Bueno, sin mas preambulo les dejo el inicio de esta pequeña historia que espero que disfruten
El sonido estridente de la máquina le hizo despegar la vista de la paciente que hasta el momento solo parecía adormecida. El monitor mostraba que sus niveles de oxigenación y presión eran inexistentes. Sus ojos se abrieron tan grandes, no podía creer que esto le estuviera pasando… no a ella.
La puerta se abrió de un solo golpe y con paso apresurado ingreso una enfermera de aspecto serio y ceño fruncido que la miro por unos segundos antes de dirigirse hacia la paciente. Observo la pantalla, tomo la muñeca y verifico que lo que veía en el monitor fuera real. Sin perder más tiempo saco el desfibrilador que se encontraba en uno de los cajones debajo del aparato, descubrió el pecho de la persona, coloco los electrodos sobre este y se dispuso a dar la primera descarga. Uno, dos, tres fueron los intentos que hizo para tratar de revivir a la paciente… pero en el monitor nada cambio.
La rubia permaneció estupefacta, la señora O’brien había estado estable toda la noche, no había habido ningún signo que indicara que algo anduviera mal; había mostrado apetito a la hora de cenar, inclusive había recuperado su habitual sentido del humor.
De pronto, una sacudida interrumpió su monologo interno
—¿Me quieres decir que es lo que ha pasado?
—Yo… no lo sé —fue todo lo que pudo decir antes de cubrirse los ojos y soltarse a llorar.
Flammy Brown era la enfermera que había acudido en auxilio apenas se activo la alarma de la habitación. Miro con desdén el “espectáculo” que la rubia estaba dando, seguía sin entender cómo esa chica había logrado ingresar al hospital, más aún, cuando se notaba a leguas que no era apta para este trabajo. Era débil, torpe y sin carácter, por decir lo menos.
Martha O’brien había sido ingresada al hospital hace tres días por un preinfarto. Su nieta Patricia, que era columnista del área de finanzas en el periódico local, era la única que la visitaba y se preocupaba por ella. Usualmente la visitaba a la salida de su jornada y se quedaba hasta que terminaba la hora de visita.
Flammy permanecía aun en la habitación leyendo el historial de la ahora occisa. Tenía ochenta y nueve años y un largo historial de problemas de salud. El lunes pasado había sido su ingreso más reciente, en el cual, habían logrado estabilizarla con éxito y todo parecía ir viento en popa para darle de alta ese mismo día. Lamentablemente saldría de una forma muy diferente a la esperada.
Escribió la hora del deceso: cinco con cuarenta y cinco minutos, causa de muerte: infarto fulminante.
La puerta volvió a abrirse y en esta ocasión, ingreso una dama de edad avanzada vestida en un uniforme blanco impoluto quien se dirigió a la enfermera pelinegra que aun sostenía en sus manos el historial médico.
Extendió la mano para tomar el documento y verificar la información vertida ahí por su subalterna. Aun con los papeles en mano se encamino hacia la camilla y se poso frente al cuerpo inerte que ahí descansaba. Tuvo la intención de tocar el cuerpo, por lo cual, bajo su mano derecha hasta casi rozar el brazo de la fallecida, no obstante, se arrepintió en el ultimo momento. Se giro hacia la enfermera Flamy, quien no perdía detalle de los movimientos de la directora, y le extendió los documentos.
—Ha sido un infarto fulminante, —aseguro la castaña— la señora O’brien venía presentando preinfartos cada vez con más frecuencia. No es raro que en estas condiciones el corazón colapse y deje de funcionar drásticamente.
—¿No crees que sea necesario realizar una autopsia? —cuestiono Mary Jane con toda autoridad.
—No considerando sus antecedentes. Era una mujer de edad avanzada y su estado de salud ya estaba demasiado mermado por los preinfartos anteriores y demás padecimientos.
La anciana observo atentamente el argumento de la pelinegra y asintió.
—Bien, entrega esto para que realicen los trámites correspondientes para liberar el cuerpo. —ordeno la directora—. Ah y no olvides de avisar a sus familiares.
Y de la misma manera en que entro en la habitación se retiró sin prestar atención a la rubia que había observado toda la interacción.
—¿Será que por lo menos eres capaz de llamar a sus familiares? —inquirió acercándose a la rubia y entregándole de mala manera la carpeta con los datos de la familia.
Las palabras tomaron por sorpresa a la rubia que aún seguía temblando por la situación. Lo único que pudo hacer fue asentir, pero para ese entonces la castaña ya había abandonado la habitación, dejando a esta ultima sola con el cuerpo inerte de la señora O’brien.
Gracias por su lectura
Minific Ángel de la muerte Cap. 2
Última edición por Claudia Ceis el Vie Abr 14, 2023 9:54 am, editado 2 veces