Por favor, escuchen la mùsica mientras leen la historia.
No era una noche de estreno
El papel parecìa palpitar al ritmo del corazòn de Terry. El ambiente del camerino se le hacìa pesado, sombrìo y vacìo. Como si las paredes lo asfixiaran, robàndole el aire, la calma, la paz.
Repentinamente, el mundo estaba vacìo, pero al mismo tiempo, ese camerino representaba su escape del mundo. Nadie lo importunaba allì. Nadie podìa entrar intempestivamente a estropear sus momentos de intimidad…
¡Cuàntas làgrimas, sonrisas y murmullos habìan presenciado sus paredes! ¡Cuàntos golpes habìan soportado los mullidos sillones!
Terry recorriò el camerino como vièndolo por primera vez. La funciòn darìa inicio en unos cuantos momentos y su mirada se detuvo en la imagen que el gran espejo le devolvìa. Se vio a sì mismo, sosteniendo aquella carta arrugada mil veces entre las manos, como si de una ofrenda ceremonial se tratase.
Como si ese papel fuese màs valioso que las joyas de la corona. ...Y lo era… Cerrò los ojos mientras lo aprisionaba de nuevo contra el pecho, como si fundir la materia fuese posible. En la oscuridad de su propio ser, doblò el papel con reverencia y lo guardò dentro de su camisa.
Colocò su mano en el pomo de la puerta, volviò a cerrar los ojos y respirò profundamente. Su barco habìa llegado esa tarde y ya se encontrarìa ocupando una de las butacas del teatro. La butaca que èl mismo le habìa elegido. La que tenìa mejor vista de todo el teatro. La que èl sabìa exactamente dònde quedaba. Asì, su corazòn ya sabrìa de memoria a dònde dirigirse, sin que sus ojos no lo traicionaran…
Abriò la puerta y dio inicio su actuaciòn. Saludando con su encantadora sonrisa. Poniendo la mano en las espaldas de sus compañeros de reparto. Dando algùn comentario cortès… sì, èl sabìa comportarse como todo un caballero.
Podìa escucharse el murmullo de los asistentes. La alta sociedad de Nueva York. Sòlo aquellos conocedores y amantes de Shakespeare asistìan a las representaciones. Y, entre todo ese mar de joyas, perfumes y olor a tabaco de primera calidad, esa butaca estaba especialmente ocupada. Èl podìa sentirlo.
La obra dio inicio mientras Terry, aun no siendo una noche de estreno, se encontraba tan aterrado y se sentìa tan fràgil como una hoja ante la tormenta; como si fuese la primera representaciòn de su vida.
Y es que lo era. ¡Era la primera vez que èl lo veìa actuar! Hasta esa noche, Terry no supo lo que era entregarse en el escenario por amor. Entregarse en cuerpo y alma porque èl lo veìa. Hasta esa noche, Terry no supo lo que era derramar ìntegramente su ser, agradecido porque la vida le habìa regalado a Stear una segunda oportunidad.
Mientras actuaba, la carta que Stear le habìa escrito donde le contaba del accidente en el que casi pierde la vida, rozaba su pecho como si de una brasa ardiente se tratara.
La habìa leìdo, releìdo, estrujado, llorado sobre ella, maldecido, agradecido y vuelto a llorar.
Mientras los diàlogos del libreto salìan de su boca como por arte de magia, Terry repetìa en su mente las imàgenes que aquella carta le entregò una tarde amarga de invierno.
Stear volando en plena batalla. Su aviòn perforado por las balas enemigas. El fuego. La caìda. El mar. Los pescadores que lo rescataron. El hospital. El viaje de regreso a Amèrica. Y en cada hora, en cada minuto, Terry, maldiciendo a la distancia, al tiempo, a la guerra y a la vida. Mientras apretujaba la carta de Stear y lloraba y agradecìa que estuviera vivo y bendecìa a la distancia, al tiempo, a la guerra y a la vida.
Pensò en dejarlo todo y partir para Francia. Pero Stear lo detuvo con sus palabras siempre alegres, siempre optimistas. Terry se refrenò. Pensò las cosas doscientas veces antes de escribirlas y los ànimos a su amigo nunca faltaron en sus cartas que el ocèano Atlàntico llevaba y traìa.
¡El optimismo de Stear! ¡Su dulzura! ¿Es que podìa alguien no conmoverse ante sus ojos profundos e inteligentes? Sonriò, Terry sabìa que Stear se habìa sonreìdo cuando le sugiriò venir a la obra de teatro a verlo actuar. Y protestò, porque èl no necesitaba ninguna butaca especial, le bastaba con asistir a ver a su amigo actuar.
Y el pùblico aplaudìa, ovacionaba de pie. Ramos de rosas rojas como la sangre, cubrìan el escenario, mientras, al fin, los ojos de Terry, pudieron reencontrarse con su corazòn, que hacìa tiempo se encontraba perdido revoloteando alrededor de Stear.
Sòlo una persona en el pùblico no apaludìa. Los ojos de Terry se llenaron de làgrimas que a duras penas podìa disimular, mientras Stear le sonreìa desde el palco, con los ojos brillantes, mientras agitaba un pañuelo blanco con la ùnica mano que le quedaba.
Última edición por ANJOU el Vie Abr 02, 2021 11:00 am, editado 1 vez (Razón : Adición de título.)