DEBER O AMOR
BY..Pecas TG
Acababan de dar las ocho y Candy se había saltado la cena, pero no tenía hambre. Encontró jugo en la nevera y se lo llevó a la habitación principal mientras decidía cómo ocuparía las horas que tenía por delante. Por un momento consideró la idea de sentarse en el porche viendo cómo caía la lluvia, pero luego pensó que aquello sólo serviría para deprimirla aún más. Así que optó por distraerse. Abrió el mueble del vídeo y seleccionó una cinta al azar, la insertó en el reproductor y se acurrucó en el amplio sofá de cuero.
A medianoche, ya había visto dos películas de acción, amor y aventura. Cuando sonó la pieza final y apareció en pantalla el letrero de Fin, Candy se sorprendió sorbiéndose las lágrimas y preguntándose cómo sería sentirse amada con tanta desesperación, más que a la vida misma, por uno de esos héroes apuestos y románticos de las películas.
Iba a casarse con un joven Empresario práctico, predecible y sumido en la rutina. Un tipo muy agradable, se apresuró a añadir. Atractivo, próspero, responsable, fiable. Lo quería, claro que sí. Le conocía de toda la vida. ¿Pero estaba enamorada de él, o sólo se iba a casar por deber o porque todo el mundo lo esperaba?
Estaba tan confundida...
Estuvo a punto de meter otra cinta, pero era tarde y estaba cansada y no le apetecía hacer más comparaciones entre aquellos maravillosos romances de ficción y su relación con Terry. Se puso su pijama y se metió en la cama, cubriéndose la cabeza con las mantas como si quisiera esconderse de un futuro que se cernía con demasiados interrogantes y muy pocas respuestas.
Sorprendentemente, se quedó dormida casi de inmediato.
Algo la despertó poco tiempo después. Abrió los ojos y parpadeó, preguntándose si el ruido había sido parte de su inquietante sueño o provenía del exterior. El viento soplaba con fuerza, así que podía haber sido una rama rozando la casa. Nada de qué preocuparse, se tranquilizó enseguida, y volvió a acurrucarse en la cama.
Oyó otro ruido en el porche delantero, y Candy se incorporó al instante en la cama. ¡Había alguien allí fuera!
Se levantó de la cama de un salto, pensando con celeridad. El único teléfono de la casa estaba en el salón. ¿Podría llegar a él antes de que el intruso entrara en la casa? Buscó frenéticamente un arma, y sus dedos se cerraron en torno a un frasco de laca. Había oído que podía apuntarse a los ojos... ¿pero luego qué?
Confiaba en no tener que averiguarlo.
Salió a puntillas de su dormitorio y atravesó el salón lo más rápidamente posible. Su mano se cernía sobre el teléfono cuando la puerta principal se abrió de par en par. Entró un soplo de aire frío y húmedo y un hombre alto y empapado apareció en el umbral.
Aterrorizada y furiosa, Candy giró sobre sus talones, apuntó con su spray de laca y gritó:
- ¡Vete de aquí ahora mismo, majadero!
- Que e...
El hombre se tambaleó hacia atrás y levantó las manos automáticamente para defenderse. Un bolso de viaje cayó al suelo.
Candy se quedó boquiabierta al reconocer al intruso.
- ¿Terry?
- Caramba, Candy, me has dado un susto de muerte.
Candy pulsó el interruptor de la luz y contempló su atractivo rostro mojado por la lluvia y enmarcado por su pelo castaño y aplastado. Terry la miró con aparente perplejidad.
- ¿Qué haces aquí? -preguntaron los dos al unísono, Candy apoyó los puños en las caderas, con el frasco de laca todavía sujeto en su mano derecha.
- ¡Me has seguido! No tenías derecho a hacer eso.
- Que de...
- Lo único que quería era pasar dos días sola. Sólo dos días, ¿es mucho pedir?
- Bueno, yo...
- El matrimonio es un gran paso. Sobre todo cuando dos personas se han conocido toda la vida y sus familias han sido amigos íntimos desde siempre. Si algo saliera mal, sería... bueno, catastrófico.
Vio cómo Terry contraía la mandíbula.
- Lo sé, yo...
- Entonces, ¿por qué no puedes darme un par de días para pensarlo? ¿Para decidir si estoy haciendo lo correcto? ¿Por qué has tenido que seguirme?
- Candy, yo no...
Tal vez fuese el miedo que acababa de pasar lo que le había tirado de la lengua, tal vez las semanas de preocupación lo que culminó en aquella confesión. Fuese lo que fuese, Candy no podía contener el torrente de palabras.
- Tengo que ser sincera contigo, Terry. Ya estaba dudando si debía casarme contigo, pero el que me hayas seguido hasta aquí revela una parte inquietante y controladora de tu personalidad que no conocía. Si crees que puedes...
- Maldita sea, Candy, no te he seguido. De haber sabido que estabas aquí, me habría ido a otro sitio. La verdad es que yo también he venido para pensar.
Candy parpadeó, luego lo estudió con incertidumbre.
- ¿Ah, sí?
Terry asintió con tristeza.
- Yo tampoco estoy seguro de querer casarme contigo.
CONTINUARÁ....Gracias por leer.