Era la cuarta vez que miraba la hora en su celular. Nuevamente miraba su reflejo en el espejo a ver si se veía bien en su vestido floreado, cuyo look había complementado con un coqueto sombrero a juego. A pesar de ser las siete de la mañana, Candy ya estaba en pie, vestida y arreglada en espera de que Terry fuera por ella.
El reloj de pared dio las 11 y ella con total desilusión supo que él ya no vendría.
[suspiro] –Será mejor que me cambie de ropa. Esta segunda cita creo que ya se echó a perder. Sin embargo, a punto de cambiarse de ropa se dijo para sí mismo.
–¿Y por qué mejor no aprovecho el día? Un paseo dominguero para ponerme al día con mis lecturas no me vendría nada mal– Sin más, la rubia mujer se colocó sus gafas y salió con rumbo desconocido.
Uno de sus pasatiempos predilectos era leer, en especial si eran libros de corte romántico y mucho mejor si eran de época. Estaba sentada en la banca del parque al que siempre asistía cuando se perdía entre las letras de sus amadas novelas; queriendo retomar la lectura de un libro que hace poco había adquirido, abrió su bolso y sacó su nuevo ejemplar.
– “Una esposa de papel” Mmmm, veamos que dice la reseña. «Él es un viudo de 40 años que desea vivir una nueva vida en otras tierras; no desea un nuevo matrimonio, pues el que tuvo le dejó amargas cicatrices a él y a sus hijos.. Ella, una jovencita que lo único que desea es casarse por amor » parece interesante.
Capítulo tras capítulo devoraba la novela. El protagonista masculino le fascinaba, le parecía arrolladoramente atractivo y decidido; sin embargo, el personaje femenino le caía mal, se le hacía en ocasiones caprichosa y hasta insulsa.
Leyendo cada uno de los capítulos no pudo evitar preguntarse cuánto se parecía ella a la protagonista de esa novela. ¿Cuántas veces había estado ciega con las palabras de amor de su esposo Edward? ¿Cuántas mentiras le había dicho él y ella silenciosamente había aceptado? Sin duda muchas; pues la verdad siempre estuvo delante de sus ojos, pero ella nunca la quiso ver. Las llegadas tarde, las pocas ganas de salir con ella, y por último los contínuos “viajes de negocios” que duraban todo el fin de semana. A pesar de todo, ella siempre estuvo dispuesta a luchar por su matrimonio, pero al parecer solo era su deseo; pues su esposo hacía ya tiempo que no compartía el mismo interés.
Un largo suspiro salió de sus labios al darse cuenta que gran parte del problema fue de ella. No supo poner un alto a tiempo y dejó que Edward mermara su confianza y autoestima; todo por salvar algo que ya estaba muerto.
«No busques amor donde lo tengas que pedir, busca el amor donde te lo den sin pedirlo» Pensó en aquella frase que había leído por ahí y tenía toda la razón. Ella había esperado amor de quien ya no la quería; incluso ya no la valoraba. Meneó su cabeza para espantar esos fantasmas del pasado que ya no tenían cabida ahora; abriendo de nueva cuenta su libro, se volvió a concentrar en la trama de su novela.
La lectura la llevaba de apoco a ir involucrándose más en la trama sin percatarse del paso de las horas.
–¡Vamos niña! ¿¡Es que no puedes darte cuenta que ese tal Adam no te quiere!? Teniendo a ese bombón inglés a tu lado y tú lloriqueando por ese sinvergüenza de tu ex.
Estaba tan absorta en su lectura que no notó cuando alguien se colocó a su lado. De repente una sensual voz la sacó de su mundo literario.
–Quien fuera personaje de esa novela para que lo llamen bombón.
–¡Santo Dios! ¡Terry! Me has dado un susto de muerte
–Ja, ja, ja. Hola, princesa.
–¿Cómo supiste que me encontraba aquí?
[suspiro] –Fue una labor titánica, pero conseguí hablar con Elena y ella me supo decir que normalmente te gusta visitar este parque para disfrutar de tus libros.
Candy sonrió, guardó su libro y comenzó a caminar junto a Terry sin querer averiguar el porqué no había llegado a su cita en la mañana. De pronto, un extraño ruido se escuchó.
–¿Qué es eso? –Preguntó él un poco extrañado
–Es que… creo que mi estómago necesita algo más que un vaso extra grande de café.
–¡Candy, son más de las 2 de la tarde! ¿Me dirás que aún no has comido nada?
–Pues así es. La verdad es que salí a desayunar algo ligero y solo compré un café. Vine al parque que me gusta y me senté a leer. Creo que me perdí en mi burbuja literaria.
–Vamos– La tomó de la mano y se la llevó de ahí.
Se dirigió al carrito de comida más cercano que encontró, y sin pensarlo tan siquiera, solicitó servició.
–Dos hot dogs con todo, por favor.
–Enseguida caballero.
El castaño veía con singular aprecio la manera en que Candy devoraba su hot dog. La mujer bien podía comer en el más fino y elegante restaurante italiano o en la más humilde de las carretas, que siempre disfrutaba de sus alimentos como si fuera el mejor de los manjares. Qué diferencia había entre Candy y su ex amante, Susana. A esa mujer parecía que ni todo el dinero del mundo la satisfacía. Al principio se había disfrazado de chica trabajadora y comprensiva, todo con el propósito de embaucar al hijo del dueño de la firma; y él como el más estúpido de los hombres había caído en su juego.
Aquella mañana de domingo no había podido asistir a la cita con Candy porque esa endiablada mujer se presentó una vez más en su departamento sin ser invitada.
******Flashback*****
–Jymmi, ¿por qué esa señora está en mi departamento sin que yo lo haya autorizado?
–¡Ay señor, usted más que nadie sabe lo endiablada que es esa señora!
Con el ceño fruncido, el castaño regresó a su departamento para sacar de una buena vez a esa mujer.
–¿Por qué demonios entras en mi departamento sin estar invitada?
–¿Y desde cuándo yo necesito autorización para entrar en este apartamento?
–Desde que te largaste con tu amante.
–¡Terry! ¡Tú tuviste la culpa de todo! Tu negativa a que seamos una familia con nuestra pequeña niña me obligó a buscar protección en otros brazos
–Lo que tu buscabas era una chequera más gorda que la mía. Al fin y al cabo me hiciste un favor al irte de una buena vez de este departamento. Dime ¿Dónde está Naty? Se supone que este fin de semana la pasa contigo.
–¡Ahg! Tus estúpidos comentarios siempre están fuera de lugar. Yo me hubiese quedado contigo si tan solo tú hubieras tenido más pantalones para exigirle a tu padre la parte de la firma de abogados que por derecho te pertenece.
El hombre no podía creer el tamaño de desfachatez de esa mujer. Al parecer la palabra remordimiento o vergüenza no era parte de su vocabulario. Ella quería que él reclamara una herencia que casi el señor Marlow había desbaratado por sus sucios y fraudulentos manejos.
–¡Vaya! Nunca terminas de sorprenderme. Después de que tu padre casi arruina al mío y tuve que abandonar la firma, aún así te atreves a pensar que le puedes sacar más provecho al asunto. En fin, tus ambiciones monetarias en la vida poco me interesan. Ahora responde, ¿Dónde está Naty?
–Está con la niñera. Solo pasé por aquí para pedirte otro cheque. Necesito ir al doctor por mi problema de migrañas. Tu contínuo rechazo ha provocado que me vuelva este terrible problema de migrañas.
El hombre estaba furioso, no había pasado ni un mes y esa mujer de nueva cuenta venía a pedir más dinero. Con palabras arrastradas espetó
–Lo que a tí te pase o te deje de pasar no es mi problema. Si te sientes mal sencillamente trae a la niña a vivir aquí conmigo y vete a pasar unas vacaciones a la Conchinchina. Yo no tengo ningún inconveniente en que Naty viva conmigo.
–¡Ahs! Ella es una niña pequeña y necesita de su madre. Así lo dictaminó el juez y tú no eres nadie para cambiarlo.
–¡Pero si la niña pasa más tiempo con esa niñera que contigo!
La pareja se estaba enfrascando en una de sus típicas discusiones, de pronto el timbre del celular paró la discusión. [ring, ring, ring] Él solo miró el número y colgó, no quería que Susana se diera cuenta quien era la persona que estaba al otro lado de la línea.
–¿Y por qué no contestas? ¡Claro!, debe ser esa zorrita que ya te está buscando.
En un movimiento rápido, la astuta mujer le arrebató el celular al castaño y lo aventó por la ventana del departamento.
–¡Carajo! ¿Acaso te volviste loca?
–NI tú ni nadie me va a ver la cara de idiota. Será mejor que te despidas de esa insípida zorrita, de lo contrario te haré la vida miserable.
El hombre estaba furibundo. Apretaba los puños para no ceder a la tentación de ahorcar ahí mismo a esa mujer. La tomó del brazo y la sacó de su departamento sin importarle que ella chillara.
–¡Lárgate de una buena vez de mi vida! Y no se te ocurra tocar a mi niña, sabes bien que te tengo vigilada y si le llegas a tocar un solo de los cabellos de Naty te juro que te buscaré hasta debajo de las piedras.
–¡Eres un patán, malnacido! Te juro que me las pagarás.
El portazo se oyó por todo el condominio. Terry tomaba su cabeza entre sus manos para tratar de que la furia no lo sobrepasara. Una vez que se hubo calmado tomó el teléfono convencional de su departamento e hizo aquella llamada que nunca hubiese querido hacerla.
******Fin del flashback******
Aunque ella no le había pedido una explicación por su ausencia en la cita de la mañana, él estuvo más que dispuesta a dársela.
–Candy, quiero pedirte una disculpa por no haber pasado por tí esta mañana. Se me presentó un problema que tenía que ser resuelto. Adicional a eso mi celular tuvo un pequeño contratiempo con la ventana de mi departamento, ahora mismo estoy incomunicado.
–No te apures Terry, te comprendo, pero ¿cómo ubicaste a Elena?
–Gracias a Albert.. Al parecer ellos tienen… lo suyo.
–¡Oh! Pensé que lo de ellos fue… solo esa noche…
–Quien sabe. Escuché a Albert muy emocionado en ir a un concierto con tu amiga, en fin. Gracias a que aún están en contacto pude hablar con ella.
Pasaron una agradable tarde juntos paseando por lugares que él con su ajetreada vida no se había detenido a observar. Jamás pensó que ver un sencillo atardecer fuera tan relajante y cautivador al mismo tiempo.
–¿Siempre vienes a esta colina a ver el atardecer?
–Cada vez que puedo, lo hago. Aunque amo mi trabajo, interactuar con niños es agotador. Así que cada vez que puedo vengo a la colina de este parque a observar el atardecer. La brisa que sopla y el ruido que hace al chocar con las ramas de este árbol se me hace muy relajante.
Sin más, la mujer se sacó el sombrero que mantenía sus rizos en perfecto orden y sin pensarlo dos veces dejó que la brisa del atardecer la envolviera como si de un cálido abrazo se tratara. No le importó que sus cabellos se desordenaran, solo quería sentir la brisa embriagadora.
Esa pequeña escena del viento alborotando los dorados cabellos de la mujer a su lado hicieron que él regresara su rostro y se detuviera a admirar el delicado perfil de la rubia. Su rostro resplandecía con tan solo mirar el atardecer y sus verdes pupilas brillaban con el destello de los últimos rayos de sol. Estaba realmente cautivado por esa mujer. No pudo evitar levantar su mano y acomodar unos rizos rebeldes que se empeñaban en cubrir su rostro. Inexplicablemente sus ojos reflejaban el cielo y él se perdió en los mismos.
De manera suave la tomó de su cintura y la atrajo hacia él para decirle lo que su cercanía provocaba en él. Quería decirle lo que él sentía. Tomó una de sus blancas manos y se la colocó sobre su pecho para que ella pudiera sentir cómo era que su corazón se ponía al tenerla así, tan cerca de él.
–Me gustas Candy, me gusta todo de ti. Tu cara, tu pelo, tu aroma.
Con cada palabra que el castaño le decía se acercaba más y más a ella hasta estar a milímetros de los temblorosos labios de la rubia. En un susurro ella le respondió..
–Tu… también me gustas y mucho… pero… tengo tanto miedo. Yo… yo no quiero volver a sufrir.
–Dame la oportunidad de tenerte entre mis brazos para cuidarte y amarte. Sueño con tu voz diciendome “te quiero” “te quiero mi amor”
–Yo…
La rubia ya no pudo esconder sus sentimientos, ella también quería estar entre sus brazos e intentarlo todo con él. Sin darse apenas cuenta sus manos soltaron su sombrero y buscaron el calor de su pecho. El encuentro de sus labios fue inevitable. Suaves y dulces besos fueron dados mientras el sol moría y daba paso al anochecer. El árbol en aquella colina fue mudo testigo de cómo un hombre y una mujer se daban una nueva oportunidad en el amor. Ella se aferró a su cuello y él a su cintura y entre susurros decían cuanto anhelaban estar juntos.
Entre risas cómplices entraron a un restaurante en busca de alimento, pues la noche los había sorprendido sin más alimento que unos dulces besos y unas cuantas caricias atrevidas.
–¡Muero de hambre!
–Me imagino. Pero no te apures, conozco al mesero y te aseguro que nos traerá al momento lo que pidamos.
Y así fue, Candy se comió todo cuanto había en ese plato y hasta repitió el postre. La cena fue estupenda, pero como todo lo que empieza acaba, el espléndido día de ellos también llegaba a su fin. Él la llevó hasta su departamento y como lo había hecho la noche anterior, la dejó al pie de su puerta.
La luna estaba en todo su esplendor haciendo que los dos se quedaran por varios minutos observándola, hasta que la rubia rompió el silencio.
–Bueno, creo que es hora de entrar. Mañana empieza mi día muy temprano y creo que por hoy ya tuve suficiente.
–¿Usted cree eso, señorita Pecas?
–¡Terry! ¡Qué dirán mis alumnos si te llegan a escucharme llamar así.!
–Pues, ellos saben que no miento. Su maestra tiene unas deliciosas pecas que adornan su naricita.
Los fuertes brazos de él formaron una barrera que la tenía atrapada. Entre pequeñas risas y tiernos besos, él la arrinconó contra la puerta. Los besos subieron de intensidad y las manos de él ya la apretaban a su cuerpo haciendo que la boca de ella emitiera un delicioso jadeo.
–Terry…
–Shh. No digas nada, solo déjame estar así por un momento más. Te prometo que luego me marcho, pero déjame sentir un poco más tu cuerpo.
Ella mordió su labio en señal de que su cuerpo también quería más que esos fogosos besos. Sin que se pudiera detener sus labios volaron hasta el cuello de él para darle pequeños mordiscos haciendo que el castaño gruñera de placer.
–Detente preciosa. Ese juego es muy peligroso.
–Yo…
Candy estaba agitada, su mente nublada y con su ser invadido por el deseo, no pudo evitar que su boca expresara lo que su cuerpo quería.
–¿Y si te digo que quiero usar mi último cupón?
–Señorita Pecas, usted sabe bien cómo se cobran esos cupones. ¿Estarías dispuesta a cobrar tu premio ahora?
Continuará....
¿Será que Candy quiere cobrar su ticket en ese preciso momento?