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AMOR PROHIBIDO
CAPÍTULO CUATRO AQUÍ
CAPÍTULO 5:
LOS MOMENTOS MÁS DULCES
Al otro lado del océano, una pareja de enamorados vivía uno de los momentos más dulces y felices de sus vidas. El guapo castaño llevaba orgulloso de su mano a la bella mujer que, vestida de blanco, lo miraba con adoración.
—¡Este restaurante está precioso!
—¿Te parece? Bueno, la verdad es que este lugar me gusta de una manera muy especial. Los restaurantes aquí en Londres suelen ser muy estirados y formales, pero este siempre me resultó acogedor y con un buen ambiente.
La mujer tenía los ojos brillantes y una sonrisa de genuina alegría. Llevaban pocas semanas viviendo juntos y ella se sentía llena de una energía increíble. A la pareja ya le fue imposible habitar en aquel cuarto de hotel en el que Terence estaba hospedado; así que rentaron un pequeño departamento para empezar desde cero. Después de dos intensas semanas en la que se acoplaron al pequeño apartamento; por fin tenían ese día para compartirlo sin nadie que los interrumpiera.
Terence tomó la delicada mano de su mujer, depositando un suave beso en el dorso de la misma, le dijo.
—¿Sabes algo, mi amor? Siempre me has parecido una mujer hermosa, pero desde que estás aquí en Londres, tienes un brillo especial en tu mirada que me deslumbra.
—¿De verdad te parezco linda?—preguntó la rubia con un ligero sonrojo en sus mejillas.
—Eres cautivadoramente hermosa, perfecta para mí. —decía él mientras besaba con ternura las manos de ella.
—Gracias amor, atesoro mucho tus halagos. Tú me ves hermosa, a pesar de tener estas enormes ojeras que cargo porque mi cuerpo aún reciente el cambio de horario; pero la verdad es que tu eres tan guapo y varonil, que bien podrías tener a la mujer que quisieras a tu lado; sin embargo has querido estar conmigo que solo soy un paquete lleno de problemas.
—¿Paquete? ¡Pero qué dices mujer! Tu eres mi otra mitad, Candy. Además, los problemas los podemos resolver juntos, mi vida.
El ojiazul hizo una pausa, quería abordar un tema que llevaba suspendido entre los dos, y este era el momento.
—Se bien que desde tu llegada no hemos hablado de tu situación actual con William, y no he querido incomodarte con preguntas, pero si te refieres a eso como un “paquete de problemas” sabes que dialogando con calma y entre los dos podemos hallarle solución a todo. Juntos sabremos cómo enfrentar todos esos problemas..
Candice suspiró aliviada. Era cierto que desde su llegada a Londres, Terry no había querido preguntarle sobre su situación con ex-esposo, pero ya era hora de que el tema se pusiera sobre el tapete y de que ella por fin le revelara su embarazo. Sí, aquel embarazo que había decidido mantenerlo en secreto hasta que la situación entre ellos quedara completamente clara.
—Dime Candy, ¿cómo quedó tu situación legal con William? y ¿cómo está él de salud?
—Bueno, el Dr. Martin que era su médico tratante, me indicó que estaba evolucionando bien, pero que los resultados finales los tendríamos una vez que él dejara su cama por completo. [suspiro] ¿Sabes? Después de permanecer al pie de su cama por dos meses, William me pidió que firmara los papeles de divorcio.
—¿Él te pidió el divorcio? ¿Así, sin ocasionar problemas?
—Sí. Al parecer se dio cuenta que yo me había quedado a su lado solamente para cuidarlo, pero no por amor. Su cercanía a la muerte hizo que su corazón se ablandara y me diera mi libertad. Me dijo que él se encargaría de contarle a su madre sobre esta decisión y me dio los documentos para que yo los entregara al consorcio Ardlay. Los firmé y se los dejé a sus abogados, tal como él me lo pidió.
Terence estaba algo escéptico con la amabilidad de William. Sabía por Candy que él era un hombre prepotente y egocéntrico. Por ser la cabeza del corporativo Ardlay actuaba como si pudiera gobernar sobre la vida de los demás.
—¿Qué te sucede Terry? Te veo pensativo ¿Pasa algo?
—Para ser honesto, no confío en la amabilidad de William. Trabajé por mucho tiempo llevando encomiendas y documentos desde la mansión hacia el corporativo. Por los cuchicheos de la servidumbre sé muy bien lo altivos y egocéntricos que son él y su madre; además, la señora Elroy cuida mucho la imagen de su hijo y un divorcio sería un escándalo para la familia. Me extraña que William haya pasado por alto ese detalle.
—Bueno… para serte sincera, me pareció extraño en un principio, pero las palabras de William sonaron sinceras, su mirada proyectaba honestidad. Yo creo que no me mintió ¿para qué hacerlo? Él sabía que yo ya había decidido quedarme ahí, a su lado para cuidarlo. Fue claro al decirme que ya no me quería retener más. Él me aseguró que se encargaría de su madre y no creo que la señora Elroy sea capaz de hacerle un escándalo a su propio hijo…o ¿tú la crees capaz?
Algo escéptico, es castaño contestó.
—Mmm, quien sabe, pero está bien, confiaremos en su palabra; sin embargo no está de más que te comuniques con sus abogados para cerciorarte de que el trámite del divorcio sigue en marcha. Una pregunta más, ¿él sabe de nuestra relación?
—William solo sabe de que existe otra persona en vida. Creo que mi silencio fue más fuerte que mis palabras, pues se dio cuenta de que yo amaba a otra persona y que de igual manera soy correspondida. Él sabe que entre mi misterioso caballero y yo hay un lazo muy fuerte que nos une. Lo que sí es un secreto para todos fue el viaje aquí a Londres.
—¿Lo dejaste todo por vivir a mi lado?
Ante aquella pregunta, Candice respondió con infinita ternura.
—Tú lo vales, Terry. Tú mereces que yo cruce el océano para estar a tu lado. Eres mi más grande amor.
Terence estaba fascinado con su rubia acompañante, su mirada proyectaba tanto amor que él estaba dispuesto a enfrentarlo todo por ella. Sabía a la perfección que si el poderoso William Ardlay se lo proponía, podía hacer de su existencia un verdadero infierno; pero por el amor de Candy, llegaría hasta las últimas consecuencias.
Candice miraba extasiada los ojos azules de Terry. Jamás había visto tanto amor reflejado en la mirada de un hombre, y ahora era ella la merecedora de ese profundo sentimiento que el castaño le profesaba. El momento de revelar su estado de maternidad había llegado; pues ahora estaba convencida de que juntos podían lograrlo todo y que no solo eran castillos edificados en el aire.
Con una enorme sonrisa dibujada en su rostro sacó de su bolso un pequeño sobre; estando a punto de entregarlo fue abruptamente interrumpida por una inesperada presencia.
—¡Terence Graham! ¡Qué agradable sorpresa verte aquí! Al parecer tenemos gustos similares; no solo compartimos profesiones sino que nos gustan los mismos lugares de relajación.
—Abogada Marlow, buenas tardes. Un gusto poder saludarla sin que exista un juicio de por medio. Le presento a mi prometida, la señorita Candice White. Cariño, la señorita Marlow forma parte de la firma de abogados “ Marlow & Asociados” con la cual estamos colaborando actualmente.
La abogada Marlow miró de arriba abajo a Candice. Con un gesto cargado de arrogancia y displicencia que no se preocupó en ocultar, la saludó.
—Señorita White, un placer.
—Señorita Marlow, el placer es todo mío—contestó la ojiverde sin perder la altivez ni la elegancia que la caracterizaba. No en vano había sido la anfitriona de grandes banquetes para gente importante del consorcio.
La exquisita mujer de grandes ojos azules sonrió de manera descarada. Desde que conoció a Terence le había fascinado su estampa varonil y se había propuesto conquistarlo; no obstante él siempre se mostró renuente y hasta esquivo a los abiertos coqueteos de ella; y ahora conocía personalmente la razón. Para sus adentros expresó.
«Vaya, vaya, vaya…así que es ella la razón por la cual Graham no me presta atención. Debo de reconocer que es…algo bonita, pero eso no me intimida; yo también soy hermosa y modestia aparte soy tan astuta como un zorro. No habrá problema en sacarla de mi camino»
—Señorita Marlow ¿le ocurre algo?—preguntó Candice al ver la extraña forma en la que esa mujer la observaba.
—¿¡Eh!? ¡oh,no! No me ocurre nada, lo que sucede es que su rostro se me hace algo familiar. ¿Es de Londres?
—No, soy norteamericana. Sin embargo tengo raíces escocesas, tal vez y usted también tenga parientes escoceses.
—¡Para nada! Soy una inglesa de sangre pura.
La rubia estaba algo nerviosa; no obstante, su rostro reflejaba una serenidad asombrosa. Sabía perfectamente que ella era conocida en las altas esferas sociales de Chicago y sentía temor de que fuera reconocida como la esposa del magnate William Ardlay. Uno de sus mayores temores era que su situación legal le ocasionara problemas a Terry. Podía soportar el señalamiento de una sociedad hipócrita, pero lo que jamás soportaría es que Terry saliera perjudicado y mucho más cuando se estaba labrando camino como un abogado de prestigio.
Terence se percató de la forma en que Susana miraba a Candice, así que prefirió cortar esa tensión con una casual despedida.
—Bueno, me ha encantado saludarla, abogada Marlow, pero me temo que tengo que despedirme. Mi prometida y yo tenemos un concierto al cual debemos asistir.
—¡Wooww, Graham! me acabas de despedir olímpicamente, pero está bien. Yo también tengo una cita; no obstante espero que podamos volvernos a ver; recuerda que me debes una cita. ¡Ah! y que no sea dentro de los juzgados, ¡sería estupendo salir a cenar!. ¿Te cuento algo? El bufete de mi padre está muy interesado en tí, Si decides independizarte de la firma en la que estás y emprender con una firma londinense, no dudes en buscarme. Ya sabes lo que dicen por ahí, es mejor ser cabeza de león que cola de ratón. Bueno, me despido.
La astuta mujer se acercó al castaño y sin pensarlo le plantó un beso en la comisura de los labios. El tono rojo de su labial quedó asentado a escasos milímetros de su boca.
—¡Ups! Lo siento, Graham, no quise manchar tu hermoso rostro. Déjame remediarlo.
La mujer dibujó una sonrisa seductora al momento que posó su mano sobre el rostro del castaño para limpiar el resto del labial, pero a todas luces su verdadera intención era rozar cínicamente la boca del ojiazul. Luego de su inocente acto, la coqueta mujer se despidió de la pareja no sin antes lanzar un guiño descarado a Graham.
Terence no hizo nada, pues no quería tener roces laborales con la abogada Marlow ni mucho menos con el reconocido bufete de su padre. Esperó que ella se fuera para luego tomar a Candy y retirarse de aquel lugar.
—Vamos Candy, será mejor que regresemos al departamento.
El viaje de regreso fue en medio de un molesto silencio que el apuesto castaño no pudo ignorar.
—¿Qué sucede Candy?
—Nada
La rubia no dijo nada más que esa simple palabra, sencillamente se limitó a ver el paisaje por la ventana del vehículo en total silencio; no obstante no pudo evitar un brillo triste en sus ojos. Terence notó el mutismo de ella y decidió hablarle en un tono más dulce
—Cariño…no deseo que el encuentro con la abogada Marlow te indisponga. Solo ignora sus comentarios hechos con malicia.
—Dime algo Terry ¿Por qué no detuviste su avance tan descarado?
—Porque no deseo problemas con su padre. El bufete del señor Marlow es muy reconocido aquí en Londres y a nivel mundial. Yo empiezo mi carrera y no deseo causarle problemas a la firma donde laboro ni que el nombre de mi tío quede marcado.
El castaño tomó la mano de ella y la besó con dulzura. La mujer suspiró profundamente y decidió no darle importancia al comportamiento descarado de esa mujer. Sonrió y recostó su cabeza en el hombro del ojiazul. No podía negar que la actitud de la abogada Marlow le había dado mucho coraje; y mucho más cuando él no hizo nada para detener su osado avance; sin embargo prefirió olvidar ese percance y continuar.
La noche llegó y la pareja permanecía abrazada en el lecho. El ritmo acompasado de la respiración de Terence le dio la pauta a Candy de que él estaba completamente dormido. Como pudo, se soltó del abrazo del castaño y se levantó.
La cálida luz que provenía de la calle iluminaba tenuemente la estancia. La figura de Candice se deslizaba por la pequeña sala en busca de algo que calmara su creciente malestar. Llegó hasta la cocina y se dispuso a preparar un té de manzanilla para aliviar las agruras que sentía. Mientras el agua hervía, las burbujas y el vapor del líquido transparente la hicieron perderse en sus pensamientos que ya la venían acechando desde el momento en el que Susana Marlow apareció en escena.
—¿Qué debo hacer, bebe? —preguntó ella a su propio vientre mientras era acariciado con ternura por sus manos.
[suspiro] —Sé que debí contarle a Terry sobre tu existencia hace rato, pero… ¿qué pasará cuando se entere de tu venida? Yo he viajado prácticamente sin dinero y él ha gastado todos sus ahorros en el alquiler y mobiliario de este departamento. No es lo mismo su vida de soltero en un hotel que la vida de un hombre con familia. ¿Acaso representamos un obstáculo para su superación y crecimiento profesional? ¿Y si no tiene contemplado un bebé en estos momentos de su vida? ¡Dios…dios! ¿¡En qué estoy pensando!?
Y para colmo de todo está esa mujer no me da buena espina. Se nota que es de esas mujeres capaces de todo por conseguir lo que quiere. ¿Te cuento algo, bebé? A esa frentona se le nota un interés personal por tu papito.
Como si el diminuto bebé escuchara el relato de su madre, Candice comenzó a sentir un ligero cosquilleo en su vientre.
[risilla] —¡Te has alborotado! De seguro eres una niña y ya sientes celos de que una arpía frentona le esté coqueteando a tu papito; pero no te preocupes mi amor chiquito. Tu papi me ha demostrado que me ama mucho y estoy segura de que cuando se entere de tu llegada nos amará a las dos; las cuestiones económicas las iremos resolviendo, al fin y al cabo yo soy muy capaz y puedo trabajar. Mañana tendré listo una rica cena para contarle de tu venida a nuestras vidas y los planes que tengo para ayudar en el hogar.. Mañana será un día especial para nosotros como la nueva familia que somos.
La mujer alejó de sus pensamientos todas las dudas que por unos instantes la atormentaron. Terminó por prepararse su té y lo bebió mientras seguía acariciando con ternura su pequeño vientre apenas inflamado. Concentrada en su pequeño bebé, no escuchó los pasos de alguien que se acercaba hacia ella.
—¿Qué haces a oscuras, Candy?
—¿¡Eh!? ¡Terry! Pensé que estabas profundamente dormido y no quise molestarte. No podía dormir y vine a prepararme un poco de té.
—¿Tuviste alguna pesadilla?
—Algo parecido, pero nada que no sea importante
—¿Ya te sientes mejor?
—Si amor, inexplicablemente tu presencia me hizo sentir mucho mejor.
El hombre sonrió ante aquella respuesta y sin esperar más fue por su mujer para acuñarla en su regazo. Ella se sentía tan bien entre sus brazos que casi le dolía el corazón.
Como si la voz del hombre fuera hecha de seda y terciopelo, sus oídos se estremecieron de placer al escucharlo decir.
—¿Sabe algo señora Graham? el haberme despertado a estas horas le costará un severo castigo. Y créame cuando le digo que no tendré piedad con la tortura que le impondré.
[risitas]—Señor Graham, son las tres de la madrugada. ¿Está seguro de que es hora indicada para torturarme? Le recuerdo que mañana tiene que estar despierto muy temprano para ir a los tribunales.
El hombre sonrió con picardía. Acercando su boca al cuello de la rubia, le dijo.
—Créeme que la mejor hora para para saborearte completamente es esta. Me encanta cuando la luz de la luna se refleja en tus pechos mientras te poseo
—¡Terry! Los vecinos…tal vez…puedan…escucharnos con todo el silencio que hay. Nuestra vecina, la señora Robinson, siempre me mira con reprobación cada vez que tú y yo…bueno, ya sabes… ¡Qué vergüenza!
—Ja, ja, ja, lo que le ocurre a esa vieja urraca es que está celosa de tí. Así que para evitar a viejas chismosas, te castigaré aquí mismo, preciosa. Voy a amarte más allá de la locura.
Sin esperar otra excusa más de su mujer, la tomó por la cintura y la colocó sobre el mesón de la cocina. Sus diestras manos corrían los tirantes de la pequeña pijama de dormir de seda roja que cubría su desnudez y con hambre depredadora atrapó uno de sus senos.
La mujer tembló ante aquel fiero contacto. Mientras la boca de él lamía y succionaba sus rosados y erectos botones, sus manos la fueron despojando de la íntima prenda que cubría aquel centro palpitante que con ansias lo esperaba. La voz rasposa y seductora de él, la envolvió.
—¡Oh Mujer!…me vuelves loco. Si por mí fuera no saldrías de mi cama. Adoro el sabor de tu piel. Tu me provocas de una manera inimaginable.
—Terry…Tú también me encantas. Me fascina la forma en que me haces tuya.
—Suéltate el pelo, Candice. Quiero ver tu pelo caer como cascada sobre tu pecho cuando te saboree.
El cuerpo femenino se rindió ante la orden de su captor y se ofreció a él de manera descarada y complaciente. La juguetona lengua de él no tardó en invadir sus pliegues mojados de deseo, mientras sus dedos la torturaban de manera exquisita. El estremecimiento de ella era tan intenso y feroz que ella apretaba sus manos al filo del mesón para no desmayarse de placer.
El manantial femenino se desbordó por completo y él sonrió de manera depredadora. Mientras se relamía los labios, disfrutaba de aquellos gemidos que la mujer promulgaba con tanta intensidad y ardor.
—¡Dios!
Con el cuerpo aún temblando la tomó por la cintura para luego colocarla a horcajadas sobre su regazo. El movimiento bamboleante de sus senos y el choque íntimo de sus cuerpos era la imagen que se dibujaba en la penumbra de aquella cocina. Con los ojos cerrados y disfrutando de aquella deliciosa invasión, la mujer se deshacía en suspiros y gimoteos ardorosos que denotaban lo intenso que era aquel “placentero castigo” que su amante y sensual verdugo le prodigaba.
El abrazo y los gemidos se intensificaron cuando los dos llegaron a la cúspide de su entrega. Sudados y agotados unieron sus frentes hasta que sus palpitaciones poco a poco se fueron normalizando. Con el cuidado que se le prodiga a una rosa recién cortada, cargó a la mujer entre sus brazos y la llevó hasta la recámara para caer rendidos al placer del sueño que sobreviene luego de una dulce entrega.
La mañana llegó sorprendiendo a una Candy exhausta y sin querer despertarse. Los rayos de sol que entraron por la ventana hicieron que ella por fin abriera sus ojos y viera el reloj de pared que ya marcaba las 9 de la mañana.
—¡Carajos! ¡Me he quedado dormida! ¿Y Terry? ¡Terry! ¡Terry!
Con manos presurosas buscó con qué cubrir su total desnudez, se envolvió en las sábanas y comenzó a buscar a su hombre, pero no lo halló. En su lugar encontró sobre la mesita de noche una nota de él, que decía.
«Te ves hermosamente tierna mientras duermes, parecías un ángel dormido; así que no quise despertarte.
Espero que ese té nocturno, mis besos y mi “castigo” te hayan servido para que tengas un mejor despertar. Caso contrario estoy dispuesto a repetir la sentencia.
Te amo Señora Graham. Siempre tuyo. TG»
Las letras de Terence eran dulces y pícaras que provocaron una bella sonrisa en Candice. Con esas pocas semanas de convivencia a lado de Terence comprendió que su amor, a pesar de las circunstancias en las que se había dado, no tenía nada de pecaminoso. Para la rubia mujer, ellos eran benditos por amarse de esa manera; y el hijo que ella llevaba en el vientre era la muestra de que su amor era un regalo del creador. Tomó la carta entre sus manos y la apretó hacia su pecho.
[suspiro] —Y yo te amo a ti, señor Graham. Siempre tuya mi amado Terry.
Luego de desayunar algo ligero para que su estómago no lo devolviera, Candice se arregló y salió del departamento. Con Terence habían quedado de acuerdo en que ella buscaría un trabajo temporal hasta que lograra acoplarse a su nueva vida en Londres; no obstante ese trato le pareció estupendo a la rubia mujer, pues no quería arriesgar su creciente estado de gestación en sus primeros meses..
La suerte le sonrió a Candice cuando después de varias negativas, tuvo una respuesta afirmativa por parte de una pequeña librería que la aceptó para que sea administradora del lugar. El negocio no era ni la sombra de las empresas Ardlay; pero haber sido pasante en ellas y haber organizado innumerables fiestas, le daban el encanto necesario para atender al público y al mismo tiempo administrar la librería.
—¡Muchas gracias, señora Stewart! Le aseguro que pondré todo mi empeño para sacar adelante su librería. El local es muy lindo y créame que tengo ideas para que se vuelva estupendo.
—Tranquila niña, tu sonrisa honesta me da la confianza de que estoy poniendo mi amada librería en buenas manos. Yo ya estoy algo vieja para ir de un lado a otro buscando los pedidos de los compradores y necesito alguien joven y carismático como tú para que me de una mano.
—Le prometo colaborar con todo, señora Stewart.
—Martha, solo llámame Martha. Tengo una nieta que tal vez tenga tu edad y me recuerdas mucho a ella. Quien sabe y con el tiempo me llames abuela Martha.
Candice estaba feliz, ese día había sido estupendo para ella. Ya estaba ansiosa por llegar al departamento y contarle a Terry lo bien que le había ido. Pasó por un mini market y compró todo lo necesario para realizar una cena fantástica, pues esa noche era la indicada para contar todas las buenas nuevas.
—¡Caramba! Ahora que tengo que hacerme cargo de las finanzas caseras debo de medirme con los gastos. Tanto Terry como yo aún necesitamos acoplarnos a todos los gastos que ocasiona vivir en pareja. Lo bueno es que con el pago que recibiré por mi trabajo en la librería no seré una carga para él; además, debemos ahorrar todo lo que se pueda para tu llegada, mi pequeño ángel.
La última frase la dijo acariciando su vientre y sonriendo imaginando el rostro de asombro que su hombre pondría con la noticia que le daría esta noche.
—¿Qué le gustará a él? ¿Querrá un niño o una niña? ¿Y si tengo gemelos? ¡Dios! muero por comprar muchas cosas para el bebé.
Pasando por un almacén, su mirada se iluminó. Diminutas ropitas de ensueños para bebés era lo que sus ojos miraban. Cunas, colchas y peluches estaban por doquier. Las ansias de comprar todo cuanto sus manos tocaban le estaban ganando, así que sacó de su cartera una de sus viejas tarjetas de crédito y la observó por largos minutos.
—¿Será que aún podré usarla? Albert me dijo que con el divorcio destinaría una cantidad de dinero para mi. Pero…mmm…creo que mejor guardo esto, honestamente no me siento bien usando el dinero de los Ardlay, Si he decidido dejar de ser una Ardlay, debe ser de manera completa; y eso incluye el uso del dinero de ellos. Sé que por ley me corresponde algo de dinero, pero prefiero usar el que yo misma produzca. Así que bebé precioso, tendremos que esperar un poco más.
La mujer prefirió tomar sus compras y continuar con su camino. Vio un taxi desocupado y estando a punto de abordarlo, una estridente carcajada la detuvo.
—Ja, ja, ja, ¡pero qué coincidencia encontrarnos en una ciudad tan grande como esta! ¿Cómo estás?...eh…Candice es tu nombre..¿Verdad?
—Buenas tardes, señorita Marlow. En efecto, me llamo Candice.
—Qué casualidad encontrarnos por aquí, pero…¿qué te parece si compartimos el taxi? Podemos usar este tiempo para conocernos más y hacernos amigas. ¿Qué opinas?
—Bueno, no deseo ocupar tu valioso tiempo, de seguro vas rumbo a los tribunales y yo ….
—No te preocupes por eso. Anda sube que tengo muchas ganas de platicar contigo..
Con algo de reticencia, la rubia ojiverde aceptó compartir el taxi. A Candice no le agradó para nada la insistencia de Susana en querer platicar con ella. Esa mujer le daba muy mala espina y más cuando había demostrado abiertamente querer coquetear de forma descarada con Terry.
«¿Qué es lo que esta mujer se propone?» Era la pregunta mental que Candice se hacía; no obstante volvió a pintar su amable sonrisa en el rostro y abordó el taxi. Si esa mujer se iba a declarar abiertamente como su enemiga, era mejor conocerla de cerca.
Continuará….
por leer mis fantasías 
CAPÍTULO 6 AQUÍ
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Última edición por SHALOVA el Dom Abr 16, 2023 3:28 pm, editado 3 veces (Razón : se añadió enlace al capitulo anterior)
excelente capítulo 
