BONDAD
Tenía que decirle al Doctor Martin que ya había recuperado la memoria, además, siendo mi médico, era como un secreto de confesión. Estaba seguro que no defraudaría mi confianza al contarle la verdad.
Quería alargar lo más posible esta vida tan hermosa al lado de Candy, aunque fuera unas semanas más. Cuando se ama con todo el corazón, el tiempo al lado de esa persona tan especial pasa demasiado rápido. Estuve a punto de echar todo a perder cuando ese día en el parque le contaba al Doctor Martin la verdad, y tropezamos con Candy y ocurrió ese incidente con Tongo. Amo profundamente a los animales… y Dios sabe cuánto, pero no podía permitir que lastimara a la mujer que amo, por eso no pensé ni un minuto en interponerme entre Tongo y ella… hubiera preferido morir en las garras de ese noble animal, que solamente se sentía confundido y temeroso, antes que siquiera tocara un solo de sus cabellos. En el fondo yo me sentía como él… eran terrenos desconocidos y solo se tenía así mismo para salir adelante.
Probablemente hubiera muerto si en la desesperación por protegerla, mi forma de proceder no estuviera presente ese instinto natural por la preservación de la vida, amor y respeto por los seres vivos, sin importar su especie. Mi corazón latía fuerte, me dolía el brazo profundamente donde me había herido Tongo, pero el ver la mirada llena de angustia y miedo de Candy, algo dentro de mí se revolucionó y comencé a tratar de dialogar con un nuevo amigo. Nuevamente recibí una lección de vida al tener ese vínculo tan especial que desde niño he manifestado por la naturaleza y los animales… aquellos que como raza humana por arrogancia les hemos llamado “irracionales”, cuando la verdad es que somos nosotros quienes muchas veces nuestro actuamos impetuosos y violentos, sin ninguna necesidad de ello.
He de confesar que en efecto tuve mucho miedo… pero de perderla a ella. Después pensé si acaso yo resultara herido de muerte, ¡qué dolor tan grande para mi hermosa enfermera! Bastante ya había sufrido con la separación de Terry, el quedarse sin empleo… y luego verme morir. Candy es fuerte, pero no creo que la mejor forma de separarnos, fuera de esa manera. Recuerdo perfecto que cuando nos dirigíamos a casa, íbamos platicando sobre lo sucedido ese día… ¡ah, cuánto me encanta ver cómo el sol se difumina en sus rubios cabellos!
- Albert… realmente te agradezco que me hayas salvado… creo que ya se ha hecho una costumbre entre nosotros ¿verdad?- me dijo un poco ruborizada, aunque no sabía por qué se había puesto así.
- Así parece pequeña, afortunadamente fue la bondad de ese noble león el que me ayudó a que no pasara todo esto a mayores- le dije mientras admiraba sus verdes ojos iluminados y llenos de vida.
- ¿Bondad de ese león? Por Dios Albert… ¡casi te mata! De verdad que no sé cómo has sobrevivido todos estos años, a veces eres muy imprudente ¿sabes?
- Candy… créeme, si Tongo hubiera querido nos hubiera hecho pedazos a todos, pero vio mi buena voluntad y cariño en los ojos, yo también vi su bondad, por eso pudimos entendernos, es como tú y yo desde que nuestras miradas coincidieron… “los ojos son el espejo del alma”, y tú pequeña eres hermosa en cuerpo y alma, con una bondad infinita que das paz y calma a todo lo que te rodea
Mientras le decía estas palabras la tenía tomada de los hombros, y pude sentir que ella temblaba como una hoja y veía fijamente a mis pupilas; ambos habíamos enmudecido y antes de que siguiera declarando mi amor, tomé sus manos y las besé respetuosamente, la insté a que camináramos más aprisa, ya había hablado demasiado, por eso mejor decidí callar y abrazarla todo el camino a casa.
- Albert… - dijo Candy antes de entrar a su cuarto mientras yo leía el periódico. – Realmente eres un hombre con muchas cualidades, pero la bondad en tu corazón es más grande que todo el continente africano. Levanté mi vista y cuando no lo esperaba, me dio un beso en la mejilla; ahora el ruborizado era yo. – Buenas noches
Albert… la bondad de Tongo y la tuya, nos han salvado este día-.
Observé por largo rato la puerta del cuarto de Candy, acariciando con mi mano el lugar de mi rostro donde había puesto sus labios.
Gracias a ti pequeña, porque quien realmente me ha salvado la vida con su bondad… eres tú.
Tenía que decirle al Doctor Martin que ya había recuperado la memoria, además, siendo mi médico, era como un secreto de confesión. Estaba seguro que no defraudaría mi confianza al contarle la verdad.
Quería alargar lo más posible esta vida tan hermosa al lado de Candy, aunque fuera unas semanas más. Cuando se ama con todo el corazón, el tiempo al lado de esa persona tan especial pasa demasiado rápido. Estuve a punto de echar todo a perder cuando ese día en el parque le contaba al Doctor Martin la verdad, y tropezamos con Candy y ocurrió ese incidente con Tongo. Amo profundamente a los animales… y Dios sabe cuánto, pero no podía permitir que lastimara a la mujer que amo, por eso no pensé ni un minuto en interponerme entre Tongo y ella… hubiera preferido morir en las garras de ese noble animal, que solamente se sentía confundido y temeroso, antes que siquiera tocara un solo de sus cabellos. En el fondo yo me sentía como él… eran terrenos desconocidos y solo se tenía así mismo para salir adelante.
Probablemente hubiera muerto si en la desesperación por protegerla, mi forma de proceder no estuviera presente ese instinto natural por la preservación de la vida, amor y respeto por los seres vivos, sin importar su especie. Mi corazón latía fuerte, me dolía el brazo profundamente donde me había herido Tongo, pero el ver la mirada llena de angustia y miedo de Candy, algo dentro de mí se revolucionó y comencé a tratar de dialogar con un nuevo amigo. Nuevamente recibí una lección de vida al tener ese vínculo tan especial que desde niño he manifestado por la naturaleza y los animales… aquellos que como raza humana por arrogancia les hemos llamado “irracionales”, cuando la verdad es que somos nosotros quienes muchas veces nuestro actuamos impetuosos y violentos, sin ninguna necesidad de ello.
He de confesar que en efecto tuve mucho miedo… pero de perderla a ella. Después pensé si acaso yo resultara herido de muerte, ¡qué dolor tan grande para mi hermosa enfermera! Bastante ya había sufrido con la separación de Terry, el quedarse sin empleo… y luego verme morir. Candy es fuerte, pero no creo que la mejor forma de separarnos, fuera de esa manera. Recuerdo perfecto que cuando nos dirigíamos a casa, íbamos platicando sobre lo sucedido ese día… ¡ah, cuánto me encanta ver cómo el sol se difumina en sus rubios cabellos!
- Albert… realmente te agradezco que me hayas salvado… creo que ya se ha hecho una costumbre entre nosotros ¿verdad?- me dijo un poco ruborizada, aunque no sabía por qué se había puesto así.
- Así parece pequeña, afortunadamente fue la bondad de ese noble león el que me ayudó a que no pasara todo esto a mayores- le dije mientras admiraba sus verdes ojos iluminados y llenos de vida.
- ¿Bondad de ese león? Por Dios Albert… ¡casi te mata! De verdad que no sé cómo has sobrevivido todos estos años, a veces eres muy imprudente ¿sabes?
- Candy… créeme, si Tongo hubiera querido nos hubiera hecho pedazos a todos, pero vio mi buena voluntad y cariño en los ojos, yo también vi su bondad, por eso pudimos entendernos, es como tú y yo desde que nuestras miradas coincidieron… “los ojos son el espejo del alma”, y tú pequeña eres hermosa en cuerpo y alma, con una bondad infinita que das paz y calma a todo lo que te rodea
Mientras le decía estas palabras la tenía tomada de los hombros, y pude sentir que ella temblaba como una hoja y veía fijamente a mis pupilas; ambos habíamos enmudecido y antes de que siguiera declarando mi amor, tomé sus manos y las besé respetuosamente, la insté a que camináramos más aprisa, ya había hablado demasiado, por eso mejor decidí callar y abrazarla todo el camino a casa.
- Albert… - dijo Candy antes de entrar a su cuarto mientras yo leía el periódico. – Realmente eres un hombre con muchas cualidades, pero la bondad en tu corazón es más grande que todo el continente africano. Levanté mi vista y cuando no lo esperaba, me dio un beso en la mejilla; ahora el ruborizado era yo. – Buenas noches
Albert… la bondad de Tongo y la tuya, nos han salvado este día-.
Observé por largo rato la puerta del cuarto de Candy, acariciando con mi mano el lugar de mi rostro donde había puesto sus labios.
Gracias a ti pequeña, porque quien realmente me ha salvado la vida con su bondad… eres tú.