Lilqalab
Por el corazón
By Alnair Skat
CAPÍTULO VII
Era una bodega con paredes y techo de lámina con algunos cuadros con rejillas que simulaban ventanas, los rayos del sol entraban inclementes, hacían arder las paredes evitando que alguien se pudiera recargar en ellas, unos viejos ventiladores intentaban sin éxito refrescar el lugar; el piso cubierto de arena dejaba entrever que estaba cerca del desierto. Una treintena de personas se encontraban ahí, hombres y mujeres de diferentes nacionalidades, algunos estaban heridos, pero no de gravedad, antes de llegar ahí se les había procurado atención médica para mantenerlos vivos.
No había sillas o algún lugar donde se pudieran sentar, así que la mayoría de personas estaban en el piso, el calor, el sudor, los olores generados por el hacinamiento, además del fétido tufo que brotaba del balde destinado para realizar las necesidades corporales, daban al lugar un aspecto más nauseabundo, que desolador, incluso los custodios del mismo, preferían vigilar apostados en la puerta, que permanecer dentro. Entraban de vez en cuando para proporcionar agua o alimentos a los retenidos y verificar que se mantuvieran con vida.
Neil un tanto recuperado de su herida en el estómago, pero con demasiados golpes en la cara, miraba atento a la entrada, tenía rato que se habían llevado a su hermana, no sabía para qué, pero no debía ser algo bueno, ya que la necedad de la chica por ofender y humillar, no paró desde que llegaron ahí, lo que le ocasionó reiteradas llamadas de atención, que no le importaron, así que sin más se la llevaron. Días atrás había entablado conversación con un joven francés, hijo de un banquero, que al igual que ellos, esperaba su rescate, pero con el pasar del tiempo eran más pesimistas las esperanzas.
— ¡Ya lleva rato ehh! Creo que si ella, no hubiera estado molestando tanto no se la hubieran llevado —¡Ánimo! Pronto la traerán y estará bien ¡Ya lo veras! No pueden desechar cualquier oportunidad para ganar dinero y eso somos para ellos, dinero en efectivo ¡Contante y Sonante! — Comentaba el chico, ante la mirada azorada de Neil — ¡Lo sé! Aun así, me importa ¡Es mi hermana! Sé perfectamente que puede ser peor que una piedra en el zapato, pero tengo que defenderla ¿Comprendes? ¡Lo sé! — ¡Tranquilo! Lo sé de sobremanera — Respondió el francés
Ambos chicos voltearon al escuchar que alguien se acercaba, cuando la puerta se abrió vieron a una maltrecha Elisa, con la cara roja, que seguramente se tornaría en diferentes tonalidades de morados, hasta llegar a un verde oscuro con tintes amarillentos con el pasar de los días. Atada de las muñecas, con cinta canela cubriendo su boca, la arrojaron al piso. El seco golpe que se oyó al caer, hizo pensar a Neil que no se levantaría, sin embargo, asombrado observó como su hermana se sentaba, mientas con las dos manos quitaba sin titubear su mordaza — ¡Estúpidos! ¡Tratarme a mí, así! ¡Imbéciles! — Proseguía vociferando — Pero ¡No verán ni un centavo! Si quieren que se les pague por nuestro rescate, será bajo mis condiciones — ¿Elisa? — Le habló su hermano — ¡Ahora no Neil! ¡Tengo que pensar qué diablos haré! Pero esto no se quedará así ¡Eso puedes creerlo! —
El chico, que por un momento estuvo sumamente preocupado por la seguridad de su hermana, finalmente dijo — ¡Te quieres callar, Elisa! ¿Es que no tienes suficiente con lo que nos ha pasado? No comprendo ¿Cómo es que, te han golpeado y así sigues? Por tu necedad es por la que estamos aquí, no solamente tú corres peligro, me has puesto a mi y a toda la familia en riesgo por andar de boca floja — Al decir esto los demás retenidos comenzaron a decir — ¡Cállenla! ¡Cállenla! Ya nos tiene fastidiados, por su culpa nos tratan peor que al inicio — Decía el grupo. El chico francés se acercó a Neil y levantando el trozo de cinta del suelo, se lo entregó al chico para que se lo colocara de nuevo a su hermana. Neil comprendió, así que sin miramientos se lo volvió a poner a la pelirroja, quién estaba demasiado agotada para forcejear, así que optó por guardar silencio.
— ¿Neil Leagan? Una voz desde la entrada lo llamaba, Con el sudor perlando su polvorosa frente se levantó, sin oponer resistencia salió del lugar custodiado por un hombre que lo empujaba con la punta de una metralleta por la espalda. Lo llevaron hasta una habitación fresca, al caminar observó una mesa ataviada con los mejores manjares, otra con ropa limpia y finalmente un escritorio, en el que un hombre sentado detrás lo miraba. Con un atropellado inglés comenzó — ¡Neil Leagan! Estas aquí para ayudarnos a convencer a tu familia de que pague el rescate ¡Ya!, quisimos que tu hermana lo hiciera, pero se ha negado, así que es tu oportunidad de salvarlos a los dos — Comentó con una aguda mirada — Si lo haces podrás comer, bañarte y cambiarte de ropa — Concluyó.
Neil algo perturbado, se le hizo extraño que Elisa no haya aceptado, después de todo no era tan descabellado que buscaran diferentes maneras para apresurar el rescate, así que preguntó — ¿Qué es exactamente lo que debo hacer? — Bien, al parecer es más fácil dialogar contigo. Primero debes de darme todos los nombres de los integrantes de tu familia que están en Dubái, luego grabar un vídeo tal cual se te indique ¡Eso es todo!
Sentimientos encontrados surgieron en el chico. Si, en diferentes ocasiones se había sentido menospreciado por los Ardlay, ser los segundos por no llevar ese apellido, sabía que todos los toleraban, pero ¿Acaso merecían que él los entregara? No sabía su paradero, pero también sabía que ellos no serían capaces de dejarlos ahí, a su suerte. Ellos, en caso de haber resultado ilesos de aquél ataque en el aeropuerto, seguramente estarían moviendo cielo, tierra y mar para localizarlos, sin embargo, ahora se trataba de su supervivencia, cavilaba, hasta que — Bueno ¿Aceptas o no? — Preguntó el hombre que no había dejado de observarlo.
— ¡Esta bien! Pero antes comeré, me bañaré y me cambiaré de ropas — Dijo, ahora seguro de lo que haría — ¡No! Lo harás así —Reparó el captor, quien ya se había levantado y una vez frente a él le dio un fuerte golpe en la cara, que provocó que hilos de sangre salieran, tanto de su boca, como de la nariz — ¡Demonios! ¿Por qué me pegas? Ya te he dicho que si lo haré — ¡Digamos que son efectos especiales de la filmación — Aseguró el hombre, que con un movimiento hizo que entre otros dos llevaran a Neil hasta un banco y una cámara de vídeo — ¡Siéntate! — Le ordenó — Ahora dirás, suplicarás, rogarás, que te saquen de aquí… Le hablarás a tu prima Candice, le dirás que se entregue o te mataremos — Continuaba el captor, dando las instrucciones, mientras que el chico, sorprendido preguntó — ¿Cómo sabes el nombre de mi prima? ¿Por qué la quieren a ella? ¡Ya les pagarán nuestro rescate! ¿No, entiendo? — ¡Sí! ¡Claro que nos pagarán su rescate! Pero tu hermana nos hizo comprender que ella vale más que ustedes dos juntos, nos dijo que viajaron con ella, lo más seguro es que no hayan salido del país, así que has lo que te digo — Apresuraba al joven a colocarse en el banco para iniciar la grabación.
Lentamente se sentaba Neil, dando paso a sus pensamientos — ¿Hasta donde era capaz de llegar su hermana por envidia? ¿Por qué contra ella? Sabía que le tenía un odio feroz, pero nunca se imaginó que llegara al grado de verla en peores circunstancias que las pasadas por ellos mismos, desde que los habían llevado a ese lugar. También sabía que la fortuna de los Ardlay era mucho mayor que la de ellos, pero finalmente para la sociedad eran considerados también parte del millonario clan ¿Entonces? No daba crédito a lo que estaba pasando, se preguntaba ¿Yo soy capaza de hacer eso? ¿Puedo en verdad cambiar mi lugar por el de ella? ¡Esta bien, lo haré! — Dijo finalmente comenzando a grabar el mensaje.
En el palacio de los Grandchester la lluvia de disparos no cesaba. Stear había llegado con sus familiares y amigas, intentaban correr por el pasillo, pero el ruido de cristales rompiéndose les hacía detenerse, George pecho a tierra les daba alcance, junto con otros hombres de negro armados — ¡Anthony, Stear! ¡Archie! Apresúrense, yo los cubriré hasta llegar al siguiente pasillo — ¡Vamos! ¡Dense prisa! Ahí serán puestos a salvo ¡Sólo sigan las indicaciones! ¡Vamos! ¡Ya! — Al decir esto él junto con los demás individuos armados comenzaron a disparar sin tregua, permitiendo el paso de los chicos, que muertos de miedo avanzaban en medio de trozos de pared que se desprendían conforme las balas llegaban hasta ellas.
Terry, sin soltar la mano de Candy se dirigía a la biblioteca de su padre, ya habían revisado su habitación, sin encontrarlo; Jon que iba al frente decía — ¡Es inútil, joven! ¡Tenemos que irnos al bunker de seguridad, no sabemos cuanto tiempo resistirán nuestros hombres! — ¡No! No me iré de aquí sin mi padre ¿Entiendes? ¡Pronto! Vamos al segundo nivel, tal vez se haya resguardado en el cuarto doble, si es así ya no tendríamos de qué preocuparnos, porque de ahí podemos llegar al pasillo que nos llevará directo al bunker — Dijo con voz potente, Terry.
Sin decir más, todos corrieron hasta el nivel siguiente, Candy corría sin hacer preguntas, la adrenalina le hacía seguir sin cansarse, sólo sabía que no debía soltarse del chico, lo tenía sujetado tan fuerte, que a pesar del sudor entre las dos manos hacía que se resbalara, pero lo volvía a tomar con más fuerza.
Cuando llegaron, la puerta estaba cerrada, intentaban abrir, pero algo detrás de ella les impedía entrar; Jon con la ametralladora hizo una secuencia de disparos haciendo añicos la fina madera, mientras que los demás hombres empujaban para dejar libre el paso. Cuando por fin entraron se dieron cuenta de que la pequeña entrada para el pasillo estaba abierta. Sin mediar palabra todos siguieron el camino — ¡Atranquen el paso! — Ordenó Terry, a la vez que sin delicadeza alguna hizo que Candy entrara.
Sólo se escuchaban sus respiraciones agitadas. El pasillo a pesar de contar con focos que iluminaban el trayecto, era sofocante entre más avanzaban. Candy tropezó, pero no alcanzó a tocar el suelo, gracias a que Terry la había jalado — ¿Estás bien? — Preguntó, tocándole la cara — ¡Sí! Sólo me tropecé, corramos — Dijo la rubia con voz agitada.
Casi llegaban al final del pasillo cuando observaron el cuerpo de Richard en el suelo, Candy por instinto se arrodilló ante él para revisar sus signos vitales — ¡Respira! —Dijo, dando paso a Terry para que se acercara al cuerpo inerte — ¡Creo que se ha sofocado! Puede ser por el camino o por el estrés que ha sufrido para intentar ponerse a salvo — Prosiguió la rubia — ¡Ayúdame, Jon! — Solicitó Terry.
Entre los dos hombres ayudaron a Richard a llegar al bunker de seguridad. El lugar era estrecho, pero contaba con todo lo necesario para mantenerse a salvo durante meses. Candy ayudó a Terry a acomodar al hombre mayor en un sofá, le desabrochó la camisa y quitó los zapatos. Terry los miraba con ternura, eran las dos personas que más le importaban, parecía mentira que en tan poco tiempo sus prioridades hubiesen cambiado. Ahora la seguridad de esa chica era lo más preciado, sus pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de uno a uno de los Ardlay, quienes agitados entraban al lugar, con semblantes por demás aliviados.
Stear, como siempre aligeraba el ambiente con sus bromas, ya que cuando entró lo primero que hizo fue arrodillarse y besar el suelo, para después permanecer hincado mirando a un cielo imaginario totalmente agradecido — ¡Padre mío! ¡Te debo dos! — Al decir esto, Anthony y Archie se le fueron encima para callar sus bromas. Annie y Patty sonreían aliviadas por estar juntos y vivos, a pesar de todos los acontecimientos que iban viviendo en su estancia en Dubái.
Después de unos momentos, Richard se recobraba, Candy a su lado lo tomaba de la mano, los chicos estaban sentados en silencio esperaban cualquier información para saber qué hacer. Jon platicaba con Terry en un extremo del cuarto, cuando de pronto entró George, preguntando — ¿Y el señor William? En ese momento todos se dieron cuenta de que faltaba él, no estaba con ninguno de ellos cuando comenzó todo — ¿Alguien sabe dónde estaba antes de que las sirenas sonaran? — Cuestionó el hombre un tanto desesperado — ¡Todos estábamos en nuestras habitaciones, George! — Contestó Anthony — ¡Sí! Al escuchar el toque de emergencia, salimos al pasillo principal, fue ahí, donde nos encontró Stear — Aseveró Annie — ¡Cierto! Pero no vimos a Albert por ningún lado — Continuó Archie.
Ahora que lo preguntas intervino Richard, quien se reincorporaba del sofá, me pidió acceso al work station necesitaba ver alguna información vía satélite, seguramente ha de seguir ahí, lo bueno es que es un cuarto blindado, tal vez ni haya escuchado la alarma y siga metido en sus asuntos — Pero no lo sabremos con certeza, hasta que alguien se cerciore de ello —Concluyó.
— Yo vengo de ahí y no había nadie — Intervino Jon — Tal vez alcanzó a salir, ya se le había mostrado el camino, seguramente no tardará — ¡Si vemos que no llega, tendremos que salir a buscarlo — Repuso George — ¡En efecto! — Apoyó Jon. Terry sin perder la atención en lo que se decía se dirigió a una serie de pantallas para activarlas, en ellas se podía ver lo que sucedía en el exterior, en una de ellas se observó como Albert intentaba protegerse de la lluvia de balas que proseguía en el exterior, justo cuando corría rumbo al bunker todas las pantallas dejaron de funcionar…
Continuará…