Muy buenas tardes combatientes, feliz viernes
Espero que se encuentren genial y ya casi finalizando este bello mes que nos une en este evento que es la Guerra Florida.
Antes que todo agradezco a quienes me acompañaron con su lectura en este pequeño aporte de mi parte.
Espero que lo hayan disfrutado tanto como yo lo disfrute al escribirlo.
Nota importante, me gusta darle un giro a los personajes, por eso los que eran malos en el anime no siempre serán los malos acá y viceversa. Y así se me ocurrió la historia y así la escribí jejeje
Sin más preambulo, les dejo disfrutar del ultimo capitulo
Espero que se encuentren genial y ya casi finalizando este bello mes que nos une en este evento que es la Guerra Florida.
Antes que todo agradezco a quienes me acompañaron con su lectura en este pequeño aporte de mi parte.
Espero que lo hayan disfrutado tanto como yo lo disfrute al escribirlo.
Nota importante, me gusta darle un giro a los personajes, por eso los que eran malos en el anime no siempre serán los malos acá y viceversa. Y así se me ocurrió la historia y así la escribí jejeje
Sin más preambulo, les dejo disfrutar del ultimo capitulo
Ángel de la muerte
Ángel de la muerte
Dime por favor,
¿Por qué nos juzgas sin ningún honor?
Capítulo IV
Dime por favor,
¿Por qué nos juzgas sin ningún honor?
Capítulo IV
—¿Qué es lo que estás haciendo? —preguntó una voz impertérrita a sus espaldas.
Susana se encontraba concentrada en la tarea, sin embargo, al escuchar esa voz sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal y sin querer soltó las pinzas que sostenía en la mano.
—Eres una torpe, ahora deberás esterilizar nuevamente ese material. —chilló la voz de Mary Jane.
—Lo… lo siento, me tomo desprevenida.
—Una enfermera siempre debe estar lista para cualquier imprevisto. Deja eso y llama a Candice.
Si Mary Jane le hubiese puesto la suficiente atención a la reacción de Susana se habría dado cuenta de que la mirada que esta le dirigió estaba llena de… ¿desdén? O tal vez repulsión. Susana trató de tranquilizarse, ya llegaría el momento de cobrarse cada una de las humillaciones de la vieja. Salió del área y enseguida localizó a Candy para que acudiera al llamado de Mary Jane.
Jacob caminaba de un lado para otro. Habían asistido al hospital para curar las heridas del Sr. Granchester y eso había sido hace más de veinticuatro horas. La noche que llegaron, la misma directora del hospital sugirió que se le dejará en observación para descartar que alguna astilla quedará en la piel y se pudiera infectar. En ese momento le pareció hasta afortunado que la enfermera sugirió eso y así evitaran alguna complicación futura.
Lamentablemente no le permitieron quedarse, sin embargo, le aseguraron que su patrón se quedaría en muy buenas manos con la enfermera White, él no tuvo ninguna duda de eso, pues el hospital tenía un muy buen prestigio por lo que se retiró tranquilo.
Al día siguiente, se presentó a primera hora en el hospital, pero grande fue su sorpresa al ver a Richard adormilado y hablando lo que para él eran incoherencias.
—Señor, despierte, ¿se encuentra bien?
—No, por favor, no me lleves, aún tengo cosas que hacer.
—Richard, despierta, despierta por favor.
—Sé que he actuado mal, pero, puedo solucionarlo.
La enfermera rubia quien se había hecho cargo de Richard el primer día, le dijo que tenía que salir, que el paciente había tenido pesadillas en la madrugada y por lo tanto le habían colocado un somnífero para que pudiera descansar.
Jacob estaba desconcertado y no sabía que hacer, lo único que se le ocurrió fue llamar al joven Granchester para que estuviera al tanto de la situación.
.
.
.
—Maldita sea, ¿y todo eso pasando ante la vista de todos y nadie se ha dado cuenta? ¿Cómo es eso posible?
—Sin duda es muy astuta, aparte de todo goza de cierto poder y tú sabes que a veces el poder enajena a la gente.
—Lo sé, pero ¿Cuál es su motivo? ¿Qué sentido tiene hacer lo que hace? No creo que un día haya amanecido y se haya decidido a matar gente porque sí.
—No lo sé, aún hay cabos sueltos en la investigación y eso es lo que nuestra informante aun no puede conseguir, el móvil de estos asesinatos.
Neil y Terry discutían en relación con el caso que una de sus agentes encubierta estaba llevando a cabo. El sonido del teléfono del castaño los interrumpió, Terry se sorprendió al reconocer quien le llamaba por lo que contestó de inmediato.
—Hola Jacob
—Joven, lamento molestarlo, pero necesito informarle de cierta situación con su padre.
Al castaño le dio un vuelco el corazón, tal vez no siempre había tenido una buena relación con su padre, pero ambos estaban intentando mejorarla.
—¿Él está bien?
—No lo sé, joven, por eso es por lo que lo llamó. No he podido estar con él más que unos cuantos minutos desde que ingresó al hospital.
—Voy para allá. Espérame en la recepción del hospital.
Cuando cortó la llamada, se percató de que tenía un mensaje:
Tiene que venir urgentemente.
—Vamos Leagan, creo que sabremos más pronto de lo que pensamos lo que está pasando en el hospital presbiteriano.
.
.
.
Mary Jane se encontraba en su oficina sentada en su cómoda silla tras su escritorio. Desde ahí podía observar el ir y venir del personal dentro del hospital. Algo que amaba de su trabajo era el fascinante bullicio que se generaba en todo el lugar, por la gente, por las máquinas, por las risas, por el llanto, por el dolor, por el caos.
La puerta se abrió de improviso
—Mary Jane Johnson, queda usted arrestada por el homicidio de la señora Martha O’Brien. —señaló el moreno mostrando su placa a la acusada.
La anciana permaneció impávida ante la interrupción del detective Leagan.
—Me parece que está cometiendo un terrible error, ¿acaso sabe lo que está diciendo?
—Tiene derecho a guardar silencio, todo lo que diga podrá ser usado en su contra. Tiene derecho a contratar un abogado y si no pudiera el estado le otorgará uno…
Acto seguido la directora fue esposada por un oficial y dirigida a la salida.
—Estoy segura de que se equivoca —advirtió la mujer al pasar a su lado —ya lo verá.
.
.
Arribaron lo más rápido que pudieron al hospital, el detective Granchester se dirigió hacia la recepción y ahí se encontró con Jacob quien le dijo donde se encontraba su padre, inmediatamente solicitó acceso para poder ver a su padre.
Estaba sobre la camilla con un aspecto avejentado, como si hubiese envejecido un par de años desde la última vez que lo vio hace un par de semanas atrás. Intento despertarlo, hacerle reaccionar, pero de la boca de Richard solo salían palabras ininteligibles.
—Tiene que sacarlo de aquí y llevarlo a un lugar donde esté a salvo. —aconsejó una voz a sus espaldas.
—Gracias, ve con Neil y dale a él la información que tienes. Yo los alcanzaré en la comisaría.
.
.
Mary Jane se encontraba sentada en la sala de interrogaciones. Su postura era imperturbable, permanecía rígida en su asiento con su uniforme blanco que contrastaba con el gris oscuro de la habitación.
Era observada desde el otro lado por el detective y el agente encubierto. Estaban intentando quebrar a la acusada, pero no parecía que lo estaban logrando. Neil tomó una caja con toda la información recolectada y se encaminó a la sala.
Ingresó y se sentó frente a Mary Jane quien seguía con la vista hacia el frente. Puso frente a ella una foto de Martha O’Brien, un frasco vacío de tiopental sódico y una ampolleta de fentanilo.
La acusada observó los objetos sin inmutarse.
—Y bien, ¿me va a decir que no reconoce esto?
—Por supuesto que sí, es la Señora O’Brien, quien lamentablemente falleció en el hospital. Los otros son medicamentos, anestésicos para ser exactos, que cualquier hospital tiene, inclusive cualquier farmacia.
—Exacto, el problema es que tenemos pruebas de que la occisa fue envenenada con ambos anestésicos.
—Eso es una acusación terrible, pero, en todo caso, ¿qué tengo yo que ver con todo esto? La enfermera que cuidó de la señora O’Brien fue Candice White, por lo tanto, es a ella a quien deben capturar. Lo más probable es que haya sido un error, es una enfermera demasiado torpe, a decir verdad. —mencionó con voz compungida, pero sin alterarse.
—Para su desgracia, tenemos testigos de lo que ha estado pasando en el hospital.
La puerta se abrió y por esta ingresó la agente quien miró fijamente a la anciana. El rostro de Mary Jane palideció al reconocerla.
—¡Tú!, ¿qué haces aquí?
—Deje que me presente correctamente: soy Susana Marlowe agente especial de la NYPD y agente encubierto en la investigación al hospital presbiteriano por denuncias de muertes sospechosas. Hace meses nos llegaron varios reclamos de muertes en extrañas circunstancias, todas estás, en el área de geriatría. Ninguna de las muertes parecía estar relacionada, de hecho, parecían muertes por causas naturales, sin embargo, decidimos echar un vistazo por si había algo que estábamos pasando por alto.
—Pero, tu… —titubeó la anciana.
—Exacto, fui yo la designada a ingresar como enfermera, mi objetivo siempre fue pasar desapercibida para poder, de esa manera, observar todo el funcionamiento del hospital. Y funcionó muy bien. Usted siempre me vio como alguien poco importante, por lo que, nunca puso demasiada atención en mí y eso ayudó para que yo pudiera hacer muy bien mi trabajo.
Acto seguido sacó un informe del inventario de farmacia, y fotos de lo que en realidad había en el stock cuando ella revisó. Mary Jane se relajó un poco.
—Muy bien, pero, así como tú entraste, cualquiera pudo haberlo hecho. No puedes probar quién se robó los medicamentos. —Sonrío.
—En efecto, no tengo pruebas de que usted lo haya tomado, pero sí de que fue usted quien lo suministraba a las víctimas.
—Eso es imposible, yo no me encargo de los pacientes como bien debes saberlo.
—Por supuesto, lamentablemente para usted, jamás puso atención en mi persona, y ese fue su gran error.
—¿A qué te refieres? —encaró con un dejo de nerviosismo.
Aunque la directora seguía con su postura recta e inmutable, empezó a sentir que un sudor frío le recorría todo el cuerpo.
—Que gracias a eso tuve la libertad para pasearme por el hospital a diestra y siniestra, y, de esta manera, pude enterarme de muchas cosas. —enfatizó con una mirada de triunfo a lo que Mary Jane no respondió. —Tan poca cosa era para usted que ni siquiera se dio cuenta que esa noche yo estaba ahí.
Mary Jane la observó con una sombra de terror en sus ojos, su corazón palpitaba desenfrenado.
—Sí, es correcto, me refiero a la noche en que murió Martha O’Brien.
La anciana sintió que un nudo se formaba en su garganta y le oprimía impidiéndole respirar, pero se obligó a permanecer en su postura.
—Por supuesto que jamás esperé ver lo que sucedió. La noche había estado tranquila, sin embargo, me percate de la suma insistencia que usted demostró en que la paciente quedará sin vigilancia. Por ello, decidí quedarme en la habitación sin despegarme para nada. Por un momento pensé que no iba a pasar nada, pero de pronto la puerta se abrió y la vi ingresando sigilosamente. Yo me hice un bulto al lado del pequeño sillón por lo que usted ni siquiera supo de mi presencia.
La directora escuchaba sin poder dar crédito y por primera vez aceptó, en su interior, que estaba perdida.
Neil Leagan, quien había estado observando el despliegue de la agente, se acercó a la acusada y le inquirió con voz firme
—¿Ya se siente con más ánimo de cooperar?
La increpada trago saliva, observó al detective, pensó en seguir negando lo evidente pero no tenía sentido, ella sabía que la habían atrapado. Le dirigió una mirada de desprecio a la agente quien permanecía a un costado del detective. Maldita sea la hora en que contrató a esa estúpida rubia. En primera instancia había pensado en culparla a ella, pero era demasiado insulsa.
Se levantó de la silla donde había permanecido todo este tiempo y se giró dándole la espalda a sus acompañantes.
—¿Qué obtendré a cambio?
—Que no te sentencien a la pena de muerte. —Fue la respuesta que ofreció el moreno.
—Ja, Ja, Ja eso no me sirve de nada. No quiero pasar el resto de mis años en una cárcel.
—Está loca si cree que se librara de esto. Según nuestros registros hay por lo menos otros tres casos que se le pueden imputar. Una vez que solicitemos la exhumación de esos cuerpos encontraremos residuos de fentanilo.
—Nunca podrán probar que yo soy culpable de esos casos.
—Puede que tenga razón, pero sin duda se tomarán como antecedente para este juicio.
Mary Jane sopesó su situación, indistintamente de si la encontraban culpable o no de las otras muertes su reputación estaría visiblemente afectada. Suspiro y finalmente cabizbaja admitió.
—Ellos no eran tan buenos como pensaban —confesó girándose para quedar de frente al detective— se merecían eso y más.
—Pero ¿Por qué?
La mirada de la anciana mostró un dejo de nostalgia, sus ojos se enturbiaron, colocó sus manos detrás y procedió a relatarle una historia.
—Desde muy pequeña viví en un ambiente sumamente rígido. Mis padres eran sumamente estrictos, y siempre daban cátedra de lo que era correcto y lo que no. Despreciaban a la gente que no era correcta y más aún a aquellos que aparentaban serlo y resultaban ser todo lo contrario. Corregían física y psicológicamente, a cualquiera que lo mereciera, según sus normas y su moral. Ellos pensaban que tenían una moralidad superior a los demás y actuaban de esa manera.
Trago saliva, le costaba recordar esos tiempos sin sentir un cúmulo de lágrimas y miedo acumulado en el pecho que se agolpaban con este queriendo salir.
—Por mi parte, yo siempre fui lo que ellos quisieron que fuera. Por esa razón me convertí en su favorita, en la niña de sus ojos y de la misma manera me inculcaron que era mi deber corregir o castigar a esas personas que se mentían a sí mismas. Y eso fue lo que hice.
Susana pensaba increparla, le parecía inverosímil que quisiera escudarse en sus problemas de infancia para zafarse de lo que había hecho. Por Dios, ¡era una asesina! Sin embargo, Neil la detuvo para que la anciana pudiera continuar.
—No me mires así, —dijo dirigiéndose a la agente un poco exaltada— No soy un maldito monstruo. Lo único que hice fue librar a este mundo de escorias, y librar a sus familiares del peso de cargar con ellos.
—Esa no era su decisión, ellos no merecían morir. Menos de la forma en que lo hicieron.
—Ja, Ja, Ja por Dios, no me digas que con tan poco te asombras. —Se mofo de la agente— Definitivamente no tienes las agallas para ser enfermera. En eso no me equivoqué.
—Ok, entonces díganos, ¿cuál fue su razón para deshacerse de Martha O’Brien? —preguntó el detective.
—Ah, esa anciana era una maldita que embobaba a todos con su sonrisita y su apariencia de niña buena, pero era una vieja controladora. Lo supe todo en las visitas que le hacía su nieta Patricia. La pobre se preocupaba y lloraba por el bienestar de su abuela y, ¿que recibía a cambio? Solo maltratos de la anciana, amenazas de que si no hacía lo que ella quería lo pagaría muy caro. No podía permitir que ella arruinara la vida de su joven nieta. Tenía que hacer algo. Fue por eso por lo que utilice el tiopental para que ella misma confesará todas las maldades que le hacía a su nieta. Como ya sabrá el tiopental es un anestésico que produce adormecimiento y es llamado el suero de la verdad por esa razón. Uno puede obtener mucha información de las personas cuando estas no están conscientes.
Hizo una pausa y sonrió con descaro. Ella sentía que le había dado su merecido a la vieja.
—Todos ellos gritan, lloran, juran y perjuran que cambiarán, que no serán más de cierta forma, que de ahora en adelante todo será diferente. Pero no es así. Siempre mienten, se mienten a sí mismos y eso no lo puedo permitir. Por eso la maté, por eso los maté a todos y seguiría haciéndolo porque ese es mi deber.
—¿Eso mismo iba a hacer con Richard Granchester?
Por un momento la directora no supo a quién se refería el detective, pero de inmediato supuso que era el tipo que llegó hace unos días para curar sus heridas de la mano.
—Ah, él, un infame. Se atrevió a engañar a su esposa, a dejar a su hijo desamparado de su cuidado para después volver y arrebatárselo. Se casó con una terrible mujer que maltrataba a su pequeño hijo y él lo sabía, pero no hizo nada. ¿Quieres que siga?
—Esta usted loca —soltó sin miramientos el detective.
—Puede que lo esté, y, sin embargo, he hecho más bien de lo que todos ustedes algún día podrán hacer.
“El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones” Neil y Susana solo se miraron, definitivamente en el mundo había gente para la que aplicaba muy bien esta frase.
.
.
Mary Jane fue imputada por el homicidio de Martha O’Brien e intento de homicidio y privación de la libertad de Richard Granchester y otros tres ancianos más que habían fallecido en el lapso de seis a doce meses aproximadamente. Sin embargo, revisando en sus años de residencia ya se evidenciaba este tipo de sucesos cuando ella estaba alrededor. Lamentablemente por el tiempo transcurrido ya no se podía verificar que hubiese sido de esa manera.
Susana Marlowe había jugado un papel fundamental en el arresto de la anciana. Cuando presenció el asesinato de la “abuela Martha” pensó que todas las muertes las hacían pasar de forma natural. No obstante, cuando vio a Candice llorando en el vestidor de mujeres, y esta le platicó lo que estaba pasando, se dio cuenta que la mente de Mary Jane era mucho más maquiavélica de lo que pudo haberse imaginado.
Susana se encontraba concentrada en la tarea, sin embargo, al escuchar esa voz sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal y sin querer soltó las pinzas que sostenía en la mano.
—Eres una torpe, ahora deberás esterilizar nuevamente ese material. —chilló la voz de Mary Jane.
—Lo… lo siento, me tomo desprevenida.
—Una enfermera siempre debe estar lista para cualquier imprevisto. Deja eso y llama a Candice.
Si Mary Jane le hubiese puesto la suficiente atención a la reacción de Susana se habría dado cuenta de que la mirada que esta le dirigió estaba llena de… ¿desdén? O tal vez repulsión. Susana trató de tranquilizarse, ya llegaría el momento de cobrarse cada una de las humillaciones de la vieja. Salió del área y enseguida localizó a Candy para que acudiera al llamado de Mary Jane.
Jacob caminaba de un lado para otro. Habían asistido al hospital para curar las heridas del Sr. Granchester y eso había sido hace más de veinticuatro horas. La noche que llegaron, la misma directora del hospital sugirió que se le dejará en observación para descartar que alguna astilla quedará en la piel y se pudiera infectar. En ese momento le pareció hasta afortunado que la enfermera sugirió eso y así evitaran alguna complicación futura.
Lamentablemente no le permitieron quedarse, sin embargo, le aseguraron que su patrón se quedaría en muy buenas manos con la enfermera White, él no tuvo ninguna duda de eso, pues el hospital tenía un muy buen prestigio por lo que se retiró tranquilo.
Al día siguiente, se presentó a primera hora en el hospital, pero grande fue su sorpresa al ver a Richard adormilado y hablando lo que para él eran incoherencias.
—Señor, despierte, ¿se encuentra bien?
—No, por favor, no me lleves, aún tengo cosas que hacer.
—Richard, despierta, despierta por favor.
—Sé que he actuado mal, pero, puedo solucionarlo.
La enfermera rubia quien se había hecho cargo de Richard el primer día, le dijo que tenía que salir, que el paciente había tenido pesadillas en la madrugada y por lo tanto le habían colocado un somnífero para que pudiera descansar.
Jacob estaba desconcertado y no sabía que hacer, lo único que se le ocurrió fue llamar al joven Granchester para que estuviera al tanto de la situación.
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—Maldita sea, ¿y todo eso pasando ante la vista de todos y nadie se ha dado cuenta? ¿Cómo es eso posible?
—Sin duda es muy astuta, aparte de todo goza de cierto poder y tú sabes que a veces el poder enajena a la gente.
—Lo sé, pero ¿Cuál es su motivo? ¿Qué sentido tiene hacer lo que hace? No creo que un día haya amanecido y se haya decidido a matar gente porque sí.
—No lo sé, aún hay cabos sueltos en la investigación y eso es lo que nuestra informante aun no puede conseguir, el móvil de estos asesinatos.
Neil y Terry discutían en relación con el caso que una de sus agentes encubierta estaba llevando a cabo. El sonido del teléfono del castaño los interrumpió, Terry se sorprendió al reconocer quien le llamaba por lo que contestó de inmediato.
—Hola Jacob
—Joven, lamento molestarlo, pero necesito informarle de cierta situación con su padre.
Al castaño le dio un vuelco el corazón, tal vez no siempre había tenido una buena relación con su padre, pero ambos estaban intentando mejorarla.
—¿Él está bien?
—No lo sé, joven, por eso es por lo que lo llamó. No he podido estar con él más que unos cuantos minutos desde que ingresó al hospital.
—Voy para allá. Espérame en la recepción del hospital.
Cuando cortó la llamada, se percató de que tenía un mensaje:
Tiene que venir urgentemente.
—Vamos Leagan, creo que sabremos más pronto de lo que pensamos lo que está pasando en el hospital presbiteriano.
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Mary Jane se encontraba en su oficina sentada en su cómoda silla tras su escritorio. Desde ahí podía observar el ir y venir del personal dentro del hospital. Algo que amaba de su trabajo era el fascinante bullicio que se generaba en todo el lugar, por la gente, por las máquinas, por las risas, por el llanto, por el dolor, por el caos.
La puerta se abrió de improviso
—Mary Jane Johnson, queda usted arrestada por el homicidio de la señora Martha O’Brien. —señaló el moreno mostrando su placa a la acusada.
La anciana permaneció impávida ante la interrupción del detective Leagan.
—Me parece que está cometiendo un terrible error, ¿acaso sabe lo que está diciendo?
—Tiene derecho a guardar silencio, todo lo que diga podrá ser usado en su contra. Tiene derecho a contratar un abogado y si no pudiera el estado le otorgará uno…
Acto seguido la directora fue esposada por un oficial y dirigida a la salida.
—Estoy segura de que se equivoca —advirtió la mujer al pasar a su lado —ya lo verá.
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Arribaron lo más rápido que pudieron al hospital, el detective Granchester se dirigió hacia la recepción y ahí se encontró con Jacob quien le dijo donde se encontraba su padre, inmediatamente solicitó acceso para poder ver a su padre.
Estaba sobre la camilla con un aspecto avejentado, como si hubiese envejecido un par de años desde la última vez que lo vio hace un par de semanas atrás. Intento despertarlo, hacerle reaccionar, pero de la boca de Richard solo salían palabras ininteligibles.
—Tiene que sacarlo de aquí y llevarlo a un lugar donde esté a salvo. —aconsejó una voz a sus espaldas.
—Gracias, ve con Neil y dale a él la información que tienes. Yo los alcanzaré en la comisaría.
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Mary Jane se encontraba sentada en la sala de interrogaciones. Su postura era imperturbable, permanecía rígida en su asiento con su uniforme blanco que contrastaba con el gris oscuro de la habitación.
Era observada desde el otro lado por el detective y el agente encubierto. Estaban intentando quebrar a la acusada, pero no parecía que lo estaban logrando. Neil tomó una caja con toda la información recolectada y se encaminó a la sala.
Ingresó y se sentó frente a Mary Jane quien seguía con la vista hacia el frente. Puso frente a ella una foto de Martha O’Brien, un frasco vacío de tiopental sódico y una ampolleta de fentanilo.
La acusada observó los objetos sin inmutarse.
—Y bien, ¿me va a decir que no reconoce esto?
—Por supuesto que sí, es la Señora O’Brien, quien lamentablemente falleció en el hospital. Los otros son medicamentos, anestésicos para ser exactos, que cualquier hospital tiene, inclusive cualquier farmacia.
—Exacto, el problema es que tenemos pruebas de que la occisa fue envenenada con ambos anestésicos.
—Eso es una acusación terrible, pero, en todo caso, ¿qué tengo yo que ver con todo esto? La enfermera que cuidó de la señora O’Brien fue Candice White, por lo tanto, es a ella a quien deben capturar. Lo más probable es que haya sido un error, es una enfermera demasiado torpe, a decir verdad. —mencionó con voz compungida, pero sin alterarse.
—Para su desgracia, tenemos testigos de lo que ha estado pasando en el hospital.
La puerta se abrió y por esta ingresó la agente quien miró fijamente a la anciana. El rostro de Mary Jane palideció al reconocerla.
—¡Tú!, ¿qué haces aquí?
—Deje que me presente correctamente: soy Susana Marlowe agente especial de la NYPD y agente encubierto en la investigación al hospital presbiteriano por denuncias de muertes sospechosas. Hace meses nos llegaron varios reclamos de muertes en extrañas circunstancias, todas estás, en el área de geriatría. Ninguna de las muertes parecía estar relacionada, de hecho, parecían muertes por causas naturales, sin embargo, decidimos echar un vistazo por si había algo que estábamos pasando por alto.
—Pero, tu… —titubeó la anciana.
—Exacto, fui yo la designada a ingresar como enfermera, mi objetivo siempre fue pasar desapercibida para poder, de esa manera, observar todo el funcionamiento del hospital. Y funcionó muy bien. Usted siempre me vio como alguien poco importante, por lo que, nunca puso demasiada atención en mí y eso ayudó para que yo pudiera hacer muy bien mi trabajo.
Acto seguido sacó un informe del inventario de farmacia, y fotos de lo que en realidad había en el stock cuando ella revisó. Mary Jane se relajó un poco.
—Muy bien, pero, así como tú entraste, cualquiera pudo haberlo hecho. No puedes probar quién se robó los medicamentos. —Sonrío.
—En efecto, no tengo pruebas de que usted lo haya tomado, pero sí de que fue usted quien lo suministraba a las víctimas.
—Eso es imposible, yo no me encargo de los pacientes como bien debes saberlo.
—Por supuesto, lamentablemente para usted, jamás puso atención en mi persona, y ese fue su gran error.
—¿A qué te refieres? —encaró con un dejo de nerviosismo.
Aunque la directora seguía con su postura recta e inmutable, empezó a sentir que un sudor frío le recorría todo el cuerpo.
—Que gracias a eso tuve la libertad para pasearme por el hospital a diestra y siniestra, y, de esta manera, pude enterarme de muchas cosas. —enfatizó con una mirada de triunfo a lo que Mary Jane no respondió. —Tan poca cosa era para usted que ni siquiera se dio cuenta que esa noche yo estaba ahí.
Mary Jane la observó con una sombra de terror en sus ojos, su corazón palpitaba desenfrenado.
—Sí, es correcto, me refiero a la noche en que murió Martha O’Brien.
La anciana sintió que un nudo se formaba en su garganta y le oprimía impidiéndole respirar, pero se obligó a permanecer en su postura.
—Por supuesto que jamás esperé ver lo que sucedió. La noche había estado tranquila, sin embargo, me percate de la suma insistencia que usted demostró en que la paciente quedará sin vigilancia. Por ello, decidí quedarme en la habitación sin despegarme para nada. Por un momento pensé que no iba a pasar nada, pero de pronto la puerta se abrió y la vi ingresando sigilosamente. Yo me hice un bulto al lado del pequeño sillón por lo que usted ni siquiera supo de mi presencia.
La directora escuchaba sin poder dar crédito y por primera vez aceptó, en su interior, que estaba perdida.
Neil Leagan, quien había estado observando el despliegue de la agente, se acercó a la acusada y le inquirió con voz firme
—¿Ya se siente con más ánimo de cooperar?
La increpada trago saliva, observó al detective, pensó en seguir negando lo evidente pero no tenía sentido, ella sabía que la habían atrapado. Le dirigió una mirada de desprecio a la agente quien permanecía a un costado del detective. Maldita sea la hora en que contrató a esa estúpida rubia. En primera instancia había pensado en culparla a ella, pero era demasiado insulsa.
Se levantó de la silla donde había permanecido todo este tiempo y se giró dándole la espalda a sus acompañantes.
—¿Qué obtendré a cambio?
—Que no te sentencien a la pena de muerte. —Fue la respuesta que ofreció el moreno.
—Ja, Ja, Ja eso no me sirve de nada. No quiero pasar el resto de mis años en una cárcel.
—Está loca si cree que se librara de esto. Según nuestros registros hay por lo menos otros tres casos que se le pueden imputar. Una vez que solicitemos la exhumación de esos cuerpos encontraremos residuos de fentanilo.
—Nunca podrán probar que yo soy culpable de esos casos.
—Puede que tenga razón, pero sin duda se tomarán como antecedente para este juicio.
Mary Jane sopesó su situación, indistintamente de si la encontraban culpable o no de las otras muertes su reputación estaría visiblemente afectada. Suspiro y finalmente cabizbaja admitió.
—Ellos no eran tan buenos como pensaban —confesó girándose para quedar de frente al detective— se merecían eso y más.
—Pero ¿Por qué?
La mirada de la anciana mostró un dejo de nostalgia, sus ojos se enturbiaron, colocó sus manos detrás y procedió a relatarle una historia.
—Desde muy pequeña viví en un ambiente sumamente rígido. Mis padres eran sumamente estrictos, y siempre daban cátedra de lo que era correcto y lo que no. Despreciaban a la gente que no era correcta y más aún a aquellos que aparentaban serlo y resultaban ser todo lo contrario. Corregían física y psicológicamente, a cualquiera que lo mereciera, según sus normas y su moral. Ellos pensaban que tenían una moralidad superior a los demás y actuaban de esa manera.
Trago saliva, le costaba recordar esos tiempos sin sentir un cúmulo de lágrimas y miedo acumulado en el pecho que se agolpaban con este queriendo salir.
—Por mi parte, yo siempre fui lo que ellos quisieron que fuera. Por esa razón me convertí en su favorita, en la niña de sus ojos y de la misma manera me inculcaron que era mi deber corregir o castigar a esas personas que se mentían a sí mismas. Y eso fue lo que hice.
Susana pensaba increparla, le parecía inverosímil que quisiera escudarse en sus problemas de infancia para zafarse de lo que había hecho. Por Dios, ¡era una asesina! Sin embargo, Neil la detuvo para que la anciana pudiera continuar.
—No me mires así, —dijo dirigiéndose a la agente un poco exaltada— No soy un maldito monstruo. Lo único que hice fue librar a este mundo de escorias, y librar a sus familiares del peso de cargar con ellos.
—Esa no era su decisión, ellos no merecían morir. Menos de la forma en que lo hicieron.
—Ja, Ja, Ja por Dios, no me digas que con tan poco te asombras. —Se mofo de la agente— Definitivamente no tienes las agallas para ser enfermera. En eso no me equivoqué.
—Ok, entonces díganos, ¿cuál fue su razón para deshacerse de Martha O’Brien? —preguntó el detective.
—Ah, esa anciana era una maldita que embobaba a todos con su sonrisita y su apariencia de niña buena, pero era una vieja controladora. Lo supe todo en las visitas que le hacía su nieta Patricia. La pobre se preocupaba y lloraba por el bienestar de su abuela y, ¿que recibía a cambio? Solo maltratos de la anciana, amenazas de que si no hacía lo que ella quería lo pagaría muy caro. No podía permitir que ella arruinara la vida de su joven nieta. Tenía que hacer algo. Fue por eso por lo que utilice el tiopental para que ella misma confesará todas las maldades que le hacía a su nieta. Como ya sabrá el tiopental es un anestésico que produce adormecimiento y es llamado el suero de la verdad por esa razón. Uno puede obtener mucha información de las personas cuando estas no están conscientes.
Hizo una pausa y sonrió con descaro. Ella sentía que le había dado su merecido a la vieja.
—Todos ellos gritan, lloran, juran y perjuran que cambiarán, que no serán más de cierta forma, que de ahora en adelante todo será diferente. Pero no es así. Siempre mienten, se mienten a sí mismos y eso no lo puedo permitir. Por eso la maté, por eso los maté a todos y seguiría haciéndolo porque ese es mi deber.
—¿Eso mismo iba a hacer con Richard Granchester?
Por un momento la directora no supo a quién se refería el detective, pero de inmediato supuso que era el tipo que llegó hace unos días para curar sus heridas de la mano.
—Ah, él, un infame. Se atrevió a engañar a su esposa, a dejar a su hijo desamparado de su cuidado para después volver y arrebatárselo. Se casó con una terrible mujer que maltrataba a su pequeño hijo y él lo sabía, pero no hizo nada. ¿Quieres que siga?
—Esta usted loca —soltó sin miramientos el detective.
—Puede que lo esté, y, sin embargo, he hecho más bien de lo que todos ustedes algún día podrán hacer.
“El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones” Neil y Susana solo se miraron, definitivamente en el mundo había gente para la que aplicaba muy bien esta frase.
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Mary Jane fue imputada por el homicidio de Martha O’Brien e intento de homicidio y privación de la libertad de Richard Granchester y otros tres ancianos más que habían fallecido en el lapso de seis a doce meses aproximadamente. Sin embargo, revisando en sus años de residencia ya se evidenciaba este tipo de sucesos cuando ella estaba alrededor. Lamentablemente por el tiempo transcurrido ya no se podía verificar que hubiese sido de esa manera.
Susana Marlowe había jugado un papel fundamental en el arresto de la anciana. Cuando presenció el asesinato de la “abuela Martha” pensó que todas las muertes las hacían pasar de forma natural. No obstante, cuando vio a Candice llorando en el vestidor de mujeres, y esta le platicó lo que estaba pasando, se dio cuenta que la mente de Mary Jane era mucho más maquiavélica de lo que pudo haberse imaginado.
FIN
Nuevamente muchas gracias por acompañarme con su lectura. Hasta el próximo año si Dios quiere