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Una semana mas tarde, George llamó a Candy para ponerla al tanto de las buenas nuevas que acababa de recibir. Lo dicho por aquel extraordinario agente encubierto, iluminó el oscuro sendero por el que Slim atravesó los últimos años. Tan pronto como colgó el auricular, la pareja de abogados salió del despacho rumbo a una de las cárceles de máxima seguridad del estado de New York. Manejar por tres largas horas, era solo un pequeño sacrificio comparado con todo lo que estaban dispuestos a hacer para conseguir la justicia que merecía aquel joven mulato de tristes ojos oscuros.
Al día siguiente, Candy fue recibida por el director del centro penitenciario quien la llamó para informarle que uno de los reos pidió hablar personalmente con la abogada de la defensa del caso del Central Park , ya que tenía algo que confesar referente a ella.
—No sabe lo mucho que agradezco que se haya puesto en contacto conmigo, señor Whitman.
—No es a mi a quien debe agradecer, sino al agente Johnson. —No sé como le hace ese hombre para ganarse la confianza de los reos.
Candy sonrió.
—Quizás se deba al hecho que sabe hacer muy bien su trabajo sin abusar de su posición.
—No lo dudo —el señor Whitman suspiró.
Hacía apenas unas semanas, leyó un artículo que lo conmocionó en gran manera. Este tocaba temas relacionas al maltrato físico y psicológico al que muchos reos de cárceles de máxima seguridad del país eran sometidos para castigarlos y controlarlos, sin atender a cualquier problema mental o físico que pudieran padecer.
Según el artículo, un preso con antecedentes de enfermedad mental se ahorcó en su celda tras pasar más de una década en una cárcel de máxima seguridad, recibiendo únicamente una atención psiquiátrica intermitente. En los días previos a su muerte, dicho hombre, mostraba síntomas de psicosis de los que se hizo caso omiso.
Lo que mas le impactó al señor Whitman, fue leer que había una alta posibilidad de que el gobierno planeaba ampliar el uso del régimen de aislamiento en todas las prisiones federales, en vez de garantizar que dicho procedimiento sólo se utilizaría en circunstancias excepcionales, como último recurso, y nunca durante periodos prolongados o indefinidos, ya que, en su opinión, ningún preso que padecía una enfermedad mental o corría el riesgo de padecerla debía ser aislado.
Veinte minutos mas tarde, un joven de tes blanca de aproximadamente veinticinco años se sentó frente al par de abogados.
—Gracias por pedir hablar con nosotros —tal y como lo habían acordado, Candy comenzó el interrogatorio en tanto Terry se limitaba a escuchar y tomar nota mental.
—Gracias a ustedes por tomarse el tiempo de venir hasta aquí.
—¿Cuál es tu nombre?
—Charlie Morton —se presentó
—¿Por qué desiste hablar?
—Porque no me parece justo que un inocente este pagando por algo que no hizo —respondió en tono serio —sé el infierno que es vivir dentro de una cárcel de máxima seguridad. Estuve recluido unos meses en la de Colorado.
—¿¡ADX!? —cuestionó Terry con asombro. Aquel era el Centro Penitenciario y Administrativo de Máxima Seguridad de Estados Unidos, en donde utilizaban como filosofía:《almacenar a los reos》. Terry jamás había estado ahí, pero, sabía del lugar gracias a documentos judiciales disponibles a través de demandas y otra información proporcionados por un ex compañero suyo que representaba a reclusos de aquel centro penal, así como de directivas sobre política emitidas por la Oficina Federal de Prisiones.
Sabía también que, la mayoría de los presos de ADX habían sido declarados culpables de delitos graves cometidos mientras estaban encarcelados, tales como: agresión, asesinato o intento de fuga; y otros habían sido declarados culpables de delitos de terrorismo.
—Así es —respondió el joven alzando la barbilla para mirarlo.
—¿Cómo fue que conseguiste salir de ese sitio? —cuestionó el castaño con seriedad.
—Le aseguro que no fue por mis propios medio —Charlie alzó el dedo índice en dirección al techo—Él lo hizo —por primera vez hizo una mueca que pretendía ser una sonrisa —le prometí que si me sacaba de ese infierno, yo enmendaría mis errores. Fue así como meses mas tarde, me trasladaron a esta prisión, en donde conocí de manera particular a un chico con quien tuve una fuerte pelea.
—Después de unos días, me enteré quien era —bajó la mirada —yo hice una promesa, la cuál había llegado la hora de cumplir. Cuando le pregunté a uno de los guardias sobre el chico, este me informó que había pedido que lo trasladaran a otra cárcel puesto que no quería tener problemas con nadie, fue allí en donde decidí pedirle ayuda al guardia, y para que accediera, le conté toda la verdad —los miró a ambos —y aquí estoy, frente a ustedes, cumpliendo la promesa que le hice a quien me libró del infierno de ADX, dispuesto a hacer lo que sea para que ese chico reciba la justicia que se merece.
Candy se aclaró la garganta.
—En ese caso, vamos a tomarte unas muestras de saliva para comprobar si tu ADN es compatible con los rastros encontrados en el cuerpo de la víctima. —Candy sacó el hisopo que Terry le aconsejó previamente recogiera de un laboratorio en caso de necesitarlo.
--¿¡Mi ADN, ha dicho!? Preguntó Charlie con sorpresa.
Candy asintió.
--¿Por que razón tendría que estar mi ADN?
--¿Cómo que por qué? Abusaste de ella ¿no?
--No, no lo hice --Charlie negó frenéticamente con la cabeza.
--¿Qué has dicho? Preguntó Terry interviniendo. Si lo que aquel reo decía era cierto, no sólo la fiscal estaría en problemas legales, sino todos los implicados en aquel caso.
Gracias por leer
Sed De Justicia
By Rossy Castaneda
Capítulo 5
By Rossy Castaneda
Capítulo 5
Una semana mas tarde, George llamó a Candy para ponerla al tanto de las buenas nuevas que acababa de recibir. Lo dicho por aquel extraordinario agente encubierto, iluminó el oscuro sendero por el que Slim atravesó los últimos años. Tan pronto como colgó el auricular, la pareja de abogados salió del despacho rumbo a una de las cárceles de máxima seguridad del estado de New York. Manejar por tres largas horas, era solo un pequeño sacrificio comparado con todo lo que estaban dispuestos a hacer para conseguir la justicia que merecía aquel joven mulato de tristes ojos oscuros.
Al día siguiente, Candy fue recibida por el director del centro penitenciario quien la llamó para informarle que uno de los reos pidió hablar personalmente con la abogada de la defensa del caso del Central Park , ya que tenía algo que confesar referente a ella.
—No sabe lo mucho que agradezco que se haya puesto en contacto conmigo, señor Whitman.
—No es a mi a quien debe agradecer, sino al agente Johnson. —No sé como le hace ese hombre para ganarse la confianza de los reos.
Candy sonrió.
—Quizás se deba al hecho que sabe hacer muy bien su trabajo sin abusar de su posición.
—No lo dudo —el señor Whitman suspiró.
Hacía apenas unas semanas, leyó un artículo que lo conmocionó en gran manera. Este tocaba temas relacionas al maltrato físico y psicológico al que muchos reos de cárceles de máxima seguridad del país eran sometidos para castigarlos y controlarlos, sin atender a cualquier problema mental o físico que pudieran padecer.
Según el artículo, un preso con antecedentes de enfermedad mental se ahorcó en su celda tras pasar más de una década en una cárcel de máxima seguridad, recibiendo únicamente una atención psiquiátrica intermitente. En los días previos a su muerte, dicho hombre, mostraba síntomas de psicosis de los que se hizo caso omiso.
Lo que mas le impactó al señor Whitman, fue leer que había una alta posibilidad de que el gobierno planeaba ampliar el uso del régimen de aislamiento en todas las prisiones federales, en vez de garantizar que dicho procedimiento sólo se utilizaría en circunstancias excepcionales, como último recurso, y nunca durante periodos prolongados o indefinidos, ya que, en su opinión, ningún preso que padecía una enfermedad mental o corría el riesgo de padecerla debía ser aislado.
Veinte minutos mas tarde, un joven de tes blanca de aproximadamente veinticinco años se sentó frente al par de abogados.
—Gracias por pedir hablar con nosotros —tal y como lo habían acordado, Candy comenzó el interrogatorio en tanto Terry se limitaba a escuchar y tomar nota mental.
—Gracias a ustedes por tomarse el tiempo de venir hasta aquí.
—¿Cuál es tu nombre?
—Charlie Morton —se presentó
—¿Por qué desiste hablar?
—Porque no me parece justo que un inocente este pagando por algo que no hizo —respondió en tono serio —sé el infierno que es vivir dentro de una cárcel de máxima seguridad. Estuve recluido unos meses en la de Colorado.
—¿¡ADX!? —cuestionó Terry con asombro. Aquel era el Centro Penitenciario y Administrativo de Máxima Seguridad de Estados Unidos, en donde utilizaban como filosofía:《almacenar a los reos》. Terry jamás había estado ahí, pero, sabía del lugar gracias a documentos judiciales disponibles a través de demandas y otra información proporcionados por un ex compañero suyo que representaba a reclusos de aquel centro penal, así como de directivas sobre política emitidas por la Oficina Federal de Prisiones.
Sabía también que, la mayoría de los presos de ADX habían sido declarados culpables de delitos graves cometidos mientras estaban encarcelados, tales como: agresión, asesinato o intento de fuga; y otros habían sido declarados culpables de delitos de terrorismo.
—Así es —respondió el joven alzando la barbilla para mirarlo.
—¿Cómo fue que conseguiste salir de ese sitio? —cuestionó el castaño con seriedad.
—Le aseguro que no fue por mis propios medio —Charlie alzó el dedo índice en dirección al techo—Él lo hizo —por primera vez hizo una mueca que pretendía ser una sonrisa —le prometí que si me sacaba de ese infierno, yo enmendaría mis errores. Fue así como meses mas tarde, me trasladaron a esta prisión, en donde conocí de manera particular a un chico con quien tuve una fuerte pelea.
—Después de unos días, me enteré quien era —bajó la mirada —yo hice una promesa, la cuál había llegado la hora de cumplir. Cuando le pregunté a uno de los guardias sobre el chico, este me informó que había pedido que lo trasladaran a otra cárcel puesto que no quería tener problemas con nadie, fue allí en donde decidí pedirle ayuda al guardia, y para que accediera, le conté toda la verdad —los miró a ambos —y aquí estoy, frente a ustedes, cumpliendo la promesa que le hice a quien me libró del infierno de ADX, dispuesto a hacer lo que sea para que ese chico reciba la justicia que se merece.
Candy se aclaró la garganta.
—En ese caso, vamos a tomarte unas muestras de saliva para comprobar si tu ADN es compatible con los rastros encontrados en el cuerpo de la víctima. —Candy sacó el hisopo que Terry le aconsejó previamente recogiera de un laboratorio en caso de necesitarlo.
--¿¡Mi ADN, ha dicho!? Preguntó Charlie con sorpresa.
Candy asintió.
--¿Por que razón tendría que estar mi ADN?
--¿Cómo que por qué? Abusaste de ella ¿no?
--No, no lo hice --Charlie negó frenéticamente con la cabeza.
--¿Qué has dicho? Preguntó Terry interviniendo. Si lo que aquel reo decía era cierto, no sólo la fiscal estaría en problemas legales, sino todos los implicados en aquel caso.
Gracias por leer