Mar Abr 04, 2023 10:16 am
por RossyCastaneda
ATADO A TI
CAPÍTULO I PARTE II
BY ROSSY CASTANEDA
CAPÍTULO I PARTE II
BY ROSSY CASTANEDA
Inglaterra...
Terrence no podía creer en donde se encontraba. Estaba varado en un pueblo entre Inglaterra y Escocia, Gretna Green para ser exacto.
Miró su reloj de bolsillo, y, hastiado de observar cada diligencia que llegaba, resopló. Tenía la misión de llevar a casa de los Ardaly a una novia y su escolta.
El bullicio de la ciudad no le agrada, demasiadas carretas, muchas personas transitando por la calle... Prefería la tranquilidad del campo. Deseaba vivir en soledad con la cuadrilla de hombres que había seleccionado, para criar sus propios caballos pura sangre, tenía su propio dinero para conseguirlo. Quería estar y ser solo él. Había cumplido con el doctor Kleiss en todo cuanto pudo. La hacienda de la familia era problema de Robert, ahora, sería él quien tendría que lidiar con lo que surgiese, en especial con los inconvenientes de ser el esposo de una joven voluntariosa y orgullosa como lo era Karen.
Era momento de dedicarse a lo que mejor sabía hacer, pues no en vano, estaba considerado uno de los más prestigiosos domadores de caballos de la region, le bastaba con adquirir la propiedad en donde montaría su propio negocio, y cuando se enteró que Tom Stevenson estaba vendiendo su rancho porque quería dejar la tranquilidad que el campo le daba para mudarse al bullicio y contaminación de la gran ciudad, no lo dudo dos veces y lo compró para convertirlo en el rancho mas grande de cría de caballos pura sangre. Quería una vida tranquila y sencilla, atrás había quedado su temeraria vida y no deseaba recordar su parte inglesa.
Lo convocaron en Londres cinco años atrás, tal y como se lo anticipó su abuelo, después de que varios abogados del que fuera su padre, reclamasen su presencia... Decidió pausar aquello mientras tomaba una decisión definitiva, tras descubrir que tenía una madrastra que lo etiquetó como el bastardo, dos medios hermanos adolescentes, y una media hermana, dos años menor que él, a quien dejó al frente de todos sus asuntos. No deseaba nada de quien fue su progenitor. Sus medios hermanos, frutos del segundo matrimonio de su padre, no tenían nada que ver con él, y aunque la muchacha lo trató de retener a su lado, Terrence decidió que aquella vida no era tampoco para un hombre que deseaba la soledad y la libertad como única compañía.
Después de rodar por varios condados de Inglaterra; junto a su amigo a quien conoció en una taberna, llegó al campo y comenzaron a trabajar en la hacienda Kleiss en donde aceptaron la hospitalidad del patriarca de la casa, un hombre entrado en años, que temía morir y dejar sola a su desvalida sobrina... El doctor Kleiss sabía que Karen era un demonio con cara de angel, pero se hacía el de la vista gorda para que ellos no se apartaran de la muchacha y cuidaran de ella cuando él faltara; y así lo hicieron hasta el día que aquella voluntariosa joven se comió el postre antes de la cena con un amigo de su tío y terminó casada con él. Menos mal que Robert respondió como lo hace un caballero, de lo contrario, en ausencia del doctor Kleiss, lo hubiesen convertido en una coladera humana.
La vida de su amigo tampoco era mala, una misiva de su tía, lo obligó a volver a casa y ocupar el lugar que le correspondía como cabeza de su familia, dando así por terminada la libertad de la cual gozó haciendo todo cuanto le plació mientras su tía y su fiel administrador se hacían cargo de todo.
No se quejaba, le había ido tan bien, y su meta de poseer su propio negocio de caballos pura sangre iba viento en popa. —No le interesaban las mujeres y cuando la tía de su amigo lo mandó a llamar a través de su administrador para hablar con él, esperaba no acabar metido en un lio, y allí estaba, apoyado junto a un poste de madera, situado en la parte frontal de la taberna más grande de Gretna Green, que estaba justo al lado del banco principal de la region; —tenía una clara visión de lo que acontecía al otro lado de la calle. No había visto nada interesante hasta el momento. Tal vez la novia se lo hubiese pensado mejor y decidió no viajar para ir hasta un lugar ruidoso como lo era Inglaterra.
Mientras aguardaba, suspiró, cerró los ojos y recordó la nostalgia que lo embargó la mañana que llegó para despedirse de Karen.
Después de llamar suavemente con los nudillos, abrió la puerta y se encontró con una imagen que atesoraría siempre. Karen estaba meciendo al pequeño Robbie y en cuanto este se quedó dormido lo acomodó en la cuna.
—¿Qué ha hecho esta vez mi esposo para molestarte? —preguntó la castaña al verlo aparecer.
—Nada. No lo he visto todavía. Pero creo que está en los establos aprendiendo a ordeñar vacas as —se burló
—Lleva mucho tiempo viviendo aquí, así que no está aprendiendo, ya sabe hacerlo —lo reprendió la joven.
—Lo que el pobre hombre necesita, es mucha paciencia para tolerarte, Karen.
—¿Y hay una palabra bonita antes de marcharte?... No, Terrence no podía entrar en mi casa, darme un abrazo, decir que me echará de menos y que no se irá porque no podría sumirme en esa desdicha.
—¿Estás llorando? —Fue una pregunta sin sentido porque la joven estaba sollozando mientras lo miraba.
—No —negó la obviedad con un puchero. Su hijo se sumó a su llanto.
Terrence respiró hondo y se acercó a la cuna para cargar al bebé en sus brazos. En cuanto lo tuvo a buen recaudo y se giró para observar a la madre supo que había cometido una fatalidad. Karen no lloraba, ella estaba sonriendo como una boba sin quitarle la vista de encima.
—No te atrevas a decirlo —la amenazó.
—¿Qué cosa? —preguntó con fingida inocencia —. ¡Si solo iba a decir que serás un padre magnífico cuando tengas tus propios hijos!
—Eso era lo que no deseaba escuchar —farfulló por lo bajo. El castaño se acercó a la joven y le tendió al niño.
—¿No me vas a dar un abrazo de despedida? —inquirió desilusionada.
—No me voy al otro lado del país, Karen. Me instalo oficialmente en el rancho que era de Tom, si gritas, estaré aquí en un abrir y cerrar de ojos.
—No soy capaz de alzar tanto la voz. No pretendas decirme que vas a vivir cerca porque no lo harás. Es más, no puedo prescindir de ti. No puedes marcharte de aquí. No. No te lo permito.
—Karen —dijo con cautela.
—Ustedes son crueles. No les ha costado nada dejarme de lado.
—Eres una mujer casada, tu esposo no necesita a dos hombres interfiriendo en sus asuntos. Yo no podría quedarme callado viendo cómo lo dominas y haríamos todos un gran estropicio, mujer.
—¡Yo no lo domino!
—Lo haces y él está encantado. Deberías sentirte orgullosa, tienes a un ex actor de teatro que ha dejado todo por ti y se ha vuelto todo un hombre de campo ágil con un arma, pegado a tus faldas.
—A él le gusto más cuando mis faldas desaparecen para mostrar... —Karen rió entre dientes al ver el rostro de Terrence.
—¡Dios! —el joven alzó las manos —dame paciencia con esta mujer.
—Tú me enfadaste primero. Es evidente que quieres hacer de esta despedida algo incómodo para que te eche a patadas y puedas librarte de darme un abrazo. No lo lograrás, Terry.
Él rodó los ojos, Karen era la única persona a quien le permitía llamarlo así.
—No me voy todavía, el administrador de los Ardlay me ha llamado por un asunto de la familia... Una cosa compleja que debo atender.
—¿Qué le pasa a Albert?
—Nada. —Su tía quiere que traslade a una novia a su casa. Debo traerla desde Gretna Green.
—¿Has dicho una novia? —Karen estaba asombrada.
—Eso me temo. —Conocía a la tosca señora Ardlay porque había coincidido con ella en reiteradas ocasiones en el pueblo. No entendía bien los problemas que arrastraban y le daban igual. Así que cuando el administrador de los Ardlay lo convocó por un asunto de suma urgencia que incluía la anotación: novia y recompensa, se vio en la obligación de acudir a la cita.
—Albert no va a estar contento. —Karen negó con la cabeza y se quedó en silencio. —Pero tal parece que la señora Ardlay finalmente cumplirá su amenaza de casarlo para que engendre un hijo digno de su legado—concluyó rompiendo el silencio.
— ¡Quién sabe! —Terrence se encogió de hombros. —me marcho, iré a ver qué quiere exactamente que haga y me diga a qué hora debo recoger a la muchacha. —Terrence suspiró—. Sea quien sea, una mujer que acepta un trato sin conocer a su futuro esposo debe tener una deformación de nacimiento significativa o bastante necesitada y desesperada por pescar un buen partido. Me temo que la señora Ardlay no ha hecho el mejor negocio de su vida.
—Tal vez te equivoques y sea una belleza deslumbrante que tú mismo codicies —se burló ella.
—Sí. Y mañana tú te postrarás a los pies de tu esposo para que él haga de ti lo que se le antoje, y no me refiero a un aspecto indecente —rebatió con una mueca en cuanto la observó poner una sonrisa pícara.
—Eres tan desagradable, Terrence —se quejó.
—Mi mayor virtud es esa. Me ofende que no me conozcas todavía, Karen.
—Dame un abrazo y vete.
—No.
—¿No vas a darme un abrazo? —inquirió enfurruñada.
—No es una despedida. Tengo que volver a por el resto de mis cosas.
—No te dejaré marchar sin obtener mi abrazo de despedida. Iré tras de ti a caballo para obligarte —le advirtió.
—Sé bien que serías capaz. Trata de no meterte en líos mientras estoy lejos. Imagino que dentro de tres días estaré aquí. Tal vez antes.
—Trata de no enamorarte en cuanto la veas —le dijo ella burlona mientras lo observaba salir de la habitación.
Bufó. —La voz de alguien llamándolo lo hizo abrir los ojos de manera abrupta....
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