ATADO A TI
CAPÍTULO XII PARTE I
BY ROSSY CASTANEDA
CAPÍTULO XII PARTE I
BY ROSSY CASTANEDA
Candy se colocó delante de él y alzó el mentón. Ya estaba harta de pasar de puntillas a un lado de ese hombre de las cavernas.
—Un beso por un baile —lo desafió.
Ambos se miraron un instante muy, muy corto, lo justo hasta que él le agarró la mano y la sacó de allí con premura. —Ella lo siguió tragándose una sonrisa, al menos lo había desestabilizado por la mirada que él le dio... No estaba tranquilo. La llevó por medio pueblo y finalmente se detuvieron en un callejón, junto a una casa que parecía estar deshabitada.
—Dame mi beso —exigió.
—Creo que no has entendido mi propuesta.
—Sí. Un beso por un baile. Dame lo que has prometido.
—No.
—Sí.
—No. —Si creía que iba a ganar la discusión, él no la conocía en absoluto.
—Ahora... dame mi beso, Pecosa. Una mujer debe saber lo que apuesta antes de lanzar el reto.
—¿En dónde está mi baile?
—Después del beso.
—No... las cosas no funcionan así conmigo.
—Me lo darás.
—¿Quieres que discutamos toda la noche? —argumentó ella con sorna.
—¿Quieres que te bese y zanje la discusión? —Se sonrió de lado.
—¿Quieres que me marche del pueblo y no me vuelvas a ver más? Porque no bromeo. Estás a esto —ella colocó el dedo índice y pulgar muy juntos, delante de su rostro— para que me marche.
—Creo que no lo entiendes, Pecosa. Tú me tienes. Yo te quiero. Mientras sigas respirando, mi corazón latirá junto al tuyo. Iré a cualquier lugar que estés —le aclaró sin dejar de mirarla con fascinación. No se atrevía a tocarla porque solo Dios sabría lo que sucedería si lo hacía.
Ella se quedó asombrada. Carraspeó después de unos minutos de silencio para recomponerse del efecto de aquellas maravillosas palabras.
—¿Es tan difícil? —inquirió la rubia.
—Sé más específica. Contigo todo es complicado.
—¿Yo soy la complicada? —cuestionó incrédula.
—Lo que me haces sentir lo es —aclaró con tranquilidad.
—¿Y lo que tú me haces sentir a mí? Solo me ordenas las cosas, me besas delante de todo el mundo y me marcas como si fuese una de las vacas de un rancho. ¿No hay amabilidad en ti? ¿Un poco de ternura, de respeto? —preguntó con calma y sin levantar la voz.
—Jamás he conocido la suavidad. No hay ternura en mi... siempre he sido duro como el acero y frio como el mármol . No sé hasta qué punto soy...
—¿Por qué yo? —susurró sin ser consciente de lo que decía, interrumpiéndolo.
—No sé qué contestar a eso, Candice. Solo puedo decirte lo que te he dicho. Siento que eres mía —habló con sinceridad.
—¿Una propiedad? ¿Seré como tu casa, como tu caballo? ¿Nadie podrá volver a hablar conmigo? ¿Bailar? ¿Algo tan sencillo como bailar con otro hombre tampoco se me concederá? Aquí tienes mis muñecas, Terrence Graham, coloca los grilletes y hazme tu esclava porque eso es lo que sospecho que esperas que sea. Tú no deseas una esposa, una compañera, pretendes someterme y privarme de lo que tengo ahora. He cruzado la frontera huyendo de lo que fue mi vida y no volveré hacer la voluntad de otro hombre para sacrificarme.
—¿A quién dejaste atrás, Candice ? ¿De quién hablas? —Percibía mucha tristeza en sus palabras.
—¡A mi Padre! —gritó—. Y no volveré a perderme a mí misma para complacer a nadie —dijo con convicción.
—¿De qué hablas? —preguntó sin comprenderla.
—Mi libertad. Me has quitado mi libertad. Tampoco eres tan diferente a... —apretó la mandíbula —al mal nacido por quien me vi obligada a abandonar mi casa. Solo que no eres violento... no al menos conmigo o con quienes valoras.
Terrence palideció ante la comparación. Se lamentó por no ser más... menos... ¡Terrence no sabía quién era él mismo en realidad!
—No soy un noble, Candice. Tampoco tengo una educación refinada como la tuya. Viví mi infancia como un highlander que llegaría a ser el jefe de su región. Las mujeres se ocupan de sus hombres y hacen lo que se les dice, pero algunas desafían las reglas y luchan. No condeno la libertad. Llegué a este pueblo hace un par de años, y me familiaricé con las costumbres de una gente muy diferente a mí. Observé cómo un anciano se postraba a los deseos de su sobrina. El doctor Kleiss amaba a su única sobrina con devoción y le dio poder. Sé lo que es estar por debajo de una mujer en cuanto a autoridad. Ves a Karen y a Robert felices, pero no fue así durante una buena temporada. No quiero que los que están cerca sufran y por ello impongo mi voluntad. Así que me toca a mí preguntar: ¿Qué quieres de mí, Candice White? Lo hago lo mejor que puedo.
Gracias Por Leer