Lilqalab
Por el corazón
By Alnair Skat
CAPÍTULO XI
La noche pasó sin pormenores, el personal de seguridad se había reforzado, hombres vestidos de negro por toda la propiedad, los chicos, que en un principio se sentían incómodos, ahora estaban pendientes de cada movimiento por mínimo que fuera, los estragos sufridos en esos días los orilló a tomar una actitud protectora entre todos, incluyendo a los Grandchester. La dupla formada por George y Jon representaba para los jóvenes la esperanza de que todo saliera bien.
El edificio en el que se encontraban ahora, era igual de lujoso, pero decorada en forma modernista, contaba con enormes balcones que permitían una vista magnifica de los alrededores, que permitían ver los impresionantes rascacielos, interminables centros comerciales y dunas de arena del desierto. En sus extraordinarias playas se dejaban ver algunos turistas fascinados por las aguas cálidas del océano Índico suavizadas por la tranquilidad del Golfo Pérsico, en esa zona destinada a algunos privilegiados parecía que no pasaba nada.
La propiedad de los Grandchester, era uno de los edificios más famosos de Dubái, protagonista indiscutible de gran número de fotografías, se trataba del Burj Al Arab contaba con 7 estrellas, ubicado junto al mar, a pocos metros de la playa. Su diseño arquitectónico dejaba entre ver la imagen de la vela de una embarcación. Además de contar con lujosos penthouses, era el centro de operaciones financieras de los empresarios petroleros. La idea de trasladarse ahí era parte de la estrategia para salvaguardar la integridad física de todos, pero también, facilitar las vías de escape ante cualquier ataque. El helipuerto estaba preparado con tres helicópteros que los trasladarían a Arabia Saudita, otro de los siete Emiratos Árabes.
Archie miraba desde uno de los balcones, mientras que platicaba con Annie y Patty — ¡Que hermosas playas! ¿No creen? ¡Lástima que no hayamos podido disfrutarlas! — ¡Sí, son de ensueño! — Respondió Annie — ¡No importa, chicos! Volveremos cuando todo esto pase — Intervino Patty — ¡Ni loca vuelvo! ¡Necesitaré tiempo para asimilar todo esto! Creo que tendré que ir con el psicólogo — Reparó Annie — La verdad es que no podemos negar que han sido unas vacaciones inolvidables — Dijo con sorna Archie — ¡Adrenalina pura! Jajaja… Continuó el chico.
Albert, Terry y Candy habían estado hablando de su pasado en común, tampoco el rubio sabía a qué obedecían sus repentinos recuerdos, pero él a diferencia de la pareja de enamorados no quería saber del tema, prefería ir viviendo al tiempo que su memoria le daba más visiones de su pasada vida. Cuando entraron en el salón comenzaba a anochecer; Richard les había dicho que a pesar de todo haría una cena entre ellos para relajar el ambiente previo al inicio del operativo de rescate de los hermanos Leagan y de la partida de sus huéspedes.
— ¿Qué tal, chicos? Saludó Albert — ¿Listos para la cena? Recuerden que mañana partiremos para Arabia Saudita y de ahí volaremos hasta Estados Unidos — Por cierto, no nos han dicho ¿Cuál será nuestra participación? Considero que debemos estar enterados — Intervino Anthony que traía consigo una copa de vino — ¡Nada, Tonny! Ustedes volarán directo, sólo nos quedaremos George y yo a espera a Elisa y Neil — Respondió Albert — Ahora vayamos a prepararnos para la cena, no podemos desairar a nuestros anfitriones — Concluyó invitando a todos a dirigirse a sus habitaciones para cambiarse.
Richard estaba en su habitación, no estaba contento con la idea de su hijo de partir junto con los Ardlay para Arabia Saudita, pero también comprendía que su salud se había debilitado con los recientes acontecimientos, pero no podía dejar de preocuparse por su unigénito hijo, su carácter rebelde ocasionaba que actuara por impuso, a pesar de la inteligencia que había demostrado para poner a salvo a todos, le hizo otorgarle el voto de confianza; eso se decía cuando Jon tocó a su puerta — ¡Señor! Todos lo esperan en el salón — ¡En seguida voy! Antes dime, ¿Ya está todo preparado? — ¡Sí! Todo esta coordinado y preparado, sólo esperamos la confirmación de la ubicación de los delincuentes — Contestó el jefe de seguridad — Jon ¡No se te olvide que dejo en tus manos lo más preciado que tengo! — ¡Lo sé, señor! Yo no me despegaré del joven Grandchester — ¡Confío en ti! Vamos — Concluyó Richard dirigiéndose al salón.
Por un momento la densa calma dio paso a una tertulia agradable entre los Ardlay y Grandchester, los jóvenes reían, Stear que no se podía perder la cena, comentaba lo interesante que era la tecnología de punta con la que contaban en el edificio — ¡Sí! ¡Está muy hermoso! Pero cuando miro para abajo me da vértigo — Comentó Annie — Imagínate son 321 metros de altura — Aseveró el chico de gafas — Por eso hay que tener paracaídas, estoy pensando en inventar uno micro, que no estorbe y pueda cargarlo cuando vaya a lugares así de altos — Prosiguió — Pues, para esta ocasión ya no lo hiciste, hermanito — Intervino Archie burlándose de él.
Un tintineo de copa se escuchó, todos voltearon a ver a Richard, quien comentó — Antes de que termine la velada quiero hacer un brindis por todos ustedes, por la vida y porque tenemos la oportunidad de estar aquí, a pesar de todos los eventos que desafortunadamente hemos pasado juntos, pero que a la vez nos permitió conocernos y formar lazos estrechos de amistad. Además, es oportuno que les informe, que justo en estos momentos se está llevando a cabo el rescate de los hermanos Leagan. Stear logró armar el algoritmo para evitar que los drones fueran detectados. — Los aplausos y gritos de júbilo no se hicieron esperar.
En esos instantes grupos armados de los Grandchester y los Ardlay atacaban la base, donde se encontraban los extranjeros retenidos. El factor sorpresa había sido la clave, pero nunca se imaginaron que el líder de los maleantes, también había ubicado el sitio en el que se encontraban los demás, desplegando la mayor parte de sus hombres al centro del país, dejó sólo un pequeño grupo resguardando el lugar.
El rescate fue fácil, los hombres que resguardaban la bodega jugaban cartas en la puerta, tomaban, fumaban y reían fuertemente. Eso les impidió ver como se acercaba un grupo que escondidos se ubicaban en puntos estratégicos para atacar. Cuando la primera ráfaga de balas llegó, los hombres intentaron detonar sus armas, pero era demasiado tarde, ya que el lugar estaba rodeado por el grupo de rescate. Rápidamente entraron comenzando a sacar a los rehenes, cuando Neil los vio agradeció a Dios, su llegada, nunca estuvo tan feliz de ver gente armada. Elisa con la actitud que no cambió a pesar de lo vivido, simplemente se dedicó a reprochar la tardanza para ir por ellos. Neil fastidiado por el comportamiento de su hermana, de un jalón la sacudió ordenándole que se callara. A pesar, de su sorpresa la chica guardó silencio, finalmente lo que quería era largarse de ese lugar.
Richard sonreía, creía que por fin había acabado la pesadilla, confiado elevó su copa — ¡Salud! — Respondieron todos — ¡Padre! — Intervino Terry — Quiero aprovechar también para comunicarles que le he pedido matrimonio a la señorita Ardlay y ella me ha concedido el honor de una respuesta afirmativa — Expuso, tomando a Candy de la mano, quien un poco sonrojada sonrió — Pero ¡Que sorpresa! —Exclamó Albert — ¡Que guardadito lo tenían! — Stear comentó — Albert… yo — Intervino Candy — ¡Lo sé, pequeña! No digas nada, ya me lo imaginaba, pero no tan rápido — Contestó el rubio.
Richard un poco sorprendido contestó — ¡Tenemos que hacer muchos preparativos! — ¡No, padre! Queremos que todo sea lo más pronto posible —Pero ¿Por qué? ¿A qué se debe la urgencia? — A que no queremos separarnos, todo esto nos hace ver que la vida es un instante, así que ese es nuestro deseo — ¡Esta bien! Pero me hubiese gustado que tuvieras una boda como la mereces, hijo — ¡Créeme, papá! Que los dos pensamos que es mejor así, además nos permitirá unir lazos comerciales con los Ardlay, ya que me están dando una dote increíble — Dijo Terry con una sonrisa de lado — ¿Dote? — Cuestionó Candy — jajaja… No hagas muecas, pecosa — ¡Tú, tú eres mi dote! — La chica con las mejillas completamente sonrojadas bajó la cabeza apenada por los galanteos púbicos del joven.
Anthony levantó su copa y dijo con un tono nostálgico — ¡Salud! Porque su unión sea próspera y llena de amor — Candy no pudo evitar sentir pena por él, pero no podía hacer nada, su corazón era uno con Terry y eso no podría cambiarlo. La euforia por el enlace y el rescate de los Leagan impregnó de alegría la velada. Las chicas platicaban con la novia lo emocionadas que estaban, ya pensaban en los atuendos que llevarían por ser damas de honor. Los hombres también charlaban con Terry. Estaban tan inmiscuidos en el tema que no vieron cuando George y Jon se ausentaron del salón.
— ¡Terry! Lo único que te pido es que hagas feliz a mi hermana, espero que no la alejes de Estados Unidos — ¡No, para nada, Albert! Pensamos establecer nuestra residencia en Chicago, un deja bu de Candy hace que se niegue a vivir en Nueva York, pero soy capaz de mudar las oficinas del consorcio para complacerla — Respondió el castaño con determinación — ¡Creo que eso de la reencarnación tiene algo de verdad! — Comentó Anthony — ¡Sí! Eso me hace preguntarme ¿Yo cuántas vidas he tenido? ¿Habré sido igual físicamente? — jajaja… Eso júralo, no creo que haya existido un Archie menos vanidoso que tu — Vociferó Stear con sus ingeniosas ocurrencias.
La velada continúo, la luna estaba en todo su apogeo y se reflejaba en la playa. Con una copa en la mano Terry besaba los nudillos de los dedos de Candy — ¿Sabes, pecosa? Si nuestra vida pasada no concluyó como debió ser, ahora lo haremos, mis recuerdos me llevan a tristes acontecimientos de una separación, tan solo de recordarlo siento una opresión en el pecho — ¡Sí! A mi me pasa lo mismo, no sé explicarlo, pero no pensemos en eso, mejor hay que hacer todo lo necesario para salir bien de esta pesadilla — Decía Candy. A su lado llegaron los chicos, estaban contentos, querían festejar con copas y una botella de champaña, ya en el balcón Stear sirvió a cada uno el líquido ámbar, que burbujeaba en espera de ser bebida.
Al ritmo de la canción Girls in Love que Annie y Patty habían puesto, los chicos bailaban en la terraza, pero no se percataron que unos faros de alógeno los iluminaba de vez en vez. Cuando Albert se dio cuenta, gritó — ¡Chicos, adentro! Su voz no fue escuchada por el alto volumen de la música, corriendo llegó al umbral de la puerta, mirando como algunos helicópteros los alumbraban — Todos adentro, volvió a gritar, pero su grito fue ahogado por un estallido que hizo que los cristales volaran en añicos.
De inmediato los guardias entraron al lugar armados, los jóvenes apostados en el suelo, esperaban indicaciones para salir, mientras veían como los faros de alógeno pasaban por encima de ellos dejando ver de nuevo la destrucción del lugar. George escondido detrás de una de las paredes les decía — ¡Con cuidado y pecho tierra, vayan deslizándose hacía acá! Los chicos asintieron a pesar de cortarse con los vidrios en su trayecto. Terry mantenía boca abajo a Candy cubriéndola con su brazo, ella temblaba, pero se daba valor junto a su hermoso prometido.
Cuando Terry vio que ya todos habían llegado con George y que comenzaban a desplazarse por los pasillos le dijo a Candy — ¡Es nuestro turno, pecosa! Despacio vamos deslizándonos hacia el pasillo ¿De acuerdo? — Ella asintió comenzando desplazarse, mientras Terry hacía lo mismo, casi llegaban, pero otro estruendo los obligó a detenerse — ¡Corran se escuchó a Jon decir — ¡Suban al helipuerto, hay hombres por todo el edificio que los cubrirán! ¡Joven, joven! ¿Se encuentran bien? — Gritaba a Terry — ¡Sí, Jon! Estamos bien ¿Mi padre? — Cuestionó — ¡Él ya va camino al helicóptero! Faltamos nosotros — Decía el jefe de seguridad.
Mientras lo hacia un centenar de hombres ya habían invadido el edificio, era cuestión de minutos para que llegaran al piso, donde se encontraban los muchachos — ¡Vete, Jon! — Ordenó Terry — ¡No! ¡De ninguna manera, joven! ¡Tenga! — Dijo eso, mientras con un movimiento rápido deslizó una pistola hacía el joven Grandchester, él la tomó y sin soltar la mano de Candy avanzaron, al llegar junto a Jon fueron interceptados por los maleantes encabezados por el tipo que había realizado el anterior ataque — Jajaja… Nos volvemos a encontrar, pero ahora en mis terrenos — ¡Señorita Ardlay! Venga con nosotros — ¡De ninguna manera! ¡Ella no irá a ningún lado! — Respondió Terry con mirada fría y un sentimiento de valentía para defenderse y defender a su pecosa.
— ¡Suelta el arma! — Le ordenó a Terry — El chico no quería hacer caso, de hacerlo ya no tendría mucha oportunidad de defenderse y caerían cautivos en las manos de esos tipos, seguramente solicitarían un rescate millonario por él. Jon que se había adelantado unos pasos, logró esconderse detrás del propio muro que separaba los elevadores, de momentos sacaba la cabeza para observar la posición de los delincuentes — ¡Corran, Joven! ¡Yo los cubro! Al decir esto, una ráfaga de balas pasaba al lado de los chicos, que sin chistar comenzaron a correr — ¡Suban al helipuerto! ¡Ahí los esperan! — ¡No te dejaremos aquí! — Increpó Terry — ¡No, se preocupe! Yo voy detrás de ustedes ¡Sólo, corran! — La tensión se apoderó de Terry, quien, al mirar el temor en los ojos de Candy, la tomó de la mano para correr frenéticamente.
— ¡No importa, corran! Pero no llegarán muy lejos, mis hombres están tomando todo el edificio jajaja… Nuestro botín se incrementará contigo Grandchester con tu captura tengo asegurados los fideicomisos y claro una suma mayor para nuestro movimiento — Les gritaba el maleante, que se protegía de las balas detrás de un muro.
Los escalones parecían eternos, la subida les quitaba el aliento, Candy sentía como sus músculos se quemaban, no podía más, pero Terry la jalaba obligándola a continuar. Con el pecho a punto de estallar Terry hizo un alto, sus largas piernas no daban más, no sabía cuantos pisos faltaban para llegar al final. Tratando de aspirar todo el aire posible y con la voz agitada comentó — ¡Respira, pecosa! Ya falta poco — Candy no decía nada, intentaba recobrar el aliento, inclinada con sus manos sobre sus rodillas. No pasó mucho tiempo antes de escuchar fuertes pasos que subían las escaleras. Sin pensarlo nuevamente, Terry jaló a Candy para continuar su huida.
En el helipuerto Anthony no quería subir al helicóptero, todavía no estaban todos argumentaba. El piloto que los esperaba, le decía que no podrían esperar mucho, otros helicópteros se acercaban amenazadoramente. El chico desesperado no decía nada sólo miraba la salida de las escaleras. Al ver a Patty, Annie, Archie y Stear que llegaban, ayudó a las chicas a subir al artefacto — ¿Dónde están los demás? — ¡Vienen detrás! — A gritos le respondió Archie. Anthony se bajó de nuevo, ordenando al piloto que partiera — ¡Sáquelos de aquí! Yo espero a los demás — Dijo determinado.
Sin esperar más el piloto despegó haciendo caso omiso a los reclamos de sus pasajeros que no querían dejar a sus amigos en el edificio. Anthony junto con un hombre de seguridad corrió al otro extremo del helipuerto, donde se encontraba otro helicóptero, desde ahí se podía ver también la salida de las escaleras. Aguardó un momento, que pareció eterno, cuando por fin vio salir a Albert, Richard y George. — ¡Sube, Tonny! — Ordenó Albert —Pero, Candy y Terry no han llegado — Reparó —Ellos vienen con Jon, partirán en el tercer helicóptero — Contestó el magnate. Aceptando la respuesta, el chico subió al artefacto el cual partió del helipuerto.
Terry y Candy seguían su acelerada carrera para llegar a la azotea del edificio, los hombres que los perseguían cada vez más cerca con todas sus siguieron hasta la azotea, pero cual fue su sorpresa al no encontrar ningún helicóptero esperándolos — ¡Mierda! Gritó Terry — ¿Ahora que haremos? —Preguntó la rubia que ya no ocultaba el terror que invadía su ser. — ¡No lo sé! Mi celular cayó en las escaleras, no tenemos forma de comunicarnos con los demás —Hablaba, mientras atracaba con un tubo la puerta de salida de las escaleras — Busquemos donde escondernos — Dijo casi sin aire en los pulmones y tomando del brazo a Candy.
Lograron esconderse detrás de unos tanques de agua, sentados en el suelo Terry empuñaba la pistola que traía, sabía que con eso no podría hacer más que ganar tiempo, pensaba cómo sacar a su pecosa de ahí, no quería separarse de ella, pero la defendería aún a costa de su vida, de eso estaba seguro.
— ¡Candy! Tendremos que separarnos para que podamos escapar. Yo me iré del otro lado para llamar la atención de los tipos, tu aprovechas y corres dentro del edificio, buscas un lugar donde esconderte hasta que vengan a buscarte, espero que para estos momentos ya se hayan cuenta los demás que faltamos nosotros — Decía ante la mirada atónita de la chica — ¿Estás loco? ¡Yo no me separaré de ti! ¿Entiendes? — ¡Candy! Por favor, no podemos ser capturados, ya escuchaste al imbécil ese, obligaran a nuestras familias a pagar sumas millonarias, además de forzar a mi padre a entregar los fideicomisos y ¿Luego? — Luego ¿Qué? — Nos matarán, no quiero eso para ti, pecosa — ¡Ni yo para ti! — Bien, entonces has lo que te digo ¿Sí? — La chica asintió y bajó la cabeza para que él no viera las lágrimas que habían inundado sus ojos.
Al poco rato, se escuchaba como por medio de disparos sus perseguidores volaban la puerta de las escaleras. Los chicos se estremecieron. Terry con un rápido movimiento tomó los labios de Candy para darle un apasionado y feroz beso, al separarse le dijo — ¡Tal vez tampoco en esta vida! Pero pasarán más y nos volveremos a encontrar, Candy — Al decir esto comenzó a correr al otro lado del helipuerto disparando su arma, los maleantes buscaron resguardarse para contener el ataque.
La confusión, los nervios y la adrenalina no dejaron ver a Terry que Candy no se había separado de él corría agachando su cabeza, al llegar al otro extremo ella lo abrazó por la espalda gritándole — Juntos en esta y en otras vidas, Terry ¡No me separaré de ti, pase lo que pase! Los brazos de la chica se aferraban a él que no tuvo más que voltear y corresponder al abrazo, por unos instantes el recuerdo de un abrazo anterior se hizo presente, el dolor también, no podía creer cuanto amaba a esa chica, en esos momentos todo desapareció, el abrazo se hizo más estrecho, mientras que un viento agitaba la melena castaña y los rizos rubios. Al mirarse a los ojos Terry tomó el mentón de ella y le dijo — ¿Estás segura de esto Candy? — ¡Sí! Si nos veremos en otra vida, morir juntos, nos permitirá regresar en la otra reencarnación juntos — Respondió ella, mirándolo fijamente. Un suave beso selló el pacto, ambos se prepararon para lo que fuera.
— ¡Entréguense, Grandchester! No tienen salida, no hay lugar por el cual puedan escapar — Gritaba el jefe de los maleantes que cada vez se escuchaba más cerca. Los jóvenes se miraron, se dieron un último y sutil beso, tomándose de las manos se levantaron y encararon al malhechor — ¡Aquí estamos! — Gritó Terry — Pero lamento informarte que no iremos contigo a ninguna parte, por nosotros no tendrás nada de lo que has buscado a fuerza de muertes y sangre — Proseguía hablando mientras los dos chicos daban pasos hacía atrás hasta llegar al límite del helipuerto — ¡No sean dramáticos, chicos! No me digan que se arrojaran al vacío — Contestó con fuertes carcajadas — Con tal de que no te salgas con la tuya ¡Lo haremos! — Increpaba Terry, que junto con Candy estaban al borde del edificio — ¡No serán capa…! No terminó de amenazar, cuando observó que los dos chicos se lanzaban al precipicio.
El maleante corrió para intentar sujetarlos, pero sólo observó como los cuerpos caían formando un laza que brillaba con una luz enceguecedora, las manos de ellos agarradas formaban un solo puño, un corazón. En ese momento llegaba Jon con refuerzos sometiendo a los maleantes, pero al ver que su líder no se movía se acercó para observar como los cuerpos de Terry y Candy eran atraídos por la fuerza de la gravedad.
En su trayecto al vacío los recuerdos de su vida pasada se hicieron más claros, él era un hermoso noble inglés, ella una chica adoptada por una importante familia. Se miraron a los dos corriendo en una colina vestidos de colegiales, un baile de disfraces, unas vacaciones en Escocia, un barco, dolor, tristeza y un frío hospital les anunciaba el fin de su amor. Candy apretó más la mano de Terry, quien con trabajo volteó a mirarla —Juntos eternamente pecosa — Si mocoso engreído y para no separarnos jamás.
Los cuerpos fueron cayendo, ante la mirada atónita del maleante y Jon, mientras que helicópteros del gobierno se hacían presentes para proceder en contra de los responsables de tos disturbios en una de las ciudades con uno de los mayores flujos turísticos y derroche de dinero.
FIN