Candy bajó la mirada, no quería delatar sus sentimientos ni hablar más de lo necesario. Le preocupaba lo que fuera a pensar y que no tomara en serio la noticia que le daría acerca de los resultados de los estudios realizados a su esposa.
-“Entonces, ¿Cómo explica la sensación de qué ya nos conocemos? Permítame contarle una historia: “Había una vez dos jóvenes adolescentes que se enamoraron en un tras atlántico con destino a Londres, coincidieron en el Colegio donde estudiaron, pero se separaron por una trampa propiciada por la prima de ella, luego, se reencuentran, él como actor en Broadway y ella como enfermera en Chicago. Reinician su romance, pero ahora epistolar. Meses después, él le envía un boleto de ida sin regreso a Nueva York, pero el destino cruel los vuelve a separar, ella regresa a Chicago y él se queda triste con su deuda de honor, pero, a los días recapacita y apuesta por recuperar a su amor, el cual, según los diarios de la época decían que estaba comprometida con un primo político”- Terry observaba las reacciones y semblante de la rubia, ella palidecía, su mirada se había vuelto cristalina y ausente. Ella estaba reviviendo lo que el empresario le contaba, ya que ella lo había visto en sueños y en el deja vu que tuvo cuando coincidió con el actor.
-“Él la busca sin hallarla en su departamento, en el hospital, en las oficinas corporativas… hasta que encontró a sus amigas y le contaron lo que sucedía realmente. Planearon como ayudarla a escapar, ¿el día? La fiesta de compromiso. Ni usted ni yo hemos sentido un abrazo y un beso tan anhelante como el que ellos se dieron, al fin, se irían lejos del nombre, el apellido, de la fama y la fortuna para ser felices, tal como lo habían prometido. Fin de la historia doctora Ardlay. ¿Qué le ha parecido? Posiblemente Shakespeare se inspiró de ahí para escribir Romeo y Julieta. Puede usted imaginar el desenlace de lo que le he contado. ¿Señorita Ardlay?”- Candy lloraba, balbuceando, continuó con el relato.
-“No, no es el fin y tampoco es un final feliz, es todo lo contrario… Ellos murieron cuando se dirigían a la estación de trenes, él forcejeaba con quien los mató, él cayó, luego ella. Antes de abordar el carruaje y después del disparo volvieron a hacerse la misma promesa: Si no era en esta vida, en otra se reencontrarían así pasaran mil años más. Bueno, al menos en la muerte pudieron estar juntos, ¿no cree? ¿Será verdad que existe la reencarnación? ¿Seremos ellos?
Terry se levantó de su lugar para ir hacia Candy, le tendió su mano para que ella lo tomara. Los dos de frente mirándose. -“Toda la vida te he soñado y buscado sin encontrarte. No había relacionado el apellido Andrew y Ardlay. Mi familia transmite esa historia trágica de amor, yo soy descendiente del padre del actor, así que sé todo el árbol genealógico e historia del apellido Granchester. No sé si lo que sucede es solo un sueño o una pesadilla, pero me gustaría darte un beso y pedirte que nos fugáramos para siempre, pero no, llegamos tarde, he hecho mi vida y tú también...”- Estas últimas palabras lo dijo acariciando el anillo de bodas de la rubia.
Candy se soltó del agarre y lo abrazó por la cintura, apoyó el rostro en el pecho del castaño para continuar llorando. Él hizo lo mismo. Parecía una nueva separación, una despedida sin palabras, comprendían las razones por las cuales no podían estar juntos. Quizás en otra vida, quizás en otra muerte... Ya no habría promesas, palabras de amor, un beso... El destino de ellos estaba escrito, era algo que no se concretaría, era como despertar cada mañana viviendo la misma vida y por más que cambias los acontecimientos nunca llegas evitar tu muerte y todos los días te preguntas realmente cuál es el propósito de cambiar el destino o ¿A caso era una misión como para cerrar ciclos, aunque el resultado final fuera el mismo? Terry desbarató el peinado de la mujer que amaba, le pidió mirarla así por esa única y última vez salvo el caso que ella también lo deseara. Sí, como en los viejos tiempos, al menos podrían quedarse con ese bello privilegio. Y eso acordaron, serían amigos, intercambiaron correos electrónicos para saludarse, saber de sus días, contar sus penas, alegrías y en futuro, aunque no lo sabían, de amor.
Ya calmados, volvieron a ser lo que eran, señor Granchester, doctora Ardlay. Sentados juntos en una salita ella sacó un sobre de su bolso. El membrete del Hospital San Jacob le indicó a Terry que era los resultados de los estudios y análisis de Susana. Él lo tomó con manos temblorosas, los ojos de Candy le decían que no eran buenas noticias. No entendió mucho lo que decía, se fue a la última hoja donde decía el diagnóstico final: Leucemia mielógena crónica –“¡Lo siento mucho!”- dijo la rubia y le explicó qué tan avanzada estaba su enfermedad, así como el procedimiento y tratamiento que debía seguir para que al menos no sufriera por tanto dolor –“¿Cuánto tiempo le queda de vida?” Fue lo único que pudo decir el actor. –“No mucho, quizá seis meses, un año, todo dependerá de su fuerza de voluntad. Te sugiero que la internes para que la estabilicen, dependiendo de su evolución los médicos determinarán si la dan de alta para que siga con los cuidados correspondientes en casa y solo la lleves al hospital para más estudios y quimioterapias. También, necesitan un psicólogo, sobre todo, ella, como profesional, te recomiendo un psiquiatra, ella no se encuentra bien mentalmente.”- Candy se levantó y se despidió. Él la acompañó a la salida sin decir palabra.
-“¿Yo qué soy para ti? ¿Qué lugar ocupo en tu vida? ¿Soy tu amante, una amiga o desconocida? Si está ella, ¿Qué haces conmigo? Me has hecho muchas promesas, pero no el de dejarla. Te estoy dando lo mejor de mí, ¿cuándo me darás mi lugar amor?”- Elisa le decía con cierto reproche a Neal, las mismas preguntas de siempre. Extrañamente ellos se simpatizaron desde el momento en que se conocieron en un bar de la ciudad de Chicago, luego, la acomodó en la empresa de su suegro para convertirla más adelante en su asistente personal. Elisa era muy eficiente, lista, interesada, tenaz. Con el mayor deseo de ser reconocida socialmente como profesionista, esposa y madre, sí, ambos tenían un bebé de seis meses, fue algo no planeado, pero sí aceptado, sobre todo, por la pelirroja.
-“Esto no es un juego Elisa, aún no es el momento de dejarla, por favor, dame un poco de confianza. Si me apuras, las cosas no saldrán como lo deseamos, incluso, podríamos perder todo por nada y ya no habría presente ni futuro para nosotros tres. Te pido un poco más de tiempo. No puedo llegar y decirle que me da lo mismo si está o no conmigo, que me ahoga, que ya no disfruto de su sonrisa, que me desespera, que ya no la quiero ni deseo. Me remuerde la conciencia cuando la escucho llorando en nuestra cama, cuando me pide estar en casa, ya no soporto estarla engañando porque no lo merece y ella se ha dado cuenta de mis cambios… ¡Ganas no me falta de pedirle el divorcio!... Pero necesito juntar más para el patrimonio de nuestro hijo, compréndelo.”- Neal ya no sabía cómo darle largas a su amante, no era tan tonto como para dejar a su esposa, aunque los sentimientos que guardaba hacia Candy, era cierto. Es por ello por lo que trataba de estar lo menos posible en casa y de las veces que coincidían, ella era la que generaba la conversación sobre el vacío que había en el matrimonio. Él, solo se excusaba diciendo que estaba cansado. Inicialmente, la amaba, pero luego, todo cambió cuando conoció a Elisa.
Neal se levantó de la cama, se sirvió un vaso con agua, miró el reloj, estaba con el tiempo medido para la última reunión de negocios, pasaría lo que restaba del día con Elisa, irían a cenar y bailar como en la primera cita que tuvieron. La llenaría de rosas, la amaría con pasión y volvería a la rutina con su esposa la doctora hija de un magnate. Vio el calendario, casi dos semanas sin saber de ella, la había olvidado por completo, no tenía mensajes de voz, ni de texto. Abrió su correo electrónico personal , había mensajes de la primera semana contando su día a día a excepción del domingo en adelante, ¿le habría pasado algo? Redactó un email rápidamente mencionándole lo ocupado que estaba que terminaba muy cansado y olvidaba escribirle al ganarle el sueño. “Te amo, no olvides que te extraño, aunque no te lo diga” “Nos vemos pronto”
Rápidamente cambió su correo por los mensajes móviles cuando sintió la cercanía de su amante para abrazarlo por la espalda. Un beso por el cuello hasta el hombro. Lo tomó de la mano para llevarlo a la regadera. –“Disculpa mis arrebatos querido, pero es que te amo tanto que me pone celosa que compartas la cama con ella, que la lleves de la mano a donde quiera que vayan, solo quiero que seas para mí en cuerpo y alma, quiero ser el primer y último pensamiento del día. ¡Eres mío Neal!”- -“Todo tuyo Elisa. Olvida a la señora, nuestro momento es ahora, no lo empañemos, mejor ámame como mejor lo sabes hacer.”
Candy entregó su guardia a las ocho de la mañana, al no dejar pendientes se dirigió a su hotel para desayunar, asearse e ir al corporativo Granchester. Tenía hora y media esperando al señor Graham que saliera de una junta administrativa. De mientras, ojeaba una revista, luego otra, así como las incontables tazas de café que había tomado, miró su reloj de pulso, necesitaba hablar con él… por eso nunca le gustó el trabajo de oficina, era muy estresante y monótono. Decidió mirar el techo, un cielo blanco con lámparas de nueva generación, nada interesante que ver. Las paredes, diversos cuadros e imágenes decoraban la estancia, torres de telefonía, radio y televisión… paneles solares para el ahorro de energía y de aquellas comunidades que no tenía el privilegio de contar con el servicio de luz. “Al menos, Terry era amante de la energía renovable.” Ahora resultaba que era Terry, como si lo conociera de toda la vida. Mejor se levantó del asiento para dirigirse al ventanal, la vista panorámica le regalaba toda una imagen de la ciudad. ¿Y si era él el amor de su vida? No lo conocía, mas, sin embargo, lo deseaba. Se sentía entre la espada y la pared, sentía que le era infiel a un esposo que no tenía tiempo para ella.
Terry daba por concluida la reunión, salió con su administrador con dirección a su oficina, no hubo necesidad que su secretaria le dijera que la doctora del hospital San Jacob deseaba hablar con él. Terry levantó la mano para que no se hablara y le dijo a su mano derecha que luego le llamaría. Se tomó el tiempo para observarla. Tenía buen gusto para vestir, le asentaba muy bien en ese cuerpo perfecto. Ella se sintió observada y volteó. Sus miradas volvieron a encontrarse, las almas nuevamente se reconocían, un deseo inexplicable de correr, abrazarse y besarse. ¿Cuánto tiempo estuvieron así? Recuerdos de una vida pasada se hacía presente y la promesa estar juntos, aunque sea, mil años después. Sus miradas ahora reflejaban tristeza, era evidente, compartían un pasado en común.
El teléfono de la recepción sonó y los regresó a su realidad. Los dos hablaron al mismo tiempo, después de intentarlo tres veces comenzaron a reír. Terry pidió no ser interrumpido. –“Tome asiento por favor doctora…?”- -“Doctora White señor Graham o Granchester”- “Nos presentamos y evitamos formalidades, ¿Qué le parece?- Terry quería saber quién era ella. -“Me parece bien. Candice White Ardlay, doctora especialista en oncología, me encuentro en la ciudad en un encuentro anual… y a eso he venido a verlo entre otras cosas que no tiene nada que ver con lo profesional”- -“Ya veo, creí que venía por un autógrafo o ¿eso es aparte de entre otras cosas?”- Las pupilas de Candy se oscureció, frunció el ceño, iba a responder tal afirmación… -“Terrence Graham Granchester, ingeniero en telecomunicaciones, dirijo la empresa familiar, aunque mi gusto real es el teatro. Yo también deseo platicar con usted algo que no tiene nada que ver con la realidad pero que me tiene intrigado. ¿Podríamos empezar por ahí? Luego, seguimos con sus entre otras cosas y su visita profesional.
-“¿Sabe?, tengo la impresión qué le he conocido de hace tiempo, solo que no recuerdo en dónde nos hemos visto, quizá de niños… aunque… su apellido me suena familiar… ¿Es pariente de la familia Ardlay Cornwell de Chicago?”- Terry quería saber si era parte de esa familia, él tenía conocimiento de la historia negra que envolvía el pasado de ambos apellidos, pero desconocía si la mujer que estaba sentado frente a él sabía algo al respecto.
Candy empezaba a sentirse nerviosa, ya no sabía a donde les llevaría esa conversación, aunque parecía que tenía el mismo lineamiento a excepción de lo familiar, posiblemente porque ambas familias son empresarios y entre ellos se conocen. Entonces, comenzó a hacer memoria para ver si encontraba algo en sus recuerdos. –“A mí me dio la misma impresión la primera vez que lo vi, como si ya lo conociera de antes, pero no, mis padres me llevaban a la fiestas infantiles al que nos invitaban y algunas veces en Nueva York… fiestas de mis primos Archibald y Alistear Conrwell pero no estaban ustedes en la lista, al menos que yo recuerde, mis primos nos hubieran presentado, conozco a sus amigos. Creo que ahí respondo su pregunta, soy hija de William Ardlay, usted ya debe saber a qué se dedican. Bueno, ya sabemos que no nos conocemos y que no nos habíamos visto antes fuera del teatro. Creo que eso sería todo, este tema es lo que, entre otras cosas le quería decir.”- Candy bajó la mirada, no quería delatar sus sentimientos ni hablar más de lo necesario. Le preocupaba lo que fuera a pensar y que no tomara en serio la noticia que le daría acerca de los resultados de los estudios realizados a su esposa.
-“Entonces, ¿Cómo explica la sensación de qué ya nos conocemos? Permítame contarle una historia: “Había una vez dos jóvenes adolescentes que se enamoraron en un tras atlántico con destino a Londres, coincidieron en el Colegio donde estudiaron, pero se separaron por una trampa propiciada por la prima de ella, luego, se reencuentran, él como actor en Broadway y ella como enfermera en Chicago. Reinician su romance, pero ahora epistolar. Meses después, él le envía un boleto de ida sin regreso a Nueva York, pero el destino cruel los vuelve a separar, ella regresa a Chicago y él se queda triste con su deuda de honor, pero, a los días recapacita y apuesta por recuperar a su amor, el cual, según los diarios de la época decían que estaba comprometida con un primo político”- Terry observaba las reacciones y semblante de la rubia, ella palidecía, su mirada se había vuelto cristalina y ausente. Ella estaba reviviendo lo que el empresario le contaba, ya que ella lo había visto en sueños y en el deja vu que tuvo cuando coincidió con el actor.
-“Él la busca sin hallarla en su departamento, en el hospital, en las oficinas corporativas… hasta que encontró a sus amigas y le contaron lo que sucedía realmente. Planearon como ayudarla a escapar, ¿el día? La fiesta de compromiso. Ni usted ni yo hemos sentido un abrazo y un beso tan anhelante como el que ellos se dieron, al fin, se irían lejos del nombre, el apellido, de la fama y la fortuna para ser felices, tal como lo habían prometido. Fin de la historia doctora Ardlay. ¿Qué le ha parecido? Posiblemente Shakespeare se inspiró de ahí para escribir Romeo y Julieta. Puede usted imaginar el desenlace de lo que le he contado. ¿Señorita Ardlay?”- Candy lloraba, balbuceando, continuó con el relato.
-“No, no es el fin y tampoco es un final feliz, es todo lo contrario… Ellos murieron cuando se dirigían a la estación de trenes, él forcejeaba con quien los mató, él cayó, luego ella. Antes de abordar el carruaje y después del disparo volvieron a hacerse la misma promesa: Si no era en esta vida, en otra se reencontrarían así pasaran mil años más. Bueno, al menos en la muerte pudieron estar juntos, ¿no cree? ¿Será verdad que existe la reencarnación? ¿Seremos ellos?
Terry se levantó de su lugar para ir hacia Candy, le tendió su mano para que ella lo tomara. Los dos de frente mirándose. -“Toda la vida te he soñado y buscado sin encontrarte. No había relacionado el apellido Andrew y Ardlay. Mi familia transmite esa historia trágica de amor, yo soy descendiente del padre del actor, así que sé todo el árbol genealógico e historia del apellido Granchester. No sé si lo que sucede es solo un sueño o una pesadilla, pero me gustaría darte un beso y pedirte que nos fugáramos para siempre, pero no, llegamos tarde, he hecho mi vida y tú también...”- Estas últimas palabras lo dijo acariciando el anillo de bodas de la rubia.
Candy se soltó del agarre y lo abrazó por la cintura, apoyó el rostro en el pecho del castaño para continuar llorando. Él hizo lo mismo. Parecía una nueva separación, una despedida sin palabras, comprendían las razones por las cuales no podían estar juntos. Quizás en otra vida, quizás en otra muerte... Ya no habría promesas, palabras de amor, un beso... El destino de ellos estaba escrito, era algo que no se concretaría, era como despertar cada mañana viviendo la misma vida y por más que cambias los acontecimientos nunca llegas evitar tu muerte y todos los días te preguntas realmente cuál es el propósito de cambiar el destino o ¿A caso era una misión como para cerrar ciclos, aunque el resultado final fuera el mismo? Terry desbarató el peinado de la mujer que amaba, le pidió mirarla así por esa única y última vez salvo el caso que ella también lo deseara. Sí, como en los viejos tiempos, al menos podrían quedarse con ese bello privilegio. Y eso acordaron, serían amigos, intercambiaron correos electrónicos para saludarse, saber de sus días, contar sus penas, alegrías y en futuro, aunque no lo sabían, de amor.
Ya calmados, volvieron a ser lo que eran, señor Granchester, doctora Ardlay. Sentados juntos en una salita ella sacó un sobre de su bolso. El membrete del Hospital San Jacob le indicó a Terry que era los resultados de los estudios y análisis de Susana. Él lo tomó con manos temblorosas, los ojos de Candy le decían que no eran buenas noticias. No entendió mucho lo que decía, se fue a la última hoja donde decía el diagnóstico final: Leucemia mielógena crónica –“¡Lo siento mucho!”- dijo la rubia y le explicó qué tan avanzada estaba su enfermedad, así como el procedimiento y tratamiento que debía seguir para que al menos no sufriera por tanto dolor –“¿Cuánto tiempo le queda de vida?” Fue lo único que pudo decir el actor. –“No mucho, quizá seis meses, un año, todo dependerá de su fuerza de voluntad. Te sugiero que la internes para que la estabilicen, dependiendo de su evolución los médicos determinarán si la dan de alta para que siga con los cuidados correspondientes en casa y solo la lleves al hospital para más estudios y quimioterapias. También, necesitan un psicólogo, sobre todo, ella, como profesional, te recomiendo un psiquiatra, ella no se encuentra bien mentalmente.”- Candy se levantó y se despidió. Él la acompañó a la salida sin decir palabra.
CONTINUARÁ
Última edición por Yuriko Yokinawa el Lun Mayo 18, 2020 10:34 pm, editado 4 veces