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Buenas noches, esperando que todas las integrantes del grupo hayan tenido un excelen te día, y que deseando que tengan una noche serena y de paz. Vengo a dejar el siguiente capitulo de la historia, mil gracias en verdad por el apoyo que me han brindado.
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[/img]CAPÍTULO 6
ADIÓS
Cuando se percataron de que yo no había vuelto al hotel, mis amigos comenzaron a buscarme, ¡los preocupé!, lamentaba mucho haberlo hecho, pero para mí fue mucho más importante acompañar a Eleonor en esta terrible situación que estaba viviendo, así que no me importó llegar mucho después del mediodía, la angustia en la cara de mis amigos fue remplazada por el alivio seguido de la recriminación, no pude evitar sentirme avergonzado bajo la mirada inquisitiva del que para mí no solo era mi mejor amigo, si no mi hermano.
- ¡Lo siento tanto! – dije por enésima vez para disculparme con él.
- ¿Por qué no lo dijiste desde un principio? – Robert me reclamó. Nos encontrábamos solos en mí habitación, después de los reclamos de Jeremy y Thomas, pedí hablar a solas con él.
- No lo sé – respondí cabizbajo, y no decía mentiras, ni yo mismo comprendía la razón por la cual no le conté nada sobre mí amistad con Eleonor – tal vez por miedo – al fin levanté la cara – la vi en el muelle el día que desembarcamos – expliqué – pensé que no la volvería a ver y esa noche en el teatro, apareció – cerré los ojos y a mí mente volví esa escena junto con las mismas emociones que se desbordaron en mí ser – esa noche me topé con una anciana y bueno – trastabillé – por mí culpa tiró un pan y yo me sentí en la necesidad de reponerlo, luego la llevé a dónde vivía y ahí…
- ¡Ahí te encontraste con Christine! – Robert terminó la frase por mí, asentí con la cabeza, él guardó silencio como esperando que me animara a contarle lo que había ocurrido a partir de ese día, se sentó en uno de los sofás, tomó su taza de té y cruzó la pierna y me sonrió, ese gesto me animó a hablar. Le conté con lujo de detalles todo lo que había pasado con Eleonor, él se sorprendió de que ella me diera el permiso de llamarla así, ya que eran pocas las personas que tenían ese “privilegio”, y entre ellos se encontraban Robert, Trudy y por supuesto yo. No sé qué tan entusiasmado me vería, pero lo que me dijo me tomo por sorpresa – jamás había visto esa luz resplandecer en tus ojos y esa sonrisa que te llena el rostro cada que mencionas su nombre ¿estás enamorado? – cuestionó, me quedé callado por unos instantes, analizando qué respuesta darle, yo no conocía de romances y esas cosas llamadas sentimentalismos, al menos no hasta ahora.
- ¡No lo sé! – recargué los codos en mis rodillas y bajé la cabeza – no sabría cómo explicar el remolino de emociones que me golpean cada que la tengo cerca.
- ¡Sí, estás enamorado! – aseguró, volteé a verlo con sorpresa – bienvenido a esta nueva aventura – me sonrió – Eleonor es una hermosa persona, no solo en cuerpo si en alma – añadió – así que por favor cuida bien de ella – se puso de pie – apóyala, va a necesitar una roca fuerte y firme – se dirigió a la puerta.
- ¡Por favor! – hablé antes de que saliera – no le digas nada esto a Jeremy y mucho menos a Thomas.
- Lo prometo – afirmó – pero tarde que temprano se enterarán – advirtió mi amigo antes de desaparecer detrás de la puerta. Sabía que tenía razón y que debía de hablar con Thomas sobre mí amistad con Eleonor, pero tenía miedo a su reacción no quería perder tanto años de amistad con él, pero tampoco quería perderla a ella, me sentí en una encrucijada. Por ahora no quería pensar en nada así que me fui a dar un baño creyendo que eso me relajaría, aunque el efecto fue contrario ya que no dejaba de darle vueltas al asunto, cuando terminé de bañarme me recosté en la cama, estaba cansado y muy consternado por lo sucedido a la señora Edith.
Mis amigos ya no hacían preguntas ante mis constantes salidas nocturnas, Robert les había dicho que solo cumplía con las obligaciones que mi padre me encomendó antes de venir a los Estados Unidos, pero Thomas no quedó conforme, una noche lo sorprendí siguiéndome así que tuve que meterme a un bar, creo que esperaba a encontrarme con alguna mujer, desde entonces fui más cuidadoso, Eleonor solo tenía presentaciones esporádicas y las veces que yo sabía asistiría al teatro me encargaba de que Thomas no fuera a buscarla , me había vuelto egoísta, la quería para mí, eso me quedaba claro. A pesar de ser primavera el cielo se tornó grisáceo y ha empezado a llover, estoy en espera de que Eleonor llegue al lugar donde siempre nos encontramos para ir con su abuela, han pasado casi tres semanas desde que me enteré lo sucedido a la señora Edith, estaba preocupado ya que mi estadía en este lugar se estaba prolongando más de lo debido, temía que en cualquier momento mi padre mandara a buscarme.
- ¡Hola! – una delicada voz me sacó de mis pensamientos o más bien de mis preocupaciones.
- ¡Hola! – sonreí, tomé su mano para besarla como siempre lo hacía – estas muy fría – cerré la sombrilla que llevaba en la mano, de inmediato y sin pensarlo me quité el abrigo para cubrirla.
- ¡Estoy bien!, gracias – se negó a recibirlo, hice caso omiso y se lo puse sobre la espalda – te estas mojando – me quitó la sombrilla y trató de cubrirme, solo que por mí estatura se le dificulto hacerlo, le pedí me la diera, al entregarla mis dedos rozaron con los suyos, nos miramos fijamente por algunos instantes ¡vamos! – Eleonor bajó la mirada y comenzó su andar hacia el teatro, esta ocasión no tuve temor de que nos vieran juntos ya que Thomas y Jeremy habían partido a medio día New Jersey, una dama “encantadora” en palabras de mis amigos, los había invitado a una fiesta, obviamente me negué a ir con el pretexto de una fuerte migraña, mis amigos sabían que la padecía, pero extrañamente casi ha desaparecido. He mirado la actuación de Eleonor detrás de escena, Robert ha conseguido que fuese así, yo la observaba con devoción cuando alguien del grupo teatral llegó corriendo hacia donde estaba el director de escena, le susurró algo al oído, por la expresión en su rostro parecía que no era nada bueno, como si alguien le hubiera ordenado voltear hacia nosotros ella giró su rostro, por el rabillo del ojo alcancé a ver que el hombre movía la cabeza en señal de negativa, “¡No por dios, Edith!”, pensé para mis adentros, creí que Eleonor se desmoronaría, pero contrario a eso siguió con su interpretación la cual había sido tan conmovedora… ¡No, había sido magistral! En cuanto el telón bajó ella corrió hacia donde estaba el director y le cuestionó lo que estaba pasando, me encontraba a unos metros de ellos, pero al ver que Eleonor se cubría el rostro con las manos adiviné lo que estaba pasando.
- ¡Richard!, llévame con mi abuela – corrió hacia donde estaba – por favor – me partió el alma ver esos hermosos ojos aguamarina cristalizados.
- ¡Vamos! – iba a tomarla del brazo, pero ella entrelazó sus dedos con los míos, sentí una ligera descarga eléctrica recorrer mi cuerpo. Eleonor corrió hacia la salida del teatro, un coche de caballos ya nos esperaba - ¡al hospital Bellevue! – le ordené al cochero en cuanto nos adentramos, mientras el carro avanzaba miré a Eleonor, tenía los ojos cerrados y el movimiento de sus labios apenas era perceptible, mis ojos se postraron en sus finas manos, sus dedos movían las perlas del rosario que llevaba entre ellos – todo estará bien – dije en voz baja, sujeté su mano y ella tomó la mía con fuerza, ambos comenzamos a rezar. En cuanto llegamos al hospital Eleonor salió corriendo dirigiéndose a donde se encontraba su abuela, subió las escaleras y yo detrás de ella.
- La estábamos… – el medico siquiera terminó de hablar ya que Eleonor entró directo a la habitación – señorita… – se quedó callado, yo había puesto mi mano sobre su hombro, el hombre cerró la puerta – lo siento mucho – dijo afligido – pero ya no hay nada que hacer – al escuchar esas palabras sentí que un balde de agua fría me había caído encima – la señora Edith se ira en cualquier momento – afirmó – su novia necesitara de todo su apoyo – dio la vuelta y se marchó, “¿mi novia?”, era muy obvio que me gustaba, bueno que otra cosa podían pensar sí soy el único que la ha acompañado todo este tiempo, pero… solo somos amigos
– perdón – la voz de médico me sacó de mis cavilaciones – necesitamos hablar con la señorita, podría decirle que es importante – asentí afirmativo, temeroso entré a la habitación, Eleonor estaba sentada en el borde de la cama, tomaba de la mano a su abuela.
- Eleonor – carraspeé un par de ocasiones, ella volvió sus ojos hacia mí – el medico necesitaba hablar contigo – susurré.
- ¡No quiero escucharlo! – el temblor de su voz me partió el alma, era obvio que sabía lo que iban a decirle y se negaba a escuchar.
- Necesitan de un familiar directo – le hice saber.
- ¡Oh, Richard! – se volvió hacia mí, sujetó la solapa de mí saco entre sus manos con todas sus fuerzas, bajó la cabeza y comenzó a llorar – no sé qué voy hacer sin ella – sollozó. Quería decirle que yo estaría ahí, acompañándola, siempre que me lo permitiera, quería gritarle que no estaría sola que yo la cuidaría y velaría por ella, porque yo… ¡la amaba!, pero solo hubo un silencio prolongado, no tuve el valor para confesarle mis sentimientos, además no era el momento.
- Anda, ve con el médico – susurré, ella levantó la vista y me miró con esos expresivos ojos que tanto adoraba, le sonreí – yo cuidare de tu abuela – prometí, del bolso de mí pantalón saqué un pañuelo y se lo entregué, lo tomó y secó sus lágrimas.
- ¡Ahora vuelvo, abuelita! – le dio un tierno en la frente a Edith. Eleonor salió de la habitación, yo jalé la silla de madera que estaba cerca de la ventana, la puse frente a la cama y me senté, pasaron varios minutos y Eleonor no regresaba.
- ¡Edith, gracias por todo! – expresé, tomé el consejo del médico y comencé a despedirme de ella – sí esa noche no me hubiera topado con usted jamás habría encontrado a Eleonor, o tal vez sí, pero quizás no hubiera tenido el valor para hablar con ella – sentí un nudo en el estómago.
- ¡Richard! – alcancé escuchar mi nombre salir de sus labios, me sorprendió verla despierta – gracias por acompañar a mí nieta – su voz apenas era perceptible.
- No se agite – me acerqué a ella, quería llamar al médico tal vez esta era una buena señal – iré por un médi… – Edith me sujetó de la mano.
- Joven Richard – volvió a repetir mi nombre – sé los sentimientos que usted guarda por Eleonor – palidecí a saberme descubierto – no debe apenarse – apretó mi mano – Richard, confiésele lo que siente.
- ¡No puedo! – respondí cabizbajo – sí ella me rechaza no sabría qué hacer – confesé.
- Eso no pasará – aseguró – eres tan ciego que no te das cuenta, ella te ama – añadió, levanté la vista y la observé.
- ¡Richard! – volvió a repetir mi nombre – promete que cuidaras de ella – me pidió con lágrimas en los ojos – ¡por favor! – su voz parecía suplicar – ¡prométemelo!
- ¡Se lo prometo, Edith! – tuve que sacar fuerzas para no derramar una sola lágrima, la dama acomodó su cabeza en la almohada, “gracias”, alcance a percibir esa palabra en sus labios y cerró sus ojos. Sabía que esa sería la última vez que mis ojos se reflejarían en los de ella, minutos después entró Eleonor, la expresión en su rostro denotaba la noticia que había recibido, aun
así, saco valor de lo más profundo de su ser para no romperse delante de su abuela.
- ¡Gracias por cuidarla! – Eleonor puso su mano sobre mí hombro – Richard, por favor quisiera estar a solas con ella – me pidió, yo asentí con la cabeza, me puse de pie para cederle el lugar.
- Estaré afuera, por si necesitas algo – dije antes de retirarme. Permanecí afuera, una enfermera me hizo el favor de darme una silla para no estar de pie todo el tiempo, custodié la habitación por largas horas, no podía ni siquiera cerrar los ojos, las palabras dichas por Edith me retumbaban en la cabeza, “Ella te ama” – ojalá fuera verdad – susurré – eso me haría el hombre más feliz – me reproché para mis pensamientos. Miré el reloj eran más de las tres de la mañana cuando escuché un grito de dolor salir de la habitación, “no abuelita, que voy a hacer sin ti”, eran las palabras que se repetían una y otra vez en voz de Eleonor, me puse pie y caminé hacia la ventana que daba a la calle vi mi reflejo en el cristal empañado, afuera el cielo parecía romperse en pedazos. Esa noche lluviosa, Eleonor Smith había quedado completamente sola a la edad de dieciocho años.
CONTINUARÁ...
este capítulo movió muchos sentimientos en mi, gracias por tu hermosa historia aunque me tengas llorando 
