GUERRA FLORIDA 2021
Minific " The last call "
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DISCLAIMER: Candy Candy y sus personajes, no me pertenecen sino a Kyoko Mizuki- Yumiko Igarashi La historia a continuación ha sido escrita y editada por su servidora.
Capítulo I Capítulo II Capítulo III
CAPÍTULO IV
Los pasadizos secretos del palacio, eran eso: secretos.
Por lo tanto, solo un grupo muy cerrado tenía acceso a la distribución y planos.
Por motivos de seguridad, el rey William I cuando fundó esa edificación, dispuso que el castillo tuviese dos tipos de pasadizos: uno de conocimiento público para los nobles y ministros, quienes a su vez se encargarían de el traslado de los súbditos en caso de emergencia e invasión, y otros, construidos con anexos, sótanos tipo almacén para guardar artefactos y reliquias del reino, pero que también tenían salidas por caminos poco convencionales.
William, sabía de aquellos pasadizos gracias a Tristán, quien había considerado compartir el secreto con él para aumentar las posibilidades de sobrevivencia de su familia.
Ambos monarcas se querían como hermanos a pesar de no compartir una gota de sangre; aquello no había sido impedimento para que ambos formasen un lazo de hermandad desde que William arriesgase todo para salvar la vida al futuro rey de Lamas años atrás.
Así, cuando William vio que la pared del pasadizo hacia la cámara secreta había sido abierta, no dudó en lanzarse por esos caminos a oscuras y recorrer a prisa la senda hasta la salida.
Este pasadizo va en forma de espiral escaleras abajo. En la prisa, él no se ha agenciado de una antorcha, pero pronto el instinto le susurra que algo anda mal.
William alguna vez ha memorizado el número de escalones y el sonido de cada paso al descender. Se detiene en seco y agudiza el oído. No muy lejos de donde él se encuentra, escucha pasos de más de una persona.
Pasos ligeros. Pasos pesados. Pasos de adulto.
Él sabe que la salida está cerca, así que ralentiza su andar y alista su espada. ¡PLAM!
—¡Ahhhh! ¡Suéltameee! ¡Suéltame!
Dos hombres sonríen con malicia al encontrarse. Uno pertenece al reino de Lamas, es el consejero de la reina quien arrastra de la muñeca a una niña pequeña de cabellos dorados y el otro, un tipo alto y fortachón quién porta la armadura del reino invasor.
—¡Te ordeno que me sueltes, traidor! — grita la niña dando patadas.
—No puedes llamar traidor a quién jamás ha defraudado a su señor, niñita. —contesta con una sonrisa satisfecha el tipo—Yo jamás serví a este reino. Solamente le hice creer a tu madre que podía confiar en mí.
—…
Los ojos de la niña se llenan de lágrimas de rabia al escuchar esa terrible confesión. Aprieta los puños frustrada. Esos tipos son más grandes y fuertes que ella. Sabe que está en desventaja, pero no por ello se da por vencida. Sus padres le enseñaron a luchar, así que eso hará. Se limpia las lágrimas rápidamente mientras trata de realizar una distracción que le permita huir.
—Aquí tienes tu pago. —dice el fortachón entregando una bolsa de dinero al funcionario. —Pagarán muy bien por ella en la subasta de esclavos.
—¡Noo! ¡Suélteme, bruto! —protesta la princesita tratando de tirarse al suelo. —¡Déjeme ir!
—Calla muchachita si no quieres que te agarre del pescuezo ahora mismo y te lo rompa de una buena vez. —advierte el secuestrador cargándola como un saco de papas. —Te aseguro que a ellos no les importará si llegas magullada y sin lengua.
La niña deja de luchar. Mira como el consejero se desentiende de la situación y comienza a contar las monedas de oro.
“Bastardo…”
William que ha esperado el momento correcto, avanza con sigilo. Candy agranda ligeramente los ojos al descubrir a su tío quien a su vez le hace una señal a la niña para que se mantenga tranquila.
El consejero está tan concentrado con las monedas brillantes que no siente el instante en el que la espada le atraviesa el cuello y la cabeza se separa de su cuerpo.
¡Crrrrr!
El mercenario quien lleva a la niña con prisa, no escucha es ruido sordo que hace el cuerpo al caer.
¡Plaf!
El rey le hace otra señal a la princesa, ella asiente imperceptiblemente y luego comienza a gritar con todas sus fuerzas:
—¡Ayudaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¿Alguien que me auxilie? ¡Socorro! ¡Ayudaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
—Pero ¿qué…?
Mientras Candy intenta forcejear con su secuestrador, el tipo descubre a William, y es en ese preciso segundo que el mercenario desenvaina su espada sin soltar a la princesa, confiado en su tamaño y fuerza.
William no se amilana. Calcula el lado débil de su adversario y trata por todos los medios de que la pequeña no salga lastimada.
En tanto, Candy, tiene otros planes.
Sin perder tiempo y ante el asombro del rey, ella saca una pequeña daga que lleva debajo de su falda y sin darle tiempo a reaccionar, la clava profundamente en la yugular de su agresor.
—¡Urgh!
William finiquita el ataque deslizando la espada a través de la cabeza, obligando al bravucón a liberar a la niña de su agarre, quien cae bruscamente sobre el suelo pedregoso.
La sangre que cae a borbotones de ambos cuerpos es un crudo espectáculo para la niñita de apenas 8 años.
El rey se apresura a limpiar su espada mientras se acerca hacia la pequeña.
—Todo ha terminado, preciosa—musita con cariño, el rey. —No permitiré que nadie más te haga daño.
Candy no responde. Su mirada está congelada. Su mente es un mar de pensamientos que no logra comprender del todo.
William suspira con compasión. No puede pedir más de una niña que ha demostrado coraje y valentía hasta el final. Se quita la capa y decide que es mejor respetar el silencio de su sobrinita.
Candy, al sentir la tibieza de la tela sobre su cuerpecito, se estremece.
—Tío…—susurra encontrando la mirada de su tío quién la observa con preocupación.
—Dime, pequeña.
—Ayúdame a vengar la muerte de mi madre y mis hermanos.
CONTINÚA AQUÍ......
Por favor, evitar modificar o recortar los créditos de la imagen. ¡Muchas gracias, chicas!
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