"Fanatica"
Lo veo entrar.
Aunque la oscuridad reina, a él lo rodea una luz única que me alerta de su presencia.
El club está lleno.
Los clientes habituales abarrotan la barra para ver a su chica favorita o a la que se les presente enfrente... así son ellos.
Parecen niños castigados que quisieran encontrar su premio de consuelo en los senos desnudos y los traseros turgentes de cada una de nosotras.
Ya no me molesta.
Pero él... él es tan diferente...
Cada noche lo espero mientras me arreglo frente al espejo, mientras contemplo mi cuerpo perfecto, regalo en el que no tuve parte, pero que me puso en este sitio y el que aprovecho todo lo que puedo.
Las falsas excusas ya quedaron atrás.
Sí, me gustaba que me admiraran, que me desearan.
Me gustaba ver las miradas de lujuria y deseo de cada uno de los hombres que llenaban el club por las noches, las calles por las mañanas y hacerlos rabiar por no poder poseerme.
Si el sexo era bueno, yo lo hacía fenomenal.
Si era mediocre, dejaba al pobre diablo en donde fuera y salía sin dirigirle la palabra o darle una explicación.
Hasta que apareció él.
La luz que se refleja en sus ojos azules hace que todo mi ser se estremezca y quiera nacer de nuevo, sólo para poder hacerlo mi primera vez.
¡Lo que hubiera dado por que fuese él quien me convirtiese en mujer! ¡Por escuchar su respiración agitada murmurando mi nombre...!
Entra, como siempre, pareciendo incómodo, fuera de lugar.
Busca, siempre busca algo que no entiendo, que no comprendo, que no sé.
Nos ve a todas como si fuésemos una sucesión de espectros, no con ojos de deseo, sino con ojos de nostalgia.
Se sienta. Dirige sus ojos a la barra y yo estoy oculta detrás de la costosa cortina de terciopelo rojo sangre que oculta los bastidores... me gusta darle un toque dramático, sólo para no sentir la frivolidad de este lugar que cada día me pesa más en el cuerpo y en el alma.
Pide un escocés, como cada noche que aparece por aquí.
Estoy a punto de iniciar mi espectáculo, así que no puedo ir a su lado, pero todos mis instintos de gata en celo, me inundan y dirigen cada uno de mis actos.
Sandy ha terminado y en un minuto salgo al escenario... "escenario"... Río con sorna.
Me veo una vez más en el espejo y mi figura me deslumbra hasta a mí misma.
Me enfundé en un bikini negro de latex... para el tiempo que va a pasar cubriéndome, mejor salir desnuda de una vez.
Sé que la música que elegí es perfecta para seducirlo... quizás esta noche me deje pasarla con él...
Salgo.
Camino la pasarela sintiendo mis largas piernas vibrar con la música.
Mis zapatos dorados hacen que me vea mucho más alta de lo que realmente soy.
Me balanceo, mis muslos vibran, mis senos vibran y la humedad me llena por completo.
Lo veo directamente a los ojos, mientras muevo mi pelvis, simulando hacerle el amor en plena pasarela y suelto el sujetador, que le lanzo sin asomo de vergüenza.
Asombrado, lo alcanza en el aire y se lo lleva a la nariz.
¡Sí...!
Me trepo en el poste y abro las piernas. Las abro todo lo que puedo y escucho los silbidos de los que abarrotan el lugar.
Lo deseo tanto... Me acaricio mientras bailo sólo para él, en medio de los aullidos de los perros que llenan la barra.
Deseo a ese famoso actor inglés que sostiene mi sujetador oliendo mi aroma, mientras devora mis senos con esos ojos azules que me deslumbran.
Sí, esta noche será mío... ¡al fin!
Me ve hipnotizado, me ve completa, desnuda y me desea.
La música lo llena todo y, así como nací, me dirijo hacia su mesa, abriéndome paso en el mar de hombres que me rodea.
Me contempla de arriba a abajo y sacudo la melena, para que vea mis senos balancearse ligeramente y mis pezones listos para su boca.
Logro mi cometido.
Sin temor, veo sus pantalones y sé que lo he conseguido.
Me acerco como la gata en celo que soy y aspiro su aroma a hombre de mundo.
Su aroma a cabello negro y ojos azules.
Su aroma a hombre sediento una noche de lujuria.
No me importa la mujer a la que extraña.
No me importa si la ama o ya la ha olvidado.
No me importa nada que no sea perderme entre sus brazos
y sentirme virgen por una única vez.
Voy a darle a Terry Grandchester, tanto placer que gritará mi nombre y no el suyo... sea ella quien sea.
Me devora con la mirada, como si de una alucinación se tratara.
Me acerco y dejo que mis pezones rocen su fina camisa blanca.
Y sin miramientos, me aprieta contra sí, me estruja y siento su brazo fuerte como un candado en mi cintura.
Siento toda su masculinidad latiendo loca por mí y mientras me acerco a su boca, evita mi beso y me abraza casi suplicante.
Sus manos me recorren y escucho los silbidos de los perros que llenan el local. Si por ellos fuera, harían rueda para vernos fundirnos en uno, allí mismo... Pero no voy a darles ese placer, este hombre será mío, sólo mío, solos, donde estemos los dos solos.
Jamás se había visto que se fundieran tan bien, su cabello negro con el mío rubio.
Su cuerpo masculino con el mío perfectamente femenino.
Ni sus ojos azules, con mis verdes pupilas.
Abrazada a su fuerte torso y con una pierna al rededor de su cintura, siento como se esconde en mi cuello, mientras me besa y murmura algo que no entiendo.
No me importa, tampoco me importa sentir sus lágrimas rodando por mi cuello y perdiéndose entre mis senos que se mueren de deseos por él.
"¿Vamos?" Susurro en su oído mientras acaricio su espalda en anticipación a lo que vendrá.
"...Contigo al fin del mundo, Candy..."
Lo veo entrar.
Aunque la oscuridad reina, a él lo rodea una luz única que me alerta de su presencia.
El club está lleno.
Los clientes habituales abarrotan la barra para ver a su chica favorita o a la que se les presente enfrente... así son ellos.
Parecen niños castigados que quisieran encontrar su premio de consuelo en los senos desnudos y los traseros turgentes de cada una de nosotras.
Ya no me molesta.
Pero él... él es tan diferente...
Cada noche lo espero mientras me arreglo frente al espejo, mientras contemplo mi cuerpo perfecto, regalo en el que no tuve parte, pero que me puso en este sitio y el que aprovecho todo lo que puedo.
Las falsas excusas ya quedaron atrás.
Sí, me gustaba que me admiraran, que me desearan.
Me gustaba ver las miradas de lujuria y deseo de cada uno de los hombres que llenaban el club por las noches, las calles por las mañanas y hacerlos rabiar por no poder poseerme.
Si el sexo era bueno, yo lo hacía fenomenal.
Si era mediocre, dejaba al pobre diablo en donde fuera y salía sin dirigirle la palabra o darle una explicación.
Hasta que apareció él.
La luz que se refleja en sus ojos azules hace que todo mi ser se estremezca y quiera nacer de nuevo, sólo para poder hacerlo mi primera vez.
¡Lo que hubiera dado por que fuese él quien me convirtiese en mujer! ¡Por escuchar su respiración agitada murmurando mi nombre...!
Entra, como siempre, pareciendo incómodo, fuera de lugar.
Busca, siempre busca algo que no entiendo, que no comprendo, que no sé.
Nos ve a todas como si fuésemos una sucesión de espectros, no con ojos de deseo, sino con ojos de nostalgia.
Se sienta. Dirige sus ojos a la barra y yo estoy oculta detrás de la costosa cortina de terciopelo rojo sangre que oculta los bastidores... me gusta darle un toque dramático, sólo para no sentir la frivolidad de este lugar que cada día me pesa más en el cuerpo y en el alma.
Pide un escocés, como cada noche que aparece por aquí.
Estoy a punto de iniciar mi espectáculo, así que no puedo ir a su lado, pero todos mis instintos de gata en celo, me inundan y dirigen cada uno de mis actos.
Sandy ha terminado y en un minuto salgo al escenario... "escenario"... Río con sorna.
Me veo una vez más en el espejo y mi figura me deslumbra hasta a mí misma.
Me enfundé en un bikini negro de latex... para el tiempo que va a pasar cubriéndome, mejor salir desnuda de una vez.
Sé que la música que elegí es perfecta para seducirlo... quizás esta noche me deje pasarla con él...
Salgo.
Camino la pasarela sintiendo mis largas piernas vibrar con la música.
Mis zapatos dorados hacen que me vea mucho más alta de lo que realmente soy.
Me balanceo, mis muslos vibran, mis senos vibran y la humedad me llena por completo.
Lo veo directamente a los ojos, mientras muevo mi pelvis, simulando hacerle el amor en plena pasarela y suelto el sujetador, que le lanzo sin asomo de vergüenza.
Asombrado, lo alcanza en el aire y se lo lleva a la nariz.
¡Sí...!
Me trepo en el poste y abro las piernas. Las abro todo lo que puedo y escucho los silbidos de los que abarrotan el lugar.
Lo deseo tanto... Me acaricio mientras bailo sólo para él, en medio de los aullidos de los perros que llenan la barra.
Deseo a ese famoso actor inglés que sostiene mi sujetador oliendo mi aroma, mientras devora mis senos con esos ojos azules que me deslumbran.
Sí, esta noche será mío... ¡al fin!
Me ve hipnotizado, me ve completa, desnuda y me desea.
La música lo llena todo y, así como nací, me dirijo hacia su mesa, abriéndome paso en el mar de hombres que me rodea.
Me contempla de arriba a abajo y sacudo la melena, para que vea mis senos balancearse ligeramente y mis pezones listos para su boca.
Logro mi cometido.
Sin temor, veo sus pantalones y sé que lo he conseguido.
Me acerco como la gata en celo que soy y aspiro su aroma a hombre de mundo.
Su aroma a cabello negro y ojos azules.
Su aroma a hombre sediento una noche de lujuria.
No me importa la mujer a la que extraña.
No me importa si la ama o ya la ha olvidado.
No me importa nada que no sea perderme entre sus brazos
y sentirme virgen por una única vez.
Voy a darle a Terry Grandchester, tanto placer que gritará mi nombre y no el suyo... sea ella quien sea.
Me devora con la mirada, como si de una alucinación se tratara.
Me acerco y dejo que mis pezones rocen su fina camisa blanca.
Y sin miramientos, me aprieta contra sí, me estruja y siento su brazo fuerte como un candado en mi cintura.
Siento toda su masculinidad latiendo loca por mí y mientras me acerco a su boca, evita mi beso y me abraza casi suplicante.
Sus manos me recorren y escucho los silbidos de los perros que llenan el local. Si por ellos fuera, harían rueda para vernos fundirnos en uno, allí mismo... Pero no voy a darles ese placer, este hombre será mío, sólo mío, solos, donde estemos los dos solos.
Jamás se había visto que se fundieran tan bien, su cabello negro con el mío rubio.
Su cuerpo masculino con el mío perfectamente femenino.
Ni sus ojos azules, con mis verdes pupilas.
Abrazada a su fuerte torso y con una pierna al rededor de su cintura, siento como se esconde en mi cuello, mientras me besa y murmura algo que no entiendo.
No me importa, tampoco me importa sentir sus lágrimas rodando por mi cuello y perdiéndose entre mis senos que se mueren de deseos por él.
"¿Vamos?" Susurro en su oído mientras acaricio su espalda en anticipación a lo que vendrá.
"...Contigo al fin del mundo, Candy..."