—¿Estás enfadada? —Fue lo primero que escuchó de él.
—Quiero bailar —se limitó a decir.
—Entonces baila —dijo sin más.
Candy suspiró con fuerza. Tragó saliva, reteniendo las ganas que tenía de gritarle y golpearlo con fuerza.
—¿También esperas que te pida oficialmente un baile? —preguntó con los dientes apretados.
—No. Te aconsejo que no lo hagas. —Fue una orden más que una sugerencia.
—¿Qué se supone que significa eso? —inquirió.
—Él no baila, señorita. —Escuchó una voz a su derecha.
Candy ladeó la cabeza y tuvo ante sí a un hombre... impresionante.
—Ya veo. —Así que esa noche no iba a poder divertirse... Le faltó muy poco para marcharse de allí gritando, resoplando, pataleando sobre el suelo y...
—Pero yo estaré encantado de bailar con usted si me concede el placer... —El desconocido le tendió la mano y Candy le sonrió complacida.
—Será maravilloso. —No sabía quién era el caballero, pero estaba claro que no temía desafiar a Terrence. Se dispuso a ofrecerle la mano derecha en señal de aceptación, cuando Terrence dio un paso para interponerse entre ambos.
—No. —Así, sin más. Fue la única explicación del guerrero a su comportamiento. No iba a permitirle bailar con el apuesto caballero.
—No tienes derechos sobre mí —espetó Candy con furia, dado que lo tenía a escasos centímetros frente a ella. Sus mejillas estaban enrojecidas debido a la ira que comenzaba a sentir.
—Oh vamos, Terrence, la señorita quiere bailar y no estás siendo galante —lo reprendió el desconocido, quien se había vuelto a poner a un lado y le tendía la mano a Candy.
Terrence ladeó el rostro y miró con excesiva seriedad al caballero que no se sentía amenazado por la rabia que estaba conteniendo.
—Tú no vas a bailar con ella. Si osas siquiera rozarla, no me importará que seas hijo del socio de mi mejor amigo, te daré un puñetazo y te aseguro que no me sentiré mal.
Candy jadeó con horror. La cara del otro caballero palideció.
—¿Qué diantres te pasa? —gruñó el desconocido.
—No la quisiste y no la tendrás ni para un miserable baile —respondió con seriedad.
Candy veía el intercambio entre ambos y no comprendía nada. Iba a protestar, pero Annie llegó hasta su posición.
—¿Hay algún problema? —se interesó la pelinegra. A Candy no le pasó desapercibido el modo en el que su amiga miraba al otro caballero. ¿De qué iba todo aquello?, se preguntó con inquietud.
—Por supuesto que no —habló la rubia—. Solo me disponía a bailar con este amable caballero... —le sonrió afablemente al desconocido.
—No —Annie negó, sin dejar de observar con cara de pocos amigos al caballero que se había ofrecido a bailar con su amiga.
—¿¡Disculpa!? —Candy tenía los ojos muy abiertos.
—No vas a bailar con él —puntualizó enérgica Annie en su papel de hermana mayor.
—¿¡Ah, no!? —Candy estaba asombrada. Annie se veía tan fiera e intransigente como Terrence.
—No —informó Annie.
—Creo, señora Brighton —tomó la palabra Terrence, quien se dio cuenta al momento que Annie y él compartían la misma idea—, que su pequeña hermana no conoce todavía al señor Archibald Cornwall. —Candy vio la sonrisa que Terrence esbozó en cuanto ella puso cara de indignación al conocer la identidad de su ex prometido. Annie parecía también estar al tanto de quién era el rubio... ¿Se había perdido algo? —¿Cuándo lo había conocido su amiga? Y lo más apremiante... ¿Por qué no le había dicho nada al respecto?
—Caballeros —intervino Robert acercándose a ellos —, están llamando la atención. Mi sabia esposa me envía en misión de rescate. Candy —el ex actor le sonría y tenía una mano tendida hacia ella—, ese animado vals nos está llamando a gritos... ¿No te parece?
—Ve —le ordenó Terrence.
—Sí, vete de aquí, hermana, en tanto nosotros aclaramos algunas cosas —Estuvo de acuerdo Annie.
Candy se vio conducida hasta el centro de la pista de baile y, con sinceridad, se alegró del escape que le había dado Robert.
—Ciertamente tu esposa es una mujer muy atenta —reconoció.
—¿Por qué crees que me casé con ella? —Robert le sonrió y le guiñó un ojo—. ¿Puedo ofrecerte un consejo?
—Si es sobre el hombre que parece haberme puesto una cuerda sobre el cuello y cree que puede conducirme por cualquier camino... te lo agradeceré. —No sabía qué hacer con él.
Robert se acercó hasta su oído para que nadie escuchase lo que se le había ocurrido.
—Terrence no baila y todos lo saben. Cuando cese la música, ve hacia él y dile que le dejarás darte un beso si te saca a dar un giro por la pista. —Se separó de ella y se rio con una carcajada sincera.
—No creo que algo como eso suponga un triunfo para mí. —Se veía como si se estuviese rebajando.
—Lo será. Te lo aseguro. Lo pondrás en una situación muy difícil y ahí podrás ver si eres tan importante para él como todos creemos. Sospecho que no sabe bailar y por eso jamás lo hace. Si desafía al ridículo, bien podrás premiarlo con un beso. —Robert le guiñó un ojo de nuevo.
La vista de Candy se dirigió enseguida hacia ese poderoso hombre que la tenía desconcertada, y vio a Annie enfrentándose a su recién conocido ex prometido con enfado, mientras Terrence sonreía satisfecho con el desafío. Él no había dejado de mirarla, pero era evidente que no se perdía ni una palabra dicha entre Annie y Archibald.
El menor de los Cornwall sonrió en cuanto vio a la delicada dama colocar sus manos en la cintura para demostrar su enfado.
—Ah —comenzó a decir perezosamente Archibald —, me parece que comienzo a relacionar a qué vino aquel baño en el río, señora Brighton.
—Le hice un favor porque usted apestaba.
—Intuyo que he cometido una gran ofensa sobre la dama a la que este arrogante no deja de observar embelesado —siguió Archibald. Terrence gruñó, pero no alegó nada al respecto. —Si fuera usted un hombre nos liarnos a puñetazos o haríamos algo más drástico como sacar las pistolas al amanecer y enfrentarnos a duelo ¿Es así como se hace en Londres, verdad Terrence? —inquirió en tono burlón.
—¡Bah! —Annie bufó —. Si yo fuese hombre, hubiese sido una pérdida de tiempo amenazarlo con pelearme con usted, incluso retarlo a duelo.
—Sería usted un cobarde que no piensa limpiar la deshonra que le he hecho a su hermana —Archibald se mofó.
—No hace falta que le atice, señor Cornwall, porque ya lo dejé a remojo en el río hace unos días. Y el honor de mi hermana ha quedado repuesto en cuanto la miró con admiración y se dio cuenta de lo estúpido que fue por no haberse quedado en casa de los Ardlay para conocerla. Su mayor castigo, señor —ironizó al tratarlo de ese modo—, será ver que esa preciosa y gran mujer sea de otro hombre. —Annie acompañó su argumento con una brillante sonrisa.
—¿Quiere ver cómo su hermana cae rendida a mis pies, señora Brighton? Solo necesito componer una bonita sonrisa y decir en alto unas bellas palabras. Si mal no recuerdo le mencioné algo similar el otro día. —Oh, esa viuda había picado en su orgullo como una abeja insensible.
—Yo si fuese usted, señor Cornwall, no comenzaría a cavar mi tumba tan rápido. Me temo que si toma esa resolución, los clavos de su caja no tardarán en ser amartillados.
—¿Es una amenaza? ¿Debo temer que me asesine una menuda viuda que apenas me llega por la barbilla? —se burló Archibald, sin compasión.
Annie intercambió una mirada de complicidad con Terrence.
—¿Se lo digo yo o lo haces tú?
—¿Qué tienes que decirme? —cuestionó Archibald con cansancio, a Terrence.
—Candice White es mía y tú vas a suplicar su perdón por haberla tratado de modo tan cobarde, si no quieres que se cumpla la amenaza de su hermana —razonó sin inquietarse Terrence.
Archibald se quedó asombrado con la confesión. Luego miró a la menuda viuda, quien sonreía complacida y le dieron ganas de responder de forma mordaz, pero en su lugar comenzó a reír a grandes carcajadas, lo que hizo que Annie y Terrence se tensasen visiblemente.
—No veo nada gracioso en mi advertencia, elegante —dijo con seriedad Terrence.
—¿Te das cuenta de que si yo no me hubiese revelado frente a los deseos de mis padres , no tendrías a esa mujer disponible?
—Lo sé —reconoció Terrence.
—¿Y entiendes que ella debe estar furiosa contigo debido a que no has querido acompañarla en un baile? —siguió Archibald con las preguntas retóricas.
—Probablemente así sea.
—¿Y sigues queriendo que me disculpe con la dama, Terrence?
—Debes hacerlo.
—Y tu disculpa por tratarla del modo tan tiránico en el que sospecho lo haces... ¿Irá antes o después de la mía? —lo desafió. Archibald no esperó la respuesta de Terrence. Le palmeó la espalda y se alejó de allí riéndose sin contención. Annie se quedó junto al castaño y lo escuchó suspirar con fuerza.
—Lamento tener que decirlo, pero ese bastardo tiene razón.
—Aprendes rápido, señora Brighton. Solo ten cuidado a quién le dices un insulto semejante. No juegues con Archibald. Es impredecible, si se da cuenta de tu embuste... —negó con la cabeza—. No quiero tener que matarlo por el modo en el que va a castigarte.
—¿Castigarme? No lo creo. Le daré una buena patada en su minúsculo... —advirtió ella atenta para ver si Terrence entendía su clara burla
Terrence sonrió.
—Mantente lejos de él. Sea lo que sea que le hiciste en el río —no sabía la historia ni quería conocerla—, olvídalo y aléjate de él. Te aseguro que el castigo te dejaría... contrariada. Su compañero no tortura a las mujeres, he escuchado que hace todo lo contrario —le advirtió.
—¡Tonterías! Debe ser minúsculo... lo que tiene grande es el bolsillo. Su dinero es lo que las hace feliz.
—No juegues con él. No te gustará el resultado —volvió a advertirle.
—Tengo curiosidad por saber cómo sería ese castigo al que aludiste, Terrence. Lo haces sonar de un modo... no sé cómo calificarlo, pero no me parece que sería un infierno y eso me tiene bastante intrigada. Y no quiero tener más de un pensamiento sobre... la pequeña oruga de ese petulante... —volvió a sonreír.
—Para no querer pensar en él, lo estás haciendo demasiado... Aunque no piensas en el hombre, sino en su pequeña oruga —Terrence se burló —en cuanto al castigo de Archie, si te descubre... Te castigaría con placer, Annie. No lo tientes. No tienes ni idea a que te enfrentarías. Archibald es peligroso, no de un modo violento, es más sutil que eso y tú serás presa fácil para él. Apártate de su vista. Eres demasiado bonita.
—Creo que Candy y yo atraemos los problemas como la miel a las moscas. ¿Sabes que incluso fingiendo que soy una viuda, otros caballeros me desean? —aludió pensativamente.
—No me sorprende. Te advertí de que tu farsa no era todo lo efectivo que suponías. —¿Alguien te ha faltado el respeto?
—No —negó con la cabeza—, pero comienzo a pensar que ni fingiendo ser la esposa de un clérigo, podría estar a salvo de la lujuria de los hombres.
—¿Debo intervenir? —Recelaba de que algún hombre de la región se hubiese propasado con ella.
—No. Lo he arreglado yo misma.
—¿Lo conozco? —preguntó por la identidad del hombre que la había estado... ¿cortejando? Terrence frunció las cejas.
—No es importante.
—Ten cuidado. No te confíes. Debes saber que hice un viaje para recoger a mi madre, y cuando regresaba me crucé con los tres guerreros que vimos en el camino hacia aquí. ¿Los recuerdas?
Annie asintió.
—¿Volviste a pelear con ellos? —inquirió con preocupación.
—No, pero Jimmy me preguntó por ti en cuanto me reconoció. Creo que te quiere y no me gustaría que te encuentre. Le dije que me cansé de ti y te envié a Londres. Confío en que se lo haya creído. No te alejes sola, es posible que se haya dado cuenta de mi mentira y me haya seguido. Mantente alerta.
Annie se sintió nerviosa. El guerrero al que se refería Terrence era fiero, y no estaba segura de que él fuese un buen hombre. Sacudió el pensamiento de su mente. No era momento de dedicar su tiempo en cosas alarmantes, sino de preocuparse por Candy.
—Saca a bailar a Candy si no quieres que ella arme una escena. —Le advirtió —Ningún hombre le ha pedido un baile porque tú la has marcado. Ella adora bailar y merece tener ese capricho.
—Yo no bailo. Y nadie de los que hay aquí, va a sostenerla entre sus brazos porque no tiene derecho a tal premio.
Annie sonrió con franqueza. Era evidente que el hombre frente a ella era posesivo, fiero e inquietante. Lo bueno que Candy era lo suficientemente fuerte para plantarle cara y salir indemne.
—Tienes un gran problema, Terrence. —Le dio una palmada amistosa, y se marchó de allí en cuanto vio que Candy se acercaba hacia ellos en cuanto terminó de sonar la música.
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Última edición por RossyCastaneda el Mar Mayo 02, 2023 1:42 pm, editado 1 vez