Lilqalab
Por el corazón
By Alnair Skat, Adry Grandchester
CAPÍTULO III
Ella pataleaba, mordía, forcejeaba, pero nada, los dos hombres que la sujetaban solamente se reían ante los esfuerzos de la chica por liberarse. Richard era amagado por otro hombre, que lo apuntaba con una pistola en la sien, lo que hablaban entre ellos sólo era parcialmente entendido por el padre de Terry, quien apretaba la mandíbula para no decir nada y aparentar que ignoraba lo que decían. Candy sudaba, sus pensamientos que en el primer momento fueron de miedo, angustia y desesperación, se convirtieron en lágrimas de impotencia, a pesar de toda la fuerza que imprimía en sus movimientos no podía zafarse de sus captores. Hubiese querido ser hombre o como aquellas mujeres con poderes sobre naturales y liberarse de todo esto, o simplemente que todo fuera producto de un mal sueño y despertar, pero no, todo era una realidad, que nunca pensó vivir.
Los minutos le parecían horas, era mentira todo lo que estaba sucediendo y las vacaciones soñadas que se había negado a darse, ahora eran una terrible pesadilla. A su mente llegaron muchos recuerdos, entre ellos la profundidad de los ojos azules de Terry. La necesidad de seguir viéndolo, estar cerca de él, era una tontería, no, no lo sabía. De momento sintió ganas de seguir luchando, de revelarse ante esas circunstancias, que prometían ser peores. Sus lágrimas dieron paso a la fuerza interior que siempre la había caracterizado, ¡No se dejaría vencer! Sus primos, amigas, su hermano, todos esperarían de ella todo, menos que se diera por vencida.
Del otro lado de lo que una vez fuera la sala VIP del aeropuerto de Dubái, las cosas no eran diferentes, la tensión podía cortarse con un alfiler. El primer reflejo de Anthony fue acudir en ayuda de sus primos, no lo había pensado dos veces, pero Terry lo detuvo — ¿Estas loco? ¿Quieres que te maten? ¡Así no se deben hacer las cosas! — ¡Déjame! ¿Tú qué sabes? Niño de papi —Respondió molesto el rubio — ¡No! Seguramente no sé más que tú, pero por lo menos no me voy a exponer a lo estúpido a que me maten y de paso a mi familia —Respondió Terence enfadado.
— ¡Bien! ¿Entonces, qué propones tú genio? Porque una cosa si te digo, prefiero morir antes de ver que les hacen algo a los míos — ¿Y tú novia? ¿Has pensado por un momento que esta sola? ¿Qué, también está en peligro? Sé que debemos actuar, pero con la cabeza fría ¡Niño bonito! — Terry, también se sentía rebasado por las circunstancias, en sus oídos no dejaba de retumbar el grito de Candy llamándolo. Si, no era momento de pensar en dónde lo había escuchado antes, pero era imposible evitarlo, la impotencia que sentía por no poder hacer nada por ella, era una misma sensación que estaba seguro de haber vivido antes ¿Pero, en dónde? Lo peor, la sensación de impotencia era peor por las circunstancias que se estaban viviendo.
Los dos jóvenes se habían atrincherado detrás de unos sillones, sin embargo, no era seguro, cualquier movimiento haría que los vieran. Terry trataba de apartar de su mente todos esos pensamientos que tenía respecto a la chica rubia; miraba a su alrededor para buscar una salida, pero todo estaba destruido. Los segundos contaban como la depreciación de oro negro, así que debían hacer algo, pero ya. Seguía mirando, ideando una forma de ayudar a los otros, pero ¿Cómo? Ellos eran más, además armados. De momento se escucharon los gritos de una chica, Terry se volvió para observar lo que pasaba.
— ¡Por favor no, nos hagan daño! Les prometo que nuestra familia les recompensará muy bien si nos dejan ir. Soy Elisa Leagan y él es mi hermano Neil, pertenecemos a una de las familias más importantes de Estados Unidos, — Decía la pelirroja. Terry solamente se llevó la mano a la frente y le dijo a su compañero — ¿No podías tener una prima más estúpida? Si esto es lo que creo se los llevarán secuestrados, si bien les va cuando su familia pague el rescate, los matarán. ¡Oremos porque no entiendan inglés! —Concluyó molesto con los comentarios de esa niña tonta, ahora sería más complicado ayudar, sin ponerse en riesgo todos, incluso él mismo, que, si era reconocido en los medios por su ilustre apellido ligado al mundo de los negocios, había aparecido en varias ocasiones en la revista People y era reconocido como el heredero del imperio petrolero de su padre.
Desafortunadamente para Elisa y Neil, las declaraciones de la joven si, habían sido entendidas y a la orden de uno de aquellos hombres, fueron separados de los demás. Ella, sonreía triunfante, así que dijo — ¡No se preocupen chicos! Le diremos a Albert que les pasó, tal vez en esta ocasión si tomen en cuenta más a los Leagan — No continuó hablando porque fue aventada junto con su hermano con un rifle por la espalda por un tipo que les decía cosas incomprensibles, pero debido a la fiereza de la mirada entendían que eran órdenes — ¡Ya voy! ¡Con más cuidado por favor o le diré a mi padre que no les de nada! — ¡Te quieres callar Elisa! — Comentó Neil increíblemente pálido, sabía que eso no era bueno, al contrario, su futuro era más incierto ahora.
Los hermanos eran llevados por el pasillo contrario a donde se encontraban Terry y Anthony, ellos los miraron hasta que un fuerte choque hizo que todos voltearan, provocando que los delincuentes intentaran correr, activando sus armas, a la vez, que una lluvia de balas les caía encima. Un convoy de camionetas negras, blindadas con hombres vestidos de negro empuñando ametralladoras disparaban contra los maleantes, quienes iban cayendo uno a otro, en tanto que Patty, Annie y Stear se tumbaron al suelo, ellas llorando, temblando de miedo, mientras que el chico intentaba abrazarlas sobreponiéndose a sus propios temores.
Las camionetas habían entrado chocando contra lo que quedaba de la pared de cristal. Terry que, a pesar de cubrirse del fuego cruzado no perdió de vista los sucesos salió de su escondite cuando vio que el que conducía la primera camioneta era Jon, su jefe de seguridad. Sin mediar palabra alguna, quitó el arma que llevaba consigo Jon y comenzó a correr hacía donde se encontraba Candy y su padre — Joven, joven… ¿A dónde va? Es peligroso ¡Espere! — Vociferaba el jefe de seguridad indicando a sus hombres que siguieran al chico y lo cubrieran, su seguridad era lo más importante.
Terence no hizo caso a los comentarios de su jefe de seguridad, corrió sin importarle lo que tenía enfrente, en lo único que pensaba era en ella, sus gritos llamándole seguían retumbando en sus oídos. Cuando estaba cerca del cuarto de intendencia, su corazón se quedó sin latidos, su respiración se cortó, no había nadie. Sin pensar en él mismo, se introdujo en el lugar ¿No podía ser? ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaban? — ¡Padre, Candy! — Los llamaba angustiosamente. Pronto le dio alcance Jon — ¿Qué pasó, joven? ¡Tenemos que irnos! — Terence se volvió hacia él y tomándolo por las solapas, le gritó — ¡Te dije que era urgente! ¡Que no teníamos tiempo!
Jon sólo sujetaba las muñecas del enardecido joven, quería hablar, pero la furia que veía en los ojos del chico lo enmudecían — ¡Jo…ven! ¡De…jeme… expli…car — Terry haciendo un esfuerzo por controlarse lo soltó — ¿Qué me dirás? ¿Que no pudiste llegar antes? ¿Qué hiciste todo lo posible? No, Jon yo lo que quiero es a mi padre y a la chica que estaba con él ¿Entiendes? —Decía con la mano que traía el arma en la cintura, respiraba agitado, mientras que con la otra mano limpiaba el sudor mezclado con su sangre que resbalaba por su frente.
— ¡Es lo que trato de decir joven! Ellos están en una de las camionetas y tenemos que irnos porque su padre esta grave, la chica lo esta atendiendo, pero insiste en que debemos llevarle a un hospital — Comentó Jon aflojando el nudo de su corbata — ¿Por qué demonios no me lo dijiste antes? — Porque usted salió corriendo, no esperó a que yo le dijera nada, vamos es urgente salir del aeropuerto, además dijo tartamudeando el jefe de seguridad — L…a chica, esta mal herida — Terry sintió que las fuerzas le faltaban, Anthony que estaba detrás gritó — ¿Qué? ¿Cómo que herida? — Si cuando llegamos, entramos igual que hace un momento, justo cuando los sacaban de este lugar, les dijimos que se detuvieran, pero no hicieron caso, por el contrario, comenzaron a disparar, nosotros también, procurando no herir, tanto a su padre como a la chica, pero uno de ellos que ya estaba en el suelo le iba a disparar al señor Richard y la joven se interpuso, ella fue la que recibió el disparo, sin embargo, no perdió la conciencia, insiste en que está bien, no ha dejado de estar pendiente de su padre, joven — Concluyó
— ¿Qué hacemos, Terry? ¡Vamos! ¡Rápido! — Reclamó Anthony, quien jalaba por el brazo al castaño, que todavía no dilucidaba sus pensamientos y sentimientos, un enorme miedo lo invadía de tan solo imaginar que pudiera perder a su padre y a ella… — ¡Cielos! ¿Pero si la acabo de conocer? Ante el jaloneo del rubio comenzó a caminar, para ese momento ya se escuchaban gritos en otro idioma, que indicaban que se acercaban varios hombres. Todos corrieron hacía las camionetas, cuando Anthony vio que sus primos estaban todavía en el piso; sin pensarlo les llamó —Stear, Patty, Annie vámonos ¡Corran! ¡Pronto! — No podemos solos con Archie, necesitamos ayuda, las chicas están muy lastimadas — Repuso el chico de gafas.
— ¡Ayúdenlos, Jon! — Ordenó Terry, quien no se detuvo, necesitaba ver a su padre y a la pecosa. Los hombres del grupo de seguridad una vez que ayudaron a los otros chicos a subir a las camionetas, comenzaron la huida a toda velocidad, pero unos jeeps los seguían en medio de otra lluvia de balas.
Lo primero que hizo Terry al subir a la camioneta, donde viajaban su padre y Candy fue sentarse junto a ella, pero sintió que su mundo se detenía, ella estaba desmayada, su rostro pálido y transparente. Con la velocidad que llevaban lo único que pudo hacer fue tomarla entre sus brazos para que no cayera al piso del vehículo, pero era demasiada la sangre que tenía en sus ropas. — ¡Pecosa! ¡Pecosa! ¡Amor! Abre los ojos, por favor, déjame ver tus hermosos ojos verdes ¡Si los abres, te prometo que ya no te diré pecosa! Se aferraba a ella como si su vida pendiera de ello, no le importaba que afuera se llevara a cabo una férrea lucha por la supervivencia y por salir de ese aeropuerto, si, ese que hasta ese día había sido el más lujoso del mundo.
En las otras camionetas los hombres de seguridad proseguían con la huida, en una iba Anthony con Archie, en otra Stear, Annnie y Patty, todos ellos muertos de miedo desde sus propias perspectivas, sólo pedían a Dios salir bien librados de todo ese espanto. Las chicas se sujetaban como podían, más lastimadas no podían estar, sin embargo, no decían nada, con gemidos de dolor aguantaban el viaje, un poco de seguridad sintieron al percatarse de que las balas no traspasaban los vidrios, debido al alto blindaje de los mismos, pero en caso de que los alcanzaran, no podrían escapar, de eso estaban seguras.
El sol brillaba fuerte, el calor era intenso, no obstante, el lugar era extremadamente lujoso, todos eran tratados como reyes, pero nadie lo sentía así, el trauma de la experiencia vivida hacía algunos días, no les permitía disfrutar de nada, todos estaban preocupados por los dueños del lugar, que desde que habían llegado a salvo, no sabían ni sus nombres, sólo el ilustre apellido, así como la fortuna de la que eran dueños, eso era indudable, el lugar era más bien un paraíso en medio de un desierto.
En esos días, nadie hablaba mucho, todos cayados digerían como podían todo lo que había pasado, no se habían podido comunicar con sus familias por instrucciones del jefe de seguridad de los Grandchester, sólo se les permitió hacer una llamada para informar que se encontraban bien todos, excepto Elisa y Neil, de quienes no se sabía nada.
Una de esas tardes Anthony tomaba una limonada bajo la sobra de una palaba, mientras miraba, sin ver el horizonte, a su lado llegó Stear y las chicas, quienes venían de ver a Archie, quien gracias a los cuidados de los anfitriones estaba mejor, todavía sedado por calmantes, pero fuera de peligro. Se había montado en menos de un día casi un hospital completo para la atención de Candy, el padre de Terry y el mismo Archibald.
— ¡Tonny! — Saludó Stear — ¿La has podido ver? ¿Qué sabes de nuestro amigo? — ¡Hola, Stear! Nada, no sé nada, no se me permite entrar a ver a ninguno de los dos, Jon ha dado instrucciones para que seamos atendidos bien, pero también para que no se nos permita acercarnos al hospital —Respondió en tono de burla — Parece que estamos aislados del mundo ¡No entiendo! ¿Por qué no podemos comunicarnos con nuestras familias? ¿Qué ha pasado con los odiosos Leagan? — ¡Cierto! No sabemos nada de ellos y aunque son intolerables me apena un poco su suerte — Interrumpió el chico de gafas, que ya contaba con unas nuevas.
— ¿Te apena? Si de ellos dependía, nos hubieran dejado ahí, más Elisa, quien fue la culpable de que todo eso les pasara por su orgullo desmedido, por su inexplicable sentido de señoría que se gasta la chica — Interrumpió Patty muy molesta — Lo sabemos Patty, pero aún así, creo que eso no se le desea a nadie — Intervino Annie — ¡Lo sé! Pero todo esto me tiene muy desconcertada, aunque he hablado con mis padres para informar que estoy bien, de seguir en esta incertidumbre, me volveré loca, urge que hablemos con uno de los dueños —Concluyó — Todos asintieron.
En una de las habitaciones del palacio Candy seguía inconsciente en sus sueños se veía a ella misma vestida de colegiala con coletas, junto a un joven de hermosos ojos azules, sus sueños eran divertidos, pero de momento se modificaban por sensaciones de impotencia al sentirse atrapada por aquellos hombres.
Por otra parte, Terry tenía días sin despertar, sus sueños invariablemente estaban plagados de las imágenes de lo acontecido, así como de la chica de ojos verdes, que apenas conocía. Ahí la veía corriendo, sonriendo feliz, veía a ambos sentados frente a un lago, pero de momento todo cambiaba, se miraba a él mismo alejándose de ella, con un fuerte dolor en el pecho despertó, lo único que hizo fue sentarse de súbito y decir — ¡Candy!...
Continuará…