GUERRA FLORIDA 2021
Minific " The last call "
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DISCLAIMER: Candy Candy y sus personajes, no me pertenecen sino a Kyoko Mizuki- Yumiko Igarashi La historia a continuación ha sido escrita y editada por su servidora.
Capítulo I
—Un momento, no comprendo. —le miro enarcando una ceja— ¿Qué quieres decir?
—El tratado de paz, está a punto de cerrarse. No será necesario que luchemos contra otros reinos. — explica.
— Eso ya lo sé, Bert. Los escuadrones que pelearon junto a nosotros, están programados para descansar de aquí en adelante por lo menos tres semanas de manera rotativa, pero…—levanto las manos en señal de pregunta.
—He conversado con padre, y él me ha asegurado que ni tú ni yo, tendremos que ir a defender la frontera norte. —revela— Por eso, quiero….
Su voz en suspenso toma toda mi atención hacia él.
—¿Qué cosa? —le animo a continuar.
— Quiero que estés a mi lado cuando firme la alianza. — anuncia finalmente.
Casi me atraganto con la bebida. Le observo incrédula.
—De ninguna manera. —replico tratando de zanjar el tema— No estarás hablando en serio.
—Muy en serio. — insiste cogiendo una de mis manos. Exuda una confianza plena, tan seguro de sí mismo que me cuesta decirle no.—Sabes que solamente te tengo a tí.
Ahogo un suspiro lentamente entre mis labios. Casi no puedo controlar el temblor al sentir el contacto de su piel con la mía.
—Bert…—suplico con la mirada. —No es justo.
—Si lo haces, haré cualquier cosa que me pidas.
¡Rayos! Sí que me lo está poniendo difícil.
Le observo un momento para tratar de hallar una salida. Aquellos hermosos ojos azules me observan expectantes, pero no logro descifrar emoción alguna en ellos. Me parecen tan impenetrables en este momento.
Quiero comprender que es lo que está pensando, quiero que me diga que lo hace solamente por mera obligación a su título. Parte de mí desea que las palabras que den alivio a mi alma, provengan por iniciativa suya. Así sería más creíble.
Lucho para darme valor y decirle que cuenta conmigo como siempre, que pase lo que pase yo estaré a su merced. No obstante, por orgullo propio no estoy tan dispuesta a socavar mi dignidad.
El dolor físico que me provoca la herida y la temperatura febril que va ascendiendo por mi cuerpo, hace que a duras penas pueda soportar este momento. Los segundos que transcurren en mi indecisión, me van cobrando factura.
—Me gusta el calor de tu piel. — prosigue, llevando la palma de mi mano hacia su mejilla. — Siempre tan cálida.
Siseo de sorpresa. Estoy a punto de decirle que por frases como esas mi corazón se encuentra agonizando. Sin embargo, no puedo recriminarle. Él es ajeno a mis luchas emocionales e ignora lo que por años es mi mayor secreto.
—Lo lamento. No puedo seguir con esto. — suelto su mano bruscamente tomando distancia.
Albert me mira entre confuso y sorprendido. Y le entiendo, yo jamás he rechazado su cercanía.
—Pero qué...
—No te pido que lo entiendas, Bert. —respondo tratando de disimular mi dolor con una sonrisa trémula. — Es solo que esta vez tendrás que hacer esto solo.
—Sabes que no podré hacerlo si no estás allí. —admite con un puchero increíble.
Parece derrotado y que sí me necesita. Y aunque quisiera, en este momento, soy yo la que no puede permitirse soñar.
— La verdad, es que debes ser más claro, Bert. ¿Qué quieres de mí? —suspiro con resignación. — Quieres que esté a tu lado ese día, como si necesitases de mi mano para realizar todo el jaleo. Ambos sabemos que ni bien firmes ese papel, asumirás otras obligaciones. No me necesitarás.
—No digas eso…Siempre voy a necesitar de ti.
—Desde que nos hemos encontrado, no has parado de hablar sobre las maravillas y bondades de firmar esa alianza. De lo bueno que sería para el reino descansar de las guerras.
—Es que es así, princesa.
—Tal vez. —replico bebiendo de un solo sorbo el contenido de mi copa. — Pero de lo que sí estoy segura, es que nada será igual para mí. —prosigo envalentonada. Parece que el vino me está liberando la lengua. No lo sé. Qué más da. — ¿Esperas que me quede cruzada de brazos cuando alguien ponga un precio por mí, bajo la excusa de una alianza? —resoplo burlonamente.
—Me conoces poco si piensas que voy a dejarte ir en contra de tu voluntad, Candy.
—Y yo me resisto a apoyar esta farsa de tratado, Albert. Bien podríamos seguir luchando.
—Derramaríamos más sangre.
—No me importa. —admito sin vergüenza. — Pero como no se trata de lo que yo quiera, al menos respeta mi decisión: No estaré presente cuando te cases con ...Susana.
Giro el rostro hacia un lado. No puedo sostenerle en ese momento la mirada. Los muchos años de entrenamiento en combate, no me están ayudando; las muchas tácticas para disimular las emociones, se desvanecen en tan solo segundos.
Quiero llorar. Algo muy poco frecuente en mí. Llevo años sin hacerlo.
—¿Puedo saber por qué estás tan recia? — pregunta impaciente. — ¿Es que acaso temes que pueda pasar algo? ¿Qué es lo que tanto te atormenta?
Hay tantas cosas que quiero decir en voz alta, pero me las reservo. Sé cuán embelesado está con ella, así que será en vano seguir hablando.
Cuando Albert se case, Susana automáticamente se convertirá en la princesa heredera y futura reina de este país. Menudo poder.
Mi futuro no se ve prometedor. No es secreto entre los nobles, que Susana y yo, interactuamos solamente por cortesía. Así que no dudo que, a la primera oportunidad, ella haga valer su nuevo estatus sobre mí.
Según los informes de mi secretario, Susana no es la mosquita muerta que aparenta ser: maquinadora, astuta y ambiciosa, es su otro nombre. Así que, de ser necesario, ella usará como chantaje el tratado de paz, para hacer y deshacer en palacio.
El calor de unos brazos rodeando mis hombros me saca de las cavilaciones. Con suavidad, su mano toma mi mentón dirigiéndome hacia él.
Cierro los ojos.
—Lo siento, no quise expresarme así. — Vuelve a instar con dulzura, con ese cariño y ese tono de voz que usa muchas veces solamente conmigo. — Por favor, dime…
Mis ojos se llenan de lágrimas, la garganta se me hace un nudo, ya he tomado una decisión. Este es el momento. No voy a callar más.
—Te amo—confieso sin más mirándole fijamente.
Diferentes emociones pasan por el rostro de Albert. Sorpresa, confusión, entendimiento, sorpresa otra vez.
—¿Ahora entiendes porque no puedo verte llegar al altar con otra persona?
—Me amas…—musita sin poder salir del asombro.
Yo asiento en silencio. A medida que transcurren los segundos, él no sabe que decir. Y yo, creo que ya dije suficiente. Si él no lo entiende en este momento, será tarde para cuando reaccione.
Decido evitar cualquier humillación o rechazo. Debo enfrentar la situación con ahínco.
Me acerco hacia él, tomo su rostro entre mis manos.
Su mirada está descompuesta, pero no me aleja. Observa cada una de mis acciones un tanto adolorido. Tal vez hubiese sido mejor quedarme callada. Pero no, ya no hay marcha atrás. No puedo retractarme. Me duele mucho tener que hacer esto, sobre todo porque siempre imaginé el futuro con él a mi lado. —Sé feliz, Bert. —susurro acortando la distancia de nuestros rostros. Deposito un leve beso entre sus labios, doy media vuelta rápidamente a la vez que susurro casi imperceptiblemente:
—Adiós.
Cap.2
Por favor, evitar modificar o recortar los créditos de la imagen. ¡Muchas gracias, chicas!
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