AUTOR SHALOVA
TÍTULO
Sus ojos casi que no se querían abrir, pero el intenso aroma a tocino crujiente sobre la estufa y huevos revueltos hizo que su estómago rugiera.
–Mmm qué rico que huele mmm Ahhh [bostezo] que pereza…
Su visión era un tanto borrosa; presurosa comenzó a buscar sus lentes de forma un tanto torpe, encontrándolos sobre una mesita a un costado de la cama, de forma perezosa se los colocó. Enfocando mejor la mirada una rubia mujer se percató que la habitación en la que estaba no era la suya. Dejando su pereza a un lado, sus verdes ojos comenzaron a duplicar su tamaño. Pegando un salto de la cama se puso de inmediato de pie
– ¡Santo dios! ¡Carajos, carajos, carajos!
El corazón le latía a mil; pues ya con los lentes puestos pudo divisar que ese no era su cuarto ni tampoco era la habitación de alguna amiga suya; pero lo peor era que al mirarse ya de pie se encontraba solamente vestida con su ropa interior.
–¡Mierda!
De manera abrupta buscó algo con que cubrir su casi desnudes, tomando lo que primero encontró al alcance de su mano se arropó como si con eso su nerviosismo se fuera a aplacar. Se sentó en la cama para tratar de recordar todo cuanto había pasado la noche anterior. Sus manos trataban de peinar su desordenada melena rubia que en ese momento parecía no querer cooperar.
–Piensa Candy, piensa ¿¡qué carajos hiciste anoche!?’
A su mente se vino la despedida de soltera de su amiga Annie, la sexta de sus amigas que se casaba y la sexta vez que sería dama de honor de otra boda. Ya a sus 30 y tantos años había perdido la esperanza de ser ella la novia y solo se había resignado a ser la “eterna dama de honor” de sus amigas.
–Tranquilízate Candy, esto tiene una explicación lógica. Solo tienes que recordar
Su cabeza le comenzó a recordar de a poco todo lo ocurrido. Todo empezó de manera calmada, imágenes de ella disfrutando tranquilamente de una noche de amigas, bebiendo y divirtiéndose con el karaoke; hasta que Eliza apagó todas las luces de la mansión y a grito vivo llamó la atención de todas las mujeres ahí presentes.
–Atención señoras y señoritas, niñas no porque dudo que a estas alturas alguna de ustedes lo sea, ja, ja, ja. Se cierra el karaoke y empieza la verdadera fiesta.
Música sensual a todo volumen fue lo que rodeó el ambiente y de repente una sola luz se encendió para iluminar a 3 hombres que se encontraban vestidos de vaqueros en medio de la gran sala.
–¡Los vaqueros! ¡Claro! Los bailarines exóticos que dieron el show a media noche. ¡Santo dios, Candy! ¡Te subiste a la cintura del vaquero como si fueras una loba en celo!
Conforme la rubia mujer se iba calmando, su mente iba de a poco recordando todo aquel desenfreno ocurrido la noche anterior. La voz de una de sus amigas resonó en su cabeza.
–¡Vamos Candy! ¡Deja los remilgos y ven a divertirte! –Era el pedido de su amiga Elena, que a esas alturas ya la había agarrado del brazo para que se acercara más a los bailarines.
–Espera –Le había dicho– Antes que nada necesitas dos vasos de tequila para templar tus nervios.
Antes de que la rubia pusiera objeción alguna, Elena agarraba dos shots de la embriagante bebida y se los daba de tomar de un solo golpe a su amiga.
–Ahora sí, estás lista para el rodeo de tu vida. ¡Vé por tu vaquero!
Elena era su compañera en el trabajo. Una mujer de 23 años, contextura algo robusta, tez canela y brillantes ojos negros que parecían haber sido sacados de la oscuridad más pura. Su actitud era algo desenfadada ante la vida; y como no serlo, se decía Candy, si era prácticamente una chiquilla queriendo madurar.
Las dos mujeres eran maestras de escuela, Candy atendía el segundo grado, mientras que Elena era la profesora parvularia. Físicamente eran como el día y la noche. Mientras la una tenía una larga melena rubia siempre sujeta en un moño alto, la otra llevaba su melena corta ondeando al viento. La rubia vestía de falda sastre y blusa blanca hasta el cuello, la pelinegra usaba jeans y camisetas. Candy se había vuelto un anto callada y taciturna, algo que contrastaba con el carácter intrépido y siempre hablantín de Elena. Lo único que tenían en común era su amor por la enseñanza a los más pequeños.
Candy pensaba que a sus treinta y tantos años ya no era el momento de andar en jeans por toda la escuela; para ella esa etapa ya había pasado. Ahora era una profesora de aspecto recto y algo ceñudo, su look lo complementaba con un par de lentes negros que casi no dejaban ver el verde jade de sus ojos. A pesar de que su forma de vestir era recta y formal, ella siempre tenía la mejor actitud para con sus niños.
Las dos mujeres se llevaban extremadamente bien en el trabajo y gracias a eso su amistad se había fortalecido. Ese lazo de hermandad entre ellas es lo que había orillado a Elena tenderle una pequeña trampa a su rubia amiga. Todo con el propósito de que la rubia dejara a un lado esa amargura que le había ocasionado su divorcio 2 años atrás.
Candy seguía sentada en esa cama tratando de que poco a poco sus recuerdos regresaran. Ella no era de ingerir alcohol, pero esa noche todo se desbordó. Esos shots de tequila habían sido el detonante para que la rubia dejara a un lado su escudo de rigidez con el que se había vestido los 2 últimos años.
Eran hombres espectaculares, de torsos bien definidos, cintura estrecha y brazos de dioses griegos. El uno era un pelirrojo de piel bronceada y boca sensual; el otro era un hombre alto de melena castaña hasta los hombros y de piernas de infarto; y el tercero era un rubio que parecía haber salido de una revista de hombres sexys. Todos tenían facciones varoniles y se presumía que eran apuestos, ya que sus rostros casi no se podían apreciar por la máscara que los cubría.
El show fue de infarto. Todas y cada una de esas mujeres estaban más que idiotizadas con los sensuales movimientos de caderas de aquellos vaqueros. Las mujeres a grito vivo pedían que cada prenda masculina sea retirada y los hombres, ni cortos ni perezosos, complacieron a las audaces mujeres que no dudaban en toquetear esos pectorales que invitaban al pecado. A más de una se le fue la mano rozando un poco más que sus esculturales espaldas; sin embargo, eso parecía no molestarlos en lo más mínimo, es más, parecían querer complacer a las féminas en todos sus más alocados sueños eróticos.
Eliza y Luisa fueron las más atrevidas. Sin dudarlo sus manos tocaron a placer el cuerpo de aquellos bailarines que parecían gozar con cada roce de las manos femeninas. El pelirrojo se encargó por completo de la novia que al parecer se había olvidado que al día siguiente tendría un matrimonio por delante. Mientras tanto, el castaño y el rubio se dedicaron a complacer a cada una del resto de las mujeres que morían por tocarlos.
Vasos de tequila iban y venían y con cada sorbo, la conciencia de la rubia se fue nublando.
–¡Me lleva el diablo! ¿Por qué carajos tomé de esa manera? Ahora no recuerdo tan bien lo que pasó.
Cerrando sus verdes ojos llegaron a ella imágenes de ella bailando de manera descarada con aquel castaño vaquero que sin pudor alguno le apretaba la cintura invitándole a que ella haga lo mismo con él. El sudor corría por los candentes movimientos de cadera que él impregnaba en la mujer y que ella disfrutaba. El olor almizclado que emanaba de ese hombre la tenía más que embobada, al punto que no pudo evitar lamer su cuello y él con una sonrisa de medio lado había aceptado gustoso.
Al ritmo de la música la hizo girar y pegó sus glúteos a la pelvis de él. Ella solo dio un respingo ante ese contacto, haciendo que su boca se entreabriera y comenzara a jadear.
La lengua del castaño comenzó a recorrer el lóbulo de su oreja haciendo que los vellos de su nuca se erizaran. Al sentirla temblar entre sus manos él solo emitió una pequeña carcajada en su blanco cuello y en un movimiento casi imperceptible rozó sus pechos haciendo que los rosados botones de estos se erizaran.
Se sentía húmeda y dispuesta. Ni siquiera en sus años de matrimonio había sentido tanto fuego en su entrepierna. Estaba tan excitada que no dudó en girarse y subirse en el regazo de aquel macho que la hacía estremecer. Literalmente sentía sus bragas totalmente húmedas y a punto de salirse solas.
Candy volvió a abrir sus ojos de manera desmesurada al recordar esa candente vivencia
–¡Carajo, carajo! me subí sobre él como loba en celo. Pero que se puede esperar de una treintona que ha tenido 2 años de celibato y eso unido al pésimo sexo con el patán de mi ex… ¡Dios, estaba arañando las paredes por la necesidad!
La mujer buscaba una nueva excusa para sus actos. De nuevo volvió a recordar lo sucedido la noche anterior.
Las luces poco a poco se iban encendiendo, haciendo que los vaqueros se separarán de las mujeres. Con gesto caballeroso agradecieron a las féminas y luego se perdieron entre las puertas laterales. El show terminó no sin antes de que Eliza anunciara el último premio.
–Bueno chicas, creo que esta noche estamos más que calientes. Pero no podemos irnos a nuestras casa sin antes hacer la rifa del premio que nuestra novia entregará a la dama de honor ganadora.
Un grito ensordecedor se escuchó en la sala, esto hizo que Candy no notara el guiño cómplice entre Eliza, Annie y Elena. Eliza tomó la palabra y con vo juguetona anunció de que se trataba el concurso.
–El nombre de cada una de nosotras está en esta ánfora y ahora será la misma Annie que sacará el nombre de la ganadora.
[Música de suspenso]
–Y el ticket ganador es para…. Candice White.
Otro griterío de mujeres se hizo presente. La rubia mujer se puso de pie dispuesta a aceptar el regalo ofrecido, pensando que este sería un peluche o en su defecto algún juguete erótico. Mayor fue su sorpresa cuando Annie le entregó a la rubia un sobre cerrado y con una extraña tarjeta en su interior.
–¿Qué es esto Annie?
–Mi querida Candy, es tu ticket ganador y te dará la noche de tu vida.
–¿Acaso es un boleto a las Bahamas?
–¡Uff! ¡Mucho mejor que eso! Este ticket te llevará de viaje a las estrellas.
Sin decir más, la novia le dio un beso a su amiga y guiñandole un ojo se marchó. Una a una las mujeres fueron abandonando la mansión, hasta que fue el turno de Candy en irse. Elena se apresuró a hablarle a su amiga para que ella solo se sentara a esperar.
–Candy no te preocupes, yo ya llamé a un taxi de alquiler que te llevará a tu destino, solo siéntate aquí y espera a que él venga por tí.
–¿Y tú no vienes conmigo?
–¡Para nada! Un hermoso rubio de escultural figura me espera allá afuera y yo estoy que me quemo.
La sala quedó vacía, sólo Candy se encontraba sentada en el sofá con los ojos cerrados en espera de que su taxi llegara. De pronto una voz la sacó de su modorra.
–¿Nos vamos?
–¿Eh?
En su delante estaba un hombre alto, de cabellera castaña y de hermosos ojos azules que la observaba de manera picaresca.
–¿A qué se refiere? ¿Es usted mi taxi?
–Digamos que sí. Vamos.
La mujer no puso objeción. Apenas se subió el el auto de color marrón se tumbó en el asiento posterior y comenzó a roncar como si no hubiera un mañana.
–¡El sobre!
Candy comenzó a buscar el dichoso sobre para saber su contenido y así encontrar una explicación a lo ocurrido. Encontró el famoso sobre encima de la misma mesita donde anteriormente habían estado sus lentes. Con manos temblorosas lo abrió encontrando en el interior del mismo 3 tickets de obsequio. En voz alta empezó a leer.
–Aquí dice: Válido por un beso, válido por un abrazo, válido por una cita. ¿Pero qué demonios es esto? ¿Acaso Annie me ha visto tan desesperada que me han regalado una cita a ciegas? ¡Aug! ¡Qué deprimente les debo parecer!
De pronto, como si fuera una cubeta de agua fría, la realidad golpeó de lleno a la ojiverde. ¿En el departamento de quien había pasado la noche? ¿Acaso se acostó con un completo extraño? Con el alma en un hilo se atrevió a salir de la recámara y avanzar por el pasillo de aquel departamento.
De pie en la cocina pudo observar la espalda ancha de un hombre de cabello castaño que a duras penas estaba cubierto por un boxer y un delantal. Sus manos preparaban con total tranquilidad algo que ella no podía distiguir. Como si fuera en cámara lenta, el hombre en su delante giró para mirarla de frente. Su boca formó una O al momento de reconocer que aquel hombre semidesnudo no era otro que el vaquero de la noche anterior. En medio de su turbación la sensual voz del castaño hizo que saliera de sus cavilaciones.
--¿Té o café?
Continuará......
¿Qué dicen chicas? ¿Se animan a averiguar que pasará en ese desayuno?
Última edición por SHALOVA el Miér Abr 27, 2022 10:27 pm, editado 1 vez