SATURNO.
CAPITULO 7 —PARTE 1.
DÁDIVAS DEL CORAZÓN.
CAPITULO 7 —PARTE 1.
DÁDIVAS DEL CORAZÓN.
La piel de Susana se erizo repentinamente, y no era solamente por la fiebre que se había hecho de su cuerpo luego de haberla operado, sino porque los ojos azules de Terry en ese instante parecían haberse convertido en fuego. No entendía porque esa mirada le causaba tanto espanto... pero al recordar el cofre escondido y lo que se había revelado supo que estaba viendo a un monstruo al cual le habían soltado la cadena.
—Todo este tiempo... Había cartas de mi pecosa y tú las robabas..
—Esto... ¡Ellas mienten! Claro que no haría eso jamás.
—¿Y esto que significa? —Pregunto Karen sacando de un pequeño bolso de mano un sobre sin abrir —Estaba en el suelo del camerino de Terry. Ahora que lo recuerdo, se te cayó un cofre hace unos días, y muchas cosas salieron de ahí.
La pelirroja estiró su brazo hacia Terry para entregarle el sobre, ahí lo observo y pudo leer claramente la letra de su pecosa en la parte frontal. La carta había sido de varios meses atrás, no había sido abierta, en ese momento, el razonamiento de Karen fue verídico al igual que el comportamiento de la rubia. Y al igual que Karen, recordó el cobre que se había caído y la prisa por recoger las cosas que se habían salido, eran cartas en su mayoría... Ella era quien robaba las cartas que su adorada Candy le enviaba y nunca pudo leer.
—Habia cartas... las cartas de mi pecosa —susurro Terry apretando las manos y enfureciendo cada vez más. Stear le tenía agarrado de un brazo porque presentía que su amigo cometería una locura.
—Por meses Candy estuvo esperando una carta tuya al menos para saber que estabas bien —dijo Stear indignado —Pense por un momento que te habías olvidado de ella, pero.... Si está señorita se llevaba más cartas de Candy, apuesto a que las tuyas también para que a ella tampoco le llegará alguna.
—¡Maldita perra! —Vocifero el actor con todas sus fuerzas, una de las venas de su cuello empezó a saltar ante el grito y la rabia que sentía. —¿Quién te crees para robar mi correspondencia? ¿Por qué precisamente mis cartas con Candy?
—Terry yo... ¡Era por tu bien!
—¿Mi bien? Se trata de mi novia ¡Mi prometida! —Grito el joven llevándose una mano al pecho y haciendo alarde de esa denominación para Candy —La he anhelado desde que vine aquí. Deseando cada día poder ser una persona estable para traerla a Nueva York y tú inconsciencia y estupidez pretendían separarla de mí.
Los testigos de aquel descubrimiento estaban absortos, la madre de Susana no creía que su hija había hecho todo eso sin ella darse cuenta. Actuaba como una niñita caprichosa y egoísta ¿Sabía que el chico tenía novia y aún así hizo todo eso?
—Susana... ¿Tu hiciste todo eso?
—Mamá yo... lo hice por el bien de Terry. El merece alguien de nuestro estatus... el merece estar a mi lado, tengo amor suficiente para los dos.
—¿Qué carajos estás diciendo? —Pregunto Terry furioso, deseaba en ese momento no estar sujeto por Stear, porque sino estaría ahorcando con sus propias manos a la rubia —Candy siempre fue el amor de mi vida desde el momento que la conocí una noche de año nuevo. Se convirtió en el centro de mi existencia y no tienes idea cuánto sufrí al dejarla para poder venir hasta aquí. Ella fue quien me instigo a seguir mi sueño... Es a Candy a quien le debo estar aquí, y ahora llegas tú a decir que merezco estar de lado tuyo, alguien que no tiene corazón y ni un poco de buen juicio.
—Yo... yo...
—Señorita, lo que hizo es inconcebible. Terry y Candy se conocen desde la escuela, y sabemos de mano propia lo que han hecho el uno por el otro —Dijo Stear sintiéndose indignado por lo ocurrido —Y es delito fiscal robar la correspondencia de otro. Bien Terry puede denunciarla si le apetece, y le aseguro que en este momento lo que más desea es que sea castigada.
—¡No la denuncien! Está convaleciente.
—Los delitos deben pagarse, señora Marlowe —dijo Terry con la voz cargada de rabia —Susana pretendía que yo pagará por algo que no debía. Ahora yo haré que pague por algo que sí hizo con toda la alevosía.
Aquel era el carácter del rebelde de San Pablo que Stear y Patty conocían a la perfección, en efecto, no había cambiado en nada. Estaba defendiendo su amor y el de Candy como era debido.
—Si Susana quiere pagarle a alguien, es a la señorita Patricia, es a ella a quien le debe que siga viva y con una pierna —agrego Karen cruzándose de brazos —¡Vamos! Se agradecida con ella.
—¡Yo a ella no le debo nada! ¡Nada! Terry por favor te pido que te quedes conmigo. —Susana se llevó ambas manos a la cara para ocultar sus lágrimas y el pánico que se había hecho de su cuerpo —Hice todo esto por nosotros... por favor.
—No, no fue por nosotros porque nunca hubo eso. Es tu egoísmo el que te está haciendo todo esto, ahora prepárate para recibir la notificación de un abogado. Y entrégame mis cartas —Exigio Terry con aquellos ojos que al Susana verlos, supo que iban en serio.
No se iba a echar para atrás haciendo la justicia necesaria, recuperaría a su pecosa desde ese instante. Y Susana supo que estaba atrapada en su propio juego de engaños. En seguida, con la ayuda de su madre envío a que las cartas fueran devueltas, esperando así la lastima de Terry, cosa que no fue obtenida, desde ese momento, supo lo que era ser verdaderamente despreciada por Terry, quien al tener esa cartas, eran el principio para recuperar la confianza de su pecosa.
El actor después de obtener las cartas decidió ir a ver a su pecosa. Su mayor miedo era que no hubiera despertado y le tocará, al igual que en las historias, tener que ver el tiempo pasar hasta que ella recobrará la conciencia, o que un principe llegará y la despertara con un beso de amor. Solo que, al abrir la puerta el corazón se le calentó al ver a su atolondrada pecosa despierta y en compañía de Annie, Archie y de su madre.
—¡Terry! —Escucho la voz de su pecosa con todas sus fuerzas —Estas aquí.
—Nos perdimos de un milagro —Vitoreo Stear al tiempo que le daba una palmada en la espalda a Terry —Y mira a quien traje para ti, querida Candy.
—¿Lo sabías?
—Si, un pajarito me lo dijo. Solo quería dar tiempo para ver tu cara de pánico o sorpresa —dijo Stear enrollando su brazo en el cuello de Terry mientras esté se regodeaba con una sonrisa de la visión de su pecosa sonriendole.
—¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así? ¿Acaso no vas a declararme tu amor, mocoso engreído? —Pregunto Candy esperando para recibirle.
—Claro... ¡Por supuesto que declaró mi amor hacia ti, Tarzán con pecas! —Exclamo el actor sintiendo como los ojos se le llenaban de más lágrima. Y antes de pensar en soltarse del agarre de Stear, este se acerco a su oído para decirle algo.
—Terry... —dijo con una voz tan suave que solamente Terry escucharía lo que le diría —Vas a cuidarlos bien desde este momento. Cuando yo me vaya, serás el único con la capacidad de defenderlos.
Esa anunciación hizo que Terry abriera los ojos con sorpresa, Stear lo soltó y le dió un empujón que bien lo dirigiría a los brazos de Candy. Recibiendose entre abrazos y besos, esos que por mucho tiempo se debieron. Stear había prevenido sobre ellos una tragedia, y ahora Terry estaba en deuda con él.
Pero, lo que Stear le había dicho era lo que le había dejado intranquilo, no importa lo que Candy o los demás hicieran, de igual manera iban a perderlo.
CONTINUARÁ...