Menú de amor
Quizás debería de comenzar esta historia como las clásicas, cuando los protagonistas se presentan entre sí, se conocen, se gustan y enamoran para después comprometerse y luego casarse, tener hijos, tener una casa y un perro y vivir felizmente en una hermosa casa de un lindo suburbio Londinense; pero… decir que su relación no ha tenido altos y bajos sería decir mentiras.
Candice y Terry han tenido más bajos que altos, se la pasan la mayor parte del día peleando por una tontería que cuando menos lo esperamos terminan y vuelven. Alguna vez platicando con ambos supimos que esto, según ellos hace más divertida la relación, pero no… no es divertida, es agobiante y no para ellos, sino para los que los rodean. Por lo que una noche de éstas George se acercó a mí y me sugirió una brillante idea.
- Señor – me habla George.
- George, ¿pasa algo? – cuestiono sin entender el por qué me llama.
- Usted sabe que Dorothy y yo nos casamos por un menú de amor… - me suelta sonriendo.
- ¿De qué me hablas? – pregunto sin entenderlo.
- Sí, que alguien nos invitó a un restaurante – comenzó a contarme.
- ¡Ajá! – digo sin entenderlo.
- Y nos dio un menú de amor… - sigue contándome.
- ¿En serio? A ver platícame… - eso no sé qué es, pero me interesa.
- Sí mire, este tríptico es del restaurante que le digo… me extiende un tríptico que en el membrete dice “Recetarios de Amor, donde las parejas se comprometen”.
- Menú de amor… ¿crees que sirva de algo? – le pregunto a George.
- Podemos probar… - George me guiña el ojo.
- Bien, ¿cuándo los llevamos? – George exclama tomándose ambas manos como de manos a la obra.
Compromiso
- ¡Hola Candice! Te invito a cenar – le hablo a Candice.
- Albert, claro, tú dime dónde te veo y te veré ahí – me asegura ella por teléfono.
- Bien, te mando los datos… - aseguro, si la dejo dudar será capaz de no ir.
- ¡Ahí estaré! – me asegura antes de colgar.
- ¡Te veo allá! ¡Saludos! – le devuelvo el saludo y cuelgo.
- ¡Saludos! – me dice y cuelga.
- ¡Hola Richard! – ahora me toca invitar a Terry, pero no seré quién lo invite, sino Richard.
- ¡Hola Albert! ¿Qué puedo hacer por ti? - cuestiona Richard al ver el identificador.
- Necesito que invites a Terry a cenar contigo, pero irá Candice – refiero, obviamente no iba a ir a una cena donde ellos dos estuvieran.
- Por supuesto, necesitaría los datos – refiere él sin preguntar nada más.
- Te los estoy enviando en este momento – y así lo hago.
- Gracias – agradece, cuelga y llama a su hijo.
- ¿Terry? – pregunta él sin saber quién está detrás del teléfono.
- Papá, ¿qué pasa? – pregunta Terry ansioso.
- Te llamo para invitarte a cenar, ¿tendrás tiempo? – cuestiona Richard.
- Sí papá – Terry de inmediato acepta.
- ¿No saldrás con Candice? – cuestiona Richard curioso.
- Está enfadada conmigo, no creo – refiere él chasqueando la lengua y sin dejo de preocupación.
- Bien, te envío los datos, entonces – Richard envía los datos por teléfono.
- Sí – acepta y lo acepta cuando los ve.
- Te veo después, entonces – asegura Richard colgando el teléfono.
- Por supuesto – Y Terry hace lo mismo.
Por la noche…
- ¡Hola señorita, buenas noches…! Una reservación de William Andley… - pregunta Terry.
- Por supuesto, ya llegó, pase por aquí – le indica la hostess.
- Buenas noches, papá…, ¡ah eres tú! Y ¿mi padre? – le pregunta Terry a Candice
- Yo espero a mi padre… - refiere Candice.
Toc, toc
- Buenas noches, el Restaurante “Las fuentes mágicas”, les da la bienvenida – refiere otra señorita.
- Gracias – Terry y Candice agradecen al mismo tiempo.
- A ver, cena para dos – la señorita revisa una lista.
- No, para cuatro – refiere Candice molesta.
- No, el señor William Andley nos indicó que sería para dos solamente – informa la señorita.
- Bien – responde Terry, observando lo que ha pasado.
- Nos pusieron una trampa… - Candice intuye. Eso parece… - refiere Candice entre molesta y no.
- Pues disfrutemos al menos de la comida, aunque no sea de la compañía – suelta Terry con evidente acidez.
- Eso lo dirás por ti, yo si disfruto de mi compañía – explica Candice molesta por el comentario por alguien que se supone que la ama.
- ¡Graciosita! – exclama Terry, enfadado por lo que ella ha dicho
- Este es el menú… - la señorita entrega el menú y espera por la orden.
- Señorita, ¿dónde ha visto el amor aquí? – pregunta Candice cuando lee el membrete ya conocido.
- Es una broma, ¿verdad? - cuestiona Terry.
- Por supuesto que es una broma, tú nunca me has querido… - refiere Candice botando el menú.
- Mira, ¿quién lo dice? – Terry bufa y sonríe irónicamente.
- ¿Pueden guardar silencio ambos? – solicita la señorita.
- Bien – ambos responden.
- El menú de amor lo componen cinco tiempos: el aperitivo, primer plato, entremés, segundo plato y postre – la señorita comienza a recitarlo.
- Veamos si el joven aquí tiene tiempo para tanto – refiere Candice señalándolo.
- Según el señor William los dos no tienen actividades esta semana – explica ella dándoles dos calendarios.
- ¿De verdad? – algo que ambos no esperaban es que William los quitara de hacer su trabajo.
- ¡Eso debe estar mal! – refutó Terry.
- Esa es la información con la que contamos – afirma la señorita.
- Y ¿qué me dices tú…? – cuestiona Candice azotando el menú sobre el cuerpo de Terry.
- Pues antes me decías mi amor… - Terry ironiza el mote.
- ¿Antes me hacías caso? – susurra Candice con tristeza.
- ¿Nos podemos saltar al segundo plato? – pregunta Terry
- No – responde la señorita.
- ¿Al postre? – cuestiona Candice
- No, deben ir como se los he mencionado. El aperitivo es: hojaldres de corazón fundido. Estos hojaldres es un bonito detalle para una velada romántica. Por su sabor y la sencillez de la receta – recita la señorita que los observa con desgano. Sus ingredientes son:
8 Obleas de pasta de hojaldre
Huevo para barnizar
2 rebanadas de jamón de York
2 rebanadas de queso
Tiempo total: 30 min
Procedimiento:
• Con ayuda de un molde para cortar galletas o pastas con forma de corazón, se cortan las rebanadas de jamón y queso, calculando que, para el hojaldre, se necesitan dos rebanadas de queso y una de jamón. Procure no desperdiciar las rebanadas.
• Amase la pasta de hojaldre con suficiente harina y con el mismo cortador de corazón obtenga obleas en las cuales colocarán las rebanadas de jamón y queso a modo de relleno, con otra oblea se cubre la oblea anterior. Después, se aprieta con los dedos remarcando la forma del corazón para sellar ambas obleas.
• Se cortan con un cuchillo las obleas, dejando aproximadamente un borde de más o menos medio centímetro. Coloque los corazones pegados sobre una charola para pan y papel para hornear. Se barniza con huevo batido.
• Se hornea a 190ºC durante diez minutos hasta que los corazones se expandan y tengan un bonito color dorado. Se sirve cuando se hayan enfriado para que el queso siga fundido.
• Se pueden acompañar con una mermelada de manzana para dar un toque dulce a una cena en pareja.
- ¿Eso es todo? – preguntan casi en coro.
- Eso es todo – suelta la señorita.
- Prueben – les ofrece cuando unos meseros colocan un par de platitos en la mesa.
- Muy rico, tiene un sabor especial y… - refirió Candice que no podía quitarle las manos a las tres porciones que tenía sobre su plato.
- Muy ligero, buena idea – refiere Terry entendiendo a qué se refería. Como cuando comenzamos, ¿recuerdas? – respondió Terrence muy soñadoramente.
- Todo era distinto… había mucho amor… quizás sea por eso – rebatió Candice añorando ese año y ese momento.
- ¡Aún hay amor, Candy! – reclama Terry, sólo que ellos se habían perdido en algún lado.
- Pues la verdad, no sé, ¿por qué seguimos juntos? – cuestiona Candice viéndolo de reojo.
- Aún hay amor, sólo que al principio y hoy, son diferentes momentos – declara Terry.
- Diferente… ¿cómo? – Candice quiere saberlo.
- Sí, en ese momento ninguno conocía nada del otro y fuimos descubriendo los sentimientos y nuestras emociones, has cambiado mucho desde ese momento… - refiere Terry sincerándose con ella.
- Antes eras más atento… - refiere Candice observando los dedos de Terry, que la llevan a ese primer momento.
- He estado trabajando mucho, pero ¿no es eso lo que nuestros padres quieren? ¡Somos jóvenes! – explica Terry orgulloso de su estatus.
- Y ¿qué quieres tú, Terry? – Candice enfadada se preguntó y al mismo tiempo le preguntó a él.
- Por supuesto que te quiero a ti… pero de algo tenemos que vivir – Terry no quería explicar sus motivos, así que se salió por la tangente.
- Yo también trabajo – informó ella como dándole igual.
- Y te la pasas todo el día en el trabajo… - pero si ella quiere reclamarle, él también puede hacerlo. Si todo fuera como el inicio… – dijo Terry suspirando.
- Si todo fuera como el inicio, puede volver a serlo Terry – responde mirándolo detenidamente, Terry ya no era el muchacho que fue en ese entonces.
- ¿Cómo? – quiso saber el castaño.
- ¿Me lo preguntas a mí? – cuestiona Candice acongojada.
- ¿Aún me amas? – Terry quiere saber.
- Sí – confiesa ella bajando la mirada.
- Entonces, ¿por qué no me perdonas cuando te lo pido de corazón? – reclama él acercándose a ella, tomándola de la barbilla y mirándola a los ojos.
- Porque no ha sido una sola vez, siempre te he esperado a que me prestes un poco de atención, hasta que ya no quise esperarte – declara ella, así que era eso.
- Me gustaba que me esperaras, tu sonrisa y esa mirada ya no estaban allí, deje de venir a casa cuando ya no lo hacías más – le confiesa adolorido y rencoroso.
- ¡Pensé que no te importaba! – exclama ella retirando la mirada.
- Sí me importa, siempre te he dicho que te extraño cuando lo hago… pero bueno, tú eres así… como eres – resopla y se aleja haciendo que Candice observe su ancha espalda.
- Señorita Andley, ¿cómo era usted al principio? – cuestiona la señorita que los atiende y ha esperado en un discreto rincón.
- Era una linda jovencita alegre y jovial, muy curiosa y torpe – responde Terry, recordando la primera vez que la vio.
- ¡Terry! – lo reprime, torpe no es la palabra que ella hubiese escogido.
- Me gustaba que fueras torpe, te veías mucho más linda – sonríe el castaño haciendo que su novia se sonroje.
- Y ¿usted joven Grandchester? – pero no sólo ella era así, él también había cambiado tanto.
- Terry siempre fue muy maduro, incluso más que yo. Tenía mucho trabajo, pero… - Candice se detiene por un momento, no sabe qué decir.
- Señorita Andley se sale del tema – avisa la señorita.
- Sí, bueno… decía que era maduro, alegre y preocupado… aunque después se volvió frio y distante… - confiesa Candice.
- Creo que no me conoces del todo… - afirma Terry.
- Sí te conozco, pero no puedo decir que eras feliz, ni que eras alegre – confiesa Candice con ahínco.
- ¿Qué fue lo que te gustó de mí entonces? – cuestionó ya que si era alegre… no como antes, pero de que lo era, lo era.
- Lo que sentí cuando me abrazaste, fue bueno… muy interesante… desde ese momento quise casarme contigo… - confiesa ella.
- ¿Interesante? – creyó haber escuchado mal.
- Sí, interesante – afirma la rubia.
- ¡Entonces no me amas! – grita enfurecido.
- Sí te amo, pero no entiendes que todas las personas somos distintas, que amamos distinto – Candice se defiende y trata de explicar su punto de vista.
- ¡Eso veo! – Terry acepta que no la entiende, que desde hace tiempo no la ha entendido.
- Y que cada que te lo recuerdo te enojas y peleas conmigo – añade la rubia levantándose y yendo hacia una ventana que da a la terraza.
- ¡Alto! ¿Cuál es su conclusión? – cuestiona la señorita.
- Que yo maduré y él se alejó, se hizo más codicioso y me olvidó – menciona ella.
- No – recalca la señorita.
- Que yo no cambié y ella ya no me ama, sólo le parezco interesante – recuerda Terry con acidez.
- ¡Terry me has entendido mal! – exclama ella.
- Yo soy el que entiendo mal ¿entonces de qué estás hablando? – pregunta Terry sentido.
- ¡Sí has entendido mal! – vuelve a exclamar ella.
- ¿Qué es lo que según tú, he entendido mal? – cuestiona tomándola de los hombros.
- Que los dos hemos cambiado, hemos perdido la chispa de cuando nos conocimos – recapitula en un momento.
- Señorita, joven. En estos cinco minutos pueden decirse y hacer lo que ustedes quieran, los dejo solos – según las recetas de amor, este es el momento en que ella de desaparecer.
- ¡Esto es una pérdida de tiempo! – Terry la suelta.
- Y ¿qué harás? ¡No te has dado cuenta que nos han encerrado! – responde Candice cuando trata de salir de allí.
- Las brillantes ideas de Albert… - se oyen unos golpes.
- Si quisieras podrías ser como cuando eras antes… - resuelve Candice cuando se ha recargado en la pared.
- Ambos deberíamos ser como cuando nos conocimos – resolvió él cuando la vio retirar una lágrima de su mejilla.
- Platicabas más conmigo – susurra Candice.
- Puedo platicar más contigo – casi promete el rubio.
- ¿Me lo prometes? – quiere saber Candice.
- Creo Candice que debemos comprometernos a ser como éramos antes, no solo escribirlo… - refiere Terry que le ha dolido el tono que usa Candice en ese momento.
- Pero tendríamos que dejar de trabajar… - refiere ella.
- Podemos dejar algunas cosas de lado… dime ¿quieres? – Terry le insiste.
- Sí…
Candice y Terry han tenido más bajos que altos, se la pasan la mayor parte del día peleando por una tontería que cuando menos lo esperamos terminan y vuelven. Alguna vez platicando con ambos supimos que esto, según ellos hace más divertida la relación, pero no… no es divertida, es agobiante y no para ellos, sino para los que los rodean. Por lo que una noche de éstas George se acercó a mí y me sugirió una brillante idea.
- Señor – me habla George.
- George, ¿pasa algo? – cuestiono sin entender el por qué me llama.
- Usted sabe que Dorothy y yo nos casamos por un menú de amor… - me suelta sonriendo.
- ¿De qué me hablas? – pregunto sin entenderlo.
- Sí, que alguien nos invitó a un restaurante – comenzó a contarme.
- ¡Ajá! – digo sin entenderlo.
- Y nos dio un menú de amor… - sigue contándome.
- ¿En serio? A ver platícame… - eso no sé qué es, pero me interesa.
- Sí mire, este tríptico es del restaurante que le digo… me extiende un tríptico que en el membrete dice “Recetarios de Amor, donde las parejas se comprometen”.
- Menú de amor… ¿crees que sirva de algo? – le pregunto a George.
- Podemos probar… - George me guiña el ojo.
- Bien, ¿cuándo los llevamos? – George exclama tomándose ambas manos como de manos a la obra.
Compromiso
- ¡Hola Candice! Te invito a cenar – le hablo a Candice.
- Albert, claro, tú dime dónde te veo y te veré ahí – me asegura ella por teléfono.
- Bien, te mando los datos… - aseguro, si la dejo dudar será capaz de no ir.
- ¡Ahí estaré! – me asegura antes de colgar.
- ¡Te veo allá! ¡Saludos! – le devuelvo el saludo y cuelgo.
- ¡Saludos! – me dice y cuelga.
- ¡Hola Richard! – ahora me toca invitar a Terry, pero no seré quién lo invite, sino Richard.
- ¡Hola Albert! ¿Qué puedo hacer por ti? - cuestiona Richard al ver el identificador.
- Necesito que invites a Terry a cenar contigo, pero irá Candice – refiero, obviamente no iba a ir a una cena donde ellos dos estuvieran.
- Por supuesto, necesitaría los datos – refiere él sin preguntar nada más.
- Te los estoy enviando en este momento – y así lo hago.
- Gracias – agradece, cuelga y llama a su hijo.
- ¿Terry? – pregunta él sin saber quién está detrás del teléfono.
- Papá, ¿qué pasa? – pregunta Terry ansioso.
- Te llamo para invitarte a cenar, ¿tendrás tiempo? – cuestiona Richard.
- Sí papá – Terry de inmediato acepta.
- ¿No saldrás con Candice? – cuestiona Richard curioso.
- Está enfadada conmigo, no creo – refiere él chasqueando la lengua y sin dejo de preocupación.
- Bien, te envío los datos, entonces – Richard envía los datos por teléfono.
- Sí – acepta y lo acepta cuando los ve.
- Te veo después, entonces – asegura Richard colgando el teléfono.
- Por supuesto – Y Terry hace lo mismo.
Por la noche…
- ¡Hola señorita, buenas noches…! Una reservación de William Andley… - pregunta Terry.
- Por supuesto, ya llegó, pase por aquí – le indica la hostess.
- Buenas noches, papá…, ¡ah eres tú! Y ¿mi padre? – le pregunta Terry a Candice
- Yo espero a mi padre… - refiere Candice.
Toc, toc
- Buenas noches, el Restaurante “Las fuentes mágicas”, les da la bienvenida – refiere otra señorita.
- Gracias – Terry y Candice agradecen al mismo tiempo.
- A ver, cena para dos – la señorita revisa una lista.
- No, para cuatro – refiere Candice molesta.
- No, el señor William Andley nos indicó que sería para dos solamente – informa la señorita.
- Bien – responde Terry, observando lo que ha pasado.
- Nos pusieron una trampa… - Candice intuye. Eso parece… - refiere Candice entre molesta y no.
- Pues disfrutemos al menos de la comida, aunque no sea de la compañía – suelta Terry con evidente acidez.
- Eso lo dirás por ti, yo si disfruto de mi compañía – explica Candice molesta por el comentario por alguien que se supone que la ama.
- ¡Graciosita! – exclama Terry, enfadado por lo que ella ha dicho
- Este es el menú… - la señorita entrega el menú y espera por la orden.
- Señorita, ¿dónde ha visto el amor aquí? – pregunta Candice cuando lee el membrete ya conocido.
- Es una broma, ¿verdad? - cuestiona Terry.
- Por supuesto que es una broma, tú nunca me has querido… - refiere Candice botando el menú.
- Mira, ¿quién lo dice? – Terry bufa y sonríe irónicamente.
- ¿Pueden guardar silencio ambos? – solicita la señorita.
- Bien – ambos responden.
- El menú de amor lo componen cinco tiempos: el aperitivo, primer plato, entremés, segundo plato y postre – la señorita comienza a recitarlo.
- Veamos si el joven aquí tiene tiempo para tanto – refiere Candice señalándolo.
- Según el señor William los dos no tienen actividades esta semana – explica ella dándoles dos calendarios.
- ¿De verdad? – algo que ambos no esperaban es que William los quitara de hacer su trabajo.
- ¡Eso debe estar mal! – refutó Terry.
- Esa es la información con la que contamos – afirma la señorita.
- Y ¿qué me dices tú…? – cuestiona Candice azotando el menú sobre el cuerpo de Terry.
- Pues antes me decías mi amor… - Terry ironiza el mote.
- ¿Antes me hacías caso? – susurra Candice con tristeza.
- ¿Nos podemos saltar al segundo plato? – pregunta Terry
- No – responde la señorita.
- ¿Al postre? – cuestiona Candice
- No, deben ir como se los he mencionado. El aperitivo es: hojaldres de corazón fundido. Estos hojaldres es un bonito detalle para una velada romántica. Por su sabor y la sencillez de la receta – recita la señorita que los observa con desgano. Sus ingredientes son:
8 Obleas de pasta de hojaldre
Huevo para barnizar
2 rebanadas de jamón de York
2 rebanadas de queso
Tiempo total: 30 min
Procedimiento:
• Con ayuda de un molde para cortar galletas o pastas con forma de corazón, se cortan las rebanadas de jamón y queso, calculando que, para el hojaldre, se necesitan dos rebanadas de queso y una de jamón. Procure no desperdiciar las rebanadas.
• Amase la pasta de hojaldre con suficiente harina y con el mismo cortador de corazón obtenga obleas en las cuales colocarán las rebanadas de jamón y queso a modo de relleno, con otra oblea se cubre la oblea anterior. Después, se aprieta con los dedos remarcando la forma del corazón para sellar ambas obleas.
• Se cortan con un cuchillo las obleas, dejando aproximadamente un borde de más o menos medio centímetro. Coloque los corazones pegados sobre una charola para pan y papel para hornear. Se barniza con huevo batido.
• Se hornea a 190ºC durante diez minutos hasta que los corazones se expandan y tengan un bonito color dorado. Se sirve cuando se hayan enfriado para que el queso siga fundido.
• Se pueden acompañar con una mermelada de manzana para dar un toque dulce a una cena en pareja.
- ¿Eso es todo? – preguntan casi en coro.
- Eso es todo – suelta la señorita.
- Prueben – les ofrece cuando unos meseros colocan un par de platitos en la mesa.
- Muy rico, tiene un sabor especial y… - refirió Candice que no podía quitarle las manos a las tres porciones que tenía sobre su plato.
- Muy ligero, buena idea – refiere Terry entendiendo a qué se refería. Como cuando comenzamos, ¿recuerdas? – respondió Terrence muy soñadoramente.
- Todo era distinto… había mucho amor… quizás sea por eso – rebatió Candice añorando ese año y ese momento.
- ¡Aún hay amor, Candy! – reclama Terry, sólo que ellos se habían perdido en algún lado.
- Pues la verdad, no sé, ¿por qué seguimos juntos? – cuestiona Candice viéndolo de reojo.
- Aún hay amor, sólo que al principio y hoy, son diferentes momentos – declara Terry.
- Diferente… ¿cómo? – Candice quiere saberlo.
- Sí, en ese momento ninguno conocía nada del otro y fuimos descubriendo los sentimientos y nuestras emociones, has cambiado mucho desde ese momento… - refiere Terry sincerándose con ella.
- Antes eras más atento… - refiere Candice observando los dedos de Terry, que la llevan a ese primer momento.
- He estado trabajando mucho, pero ¿no es eso lo que nuestros padres quieren? ¡Somos jóvenes! – explica Terry orgulloso de su estatus.
- Y ¿qué quieres tú, Terry? – Candice enfadada se preguntó y al mismo tiempo le preguntó a él.
- Por supuesto que te quiero a ti… pero de algo tenemos que vivir – Terry no quería explicar sus motivos, así que se salió por la tangente.
- Yo también trabajo – informó ella como dándole igual.
- Y te la pasas todo el día en el trabajo… - pero si ella quiere reclamarle, él también puede hacerlo. Si todo fuera como el inicio… – dijo Terry suspirando.
- Si todo fuera como el inicio, puede volver a serlo Terry – responde mirándolo detenidamente, Terry ya no era el muchacho que fue en ese entonces.
- ¿Cómo? – quiso saber el castaño.
- ¿Me lo preguntas a mí? – cuestiona Candice acongojada.
- ¿Aún me amas? – Terry quiere saber.
- Sí – confiesa ella bajando la mirada.
- Entonces, ¿por qué no me perdonas cuando te lo pido de corazón? – reclama él acercándose a ella, tomándola de la barbilla y mirándola a los ojos.
- Porque no ha sido una sola vez, siempre te he esperado a que me prestes un poco de atención, hasta que ya no quise esperarte – declara ella, así que era eso.
- Me gustaba que me esperaras, tu sonrisa y esa mirada ya no estaban allí, deje de venir a casa cuando ya no lo hacías más – le confiesa adolorido y rencoroso.
- ¡Pensé que no te importaba! – exclama ella retirando la mirada.
- Sí me importa, siempre te he dicho que te extraño cuando lo hago… pero bueno, tú eres así… como eres – resopla y se aleja haciendo que Candice observe su ancha espalda.
- Señorita Andley, ¿cómo era usted al principio? – cuestiona la señorita que los atiende y ha esperado en un discreto rincón.
- Era una linda jovencita alegre y jovial, muy curiosa y torpe – responde Terry, recordando la primera vez que la vio.
- ¡Terry! – lo reprime, torpe no es la palabra que ella hubiese escogido.
- Me gustaba que fueras torpe, te veías mucho más linda – sonríe el castaño haciendo que su novia se sonroje.
- Y ¿usted joven Grandchester? – pero no sólo ella era así, él también había cambiado tanto.
- Terry siempre fue muy maduro, incluso más que yo. Tenía mucho trabajo, pero… - Candice se detiene por un momento, no sabe qué decir.
- Señorita Andley se sale del tema – avisa la señorita.
- Sí, bueno… decía que era maduro, alegre y preocupado… aunque después se volvió frio y distante… - confiesa Candice.
- Creo que no me conoces del todo… - afirma Terry.
- Sí te conozco, pero no puedo decir que eras feliz, ni que eras alegre – confiesa Candice con ahínco.
- ¿Qué fue lo que te gustó de mí entonces? – cuestionó ya que si era alegre… no como antes, pero de que lo era, lo era.
- Lo que sentí cuando me abrazaste, fue bueno… muy interesante… desde ese momento quise casarme contigo… - confiesa ella.
- ¿Interesante? – creyó haber escuchado mal.
- Sí, interesante – afirma la rubia.
- ¡Entonces no me amas! – grita enfurecido.
- Sí te amo, pero no entiendes que todas las personas somos distintas, que amamos distinto – Candice se defiende y trata de explicar su punto de vista.
- ¡Eso veo! – Terry acepta que no la entiende, que desde hace tiempo no la ha entendido.
- Y que cada que te lo recuerdo te enojas y peleas conmigo – añade la rubia levantándose y yendo hacia una ventana que da a la terraza.
- ¡Alto! ¿Cuál es su conclusión? – cuestiona la señorita.
- Que yo maduré y él se alejó, se hizo más codicioso y me olvidó – menciona ella.
- No – recalca la señorita.
- Que yo no cambié y ella ya no me ama, sólo le parezco interesante – recuerda Terry con acidez.
- ¡Terry me has entendido mal! – exclama ella.
- Yo soy el que entiendo mal ¿entonces de qué estás hablando? – pregunta Terry sentido.
- ¡Sí has entendido mal! – vuelve a exclamar ella.
- ¿Qué es lo que según tú, he entendido mal? – cuestiona tomándola de los hombros.
- Que los dos hemos cambiado, hemos perdido la chispa de cuando nos conocimos – recapitula en un momento.
- Señorita, joven. En estos cinco minutos pueden decirse y hacer lo que ustedes quieran, los dejo solos – según las recetas de amor, este es el momento en que ella de desaparecer.
- ¡Esto es una pérdida de tiempo! – Terry la suelta.
- Y ¿qué harás? ¡No te has dado cuenta que nos han encerrado! – responde Candice cuando trata de salir de allí.
- Las brillantes ideas de Albert… - se oyen unos golpes.
- Si quisieras podrías ser como cuando eras antes… - resuelve Candice cuando se ha recargado en la pared.
- Ambos deberíamos ser como cuando nos conocimos – resolvió él cuando la vio retirar una lágrima de su mejilla.
- Platicabas más conmigo – susurra Candice.
- Puedo platicar más contigo – casi promete el rubio.
- ¿Me lo prometes? – quiere saber Candice.
- Creo Candice que debemos comprometernos a ser como éramos antes, no solo escribirlo… - refiere Terry que le ha dolido el tono que usa Candice en ese momento.
- Pero tendríamos que dejar de trabajar… - refiere ella.
- Podemos dejar algunas cosas de lado… dime ¿quieres? – Terry le insiste.
- Sí…
Según los psicólogos de parejas, los tres pilares de la equidad son tres: compromiso, pasión e intimidad.
¡Compromiso, aceptado!
¡Compromiso, aceptado!