Les dejo el link de la canción que sirvió de inspiración para esta historia, realmente no tiene nada que ver con la historia, pero fue mi musa. Antes de escribir un capítulo la escuchaba unas 3 o 4 veces y solo así la historia fluía
Detuvo el auto detrás de la fábrica, todo estaba cerrado, el viejo edificio amenazaba con caerse a pedazos. ¡Qué diablos pensaba Candy al citarlo ahí! Agitó su cabeza negando, eso no era una cita o quizás si lo era, pero una cita con la muerte, aunque por volverla a ver y escuchar su voz estaba dispuesto a ir al mismo infierno si así se lo pedía. Palpó la puerta oxidada y esta se abrió, adentro solo había oscuridad total, ni un rastro de luz, pensó que era una broma, ya que afuera no había ni un solo vehículo aparte del suyo.
—Estoy aquí —escuchó una voz que lo sobresaltó por un momento.
Se adentró sin poder ver nada más que oscuridad. Sus ojos poco a poco se adaptaron a la falta de luz y entonces la vio como un ángel caído, con un vestido rojo y una larga cabellera negra que brillaba ante una débil luz intermitente.
Estaba parada junto al interruptor, fue ella quien prendió las viejas lámparas que parpadeaban amenazando con apagarse de nuevo.
Tragó saliva, aun en semejante situación estaba embelesado por su bella Candy, era ella, sí, la misma que vio en la limusina.
—¿Pensé que querías atraparme? —le provocó ella al ver el estado y mutismo de Terry.
—¿Qué broma es esta? No deberías estar aquí, es peligroso…
—¿Peligroso? Te olvidas quién soy —Terry negó con la cabeza.
—No, por eso creo que esto solo es un juego tuyo. Si querías verme, solo tenías que pedirlo y no dramatizar de esta manera —expresó con picardía acercándose a ella.
—¿Verte? ¿Para qué? —un rastro de dolor atravesó los bellos zafiros, pero se obligó a seguir avanzando.
—Tienes razón, se me olvidaba que todo el amor que me juraste fue solo una mentira. Ya que mis finanzas no cubrían las expectativas de tu corazón —alzó una ceja y los hombros de manera indiferente, Candy sintió que sus piernas se derretían cuando lo tuvo enfrente.
Terry levantó su mano y acarició el bello rostro con ternura, cuanto extrañaba sentir la tersa piel y pasar sus dedos por aquellas pequeñas manchas marrones que se esparcían finamente por su cutis, acentuándose en la nariz. Ella cerró los ojos al sentir la calidez de la palma de su mano, sus defensas se rompieron y dejó que los largos dedos recorrieran su cara, percibió su aliento sobre sus labios, pero la fría pulsera que se cerró en su muñeca la hizo abrir los ojos de golpe.
—Vendrás conmigo y me dirás que carajo fue eso que me dijiste por teléfono —sus ojos se pasearon por el lugar— pero no aquí.
—Quieres llevarme a la sala de interrogación del FBI para que declare delante de todo tu equipo —musitó—. Ya te lo dije, yo soy la asesina que estás buscando.
—¡Basta con eso! —se desesperó al escucharla hablar con tanta seguridad— Ahora mismo vas a decirme de donde sacas esa mierda de La doncella de la muerte —la increpó.
—Lo soy, quería vengar a los niños del Hogar de Pony, ¿lo recuerdas? El caso que te pedí que reabrieran y que los superiores se negaron —los ojos se le cristalizaron.
—¿Qué tiene que ver ese caso con los asesinatos de esa mujer?
—¡Yo soy esa mujer, ya te lo dije! —respondió irritada— ¿Qué acaso tus dones de perro sabueso te han fallado? Me has decepcionado, ya no haces bien tus investigaciones —lo retó con la mirada— William Ardlay, Alfonso y Edward fueron los asesinos de esos niños, mis hermanos de crianza —su voz se quebró— yo los vi Terry. Lo vi todo, quería justicia… esos infelices debían pagar.
—Qué me estás queriendo decir Candy —la soltó con rudeza— ¿Qué por eso me dejaste?, por un maldito caso impune… ¿Y yo que culpa tengo en todo esto?
—Ninguna —bajó su cabeza consciente del daño que le seguía provocando al castaño su abandono— no quería involucrarte, por eso me alejé, jamás me hubieras creído si te hubiera contado todo lo que sucedió, mis hermanos no murieron en un simple incendio. Los asesinaron a sangre fría, masacraron a tres niñas, a mis madres, luego sin piedad prendieron fuego a la casa, sin importarle los pequeños que seguían con vida.
Terry estaba pasmado por esa declaración, los nombres de William y Alfonso fueron los que resonaron en su cabeza, los mismos que él ya había identificado, pero que no encontraba nada sólido que uniera sus muertes. Hasta ahora que Candy lo mencionaba.
—¿Por qué no me lo dijiste?, ¿por qué no confiaste en mí? —le reprochó dolido.
—Te pedí que indagáramos el caso —se defendió, desbordando en ese momento el torrente de lágrimas que bajaron hasta su barbilla.
—Pero no me dijiste como pasaron las cosas. Si me hubieras contado yo hubiera movido mar y tierra para que esos malditos pagaran por sus crímenes.
—Eran personas poderosas, Terry, no hubieras podido ayudarme. Estoy satisfecha con mi venganza, aunque faltó Edward. Pero estaba cansada de…
—No trabajas sola —interrumpió él— tú no eres la asesina. Vi las cámaras de seguridad en cada uno de los casos y no eras tú —afirmó suavizando su mirada.
—Soy la única culpable, eso es lo que importa. Cómo se hayan llevado a cabo los asesinatos no importa, solo importa que yo soy el actor intelectual de cada uno.
—Y todos los demás casos, ¿qué tienen que ver con tu venganza? Mataste a más de treinta hombres, ¿por qué?
Candy se sorprendió, no sabía con exactitud cuántos asesinatos eran en total, pero sabía que Flamy se estaba saliendo de control. Había matado a unos cuantos hombres, según ella, que abusaban y violentaban a su familia, para vengar a unas amigas suyas, que hoy en día eran unas delincuentes también. Pero el último caso que vio antes de tomar la decisión de cortar relación con Flamy, fue el caso de un hombre el cual era inocente de todo aquello, era un hombre impecable, según investigó Patty, su único delito fue que le estorbaba a su esposa para poder gastarse su fortuna con su amante.
—Po-por… — tartamudeó, sin saber qué responder. Los cobaltos se clavaron en sus esmeraldas, estaba perdida, siempre que él hacía eso, ella no tenía salvación. Terry la examinaba como si leyera su mente.
—Estás mintiendo, Candice —Terry la agarró por los hombros— Y él, ¿qué hay de Anthony Ardlay? —lanzó la pregunta que deseó hacer desde el principio— ¿él también fue parte de tu venganza? Te casaste con un hombre para vengarte de su padre, ¿también lo mataste, Candy?
Los verdes ojos se llenaron de lágrimas, negaba repetidas veces, sin poder emitir sonido.
—Te hice una pregunta, ¡contesta! —exigió, sacudiendo un poco sus hombros.
Un impacto de bala golpeó el muro detrás de ellos, Terry por instinto jaló a Candy para protegerse detrás de un pilar, la cubrió con su cuerpo, vigilando a su atacante. Sus ojos se abrieron desmesurados al ver caminar a la mujer que se movía como un felino, seductora y peligrosa hacia ellos, su cabello negro le llegaba hasta media espalda, traía una pistola en la mano y su cara endurecida, pero bellamente maquillada.
—Suéltala —ordenó ella apuntándole con una pistola— si lo haces te perdonaré la vida.
—¿Así? —a Terry le hizo gracia la seguridad de la pelinegra, de inmediato sacó su Glock 19— ¿y qué pasa si los papeles se invierten y tú eres la que termina muerta? —habló detrás del muro.
—Terry, no lo hagas, por favor. Déjame salir, te prometo que arreglaré esto y después me entregaré.
—Has perdido el juicio, ¿quién es esa mujer? —masculló el castaño.
Flamy seguía caminando a paso lento, acercándose a ellos. Candy había aprovechado la distracción de Terry para liberarse del grillete que tenía en su muñeca, enterró las uñas en uno de los brazos de Terry y este la soltó por inercia.
—Ya está, vámonos —dijo Candy dirigiéndose a su amiga, pero detrás de ella Terry también salía, la pelinegra negó con la cabeza y de nuevo alzó su mano con el arma de fuego.
—Lo siento Candy, ya es demasiado tarde —accionó la pistola al mismo tiempo que Terrence hacía lo mismo.
Flammy cayó con una herida en el brazo, mientras Candy abrazaba con fuerzas a Terry
—¡Niña tonta, ¿qué hiciste?! —gritó Flamy al ver a Candy desplomada sobre el cuerpo de Terry, la pelinegra soltó la pistola, pues las manos le temblaban, por primera vez en mucho tiempo estaba asustada.
—¿Candy? —preguntó Terry, moviendo a la rubia a un lado.
—Vete de aquí Terry, por favor déjanos solas— habló con dificultad, Terry sintió horrorizado como su mano se mojaba con la sangre de Candy.
—Estás herida… Te sacaré de aquí.
—Estás loco, ¿quieres que se pudra en la cárcel? Deja que me la lleve, yo le salvaré la vida, te prometo que jamás volverás a saber de nosotras.
Los pasos fuera de la fábrica alertaron a Flamy, Terry podía ver las luces rojas y azules por un agujero, el maldito Neil lo había seguido. Debió imaginarlo, así era su testarudo compañero. La puerta se abrió completamente y Terry se tiró con Candy al vacío detrás de él, no era muy alto, era el acceso del montacargas donde apilaban las cajas de los juguetes para transportarlos a los vehículos repartidores. No pensó si estaba alto en realidad, solo actuó y trató de amortiguar la caída de Candy en los escasos metro y medio de altura, para evitar que se hiciera más daño. Para su suerte, cayó en unas antiguas cajas vacías que hicieron menos dolorosa la caída. Respiró con dificultad y movió a Candy, ella estaba inconsciente, necesitaba sacarla de ahí y llevarla a un hospital para que la atendieran, de lo contrario podía desangrarse hasta morir.
Escuchó la voz de Neil dentro del edificio.
—¡Alto! Levante las manos sobre su cabeza, no intente hacer nada estúpido o le volaré los sesos. La fábrica está rodeada de agentes, no tienes escapatoria nena, así que entrégate.
“Maldito Neil, es tu momento de brillar”, pensó Terry, por fin Neil podía lucirse con todas aquellas frases que alguna vez le dijo que anhelaba decir, como aquellas que decían en las diferentes series de crímenes que transmitían en la TV.
Flamy esbozó una sonrisa y se giró lentamente, no levantó las manos, por el contrario, se agachó para tomar su arma.
—¡No se mueva! —repitió Neil al ver a la pelinegra agacharse y tomar el revolvert. Junto a él había seis agentes apuntándole a Flamy, unas lágrimas negras del rímel rodaron por su mejilla y se puso en pie apuntándole directamente a Neil. No tuvo tiempo de hacer ningún movimiento, antes de siquiera jalar el gatillo los agentes accionaron sus armas.
Flamy cayó con los ojos abiertos, aun sonriendo. Se sintió tranquila, sabía que ese estúpido agente enamorado no delataría a Candy, por fin su agonía en este mundo se terminaba, su visión se fue oscureciendo poco a poco hasta que los latidos de su corazón se apagaron.
Neil se acercó, no hacía falta corroborar lo evidente, los múltiples impactos en su humanidad certificaban el deceso de La doncella de la muerte, la que por fin tenía un rostro. Neil observó la hermosa cara de la dama, lamentó el final que tuvo, pero era una asesina y no debía tener piedad por ella. De pronto recordó a su amigo y corrió hasta el desnivel del suelo.
—Terrence —Terry le hizo un gesto pidiéndole silencio.
—Necesita ayuda agente Neil —escuchó a uno de sus compañeros a sus espaldas.
—No. Todo está bien, yo me encargo del agente Terrence, tal parece que decidió tomar una siesta.
Neil volvió su mirada a Terry, él envolvía entre sus brazos a una mujer rubia. Asegurándose que sus compañeros estuvieran ocupados con la occisa y no viéndolo a él, bajó para auxiliarlo.
—¡Qué rayos pasa Terrence! —musitó.
—Shhh, no digas nada. Necesito que me ayudes. Escúchame Neil, necesito que me cubras, por favor.
—Esa es… ¿Candy?
—Es una larga historia, Neil —mencionó Terry, pero la cara de incredulidad de Neil lo obligó a mentir— estaba esperando en mi auto cuando me llamaron.
Los ojos de Neil se abrieron con sorpresa
—Entonces yo tenía razón, esas miradas matadoras de Candy cuando te veía con Susana no eran solo mi imaginación. Vaya, que bien lo disimularon… tú y Candy, uff no me la creo todavía. Aguarda amigo, pero ella se casó con un Ardlay.
—¿Vas a ayudarme o no? —cuestionó exasperado por las interrogantes de Neil— No estamos en un café.
—Está bien, lo siento, no quise ser indiscreto, pero es que Candy… es un bombón. Discúlpame, hermano, olvida que dije eso.
—¿Me ayudarás? —preguntó el castaño con semblante suplicante.
—¿Quieres que hable una ambulancia para trasladarla a un hospital?, está herida.
—¡No!
—¿Por qué no quieres que la lleven a un hospital?
—Porque no quiero perderla de nuevo Neil, si la llevas al hospital no podré verla, no tendré excusa para estar con la viuda de Ardlay. En cambio, si está en mi casa, no la dejaré ir de nuevo. Ella está bien, fue solo un rozón, se desmayó por la caída nada más.
Neil lo veía desconcertado, Terry hubiera deseado qué lo que dijo fuese cierto, pero solo lo dijo para proteger a Candy, si ingresaba al hospital mandarían a llamar a la policía y la investigarían. Si la relacionaban con La doncella de la muerte no la perdonarían, la trasladarían de inmediato a una prisión de máxima seguridad.
Neil salió para hacerse cargo del cadáver, excusando a Terrence que tenía un rozón, pero que de todas maneras necesitaba ser atendido. Nadie le dio importancia a la ausencia del agente Granchester, la novedad del fallecimiento de La doncella de la muerte rápidamente corrió por toda la ciudad, mientras el lugar se abarrotaba de más agentes y camionetas de noticieros, Terry se escabullía con Candy por aquel camino olvidado que daba a la parte trasera de la fábrica. Neil y su equipo habían entrado por la entrada principal, por lo tanto, nadie vio salir al Ford Capri negro de Terry, que tomaba el camino contrario a la aglomeración.
FIN
LEE AQUÍ EL CAPÍTULO 7 PARTE I