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CAPITULO 2
¡Hola Pecosa!
Es él...
Hacia tantos años desde que había escuchado esa varonil voz aterciopelada.
Cuantas veces soño despierta en volver a escuchar aquellas dos palabras que significaban tanto, extrañaba aquel mote que significaba tanto para su corazón aunque a un principio se trataba solo de una broma después de aquella despedida se había vuelto en añoranza.
Recordo como trato con todas sus fuerzas de olvidarle sumergiéndose en su carrera, y ahí estaba tras ocho largos y trabajosos años de estudio, los cuales le supieron a soledad y tristeza amarga en las cuales había momentos llenos de recriminaciones y hubieras que por su falta de madurez e inseguridades solo se proyectaban como hermosos sueños que jamás se harían realidad.
Vivió sumergida en sus libros y pacientes y nada la había preparado para el encuentro de esta noche. No señor, ella nunca estaría lista para que el destino la pusiera frente a frente con el que hasta el día de hoy era el amor de su vida, ese que encuentras una vez en la vida y que si lo pierdes te quedas vacía.
No me digas que la arena de las playas de California te ha tapado los oídos...
Nuevamente insistió el joven divertido por querer reconocer la reacción de la joven que le daba la espalda pues el mismo no tenía consciencia de su actuar y su impulso siempre se inclino por el incordio.
Reconoció por el silencio de la estancia que aquel momento con el que él también soño por años, se estaba haciendo realidad en sus narices, sin previo aviso.
Sus ojos con una mezcla de dolor y añoranza reconocieron de a poco a la mujer que le daba la espalda, quien muy a su pesar ya no era aquella jovencita menuda de dos coletas a la que sacaba exabruptos por sus pecas ahora seguramente era blanco de cuanto caballero se cruzara en su camino.
La mujer que tenía frente a él, era todo una diosa de curvas inquietantes, descubrió, ya que aquel coqueto vestido color verde botella se le ceñía como guante a su estilizada figura y ese profundo escote en su espalda lo tenía sumamente embelesado pues podía notar como unas pequeñas pecas viajaban desde sus hombros hacia su blanca espalda.
¡Fascinante! Pensó como queriendo regresar años atrás y actuar con valor cuando diviso desde aquella ventana aquella mirada llorosa.
De haber sido así, pensó con tristeza, hoy... sería quien con un beso en el hombro izquierdo se acercaria y le susurraria un hola cargado de todo el amor que reconocía, aun guardaba en lo más profundo de su alma hacia ella.
Justo en ese instante, no hubo palabra que describiera lo que sintió cuando aquella dueña de su corazón decidió voltear y saludar.
Ambos enmudecieron.
Sus ojos chocaron con los del otro reconociéndose nuevamente pues los años a ambos no pasaron sin afectarles física e intelectualmente, ahora eran adultos y ejercían sus profesiones con esmero además, sus cuerpos habían sufrido cambios notorios.
Tras unos instantes que para ambos fueron eternos, llegó el perdón, ambos llegaron al acuerdo silencioso que todo aquello por lo que pasaron fue precipitado e inmaduro, niños decidieron antes y sin más que agregar, pues las palabras sobraban, ambos se avalanzaron hacia el otro y sellaron su encuentro en un tierno abrazo.
Creí que te habías olvidado de mi, le dijo el joven a la rubia mujer, y alejándola suavemente sin soltarle, agregó, déjame ver si aún tienes pecas.
La joven sonrio cuando sintió los dedos masculinos secar un par de lágrimas que rebeldes habían descendido por sus mejias y le dijo:
¡Como podría olvidar al insufrible mocoso malcriado del San Pablo!
El le sonrió con satisfacción, habían cosas que nunca cambiarían entre ellos.
¿Mocoso? No lo creo le dijo
Y era cierto, aquel caballero que tenía enfrente era un guapo hombre de 24 años que nada tenía que ver con el alto y desgarbado muchacho que conoció a los quince años.
Ahora lucía tan varonil enfundado en smoking negro y cabello pulcramente recortado y peinado como lo exigía la etiqueta.
No es que de adolescente le faltara galanura, era que esta con el paso del tiempo se había acentuado. En pocas palabras se había convertido en el príncipe azul de cualquier cuento de hadas que con esos ojos de mirada insondable y esa postura erguida era capaz de poner en coma a cualquier fémina.
Él también comprobó que su imaginación se quedó corta al visualizar el como se vería su pequeña tarzan con pecas en su etapa adulta.
Ahora era toda una mujer de piel perlada finos rasgos, ya esa naricita respingada apenas si tenía pecas y esos labios, Dios bendito, parecían dos pétalos de rosas que le inquietaban, y no quizo escudriñar más pues la mujer que tenia frente se sonrojó furiosamente al saberse observada.
¡Estas hermosa! Le susurró.
¡Terry!
CONTINUARÁ...
HOLA HOLA!!! Olvidé decirles que se trata de un minific. Gracias por su apoyo al leerme, espero que mis letras sean de su agrado.
CAPITULO 2
¡Hola Pecosa!
Es él...
Hacia tantos años desde que había escuchado esa varonil voz aterciopelada.
Cuantas veces soño despierta en volver a escuchar aquellas dos palabras que significaban tanto, extrañaba aquel mote que significaba tanto para su corazón aunque a un principio se trataba solo de una broma después de aquella despedida se había vuelto en añoranza.
Recordo como trato con todas sus fuerzas de olvidarle sumergiéndose en su carrera, y ahí estaba tras ocho largos y trabajosos años de estudio, los cuales le supieron a soledad y tristeza amarga en las cuales había momentos llenos de recriminaciones y hubieras que por su falta de madurez e inseguridades solo se proyectaban como hermosos sueños que jamás se harían realidad.
Vivió sumergida en sus libros y pacientes y nada la había preparado para el encuentro de esta noche. No señor, ella nunca estaría lista para que el destino la pusiera frente a frente con el que hasta el día de hoy era el amor de su vida, ese que encuentras una vez en la vida y que si lo pierdes te quedas vacía.
No me digas que la arena de las playas de California te ha tapado los oídos...
Nuevamente insistió el joven divertido por querer reconocer la reacción de la joven que le daba la espalda pues el mismo no tenía consciencia de su actuar y su impulso siempre se inclino por el incordio.
Reconoció por el silencio de la estancia que aquel momento con el que él también soño por años, se estaba haciendo realidad en sus narices, sin previo aviso.
Sus ojos con una mezcla de dolor y añoranza reconocieron de a poco a la mujer que le daba la espalda, quien muy a su pesar ya no era aquella jovencita menuda de dos coletas a la que sacaba exabruptos por sus pecas ahora seguramente era blanco de cuanto caballero se cruzara en su camino.
La mujer que tenía frente a él, era todo una diosa de curvas inquietantes, descubrió, ya que aquel coqueto vestido color verde botella se le ceñía como guante a su estilizada figura y ese profundo escote en su espalda lo tenía sumamente embelesado pues podía notar como unas pequeñas pecas viajaban desde sus hombros hacia su blanca espalda.
¡Fascinante! Pensó como queriendo regresar años atrás y actuar con valor cuando diviso desde aquella ventana aquella mirada llorosa.
De haber sido así, pensó con tristeza, hoy... sería quien con un beso en el hombro izquierdo se acercaria y le susurraria un hola cargado de todo el amor que reconocía, aun guardaba en lo más profundo de su alma hacia ella.
Justo en ese instante, no hubo palabra que describiera lo que sintió cuando aquella dueña de su corazón decidió voltear y saludar.
Ambos enmudecieron.
Sus ojos chocaron con los del otro reconociéndose nuevamente pues los años a ambos no pasaron sin afectarles física e intelectualmente, ahora eran adultos y ejercían sus profesiones con esmero además, sus cuerpos habían sufrido cambios notorios.
Tras unos instantes que para ambos fueron eternos, llegó el perdón, ambos llegaron al acuerdo silencioso que todo aquello por lo que pasaron fue precipitado e inmaduro, niños decidieron antes y sin más que agregar, pues las palabras sobraban, ambos se avalanzaron hacia el otro y sellaron su encuentro en un tierno abrazo.
Creí que te habías olvidado de mi, le dijo el joven a la rubia mujer, y alejándola suavemente sin soltarle, agregó, déjame ver si aún tienes pecas.
La joven sonrio cuando sintió los dedos masculinos secar un par de lágrimas que rebeldes habían descendido por sus mejias y le dijo:
¡Como podría olvidar al insufrible mocoso malcriado del San Pablo!
El le sonrió con satisfacción, habían cosas que nunca cambiarían entre ellos.
¿Mocoso? No lo creo le dijo
Y era cierto, aquel caballero que tenía enfrente era un guapo hombre de 24 años que nada tenía que ver con el alto y desgarbado muchacho que conoció a los quince años.
Ahora lucía tan varonil enfundado en smoking negro y cabello pulcramente recortado y peinado como lo exigía la etiqueta.
No es que de adolescente le faltara galanura, era que esta con el paso del tiempo se había acentuado. En pocas palabras se había convertido en el príncipe azul de cualquier cuento de hadas que con esos ojos de mirada insondable y esa postura erguida era capaz de poner en coma a cualquier fémina.
Él también comprobó que su imaginación se quedó corta al visualizar el como se vería su pequeña tarzan con pecas en su etapa adulta.
Ahora era toda una mujer de piel perlada finos rasgos, ya esa naricita respingada apenas si tenía pecas y esos labios, Dios bendito, parecían dos pétalos de rosas que le inquietaban, y no quizo escudriñar más pues la mujer que tenia frente se sonrojó furiosamente al saberse observada.
¡Estas hermosa! Le susurró.
¡Terry!
CONTINUARÁ...
HOLA HOLA!!! Olvidé decirles que se trata de un minific. Gracias por su apoyo al leerme, espero que mis letras sean de su agrado.