No puedo dormir, el viento sopla fuerte esta noche y se escucha como un lobo al aullar, las nubes cubren parcialmente la luna, dejando de vez en cuando la habitación a oscuras. Necesito descansar, pero al parecer esta noche será imposible. Entre la tormenta que se avecina y las imágenes de su cuerpo, que me dan caza una y otra vez, está claro que no podré conciliar el sueño. Me revuelco en la cama, cubriendo mi cabeza con una almohada, tratando de no pensar en nada. De pronto un fuerte ruido me pone en alerta. Me giro lentamente, siento una corriente helada recorrer mi espina dorsal. ¿Será que no era un sueño después de todo, vendría a prodigarme otra visita? El ventanal está abierto, las cortinas se mueven por el viento. ¿Qué carajos? Nunca había sentido miedo, pero hoy me encontraba de alguna forma perturbado, inquieto. Algo se movía en las sombras. De pronto un gemido, como un llanto contenido.
-¿Quién está ahí?- Exclamé.
El llanto se volvió más fuerte, más cercano. La luna permanecía cubierta y yo no lograba ver una mierda; algo me impedía moverme.
-¡¿Quién está ahí?!- esta vez grité molesto.
La luz de un rayo rompió la oscuridad con su brillo plateado, una recortada figura llorando a pocos metros de mí. Le miré atónito, inmóvil. El retumbar de un trueno me sacó del trance. Para cuando reaccioné fue un poco tarde, salté de la cama para darle alcance, pero ella me esquivó rápido.
-¡Aléjate de mí!- gritó.
-Pero…
-No sé qué estoy haciendo aquí.- Yo menos, pensé. -Todos mienten…- sollozaba -Tú, él…- tiritaba, de frío quizás, tal vez de pena o rabia. Se paseaba por mi cuarto cual gato enjaulado -¿Cómo pueden dañar de esta forma a alguien que dicen amar?...
¿Será…? Pero, ¿cómo supo?
-¿A qué te refieres?- Ya comenzaba a exasperarme. -Yo nunca…- Mejor me callaba, eso era una mentira y ambos lo sabíamos. Lo mejor era desviar el tema y tratar de confirmar mi sospecha. Diablos, detesto estos preámbulos tan sin sentido.
-Estoy harta de las mentiras…- dijo en un susurro quebrado. -De que jueguen conmigo.- Cerraba los ojos con fuerza, se agarró con ambas manos la cabeza, tirando de sus cabellos, como queriendo arrancar una imagen, cayó al suelo, el fuerte ruido de sus rodillas azotándose contra el parqué me erizó la piel.
Esto era demasiado, no pude contenerme, sin importar su reacción decidí acortar las distancias. La abracé estrechamente. Su llanto era desgarrador. Comencé a mecerla tratando de darle consuelo mientras mil preguntas rondaban por mi cabeza. ¿Esto no puede ser solamente por mi tío, o sí? Aquí había ocurrido algo más. Ni siquiera había caído en cuenta que ella respondía a mi abrazo...
-Tú… me amas, ¿no es así?- su pregunta me arrancó de la línea que llevaban mis pensamientos. Lo sentí como un golpe bajo, mi estómago se contrajo. Intenté apartarla de mí para poder mirarla, pero ella no se despegaba de mi pecho que ya estaba húmedo por sus lágrimas.
-Tú sabes la respuesta.
Levantó su rostro calmadamente, aquel movimiento me parecía tortuosamente lento.
-Demuéstramelo…- comenzó a acercar su rostro al mío.
Me pilló desprevenido. ¡¿Qué mierda era todo esto?! No es que no estuviera feliz, pero claramente Candy se estaba desquitando de alguien conmigo… y tampoco era que eso me molestara, pero después de la “visita” de esa tarde, una extraña sensación estaba carcomiéndome el alma.
¿Cuál es el puto problema? ¿Qué es lo que te molesta? ¡Aprovéchate! me reprendí a mí mismo, no podía ser tan imbécil. Lo hace por despecho… ¡¿Qué? ¿Ahora tenía conciencia?! Ja ¿dónde carajos se había metido todos estos años?
No pude pensar más, me distrajeron unos cálidos y tímidos labios. ¡Maldita sea!. Tomé el mando de la situación. Delineé con mi lengua sus labios. Ella soltó un jadeo producto de la sorpresa, lo aproveché para invadir su boca. ¡Cristo! Esto era el puto cielo. El beso cobró vida propia, volviéndose cada vez más fiero y demandante. A Candy comenzó a faltarle el aire. A regañadientes me separé de ella.
-Respira- dije apoyando mi frente en la suya -Debes aprender a respirar…- Nadie la había besado así, eso fue fácil de adivinar. En sus ojos la sorpresa y una duda. Una pugna había en su cabeza y yo seguía corto de información. Enderezó su postura, mirándome fijamente.
-Tómame- en su voz sólo había determinación.
¡Mierda, mierda, mierda!
Me paré rápidamente del suelo y la miré incrédulo... pero también con miedo, no podía creer lo que estaba ocurriendo.
-¿Es que no quieres…?- preguntó.
-No es eso- dije secamente. Comencé a pasearme por la habitación. -¿Cómo explicarte esto?
-Con la verdad- me seguía con la mirada.
-Soy brusco, pervertido y cruel. Nunca me ha importado tratar bien a una mujer en la c…Y yo nunca he estado con una virgen- No quería asustarla, y las palabras se escapaban de mi boca. Paseaba las manos por mi cabeza. ¡Puta Madre! Seguro después de esto se va, pero ella pidió la verdad. La miré directo a los ojos. -Te deseo.- Los abrió como platos. -Siempre lo he hecho, sólo imaginarte en mi cama, enterrándome en tu cuerpo…- bajó los ojos, no pudo sostenerme la mirada... lo que me fastidia, haciendo que el cabrón nuevamente aparezca. -Tú me pediste la verdad y si tanto te molesta ¿Me puedes decir que mierda haces aquí? ¿Dónde está tu futuro marido? ¿Por qué no estás con él?
Se levantó rápidamente. -¡Eso se acabó!- ahora me miraba, y en sus ojos había odio. -Tú dices que me amas, pues demuéstralo.- Demandó.
Confirmado. Mi tío la había cagado. Pero, ¿cómo supo? No lo sé… y en realidad tampoco me importaba, yo aprovecharía esta ventaja. Me acerqué y la tomé fuerte por la cintura.
-¿Es esto lo que quieres?- asintió en silencio. Ahora sólo podía ver determinación en sus ojos. -No soy un caballero, al menos, no uno bueno- agarré su rostro con la mano y la obligué a mirarme. -No te haré daño, al menos, no de adrede- sonreí. -Recuerda, respira.
Acto seguido la besé. El beso fue voraz, rápido, demandante. Ella se dejó hacer, rápidamente la despojé de sus ropas e hice lo propio con el pantalón de mi pijama. La llevé hasta la cama. Me posé sobre ella tomando sus labios nuevamente. Gemía fuerte, sus pulmones bramaban por aire. Sólo me alejaba lo suficiente para dejarle respirar. Dirigí mi boca hacia uno de sus pezones, mientras mi mano bajó por su vientre hasta colarse entre sus pliegues. ¡Joder! Estaba absolutamente mojada. Le introduje un dedo. Sentí una corriente recorriéndome el cuerpo. ¡Aquello era el puto infierno! Era estrecha, cálida y resbaladiza. Yo moría por enterrarme. Con la poca paciencia de la que hice acopio, comencé por bombear en su interior, primero un dedo y luego dos. Se agarró fuertemente de mi espalda, me alcé para mirarla. Estaba perdida y a punto del orgasmo, la cabeza hacia atrás, ya comenzaba a suplicar, elevó su pecho, y yo no la haría esperar. Tomé con fuerza su pezón a la vez que aplicaba presión a su clítoris. Las contracciones en mis dedos las podía sentir y con ellas, un grito desprenderse de su garganta. No dejé que descansara, inmediatamente después tomé su rostro.
-Esto será difícil, estoy muy caliente y no pretendo desprenderme de ti, me correré las veces que quiera- separé sus piernas aspirando fuerte. Dejé que mi miembro se resbalara por sus pliegues golpeando su clítoris. Ella emitió un pequeño gemido. -Cuando entre en tu cuerpo, quiero que me entierres tus uñas con todas las fuerzas- volví a ejecutar ese paseo torturador. Luego la miré directo a los ojos, mientras me hacía de sus caderas y la embestía con fuerza. Un grito, fuerte, desgarrador y unas lágrimas en sus bellos ojos. Sus uñas enterradas en mi espalda se deslizaron un poco haciéndome sisear de gusto. Me retiré un poco soltando un jadeo. Ohh era muy apretada.
-Shhhh, tranquila, mírame- no lo hacía, comencé a besar su cuello, su lóbulo. -si no tratas de relajarte, seguirá doliendo- me miró un segundo y yo lo aproveché para atacar su boca, al tiempo que volvía a entrar fuertemente en ella. -Estas tan húmeda- no podía para de embestirla. ¡Mierda! Comencé a besarla nuevamente para calmarla, aunque fuera un poco. Cambié el ritmo, más profundo y lento, al poco andar notaba como sus caderas salían al encuentro de mis arremetidas, no me di cuenta cuando estas iban en aumento, iba cada vez más rápido, más fuerte. El aire comenzaba a fallarnos a ambos. -Tú serás mi muerte…Y Satanás me recibirá en las puertas del puto infierno, pero no sin antes acabar contigo- Su espalda se arqueó, las contracciones en su interior eran fuertes.
-¡NO!- comencé a acelerar como un poseso -Aguanta un poco.
-Ahhh…por favor, por favor…Ya no puedo…
Me ardían las bolas, sentía esa corriente eléctrica en la parte baja de mi espalda.
-¡Dámelo, Ahora!- Gritó y jadeó mientras me succionaba fuertemente. -¡Por el Jodido Cristo! ¡Candy!- Mi cuerpo temblaba mientras me derramaba en ella…
****************************************************
Hace ya un par de meses que somos amantes. Durante el día me ignora, no existen las notas románticas, ni encuentros furtivos. Me trata con absoluto desdén en reuniones de familiares y durante todo ese tiempo, el cuerpo me arde. Pero cuando llega la madrugada, todo eso cambia, llega por mi ventana. Se entrega entera y yo la tomo como se me viene la real gana.
A veces su comportamiento en la cama me produce miedo, si no fuera por nuestra historia juntos, diría que me mira de manera distinta. Sin embargo se va sin decir nada y antes de despuntar el alba. Podría darme por satisfecho, pero soy consciente que con el paso del tiempo y con cada encuentro, cada vez que me vierto en ella siento confesar mis reales sentimientos. Que sin ella muero, que se ha vuelto mi cielo, mi alma ¿mi redención?
Sin saber porque temo el mañana....
Continuará...