Buenas noches, pues aquí haciendo acto de presencia nuevamente. Quiero agradecer a todas las chicas que ha leido los primeros capitulos de la historia, me pone feliz saber que mis escritos les gustan, para no hacer ya tanto alarde, les dejo el tercer capitulo, espero lo difruten.
VIDEO PROMO
INTRODUCCION
CAPITULO 1
CAPITULO 2
[img]
CAPÍTULO 3
ENCUENTROS INESPERADOS.
Tenía tantas ganas de salir huyendo del teatro, el calor que me abrumaba desde que esa joven pisó el escenario, me estaba quemando por dentro… en el alma. Robert nos había pedido esperarlo en la estancia, quería que lo acompañásemos a la fiesta que darían en un pequeño salón de un hotel, Thomas era el más ansioso de saber sí la invitación de la novia de Robert se podía extender para nosotros, como era de imaginarse y conociéndolo como lo conocía sabía bien que Thomas iba directo por esa chica rubia.
- Es tan hermosa – Thomas sonreía de oreja a oreja – y ese lunar junto a su labio superior – suspiró al tiempo que miro el cartel – es tan tentador.
- No deberías de estar tan entusiasmado – Jeremy dijo mientras daba una fumada a su cigarrillo, Thomas lo volteó a ver de golpe, yo lo miré de reojo – seguramente tiene muchos pretendientes y te aseguro que son mucho mejor que tu – las palabras de Jeremy me golpearon la mente, sentí un sobresalto, él tenía razón, ¿qué podíamos ofrecerle unos chicos como nosotros que apenas empezábamos a descubrir la vida?, por donde lo viéramos no éramos competencia para esos ricos hombres maduros y experimentados, lancé un suspiro largo y pensé, ¿Qué podría ofrecerle yo, que solo sigo ordenes de mí padre?, esa interrogante resonó en mí cabeza como miles de ecos, ¿por qué diantres pasaba tan absurda idea en mis pensamientos?, di la vuelta y me dirigí a la salida – Richard, ¿A dónde vas? – Jeremy me cuestionó al verme marchar.
- Me siento cansado – me detuve – no estoy para fiestas ni esas cosas – siquiera me volví a mirarlos – discúlpenme con Robert y diviértanse – levanté la mano en señal de despedida. Salí del teatro, miré a ambos lados de la calle, había bastante gente para la hora que era, en Londres estaría durmiendo o en alguna de las clásicas charlas de los honorables hombres de negocios pertenecientes a la clase alta inglesa. Decidí caminar un rato por las calles, despejar mi mente de todo lo sucedido este día, el calor que anteriormente me había embargado Jeremy lo apagó con su comentario, que, aunque me resultó incómodo fue muy acertado, “esa joven debe de tener una fila enorme de pretendientes”, del medio del espectáculo se decía mucho y no siempre era de la mejor manera, se conocían tantas historias de la típica chica que se volvía amante de algún millonario excéntrico, si bien Thomas tenía la oportunidad de conocerla, dudo mucho que tenga la misma suerte de poder conquistarla y eso que de todos nosotros él era el soltero más cotizado por su simpatía. El fuerte golpeteo de los cascos de un caballo me hizo reaccionar, estuve a nada de cruzar la calle sin precaución alguna, el cochero dijo un par de palabras altisonantes a las cuales no hice mucho caso, al levantar la vista noté que me había alejado demasiado de la gran avenida donde se encontraba el teatro, eché un vistazo para ubicarme, a lo lejos vi luces, cerré los ojos por un instante – ¿en qué estas pensado Richard? – musité y sonreí nostálgico, di la vuelta de golpe y sentí como mi cuerpo chocaba con el de alguien, escuché con claridad el sonido de cosas caer sobre el suelo, cuando reaccioné y bajé la mirada, vi en el piso un envoltorio de papel y su contenido esparcido en el piso – ¡cuanto lo siento! – me disculpé con la persona que recogía las cosas, me agaché para ayudar, me di cuenta que lo que llevaba era pan.
- No se preocupe – respondió una voz madura, ya cansada, mis ojos grises se postraron en la mujer, la piel de sus manos estaba marchita y arrugada, en su cabellera plateada destellaban algunos hilos dorados – no me fijé por dónde caminaba – la anciana limpió la pieza de pan con sus manos, su mirada se llenó de tristeza, me puse a pensar que tal vez esa pieza de pan era el único alimento que se llevaría a la boca esta noche y ahora por mí distracción, estaba sucia – con permiso – dijo en cuanto se puso de pie y envolvió el pan en papel.
- ¡Venga!, le compraré otro – no dudé en ofrecerle, la mujer me miró a los ojos, sentí un calosfrío recorrer mi cuerpo, a pesar de su edad y sus arrugas, pude darme cuenta de que en sus tiempos de juventud había sido una mujer hermosa, con esos ojos color aguamarina.
- ¡No tiene por qué hacerlo! – me sonrió, estaba por irse, pero la detuve.
- Por favor, déjeme comprar otra pieza de pan – dije suplicante, la mujer me sonrió.
- ¡Está bien! – al fin accedió, ambos entramos a la panadería, después de unos minutos salimos con más de una pieza – le agradezco mucho, es usted muy amable y guapo – añadió, su comentario me sorprendió al grado que me sonrojé.
- ¡Le agradezco! – fue lo único que atiné decir entre una risa nerviosa.
- Que pase muy buena noche – la mujer se despidió – y muchas gracias por su generosidad.
- Me permite acompañarla – estaba sorprendido ante mí propuesta, no sé porque esta mujer me inspiraba ternura y a la vez curiosidad, además sus pasos eran lentos, cansados.
- Usted debe ser un hombre muy ocupado – casi lo aseguró.
- No tanto como usted lo imagina – respondí esbozando una amplia sonrisa, ella respondió el gesto y me tomó del brazo, caminamos unas cuantas calles, es ese lapso supe que se llamaba Edith Baker, y que vivía con su pequeña nieta, también me contó que le aquejaban varios problemas de salud, solo que ella no se dejaría decaer tan fácilmente, llegamos a un edificio bastante antiguo, aunque bien conservado.
- Mi nieta y yo rentamos un cuarto en la azotea – miró hacia lo alto, parecía que le pesaba subir tantas escaleras.
- ¿Podría acompañarla hasta su hogar? – ofrecí, me preocupaba que fuera a caerse, aunque ella no lo decía pude notar su fatiga y su rápida respiración.
- No quiero entretenerlo más – parecía apenada.
- ¡Vamos! – me limité a decir, la tomé del brazo y la ayudé a subir las escaleras, no eran muchos niveles, pero para una persona mayor su edad y en su condición deberían de ser una tortura. Cuando al fin llegamos al último escalón nos topamos con una puerta de madera desgastada por la polilla, ella sacó un juego de llaves de entre sus ropas, abrió la puerta.
- Pasé – me pidió, yo le cedí el paso como el caballero que era, había un patio muy grande con tendederos llenos de sabanas esparcidas por doquier, en el fondo alcancé ver una tenue luz que iluminaba el interior de un pequeño cuarto – quiere tomar una taza de té – me ofreció.
- Le agradezco, pero ya es tarde – dije para zafarme de la situación, no quería incomodar a la pequeña nieta de la anciana, no era correcto – tal vez en otra ocasión, señora – me despedí formal ya que era el único modo que conocía, ella me extendió la mano.
- Fue un gusto conocerlo – aseguró con una sonrisa en los labios, yo sujeté su mano y postré un beso en su dorso – hace años que nadie hacia eso – la señora Edith se sonrojó.
- El gusto fue mío – le devolví la sonrisa, en ese momento se escuchó el chirrido de la puerta del cuarto al abrirse, supuse que era la pequeña niña de la que tanto me habló la mujer, mis ojos observaron las ondas que se formaba en la tela de las sabanas al moverse, como si alguien las empujara.
- ¡Abuela! – una suave y dulce voz se escuchó resonar detrás de las sabanas, pude visualizar una mano que recorrió la tela con fuerza, vislumbre una silueta la cual corrió de inmediato hacia donde nos encontrábamos – ya sabes que no debes de salir sola de casa, mucho menos de noche – una chica se acercó a la anciana y la ayudó a sostenerse, su rubia cabellera le cubría el rostro dos segundos después volteó y con su mirada me recorrió de abajo hacia arriba, sentí que el alma se me salía del cuerpo cuando mis ojos se encontraron con los suyos.
- No tienes por qué preocuparte, mi hermosa Eleonor – la señora Edith acarició el rostro de la chica – no estaba sola, el joven me ayudó y me acompañó hasta la puerta de la casa – explicó la dama, la chica me miró como esperando una respuesta solo que yo estaba estupefacto, sin poder pronunciar una sola palabra, no podía creer que esa joven que estaba frente a mí era la misma del muelle, la misma actriz de la obra que acabamos de ver, “¿no se suponía que estaba en una fiesta?”.
- ¿No deberías estar en una reunión? – volteé a ver a la anciana, ¿acaso leyó mis pensamientos?, de inmediato volví mis ojos a la hermosa joven, estaba ansioso de escuchar su respuesta.
- Sabes que nada es más importante para mí, que tú – la chica acomodó un mechón del pelo cano de la señora Edith – vamos a casa – le habló con tanto cariño que me sentí abrumado – con su permiso y muchas gracias – al no ver ninguna reacción de mí parte, la chica decidió retirarse llevándose a la anciana del brazo, no supe que hacer, me quedé parado y boquiabierto como un vil idiota. Cuando vi la puerta del cuarto abrirse y que ambas se adentraron por fin el cuerpo me respondió y caminé lo más aprisa que pude, pero fue tarde ya que lo único que recibí fue un portazo en la cara. Sabía que aún no salía de mí estado de shock por completo, puse mi mano sobre la madera enmohecida y carcomida por el paso del tiempo, parpadeé un par de veces para aclarar mi mente, me topé a la misma chica en tres ocasiones en un solo día y no pude siquiera presentarme, si fuera menos introvertido y más como… Thomas, tal vez las cosas serían diferentes. Di la vuelta para retirarme cuando el chirrido que hizo la puerta me hizo que me volviera hacia ella, frente a mis ojos de nueva cuenta apareció la joven con su sedosa y rubia cabellera suelta.
- Lamento haberla importunado – traté de disculparme por mí atrevimiento de haber irrumpido en la intimidad de su hogar – pero no me pareció correcto dejarla sola – le expliqué, sentía que mi voz temblaba.
- Ya es muy noche para que un hombre este aquí – expresó la chica, sentí que me estaba recriminando, “un mal comienzo”, pensé para mis adentros.
- ¡Con su permiso! – entendí bien lo que quería decir, o al menos eso creí.
- Dice mi abuela que lo espera en la mañana para tomar el té – añadió, me tomó de sorpresa su respuesta – ¡buenas noches! – finalizó y se adentró a su hogar cerrando la puerta. Sentí mi corazón latir con fuerza, siempre he sido un escéptico y no creía en la suerte, mucho menos en que el destino te pone a las personas que marcaran tu vida en el camino, no, no lo creía al menos no hasta ahora.
CONTINUARÁ...