DEBER DEBER O AMOR
BY..PECOSA TG
-- ¿Candy?
El bulto volvió a temblar.
-- Estoy bien -- dijo con voz firme, aunque parecía a punto de quebrarse --. Puedes volver a tu habitación.
Terry se sentó al borde de la cama y puso una mano sobre su hombro. Podia sentir sus temblores a través de las sábanas.
-- Candy.
-- Ya soy mayorcita, Terry -- dijo con rígida dignidad, un poco mermada por el efecto de estar enterrada bajo las sábanas -- . Puedo soportar una tormenta yo sola.
Consciente de que su orgullo la obligaría a discutir toda la noche, tomó las riendas del problema y la arrastró, con sábanas y todo, hasta su regazo. Terry tuvo que deslizarse al centro de la cama para no caerse. Aunque murmuró una protesta, Candy se acurrucó en sus brazos, enterrando el rostro en su hombro cuando el trueno volvió a hacer estremecer los cristales, junto con la lluvia y el viento que arreciaban.
-- Cuidado, cariño -- murmuró Terry cuando la fuerza del viento hizo que Candy le clavara las uñas en el hombro -- . Me arrancas la piel.
-- Lo siento -- gimió Candy, con el rostro todavía enterrado en su cuello -- . Odio las tormentas. Las odio. ¡Hacen que me sienta tan estúpida!
-- No digas eso -- le acarició la cabeza, los hombros, la espalda, alisando las sábanas arrugadas, dejando que su calor corporal atravesara su delgado camisón -- . Es una tormenta muy fuerte... lo bastante para poner nerviosa a mucha gente.
Candy apoyó la mejilla en su hombro desnudo.
Suspiró, y Terry sintió cómo empezaba a relajarse.
-- Gracias por no hacerme sentir como una idiota.
-- No creo que seas idiota... por nada -- la tranquilizó. Candy volvió a suspirar y finalmente levantó la cabeza.
-- No seas tan amable conmigo esta noche -- dijo con una temblorosa media sonrisa -- . No tengo todas mis defensas conmigo.
Terry sonrió débilmente, enroscando en su dedo un rizo próximo a su cara.
-- No necesitas defensas contra mí, Candy.
Un relámpago iluminó su rostro, revelando su expresión, que era un tanto triste.
-- ¿No? -- preguntó, en voz tan baja que apenas la oyó con el fragor de la tormenta.
-- No -- murmuró, fijando la mirada en sus labios suaves y vulnerables -- Esta noche no.
Otro trueno, otra poderosa ráfaga de viento.
Candy tembló en sus brazos... y Terry fue incapaz de resistirse.
-- No pasa nada -- murmuró junto a sus labios -- . No permitiré que la tormenta te haga daño.
Eran las mismas palabras que usaba cuando eran pequeños. Pero la manera en que su cuerpo reaccionaba a su proximidad revelaba que no había pensado en ella como en una niña en mucho tiempo. Sus labios atraparon los suyos, y la besó como se había acostumbrado a besar a la mujer que parecía destinada a ser su esposa. Su sabor le resultaba tan familiar. Conocía cada centímetro de su boca, de su cuerpo, cada tono de su voz.
Terry había creído conocer todas sus facetas... hasta que había huido de su apartamento aquel fin de semana presa del miedo ante la idea de casarse con él. Hasta que le había dicho que su forma de comer la «ponía de los nervios»... igual que su forma de vestir y Dios sabía qué más.
Turbado por sus pensamientos, levantó la cabeza. Pero cuando Candy lo atrajo de nuevo hacia ella, no se resistió. Ella lo necesitaba para olvidar la tormenta... y él a ella para calmar la tormenta que se había desatado en su interior. Tal vez los dos necesitaran estar juntos una vez más antes de decidir si seguir juntos durante el resto de sus vidas.
Tal vez sólo fuera una excusa, pero bastó para deslizarse con ella bajo las sábanas. Candy estaba tumbada ante él, con su camisón corto replegado en los muslos. Terry deslizó la mano por su rodilla hasta sus muslos y Candy gimió suavemente... tal vez por la caricia o por la furia renovada de la tormenta.
Candy se había aferrado a sus hombros, pero empezó a bajar lentamente las manos. Por su tórax, deteniéndose para acariciar su abdomen, pasando las yemas de los dedos por cada costilla. Y más abajo, hasta deslizar la mano por la cintura de su pijama.
Terry se estremeció y enterró el rostro en su garganta. Aquella vez era distinto. Tal vez fuera la tormenta, o la incertidumbre de su futuro en común, pero había un matiz nuevo de desesperación en su ansia, cierta urgencia en su deseo. La deseaba. Ardía en su anhelo por tenerla. Y no quería pensar que aquélla podría ser la última vez que la tendría.
Candy tiró con impaciencia de su pijama, urgiéndolo a que se los quitara. Entrelazó sus piernas con las suyas, moviendo las caderas a modo de invitación. Mientras Terry se desembarazaba de su pijama, se preguntó si sólo era el miedo a la tormenta lo que la impulsaba o una necesidad de distraerse del viento y los truenos. ¿Había decidido que había suficiente entre ellos para seguir juntos o era su manera de decir adiós?
Candy atrajo su boca a la suya, enterrando los dedos en su pelo. Terry hundió la lengua entre sus labios entreabiertos. «Mía», se sorprendió pensando con una fiereza que era nueva para él. Con ese pensamiento se deslizo dentro de su cuerpo, moviendo las caderas al compas de las de Candy. Y ella se aferro con brazos y piernas a su cuerpo. «Mía». Durante al menos una noche más, era suya.
La tormenta arreció en el exterior al tiempo que su pasión. Y cuando empezó a a perder fuerza, ellos también se quedaron sin fuerzas.
Candy se quedó dormida sobre el pecho de Terry. Todavía jadeante, Terry le ofreció su hombro y, con instinto protector, colocó una mano detrás de su cabeza. «Mía», volvió a pensar. «Mía». Y luego él también dejó que el sueño lo arrastrara.
CONTINUARÁ....Gracias por leer