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SATURNO.
CAPITULO 4.
DESTINO EN NUEVA YORK.
PARTE I
CAPITULO 4.
DESTINO EN NUEVA YORK.
PARTE I
Terry se había encargado de preparar todo para la llegada de sus amigos, Eleonore se había puesto a la orden para recibirlos y darle las comodidades a cada uno de ellos, pero sobre todo, quería esperar especialmente la llegada de Candy, quería disculparse por lo de las cartas, tomarla entre sus brazos y llenarla de amor y besos, esos que faltaron en Escocia... Escocia, parecía que repetirían esos días en donde él mundo se abría única y exclusivamente para ellos, en donde las trampas no los habían separado y las diferencias se resolvían en el aire libre y la suavidad del césped, era ese el momento que debía aprovechar, sobre todo por Candy, ya que entre los preparativos para recibirla, había una propuesta... una en la que ella no debía volver a Chicago.
Pero esos planes no iban solos, pretendía también darle unos merecidos golpes a Stear por sus deseos de ir a la guerra ¿En que momento se le paso eso por la cabeza? Stear era lo suficientemente listo y hábil como para involucrarse en algo de esa manera, él usaba la cabeza, no la fuerza bruta.
—¡Cariño! —Escucho detrás suyo la voz de su madre, se dió la vuelta para verla a los ojos que eran similares a los suyos. Ella se encontraba complacida de ayudarlo a encontrarse con sus amigos, sentía, era lo mínimo que debía hacer después de todo —¿Te encuentras bien?
—Si, solo que estoy nervioso. Hace poco Karen fue a reservar el palco principal para llevarlos a una de las presentaciones de esta semana.
—¿En serio? Es maravilloso.
—Si, y quiero que tengamos cita triple ¡Cómo en Escocia! —Dijo alzando la voz unas octavas —Aunque el objetivo es que mi amigo Stear cambie su opinión al respecto de la guerra.
—¿Crees que lo logren?
—No lo sé. Ese es el temor que tengo, que no se logre nada y al final quiera irse, alguien como él no tiene que estar en el campo de batalla... lo hubieras visto en Escocia ¡Hizo volar uno de los aeroplanos de papá!
La forma como Terry hablaba de ese quizás único mejor amigo le era enternecedora a Eleonore, entendía porque había accedido a ese loco plan en medio de su apretada agenda.
—Descuida. Esperemos que todo se logre y puedan convencerlo de no ir, quizás le guste el conservatorio o ver las estrellas. Central Park en esta época del año es ideal para hacerlo.
—Lo se, espero es que lleguen pronto. Pero sobre todo, quiero disfrutar todo el tiempo posible con mi pecosa. Tanto tiempo sin ver a Candy y ahora no se con que palabras hablarle o como mirarla a los ojos.
—¿Lo dices por lo de las cartas?
—¡Exacto! Ninguna de mis cartas le llegó jamás, al igual que yo no he recibido ninguna de ellas. Si Archie no me escribe juro que no me enteraría jamás de eso.
—¿Crees que alguien te haya estado saboteando? —Pregunto la rubia, dejando así una estela de dudas en Terry.
—La idea no sería descabellada. Hace tiempo se me declaro una de las chicas del elenco, Susana Marlowe, y le confesé que tenía novia para que supiera su lugar.
—Eso no está del todo mal que alguien de los tuyos guste de ti. Lo que si estaría terriblemente mal es que a sabiendas de ello quiera interferir en tu relación.
—¡No lo perdonaría jamás!
Esa respuesta fue agradable para Eleonore, ese era el carácter decidido de su hijo. Sin embargo, sabía que muy dentro de ese rebelde, el honor era algo que le importaba mucho, se acerco a él y le tomo de los hombros para hablarle.
—Asi me gusta, cariño ¡Que seas determinado en tus actos! Pero te aconsejo algo. Se fiel a quienes amas, en este mundo, en donde las estrellas brillamos, siempre algo querrá eclipsarnos —Desvio su mirada hacia la mano derecha de Terry, en donde se posaba ese regalo especial que tenía para la rubia pecosa que iba en camino a verlo —Si tu corazón es sincero y fiel, no dejes que lo que pueda pasar en este camino te desvíe de lo que tanto amas.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Digo es, que lo de las cartas desaparecidas no debe ser casualidad. Te instó a qué seas incondicional para esa chica Candy, que por lo veo, te tiene loco, que nada ni nadie te desvíe de lo que tienes planeado para estar con ella y sobre todo, le seas fiel con todo tu corazón y tus pensamientos. Todo tu honor incluso debe serle a ella.
Con esas palabras, Eleonore se dió la vuelta para dejar al chico con sus pensamientos turbios. Las cartas en efecto nunca llegaron a su destino, no sabía a manos de quienes habían dado a parar, pero tenía miedo de que fuera alguien que intentará separarlo de su pecosa. Por eso, apenas ella llegara a la ciudad tomaría medidas drásticas, no perdería el tiempo en lo absoluto.
.....
El coche había llegado a Chicago un poco más de la medianoche, Elroy estaba más que complacida de que fuera el mismo William quien tomara la iniciativa de detener a Alistear, que alguien lo pusiera en su lugar por andar pensando en hacer algo tan peligroso como ello. En lo que ella tuviera poder, ningún Ardley pisaria la guerra, no permitiría que ninguno de los suyos perdiera la vida de forma tan inconsciente.
—¿En qué piensa ese muchachito que se está metiendo? —Reclamo Albert furioso —¿Cuando se enteraron?
—Fue hace poco. Si no es por Candy ni me entero de las locuras de Stear ¿Qué lo impulso a querer irse?
—Supongo que el amigo de la señorita Elisa —Explico George sin quitar la vista del camino, sobre todo descubriendo que faltaba poco para llegar a la residencia Ardley —El joven Michael partió a la guerra hace un tiempo y créame, todos están preocupados por él.
—Lo mismo nos ocurrirá a nosotros si dejamos que él haga eso —Dijo Albert observando de igual manera el camino hasta que, al cruzar la esquina el enrejado de la residencia Ardley fue conocido. Trago en seco al darse cuenta de que había llegado el momento de hacerse conocer a los suyos, de que Candy lo reconociera como su tutor y su mejor amigo.
Pretendía irse a África una temporada, sin embargo, George de algún modo lo había detenido, temia que algo así pudiera llegar a ocurrir. Y fueron las razones muy obvias, Stear debía ser detenido a toda costa, así tuviera que revelarse y actuar del mismo modo que la tía abuela... no lo perdería del mismo modo que a Anthony.
Pero al llegar, descubrieron que las luces de la mansión estaban encendidas, el trío entro y no pudieron dar crédito a lo que veían, Dorothy y el resto del personal estaban sentados en los sillones del salón principal, la chica de trenzas tenía una mano en la boca y en la otra una carta. La chica alzó la mirada a los recién llegados que ahora los veían curiosos.
—Dorothy... —Dijo George al ver a la chica —¿Qué es lo que pasa? ¿Qué hacen despiertos a esta hora?
—¡Oh!... Lo sentimos, hace poco salieron los jóvenes a Nueva York.
—¿Qué? —Intervino Albert al escuchar eso, su grito atrajo la atención de todo el personal que ahora había fijado su mirada en él —¿Cómo que se fueron?
—Si, al parecer el novio de la señorita Candy los invito a irse a Nueva York a pasar un mes, creo que tratarán de convencer al señorito Alistear de no irse a la guerra.
—¿Cómo? —Pregunto Albert llevándose una mano al pecho. Ya sabía que Candy no se detendría ante nada para resguardar a su amigo Stear, al punto incluso de involucrar a Terry para ello.
—¡Debemos ir por ellos! Encerrare a Alistear si es necesario pero no...
—¡Yo me encargaré, tía! —dijo Albert de golpe —Yo mismo iré a detenerlos. Conozco a ese muchacho, así entreguemos nuestro corazón nada podrá cambiarlo.
—No digas eso —La tia abuela se recuesta del pecho de su sobrino, quien le recibió con un cálido abrazo —No soportaría perderlo. Porque eso es lo que tendrá asegurado... una muerte cruel ¡No soportaría eso nuevamente!
—¡Escúchame, tía! En lo que esté en mis manos no lo permitiré —Aseguro el rubio —¡George! Prepárate, nos vamos a Nueva York. Perseguiremos a los muchachos y haremos lo mismo que ellos... aún tenemos tiempo.
.....
El camino hacia Nueva York se había hecho eterno, Candy se mantenía de la mano de Patty, sabía que la chica era impulsiva en esos momentos cuando la tristeza se había hecho de ella y la cuenta regresiva para la partida de Stear era inminente, no tenía poder absoluto para detenerlo, confiaba en Candy y en los demás para hacer algo por él.
—¿Cuánto falta para llegar?
—Ya estamos cerca, y estoy contenta. Terry nos está esperando ¡Y se que hará cambiar de opinión a Stear!
—Eso no lo sabemos Candy. Deja de darme esperanzas.
—¿Qué te ocurre? No puedes pensar en esas cosas, tenemos la oportunidad.
—No... Con él las cosas puede que sean imprevistas —Se inclino sobre sus rodillas para ocultar sus deseos de llorar —En su habitación ví que tenía el uniforme de la guerra, y antes de venir acá lo empacó entre sus cosas... no está pensando en nosotros.
—Escucha, tenemos tiempo.
—¡Ya lo viste! Ni siquiera pidió nuestra opinión para hacer algo tan severamente estúpido como irse a pelear.
—¡Lo sé! Y te pido que me escuches, Patty... —Candy le tomo de las manos a la castaña y la hizo verle a los ojos, esos que durante toda la noche no habían parado de llorar ante la idea inminente de que perdería a su querido inventor —No todo está perdido. Confía que en todo esto pueda enamorarse de la vida nuevamente y que vea en ti y en nosotros un motivo para quedarse, que todos los talentos de los que fue proveído son más fuertes que la misma guerra.
—Candy... quiero creer que todo eso puede llegar a ser posible. Que Stear pueda seguirnos en Nueva York para quedarse y que una tragedia pueda evitarse.
El silbato del tren las alarmo a ambas, Candy vio al otro cubículo donde estaba Stear, se miraron fijamente, la cuenta regresiva había iniciado desde ese momento. Aún podían salvar su vida.
Continuará....
