De antemano, gracias por su lectura.
Por: Temperance.
Noviembre de 1918
El viento del otoño mueve la casa de campaña en donde me encuentro, a lo lejos se pueden escuchar las vivas del resto de la compañía.
Se ha acabado, el armisticio fue firmado y todos regresamos a casa, sin embargo, yo, aquí dentro he librado mi propia batalla, con el cuerpo desnudo y brillante de sudor al fin encuentro mi propia paz.
Llevo dos años en este lugar, sirviendo en el frente francés, posiblemente habría muerto, estuve a punto, de no ser… por ella…
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Diciembre de 1914
Llegué a la estación de Nueva York mochila en mano un sábado por la noche, había mucho frío, la nieve caía sin parar, me ajusté el abrigo, bajé del tren y caminé por el andén, estaba por entrar a la estación cuando la vi, al principio creí que me equivoqué, unos días atrás la despedí desde Chicago, ella estaba feliz, iba en busca de su felicidad, al menos eso pensé en aquel momento.
Como un imán, fui atraído hacia la figura pequeña envuelta en un abrigo rojo, ella temblaba, mi corazón se estrujó conforme me acercaba, un lamento, un sollozo tan triste salió de su boca y yo...
— ¡Candy! — Exclamé al verla.
Ella alzó la vista regalándome esa mirada verde tan hermosa que tiene, lloraba, las lágrimas empapaban su bello rostro, no pude resistir y sin darme cuenta estiré los brazos hacia ella.
— ¡Stear! — Pronunció entre sorprendida y asustada.
Aun así, se levantó de esa banca fría, se arrojó a mis brazos y lloró todavía con más fuerza, la apreté tanto…
— ¿Qué haces aquí? — Me pregunta cuando al fin para de llorar.
Antes de decirle nada la invité a entrar a la estación, estábamos helándonos parados en el andén, además de que mucha gente nos miraba de manera reprobatoria al estar abrazados.
Le conté mis planes, iría hasta Francia, a enrolarme en el ejército y defender a mi familia, aleteo sus pestañas largas y espesas, incrédula, dio un paso hacia atrás tomando impulso para soltar una sonora cachetada que me hizo voltear la cabeza.
— ¿Estás loco? ¿Cómo se te ocurre? ¡No puedes irte, así como así! — Me espetó furiosa.
— ¡Es mi deber! Así lo creo y así lo haré, no dejaré que les pase algo, los amo demasiado para quedarme sin hacer nada — Dije al tiempo que me sobaba la mejilla, ¡Sí que pega duro!
Estaba por seguir riñendo conmigo cuando un estornudo la interrumpió, entonces fue mi turno de llenarla de interrogantes.
— ¿Qué haces aquí tú también? ¿No deberías estar con Terry? — Cuestioné y ella volvió a llorar.
Me lo contó todo, el accidente, el silencio, la despedida, mi corazón latía desbocado, ¡Estaba furioso!, ¿Cómo se atrevía el infeliz a hacerle algo como esto? ¿A ella? ¡Que dejó todo para ir con él! Porque yo estaba seguro que ella no regresaría, que se quedaría ahí y comenzaría una nueva vida al lado de él, ¡Cuán equivocado estuve!
El silbato del tren y el aviso de la salida a Chicago nos alertaron, ella tomó su maleta y extendió su mano para tomar la mía invitándome a ir con ella.
— Regresemos a casa — Me dijo secando sus lágrimas, pero yo le dije que no.
— He tomado mi decisión, me voy — Declaré con convicción.
— ¡No irás a ninguna parte! ¡Regresaras a Chicago conmigo!
— Lo siento Candy, pero ya dije que no, me voy al frente — Aseguré serio.
Mi rubia amiga se me quedó viendo sin entender, el silbato volvió a sonar.
— ¡No puedo dejar que hagas esto! ¡Podrías morir! ¿Que no piensas en Archie? ¿En tus padres? ¿En Patty?
— ¡Precisamente! ¡Es por ellos por quién voy! Defenderé su libertad aún a costa de mi vida.
Candy estaba atónita, nunca me había oído hablar así, todo siempre fue risas y bromas, pero esto…
— ¡Iré contigo!
— ¿Qué? ¡NO!
— Si tú no regresas yo tampoco.
Comenzamos a discutir ante lo que dijo, ¿Cómo iba a dejarla ir conmigo? Una cosa era que yo me enrolara y otra que ella lo hiciera también.
— ¿Crees que porque soy mujer no puedo? — Me preguntó sumamente molesta — Te recuerdo que soy enfermera titulada, con conocimientos en cirugía y así como necesitan soldados también necesitan enfermeras capacitadas.
El tren silbó de nuevo y se fue, sin ella y sin mí, ahí comenzó nuestro viaje.
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Buscamos un hotel cercano y económico, no habían muchas habitaciones y nos dieron una matrimonial cuando dijimos que éramos familia, tomamos la llave, subimos al tercer piso y entramos a una habitación amplia, pero con una sola cama, por supuesto yo soy un caballero y le cedí el espacio, Candy entró al baño, se cambió y se metió bajo las colchas, cuando llegó mi turno tuve que pasar junto a ella, tenía los ojos cerrados y estaba roja, más lágrimas surcaban sus mejillas, entré a cambiarme, al salir la vi durmiendo, me acerque a apagar la lámpara junto a ella y la vi sacudirse, estaba muy roja, puse mi mano sobre su frente y la sentí ardiendo, ¡Idiota! Ella me dijo que anduvo bajo la nieve por largo rato y luego estuvimos discutiendo otro tanto, me di un golpe en la frente, corrí de nuevo al baño mojando una toalla con el agua fría del grifo, me pasé gran parte de la noche cuidando de ella, ¿Qué habría pasado si subía a ese tren? ¡Pudo haberse puesto peor!
No sé cuánto tiempo estuve cambiando las toallas mojadas, solo recuerdo que estaba tan cansado y con sueño, que me recosté a su lado.
— Solo un momento — Dije bajito cuando le cambié el paño.
Al cabo de un rato más la sentí un poco fresca, suspiré y cerré los ojos.
Un movimiento me despertó, sobresaltado abrí mis ojos ¿En dónde estaba? ¡Ahhhhh sí! Iba rumbo a Francia, quise estirarme, pero algo me lo impidió, mejor dicho, alguien, una maraña rizada me hacía cosquillas la nariz, un brazo sobre mi cintura y una pierna que me aprisionaba la mía ¡Candy! Recordé, ella estaba conmigo, la encontré en la estación, quise moverme, pero ella me apresó más fuerte, ¡Esto ya lo había vivido antes! En un sueño, hacía algún tiempo, mi cuerpo comenzó a despertar ante su calor, debía apartarme o ella se daría cuenta, trague duro haciendo acopio de mi voluntad, pero...ella despertó.
No hay palabras para expresar lo inmensamente hermosa que es Candy cuando despierta, su mirada es tan clara, su rostro se torna igual al color de una fresa...fue la primera de muchas veces que nos hemos despertado así.
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Vuelvo de mis recuerdos al sentir como mi ángel se mueve, está despertando y mi cuerpo lo hace también, ella es preciosa e irresistible, sin embargo, tenerla entre mis brazos me lleva de nuevo a esos momentos, esos pequeños fragmentos de tiempo cuando todo cambió entre nosotros, o al menos, cuando al fin los sentimientos salieron a la luz.
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Un par de años atrás...
Cuando llegamos a Francia nos hicimos pasar por esposos, aunque no debía hemos estado juntos desde entonces, más aún cuando en una batalla mi avión fue alcanzado, solo recuerdo el ardor del plomo en las piernas, la sensación de estar cayendo, yo aferrándome a un trozo del ala que flotaba cerca de mi... casi muero ese día, me trajeron con balas por todos lados, ella junto con otros médicos me regresaron a la vida, cuando al fin regresé de la inconsciencia fue el primer rostro que vi.
— ¡Casi te pierdo idiota! — Me reclamó mientras me abrazaba llorando, después, sorprendentemente para mí, tomó mi rostro y me besó, con ansia y desespero, fue la primera vez, el primero de muchos besos.
Durante mi recuperación nos asignaron una carpa, ¿éramos esposos no? Entre las horas interminables de atender heridos ella regresaba a cuidar de mí, se acostaba a mi lado y se quedaba dormida, yo disfrutaba esa sensación, afuera había balazos, aquí adentro había amor, uno que no había sido pronunciado pero que ambos sabíamos estaba ahí.
Una noche de invierno, un poco más de un año después de estar combatiendo ella llegó, yo estaba ya repuesto, me tomó casi tres meses pero ya estaba listo para regresar y subirme de nuevo a un avión, la vi asearse, cambiar su uniforme sucio y ponerse ese camisón blanco que ahora le llegaba arriba de las rodillas, ambos habíamos crecido durante ese tiempo, ella levantó las sábanas, se acostó junto a mí y me besó, fue un beso diferente, no un toque suave como lo habíamos estado haciendo, ella exigía, yo me dejaba, abrí mi boca y ella metió su lengua en la mía, me mordió el labio inferior y la escuché soltar un gemido, ¡Dios! Ella ardía y me estaba arrastrando.
— Vas a casarte conmigo de verdad cuando regresemos — Le dije al tiempo que metía mis manos bajo su camisón.
Candy sonrió y se colocó a horcajadas sobre mí, se sacó la ropa y me devoró los labios, yo todavía no podía moverme mucho así que la que lo hizo fue ella, yo me concentré en devorar esos senos blancos y firmes, eso claro, siempre y cuando ella me soltara la boca, le acaricie el cuerpo entero, deslice mis manos por sus curvas, apretando su trasero redondo, marcando mis dedos en sus caderas, ella arqueaba la espalda y mis dos manos se llenaban con sus pechos suaves, me cabían perfecto entre las manos, con los pulgares hice círculos en sus pezones rosados, ella me arañó los brazos al tiempo que frotaba su pelvis contra mi miembro erecto, se movió solo un poco y nos miramos, carbón ardiendo y bosque en llamas, soltó el cordón de mi pantalón liberando mi parte masculina, me quitó la camiseta, acarició mi pecho y se montó exactamente sobre mí... Yo hice a un lado sus bragas de encaje rosa, le tomé las nalgas y entonces…
— ¡Ahhhhh! — Gemimos al unísono al momento de entrar en contacto nuestras partes íntimas.
Su entrada es estrecha, mi miembro es duro como una roca, palpitante y ansioso.
— ¡Te he amado desde siempre! — Confieso al momento de penetrarla en una sola estocada.
— Te amo ahora y lo seguiré haciendo por siempre — Me dice ella para después lanzar un grito que se ahoga en mi cuello.
Nos quedamos quietos por un momento, yo me siento ahogado, quiero moverme, pero debo esperar por ella.
Cuando al fin mi dulce ángel me indica yo comienzo a alzar las caderas, despacio, mi costado todavía resentido no me permite hacer tanta fuerza, ella me ayuda, se mueve de arriba a abajo, le aprieto las caderas para marcarle el ritmo, ella me araña el pecho, seguimos así hasta que… ella lanza un alarido, se derrumba sobre mí y yo estoy extasiado, ella aún tiene las bragas puestas, yo necesito sentirla por completo, se las rompo porque no quiero salirme de ella, puedo escuchar su corazón desbocado, veo su piel húmeda, me giro despacio hasta dejarla bajo mi cuerpo, hago un esfuerzo para no aplastarla, me quedé mudo ante la visión de su cascada dorada sobre estas sábanas de algodón, puedo sentir como su intimidad está palpitante, comienzo a moverme, cada embestida me sacude, le muerdo los hombros, beso su boca, su barbilla, me deleito con su cuello, le lleno el pecho de besos hasta alcanzar los botones rosados, ella enreda una pierna en mi cadera levantando la suya, la penetración es total, me muevo, ella acariciaba mi espalda, la siento vibrar de nuevo, acelero mis movimientos y…
— ¡Arggg! — parezco un animal gruñendo cuando al fin mi semilla se libera dentro de ella.
Candy está llorando, ha tenido un orgasmo al mismo tiempo que yo.
— ¡Stear! — Pronuncia mi nombre entre sollozos — ¡Por favor! ¡No me dejes nunca! ¡Tú no! — Me suplica.
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Hace meses que comenzamos una relación íntima, los compañeros de armas no pierden oportunidad de decirme lo suertudo que soy al tener a mi mujer cerca, muchos de ellos dejaron todo por venir al frente mientras que la mía se vino conmigo, yo sólo sonrió, de mi boca no saldrá ni una sola palabra referente a Candy.
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Mientras los demás festejan con vino que nadie sabe de dónde salió yo lo hago desde mi cama, con mi mujer.
— ¿Qué pasará cuando regresemos? — La voz de mi ángel me trae a la realidad — ¿Que le diremos a todos? ¿Qué le diré a Patty? — pregunta preocupada.
— No hay nada que explicar porque no regresaremos, le he dicho a Archie que nos quedaremos aquí en Europa, el general me ha ofrecido un puesto como capitán y quiero aceptarlo, pero si tú quieres que regresemos pues…
— A mí también me han ofrecido algo, quieren que enseñe técnicas quirúrgicas a las estudiantes de un colegio, aunque no me han dicho cuál.
— Nos quedaremos, nos casaremos apenas lleguemos a París, ya somos mayores de edad y no pueden hacer nada contra ello.
— Sigo pensando en Patty, es mi amiga y yo…
— Ella lo superará, cuando me creyó muerto sufrió mucho, luego que se aclaró el error un día me llegó una carta donde me reclamó el haberla dejado, mi hermano ha estado con ella apoyándola.
— ¿Y Annie?
— Archie me contó que ha cambiado mucho, anda entusiasmada en fiestas y trivialidades, se ha hecho muy adjunta a Elisa ¿Puedes creerlo?
— Con razón ya no contesta mis cartas, aun así, me siento culpable por Patricia.
— No lo hagas amor, estoy seguro que alguien cerca de ella la consolará.
— ¿Te refieres a Archie?
— Puede ser… eso espero.
Abrazo a Candy por la espalda, la pego a mi cuerpo acariciando sus curvas, hace un rato hicimos el amor y la sensación fue… indescriptible, acarició sus botones erectos mientras beso su cuello, ella frota su trasero contra mí invitándome a poseerla.
— Entonces nos quedaremos en París, aceptaré el empleo sólo con una condición — Dice Candy acariciando mi mano que está sobre su pecho — Deberán darme licencia en unos meses así podremos planificar nuestros tiempos y buscar una niñera.
— ¿Una niñera? ¿Para…? ¡Candy!
Mi bello amor se gira para quedar de frente mío, no me mira, pero está sonrojada a más no poder, con su índice hace círculos en mi pecho.
— Lo he confirmado hoy, tengo alrededor de dos meses de embarazo, por eso he permanecido en el campamento y no me habían mandado al frente como otras veces.
La abrazó fuertemente sin saber que decir, un nudo en la garganta me lo impide ¡Un hijo! En medio de este horror hemos concebido un hijo, sin poder evitarlo dejo que las lágrimas recorran mis mejillas, ella llora también.
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El año nuevo nos recibe desde París, hoy brindamos en tierras de paz, los que quedamos estamos reunidos en la iglesia, oramos por los que partieron, por los que regresaron incompletos y por los que vamos a comenzar una nueva vida, pedimos perdón por la sangre que tuvimos que derramar, por las vidas que quitamos para salvaguardar las nuestras, a mi lado, mi esposa, le tomo la mano, se la aprieto y ella me sonríe, cómplice, hemos recibido un telegrama, el tío abuelo apareció y nos manda su bendición, aseguró que cuando se pueda vendrá a visitarnos, dice que nos tiene una sorpresa, que no nos preocupemos por nada en América, que vivamos nuestras vidas, que seamos felices.
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La caja de la felicidad suena arrullando a mi pequeño William Alistear, no puedo dejar de mirarlo, tan solo verlo me llena de paz en estas noches en que las pesadillas me despiertan abrumado, él se gira mientras se chupa el dedo, ya debe tener hambre, esperaré a que abra los ojos y se lo llevaré a Candy, me encanta ver cómo lo amamanta, me dejan sin aliento cuando sus verdes pupilas me miran.
— Lo vas a gastar de tanto verlo — Me recombina Candy poniendo su mano sobre mi hombro — Ven, no despertará, comió muy bien hace una hora, deja abierta la caja de música y nos dará una hora más, ¿Quieres aprovechar? — Dice coqueta, a ella también le cuesta dormir y tiene pesadillas, pero no lo dice para no preocuparme.
Me levanto de un salto para tomarla entre mis brazos, adoro ver a nuestro hijo, pero cuarenta días sin poder intimar con mi mujer han sido una tortura.
Nos hacemos el amor como si fuera la primera vez, mejor que la primera vez.
Un rato después, el pequeño Stear despierta, desnudo voy por él y lo pongo en los brazos de Candy, me pongo tras ella para ver cómo nuestro niño se alimenta, los rodeó con mis brazos y me siento dichoso, la vida comienza ahora, lo que vivimos, la guerra, el amor de juventud quedaron completamente atrás, no siento culpa, sé que todos en América están bien, cada uno halló su camino, incluso… "él" y estoy siguiendo el mío, junto a Candy.
Fin.
Por: Temperance
Para: Reto Candy apasionada Guerra Florida 2021.
Las Divinas Místicas de Terry.
En Sinergía, Cambiando el destino por Terry.
¡Gracias a mis asesoras del yumi!
Ahora si... salgo corriendo