CRÉEME CAPÍTULO I
CRÉEME
CAPÍTULO II
POR ROSIBEL WHITE
CAPÍTULO II
POR ROSIBEL WHITE
Viajó toda la noche y parte de la mañana. Sus emociones se estaban desbordando con la ansiedad de llegar, de verlo, abrazarlo y no soltarlo nunca más. Tarde había comprendido que necesitaba de él para respirar y sentirse viva. “Lo quiero y deseo que me ame sin medida, que desnude mi alma, mi cuerpo y mi ser, que tome todo de mí. Lo amo, ya no quiero aparentar que soy feliz sin él.”
Llegó a New York, el sol estaba en la cúspide del medio día. Respiró hondo, agradeció al creador por concederle esa oportunidad, que, aunque pequeña era, no dejaba de ser una esperanza para que él la recibiera nuevamente en su vida. Apresurada tomó un taxi hacia al departamento donde vivía el actor, saludó a la casera que se encontraba barriendo el frente del edificio. Le pidió el favor de avisarle al señor Terrence Graham que la señorita Candy White Ardlay lo buscaba, la señora respondió que él ya no vivía en el edificio, pero que, siendo el propietario del departamento a veces llegaba esporádicamente a dormir. Con la decepción reflejado en su rostro Candy le dio las gracias. “Tonta de mí, siendo quien es ahora ya mero iba a seguir viviendo aquí.” Iba distraída pensando dónde podía encontrarlo, ¿Estará en el teatro?, tal vez de casualidad lo encontraba. Entonces, la señora le gritó: “Puedes encontrarlo en el teatro, él estuvo aquí el día de ayer, me dijo que había regresado de su gira. El alma le había regresado a su cuerpo, no quería perder más tiempo y con un gracias le agradeció a la señora para irse de prisa hacia el teatro.
-Señor, ¿Puede por favor llevarme al teatro de la Compañía Stratford? Subió al taxi, iba agitada, su corazón acelerado palpitaba desbocado. Imaginaba los mil y un escenarios con ese reencuentro. Miró su reloj, pasaba de las dos de la tarde cuando llegó a su destino. Luego de pagar dio vuelta para entrar, pero lo detuvo la hermosa marquesina que promocionaba la próxima obra, dónde, el protagonista de esa nueva puesta era Terry Graham. Su porte gallardo imponía presencia, sus ojos azul mar la miraba seguro de sí mismo, la invitaba a nadar en sus profundidades para que conociera cuanto había sufrido también por su ausencia. Sacudió levemente su cabeza, se había quedado hipnotizada con su imagen. Debía preguntar por él. Se dirigió a la ventanilla en dónde se expiden los boletos, éste, la mandó con el portero.
- Buenas tardes, señor, ¿Podría decirme por favor si el señor Terrence Graham se encuentra?
-“Señorita fans”- Dijo el portero -Sí va a dejar algún detalle puede dejarlo en la recepción y retirarse por favor.-
- Disculpé señor - dice Candy desconcertada. -No soy Fan, soy una amiga del actor, dígale que lo busca la señorita Candy White Ardlay, por favor. - El portero la ve dudoso. Ella agrega. -Vengo desde Chicago, estoy cansada, no he podido comer algo, ¿Podría preguntarle sí puede recibirme? - El portero se compadeció. -Está bien, espere un momento. - ¡Gracias! - Contesta Candy agradecida.
El portero se dirige al camerino de Terry, toca la puerta, el actor abre, no se ve de buen humor, se le queda viendo con el entrecejo fruncido para que le dijera qué necesitaba. -Señor, disculpe, hay una señorita que lo busca en la entrada del teatro. - Terry le contesta con amargura. -No tengo quien me busque, dígale que no me encuentro. “Debe ser alguna fan que busca la manera de entrar diciendo que me conoce.”- El portero se dio a explicar. -Señor, dijo que es que es amiga suya, viene desde Chicago, la señorita es Candice White Ardlay.
Terry se queda estupefacto, no puede creer que era “su pecosa” buscándolo. Inmediatamente se recompone y cambia su semblante para reaccionar molesto por haber sido interrumpido. -No sé quién es, no la conozco, dígale por favor que ya no me encuentro, ¡Gracias! - Saca del bolsillo del pantalón un billete para entregárselo al portero y se encierra en su camerino. Comienza a caminar de un lado a otro, perturbado murmura para sí mismo, ¿A qué viene?, ¿Para qué me busca? Ahora ella quiere burlarse en mi cara la forma en que prácticamente me echaron como un perro. No quiso saber nada de mí, no contestó a mi carta. Si ya no soy importante en su vida, si no significo nada para ella, ¿Qué haces aquí? Candy, me has sacado de tu vida, acepté con resignación lo que tu familia amablemente me pidió… ¡Jamás regresaré a buscarla! Soy un caballero inglés, honro las promesas, mi palabra y las decisiones a pesar de no soportar tanto dolor, de tener mi corazón herido, tristeza en mi alma. Las lágrimas recorren sus mejillas a pesar de haber intentado no dejarlas salir.
Mientras Terry sufría su infierno personal, el portero le decía a Candy que el señor Graham ya no se encontraba en el teatro. Candy exaltada protestó: -¿Cómo dice? Pero sí usted está al pendiente sobre la entrada y salida del personal del teatro. -Es cierto- Le contestó el portero -Pero el señor Graham por ser quién es utiliza la puerta secreta para evitar reporteros y fanáticas, lo siento señorita, me hubiera gustado hacer más por usted.
Candy por más esfuerzos que hizo sus ojos derramaron lágrimas al saber que el destino todavía le ponía obstáculos. En un susurro le dio las gracias al portero, tomó su pequeña maleta para buscar un hotel y continuar con su búsqueda, no descansaría hasta encontrarlo. El hombre al ver su tristeza sintió lástima, consideró que el actor no era merecedor de una amistad como el de Candy, entonces, decidió decirle la verdad. – Señorita - Le llamó. -El señor Graham sí está, pero se negó a recibirla. – Entiendo - Esa fue su escueta respuesta. Con una pesadez en su cuerpo y uno y mil pensamientos, la chica cruzó la calle.
Candy se dirigió a una cafetería casi al frente del teatro, debía organizar sus ideas y pensamientos. No renunciaría a él sin haber luchado. Pidió un café y una torta de chocolate, tenía que comer algo, engañaría a su estómago con esa perfecta combinación entre chocolate y café. Mientras comía, tenía la esperanza de ver a Terry, transcurrieron dos largas horas y cuatro cafés, iba a pedir la quinta taza cuando ve salir a su amado. Rápidamente saca un billete de su cartera, lo coloca sobre el mantel, se levanta y sale corriendo del lugar antes de que él suba al auto y se marche a quien sabe dónde. Él estaba por abrir la puerta del vehículo cuando escucha una voz íntimamente conocida gritando su nombre.
CONTINUARÁ
Llegó a New York, el sol estaba en la cúspide del medio día. Respiró hondo, agradeció al creador por concederle esa oportunidad, que, aunque pequeña era, no dejaba de ser una esperanza para que él la recibiera nuevamente en su vida. Apresurada tomó un taxi hacia al departamento donde vivía el actor, saludó a la casera que se encontraba barriendo el frente del edificio. Le pidió el favor de avisarle al señor Terrence Graham que la señorita Candy White Ardlay lo buscaba, la señora respondió que él ya no vivía en el edificio, pero que, siendo el propietario del departamento a veces llegaba esporádicamente a dormir. Con la decepción reflejado en su rostro Candy le dio las gracias. “Tonta de mí, siendo quien es ahora ya mero iba a seguir viviendo aquí.” Iba distraída pensando dónde podía encontrarlo, ¿Estará en el teatro?, tal vez de casualidad lo encontraba. Entonces, la señora le gritó: “Puedes encontrarlo en el teatro, él estuvo aquí el día de ayer, me dijo que había regresado de su gira. El alma le había regresado a su cuerpo, no quería perder más tiempo y con un gracias le agradeció a la señora para irse de prisa hacia el teatro.
-Señor, ¿Puede por favor llevarme al teatro de la Compañía Stratford? Subió al taxi, iba agitada, su corazón acelerado palpitaba desbocado. Imaginaba los mil y un escenarios con ese reencuentro. Miró su reloj, pasaba de las dos de la tarde cuando llegó a su destino. Luego de pagar dio vuelta para entrar, pero lo detuvo la hermosa marquesina que promocionaba la próxima obra, dónde, el protagonista de esa nueva puesta era Terry Graham. Su porte gallardo imponía presencia, sus ojos azul mar la miraba seguro de sí mismo, la invitaba a nadar en sus profundidades para que conociera cuanto había sufrido también por su ausencia. Sacudió levemente su cabeza, se había quedado hipnotizada con su imagen. Debía preguntar por él. Se dirigió a la ventanilla en dónde se expiden los boletos, éste, la mandó con el portero.
- Buenas tardes, señor, ¿Podría decirme por favor si el señor Terrence Graham se encuentra?
-“Señorita fans”- Dijo el portero -Sí va a dejar algún detalle puede dejarlo en la recepción y retirarse por favor.-
- Disculpé señor - dice Candy desconcertada. -No soy Fan, soy una amiga del actor, dígale que lo busca la señorita Candy White Ardlay, por favor. - El portero la ve dudoso. Ella agrega. -Vengo desde Chicago, estoy cansada, no he podido comer algo, ¿Podría preguntarle sí puede recibirme? - El portero se compadeció. -Está bien, espere un momento. - ¡Gracias! - Contesta Candy agradecida.
El portero se dirige al camerino de Terry, toca la puerta, el actor abre, no se ve de buen humor, se le queda viendo con el entrecejo fruncido para que le dijera qué necesitaba. -Señor, disculpe, hay una señorita que lo busca en la entrada del teatro. - Terry le contesta con amargura. -No tengo quien me busque, dígale que no me encuentro. “Debe ser alguna fan que busca la manera de entrar diciendo que me conoce.”- El portero se dio a explicar. -Señor, dijo que es que es amiga suya, viene desde Chicago, la señorita es Candice White Ardlay.
Terry se queda estupefacto, no puede creer que era “su pecosa” buscándolo. Inmediatamente se recompone y cambia su semblante para reaccionar molesto por haber sido interrumpido. -No sé quién es, no la conozco, dígale por favor que ya no me encuentro, ¡Gracias! - Saca del bolsillo del pantalón un billete para entregárselo al portero y se encierra en su camerino. Comienza a caminar de un lado a otro, perturbado murmura para sí mismo, ¿A qué viene?, ¿Para qué me busca? Ahora ella quiere burlarse en mi cara la forma en que prácticamente me echaron como un perro. No quiso saber nada de mí, no contestó a mi carta. Si ya no soy importante en su vida, si no significo nada para ella, ¿Qué haces aquí? Candy, me has sacado de tu vida, acepté con resignación lo que tu familia amablemente me pidió… ¡Jamás regresaré a buscarla! Soy un caballero inglés, honro las promesas, mi palabra y las decisiones a pesar de no soportar tanto dolor, de tener mi corazón herido, tristeza en mi alma. Las lágrimas recorren sus mejillas a pesar de haber intentado no dejarlas salir.
Mientras Terry sufría su infierno personal, el portero le decía a Candy que el señor Graham ya no se encontraba en el teatro. Candy exaltada protestó: -¿Cómo dice? Pero sí usted está al pendiente sobre la entrada y salida del personal del teatro. -Es cierto- Le contestó el portero -Pero el señor Graham por ser quién es utiliza la puerta secreta para evitar reporteros y fanáticas, lo siento señorita, me hubiera gustado hacer más por usted.
Candy por más esfuerzos que hizo sus ojos derramaron lágrimas al saber que el destino todavía le ponía obstáculos. En un susurro le dio las gracias al portero, tomó su pequeña maleta para buscar un hotel y continuar con su búsqueda, no descansaría hasta encontrarlo. El hombre al ver su tristeza sintió lástima, consideró que el actor no era merecedor de una amistad como el de Candy, entonces, decidió decirle la verdad. – Señorita - Le llamó. -El señor Graham sí está, pero se negó a recibirla. – Entiendo - Esa fue su escueta respuesta. Con una pesadez en su cuerpo y uno y mil pensamientos, la chica cruzó la calle.
Candy se dirigió a una cafetería casi al frente del teatro, debía organizar sus ideas y pensamientos. No renunciaría a él sin haber luchado. Pidió un café y una torta de chocolate, tenía que comer algo, engañaría a su estómago con esa perfecta combinación entre chocolate y café. Mientras comía, tenía la esperanza de ver a Terry, transcurrieron dos largas horas y cuatro cafés, iba a pedir la quinta taza cuando ve salir a su amado. Rápidamente saca un billete de su cartera, lo coloca sobre el mantel, se levanta y sale corriendo del lugar antes de que él suba al auto y se marche a quien sabe dónde. Él estaba por abrir la puerta del vehículo cuando escucha una voz íntimamente conocida gritando su nombre.
CONTINUARÁ