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CAPITULO FINAL ****LA CORBATA***
Una anciana mujer avanzaba de manera furiosa por el largo pasillo que conducía hasta las oficinas principales del corporativo Ardlay. Todos los presentes que la veían pasar inmediatamente hacían una reverencia; pues dicha mujer era nada más y nada menos que la matriarca de la familia. La señora Elroy Ardlay.
Sin esperar que la asistente de presidencia comunicara su presencia, la anciana mujer entró de golpe en la oficina de su hijo sin esperar que nadie la anunciara. El espectáculo que vió solo la llenó de más cólera.
Tomando con molestia su fino bastón cuya empuñadura era de plata pura; dió un fuerte golpe sobre el escritorio, haciendo un estruendo que provocó el enmudecimiento de los presentes.
Una perturbada pelirroja a medio vestir se bajaba de forma apresurada del regazo del señor William Ardlay, que al ver quien era su visitante, procedió con un movimiento de cabeza a indicarle a su bella acompañante que se retirara del lugar. La molesta anciana señalaba con la punta del bastón a la asustadiza pelirroja y con ojos llenos de furia le increpaba.
—¡Tú! ¡mujerzuela descarada, será mejor que no te vuelva a ver por estas oficinas! ¡largo!
El hombre detrás del escritorio, se acomodaba su camisa y con gesto de fastidio y con voz cansina se dirigió a su interlocutora
—Cálmate madre, este no es el lugar para que hagas un show.
—¿Y cómo llamas a esto que acabo de presenciar? ¡Te has vuelto un descarado William!
—Madre, ¿qué haces aquí? ¿Has venido a inspeccionar lo que hago en el corporativo?—El hombre se paraba de su asiento y caminaba alrededor de su escritorio de manera despreocupada —Te recuerdo que ahora yo soy la cabeza de la familia y no tengo que dar explicaciones de mis actos a nadie.
La señora Elroy aventaba un sobre amarillo al escritorio de su hijo para que este lo vea.
— ¡Mira! Este es el último informe que están queriendo presentar en la junta general de accionistas; y ¡Neal Lagan pide tu cabeza! Te acusa de no mantener los niveles de confianza que antes poseía el corporativo. Sostiene que nuestros clientes ya no confían en nosotros como antes y que eso tarde o temprano terminará por perjudicarnos. ¡Ese sujeto planea presentar estas fotos a la Junta! ¡Mírate! En todas estas con diferentes mujeres de parranda.
William tomó las fotos y su gesto desinteresado cambió en un segundo a ser molesto. ¿Acaso lo habían estado siguiendo? ¿¡Cómo se atrevía esa rata de Lagan a señalarlo, cuando él mismo tenía dos mujeres!?
—Tenemos que limpiar tu imagen a como dé lugar! ¡Necesitamos que tu esposa sirva para algo! ¡Necesitamos que quede embarazada!
William miraba incrédulo a su madre, no podía creer lo que ella le estaba sugiriendo. Su madre había pasado los últimos 5 años restregándole en la cara que su esposa era una “oportunista trepadora” y que no merecía ser una Ardlay.
—¿Y que tiene que ver Candice en todo esto? ¿Cómo me servirá un hijo de ella? ¡ Vamos madre!… siempre la has odiado y ahora ¿quieres ser abuela?
—¡Deja de hablar tonterías William! Últimamente he visto a Candice muy liberal, ya casi no pasa en la mansión porque ha retomado sus estudios. Eso no nos conviene. Necesitamos que ella refleje una imagen más hogareña ante la sociedad. ¡Qué mejor carta de presentación que una estampa familiar!. Tú como el padre amoroso y ella la madre entregada por completo a su familia! Con eso callaremos los estúpidos rumores que ese Lagan quiere esparcir.
La fúrica anciana dejaba bien en claro su postura; y no estaba dispuesta a admitir una negativa de parte de su vástago.
—Tú si quieres puedes seguir con tus mujeres, pero para la sociedad tienes que ser un padre amoroso y hombre de familia.
Dicho esto, dió la espalda a su hijo y se retiró del lugar dejando a William sumido en un mar de dudas. El guapo hombre de negocios tomaba entre sus manos el retrato del día de su boda que reposaba sobre su escritorio y se puso a meditar.
—Candy… eras tan inocente cuando te hice mi esposa… Tú estabas tan llena de ilusiones que no viste lo que ocurría realmente a tu alrededor…[suspiro] Yo… yo realmente no estaba enamorado de tí. Solo te usé como instrumento para provocar disgustos a mi madre.. y ahora estamos atrapados en este matrimonio sin amor.
La espalda ancha de aquel hombre estaba tan rígida como una pared. En sus pensamientos estaba siendo honesto consigo mismo. Mirando el retrato de su boda, los pensamientos venían a su mente
“Tenía pensado tramitar el divorcio Candice; ya no soporto más este matrimonio donde yo no gozo de mi libertad y tú estás … vaya... ni siquiera sé cómo estás o cómo te sientes con esta mentira; pero ahora….”
—Tal vez y mi madre tenga razón y un hijo puede solucionar todo este problema ¡ Por supuesto! Un bebé mejorará mi imagen y al mismo tiempo hará feliz a Candy; sé que me ama —El hombre pasaba su mano por su impecable cabellera rubia tratando de encontrarle lógica a la propuesta de un hijo en su vida libertina —Quien sabe y me termine por gustar esto de tener una familia. Puedo mostrar a la sociedad que soy confiable y responsable. Luego veré cómo y cuándo me daré mis escapadas. Con esto termino definitivamente con los planes de Lagan y mantengo feliz a Candice.
William salió dispuesto a cumplir con su objetivo. Lamentablemente los planes de su esposa ya eran otros.
Candy se hallaba en su recámara. Entre sus manos se encontraba su preciada corbata negra la cual acariciaba con devoción. Se sentía preocupada por la conversación que había tenido con Terrence hace dos semanas atrás. La decisión estaba tomada, solo esperaba la oportunidad para hablar con su esposo.
******flashback*******
—¿Por qué me haces esa pregunta Terry? ¿Qué quieres escuchar de mí? ¡Tú sabes lo que significas para mí!
Candy tenía su mirada baja, no quería enfrentar la penetrante mirada y la pregunta que el castaño había lanzado.
—No Candy, no sé qué soy en tu vida —El joven desvió su mirada para fijarla en un punto perdido del techo de la habitación en la que se hallaban. Reuniendo valor le dijo
—Sé que fui yo quien planteó desde un inicio que esta relación duraría hasta que tú lo decidas; pero, ahora mis sentimientos por tí han cambiado. Yo no deseo agobiarte con esto; pero tampoco quiero salir lastimado. Necesito saber que significo para tí.
Candy tenía miedo de lo que ella pudiera decir. Tenía tantas cosas para hablar; pero no sabía cómo decirlo. Ella era consciente de su actual situación y no tenía más que ofrecerle que solo unas horas de amor.
Terry al ver en los ojos de su rubia la angustia ante aquella pregunta, solo atinó a besar sus manos y acariciar su rostro.
—Candy...Mi Candy, ven acá. No quiero verte así. Lo siento si con mis preguntas te abrumo.. Olvidemos que topé este tema.
La desesperación turbó a Candy y de manera inesperada abrazó fuertemente al castaño y como si sintiera que él terminaría la relación en cualquier momento, le dijo en un hilo de voz
—Terry, yo… yo te amo. Sé que por el momento solo te puedo dar migajas de amor; pero si me das tiempo, sé que puedo solucionar mi situación con William —Candy lloraba sobre el pecho de su amante al ver que la realidad la golpeaba. Se había enamorado de él sin poderlo detener; pero para su desdicha estaba atrapada en un matrimonio donde hace tiempo ya había muerto el amor.
El castaño al escuchar aquella confesión de los labios de la rubia, la tomó entre sus brazos y la levantó como si fuera una pluma. Con la mayor delicadeza que pudo la llevó hasta el cuarto de baño y se metió con ella en la bañera; como si fuera una muñeca de porcelana la colocó en su regazo, de espaldas a ella para bañarla.
Con una mano retiraba los cabellos del cuello de la rubia para proporcionarle ligeros besos en el mismo. Al sentirla que aún estaba algo tensa, procedió a besar sus mejillas para borrar el rastro de sus lágrimas. Con ternura mojó sus rubios cabellos para luego tomar la esponja y pasarla suavemente por todo el cuerpo de ella, admirando como bajo su tacto la mujer se estremecía.
Candy logró calmar su angustia y con las suaves caricias que la esponja le daba a su cuerpo se fue relajando. Con sus ojos cerrados podía sentir como Terry recorría toda su piel y dejaba un rastro de besos que viajaba desde el lóbulo de su oreja hasta su hombro desnudo. Las sensaciones se fueron acrecentando cuando el joven la pegó hacia su entrepierna y acariciaba sus senos que a su dulce tacto se erizaban de inmediato.
Candy sentía que su piel quemaba; aunque estaba húmeda por el agua de la bañera, su cuerpo buscaba el calor del pecho de Terry. Ella inconscientemente pegaba totalmente su espalda al torso desnudo del castaño y se ofrecía enteramente a él.
Sus labios ligeramente entreabierto emitían unos leves suspiros que lograron provocar que el castaño intensificara sus caricias y las tornara apasionadas. Entre jadeos y besos el joven le hablaba muy cerca de su oído.
—Has sido mía muchas veces, pero hoy quiero que sientas todo mi amor por tí. .
Sin decir más la tomó de los glúteos y la sentó sobre él haciendo que ella se arqueara totalmente al sentirse llena de él. El vaivén de sus caderas sobre su masculinidad hizo enardecer la sangre del castaño hasta el punto que sintió morir cuando la escuchó decir su nombre…..Terry….
Su entrega fue total, no solo unieron sus cuerpos como tantas otras veces; en ese día habían llevado sus almas al punto sin retorno donde solo se complementan. Pero sus almas no tomaron en cuenta que una mala jugada del destino les esperaba.
Esa tarde se despidieron con el corazón en la mano, sabiendo que debían tomar decisiones que cambiarían el rumbo de sus vidas.
********fin del flashback*********
Sin escuchar que llamaron a la puerta de su habitación, William entraba en la misma y sacaba del letargo en el que se hallaba su esposa.
—¡Candice! He llamado varias veces a tu puerta; pero no respondes. ¿Te sucede algo? ¿Y esa corbata? ¡Siempre que te veo estás con esa corbata entre tus manos!
—¡Ah! … esto no es nada William, solo estaba un poco distraída. Pero dime ¿a qué debo tu visita en mi recámara?--De forma nerviosa guardaba la valiosa corbata en su joyero.
—Hoy quiero invitarte a cenar. Deseo hablar contigo y quiero hacerlo fuera de la mansión. Vístete que tenemos reservación a las 8 pm. Iremos solo los dos sin chofer
Candy miró con extrañeza la petición de su esposo; pero decidió aceptar y aprovecharía la ocasión para hablar sobre la idea de un posible divorcio entre ellos.
Los esposo Ardlay llegaron al lujoso restaurante donde William tenía pensado hablar sobre sus planes sobre extender la familia.
—Te ves muy hermosa esta noche querida Candice--tomó su mano y galantemente besó el dorso de la misma. Esta actitud romántica de William hizo que Candy se pusiera en estado de alerta. Retirando su mano le habló a su esposo.
—William, no sé a qué vienen tus halagos; pero igual te los agradezco, Dime, ¿Cuál es el motivo de esta velada? Porque yo también tengo un tema que tratar contigo.
—¡¿Hay quien entiende a las mujeres?!.… Si uno no es romántico, se molestan; pero si uno decide ser galante ¡ igual se molestan! ¡Vamos mujer! solo quiero pasar un momento agradable con mi esposa. Tenemos mucho tiempo que no la pasamos juntos; y de verdad creo que a nuestro matrimonio le hace falta calor de hogar.
Candy miraba incrédula la desfachatez que usaba su marido para explicar la “falta de tiempo juntos”.
—William, nosotros hace tiempo que ya no tenemos una relación de pareja; así es que, no veo por qué justo ahora extrañas el calor de un hogar cuando tú te has encargado de apagar ese fuego.
—Lo sé cariño, sé que tengo mucho de culpa en nuestro distanciamiento; por eso quiero resolverlo y he pensado que la mejor manera de hacerlo es que tu y yo tengamos UN HIJO.
Candy se levantó abruptamente de su puesto y con gesto furioso le hizo saber a William que no iba a aceptar su loca propuesta.
—¿Acaso te has vuelto loco? ¡ Yo he venido aquí para plantearte una separación y tú me sales con que quieres tener un hijo! Los hijos no son mascotas como para que se te antoje tener uno cuando te da la gana. Será mejor que volvamos a la mansión para hablar seriamente de este asunto.
William estaba absorto ante la forma en la que su dulce esposa había reaccionado. La tomó del brazo y la sacó de aquel fino restaurante donde ya estaban siendo objeto de miradas curiosas. Estando ya solos en el auto, William increpó a su mujer.
—¿A qué te refieres con eso de que quieres separarte? ¡Te digo de una vez que yo no estoy para estupideces de divorcios en estos momentos!
La cólera se estaba apoderando del rubio magnate y con gesto agresivo golpeaba el volante
—¿Por qué quieres el divorcio? ¿Acaso has dejado de amarme? o peor aún ¿Acaso te estás viendo con otra persona? ¡Te juro Candice que si te has atrevido a comportarte como una vagabunda, te lo haré pagar!
Candy estaba asustada ante la velocidad con que su esposo manejaba
—¡Por dios William, baja la velocidad que en la mansión podemos hablar tranquilamente del tema!
—¿Por qué demonios estás asustada? ¡Claro! ¡Es la maldita corbata! por eso ya no pasas tiempo en la mansión. Y al final de cuentas mi madre siempre supo que eras una arribista.
—¡Cállate William! Tú eres el menos indicado para tratarme de esa manera. ¡ Yo había dejado todo por tu amor y tú solo me pagaste con olvido!
Gruesas lágrimas caían del rostro de Candy, sentía que su corazón explotaría de tanta amargura que llevaba adentro.
—¿Crees que soy un idiota? Para que tú pidas el divorcio es porque ya alguien más está en tu vida. Y me imagino que es el dueño de la corbata. ¡Escúchame bien Candice! ¡JAMÁS! te daré el divorcio.
Mientras su esposo despotricaba contra ella, la joven ocultaba su rostro con sus manos cuando de repente lo inesperado pasó. Un fuerte estruendo se hizo presente y la oscuridad la envolvió.
Ambulancias rodeaban a los esposos. Candy estaba aturdida por el ruido y las luces, solo atinó a distinguir que su marido era llevado en una camilla totalmente ensangrentado.
Ya en el hospital, la rubia mujer se encontraba en una habitación siendo revisada por un doctor el cual le informaba su estado de salud. Aunque se encontraba en estado de shock, estaba fuera de peligro.
—Señora Ardlay, ha sido un verdadero milagro que usted haya salido con pocas lesiones de tan terrible accidente. Debe permanecer en observación por 24 horas más para descartar cualquier otra dolencia. Lamentablemente, su esposo tendrá que realizarse más estudios por su delicado estado de salud. Regresaré más tarde para revisar su evolución
Candy se sentía devastada. Un gran sentimiento de culpabilidad la invadió y para ahondar en su triste situación, su suegra llegó para interrogarla.
—Candice ¿Qué pasó para que William perdiera el control del vehículo?
[suspiro]-- Señora Elroy, su hijo y yo veníamos hablando de temas personales que solo nos conciernen a los dos.
Una vez más, la anciana mujer levantaba su bastón en señal de advertencia
—Mira mujercita, si yo me entero que tú causaste este accidente, me encargaré que lo pagues el resto de tus días.
Los días pasaron y Candy ya estaba fuera de peligro; más no así su esposo que aún se encontraba sin recobrar el conocimiento. La mujer se pasaba todos los días al pie de la cama de su marido.
Mientras se encontraba en la cafetería del hospital, una mano sobre su hombro la asustó
—¡Terry! qué susto me has dado. ¿Qué haces aquí?
—Te he llamado y solo me envías al buzón. Además, en el bufete nos enteramos que uno de los socios del corporativo estaba grave y averiguando con mi tío llegué aquí. Dime, ¿te encuentras bien? Aún veo raspones en tu rostro--el joven trató de tocar el rostro de la mujer; pero ella lo esquivó.
—Estoy bien Terry, yo no sufrí lesiones mayores ya que el golpe fue del lado en que se encontraba William--solo con mencionar lo del accidente, sus ojos se llenaban de lágrimas.
Terry presintió lo que estaba por ocurrir, así que prefirió retirarse sin hacer mayores preguntas.
—Espero que William mejore, nos hablamos luego Candy.
—No Terry. Ya no nos hablaremos más. He decidido que mi lugar está a lado de mi esposo.
El joven castaño solo asintió y sin decir más se retiró del lugar sin mirar atrás. Ella no pudo ver cómo su mirada se fue apagando.
Candy quedó devastada, su alma estaba rota mirando como su amor salía por la puerta de aquel enorme hospital sin que ella pudiera hacer nada. Su cuerpo empezó a temblar tanto que tuvieron que auxiliarla y llevarla hasta la enfermería.
Tres meses después…..
Candy miraba por la ventana de aquel cuarto de hospital. Como siempre lo hacía, llevaba enrollado en su mano derecha su apreciada corbata la cual acariciaba contra su mejilla.
Ella pensaba que no era observada por nadie; pero una mirada celeste no había perdido detalle de su comportamiento por semanas. Con voz cansada la llamó
—Candy… ven por favor
—Si William, enseguida. ¿Te sientes bien? ¿Necesitas que llame a una enfermera?
—No. Solo quiero hablar contigo.
—William, por favor, el doctor dijo que no debes de agitarte. Mejor descansa un poco más.
—Si no lo hago ahora que he reunido el valor para hacerlo, no sé cuando podré. Yo no merezco que tu pases por esto Candy. Si de algo me ha servido estar al borde de la muerte, es darme cuenta de cuán egoísta he sido. Mírame, yo que siempre había estado rodeado de mujeres; ahora que soy una piltrafa solo está a mi lado la que nunca valoré. Y eso no es justo.
Candy no sabía qué decir ante aquellas palabras. Mirando el lecho en el que se hallaba su esposo, solo podía sentir lástima por aquel hombre que un día fue su “príncipe”
—Yo… yo quiero que seas libre. Te lo mereces. Además, ¿para qué te quedes a mi lado si yo no volveré a tener nunca más tu mirada? por más que yo me esfuerce tu corazón ya le pertenece al dueño de esa corbata —Cerrando sus celestes ojos por el cansancio, pidió un favor más.
—Ahora necesito que lleves este sobre al corporativo; ahí están mis instrucciones para que después del divorcio tú no quedes desamparada.
Candy lloraba. Aquel hombre déspota en el que se había convertido su esposo ya no estaba más. Gracias a aquel fatal accidente, el poderoso William Ardlay se había humanizado.
—William, yo no sé qué decirte. Pero, gracias por esto que haces. Aunque creo que ya para mí es tarde.
—Candice, si de verdad te quiere como tú lo quieres a él, te aseguro que él esperará por ti todo el tiempo que necesites. Además, creo que no querrás que tu hijo nazca sin un padre.
Los ojos de la rubia se abrieron como platos. ¿De qué hijo hablaba William?
—Por estar pendiente de mí, no te has percatado de tu estado. El doctor me lo dijo hoy. Que fue un verdadero milagro que no perdieras a tu bebé en el accidente. Y eso fue para mí la señal de que tu lugar estaba al lado del dueño de la corbata. Ahora ve y sigue tu camino, y por mi madre no te preocupes, yo sé cómo tratarla.
La rubia salió nerviosa del hospital abrazando su estómago. Tanta era su turbación que no sintió el frío que azotaba. ¿Cómo era posible que esté embarazada y ella ni cuenta si había dado? Con angustia se dirigió al corporativo Ardlay y una vez que el sobre fue entregado se dirigió al bufete de Jhon Mckenzie con la esperanza de encontrar ahí a Terence.
—¡Señora Ardlay un placer volverla a ver! Espero que William ya se encuentre mejor. Dígame, ¿a qué debo su visita?
—Gracias por preguntar. William ya está mucho mejor. Por favor señor Mckenzie, necesito que me diga donde puedo ubicar a su sobrino Terence Graham; yo, necesito hablar con él.
El señor Mckenzie miró fijamente los verdes ojos de la mujer que estaba en su delante. Al momento supo el motivo exacto por el que su sobrino había pedido su traslado.
—Querida señora, mi sobrino está atendiendo un caso en el exterior, por lo que tuvo que viajar. Se encuentra en Londres. ¿Me permite llamarla Candice?
Candy que se había quedado de piedra con la noticia, solo asintió
—Candice, ¿sabe por qué yo adoro a mi sobrino? Ese muchacho a pesar de contar con todo mi apoyo económico, decidió valerse por él mismo y costearse sus estudios sin importar en lo que tuviera que trabajar. Jamás me ha pedido un favor, salvo este. Solicitó su traslado al otro lado del mundo y me imagino que usted tiene mucho que ver. Él es un buen joven; así que le pido de favor que solo lo busque cuando su situación esté totalmente arreglada. Mi sobrino no merece un amor a medias.
—Gracias señor Mckenzie. No se preocupe, que yo jamás podría perjudicar a Terence.
Ligeros copos de nieve caían sobre la rubia que ajustando su abrigo se marchó con el corazón en la mano.
***********
En Londres un guapo joven de cabellos castaños salía lleno de documentos de los juzgados. Había tenido un día agotador trabajando en su primer caso para el bufete de su tío. La responsabilidad era grande ya que el bufete era reconocido a nivel mundial y no podía fallarle.
Su taxi de alquiler ya lo estaba esperando a las afueras de los Reales Tribunales de Justicia. El joven lo abordó con premura y sin esperar más le dio la dirección
—Al Brook Green Hotel, por favor
El joven estaba concentrado en los documentos del juicio que llevaba, hasta que se percató que la ruta que el taxi había tomado era la más larga.
—Esta ruta es incorrecta. ¡Esta es la más larga!
—¿No escucho? ¡Le dije al Brook Green Hotel ! ¿¡Qué clase de servicio es este !?
El joven castaño se estaba molestando al ver que su chofer no respondía nada, hasta que este se giró y con unos brillantes ojos verdes lo miró de frente.
—Este es un servicio que trabaja para personas serias, señor. Me han contratado para una carrera de media hora y la ruta hacia su hotel es de 50 minutos. Los viajes de mis demás pasajeros han tenido que reprogramarlos a un nuevo conductor, debido a que este chofer ha decidido renunciar, porque desea pasar el resto de su vida con el hombre que ama. ¿Quieres ser ese hombre?.
El joven sonrió ante la mujer que lo miraba con ojos expectantes en espera de una respuesta. Acarició tiernamente su mejilla y con voz sensual le respondió.
—Si hubieses tomado la ruta A40 ya habríamos llegado; y a esta hora ya estarías entre mis sábanas.
Terry no esperó más y saliendo del taxi de alquiler tomó a Candy entre sus brazos y la besó con todo el amor que había guardado en su corazón. Ella susurraba entre beso y beso
—Tengo que contarte tantas cosas mi amor..--y él solo atinó a responder
—Cuando estemos en casa mi amor...
FIN..
GRACIAS POR LEER.
ESTA GUERRERA VALKIRIA SE DESPIDE DE LA GUERRA FLORIDA 2021 DANDO SU MAYOR ESFUERZO.
HASTA EL PROXIMO AÑO
Una anciana mujer avanzaba de manera furiosa por el largo pasillo que conducía hasta las oficinas principales del corporativo Ardlay. Todos los presentes que la veían pasar inmediatamente hacían una reverencia; pues dicha mujer era nada más y nada menos que la matriarca de la familia. La señora Elroy Ardlay.
Sin esperar que la asistente de presidencia comunicara su presencia, la anciana mujer entró de golpe en la oficina de su hijo sin esperar que nadie la anunciara. El espectáculo que vió solo la llenó de más cólera.
Tomando con molestia su fino bastón cuya empuñadura era de plata pura; dió un fuerte golpe sobre el escritorio, haciendo un estruendo que provocó el enmudecimiento de los presentes.
Una perturbada pelirroja a medio vestir se bajaba de forma apresurada del regazo del señor William Ardlay, que al ver quien era su visitante, procedió con un movimiento de cabeza a indicarle a su bella acompañante que se retirara del lugar. La molesta anciana señalaba con la punta del bastón a la asustadiza pelirroja y con ojos llenos de furia le increpaba.
—¡Tú! ¡mujerzuela descarada, será mejor que no te vuelva a ver por estas oficinas! ¡largo!
El hombre detrás del escritorio, se acomodaba su camisa y con gesto de fastidio y con voz cansina se dirigió a su interlocutora
—Cálmate madre, este no es el lugar para que hagas un show.
—¿Y cómo llamas a esto que acabo de presenciar? ¡Te has vuelto un descarado William!
—Madre, ¿qué haces aquí? ¿Has venido a inspeccionar lo que hago en el corporativo?—El hombre se paraba de su asiento y caminaba alrededor de su escritorio de manera despreocupada —Te recuerdo que ahora yo soy la cabeza de la familia y no tengo que dar explicaciones de mis actos a nadie.
La señora Elroy aventaba un sobre amarillo al escritorio de su hijo para que este lo vea.
— ¡Mira! Este es el último informe que están queriendo presentar en la junta general de accionistas; y ¡Neal Lagan pide tu cabeza! Te acusa de no mantener los niveles de confianza que antes poseía el corporativo. Sostiene que nuestros clientes ya no confían en nosotros como antes y que eso tarde o temprano terminará por perjudicarnos. ¡Ese sujeto planea presentar estas fotos a la Junta! ¡Mírate! En todas estas con diferentes mujeres de parranda.
William tomó las fotos y su gesto desinteresado cambió en un segundo a ser molesto. ¿Acaso lo habían estado siguiendo? ¿¡Cómo se atrevía esa rata de Lagan a señalarlo, cuando él mismo tenía dos mujeres!?
—Tenemos que limpiar tu imagen a como dé lugar! ¡Necesitamos que tu esposa sirva para algo! ¡Necesitamos que quede embarazada!
William miraba incrédulo a su madre, no podía creer lo que ella le estaba sugiriendo. Su madre había pasado los últimos 5 años restregándole en la cara que su esposa era una “oportunista trepadora” y que no merecía ser una Ardlay.
—¿Y que tiene que ver Candice en todo esto? ¿Cómo me servirá un hijo de ella? ¡ Vamos madre!… siempre la has odiado y ahora ¿quieres ser abuela?
—¡Deja de hablar tonterías William! Últimamente he visto a Candice muy liberal, ya casi no pasa en la mansión porque ha retomado sus estudios. Eso no nos conviene. Necesitamos que ella refleje una imagen más hogareña ante la sociedad. ¡Qué mejor carta de presentación que una estampa familiar!. Tú como el padre amoroso y ella la madre entregada por completo a su familia! Con eso callaremos los estúpidos rumores que ese Lagan quiere esparcir.
La fúrica anciana dejaba bien en claro su postura; y no estaba dispuesta a admitir una negativa de parte de su vástago.
—Tú si quieres puedes seguir con tus mujeres, pero para la sociedad tienes que ser un padre amoroso y hombre de familia.
Dicho esto, dió la espalda a su hijo y se retiró del lugar dejando a William sumido en un mar de dudas. El guapo hombre de negocios tomaba entre sus manos el retrato del día de su boda que reposaba sobre su escritorio y se puso a meditar.
—Candy… eras tan inocente cuando te hice mi esposa… Tú estabas tan llena de ilusiones que no viste lo que ocurría realmente a tu alrededor…[suspiro] Yo… yo realmente no estaba enamorado de tí. Solo te usé como instrumento para provocar disgustos a mi madre.. y ahora estamos atrapados en este matrimonio sin amor.
La espalda ancha de aquel hombre estaba tan rígida como una pared. En sus pensamientos estaba siendo honesto consigo mismo. Mirando el retrato de su boda, los pensamientos venían a su mente
“Tenía pensado tramitar el divorcio Candice; ya no soporto más este matrimonio donde yo no gozo de mi libertad y tú estás … vaya... ni siquiera sé cómo estás o cómo te sientes con esta mentira; pero ahora….”
—Tal vez y mi madre tenga razón y un hijo puede solucionar todo este problema ¡ Por supuesto! Un bebé mejorará mi imagen y al mismo tiempo hará feliz a Candy; sé que me ama —El hombre pasaba su mano por su impecable cabellera rubia tratando de encontrarle lógica a la propuesta de un hijo en su vida libertina —Quien sabe y me termine por gustar esto de tener una familia. Puedo mostrar a la sociedad que soy confiable y responsable. Luego veré cómo y cuándo me daré mis escapadas. Con esto termino definitivamente con los planes de Lagan y mantengo feliz a Candice.
William salió dispuesto a cumplir con su objetivo. Lamentablemente los planes de su esposa ya eran otros.
Candy se hallaba en su recámara. Entre sus manos se encontraba su preciada corbata negra la cual acariciaba con devoción. Se sentía preocupada por la conversación que había tenido con Terrence hace dos semanas atrás. La decisión estaba tomada, solo esperaba la oportunidad para hablar con su esposo.
******flashback*******
—¿Por qué me haces esa pregunta Terry? ¿Qué quieres escuchar de mí? ¡Tú sabes lo que significas para mí!
Candy tenía su mirada baja, no quería enfrentar la penetrante mirada y la pregunta que el castaño había lanzado.
—No Candy, no sé qué soy en tu vida —El joven desvió su mirada para fijarla en un punto perdido del techo de la habitación en la que se hallaban. Reuniendo valor le dijo
—Sé que fui yo quien planteó desde un inicio que esta relación duraría hasta que tú lo decidas; pero, ahora mis sentimientos por tí han cambiado. Yo no deseo agobiarte con esto; pero tampoco quiero salir lastimado. Necesito saber que significo para tí.
Candy tenía miedo de lo que ella pudiera decir. Tenía tantas cosas para hablar; pero no sabía cómo decirlo. Ella era consciente de su actual situación y no tenía más que ofrecerle que solo unas horas de amor.
Terry al ver en los ojos de su rubia la angustia ante aquella pregunta, solo atinó a besar sus manos y acariciar su rostro.
—Candy...Mi Candy, ven acá. No quiero verte así. Lo siento si con mis preguntas te abrumo.. Olvidemos que topé este tema.
La desesperación turbó a Candy y de manera inesperada abrazó fuertemente al castaño y como si sintiera que él terminaría la relación en cualquier momento, le dijo en un hilo de voz
—Terry, yo… yo te amo. Sé que por el momento solo te puedo dar migajas de amor; pero si me das tiempo, sé que puedo solucionar mi situación con William —Candy lloraba sobre el pecho de su amante al ver que la realidad la golpeaba. Se había enamorado de él sin poderlo detener; pero para su desdicha estaba atrapada en un matrimonio donde hace tiempo ya había muerto el amor.
El castaño al escuchar aquella confesión de los labios de la rubia, la tomó entre sus brazos y la levantó como si fuera una pluma. Con la mayor delicadeza que pudo la llevó hasta el cuarto de baño y se metió con ella en la bañera; como si fuera una muñeca de porcelana la colocó en su regazo, de espaldas a ella para bañarla.
Con una mano retiraba los cabellos del cuello de la rubia para proporcionarle ligeros besos en el mismo. Al sentirla que aún estaba algo tensa, procedió a besar sus mejillas para borrar el rastro de sus lágrimas. Con ternura mojó sus rubios cabellos para luego tomar la esponja y pasarla suavemente por todo el cuerpo de ella, admirando como bajo su tacto la mujer se estremecía.
Candy logró calmar su angustia y con las suaves caricias que la esponja le daba a su cuerpo se fue relajando. Con sus ojos cerrados podía sentir como Terry recorría toda su piel y dejaba un rastro de besos que viajaba desde el lóbulo de su oreja hasta su hombro desnudo. Las sensaciones se fueron acrecentando cuando el joven la pegó hacia su entrepierna y acariciaba sus senos que a su dulce tacto se erizaban de inmediato.
Candy sentía que su piel quemaba; aunque estaba húmeda por el agua de la bañera, su cuerpo buscaba el calor del pecho de Terry. Ella inconscientemente pegaba totalmente su espalda al torso desnudo del castaño y se ofrecía enteramente a él.
Sus labios ligeramente entreabierto emitían unos leves suspiros que lograron provocar que el castaño intensificara sus caricias y las tornara apasionadas. Entre jadeos y besos el joven le hablaba muy cerca de su oído.
—Has sido mía muchas veces, pero hoy quiero que sientas todo mi amor por tí. .
Sin decir más la tomó de los glúteos y la sentó sobre él haciendo que ella se arqueara totalmente al sentirse llena de él. El vaivén de sus caderas sobre su masculinidad hizo enardecer la sangre del castaño hasta el punto que sintió morir cuando la escuchó decir su nombre…..Terry….
Su entrega fue total, no solo unieron sus cuerpos como tantas otras veces; en ese día habían llevado sus almas al punto sin retorno donde solo se complementan. Pero sus almas no tomaron en cuenta que una mala jugada del destino les esperaba.
Esa tarde se despidieron con el corazón en la mano, sabiendo que debían tomar decisiones que cambiarían el rumbo de sus vidas.
********fin del flashback*********
Sin escuchar que llamaron a la puerta de su habitación, William entraba en la misma y sacaba del letargo en el que se hallaba su esposa.
—¡Candice! He llamado varias veces a tu puerta; pero no respondes. ¿Te sucede algo? ¿Y esa corbata? ¡Siempre que te veo estás con esa corbata entre tus manos!
—¡Ah! … esto no es nada William, solo estaba un poco distraída. Pero dime ¿a qué debo tu visita en mi recámara?--De forma nerviosa guardaba la valiosa corbata en su joyero.
—Hoy quiero invitarte a cenar. Deseo hablar contigo y quiero hacerlo fuera de la mansión. Vístete que tenemos reservación a las 8 pm. Iremos solo los dos sin chofer
Candy miró con extrañeza la petición de su esposo; pero decidió aceptar y aprovecharía la ocasión para hablar sobre la idea de un posible divorcio entre ellos.
Los esposo Ardlay llegaron al lujoso restaurante donde William tenía pensado hablar sobre sus planes sobre extender la familia.
—Te ves muy hermosa esta noche querida Candice--tomó su mano y galantemente besó el dorso de la misma. Esta actitud romántica de William hizo que Candy se pusiera en estado de alerta. Retirando su mano le habló a su esposo.
—William, no sé a qué vienen tus halagos; pero igual te los agradezco, Dime, ¿Cuál es el motivo de esta velada? Porque yo también tengo un tema que tratar contigo.
—¡¿Hay quien entiende a las mujeres?!.… Si uno no es romántico, se molestan; pero si uno decide ser galante ¡ igual se molestan! ¡Vamos mujer! solo quiero pasar un momento agradable con mi esposa. Tenemos mucho tiempo que no la pasamos juntos; y de verdad creo que a nuestro matrimonio le hace falta calor de hogar.
Candy miraba incrédula la desfachatez que usaba su marido para explicar la “falta de tiempo juntos”.
—William, nosotros hace tiempo que ya no tenemos una relación de pareja; así es que, no veo por qué justo ahora extrañas el calor de un hogar cuando tú te has encargado de apagar ese fuego.
—Lo sé cariño, sé que tengo mucho de culpa en nuestro distanciamiento; por eso quiero resolverlo y he pensado que la mejor manera de hacerlo es que tu y yo tengamos UN HIJO.
Candy se levantó abruptamente de su puesto y con gesto furioso le hizo saber a William que no iba a aceptar su loca propuesta.
—¿Acaso te has vuelto loco? ¡ Yo he venido aquí para plantearte una separación y tú me sales con que quieres tener un hijo! Los hijos no son mascotas como para que se te antoje tener uno cuando te da la gana. Será mejor que volvamos a la mansión para hablar seriamente de este asunto.
William estaba absorto ante la forma en la que su dulce esposa había reaccionado. La tomó del brazo y la sacó de aquel fino restaurante donde ya estaban siendo objeto de miradas curiosas. Estando ya solos en el auto, William increpó a su mujer.
—¿A qué te refieres con eso de que quieres separarte? ¡Te digo de una vez que yo no estoy para estupideces de divorcios en estos momentos!
La cólera se estaba apoderando del rubio magnate y con gesto agresivo golpeaba el volante
—¿Por qué quieres el divorcio? ¿Acaso has dejado de amarme? o peor aún ¿Acaso te estás viendo con otra persona? ¡Te juro Candice que si te has atrevido a comportarte como una vagabunda, te lo haré pagar!
Candy estaba asustada ante la velocidad con que su esposo manejaba
—¡Por dios William, baja la velocidad que en la mansión podemos hablar tranquilamente del tema!
—¿Por qué demonios estás asustada? ¡Claro! ¡Es la maldita corbata! por eso ya no pasas tiempo en la mansión. Y al final de cuentas mi madre siempre supo que eras una arribista.
—¡Cállate William! Tú eres el menos indicado para tratarme de esa manera. ¡ Yo había dejado todo por tu amor y tú solo me pagaste con olvido!
Gruesas lágrimas caían del rostro de Candy, sentía que su corazón explotaría de tanta amargura que llevaba adentro.
—¿Crees que soy un idiota? Para que tú pidas el divorcio es porque ya alguien más está en tu vida. Y me imagino que es el dueño de la corbata. ¡Escúchame bien Candice! ¡JAMÁS! te daré el divorcio.
Mientras su esposo despotricaba contra ella, la joven ocultaba su rostro con sus manos cuando de repente lo inesperado pasó. Un fuerte estruendo se hizo presente y la oscuridad la envolvió.
Ambulancias rodeaban a los esposos. Candy estaba aturdida por el ruido y las luces, solo atinó a distinguir que su marido era llevado en una camilla totalmente ensangrentado.
Ya en el hospital, la rubia mujer se encontraba en una habitación siendo revisada por un doctor el cual le informaba su estado de salud. Aunque se encontraba en estado de shock, estaba fuera de peligro.
—Señora Ardlay, ha sido un verdadero milagro que usted haya salido con pocas lesiones de tan terrible accidente. Debe permanecer en observación por 24 horas más para descartar cualquier otra dolencia. Lamentablemente, su esposo tendrá que realizarse más estudios por su delicado estado de salud. Regresaré más tarde para revisar su evolución
Candy se sentía devastada. Un gran sentimiento de culpabilidad la invadió y para ahondar en su triste situación, su suegra llegó para interrogarla.
—Candice ¿Qué pasó para que William perdiera el control del vehículo?
[suspiro]-- Señora Elroy, su hijo y yo veníamos hablando de temas personales que solo nos conciernen a los dos.
Una vez más, la anciana mujer levantaba su bastón en señal de advertencia
—Mira mujercita, si yo me entero que tú causaste este accidente, me encargaré que lo pagues el resto de tus días.
Los días pasaron y Candy ya estaba fuera de peligro; más no así su esposo que aún se encontraba sin recobrar el conocimiento. La mujer se pasaba todos los días al pie de la cama de su marido.
Mientras se encontraba en la cafetería del hospital, una mano sobre su hombro la asustó
—¡Terry! qué susto me has dado. ¿Qué haces aquí?
—Te he llamado y solo me envías al buzón. Además, en el bufete nos enteramos que uno de los socios del corporativo estaba grave y averiguando con mi tío llegué aquí. Dime, ¿te encuentras bien? Aún veo raspones en tu rostro--el joven trató de tocar el rostro de la mujer; pero ella lo esquivó.
—Estoy bien Terry, yo no sufrí lesiones mayores ya que el golpe fue del lado en que se encontraba William--solo con mencionar lo del accidente, sus ojos se llenaban de lágrimas.
Terry presintió lo que estaba por ocurrir, así que prefirió retirarse sin hacer mayores preguntas.
—Espero que William mejore, nos hablamos luego Candy.
—No Terry. Ya no nos hablaremos más. He decidido que mi lugar está a lado de mi esposo.
El joven castaño solo asintió y sin decir más se retiró del lugar sin mirar atrás. Ella no pudo ver cómo su mirada se fue apagando.
Candy quedó devastada, su alma estaba rota mirando como su amor salía por la puerta de aquel enorme hospital sin que ella pudiera hacer nada. Su cuerpo empezó a temblar tanto que tuvieron que auxiliarla y llevarla hasta la enfermería.
Tres meses después…..
Candy miraba por la ventana de aquel cuarto de hospital. Como siempre lo hacía, llevaba enrollado en su mano derecha su apreciada corbata la cual acariciaba contra su mejilla.
Ella pensaba que no era observada por nadie; pero una mirada celeste no había perdido detalle de su comportamiento por semanas. Con voz cansada la llamó
—Candy… ven por favor
—Si William, enseguida. ¿Te sientes bien? ¿Necesitas que llame a una enfermera?
—No. Solo quiero hablar contigo.
—William, por favor, el doctor dijo que no debes de agitarte. Mejor descansa un poco más.
—Si no lo hago ahora que he reunido el valor para hacerlo, no sé cuando podré. Yo no merezco que tu pases por esto Candy. Si de algo me ha servido estar al borde de la muerte, es darme cuenta de cuán egoísta he sido. Mírame, yo que siempre había estado rodeado de mujeres; ahora que soy una piltrafa solo está a mi lado la que nunca valoré. Y eso no es justo.
Candy no sabía qué decir ante aquellas palabras. Mirando el lecho en el que se hallaba su esposo, solo podía sentir lástima por aquel hombre que un día fue su “príncipe”
—Yo… yo quiero que seas libre. Te lo mereces. Además, ¿para qué te quedes a mi lado si yo no volveré a tener nunca más tu mirada? por más que yo me esfuerce tu corazón ya le pertenece al dueño de esa corbata —Cerrando sus celestes ojos por el cansancio, pidió un favor más.
—Ahora necesito que lleves este sobre al corporativo; ahí están mis instrucciones para que después del divorcio tú no quedes desamparada.
Candy lloraba. Aquel hombre déspota en el que se había convertido su esposo ya no estaba más. Gracias a aquel fatal accidente, el poderoso William Ardlay se había humanizado.
—William, yo no sé qué decirte. Pero, gracias por esto que haces. Aunque creo que ya para mí es tarde.
—Candice, si de verdad te quiere como tú lo quieres a él, te aseguro que él esperará por ti todo el tiempo que necesites. Además, creo que no querrás que tu hijo nazca sin un padre.
Los ojos de la rubia se abrieron como platos. ¿De qué hijo hablaba William?
—Por estar pendiente de mí, no te has percatado de tu estado. El doctor me lo dijo hoy. Que fue un verdadero milagro que no perdieras a tu bebé en el accidente. Y eso fue para mí la señal de que tu lugar estaba al lado del dueño de la corbata. Ahora ve y sigue tu camino, y por mi madre no te preocupes, yo sé cómo tratarla.
La rubia salió nerviosa del hospital abrazando su estómago. Tanta era su turbación que no sintió el frío que azotaba. ¿Cómo era posible que esté embarazada y ella ni cuenta si había dado? Con angustia se dirigió al corporativo Ardlay y una vez que el sobre fue entregado se dirigió al bufete de Jhon Mckenzie con la esperanza de encontrar ahí a Terence.
—¡Señora Ardlay un placer volverla a ver! Espero que William ya se encuentre mejor. Dígame, ¿a qué debo su visita?
—Gracias por preguntar. William ya está mucho mejor. Por favor señor Mckenzie, necesito que me diga donde puedo ubicar a su sobrino Terence Graham; yo, necesito hablar con él.
El señor Mckenzie miró fijamente los verdes ojos de la mujer que estaba en su delante. Al momento supo el motivo exacto por el que su sobrino había pedido su traslado.
—Querida señora, mi sobrino está atendiendo un caso en el exterior, por lo que tuvo que viajar. Se encuentra en Londres. ¿Me permite llamarla Candice?
Candy que se había quedado de piedra con la noticia, solo asintió
—Candice, ¿sabe por qué yo adoro a mi sobrino? Ese muchacho a pesar de contar con todo mi apoyo económico, decidió valerse por él mismo y costearse sus estudios sin importar en lo que tuviera que trabajar. Jamás me ha pedido un favor, salvo este. Solicitó su traslado al otro lado del mundo y me imagino que usted tiene mucho que ver. Él es un buen joven; así que le pido de favor que solo lo busque cuando su situación esté totalmente arreglada. Mi sobrino no merece un amor a medias.
—Gracias señor Mckenzie. No se preocupe, que yo jamás podría perjudicar a Terence.
Ligeros copos de nieve caían sobre la rubia que ajustando su abrigo se marchó con el corazón en la mano.
***********
En Londres un guapo joven de cabellos castaños salía lleno de documentos de los juzgados. Había tenido un día agotador trabajando en su primer caso para el bufete de su tío. La responsabilidad era grande ya que el bufete era reconocido a nivel mundial y no podía fallarle.
Su taxi de alquiler ya lo estaba esperando a las afueras de los Reales Tribunales de Justicia. El joven lo abordó con premura y sin esperar más le dio la dirección
—Al Brook Green Hotel, por favor
El joven estaba concentrado en los documentos del juicio que llevaba, hasta que se percató que la ruta que el taxi había tomado era la más larga.
—Esta ruta es incorrecta. ¡Esta es la más larga!
—¿No escucho? ¡Le dije al Brook Green Hotel ! ¿¡Qué clase de servicio es este !?
El joven castaño se estaba molestando al ver que su chofer no respondía nada, hasta que este se giró y con unos brillantes ojos verdes lo miró de frente.
—Este es un servicio que trabaja para personas serias, señor. Me han contratado para una carrera de media hora y la ruta hacia su hotel es de 50 minutos. Los viajes de mis demás pasajeros han tenido que reprogramarlos a un nuevo conductor, debido a que este chofer ha decidido renunciar, porque desea pasar el resto de su vida con el hombre que ama. ¿Quieres ser ese hombre?.
El joven sonrió ante la mujer que lo miraba con ojos expectantes en espera de una respuesta. Acarició tiernamente su mejilla y con voz sensual le respondió.
—Si hubieses tomado la ruta A40 ya habríamos llegado; y a esta hora ya estarías entre mis sábanas.
Terry no esperó más y saliendo del taxi de alquiler tomó a Candy entre sus brazos y la besó con todo el amor que había guardado en su corazón. Ella susurraba entre beso y beso
—Tengo que contarte tantas cosas mi amor..--y él solo atinó a responder
—Cuando estemos en casa mi amor...
FIN..
GRACIAS POR LEER.
ESTA GUERRERA VALKIRIA SE DESPIDE DE LA GUERRA FLORIDA 2021 DANDO SU MAYOR ESFUERZO.
HASTA EL PROXIMO AÑO
Última edición por SHALOVA el Lun Mayo 10, 2021 12:12 pm, editado 1 vez
por regarnos tus bellas letras camarada ya que a travez de ellas nos haces soñar... 
