CAPÍTULO 4: TICKET DOS: LA CITA
«Eres una mustia, mosca muerta » Eran las palabras que resonaban una y otra vez en su cabeza; como paradoja de la vida era la misma frase que su ex marido le había dicho como excusa para solapar su infidelidad.
–No más… nunca más alguien magullará mi espíritu. –Se dijo para sí mismo en voz alta.
Miraba su reflejo en el espejo de la habitación una y otra vez. Si bien a sus 30 y tantos tenía una agradable y esbelta figura gracias a sus caminatas matutinas y al continuo desgaste que tenía a diario con sus alumnos, no era menos cierto que ya iba siendo hora de tonificar sus músculos y ayudar a la madre naturaleza a mantener todo en su puesto. –Necesito pilates– se dijo.
Estaba algo triste, no podía negar ese hecho, pero volver a acongojarse por un hombre; eso si que no. No volvería a pasar por algo así. Después de haber sido besuqueada intensamente por un completo y exquisito extraño, sintió que ya no era la misma Candy de los días anteriores. Aunque pareciera extraño, aquella sesión de besos ardientes le había devuelto la seguridad que su ex esposo se había llevado con el divorcio.
Nuevamente se miró al espejo y decidió que ese moño alto con el que se había acostumbrado a peinarse ya no iba más, ni mucho menos esos espantosos lentes que poca gracia le hacían a su cara. Tomó su bolso y decidió tomarse lo que quedaba del domingo para su arreglo personal.
EL periodo escolar estaba casi por empezar y a ella solo le restaban unas pocas semanas de sus vacaciones, así que era la oportunidad perfecta para aprovecharlas al máximo. No quería regresar al aula de clases viéndose como la acartonada Miss White. El cambio de look era inminente y con ello después de dos largos años por fin daba por terminado ese capítulo en su vida llamado Edward Jhonson.
El primer día de clases llegó y con ello la algarabía de los niños volvía a inundar las calladas aulas.
–¡Wooow Candy!
–¡Hola Elena!, ¿cómo estás?
–Yo bien dentro de lo que cabe, pero veo que a ti te fue de maravilla con… el premio. ¡Pero si pareces otra! ¡Qué emoción! Quedaste perfecta.
[risitas] –Vamos Elena, deja de molestar con eso del ticket ganador. No has parado de insistir por medio de los mensajes en que te cuente lo ocurrido. Ya te dije que ese tema está cerrado.
–¡Vamos mujer! ¡No me vas a dejar con esta intriga! Si no he ido a tu apartamento es porque en reiteradas ocasiones te habías negado. Hasta llegué a pensar que estabas disgustada con nosotras por el pequeño complot. Pero la realidad es que te has puesto muy hermosa. ¡Que buena mano la del vaquero ja, ja ,ja!
–¡Elena! [risas]
El día de trabajo pasó volando y Elena no perdió la oportunidad de buscar a su amiga y acorralarla con preguntas.
–¡Vamos Candy, cuéntamelo todo! Dime, ¿ese hombre es tan espectacular en la cama como lo es moviendo las caderas?
–Bueno… es que no lo sé.
–¿¡Cómo que no lo sabes!? ¿y tus boletos?
–Bueno, es que para ser honesta solo he usado un ticket de los 3 que me gané. El del beso. [suspiro] Pero amiga, si te contara cómo fue que me besó, creo que me derretiría aquí mismo de solo recordarlo.
–Oh… así que solo usaste uno. ¡Por eso él ha estado insistiendo!
–A qué te refieres con que él ha estado insistiendo. ¿Acaso él te ha preguntado por mi?
–Bueno Candy, por eso me urgía saber cómo es que te fue con el vaquero. Después de ese día él me ha llamado algunas veces pidiendo por favor le dé tu número de celular.
Candy no dijo nada, solo siguió caminando en compañía de Elena hasta que llegaron a una cafetería. En ese sitio por fin la ojiverde pudo explicar todo lo que había ocurrido entre ella y el dichoso vaquero, claro obviando las partes más candentes de su vivencia.
–Por eso te pido que no le des mi número a ese hombre. Estar en su apartamento fue una experiencia maravillosa, me hizo sentir tan deseada que me convertí en plastilina entre sus manos. [suspiro] Ni Edward me ha hecho sentir eso que despertó en mí ese vaquero. Pero, la verdad es que fue muy desagradable encontrarme con su ex amante ahí, parada en la mitad de la sala y acusándome de cuanta barbaridad se le ocurría. Y según entendí, entre ellos hay una hija de por medio; así que en ese lío yo no quiero estar.
Elena cayó por unos instantes, dudaba si darle la información que sabía sobre ese hombre, pero al ver un dejo de tristeza en los ojos de su amiga decidió que bien valdría la pena dar una pequeña pelea por ese bizcocho.
–Pero Candy, él ni siquiera estuvo casado con esa bruja
–¿Cómo sabes eso?
–¿Recuerdas al rubio con el que me fui la noche del baile?
–Mmm…algo. La verdad es que me moría de sueño esa noche y el alcohol me tenía atontada.
–Bueno, él es su compañero de fórmula en esos shows calientes que brindan. Cuando me vio preocupada por dejarte a solas con él, me dijo que tú no corrías ningún peligro con Terry.
–¿Y quién es Terry?
–¿¡Cómo que quién es Terry!? ¡El vaquero que te llevó hasta las estrellas con solo sus manos se llama Terry Granchester!
–¡Oh! Bueno, es que yo no quise saber su nombre. Sentía algo de vergüenza.
Elena rodó sus ojos en señal de frustración. Candy siempre sería Candy; aunque tuviera 30 años siempre sería una chica criada a la antigua.
–La cuestión es que mi rubio me contó que Terry no siempre hace estos shows, a pesar de ser muy, pero muy solicitado por las damas, él solo escoge ciertos tipos de clientes para hacerlos. Él solo lo hace para poder pagar la extremadamente cara manutención de su pequeña hija que tiene con una bruja sangrona. Esa mujer solo utiliza a la niña para sacarle dinero, pues si no le pasa la cantidad que ella le exige, simple y sencillamente no le deja ver a la niña.
–¡Pero qué mujer! ¿cómo puede utilizar así a una niña?
La pelinegra percibió el interés que Candy puso en la conversación; así que se animó a seguir contando lo que sabía.
–¿Sabes algo? Los tres vaqueros son abogados y juntos conforman un bufete, pero el rubio y el pelirrojo hacen esas presentaciones porque les gusta, por placer como se diría. ¡Son unos calientes! más no así Terry. Albert me contó todo esto que te digo, para que de una u otra forma me tranquilizara.
–¡Caramba! Con qué confianza lo llamas Albert
[suspiro] –¡Ay amiga, qué te puedo decir! Yo, mulata hasta los pies y el rubio como el sol…[risitas] si hasta parecemos la canción de Arjona [risitas] Pero la verdad es que ese hombre me dejó encantada. Lamentablemente es un “bolsa alegre” y eso no va conmigo. En fin, a mi rubio tendré que dejarlo como un bello recuerdo, pero lo tuyo es diferente.
–¿Y por qué lo mío es diferente?
–Porque él quiere ubicarte, darte una explicación. Si fueras solo un negocio él simplemente no trataría de encontrarte. ¡Vamos Candy! Dale la oportunidad de que te cuente su versión de las cosas. Ahora puedes usar el ticket de la cita y que sepas todo de su misma boca. Quien quita y puedan entablar una amistad; además, siempre es bueno tener a un abogado de amigo.
Ese día Candy no pudo dejar de pensar en las palabras dichas por Elena. Ella no podía prejuzgar a Terry por unas cuantas frases dichas por esa odiosa mujer. Al término de la semana le había pedido a Elena el número del vaquero ojiazul para poder llamarlo.
[ring…ring…ring]
–Si, aló
–¿Hablo con… Terry?
–¿Quién quiere saber?
La rubia tragó en seco al volver a escuchar esa seductora voz. Estuvo tentada a colgar la llamada, pero ya de nada serviría hacer eso si su número ya estaba registrado. Se armó de valor y prosiguió hablando.
–Soy Candy, la del ticket ganador. ¿Me recuerdas?
–¡Candy! ¡Candy White!
–Si, esa soy yo. Llamo para saber si aún puedo hacer uso de un segundo ticket. El de la cita, si es que todavía se puede.
–Preciosa, siempre estaré a tu entera disposición. Dime ¿a qué hora paso por tí?
–¿A las 8 pm te parece bien?
–¡Perfecto! Princesa, no olvides pasarme tu ubicación.
Estaba nerviosa, miraba una y otra vez su apariencia en el espejo. Estaba consciente de que esta no era una cita de amor, solo era una cita para conocer a alguien que bien podría ser su amigo.. «Claro… mi amigo después de todo lo que su boca me ha tocado. Si claro Candy, él solo va a querer ser tu amigo, ¡ash!» pensó.
Ya con el celular en la mano a punto de marcarle a Terry para cancelar la cita, el timbre de su puerta sonó. Ya no había oportunidad de echarse para atrás, él estaba ahí. Con nervios abrió la puerta y lo vió de pie en su puerta. Si de vaquero se lo veía estupendo, vestido de traje y corbata estaba de infarto. –Hola– Fue lo único que atinó a decirle.
–¡Princesa, que dicha volverte a ver! ¿Estás lista?
–Claro
–Perfecto… ¡vamos!
Esa sencilla palabra “vamos” fue el preámbulo para una magnífica velada. Él la llevó a un restaurante italiano precioso, pero a la vez muy discreto. El “Piccola Rossini” era de esos lugares sobrios y elegantes con un toque de oscuridad, ideal para una cena romántica, pues al parecer esa noche habría una presentación en vivo. El menú se presentaba variado y exquisito; la tenue luz del lugar envolvía de una atmósfera especial a la pareja. Con fina coquetería el castaño acomodó a la rubia en la mesa y este aprovechó el momento para por fin presentarse como era debido.
Sosteniendo la mano de la bella rubia depositó un suave y sutil beso en el dorso de la misma para luego presentarse.
–Señorita White, permítame decirle que está exquisitamente bella esta noche, y es un verdadero placer para mí compartirla con usted. Creo que dada la ocasión me presentaré formalmente. Terrence Granchester a sus pies.
Ella sonrió. –Un gusto señor Granchester.
La conversación estuvo llena de trivialidades y anécdotas de ellos, pues fue la ocasión perfecta para que ambos se conocieran sin que existiera de por medio un ambiente tan sexual como lo fue la despedida de soltera en la que se conocieron.
Risas y bromas fue lo que predominó en la velada. Candy jamás pensó que el cupón para la cita fuera un obsequio tan espectacular.
–¿Así que eres maestra?
–Si, y modestia aparte soy muy buena en lo que hago. Amo mi trabajo y adoro trabajar con niños. ¿Y tú? ¿A qué te dedicas?
–Soy abogado. Y en ciertas ocasiones bailarín exótico.
Por largos minutos reinó un silencio que el castaño supo bien cómo interpretar. Bien podía inventarse una mentira para justificar su presencia en la despedida de soltera de Annie, pero quiso ser honesto con esa mujer que en realidad le interesaba.
–Sé que te preguntarás cómo es que un abogado puede terminar como bailarín exótico.
–Terry, no necesitas explicarme nada. Eso es parte de tu vida privada.
–Tienes razón, es mi vida privada, pero necesito que sepas los motivos. No me agradaría que tengas una imagen de mi que no es la correcta.
Cuando me gradué de abogado comencé a trabajar en el prestigioso bufete de mi padre; los primeros años fueron excelentes, pues ganaba experiencia y prestigio, pero las cosas cambiaron cuando su socio decidió traer a su hija a trabajar con nosotros, Susana Marlow, la mujer que conociste semanas atrás.
Candy no supo el porqué esa pequeña revelación le estaba causando una molestia en su pecho. Trató de mostrar una sonrisa en todo momento, pero lo cierto era que la sola mención del nombre de esa bruja le revolvía el estómago.
–Me imagino que entre ustedes nació el amor y eso es algo hasta cierto punto normal en los compañeros de trabajo.
–No fue tanto así. No niego que tuvimos un amorío por algún tiempo, pero todo se complicó cuando ella empezó a pedirme papeles de suma importancia para el bufete. Para no alargar el cuento, el señor Marlow terminó por utilizar la firma de abogados de mi padre para avalar negocios fraudulentos. Mi padre pensó que yo estaba envuelto en ese embrollo y me echó de la firma quitándome todo el prestigio como abogado.
–¡Caray! ¿Y por qué tu padre no te creyó?
–Porque Susana se encargó de meterle cucarachas en la cabeza a mi padre. Yo no pude mandarla al diablo; pues me salió con la noticia que estaba esperando un hijo mio.
Como ves, a mis 27 años tuve que empezar de cero y con una deuda enorme; pues me tuve que hacer cargo de Susana y todos los gastos que ella exigía. Los únicos que creyeron en mí fueron Albert y Neal. Con ellos fundamos un bufete y poco a poco nos estamos haciendo de prestigio.
–Y si les va bien, ¿por qué están trabajando de bailarines exóticos?
–Albert y Neal lo hacen por placer, yo lo hago porque es un excelente ingreso adicional que me sirve para pagar lo que Susana me exige. Además ni te imaginas cuantas clientes hemos conseguido en esos sitios. Muchas son mujeres en trámites de divorcio y con ganas de dejar sin ningún centavo a sus maridos.
Candy se sonrojó ante aquel comentario, casi que se sintió identificada, pues si ella hubiese contado con un buen abogado cuando fue su divorcio, también hubiera querido dejar sin un centavo al perro arrastrado de Edward.
–Terry, no sé qué decirte. Trabajo con niños y sé lo espantoso que es cuando sus padres no están juntos; ni que decir cuando son utilizados como moneda de cambio.
La rubia entristeció, pero Terry tomó su mano y la besó dulcemente para que ese sentimiento desapareciera.
–No te aflijas por eso Candy. El dinero se hace de una u otra manera, pero me da la satisfacción de que puedo mantener a mi hija y la puedo visitar sin que ella me lo impida. Si bien es cierto que a ella la mueve el dinero, a mi me mueve el amor que siento por mi pequeña Natalia.
De pronto la música del saxofón empezó a llenar el ambiente, las luces del lugar bajaron su intensidad y el ambiente se tornó irreal. Una bella balada era entonada y Terry no dudó en pedirle a Candy un baile.
–Ven– fue lo único que le dijo y ella sin pensarlo dos veces fue con él.
Con sus manos alrededor de su cintura sentía que el mundo a su alrededor desaparecía. La forma en que él la llevaba era magnífica, como si cada nota musical fuera hecha para bailarla ellos dos. De manera discreta él acarició su espalda y ella posaba sus manos sobre su blanca camisa. Agradeció silenciosamente haber escogido un vestido que dejaba su espalda descubierta; pues así podía sentir las cálidas manos de él recorrerla y acariciarla. Se sentía tan bien entre sus brazos que no dudó en posar su cabeza sobre su amplio pecho y él gustoso la recibió.
En medio de las notas se perdieron, ella cerró sus ojos para sentirlo y él acercaba su rostro para aspirar el aroma de su cabello delicadamente trenzado. El castaño pensaba que esto era una locura, apenas si se habían conocido y en circunstancias indecorosas, pero con aquel baile parecía que desnudaban sus almas. Ella era perfecta, tal cual como la había descubierto; con su apariencia acartonada o con el sensual vestido negro que llevaba esa noche, ya no importaba; ella era perfecta para él.
Delicadamente subió sus manos para tomar de manera sutil el rostro de ella. Con sus pulgares delineó los rosados labios de la mujer y con su mirada zafiro rogaba por un beso. Las verdes lagunas de ella brillaban con si en su interior se reflejara la luna. Con su boca ligeramente entreabierta le dio el permiso que él tanto pedía.
Un suave y delicado beso fue dado. Entre susurros se escuchaba decir “me gustas” “ me gustas mucho” Entre beso y beso ya no se supo de quién eran las palabras, solo se sentía el loco palpitar de esos corazones que en esa noche se habían encontrado.
La hermosa velada terminó y él la llevó hasta su apartamento. Mientras conducía un cálido silencio se instaló entre ellos. Ella posó su cabeza en su hombro y él de cuando en cuando giraba su cabeza para besar su dorada cabeza.
Estando en la puerta del apartamento, ella le regaló una de las más hermosas sonrisas que él haya visto en una mujer. Era cálida y verdadera, nada que ver con todas esas prefabricadas sonrisas que las mujeres de hoy se cuelgan en la cara tan solo para conquistar. La sonrisa de Candy era genuina. Vaya que esa mujer le gustaba; tranquilamente podía asegurar que le encantaría cortejarla.
–Gracias Terry, gracias por todo. Fue una maravillosa cita.
–No tienes nada de qué agradecerme. Yo la he disfrutado tanto que me encantaría que se repitiera.
Ella abrió sus ojos cuan grandes eran para mostrar su asombro. Aquel hombre tan apuesto como un dios griego le estaba pidiendo una nueva cita. Casi que no lo podía creer.
–Yo… yo… solo me queda un cupón.
–Candy. Esto que te digo no tiene nada que ver con tus cupones. Me gustas y me encantaría que esta noche no terminara jamás.
El hombre se acercó para darle un tierno beso en su frente. Moría por besar sus labios, pero no quería que ella confundiera su pedido. El la quería para algo más que simple sexo, él la quería para amarla de verdad.
Depositó un tierno beso en los labios de ella y con su diabólica sonrisa de medio lado le dijo.
–Mañana vendré por ti. Espérame.
Ella solo asintió. Con un nudo en su garganta vio como él se marchaba. Cerrando la puerta tras de sí comenzó a sollozar quedamente. ¿Qué era lo que le estaba pasando con ese hombre? Ella era una mujer con experiencia en el amor, pero esto que le estaba ocurriendo ahora sobrepasaba todo lo anteriormente vivido.
–Me gustas Terry, me gustas mucho–. Musitó. Cerrando sus ojos y con una sonrisa ensoñadora se fue a su habitación.
Continuará….
Chicas, estamos a casi nada de terminar con este fic. Para las que se apunten estaremos obsequiando al final unas bellas firmitas de la portada de este fic con su nombre respectivo en el ticket ganador. Así que si te está gustando esta historia, pues apúntate para llevarte tu Terry encuerado.