Cuan irónica puede ser la vida. Durante sus 45 y 46 años respectivamente, los cuales no siempre fueron bien vividos, Candy y Terry tuvieron el honor de presenciar varias veces el rostro burlón del destino. Pero, este capítulo de sus vidas, fue sin duda uno de los que más les sorprendió.
Quienes tuvieron la oportunidad de cruzar su camino con el de ellos, durante aquellos tristes, lamentables y oscuros años, con seguridad entenderían a lo que se referían, después de leer las siguientes líneas.
El momento de la transición se había acercado, y como correspondía, al igual que su padre lo hizo un día, Terrence, actual Duque de Grandchester ingresó a la biblioteca junto a su amada esposa, para hablar con su hijo mayor quien se rehusaba a tomar el lugar que le correspondía, al igual que un día él lo hizo.
—¡No quiero padre! ¿es tan difícil de entender, que no deseo nada de esto? – enfatizó molesto el muchacho de unos 22 años poniéndose de pie.
—No cabe duda que lo que se hereda no se hurta —le susurró Candy al oído a su esposo tras escuchar la respuesta de su hijo mayor a las primeras palabras de Terry. Este último se obligó a reprimir una sonrisa.
—Eso lo has dejado claro, ahora quiero saber ¿por qué? —No era un tono absolutista, pero si de autoridad.
El joven emitió un ligero suspiro al tiempo que se dejó caer con desgano en la silla frente al escritorio de su padre.
—Padre, todo esto del título, de la monarquía, la nobleza es algo que me ha perseguido toda la vida, sin embargo, siempre fue algo lejano. –suspiró —quizás fui yo mismo quien se creaba falsas esperanzas de que este sistema obsoleto muriera antes de que me correspondiese asumir el Ducado —Admitió rendido
Candy y Terry se miraron entre si. La reacción de su hijo mayor, no les era indiferente del todo, era como si de pronto, el pasado se repitiera, como un reflejo de haber transitado por la vida aprendiendo de los errores propios y ajenos.
—Cariño —intervino Candy con dulce voz al ver cabizbajo a su hijo mayor, caminó hasta él y colocó una de sus manos en el hombro del muchacho —te entendemos, pero necesitamos que nos hables mas a profundidad y nos hagas saber cuales son tus verdaderos motivos del por que te niegas a ocupar el lugar que te corresponde; no pretendemos dar por sentado ninguno de tus sentimientos.
—Lo que tu madre dice es cierto —Terry se puso de pie y caminó hasta quedar frente a él —nadie mejor que yo para entender tu rechazo, créeme —palmeó su hombro.
Ante las compresivas palabras de sus padres, el muchacho respondió:
—En realidad, quisiera tener más tiempo para explorar mis opciones, no me siento para nada cercano a estar preparado –dijo tomándose la cabeza con ambas manos y hundiéndose entre sus rodillas. – jamás podría llevar las cosas como tú —se dirigió a su padre.
—Hijo, no se trata que seas como yo, o que manejes las cosas como yo —respondió Terry —siempre has sido libre de tener tus propios pensamientos, ideas y luchas, te hemos educado para que seas un hombre de bien, honesto, firme y justo en cuanto a tus convicciones —lo miró a los ojos —quiero que sepas que estamos orgullosos del trabajo que hemos hecho contigo. Sacaste los buenos sentimientos de tu madre —dirigió su mirada a ella quien le sonrió —eso te hace por mucho, un hombre superior a mi.
—¡Por Dios, no me están escuchando! —Se levantó de golpe el joven y les dio la espalda a ambos quienes se limitaron a observarlo con preocupación y comprensión.
continuará.-